jaeinnova

Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


Deja un comentario

Eduardo Hernández-Pacheco, estudioso del arte prehistórico, según Juan Dantín: posibles repercusiones posteriores de una reseña en el diario El Sol.

A finales de 1915 un buen observador de la situación del bachillerato en España, como era el caso de Luis de Hoyos y Sainz, elogió la calidad científica de los catedráticos de Instituto, según expuse en mi estudio introductorio al libro Aulas modernas. Quizás Hoyos y Sainz tenía en mente a Juan Dantín Cereceda, cuya labor científica por esos años y su amistad con Ortega y Gasset ya ha sido evocada en esta bitácora, y cuya semblanza e hitos de su labor docente e investigadora hemos trazado en el diccionario on-line JAEeduca. (ver aquí)

Precisamente cuando Ortega y Gasset a finales de 1917 puso en pie ese gran diario político-cultural que fue El Sol llamó a colaborar con él a su amigo Dantín, quien se hizo cargo junto al polígrafo mexicano Alfonso Reyes de la sección de Historia y Geografía, que cerraba el periódico todos los jueves de sus primeros meses de publicación.

De las numerosas reseñas efectuadas por Dantín en los primeros meses de El Sol fijaré ahora la atención en la que hizo el jueves 11 de julio de 1918 de una breve publicación de 24 páginas con tres láminas que había salido a la luz hace un siglo, en 1917. Su autor era el maestro de Dantín Eduardo Hernández-Pacheco, cuya meritoria labor científica como geólogo y prehistoriador a lo largo de más de medio siglo merece ser mejor conocida. Se titulaba Estudios de arte prehistórico. I. Prospección de las pinturas rupestres de Morella la Vella. II. Evolución de las ideas madres de las pinturas rupestres.  Y se había publicado originalmente en  la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tomo XVI. Nº 1 de la segunda serie.

Tres razones me han llevado a dar cuenta de esta reseña de Dantín.

En primer lugar porque se resalta en ella el protagonismo de Eduardo Hernández-Pacheco en los progresos que la prehistoria española efectuó entre 1913 y 1917 gracias a la labor desplegada por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas  en su período de arranque, pues esta institución -auspiciada por la JAE [Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas]- se había fundado en 1912, en una fase de despliegue del sistema científico español. Los trabajos de los integrantes de esa Comisión, que ya han sido mencionados en otras entradas de esta bitácora, les llevaron a efectuar hace cien años el hallazgo de las pinturas rupestres al aire libre más importantes de Europa, según se ha destacado recientemente en las páginas del diario El Mundo.

En segundo lugar porque me ha recordado la reciente comunicación expuesta por Ana Cristina Martins y Fátima Nunes en el XIII Congreso de la SEHCYT (Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas), cuyo libro de resúmenes se encuentra accesible aquí,  celebrado en Alcalá de Henares del 21 al 23 de junio de 2017. Esa comunicación de mis colegas portuguesas se titula «A arqueología nos congressos das Associaçoes espanhola e portuguesa para o progresso das ciências (as duas primeiras décadas). Interesses individuais e vantagens públicas. Vantagens privadas e interesses colectivos)»y se presentó en el simposio «Intercambios científicos luso-españoles entre la JAE y la JEN y en los primeros congresos itinerantes de las Asociaciones Española y Portuguesa para el progreso de las ciencias» que coordiné en el mencionado congreso. En ella sus autoras destacaron la influencia que tuvo la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, en la que jugó un destacado papel Eduardo Hernández-Pacheco, en el desarrollo de la arqueología portuguesa del primer tercio del siglo XX, particularmente en el caso de las actividades de Augusto Mendes Correia, Joaquim M. Fontes y Eugénio Jalhay. Conviene añadir que Eduardo Hernández-Pacheco fue uno de los científicos españoles que con más intensidad cultivó las relaciones científicas con sus colegas portugueses, no solo prehistoriadores, sino también geológos, como apunté en otra de las comunicaciones presentadas en el simposio aludido en la que analicé los significados del Congreso de Lisboa de 1932 de las Asociaciones Española y Portuguesa para el progreso de las ciencias.

En tercer lugar porque también me ha evocado el gran proyecto de historia digital IDEARQ. (Infraestructura de Datos Espaciales de Investigación Arqueológica), cuyas características fueron presentadas en la Primera Jornada científico-técnica en Humanidades Digitales en el CSIC celebrada en el salón de actos del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el martes 27 de junio de 2017, de la que he informado en mi otra bitácora (ver aquí y aquí). Esa infraestructura de datos espaciales, concebida para la publicación online de datos científicos arqueológicos georreferenciados, ha sido creada por la Unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC,y por grupos de investigación del Departamento de Arqueología y Procesos Sociales del Instituto de Historia, liderados por Juan Vicent. Quien navegue por ella encontrará valiosa información sobre una serie de yacimientos de arte rupestre levantino, que empezaron a ser estudiados hace un siglo como se verá por la siguiente reseña aparecida en el diario El Sol el jueves 11 de julio de 1918, firmada por Juan Dantín Cereceda, que transcribo a continuación, enriqueciéndola con información adicional.

E. Hernández-Pacheco. Estudios de arte prehistórico. I. Prospección de las pinturas rupestres de Morella la Vella. II. Evolución de las ideas madres de las pinturas rupestres (Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tomo XVI. Nº 1 de la segunda serie. 24 páginas con tres láminas.- 1917.

I. Las pinturas rupestres de Morella la Vella -situada en el corazón del Maestrazgo- se hallan situadas en un abrigo natural, que defiende el resalte de la peña, y en unas galerías angostas.

 

Vista aérea de los yacimientos de arte rupestres de Morella la Vella

 

 

El conjunto de las pinturas de las galerías corresponde al arte realista particular del Levante de España, que la abundancia de figuras humanas caracteriza, bastando a diferenciarle profundamente del arte magdaleniense de tipo cantábrico.

Las figuras de Morella la Vella son las más pequeñas del arte pictórico paleolítico, al punto que debe tenérselas por verdaderas miniaturas (cuatro o cinco centímetros, y diez en algunos hombres de los dibujados). Representan principalmente escenas de la vida guerrera y cazadora de las tribus habitantes de la región. Los hombres -armados con grandes arcos y largas flechas- aparecen desnudos, tan sólo con algún tocado especial y jarreteras. Bellísimo -excediendo a toda ponderación- es el cuadro de la lucha entre los dos bandos de los siete arqueros: no cabe verismo más acertado ni mayor fluidez pictórica en la expresión. La composición es tan artística como el natural mismo. Es, sin duda, una de las obras maestras del arte prehistórico.

No faltan representaciones de cabras monteses- una de ellas de insuperable realismo- ni de ciervos.

 

El autor sincroniza las figuras y las agrupa -por el estilo y la técnica- en cuatro tipos diversos. Asistimos así al proceso que, comenzando en el más puro naturalismo gradualmente degenera hasta dar en las esquemáticas, estilizadas y convencionales representaciones del neolítico.

II. Los progresos realizados por la prehistoria española en estos últimos cinco años -en los que el autor ha tomado parte tan principal- permiten ya hacer de ella un resumen, en lo posible, cabal, intentando dar con su significación.

Hay una diferencia esencial entre las pinturas trogloditas de la región cantábrica y las de la levantina: en estas últimas, el hombre – aislado o con otros compuesto- ocupa lugar preponderante en la representación pictórica, en tanto que aquéllas son casi exclusivamente zoomorfas (fauna de mamíferos de la época).

En el auriñaciense comienza el arte fósil. Tiene entonces una significación mágica de caza antes que totémica- que en el magdaleniense se acentúa y define con precisión (pinturas de animales, escenas venatorias, del más hermoso realismo).

La idea de caza que inspiró en un principio las figuras zoomorfas trogloditas, es más tarde sustituida -siempre en el sentir del autor- por la de conmemoración de sucesos acaecidos, ya guerreros (combate de los arqueros), ya rituales (danza de mujeres en la cueva de Cogul, Lérida). Esta fase -de fecha más reciente que la anterior- llega hasta el final del capelene o primeros tiempos del epipaleolítico.

 

A su vez, estas dos primeras fases naturalistas se vieron reemplazadas- en tránsito imperceptible- por una tercera de estilización, en la que todo realismo desaparece. Estas figuras esquematizadas – en ocasiones de obscuro simbolismo- parecen tener clara significación funeraria. Son ya de fecha neolítica y eneolítica: en ellas queda cerrado este lento ciclo artístico peninsular. J. DANTIN CERECEDA

Ese interés existente en la sociedad española de 1918 por el arte prehistórico de la Península Ibérica culminaría con la gran exposición de Arte prehistório español de 1921 organizada en Madrid por la Sociedad de Amigos del Arte, y que se celebró en la Biblioteca Nacional con gran cobertura mediática.

Este cartel anunciador fue elaborado por Francisco Benítez Mellado (Bujalance 1883-Santiago de Chile 1962). Los dibujos y calcos de las pinturas rupestres efectuados por este artista en el seno de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, a la que se incorporó en 1915, han sido recuperados recientemente en la magnífica exposición «Arte y naturaleza en la Prehistoria» que tuvo lugar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid entre el 19 de noviembre de 2015 y el 19 de mayo de 2016, comisariada por Begoña Sánchez Chillón.  Pero el pluriempleado Francisco Benítez Mellado, como muy bien lo define Margarita Díaz-Andreu en un magnífico artículo publicado en la revista Pyrenae en 2012 (ver aquí),  también fue a partir del curso 1920-1921 profesor de dibujo del Instituto-Escuela  que hanía sido creado por la JAE en 1918. De su plantel de profesores también formó parte Juan Dantín entre 1918 y 1921. ¿Conversaron sobre el arte rupestre español Benítez Mellado y Dantín? No lo sabemos. Pero sí hemos podido conocer recientemente en las XII Jornadas de los Institutos Históricos celebradas en Murcia entre el 3 y el de julio de 2017, gracias a una interesante comunicación presentada por la catedrática de Geografía e Historia del IES Isabel la Católica Encarnación Martínez Alfaro, un proyecto  llevado a cabo durante el curso 2016-2017 con los alumnos de ese centro educativo sobre la vida y obra Francisco Benítez Mellado,  quien compartió interés sobre el arte prehistórico con Dantín Cereceda, y experiencia docente en el Instituto-Escuela, cuyo centenario celebraremos el año próximo.

Francisco Benítez Mellado se trasladaría en 1950 a Chile para reencontrarse con sus hijos, exiliados allí. En los doce años que vivió en ese país andino tuvo la oportunidad de ilustrar en 1952 la reedición de Los aborígenes de Chile, publicada originalmente en 1882 por ese gran anticuario que fue José Toribio Medina, corresponsal del gran americanista español Marcos Jiménez de la Espada, uno de mis héroes científicos. En estos días he podido disfrutar también de las interesantes observaciones hechas por  mi colega de la red LAGLOBAL Jorge Cañizares de su lectura de El veneciano Sebastián Caboto al servicio de los reyes de España, (ver aquí), otra de las innumerables obras publicadas por ese relevante historiador que fue JoséToribio Medina, cuya biblioteca es digna de ser visitada en Santiago de Chile.