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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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El interés de Ortega y Gasset por la geografía y por el concepto de región natural tras un viaje a Asturias en 1915

El año 1915 fue muy intenso para José Ortega y Gasset (1883-1915), marcado por el lanzamiento del semanario España, cuyo primer número salió a la calle el 29 de enero, según expliqué en un post anterior. (ver aquí). En el verano de ese año Ortega decidió descansar en Asturias para reponer fuerzas como él mismo nos contó: «Durante este verano he vivido mes y medio en Asturias. Ese tiempo y otro tanto más son insuficientes para conocer el cuerpo y el alma de una comarca, aun dedicándolos por entero a su estudio. Si se trata de Asturias, donde los paisajes y los corazones están tejidos con raros matices y transiciones, la insuficiencia resulta mucho mayor. Ahora bien; yo no he dedicado ese mes y medio a estudiar la vida asturiana, sino más bien a lo contrario, a descansar de mi vida castellana».

Vecinos a caballo en La Pasera -Mieres- hacia 1915.

Vecinos a caballo en La Pasera- Mieres- hacia 1915 tomada de El blog de «Acebedo»

 

Pero las impresiones de ese viaje de la meseta castellana a tierras cantábricas le causaron tan honda impresión que empezó a trasladarlas a los lectores del semanario España a partir de su número 35, publicado el 23 de septiembre de 1915, con el título de «Unas notas de andar y ver». Esas notas tenían  los siguientes apartados: «De viaje», «Dueñas», «La hermana visitadora», «Las dos lunas» y «Geometría de la Meseta» .

Articulo de José Ortega y Gasset en el semanario España de 23 de septiembre de 1915

Articulo de José Ortega y Gasset en el semanario España de 23 de septiembre de 1915

Impulsó a Ortega dejar por escrito sus observaciones y reflexiones un afán de combatir la fluidez de la vida que se exacerba al viajar: 

Mi intención se reduce a decir una cosa sin importancia ni trascendencia, a saber: que en los viajes se hace extremada la momentaneidad de nuestro contacto con los objetos, paisajes, figuras, palabras, y paralelamente crece y nos acongoja la pena que sentimos que así sea. Quisiéramos de algún modo fijar alguna de aquellas cosas que pasan a escape, como si tuviesen una cita allá lejos, con alguien que no somos nosotros.  A este fin llevamos un cuaderno y un lápiz; apuntamos unas breves palabras, y cuando un día, andando el tiempo, las leemos, el paisaje, la palabra, la fisonomía que desapareció adquiere cierta supervivencia, una como espectral vida que conserva de la real vagos ecos, remotos latidos.

Tuvieron continuación esas notas con su texto «Vaga opinión de Asturias». La primera parte se publicó en  el número 42, de 11 de noviembre, y tenía los siguientes apartados: «Prólogo», «Las tres sospechas», «Un paisaje». La segunda, en el número 43, de 18 de noviembre, donde incluyó el epígrafe «La mirada castellana procede con tacto».

No sabemos por qué razones -quizás por los problemas que tuvo Ortega con la orientación de la revista en el otoño de ese año que le llevaron a abandonar la dirección del semanario- pero esa serie de notas de andar y ver sobre Asturias se vieron interrumpidas.  Y así los redactores del semanario España se vieron obligados a insertar en el nº 44, de 25 de noviembre, esta advertencia a sus lectores: «Vaga opinión sobre Asturias. En los números próximos continuaremos la publicación de esta serie de notas sobre la tierra y la vida asturiana de José Ortega y Gasset. III. El otro paisaje. IV. Psicología del cascabel». Y en efecto la primera sección -El otro paisaje- la pudieron leer los lectores de España en dos entregas sucesivas: en el número 50 de 6 de enero de 1916, y en el de la semana siguiente. Sin embargo el anunciado capítulo sobre la «Psicología del cascabel» lo incorporó a sus Ensayos filosóficos sobre biología y pedagogía que publicó por primera vez en el tercer tomo de El Espectador en 1921.

En ese tomo de 1921 también aparecieron sus «Notas de andar y ver. De Madrid a Asturias o los dos paisajes», publicadas originariamente en el semanario España, entre septiembre de 1915 y enero de 1916, como acabamos de ver. Tenemos acceso ahora a ellas  en el tomo II de las Obras completas de Ortega, editadas por Taurus (p.377-391). En las páginas 900-904 los editores, con muy buen criterio, compulsaron ambos textos, los de 1915-1916 y la edición orteguiana de 1921 porque hay alguna que otra diferencia entre ellos. Y aunque han cazado casi todas las diferencias se les escapó alguna que para mi criterio es importante, como señalaré más adelante.

Ahora mi intención fundamental es fijarme en los dos últimos textos de esa serie de reflexiones orteguianas, los publicados el 6 y el 13 de enero de 1916 en España, para mostrar aspectos de Asturias que llamaron la atención a Ortega, subrayar cuán atento estaba al movimiento científico de la sociedad española de aquel momento y poner un ejemplo de las modificaciones que introdujo entre sus Notas de andar y ver de 1915-1916, y su edición de 1921 que son las que han servido de guía a los editores más recientes de sus obras completas.

Pero vayamos por partes. Primero sigamos a Ortega cuando desde Pajares dirigió la mirada al norte y se preguntó: «¿Qué significa la palabra Asturias»? Esta es la respuesta que nos da, llena de plasticidad, influido por sus lecturas de geógrafos coetáneos, de cuentos de Clarín como Boroña, (accesible aquí) e impresionado por los contrastes entre los dilatados horizontes manchegos y el abrupto relieve asturiano con sus angostos valles, donde el vacío no existe:

Signifique lo que quiera, encuentro en el valor de plural que ese vocablo tiene una certera sugestión para el viajero. Hay muchas Asturias, no sólo las de Oviedo y las de Santillana. Hay muchísimas más: sería trabajoso contarlas.

Un estrecho valle, de blando suelo, verde y húmedo: colinas redondas, apretadas unas contra otras, que lo cierran a los cuatro vientos. Aquí, allá, caseríos con los muros color sangre de toro y la galería pintada de añil; al lado, el hórreo, menudo templo, tosco, arcaico, de una religión muy vieja, donde lo fuera todo el Dios que asegura las cosechas. Unas vacas rubias. Castaños, castaños cubriendo con su pompa densa todas las laderas. Robles, sauces, laureles, pinedas, pomares, hayedos, un boscaje sin fin en que se abren senderos recatados….Sobre las altas mieses, unas guadañas que avanzan y siegan la luz en reflejos. Y como si el breve valle fuera una copa, se vierte en él la bruma suave, azulada, plomiza, que ocupa todo el ámbito. Porque en este paisaje el vacío no existe; de un extremo a otro todo forma una unidad compacta y tangible. Sobre la sólida tierra está la vegetación magnífica; sobre ésta, la niebla, y ya en la niebla tiemblan prendidas las estrellas lacrimosas. Todo está a la mano, todo está cerca de todo, en fraterna proximidad y como en paz; junto a la pupila de la vaca se abre el lucero de la tarde. ..

Ese angosto recinto unánime es Asturias. Si salimos de él habremos de entrar en otro parejo. Cada uno de estos valles es toda Asturias, y Asturias es la suma de todos esos valles. Por ello decía que las Asturias son innumerables, y que parece esencial a esta comarca el concepto de pluralidad o repetición de unidades análogas. Podemos representarnos la Mancha como un inmenso espacio único; Asturias, por el contrario, nos aparece como en una serie de pequeños espacios homogéneos e independientes. 

En segundo lugar prestemos atención al giro del discurso de Ortega cuando da el salto desde su descripción literaria de las características del paisaje asturiano  a sus consideraciones científicas sobre el concepto de «región natural» de la mano de la emergente geografía que, como ya he señalado en varias entradas de esta bitácora (ver aquí y aquí), estaba experimentando un notable despegue en la sociedad española de aquellos años, alentada en gran medida por la labor de la JAE, de cuyas publicaciones científicas los lectores del semanario España tenían cumplida cuenta, como veremos en otras entradas de esta bitácora. En efecto, tras los párrafos transcritos líneas arriba, prosiguen las notas de Ortega y Gasset respecto a su «vaga opinión sobre Asturias» con las siguientes reflexiones en las que contrapone la concreción de la «región natural», que se nos mete por los ojos, y la abstracción de lo que llamamos España, a la que solo se puede representar con símbolos y alegorías, es decir con construcciones mentales.

Día por día, la geografía contemporánea va concediendo mayor importancia a la idea de «región natural». Puede decirse que ha llegado a ser el fenómeno matriz de la investigación geográfica. Un arcángel revolando por los vacíos siderales, verá la Tierra como un astro; mas para el hombre, la Tierra como astro es una abstracción física. Esto mismo que llamamos España es una abstracción política e histórica. No cabe de ella una imagen adecuada; para representarla tenemos que acudir al símbolo o la alegoría, que son construcciones mentales. Y, en consecuencia, puesto que es España una construcción mental nuestra, influimos nosotros en ella más que ella en nosotros. Frente a todas esas entidades abstractas, la región natural afirma su calidad real de una manera muy sencilla: metiéndosenos por los ojos. De la región podemos tener una imagen visual adecuada, y viceversa, sólo es región, sólo es unidad geográfica aquella parte del planeta cuyos caracteres típicos pueden hallarse presentes en una sola visión. 

Estimaría que los geógrafos ensayasen esta manera mía de definir la región. A vueltas de complicadas sabidurías, acabarán por hallar su más exacto concepto en eso que bajo la retina se lleva el emigrante y en las horas de soledad o angustia parece revivir cromáticamente dentro de su imaginación. 

Sólo bajo la especie de región influye de un modo vital la tierra sobre el hombre. La configuración, la escultura del terreno, poblada de sus plantas familiares, y sobre ella el aire húmedo, seco, diáfano o pelúcido, es el gran escultor de la humanidad. Como el agua da a la piedra, gota a gota, su labranza, así el paisaje modela su raza de hombres, gota a gota; es decir, costumbre a costumbre. Un pueblo es, en primer término, un repertorio de costumbres. Las genialidades momentáneas que en él se produzcan componen sólo su perfil. 

Hay comarcas que despiden al hombre del campo y lo recluyen en la ciudad. Esto acontece en Castilla: se habita en la villa y se va al campo a trabajar bajo el sol, bajo el hielo, para arrancar a la gleba áspera un poco de pan. Hecha la dura faena, el hombre huye del campo y se recoge en la ciudad. De esta manera se engendran las soledades castellanas, donde el campo se ha quedado solo, sin una habitación o humano perfil durante leguas y leguas. En Asturias, opuestamente, el campo es el aposento, lugar doméstico [en la presentación original de este texto en el semanario España Ortega usa en vez de doméstico el asturianismo «atopadizo» que significa lugar cómodo, agradable, donde se está a gusto] de estancia y de placer. La tierra es un regazo, donde el hombre trabaja y descansa, sueña y canta.

Mercado en la plaza del Campo en Pravia en 1915. Captada de la Memoria Digital de Asturias

Mercado en la plaza del Campo en Pravia en 1915. Captada de la Memoria Digital de Asturias

En el diálogo que establece con la geografía contemporánea, en la que detecta que la idea de «región natural» se ha convertido en el fenómeno matriz de la investigación geográfica, Ortega y Gasset se basa en dos obras: Evolución y concepto de la geografía, de 1915, y Concepto de la región natural en Geografía, de 1913, debidas a Juan Dantín Cereceda. Se trataba de dos breves textos. El primero, de 28 páginas, publicado por los Anales de la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas en su tomo XV.

En la presentación originaria de sus Notas de andar y ver en las páginas del semanario España podemos leer este añadido a esa referencia bibliográfica suya a las obras de Dantín: «Sobre el caso concreto de Asturias sería interesante conocer, entre otras, la opinión del autor de esos estudios y la de D. Luis Hoyos y Sáinz». Curiosamente esta apostilla ha desaparecido en la edición de las obras completas de Ortega efectuada por Taurus, pero conviene rescatarla porque muestra la estrecha relación de Ortega en 1915-1916 con dos representantes de los catedráticos de instituto que simultaneaban con eficacia e ilusión por aquel tiempo su labor investigadora y sus tareas docentes. Se inscriben en una significativa galería de profesores innovadores que ayudaron a renovar la enseñanza secundaria durante el primer tercio del siglo XX, a los que nos hemos acercado en el libro colectivo Aulas modernas, de próxima publicación por la editorial Dykinson.

Juan Dantín Cereceda (1881-1943)  era en 1915-1916 catedrático de Agricultura y Técnica Agrícola e Industrial del Instituto de Guadalajara y estrecho colaborador del catedrático de la Universidad Central e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965). Entre septiembre de 1913 y julio de 1914 fue pensionado de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en Francia, donde trabajó al lado del gran  geógrafo Emmanuel de Martonne (1873-1955), impulsor de la geografía regional, y  cuya huella en el folleto de Dantín Evolución y concepto de la geografía de 1915 es muy visible. Cuando Dantín se instaló en Madrid a partir de 1918, primero como catedrático del Instituto-Escuela, y luego como catedrático del Instituto San Isidro, sus relaciones con Ortega se hicieron muy estrechas. Miguel Ortega-en su libro Ortega y Gasset, mi padre (Barcelona, 1983, p. 76)- lo recuerda cómo un «hombre muy culto y muy sencillo a la vez» con quien Ortega «lo pasaba maravillosamente» en excursiones que hicieron en la década de 1920. Además de ser compañero de excursiones Dantín fue un muy estrecho colaborador de Ortega en el diario El Sol y en Revista de Occidente, como ha explicado muy bien Nicolás Ortega Cantero en su importante artículo «Juan Dantín Cereceda y la geografía española».(ver aquí).

El otro profesor mencionado por Ortega -Luis Hoyos y Sáinz (1868-1951)- era de un grupo generacional diferente a él y a Dantín, que eran coetáneos. ¿Por qué lo menciona Ortega en esa nota a pie de página? Había varias razones, probablemente. En aquel momento de 1915 el prestigio científico de Luis de Hoyos estaba en alza. Como catedrático de Agricultura del instituto de Toledo, entre 1898 y 1909, había ganado fama como especialista de los problemas agrarios de España. Y tras ser nombrado catedrático de Fisiología e Higiene Escolar de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio en 1909 organizó en esa institución académica un importante seminario de Etnografía y Artes Populares que a partir de 1914 impulsó las investigaciones antropológicas, disciplina científica en la que Hoyos y Sainz sobresalió como ha destacado Carmen Ortiz, compañera del departamento de historia de la ciencia del Instituto de Historia del CSIC, en su libro Luis de Hoyos Sáinz y la antropología española. (ver aquí). Por esa época ocupaba posiciones directivas en el Ateneo de Madrid donde en 1914 fue elegido presidente de la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, cargo que mantuvo hasta 1919. También hacia 1915 era un destacado militante del Partido Reformista y un experto en cuestiones educativas. Como tal fue nombrado en 1911 vocal de las comisiones que creó el Estado para favorecer reformas en la enseñanza y en las oposiciones a cátedrás, en las que permaneció hasta 1927. Parte de sus conocimientos sobre el mundo de la enseñanza secundaria los plasmó en las páginas del semanario España con una serie de cuatro artículos sobre «Los problemas del bachillerato» publicados entre septiembre y octubre de 1915, simultáneamente al inicio de las notas de andar y ver de José Ortega y Gasset. La firma de Luis de Hoyos y Sainz aparece, en efecto, estampada en la página 2 del semanario -la más importante- de los  ejemplares de  9  y 23 septiembre así como en los de 7 y 28 de octubre de 1915.

Hoyos y Sainz 1915

Primer artículo de una serie de cuatro publicados por Luis de Hoyos y Sainz en las páginas de España a partir del 9 de septiembre de 1915

 

Probablemente en una próxima entrada de esta bitácora fijaré mi atención en esas observaciones sobre los problemas del bachillerato en la España de aquel entonces. Ahora quería contextualizar las impresiones asturianas de Ortega en aquel año de 1915, tan cruento y desolador para tantas familias europeas, de graves problemas sociales en España e higiénicos en Cataluña, donde había una devastadora epidemia de tifus en Barcelona (ver aquí) -que no ha captado el periodista de La Vanguardia Carles Casajuana en un reciente artículo periodístico (ver aquí)-,  pero fértil para la creatividad de las elites intelectuales y científicas españolas, de cuyos logros e interrelaciones seguiré dando noticias en esta serie de aproximaciones a lo que fue el mundo científico y educativo de la España de hace un siglo.


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Ortega y Gasset: su impulso al semanario España entre enero y noviembre de 1915

En plena barbarie de la primera guerra mundial, sobre la que se están produciendo numerosos materiales didácticos para explicar a los jóvenes de hoy en día el horror que estremeció Europa hace cien años (ver aquí), y en medio de un intenso debate en la opinión pública de aquella época sobre la neutralidad española en la gran guerra, el siempre inquieto José Ortega y Gasset (1883-1955) tomó la decisión, a principios de 1915, de impulsar la edición del semanario España, considerado el periódico político más importante de la edad de plata de la cultura española.

María Teresa López de la Vieja en el libro Política y sociedad en José Ortega y Gasset: en torno a «Vieja y nueva política» reconstruyó el contexto en el que se gestó el lanzamiento del nuevo semanario. Por ella sabemos que para su nacimiento fue decisivo el apoyo económico del poeta ateneísta Luis García Bilbao, que había conocido a Ortega en 1910 en un curso que éste había impartido sobre Descartes en la Escuela Superior de Magisterio de la calle madrileña de Montalbán, según recordara otro testigo de aquel curso como fue el historiador Ramón Carande, autor de una magnífica Galería de raros.  Tiempo después Luis García Bilbao también fue otro de los asistentes del resonante discurso que dio Ortega  en el Teatro de la Comedia de Madrid el 23 de marzo de 1914, quedando deslumbrado con su llamamiento para renovar y europeizar la sociedad española con una nueva política. Como es sabido ese discurso es considerado el acta de nacimiento de la generación del 14, como ha subrayado recientemente Santos Juliá (ver aquí).

Los objetivos de la nueva empresa periodística – que inicialmente iba a denominarse «España-1914» según evocara en 1931 Eugenio d’Ors colaborador de primera hora de la publicación con el seudónimo de «Xenius»- eran varios. Por una parte ser vehículo del programa de la Liga de Educación Política, fundada por Ortega en 1913, cuyo prospecto se puede ver aquí, estrechamente conectada en aquel momento con el Partido Reformista. Por otro lado defender la causa de la entente franco-británica, y actuar como plataforma de ataque de la izquierda liberal y algunos socialistas como Luis Araquistáin (1886-1959) al gobierno presidido por el liberal-conservador Eduardo Dato.

Eduardo Dato primer ministro en 1915

Eduardo Dato primer ministro en 1915

Los redactores iniciales de la revista eran José Ortega y Gasset, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón Pérez de Ayala, Luis de Zulueta, Eugenio d’Ors, Gregorio Martínez Sierra y Juan Guixé. Así consta en la portada del primer número que se puede consultar en la magnífica hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España. (ver aquí). El sumario de ese primer número que salió a la calle el 29 de enero de 1915 como «semanario de la vida nacional» era este:

España saluda al lector y dice….- Redacción y colaboración.- Política de la neutralidad, por José Ortega y Gasset.-El tablado de Arlequín. El milagro de la campana, por Pío Baroja.- LA GUERRA. Apuntes de un legionario. La potencia militar de los beligerantes. La neutralidad de Italia.- VIEJA POLÍTICA.- COLUMNA MILIARIA.- LA PICOTA.- LAS OBRAS Y LOS DÍAS, por «Xenius». [glosas de Eugenio d’Ors que se pueden consultar aquí]- A una España joven, versos de A. Machado. – (para el texto ver aquí; para su lectura por Fernando Rey ver  aquí).- CARTAS IMAGINARIAS, por R. Pérez de Ayala. [recogidas por Florencio Friera Suárez: ver aquí]- CONVERSACIONES EDIFICANTES,por G. Martínez Sierra.- EL CINEMATÓGRAFO por «El Espectador» [seudónimo de Ortega quien puso esta apostilla a esa sección: Notas de un espectador a quien interesan las cosas, no por lo que son, sino por lo que pueden ser].- Banquete regio , plana en color, de Bagaria.- Un greco inédito, por Manuel B. Cossío.- LA VIDA REAL DE ESPAÑA.- Idea de un príncipe político español en 1915.- ESTE MADRID DE NUESTROS PECADOS.- VARIA.
Bagaria

Banquete regio. Plato del día: La paloma de la paz por Bagaria

 

Fue 1915 para Ortega un año de intenso activismo político pues, como reflexionaría en  1916 al presentar El Espectador, «la vida española nos obliga, queramos o no, a la acción política». Pero también de incansable actividad docente y divulgadora de sus ideas filosóficas, y de proximidad a diversos organismos de la JAE, como la Residencia de Estudiantes y el Centro de Estudios Históricos, de lo que dejó huella en las páginas de España, como tendré ocasión de mostrar en próximas entradas de esta bitácora.

Así en abril de ese año participó en el ciclo de conferencias «Guía espiritual de España» organizado por la sección de Literatura del Ateneo de Madrid. Presentó entonces «Temas del Escorial» que daría lugar a «Meditación del Escorial» uno de los ensayos de El Espectador. Luego en junio dictó en la Residencia de Estudiantes la conferencia «Muerte y resurrección», en la que se hizo eco de la obra de Pío Baroja. Parte de su contenido lo publicará un año después en el ensayo Ideas sobre Pío Baroja. Y pasado el verano, en octubre, inició el curso «Sistema de Psicología»en el Centro de Estudios Históricos de la Junta para Ampliación de Estudios Históricos, editado mucho tiempo después por Paulino Garagorri y analizado por Javier Echegoyen Olleta. (ver aquí.).

En noviembre de 1915 presentó su dimisión como director de España por diversas circunstancias. Se distanció del Partido Reformista tras criticar a su líder Melquíades Alvarez, y haber polemizado al respecto en las páginas de España con Luis de Zulueta.

Luis de Zulueta, en el Partido Reformista en 1915 polemiza con Ortega en las páginas de España

Luis de Zulueta, en el Partido Reformista en 1915 polemiza con Ortega en las páginas de España

Y también influyó la oposición de Ortega a la agresiva aliadofilia de Luis Araquistáin que, al incorporarse al consejo de redacción, propuso insertar fotograbados de la guerra en todos los números, e informes exhaustivos de las campañas militares y buscar apoyo económico de la embajada británica para sostener la publicación que, a finales de 1915, tenía ya dificultades económicas, según mostró en su momento  Enrique Montero.

Ante esas dificultades Ortega preparó su nueva iniciativa cultural de El Espectador.  Y le sustituyó en la dirección de España, primero de manera interina, el editor José Ruiz Castillo y luego, de manera definitiva, el periodista, ideólogo y político socialista Luis Araquistáin.

Luis Araquistáin sustituyó a José Ortega y Gasset en la dirección del semanario España a partir de noviembre de 1915

Luis Araquistáin sustituyó a José Ortega y Gasset en la dirección del semanario España a principios de 1916

A lo largo de 1915 casi toda la producción periodística de Ortega se plasmó en el semanario España, como destacara José Lasaga en el catálogo de la exposición El Madrid de Ortega, que tuvo lugar en el año 2006. Esos trabajos se han recogido en gran parte en el tomo primer de sus obras completas, editadas a partir de 2004 por Taurus.

Los artículos publicados por Ortega en España durante 1915 comentaban la actualidad política como las series que escribió sobre «Política de la neutralidad», «Ideas políticas» o «Libertad, divino tesoro». Pero también abundaron los de contenido cultural y filosófico, entreverados de observaciones científicas como las semblanzas de los filósofos «Enrique Bergson» o «Hermann Cohen» que no firmó; las observaciones sobre El Cinematógrafo que firmó con el seudónimo de «El Espectador», y sus ensayos «La voluntad del Barroco» o «Notas de andar y ver», sobre las que fijaré mi atención en el siguiente post.

Pd.: Mientras redactaba esta entrada leo en El País en la sección Cartas del lector un texto de Javier Cercas (ver aquí) en el que denuncia «el grado alarmante de confusión mental» del artículo publicado el 29 de diciembre de 2014 en el mismo diario por Benito Arruñada y Víctor Lapuente (ver aquí) y pide que se lea a Ortega en serio. Así lo ha hecho recientemente Jordi Gracia, autor de un ensayo biográfico, considerado uno de los libros más importantes publicados en 2014. (ver aquí, y aquí, )

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También conviene recordar que en 1982 se efectuó una edición  facsímil del semanario España. Esa edición contó con un prólogo de Salvador de Madariaga, un estudio preliminar a cargo de Manuel Tuñón de Lara y Enrique Montero, -al que aludí líneas arriba- e índices cronológico y onomástico.