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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Leonardo Martín Echeverría, profesor aspirante del Instituto-Escuela de la JAE

El próximo viernes 28 de abril impartiré una conferencia en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia en el marco del interesante ciclo coordinado por José Luis Mora García acerca de la labor desempeñada por personalidades segovianas o vinculadas con Segovia en el exilio. Debido a mis investigaciones sobre Leonardo Martín Echeverría que he dado a conocer fundamentalmente en tres trabajos, dos de ellos dedicados a la editorial Atlante en la que Martín Echeverría publicó su principal obra España: el país y los habitantes poco después de llegar a México como exiliado político, y otro a su estancia en Segovia como catedrático de su instituto, durante la década de 1920.

Ahora lo que quiero subrayar es que su larga experiencia como enseñante de las materias de Geografía e Historia las inició en ese extraordinario centro educativo que fue el Instituto-Escuela, impulsado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) , cuyo decreto fundacional publicado el 11 de mayo de 1918, lo redactó José Castillejo como mostré en otro trabajo, publicado en Ciencia e innovación en las aulas. Centenario del Instituto-Escuela (1918-1939), accesible aquí

Él fue -cuando tenía 24 años pues había nacido en Salamanca en 1894- uno de los primeros profesores seleccionados para formarse como docente del Magisterio Secundario, pues el Instituto-Escuela se concibió como un instrumento de formación de un plantel de docentes que renovasen los métodos y contenidos de una anquilosada enseñanza secundaria.

En efecto, en las memorias de la JAE correspondientes al curso 1918-1919 se señala que para cumplir con el artículo 45 del Reglamento del Instituto-Escuela la JAE abrió durante ese curso cuatro secciones de las nueves previstas para formar a los aspirantes al denominado Magisterio Secundario.

Esas secciones fueron:

la Primera o Preparatoria, de estudios elementales, dirigida por la profesora normal María de Maeztu Whitney

la Segunda, de Lengua y Literatura castellanas y Lengua y Literatura modernas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Ramón Menéndez Pidal

la Quinta, de Matemáticas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Julio Rey Pastor

y la Séptima que agrupaba a las Ciencias naturales, Fisiología, Higiene y Agricultura, dirigida por el también catedrático de la Universidad Central Ignacio Bolívar.

Como esa innovadora experiencia educativa estaba dando sus primeros pasos se decidió limitar el número de aspirantes admitidos. Entre los elegidos se encontraba Leonardo Martín Echeverría, cuyo nombre aparece en un listado de personas que desempeñarían en el futuro notables servicios en la docencia y en la investigación. He aquí quienes conformaron la primera promoción de profesores aspirantes al Magisterio secundario del Instituto-Escuela, indicándose entre paréntesis las fechas de su nombramiento. Fueron 11 varones y 5 mujeres

Juana Moreno Sosa (12 noviembre 1918)

María Sánchez Arbós (12 noviembre 1918)

Samuel Gili Gaya (12 noviembre 1918)

Agustín Millares (12 noviembre 1918)

María Luisa G. Dorado (12 noviembre 1918)

Leonardo Martín Echeverría (12 noviembre 1918)

José Mª Ramos Loscertales (12 noviembre 1918)

Ruperto Fontanilla (12 noviembre 1918)

Rosa Herrera Montenegro (12 noviembre 1918)

Gonzalo Pérez Casanova (12 noviembre 1918)

Leoncio Gómez Vinuesa (12 noviembre 1918)

Antonio Graner Molero (12 noviembre 1918)

María de las Nieves González Barrio (12 noviembre 1918)

Juan Cuesta Urcelay (12 noviembre 1918)

José Vallejo (14 enero 1919)

Antonio Marín (8 abril 1919)

Sus funciones, bosquejadas en el Real decreto y Reglamento del Instituto y en las Instrucciones aprobadas por la Junta, fueron objeto de ensayos y tentativas, que se consolidaron unas veces y otras se rectificaron. También la Memoria de la JAE apuntó que tales profesores aspirantes se encargaron de cursos completos y continuos, bajo la dirección y el consejo y guía de los catedráticos respectivos, «de tal modo que el aspirante adquiere el sentido de responsabilidad de su trabajo, sin más limitación que la de estar obligado a pedir y recibir consejos».

Además se alentó a esos profesores a que frecuentasen los laboratorios y centros de estudio dependientes de la JAE para «ampliar y elevar su cultura» y se les expuso la conveniencia de asistir a las clases de Pedagogía que se impartían en la Universidad y en la Escuela Superior del Magisterio y al breve ciclo de conferencias sobre Pedagogía que impartió en el Instituto-Escuela María de Maeztu.

Según la escueta información que aparece en su hoja de servicios, existente en el Archivo General de la Administración, -que curiosamente está certificada en algún momento de 1919 por el secretario interino de la JAE y del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza Gonzalo Jiménez de la Espada – Leonardo Martín Echeverría en ese curso 1918-1919 se hizo cargo de las clases de Geografía, donde posiblemente estuvo tutorizado por el catedrático Juan Dantín Cereceda, y se vinculó al Centro de Estudios Históricos de la JAE, donde no sabemos qué labores desempeñó.

Toda esa experiencia acumulada en esos meses le sería de suma utilidad para encarar las duras pruebas -el cuestionario se componía de 223 temas- de las oposiciones a la cátedra de Geografía e Historia de los Institutos de Segovia y Las Palmas que se celebraron durante el primer cuatrimestre de 1920. Tras superarlas con éxito, recién cumplidos 26 años, se inició una nueva etapa en la vida de Leonardo Martín Echeverría.

Para saber más sobre Leonardo Martín Echeverría ver mis trabajos

«Antonio Jaén Morente y Leonardo Martín Echeverría: dos catedráticos innovadores en el Instituto de Segovia”. En Educación, cultura y sociedad. Génesis y desarrollo de un proyecto reformista (Coords. José Luis Mora y Miriam Sonlleva). Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas.Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas, Segovia, Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, 2020, pp. 347-372

“Atlante en el exilio: actores y etapas de una editorial republicana hispano-americana” en El exilio español del 39 en México. Mediaciones entre mundos, disciplinas y saberes, editores Antolín Sánchez Cuervo y Guillermo Zermeño, México, DF, El Colegio de México, 2014, pp. 63-100. Accesible aquí

«La editorial Atlante: claves de una iniciativa cultural de los republicanos españoles exiliados” en Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles, vol. 15, 2013, pp. 129-155. Accesible aquí


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Física amable para los niños republicanos

En tiempos republicanos, durante el lustro transcurrido entre 1931 y 1936, los lectores interactuaban con los redactores de periódicos y revistas intentando saciar su curiosidad intelectual o pidiendo información sobre diversas cuestiones culturales. En diversos medios de comunicación se disponía de una sección para que los lectores efectuasen preguntas de carácter científico-técnico.

En esta ocasión doy cuenta de una pregunta fomulada por un lector del diario Luz, en su ejemplar de 9 de enero de 1932, en la que mostraba interés por saber si había en español algún libro que explicase «los experimentos de Física en forma amena y aplicable para niños».

La respuesta del redactor de Luz fue la siguiente:

«Hay varios. El último que conocemos es «Ciencia recreativa«, por el doctor José Estalella, segunda edición, Barcelona, Gustavo Gili, 16 pesetas. Está dividido en varias secciones (cuestiones de Aritmética, de Geometría, etc.), una de ellas Física. Vea también «Tratado popular de Física», por Kleiber y Karsten, traducido por Estalella, 10 pesetas, y «Recreaciones científicas», de Tissandier, 12 pesetas».

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Estalella traductor

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Era una escueta contestación la de ese redactor pero nos ofrece pistas sobre diversas cuestiones.

En primer lugar sobre la preeminencia que tuvo el catedrático de instituto, de origen catalán, Josep Estalella, en hacer accesibles los conocimientos físicos a los estudiantes españoles del primer tercio del siglo XX mediante el impulso de la ciencia recreativa y el manualismo. Así lo apuntó Leonor González de la Lastra en la nota biográfica que le dedicó en el diccionario on line jaeeduca (ver aquí), reproducida también el el libro Aulas abiertas. Profesores viajeros y renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936) y como ha desarrollado Victor Guijarro en varias partes de su librosArtefactos y acción educativa. La cultura del objeto científico en la enseñanza secundaria en España (1845-1930). En él enumera por ejemplo en la p. 175 nota 33 cómo plasmó su visión específica sobre la instrumentación científica y didáctica en una serie de artículos que publicó entre 1924 y 1926 en publicaciones como los Anales de la Sociedad Española de Física y Química y la Revista de Segunda Eseñanza y cómo sus plantemientos didácticos fueron muy influyentes en la práctica pedagógica de los dos principales catedráticos de Física y Química del Instituto-Escuela de la JAE Miguel Catalán y Andrés León Maroto.

En segundo lugar acerca de la larga pervivencia en el mercado editorial de uno de los clásicos de la popularización científica al uso del siglo XIX, edad de oro de los divulgadores científicos franceses entre los que ocupó un lugar destacado Gaston Tissandier, fundador de la revista La Nature en 1873. La primera edición en francés del libro recomendado por el redactor de Luz Les Récréations scientifiques, ou l’Enseignement par les jeux, la physique sans appareils, la chimie sans laboratoire, la maison d’un amateur de science databa de 1881, siendo traducido al castellano inmediatamente en 1882 (ver aquí).

En tercer lugar sobre la relevante labor llevada a cabo por la editorial barcelonesa Gustavo Gili por dar a conocer materiales relevantes sobre la enseñanza de las ciencias, como he dado a conocer recientemente en una entrada de mi otra bitácora (ver aquí). Tal función mediadora entre la cultura científica europea y española, en la que desempeñó un notable papel ante de la guerra civil el ingeniero comunista balear Estanislao Ruiz Ponseti, la seguiría desarrollando esa editorial en la era franquista.  Así lo ha mostrado Fernando García Naharro en su libro Editando ciencia y técnica durante el franquismo. Una historia cultural de la editorial Gustavo Gili (1939-1966).

En cuarto lugar acerca de la importancia adquirida en la renovación de la enseñanza no sólo de la física y la química, sino también de otras disciplinas los profesores de instituto que tuvieron una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Ese fue el hilo conductor del libro colectivo que coedité en 2018  Aulas abiertas. Profesores viajeros y renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936), accesible aquí. En su cuarta parte ofrecimos las biografías de 55 de esos profesores. Entre ellos se encuentran los mencionados Josep Estalella, Miguel Catalán y Andrés León Maroto, biografiados por Leonor González de la Lastra, en las pp.  395-402, 411-414.


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«Hoy que la Segunda Enseñanza está más abierta que nunca a los jóvenes de España»: una circular de Antonio Jaén Morente

Hace unos días en mi reciente viaje a Quito, durante la mañana del viernes 16 de agosto, tuve la oportunidad de conversar, largo y tendido,  a pesar de su delicado estado de salud, con D. Manuel García-Jaén, quien conserva amorosamente recuerdos de su abuelo, D. Antonio Jaén Morente, catedrático de instituto, diputado republicano y representante de la Segunda República española en el Perú en el bienio azañista, y en Filipinas durante la guerra civil, y al que ya se dedicó una entrada en esta bitácora. (ver aquí)

 

En homenaje a este nieto del exilio presento en esta nueva entrada una circular que firmó su abuelo el 29 de agosto de 1935, cuando era director rector del Instituto y Colegio de la Asunción de Córdoba, en un período en el que estaba volcado en sus tareas docentes, antes de volver al Congreso de los Diputados en las elecciones de febrero de 1936 como diputado del Frente Popular. Elaboró esa circular en unos días de intensa actividad científico-educativa y cultural en la sociedad española de aquel entonces como se puede comprobar en la crónica científica que estoy presentando en otro sitio web sobre el día a día del curso 1935-1936 (ver aquí).

La circular aludida es un documento que publicaron dos periódicos republicanos – Heraldo de Madrid de 6 de septiembre de 1935 y El Liberal del domingo 8 de septiembre- al considerarla interesante por su significación pedagógica al defenderse en ella el modelo de «escuela única», según el cual era conveniente intensificar la colaboración de las escuelas de enseñanza primaria y de los institutos de enseñanza secundaria y entre los maestros y catedráticos de instituto. Al respecto Antonio Jaén pedía en ese documento a los maestros que elaborasen una ficha pedagógica que permitiese asegurar la continuidad entre esos dos grados del sistema educativo que querían fortalecer los pedagogos republicanos.

De Antonio Jaén Morente hablaré el próximo miércoles 11 de septiembre en el marco del congreso internacional Educación, Cultura y Sociedad, – cuyo programa está accesible aquí- organizado por diversas entidades para conmemorar el centenario de la creación de la Universidad Popular de Segovia, de cuyo instituto fue catedrático de Geografía e Historia entre 1912 y 1919, aproximadamente.

Ahora transcribo el contenido de la circular que el mencionado catedrático elaboró cuando ya tenía una larga experiencia docente, investigadora y política.

“No con carácter obligatorio, hoy no lo es, lo será, sino como orientación básica que facilite al profesorado un camino cierto para elegir y educar mejor al alumno de Segunda enseñanza, esta dirección rectorado dice a los familiares y maestros de sus futuros alumnos:

Que sería conveniente y muy necesario que todos los alumnos que vayan a iniciar sus estudios presenten antes del examen de ingreso de septiembre, y antes de comenzar el curso los ya examinados en junio, una ficha pedagógica suscrita por su profesor de Primera enseñanza y por él avalada.

Esta ficha tiene por finalidad afirmar un postulado “que en las pruebas de admisión debe tenderse fundamentalmente a evaluar la aptitud tanto como la comprobación de conocimientos”.

Hoy que la Segunda enseñanza, por sugestión de las ideas pedagógicas y por el impulso de la Constitución, está más abierta que nunca a los jóvenes de España; hoy que por el número de matrículas gratuitas, becas, auxilios para estudios, etc., se ofrece con relativa facilidad a los niños capaces de aprovecharlas, está más obligado que antes el profesorado a una mayor cuidado en la selección.

No basta la escasez ni aun la pobreza para ser estudiante: una inteligencia, una aptitud y una voluntad de trabajo son sus condiciones primarias.

Queremos conocer bien a nuestros escolares. Que estudie la Segunda enseñanza con todo auxilio por nosotros y por el Estado el niño capacitado. Que no se pierdan más las energías vitales del pueblo, sin posible acceso a la enseñanza, para que desaparezca la eterna historia del “diamante bruto” y el lamento tan repetido de “si yo hubiera estudiado…”

Pero el auxilio del Estado y de las Corporaciones debe estar cuidadosamente organizado.

Niño no dotado por la naturaleza, incapaz por su voluntad o por insuficiente dote intelectiva, que actúa no de “estudiante”, sino de “alumno”, es un niño que engaña y a quien se engaña, y no es para él el espíritu de nuestra Constitución y de las complementarias  disposiciones ni las que vendrán en este camino justo, que cada vez han de ser más amplias y acogedoras.

Los que hemos estudiado en tiempos de dureza social, sin el menor auxilio del Estado ni una mano amiga, ni un aliento fervoroso de los organismos provinciales ni municipales; antes al contrario, mirados como seres un poco extraños que perturbaban por su escasez pecuniaria y aun su pobre indumento, sabemos y alabamos el gran paso dado por el estudiante pobre y nos enorgullece el haber votado y laborado en los artículos de la Constitución, aunque todavía nos parezcan insuficientes, para el pobre inteligente y de voluntad con capacidad de ser y querer todo.

Para los otros sin estas condiciones, lo noble y lo justo y hasta lo humano es orientarlo por otro camino.

Para el estudiante acomodado, pero sin condiciones que le negó la Naturaleza, sin voluntad, debe también cerrarse el camino de los estudios.

La ficha pedagógicaque se quiere implantar, pidiéndola a la Primera enseñanza, es para continuarla nosotros en nuestro grado propio. Para corregirla, completarla o afirmarla; para que sea cierto el lazo de continuidad entre la escuela y el Instituto.

Todos los grados de enseñanza son eso, grados; pero dentro de una armonía y fuerte unidad.

La “escuela única”, en el sentido de continuidad que comprenda desde la escuela a la Universidad, se impone. Ningún grado es superior a otro. Cuando el maestro sabe verlo vale tanto como el mejor universitario.

En la escuela y en la vida, al régimen absoluto ha sucedido un régimen que podíamos llamar constitucional. Nadie es más que nadie.

Por sentirlo así, y por no laborar solos, se pide esta auténtica colaboración a los maestros de Primera enseñanza.

Córdoba, 29 de agosto de 1935.- El director rector del Instituto y Colegio de la Asunción, Antonio Jaén.

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La ficha pedagógica deberá contener, aparte de otras indicaciones que el maestro considere útil, lo siguiente:

Primero. Nombre

Segundo. Fecha y lugar del nacimiento

Tercero. Parentesco. Medio familiar del alumno (dónde ha residido, ambiente, etc.)

Cuarto. Historia médica. Tan completa que indique el valor del elemento humano (desarrollo, talla, fuerza, etc.)

Quinto. Aplicación de los “textos” de inteligencia

Sexto. Características individuales. (Hábitos, carácter, etc.)

Séptimo. Conocimientos y medios de expresión. (Cómo lee, redacta, etc.)

Octavo. Sentido artístico

Noveno. Habilidad y trabajo manual

Décimo. Observaciones.

Córdoba, 29 de agosto de 1935.

 

 

 

 


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La vinculación con la JAE del catedrático de instituto Antonio Jaén Morente entre 1911 y 1913

Antonio Jaén Morente tuvo una dilatada trayectoria vital . Nacido en Córdoba en 1879 falleció en el exilio en San José de Costa Rica en 1964.

Antonio Jaén Morente hacia 1902, con poco más de veinte años.

A principios del próximo mes de abril de este año de 2019 hablaré de él en un congreso sobre el exilio que ha organizado la Diputación de Córdoba en el marco del programa de actividades conmemorativas del 80 aniversario del inicio de la diáspora republicana (ver aquí).

Trabajando en estos días en su trayectoria biográfica como catedrático de instituto, -función que ejerció desde que consiguió la cátedra en 1910 trabajando en Cuenca (por muy breve tiempo), Segovia, Córdoba, Sevilla y nuevamente Córdoba-, como investigador, como político republicano, como diplomático y como exiliado, me he percatado que sus biógrafos, entre los que destaca Manuel Toribio García, no han tomado en consideración un documento que presento a continuación en las dos obras principales dedicadas a su vida y obra como son las siguientes.

Tal documento se conserva en su breve expediente del archivo de la JAE, formado por siete hojas. Está fechado en Madrid el 14 de febrero de 1913 cuando llevaba poco tiempo vinculado al Instituto de Segovia. Muestra su estrecha relación con Rafael Altamira, quien en abril de 1911 le consiguió una ayuda de la JAE para hacer una investigación de corta duración en archivos de Córdoba y Sevilla sobre Los afrancesados en Andalucía, en el marco de las actividades que promovía en la sección de Historia contemporánea del Centro de Estudios Históricos. El 21 de noviembre de 1912 desde Segovia Antonio Jaén solicitó prorrogar su vinculación con el Centro de Estudios Históricos para culminar ese estudio que había iniciado meses atrás, del que no se tiene constancia que lo finalizara.

Pocos meses después se dirigirá nuevamente al presidente de la JAE, que era Santiago Ramón y Cajal, para desplazarse a Italia con vistas a proseguir sus estudios de historia moderna y contemporánea y adentrarse en el conocimiento de la metodología de esa ciencia y el «modo de concebirla y explicarla». Su intención era adscribirse a la Escuela española de Historia y Arqueología que dependiente del Centro de Estudios Históricos venía funcionando en Roma desde 1910, institución a la que se dedicó un importante libro en su centenario, en el que tuve la fortuna de colaborar.

En una detallada exposición explica Antonio Jaén por qué deseaba trasladarse a Italia, y particularmente a Roma, y muestra su familiaridad con la historiografía italiana del momento en la que destacaban historiadores como Amedeo Crivellucci (1850-1914). Aparte de su interés por conocer de manera práctica cómo concebían y explicaban la historia moderna los universitarios italianos también detalla su afán de localizar manuscritos existentes en Roma sobre la historia de los países ibéricos que había catalogado en el siglo XVIII el jesuita Hervás y Panduro o si esa tarea era imposible formar un epistolario con los fondos que procedían de la antigua biblioteca Borghese.

La pensión no le fue concedida cuando la solicitó. Poco después se inició la Gran Guerra que afectó de manera profunda al funcionamiento de la JAE y de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. De ahí que cuando el 14 de mayo de 1918 una comisión vio de nuevo la petición de Antonio Jaén según consta en su expediente de la JAE cayese en saco roto de manera definitiva su petición de recibir una pensión en el extranjero.

Entre tanto logró publicar dos interesantes monografías en su época de catedrático en Segovia como fueron sus libros de 1916 y de 1917 Segovia y Enrique IV y Retratos de mujeres: estudio sintético de la evolución del retrato en la pintura española. Luego sería autor de una Historia de Córdoba que ha tenido siete ediciones desde 1921, de numerosos manuales entre los que destacaría una Historia de América y una Geografía de América que fueron elegidos como manuales obligatorios de esas asignaturas en un concurso organizado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1929 y de interesantes textos sobre historia del arte ecuatoriano en su época de exiliado en la República del Ecuador entre 1939 y 1953 como su folleto publicado en Guayaquil en 1948  De la imaginería quiteña: La mística y otros motivos.

Anteriormente durante la Segunda República fue diputado de las Cortes constituyentes, ejerciendo como líder de la minoría africanista en el Congreso de los Diputados durante 1932, y representante diplomático de la república española en el Perú. De esa experiencia diplomática hizo balance en su interesante libro La lección de América publicado en 1934. Tras ejercer de director del Instituto de Córdoba volvió a ser elegido diputado, obteniendo el mayor número de votos, en la candidatura presentada por el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Tras el estallido de la «guerra incivil» fue designado en 1937, siendo ministro de Estado José Giral, ministro plenipotenciario de España en el Extremo Oriente, Filipinas y Guam, y cónsul general en Manila entre 1937 y 1939.

Presento a continuación la transcripción de su instancia al presidente de la JAE allá por 1913 en la que solicitaba una pensión para desplazarse a Italia, particularmente a la Escuela Española de Arqueología e Historia dependiente del Centro de Estudios Históricos que la JAE había creado en 1919, documento que presenté brevemente líneas arriba.

Excmo. Sr. Presidente de la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas.

D. Antonio Jaén Morente, Catedrático dos veces por oposición de Historia y Geografía, en el Instituto de Segoviaa V. E. con todo respeto expone: 

         Que, acudiendo a la convocatoria que para la concesión de pensiones en el extranjero se hace en la Gaceta de 17 de enero pasado y deseando seguir completando sus trabajos de investigación a V. E. manifiesta: Que dentro de su modesta esfera científica y por razones profesionales dos cosas le han preocupado con preferencia: 1ª, los estudios de Historia de España moderna y contemporánea; 2ª, la Metodología de esta ciencia y el modo de concebirla y explicarla.

    A la comprensión de ambos extremos tiende sus esfuerzos científico-didácticos, laborando en la actualidad por un tiempo de dos meses, en el Centro de Estudios históricos dependiente de esa Junta.

 

         Pide hoy a la Junta de su dirección se sirva concederle una pensión para ir a Roma a ser posible en la Escuela de Arqueología,pues quiere ver en Italia, 1º prácticamente como se enseña la Historia en las Universidades italianas y especialmente en la Capital.

         La Universidad de Génova donde explican Historia moderna Luigi Stafetti y Gabotti, la de Turín donde profesan Pidele Segre y Lemni; Bolonia, donde principalmente llevan la dirección Gasperoni, Sorboni y Urbani; Nápoles, con Scheppa le interesan especialmente para documentar su estudio. 

         Pero fundamentalmente y por eso decía antes que a ser posible desearía ser agregado a la Escuela española de Arqueología de Roma, cree podría ser para él y su asignatura de mayor utilidad la “Storia moderna” explicada en la Capital// de Italia por Crivellucci Amadeo y la “Storia del risurgimento italiano” que profesa Michels donde por su mayor carácter de contemporaneidad se estudia y metodiza la Historia casi actual y presente. 

         La organización y el avance histórico de Italia se ha modificado profundamente a partir del último Congreso de Roma y como el solicitante cree que en la Universidad Central, en la Escuela del Magisterio y en el Instituto histórico de dicha ciudad, se podrá apreciar perfectamente esta orientación y además su manifestación metodológica es por lo que pide la residencia en Roma aunque con autorización para extender con brevedad sus investigaciones a otras Universidades italianas, que aun dentro de la unidad común puedan tener otra modalidad digna de servir de enseñanza.

         Hay otro objeto a la vez principal y complementario de la pension que solicita: Hervás y Panduro ha dejado inédito un “Catálogo de manuscritos de escritores españoles y portugueses que se hallan en las bibliotecas de Roma”: excepción hecha de la Vaticana. Este catálogo que combenientemente (sic) modernizado quizá convendría modernizar (tachado) publicar por ser muy poco o casi nada conocido, puede servirme de base para entresacar de esos manuscritos los que tengan carácter histórico o metodológico de la Historia, estudiando esta rama de pedagogía española que ahora empezamos a rehacer; dando a conocer los que realmente tengan importancia, incorporando unos a la bibliografía y otros a la circulación, si su contenido lo merece.

         No se conoce en la actualidad mas que un ejemplar del referido catálogo pues otro que fue propiedad de D. Vicente Lafuente no lo he podido encontrar a pesar de mis esfuerzos, pareciéndome de manifiesta utilidad para los estudiantes españoles en Roma.

         Si por el tiempo transcurrido desde la formación del catálogo fuera imposible rehacerlo en lugar y biblioteca tan preciada colección de escritos ibéricos cuya pista, clasificación y aun publicación combiene (sic) intentar, o si tal empeño pareciese a la Junta poco llevadero dada la magnitud de la empresa por mi humilde personalidad me vería // muy complacido con haber llamado la atención de los estudiantes en Roma sobre tal catálogo. 

 

         Debiendo advertir también, no porque lo ignore la Junta, que en el archivo que fue de los príncipes de Borghese (hoy en la Vaticana) y en los papeles llamados “Nunziatura di Espagna” hay una preciada colección de cartas españolas con las que metódicamente puede formarse un epistolario de verdadera importancia histórica y didáctica, quizá mas llevadero y fácil de hacer por el solicitante, a ser imposible el otro trabajo por haber desaparecido la huella para formar de nuevo la metódica colección de Hervás y Panduro. 

         Además pido a la Junta ir a Italia, porque no habiendo aun estudiado fuera de España desearía ampliar mi horizonte científico con extranjeras enseñanzas: Porque no siendo con el auxilio oficial es imposible pueda realizar tal deseo: además no conociendo hoy mas idiomas que el francés y el italiano y pudiendo traducir los otros idiomas y dialectos neolatinos no tengo preparación para ir con aprovechamiento mas que a estos países, mientras gradualmente me preparo para otras excursiones, habiendo elegido Roma por su enorme interés que sería inútil y pedante querer ahora explicar, máxime después de la afirmación generalmente sostenida por didácticos y tratadistas españoles, que como el Sr. Altamira han dicho en el libro “Cuestiones Modernas de Historia”, la significación de Roma para los españoles como centro de estudios históricos.

         Serían imaginativos todos los datos que en cumplimiento de la convocatoria yo pudiera añadir referentes a cuantía y tiempo de la pensión; la Junta con su superior criterio podrá dirigir e ilustrar al solicitante que aspira como resumen de su larga exposición al conocimiento, no ideal y teórico de los libros, sino práctico  y de inmediata observación de cómo los universitarios italianos conciben y explican la Historia moderna, a documentar estas observaciones con lo que referente a su especialidad histórico-metodológica halle en los manuscritos casi del todo inéditos que catalogó Hervás y Panduro o en su defecto como decía antes a la formación de un “Epistolario español de la antigua biblioteca Borghese”:residiendo para esto en Roma como centro y base de sus investigaciones , aprovechando al mismo tiempo en todo momento y ocasión precisamente por amor a lo español el encuentro con otro medio civilizador que aunque de tipo latino tiene su propia y personal modalidad.

         Espera merecer de la Junta la gracia y pensión que solicita, sin añadir en su solicitud hojas de servicios ni de estudios porque la mejor es a su juicio el haber merecido aunque por plazo breve trabajar en una de las secciones que dependen de esa Junta.

         Señor Presidente guarde Dios a V.E. muchos años.

         Madrid 14 de febrero de 1913

                   Antonio Jaén.


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Una aportación del catedrático de instituto Luis de Hoyos Sainz al estudio de las regiones naturales españolas: el caso de La Jara

Como expuse en una entrada anterior de esta bitácora -ver aquí–  José Ortega y Gasset (n. 1883), tras un viaje a Asturias en el verano de 1915, explicó muy bien por qué la geografía de aquel entonces concedía cada vez mayor importancia a la idea de «región natural», sosteniendo el filósofo madrileño que se había convertido «en el fenómeno matriz de la investigación geográfica». En su opnión frente al concepto abstracto de España, que es una «construcción mental nuestra», la región natural «afirma su calidad real de una manera muy sencilla: metiéndosenos por los ojos». Y añadía el filósofo madrileño «de la región podemos tener una imagen visual adecuada, y viceversa, sólo es región, sólo es unidad geográfica aquella parte del planeta cuyos caracteres típicos pueden hallarse presentes en una sola visión».

Meses después el científico y docente Luis de Hoyos y Sainz (n. 1868) fijó también su atención en las regiones naturales como objeto de estudio de los geógrafos. No sabemos sí Luis de Hoyos había leído a Ortega. Si conocemos que ambos habían coincidido en la Escuela Superior del Superior en el curso 1909-1910 antes de que Ortega diese el salto a su cátedra de Metafísica de la Universidad Central. Y que Ortega debió de intervenir, probablemente, en la incorporación de Luis de Hoyos, próximo al Partido Reformista por aquel entonces, a las páginas de El Sol como responsable de la sección Agricultura y Ganadería, que publicaba ese diario todos los domingos en su última página.

En efecto el domingo 17 de febrero de 1918 Luis de Hoyos Sainz, que estaba haciendo un recorrido por la España agrícola en sus colaboraciones dominicales en El Sol, dedicó el artículo de ese día a ofrecer a sus lectores una detenida explicación de por qué era importante el estudio de las regiones naturales en el marco del movimiento regionalista pujante en la sociedad española de aquel entonces, exponiendo como caso digno de ser tenido en cuenta el de la Jara,región natural que abarcaba tierras de Cáceres y Toledo, y también de Badajoz y Ciudad Real, y que tuvo ocasión de visitar en el mes de febrero de 1918.  De hecho fechó su texto desde Mohedas de la Jara el miércoles de ceniza de ese año. Hasta ese lugar del centro de la Península Ibérica habían llegado los terribles efectos de la Gran Guerra que desangraba y empobrecía a la Europa de hace un siglo. Procuró asimismo que su crónica de viaje fuese rica en hechos y observaciones sobre sociología agraria exponiendo la injusta distribución de la propiedad de la tierra existente en diversas poblaciones de la Jara, y las dificultades de los lugareños por acceder a los bienes comunales por la presión de los aristócratas terratenientes y de los caciques.

El Sol Agricultura y Ganaderia

He aquí pues las reflexiones y consideraciones de interés para geógrafos, viajeros y sociólogos expuestas por Luis de Hoyos Sainz en el artículo «Por la España agrícola. Una región natural: ‘La Jara'» que dice así:

Esta crónica lo es de veras “Por la España agrícola”; lo es de andar y ver, en pleno campo y a través de montes y sembrados, recorriendo sierras y lugares, hablando con los pastores y labriegos, y buscando, en suma, el dato directo y vivido de la tierra y de los hombres en una región natural o país de la Península, en La Jara.

Las regiones naturales agrícolas

 Son las regiones naturales las unidades elementales, no ya sólo de la Geografía física, sino de esa misma Geografía humana creada por Ratzel y metodizada por Brunhes; las divisiones que resultan del concertante de los elementos que caracterizan cada zona del globo: suelo, clima, vegetación y fauna, y hasta el hombre mismo y sus manifestaciones elementales iniciales o naturales de vivir. Su estudio y caracterización es la base esencial y genética de la Geografía regional o Laenderkunde, que actualmente puede ser sintetizada en los libros de Gallois y de Févre y Hauser, como guías de conjunto o iniciación en estas cuestiones, Regions naturelles et noms de pays, el del primero, y Regions et pays de France, el del segundo, o por las publicaciones orientadas ya en su aspecto histórico o social, y aun económico, de Beer y Bloch. Más útiles son aún para conocer este concepto de país o unidad elemental geográfica, indecisa y difícil a veces, las monografías concretas iniciadas en la pura Geografía física en 1888 por Lapparent, y adaptadas al conocimiento agrícola de cada región, por el profesor Rusler, en las clásicas descripciones de su Geologie agricole; siendo en el día modelos que seguir la descripción de La Picardie, del profesor de la Universidad de Lille M. Demangeon; la descripción de Le Bern por M. Vacher, o la del Var supérieur, por Sion.

En España, aunque, a juzgar por el actual movimiento regionalista, y aun localista, parece cosa conocida y dominada, el conocimiento de las regiones sólo está abocetado, y éstas, difusa e imprecisamente conocidas y determinadas, pudiendo sólo citarse los trabajos que los ingenieros del Mapa geológico de España dieron a conocer en las monografías provinciales, y que, en unión con los datos recogidos en el inolvidable Diccionario geográfico de D. Pascual Madoz, vienen repitiéndose en todas las publicaciones geográficas e históricas; y de las agrícolas, salvo los ensayos de Vilanova y sus compañeros, sólo hay algún artículo inspirado en el Cuestionario para el estudio de las regiones agrícolas de España que publiqué en 1904 como apéndice a Las bases de la Geología agrícola de España.

 Inútil es decir el interés y la utilidad de una serie de monografías parciales; hechas siempre por individuos de cada país o región, aun de las que se tienen por muy acusadas o características, aunque mal limitadas y definidas, como el Vierzo (sic) o Las Encartaciones, en el Norte; la misma Tierra de Campos, Torozos, La Berzosa, la Bureba o la Tierra de Pinares, en Castilla; las Barderas (sic), el Castellar o Ribagorza, en Aragón; el Maestrazgo, la Plana o la Huerta, en Valencia; la Vera, la Alcarria, la Sagra, la Alcudia, la Serena y la misma Mancha, en el Centro y Extremadura; las Alpujarras, la Vega, la Serranía, las Marismas o los Pedroches, en Andalucía. Y claro es que mayor interés había en sacar a luz del conocimiento científico esas regiones o zonas que sólo para los naturales tienen personalidad y que ocupan todo el territorio de lo que pudiéramos llamar la España inominada, por ser evidente que las divisiones políticas y administrativas nada dicen ni representan, pues el hecho natural persiste y se impone a la nominación artificial, por legal y útil que sea.

 

Fuente del Sauzeral. Sierra de Altamira. Mohedas de las Jara

Fuente del Sauzeral. Sierra de Altamira. Mohedas de la Jara

 

La Jara toledana.- La Jara y la guerra

 Si hay tipo y fijeza en alguna región natural, ha de alcanzarle por la tierra o por las plantas, o mejor aún, por ambas cosas a la vez, ya que la flora es secuela del terreno; no tiene jamás igual valor, realidad y persistencia la región histórica, mutable y tornadiza, en tiempo más o menos largo. Por esto, La Jara, que debe su nombre al predominio de esa mata leñosa que los botánicos llaman “cistus”, rica en variedades, pero uniforme en aspecto y característica en las facies de matorral con que cubre el suelo, es una realidad natural en el suelo toledano o en el extremeño; que no sería fácil resolver el conflicto de jurisdicción al señalar provincia a La Jara: porque por tierras de Toledo y Cáceres, y con intrusiones por Ciudad Real y tal vez por Badajoz, se extiende La Jara, formando una región de matorrales en que el madroño y la retama, como matas, y la encina, como árbol, cubren las sierras ásperas y rojizas, y hasta bajan a las vegas del Tajo y los pequeños ríos que le acrecen.

Que la planta dominó el terreno para formar la región, lo prueba el que los matorrales se salieron de su dominio geológico de pizarras areniscas y rocas antiguas, que en tres zonas se extienden desde el Tajo a los Montes formados por rocas silúricas, que a media ladera ceden el paso a las cámbricas y, junto al río, a los granitos y gneis, desde Aldeanueva de Barbarroya a entrar en Cáceres por el mismo Puente del Arzobispo. Pero salió La Jara de estas tierras arcaicas limitadas, ha ya muchos años, por el patriarca de la Geología, D. Daniel de Cortázar, y corrióse por arenas y tierras modernas diluviales, donde se asientan precisamente Alcaudete y Belvis de la Jara, que por ser sitios de vega y llano fueron los primeros sustraídos al matorral y conquistados para el cultivo, quedando el nombre, pero perdiendo lo que al país de La Jara caracteriza.

Por crecer la jara, es ya indicio de que la tierra es buena, pues allí donde ésta se empobrece, sólo queda la retama y aun el brezo, si baja más la natural fertilidad del suelo; por esto la jara típica desaparece, la tierra se rotura y el cultivo sustituye al monte bajo. Y este proceso ha sido constante y se ha detenido y retrasado por la gran propiedad improductiva y perezosa, y lo difícil del transporte y acarreo; pero la guerra, ¡la gran guerra!, repercutió en La Jara. El carbón y las leñas triplicaron su valor, y lo que se perdía en el monte, porque sacarlo de él no era negocio, se puso en condiciones de mercado, y la tala y la roza de árboles y arbustos desmataron fanegas y fanegas de tierra; y como los pastos son lentos de formar, el arado rompió la tierra virgen, y el trigo, o la vid o el olivo comienzan a cubrir llanadas, lomas o laderas, borrando La Jara, que queda encerrada en los ásperos barrancos separados del camino real en las fuentes del Gébalo, el Huso o el Sagrera.

Las dehesas y los pobres

En dos épocas, cuenta la Historia el hecho, aunque calle las causas, se despobló La Jara: en el siglo XI, y posteriormente, aunque en proporción menor, en el XIV; por evidente no exige prueba que la primera despoblación fue obra de la Reconquista; la guerra ahuyentó a las gentes, y los capitanes y nobles se adueñaron de las tierras, adehesaron y cerraron en cotos redondos o cuadrados las propiedades cultivadas por los campesinos; perdieron el cultivo o redujéronle a siervo de la ganadería y aun de la caza, y establecieron ese absurdo régimen de la gran propiedad señorial, pero inculta; grande, pero improductiva, y legal o legalizada, pero inmoral e injusta.

Aquella despoblación la hicieron los señores; la del siglo XIV, los bandidos, los célebres Golfines; pero justo es reconocer que la obra de éstos fue menos cruenta para el campesino, y menos dañosa para la economía nacional, que la de aquellos. Con los Golfines acabó la Santa Hermandad, y con sus retoños, la Guardia civil; con la obra de los que detentaron la tierra, luchan aún los que la fecundan y no la gozan, ¡y luchan para tiempo!

Hay en los pueblos serranos y en los ribereños de La Jara modelos típicos, ejemplos probatorios de la necesidad de traducir a España la novísima ley inglesa de la propiedad y la producción de la tierra. Ese intervencionismo social en busca del mayor bien de todos que la guerra crea o afirma en todos los Estados, beligerantes o neutrales, es aquí necesario y urgente. Esa ley inglesa, que por tal es más pensada y real y armónica que las anteriores, está en germen en el deseo de estos campesinos de La Jara, que sospechan el derecho a que la tierra produzca para todos, propietarios y obreros, y produzca lo que sea más útil, y lo produzca a un precio remunerador, por igual para el poseedor de la tierra y para el trabajador de la misma.

Hay por aquí lo que yo llamaría el problema de las dehesas, rico en variantes, y por ende, en soluciones, pero todas dirigidas a la obra de justicia y de sentido común económico de que no quede tierra sin producir y de que produzca para todos.

El Estado, los nobles y los caciques, enemigo de los pueblos

 Contra el Estado, por las dehesas y terrenos de propios, catalogados y administrados por el Cuerpo de Ingenieros de Montes, hay varios casos; pero es típico el de un pueblo de los montes, con picota en la plaza y hambre en la gente: Espinoso del Rey. Allí todos, pobres y ricos, jornaleros y propietarios, piden que la dehesa sea roturada y repartida en suertes, para que los no propietarios lo sean y tengan un labrantío propio que asegure el vivir aleatorio de trabajar lo ajeno.

Bastaría roturar y repartir equitativamente la dehesa de Espinoso del Rey para resolver, como quiere y en la medida que estima necesaria el señor Comisario de Abastecimientos, Sr. Silvela, el déficit del cultivo. Cuatro mil fanegas allí se conquistan, y no es preciso buscarlas por otros pueblos y provincias, salvo si la Comisaria rectifica sus cálculos, que buena falta hace, porque los números parecen un poco anárquicos en la flamante oficina, y a los tres ceros de las 4.000 hectáreas no se añaden dos, para elevar a 400.000 las que realmente pueden y deben buscarse como aumento en la producción y justo reparto de tierras que transforme en propietarios a los braceros y aquiete las justas protestas y acalle las voces petitorias de los que sufren las dos hambres; la de justicia y la de pan.

Los nobles, lo que dieron por suya la tierra que para la patria conquistaban, son, aun contra razón y necesidad de los vecinos de Oropesa, la vieja villa de los castillos y los palacios, y contra justicia, una sentencia que no se cumple del Tribunal Supremo, los detentadores de sus dehensones, que, usados en común por todo el vecindario, resolvía la escasez de pastizales que para los ganados tienen, y que utilizados por los pobres en labrar partes adecuadas, resolvería la vida de cientos de familias.

Los caciques, forma degenerativa de los feudales, son los que al pueblo de Belvís de La Jara le privan del usufructo de una dehesa, acotada, deslindada y demarcada como bienes del pueblo, pero utilizada en pastos o en labores por la media docena de favorecidos del expediente y el balduque.

Y aquí termina esta crónica de viaje por La Jara, rica en datos y enseñanzas, en lo que a la sociología agrícola atañe.

Luis DE HOYOS SAINZ. – Mohedas de la Jara, Miércoles de Ceniza del 1918


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Matemáticas y elecciones: la imperfección de la ley D’Hondt según Fernando de los Ríos en El Sol 16 febrero 1918

El Sol del sábado 16 de febrero de 1918, a ocho días de una cita electoral para elegir los diputados del Congreso, concedió gran importancia a esas elecciones.

En su portada se editorializaba sobre un artículo publicado el día anterior por Pablo Iglesias en las páginas de El Socialista y el periodista Mariano de Cavia firmaba un artículo sobre el sufragio femenino que era un alegato para que las mujeres españolas tuviesen plena capacidad para usar sus derechos políticos como acababa de suceder en la Gran Bretaña donde se acababa de conceder el derecho al voto a seis millones de ciudadanas británicas.

Más adelante los corresponsales del diario hacían un balance de cómo sería la lucha electoral en los distritos de las provincias de Granada, donde el catedrático Fernando de los Ríos se presentaba por la circunscripción de Granada capital como sociólogo independiente con pocas posibilidades de éxito; Salamanca, en cuya capital los elementos de las izquierdas presentaban como candidato al ex-rector de la Universidad Miguel de Unamuno; y Pontevedra, cuya provincia,  según el corresponsal del diario , «sigue siendo -como dijo Maura- un territorio todavía no incorporado a España para los efectos políticos», ya que «la oligarquía se adhiere al mando con más firmes tentáculos que en ninguna otra comarca española».

El Sol Derecho y Legislación

Dado ese ambiente electoral no ha de extrañar que en la sección Derecho y Legislación su responsable el ya mencionado catedrático de la Universidad de Granada, y candidato electoral por esa ciudad, Fernando de los Ríos (n.1879) firmase el artículo «En torno al sufragio. El derecho electoral y la democracia» en el que abordó dos cuestiones, de palpitante actualidad en la España de hoy en día, cien años después de este artículo de Fernando de los Ríos.

En primer lugar trazó una historia de la implantación del sufragio universal moderno a lo largo del siglo XIX, recordando a sus lectores que en España se puso en vigor de manera definitiva por la ley de 26 de junio de 1890.

Y en segundo lugar planteó las soluciones que se habían adoptado sobre la participación de las minorías y la representación proporcional dado que la admisión del criterio mayoritario como criterio electoral decisivo, dejaba sin representación a las minorías, por numerosas que fuesen. De ahí que en 1855 un ministro danés que era también un gran matemático, Andrae, expuso y llevó a la legislación el sistema de la representación proporcional, atendiendo al cociente electoral que Fernando de los Ríos explica así:

El elector, según esta ley, vota mediante una lista en que inscribe, por orden de preferencia, los nombres de los candidatos, hasta llenar el número de los que se eligen en aquel colegio. Concluida la votación, el presidente divide el número de los votos emitidos por el de diputados que corresponde elegir, y obtenido así el cociente, va leyéndose en las papeletas los primeros lugares, hasta que alcancen el cociente electoral los en ella inscritos, y después se hace otro tanto con los colocados en segundo lugar, etc.

A principios del siglo XX ese cociente electoral -o cifra repartidora- se estableció según el método establecido por el jurista y matemático belga Víctor d’Hondt (1841-1901) que consiste en dividir los votos de cada una de las diferentes listas sucesivamente por 1, 2, 3, 4, 5, etc. y luego ordenar los cocientes de mayor a menor y asignar en ese orden los escaños disponibles.

Victor d´Hondt,

Para mostrar la imperfección de esta fórmula Fernando de los Ríos la aplicó a la circunscripción de Madrid capital donde en las elecciones que se celebrarían el 24 de febrero de 1918 se elegirían 9 diputados, a elegir entre cinco supuestas candidaturas electorales, cuyo apoyo electoral De los Ríos estimó de la siguiente manera: Coalición de las izquierdas: 35 mil votos; Unión monárquica: 26 mil votos; Partido liberal romanonista: 12 mil votos; Acción social: 8 mil votos; Centro de Hijos de Madrid: 7.500 votos. Aplicando la fórmula d’Hont a esos resultados se obtenía la siguiente adscripción de escaños:

El Sol 16 febrero d'Hondt

La conclusión que extrae Fernando de los Ríos de ese resultado es la siguiente:

He ahí los nueve cocientes superiores y la proporcionalidad de su representación. Como se ve, hay una imperfección manifiesta aun en esta fórmula. Si un sistema de escrutinio es siempre, como justamente cree el profesor italiano Enríquez, una convención aritmética por la cual se miden las fuerzas sociales en presencia, no hay duda de que la medición se hace de modo tan rudo todavía, que desprecia cantidades de importancia. Muchas otras cuestiones suscita la representación proporcional, mas de ellas y de otras trataremos otro día.

La sección se complementaba con un apartado dedicado a reseñas y noticias de libros y revistas, del que se encargaba Pablo de Azcárate (n. 1890),  quien sí sería elegido diputado en las inminentes elecciones, integrando una candidatura republicana en la circunscripción de León capital. Azcárate reseñó los siguientes artículos: «De las modificaciones realizadas durante la guerra en el derecho de opción de los hijos de extranjeros, nacidos en Francia» de Eugene Audinet en el Journal du Droit international; «Del valor contractual de la firma de Alemania al pie del futuro Tratado de paz», del Journal des Debats de 23 de junio 1917; «El torpedeo de navíos hospitales por los alemanes», del Journal du Droit international; «Creación de una organización oficial para determinar y repartir las indemnizaciones que deben exigirse a Alemania y sus aliados, en favor de los prisioneros de guerra víctimas de violaciones de las leyes de la guerra y el derecho de gentes», del Journal du Droit international.

En el aspecto educativo la noticia más destacada que ofrecía el ejemplar de El Sol del 16 de febrero de 1918 era la difícil situación económica que atravesaba el Instituto de Cartagena, dependiente económicamente de su Ayuntamiento, y en el que por falta de fondos de este los profesores del Instituto llevaban varios meses sin cobrar por lo que solicitaban que ese centro docente pasase a depender directamente del Estado. La difícil situación económica del ayuntamiento cartagenero se debía a que había tenido que saldar una deuda contraída con la Diputación de Murcia, que revelaba las tensiones existentes entre las dos ciudades y sus fuerzas políticas según decía el corresponsal de El Sol:

El hecho, ocurrido en vísperas de elecciones, va a repercutir en el resultado de las mismas. Es la Diputación de Murcia conservadora y obediente, por lo tanto, al caciquismo conservador. Los aprietos en que ha puesto al Ayuntamiento de Cartagena son obra de hombres de esa política. Y Cartagena se prepara a darles briosamente la batalla en las urnas, como represalia por esa situación desafortunada en que queda la ciudad y el entredicho en que se ha puesto a su Ayuntamiento, que no puede satisfacer sus obligaciones.

 


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Castelao, la fotografía aérea, la situación de la instrucción pública en la Argentina y los premios del Instituto San Isidro en El Sol de 11 febrero 1918

El lunes11 de febrero de 1918 se incorporó  al diario El Sol un nuevo colaborador que fue presentado así por el periódico a sus lectores: «Desde hoy colabora en EL SOL el dibujante gallego Alfonso Castelao. Sus caricaturas son una demostración del fino humorismo y la gracia tipica de la región galaica. Castelao es un artista cuyos trabajos satisfarán, sin duda, a nuestros lectores.

Esta era su primera caricatura visible en la primera página junto a una larga afirmación sobre la campaña alemana que según el editorialista de El Sol procuraba desestabilizar la campaña electoral que se estaba desarrollando en el país.

 

Castelao El Sol 11 febrero 1918 bis

Caricatura de Castelao. El Sol 11 febrero 1918

 

Pero además de abundantes noticias políticas como el artículo «Opiniones sobre el nacionalismo vasco» de Angel de Zabala (n. 1866), sucesor de Sabino Arana en la jefatura del Partido Nacionalista Vasco, en el que discrepaba de las posiciones conciliadoras que había expresado dias antes en El Sol Eduardo Landeta,  el diario también ofrecía también informaciones sobre actividades científicas, culturales y educativas tanto en España como en el extranjero.

Así el corresponsal del periódico Ramón de Goyenuri (seudónimo de Ramón Belausteguigoitia Landaluce (n. 1891) en su artículo «La fotografía desde el aeroplano. Cómo obtiene sus mapas militares el ejército inglés» enviado desde el cuartel general inglés explicó que no había secretos para un ejército que tuviese asegurado su dominio aéreo sobre el enemigo tras ver el funcionamiento de un taller destinado a la obtención de mapas construidos con arreglo a las fotografías que tomaban los aviadores en el frente. Y subrayó la importancia de la fotografía aérea para la elaboración del catastro que debía ser obra de aeroplanos argumentándolo así: «El aeroplano, en cambio, viene a revolucionar el procedimiento. Una fotografía de aeroplano abarca una zona de uno o dos kilómetros. Todo está allí señalado. Un ingeniero, un delineante, hacen los cálculos de distancia necesarios y lo transforman bien pronto en un plano. Yo tengo para mí que el aeroplano es no sólo el gran medio de hacer un catastro rápido, sino de evitar las omisiones y los grandes fraudes de la tierra.»

Por su parte el crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) dedicaba su columna «La vida artística» a resumir ampliamente el folleto ilustrado con nueve vistas y dos dibujos que acababa de publicar Vicente Lámperez y Romea (n.1861), «benemérito historiador de la arquitectura cristina» sobre el castillo de Belmonte (Cuenca), un «romántico ejemplar de arquitectura de la Edad Media».

 

Castillo

Castillo de Belmonte (Cuenca)

 

 

Y además el diario se hizo eco del acto académico celebrado el día anterior en el Instituto de San Isidro de Madrid en el que se repartieron diplomas a los alumnos premiados en el concurso de 1917 a 1918, al que asistieron cerca de mil escolares, «con notable proporción del elemento femenino, que cada año en mayor número acude a aquellas aulas». El claustro de profesores estaba presidido por el director Manuel Zabala (n. 1852). En la fiesta participó una banda formada por alumnos de la Fundación Caldeiro.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

 

En la sección Pedagogía e Instrucción Pública su responsable Lorenzo Luzuriaga (n.1889) firmaba el artículo «Los sueldos de los maestros», continuación de la serie que estaba dirigiendo a las próximas Cortes. En él enfatizaba la importancia del maestro como pieza fundamental del sistema educativo, como había evidenciado la labor de Tomás Arnold, el «maestro de la Inglaterra contemporánea» como reorganizador de las public schools inglesas. Y argumentaba que «no podremos disponer, en el número que es debido, de eficientes y entusiastas maestros, en tanto que no lo preparemos bien y los paguemos mejor» de tal manera que después de la creación de escuelas «los dos problemas más esenciales de nuestra enseñanza nacional son indudablemente la preparación y el sueldo de los maestros». Su artículo se enriquecía con dos tablas en las que comparaba los sueldos que cobraban los 26.253 maestros que había en España a principios de 1918 con las demandas que solicitaba la Asociación Nacional del Magisterio, de las que se hacía portavoz Luzuriaga:

El Sol 11 febrero 1918 sueldos actuales maestros

 

El Sol 11 febrero 1918 sueldos solicitados

 

También en esa sección se reproducía un trabajo que había aparecido en The Times Educational Supplement, firmado por Percy F. Martin (n.1861), sobre la Instrucción Pública en la República Argentina, primero de una serie de trabajos que esa publicación inglesa pensaba dedicar a la instrucción pública en la «América española», que El Sol tenía interés en darlos a conocer por las siguientes razones:

«La creciente importancia que los pueblos de habla española van adquiriendo en el concierto mundial se ha manifestado últimamente en múltiples formas, y entre ellas ocupa un lugar principal el estudio de su cultura. Este estudio ha empezado, como era natural, por el conocimiento y difusión del castellano, mediante la creación de numerosas cátedras en los principales países civilizados, yendo a la cabeza, en este aspecto, Francia, Estados Unidos e Inglaterra.

Pero no se ha parado aqui el movimiento de aproximación a los países hispanoamericanos: sino que se ha extendido a otras manifestaciones de su cultura, y entre ella a su Instrucción publica.

Un ejemplo de ello lo ofrece el The Times Educational Supplement, que con la firma de Mr. Percy F. Martin ha empezado a publicar una serie de trabajos sobre la Instrucción publica en la América española.

Como nada de lo que se refiere a ésta puede sernos extraño a nosotros, sino que, por el contrario, debe sernos del mayor interés, como ya lo ha demostrado EL SOL en otro lugar, vamos a reproducir- según vayan apareciendo- los trabajos del Times, resumiéndolos o ampliandolos cuando sea necesario.

Finalmente en el apartado Libros y Revistas de esa sección se reseñaban y se daba noticia de los siguientes trabajos: del discurso sobre un sistema de educación nacional de lord Haldane en Glasgow, reproducido por la publicación londinense The Times Educational Supplement de 31 de enero de 1918; del artículo de J. Portier sobre el recargo de los programas en la segunda enseñanza francesa publicado en París por la Revue Universitaire en enero de 1918; el Report del Consell permanent de la Mancomunidad catalana publicado en Barcelona en diciembre de 1917 por Cuaderns d’Estudi; y un trabajo sobre el auxilio de los Estados Unidos a la educación profesional publicado por la revista neoyorquina Educational Review en enero de 1918.

 


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Tensiones en el momento fundacional del CSIC: hacia un diálogo entre historiadores de la política y de la ciencia.

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Hace unos meses Joan Maria Thomas, uno de los grandes historiadores del franquismo- según ha recordado Enrique Moradiellos recientemente en las páginas de El Cultural (22-28 diciembre 2017),  publicó una relevante obra sobre las disensiones internas entre las diferentes familias ideológicas y grupos de poder del primer franquismo titulada Franquistas contra franquistas. Luchas de poder en la cúpula del régimen de Franco. Como ejemplo de la lucha feroz que se suscitó en los primeros años del franquismo entre los diferentes elementos del nuevo bloque de poder surgido de la guerra «incivil» Thomas analiza, tal  y como refiere en esta entrevista que se le hizo en El Confidencial, dos de las cuatro crisis internas que se dieron entre 1937 y 1942: la provocada por la ‘defenestración’ como delegado nacional de Sindicatos del falangista Gerardo Salvador mediante el uso del arma antimasónica por parte de sus enemigos militares, empresariales y carlistas; y el llamado ‘Atentado de Begoña’ de 1942, cuando carlistas, falangistas y militares se enfrentaron, con el resultado del lanzamiento de una granada de mano que provocó 71 heridos y tres ministros destituidos: el general Varela -Ejército-, el coronel Galarza -Gobernación- y Serrano Suñer -Asuntos Exteriores.

En ese marco de duros enfrentamientos en el interior del franquismo se ubica la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por una disposición publicada en el BOE de 28 de noviembre de 1939, pp.6668-6671. Recientemente Rosario E. Fernández Terán y Francisco A. González Redondo han reconstruido el contexto de ese momento fundacional de la institución que se convertiría en el «brazo armado» de la política científica del franquismo como expuse en mi Breve historia de la ciencia española. Han llevado a cabo esa labor en su artículo «Entre José Castillejo y José Mª Albareda: Julio Palacios, «el último presidente» de la Junta para Ampliación de Estudios, 1939-1949″, publicado por la revista Historia de la educación, nº35, 2016: 293-320, que llegó a mis manos gracias a mi amiga la historiadora de la educación Gabriela Ossenbach.

El artículo está apoyado en una sólida base documental procedente de los archivos de la Residencia de Estudiantes y  de Julio Palacios (1891-1970), relevante físico,  catedrático desde 1916 de Termología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, y director de la sección de rayos X del Instituto Nacional de Física y Química, la gran instalación científica republicana inaugurada el 6 de febrero de 1932, según informé en una de mis entradas de este blog. (ver aquí).

 

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Fotografía de Julio Palacios

Basándose en esa información Fernández Terán y González Redondo destacan cómo hubo unos meses, a partir del 26 de abril de 1939,  en los que Julio Palacios como vicepresidente del Instituto de España, que nominalmente dirigía Manuel de Falla pero este se encontraba en Argentina y nunca tomó posesión de su cargo, se hizo responsable de la reorganización de las Reales Academias y de todo cuanto había dependido de la Junta para Ampliación de Estudos e Investigaciones Científicas. Y así en palabras de Palacios «con los escasos elementos disponibles y siguiendo las normas de austeridad de la antigua Junta, logré poner en marcha todos sus Institutos de investigación».

Pero esa inspiración en el ideario de la Junta le pasaría factura en los meses venideros. Y así mientras se encontraba en tierras argentinas adonde fue en viaje de propaganda cultural en agosto de 1939 se desencadenó una campaña anti-Palacios en la que desempeñó un papel fundamental el edafólogo y director del Instituto Ramiro de Maeztu José María Albareda, -en cuya biografía he trabajado para incorporarla al diccionario on line JAEeduca-. (ver aquí). Albareda, en efecto, intentó -mientras Palacios estaba  fuera de Madrid- convencer a su íntimo amigo José Ibáñez Martín (1896-1969 ), también catedrático de instituto y nuevo ministro de Educación Nacional desde el 9 de agosto de 1939,  de que quedasen «sin efecto cuantos nombramientos, designaciones o encargos hayan podido hacerse antes de esta organización de la investigación científica». A favor de adoptar esa medida argumentó, refiriéndose a la labor de Palacios, que «no se ha encauzado nada, y cuando se ha intentado mejor hubiera sido dejarlo: el Rockefeller [el Instituto Nacional de Física y Química], que se quiso constituir inmediatamente [después del final de la guerra], era a base de institucionistas de los más altos grados, personas venidas del extranjero al Madrid rojo, etc. La Institución [Libre de Enseñanza] en el poder no hubiera sabido hacer más. Por desconocimiento y desidia, se daba la absurda sensación de que los rojos son necesarios para hacer marchar la alta cultura, la investigación y las relaciones con el extranjero». Ante ataque tan furibundo la caída en desgracia de Julio Palacios estaba próxima.

Y así, aunque tras la creación del CSIC el 24 de noviembre de 1939 Palacios presentó sus credenciales para ser el futuro secretario del nuevo organismo de la política científica española el ministro Ibáñez Martín optó para ese puesto por quien sería su consejero aúlico José María Albareda, según decreto de 30 de diciembre de 1939, que no apareció publicado en el BOE hasta el 24 de enero de 1940. Se sancionaba así el control del CSIC por el Opus Dei, organización de la que era un destacado representante Albareda, -de hecho él es uno de los siete jóvenes profesionales que se hicieron una famosa foto el 3 de diciembre de 1937 en Andorra la Vella junto a Escrivá de Balaguer tras cruzar los Pirineos huyendo de la contienda fratricida-  en detrimento de figuras científicas monárquicas como Julio Palacios.

Existe un elocuente testimonio que muestra la decepción que sufrió Julio Palacios cuando se dio cuenta del (mal) trato que le dispensaban sus supuestos «amigos políticos», que reproducen Fernández Terán y González Redondo en su jugoso artículo. Es una carta que el propio Palacios remitió al ministro Ibáñez Martín el 6 de abril de 1940 y que dice así:

Al despedirme de V. después de la última y larga entrevista que tuvo la amabilidad de concederme, pronunció V. una frase que me impresionó hondamente. Me dijo: «recuerde V. que ahora gobernamos sus amigos». Confieso que, desde mi regreso de Buenos Aires, [que se produjo a fines de octubre de 1939] han sido tantos los desaires y disgustos que he sufrido, que hubo momentos en que pasó por mi mente la idea de que ocurría todo lo contrario. Pero sus palabras han desvanecido todo recelo y estoy persuadido de que, lo que me sucede y lo que ocurre en otros muchos casos, se debe a la ruin maniobra de gente que se mueve con fines egoístas o, lo que es peor, a nuestros enemigos, que tratan hábilmente de entorpecer la obra de reconstrucción de España a la que los buenos españoles deseamos dedicarnos con todo empeño.

A pesar de estas últimas reflexiones Julio Palacios debió de ser consciente que su posición política se debilitaba lo cual se acentuó pocos años después cuando decidió, en 1944,  respaldar el llamamiento que hizo Don Juan de Borbón desde Suiza para restaurar la Monarquía. El régimen franquista reaccionó confinándolo en Almansa (Albacete), destituyéndolo de los cargos que aún conservaba- como el vicerrectorado de la Universidad de Madrid- y provocando su semiexilio en Lisboa. Ahí en la capital portuguesa, en los años siguientes, realizaría una notable labor científica  en diversas instituciones como el Laboratorio de Radiaciones del Instituto de Oncología y el Laboratorio de Física Atómica de la Comisión de Energía Nuclear.

Como colofón de su interesante investigación Fernández Terán y González Redondo nos prometen un nuevo artículo sobre el papel desempeñado por Julio Palacios como tutor de los estudios del entonces príncipe Juan Carlos, tras un paco alcanzado por el general Franco y don Juan de Borbón.

Lástima que estos investigadores no hayan incorporado en su trabajo sobre las disensiones entre Albareda  y Palacios, entre el Opus Dei y los monárquicos conservadores, las aportaciones de historiadores políticos como Joan Thomas sobre las luchas de poder en el interior del régimen franquista.  Pero también es de esperar que en sus estudios sucesivos sobre el régimen franquista historiadores políticos como Joan Thomas u otros presten atención en sus análisis a aportaciones efectuadas por historiadores de la ciencia, como las presentadas en esta entrada, o las efectuadas por Lino Camprubí en su importante libro Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y guerra fría en el Estado franquista (Crítica, 2017).

Foto: Escrivá de Balaguer en Andorra tras el paso de los Pirineos (Fundación Valentí Claverol/Editorial Crítica)

De pie Tomás Alvira, Sainz de los Terreros, José María Escrivá de Balaguer, Pedro Casciaro y Francisco Botella. Sentados personaje sin identificar,  Miguel Fisac y José María Albareda,  Fotografía tomada en Andorra la Vella el 3 de diciembre de 1937. Procedencia Fundación Valentí Clavero/Editorial Crítica

 

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El encuentro de humanistas y científicos de la JAE y de la editorial Calleja en la Revista General hace un siglo

El 1 de diciembre de 1917, el mismo día en el que salió el primer número del diario El Sol, -en el que fijé mi atención en la anterior entrada de esta bitácora (ver aquí) y sobre el que volveré a lo largo de los próximos meses- nació otra publicación, efímera, pero que revela el dinamismo cultural y científico de la sociedad española de hace un siglo.

Me refiero a la Revista General, cuyas características son las siguientes, según la Biblioteca Nacional de España que tiene incorporada esta publicación en su magnífica Hemeroteca Digital:

Publicación quincenal vinculada a la Casa Editorial de Saturnino Calleja, en cuya sede madrileña se indica su lugar de edición, y en la que se van a a dar cita una serie de especialistas en literatura, arte (pintura y escultura), historia y arqueología, filosofía y psicología, derecho, agricultura y ciencias (matemáticas y astronomía), con artículos, críticas y ensayos de alta cultura, pero con la intención de no estar dirigidos también a especialistas sino a orientar al público en general, tal como se señala en su articulo de presentación. La revista aparecerá los días 1 y 15 de cada mes, en números de 34 páginas, compuesta a dos columnas, desde el uno de diciembre de 1917 hasta el 15 de noviembre de 1918, formando una colección de 24 entregas.

En sus páginas convergieron un grupo de humanistas y divulgadores científicos singulares.

Entre los primeros encontramos a cualificados investigadores y creadores vinculados mayoritariamente al Centro de Estudios Históricos de la JAE, que tenía por entonces su sede en unas dependencias de la Biblioteca Nacional, mayoritariamente treintañeros, pertenecientes a la Generación de 1914.  Destacan en ese grupo el filólogo Américo Castro (n. 1885) , a quien le gustaba estar en todas las salsas, el historiador y gran ensayista mexicano Alfonso Reyes (1889) que se encontraba exiliado en Madrid desde 1914,  -y que se hizo responsable en sus inicios de la influyente Hoja de El Sol dedicada a la Historia y a la Geografía-,  los historiadores del arte malagueños Ricardo de Orueta (n.1868) -considerado el político español del siglo XX que más ha hecho por el patrimonio artístico de nuestro país gracias a las iniciativas que adoptó siendo Director general de Bellas Artes durante la Segunda República, y cuya obra sobre el escultor Berruguete acababa de publicar con mimo la editorial Calleja-  y José Moreno Villa (n. 1887), conocido sobre todo por su obra literaria y pictórica, quien vivía en la Residencia de Estudiantes de la JAE desde 1917 como residente-tutor. Próximos a esos humanistas se encontraban el filósofo Manuel García Morente (n. 1886), catedrático de Ética de la Universidad Central de Madrid, y estrechamente vinculado por aquellos meses a tareas educativas en la Residencia de Niños y Niñas de la Residencia de Estudiantes de la JAE y el crítico literario Enrique Díez-Canedo (n.1879), de orígenes extremeños, muy activo en aquel tiempo también en la dominical Hoja Literaria de El Sol, y quien simultaneaba sus clases de Historia del Arte en la Escuela de Artes y Oficios con las de Francés en la Escuela Central de Idiomas.

Entre los segundos cabe destacar al siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora, que también era el encargado de la Hoja de El Sol dedicada a la Biología y Medicina, y otros autores que nos resultan hoy desconocidos, -Manuel Rosillo, Tomás de Martos, C. de Sevilla, Rodrigo Caro de Valbuena, Fernando Baró, probablemente vinculados a las tareas de extensión cultural que promovía la editorial Calleja, especializada en la edición no sólo de obras literarias, sino de libros de texto, cuidadosamente ilustrados. Esta labor fue resaltada por un equipo de historiadores de la educación, coordinado por Julio Ruiz Berrio, en el libro de 2002 La Editorial Calleja, un agente de modernización educativa en la Restauración, editado por la UNED, como se explica en este video.

La importancia de la editorial Calleja en la historia de la educación y de la cultura española es indudable. Los datos son elocuentes. En 1899 publicó 3,4 millones de volúmenes de 875 títulos, y llegó a tener en su catálogo más de mil títulos en 1911 que llegaron a ser 2.289 en 1930, de los que eran cuentos menos de la mitad. En el resto destacaba una célebre colección de libros de medicina.

 

 

 

 

Hubo un momento importante en la historia de esta editorial que nos ofrece claves para entender por qué nació a finales de 1917 la Revista General. A falta de investigaciones ulteriores cabe poner en relación este acontecimiento con el hecho de que los hijos de Saturnino Calleja, el fundador de la editorial, poco después del fallecimiento de su padre, nombraron en 1916 director literario de nuevas ediciones a Juan Ramón Jiménez, y crearon la colección Obras de Juan Ramón Jiménez, además de encargar a su esposa Zenobia Camprubí la traducción de quince cuentos.  De ahí que fuese en 1917 cuando la editorial Calleja publicó la edición completa de Platero y yo y  el Diario de un poeta recién casado que Juan Ramón dedicó a Rafael Calleja, uno de los dos nuevos propietarios de la editorial. Esta obra fue una de las predilectas de Juan Ramón y en ella se encuentra este hermoso poema que no me resisto a reproducir:

Cielo

Se me ha quedado el cielo
en la tierra, con todo lo aprendido,
cantando, allí.

Por el mar este
he salido a otro cielo, más vacío
e ilimitado como el mar, con otro
nombre que todavía
no es mío como es suyo…

Igual que, cuando
adolescente, entré una tarde
a otras estancias de la casa mía
—tan mía como el mundo—,
y dejé, allá junto al jardín azul y blanco,
mi cuarto de juguetes, solo
como yo, y triste…

JRJ, Diario de un poeta recién casado

Es muy posible que como colofón de un año de especial creatividad en la vida del futuro premio Nobel Juan Ramón Jiménez -en el que él y Zenobia vieron la publicación de sus traducciones de cuatro obras del escritor bengalí Rabrindanath Tagore (El jardinero, La cosecha, Pájaros perdidos El cartero del rey)- se animase a impulsar la creación de una revista cultural, financiada por su amigo Rafael Calleja y su hermano Saturnino Calleja Gutiérrez. Para su organización en los aspectos materiales parece ser que contó con la ayuda inestimable del espíritu emprendedor de ese gran crítico literario que fue su amigo Enrique Díez-Canedo, quien también en 1921 le ayudó en la realización de la revista Indice. Tiempo después, ya en la Segunda República, Enrique Díez-Canedo dirigió  la revista de la Sección Hispano-Americana del Centro de Estudios Históricos  de la JAE Tierra Firme, antes de ser embajador de la República Española en las repúblicas del Uruguay y ya en tiempos de guerra de la Argentina. Buen conocedor de la riqueza de las letras hispánicas pronunció al ingresar en la Real Academia Española en 1935 un brillante discurso titulado Unidad y diversidad de las letras hispanas que fue contestado por el gran fonetista Tomás Navarro Tomás, compañero luego de exilio de Enrique Díez-Canedo en tierras americanas.

Conviene fijarse en la personalidad y en la trayectoria del humanista pacense Enrique Díez-Canedo y Reixa (1879-1944) porque él fue el único de los colaboradores de la Revista General que publicó artículos en todos sus números, señal de su compromiso con esa empresa cultural derivada probablemente de su amistad con Juan Ramón Jiménez. Su primer artículo, como se verá en el sumario que se reproduce líneas abajo, versó sobre el teatro -en ese momento él ejercía la crítica teatral en el diario El Sol– pero sus restantes colaboraciones se orientaron, impulsado por su apertura mental y su cosmopolitismo liberal, a una presentación de las literaturas contemporáneas europeas, en concreto de las de Bélgica, Portugal, Rusia, Italia, Dinamarca, Rumanía, Bohemia, Suecia, Hungría, Holanda, Polonia y Grecia. También dedicó una colaboración a la literatura hebrea y seis a la española -tres de ellas a la castellana, y otras tres a la catalana. Por otro lado tradujo en 1917  Las fábulas de La Fontaine para la editorial Calleja, que las ilustró con grabados y láminas en colores de T. C. Derrick.

Enrique Díez-Canedo y los demás colaboradores de la Revista General hicieron un notable esfuerzo comunicador por verter sus conocimientos de manera clara en búsqueda de un público al que deseaban orientar para navegar con criterio en un océano de información que ya por aquel entonces era considerable, y donde la especialización creciente de los saberes hacía perder la perspectiva de conjunto, al fragmentarlos. Dado que nadie podía, ni puede, acceder a toda la información a su alcance el equipo de Revista General puso sobre sus hombros la tarea de orientar el gusto de un público creciente interesado en estar al tanto de los avances de los conocimientos, fuesen científicos o humanísticos.  Que lo lograran no lo sabemos pues carecemos de noticias sobre su impacto cultural.

Pero sí conocemos sus propósitos fundacionales que fueron estos, publicados en la primera página de su primer número del sábado 1 de diciembre de 1917.

Suelen las revistas hacerse por especialistas y para especializados. En lo primero coincide esta REVISTA GENERAL con sus colegas. No así en lo segundo. Pretendemos llamar precisamente al público no versado, no profesional de cada disciplina. El habitual lector de revista busca en ella la quintaesencia de una teoría, la última palabra de un estudio, lo posterior a todos los libros, lo demasiado menudo o reciente para buscarlo en los tratados. Esta REVISTA no excluye de su programa las últimas palabras; pero procurará que, cuando las diga, esté expresa o implícita la primera.

Más que para el que «haya leído todos los libros», escribiremos para el que se proponga empezarlos y quiera que le orienten.

Nos proponemos vulgarizar, instruir, completar culturas.

Nuestra época es de especialización, pero es también de universalidad; y si todos quieren limitarse para dominar profundizando, todos necesitan estar al corriente en las materias ajenas a la ocupación diaria.

Nadie puede hoy leerlo todo; nadie puede excusarse de saber de todo.

A estos problemas apunta nuestro deseo al publicar la REVISTA GENERAL. De cómo empezamos a enfocarlos, son muestras las páginas que siguen. El favor del público marcará después los límites en que han de ir desarrollándose nuestros planes, que son amplios y que nos parecen beneficiosos para la cultura española.

A nuestros colegas dirigimos un saludo muy cordial.

Para hacernos una idea de cómo intentaron materializar los promotores de la Revista General sus propósitos reproduzco a continuación los sumarios de los dos primeros números, publicados a lo largo del mes de diciembre de 1917, hace ahora un siglo.

Sumario nº 1. 1 diciembre 1917

Propósitos.- LITERATURA : A. Palacio Valdés, Confidencia; E. Díez-Canedo, Divagaciones teatrales; Leser, Los clásicos: Virgilio; Virgilio, Fragmentos de La Eneida, y de las Geórgicas.- ARTE: Ricardo de Orueta, La escultura castellana al comenzar el siglo XVI.- HISTORIA: Cristóbal de Reyna, La muerte de Douglas (Episodio del reinado Alfonso XI).- FILOSOFÍA: Manuel G. Morente, La filosofía como virtud.- CIENCIAS: Dr. Gonzalo R. Lafora, La perversión patológica del sentido moral durante la pubertad.- C. de Sevilla, El análisis espectral [con dos ilustraciones: Esquema del espectro solar y rayas de Fraunhöfer; Espectroscopio].- NOVELA: Gastón Leroux.La esposa del Sol.- VARIOS: Indice de la actualidad. Curiosidades. Libros.

Sumario nº 2. Sábado 15 diciembre 1917

 [LITERATURA] :  E. Díez-Canedo, La literatura contemporánea. Bélgica; J. Moreno Villa, ¡Estampas de la calle, la miseria, Señor¡: 3-4; Leser: Los clásicos: Skakespeare: 5- 6 con retrato; Shakespeare: Fragmentos de Hamlet de la traducción de Moratín: 6-9; [ARTE] J. Moreno Villa: Las grandes figuras del Arte: el Greco (5 reproducciones): 10-13; [HISTORIA] Cristóbal de Reyna, La muerte de Douglas (Episodio del reinado Alfonso XI. Conclusión): 13-15; Américo Castro: Los galicismos: 16-17; Manuel Angel: La Dama de Elche y las joyas orientales de España: con 6 ilustraciones: 18-20 [ECONOMÍA]: Pedro Sangro y Ros de Olano: El trabajo a domicilio: 20-21; [CIENCIAS]: Manuel Rosillo: La paralaje del Sol y los pasos de Venus: 21-24; Tomás de Martos: La reproducción de los árboles por acodo y por estaca: 24-25; NOVELA: Gastón Leroux.La esposa del Sol: 26-33; CURIOSIDADES: 34 [La bandera italiana.- Una expedición ártica.- A través de Alaska].- Libros.

El esfuerzo realizado por los colaboradores de la Revista General merece ser conocido por todos los que estén interesados por profundizar en el conocimiento del desenvolvimiento cultural y científico de la sociedad española de hace un siglo. Algunas de sus colaboraciones merecen ser tomadas en consideración por todos los que estén interesados en la historia de nuestra comunicación científica. A este respecto, y para abrir el apetito, quiero llamar la atención sobre el artículo dedicado por un desconocido -por ahora- C. de Sevilla para explicar los orígenes de la ciencia de la espectrología o del análisis espectral, «una de las creaciones más maravillosas del ingenio del hombre», basada en el descubrimiento de las rayas del espectro por el óptico de Munich Joseph von Fraunhofer (1787-1826) que completó los estudios efectuados por Newton sobre la descomposición o dispersión de la luz. Gracias a esa nueva ciencia el conocimiento del Universo se había ampliado, en palabras de C. de Sevilla, hasta límites increibles pues permitía conocer la composicion química de los astros más lejanos gracias a poderosos telescopios.

Ese comunicador explicó a sus lectores cómo el fenómeno de la dispersión de la luz se podía observar dando entrada al rayo luminoso en una habitación oscura por un pequeño agujero practicado en una de sus paredes, y haciéndolo pasar a través de un prisma triangular de vidrio colocado en el agujero mismo. Una banda luminosa formada por todos los colores, siempre dispuestos en el mismo orden, y pasando gradual e insensiblemente, sin solución de continuidad alguna, desde el rojo al violado, se proyecta en el muro de la habitación, enfrente del agujero en el que se halla el prisma,y por donde la luz penetra. Esa banda es el espectro solar, cuyo esquema ofrecía a continuación mediante la siguiente imagen que mostraba las «lineas de Fraunhofer» en el espectro óptico de la luz del sol.

Y en la última parte de su artículo este divulgador científico hizo una descripción del aparato llamado espectroscopio usado para el estudio tanto del espectro solar como de los producidos por cualesquiera otros cuerpos luminosos, pues según explicaba toda luz, sea cualquiera su origen, se dispersa al atravesar el prisma y forma un espectro. Así explicaba a sus lectores la disposición de ese instrumento óptico, explicación que acompañaba de un grabado.

El espectroscopio reviste diversas formas y disposiciones, según el objeto particular a que se destina, pero que siempre tiene por órgano esencial, bien un prisma o una combinación de varios prismas, bien un difractor, instrumento que consiste en una pieza de vidrio  o de metal, rayada por miles de surcos paralelos, que tiene la propiedad de reflejar la luz y dispersarla, formando espectros que sólo en ciertos caracteres no esenciales difieren de los ordinarios que el prisma produce. Los demás órganos que constituyen el espectroscopio están destinados unos a conducir de la mejor manera posible la luz que quiere examinarse a la hendidura que ha de darle paso, y desde ésta, al prisma o al difractor que ha de ocasionar su dispersión y la formación del espectro, y otros a facilitar la observación de este último.

 

Precisamente en ese año de 1917 el mejor espectroscopista español del siglo XX, Miguel Catalán Sañudo (n.1894), se doctoró en Madrid con una tesis sobre la espectroquímica del magneso. El diálogo entre ciencias y humanidades que cultivaron los impulsores de la Revista General también lo llevaría a cabo Miguel Catalán en sus lugares de trabajo como el Instituto-Escuela de la JAE y en su casa al casarse con la gran pedagoga que fue Jimena Menéndez Pidal, hija de Ramón Menéndez Pidal, el patriarca de la Escuela de Filología española, y director del Centro de Estudios Históricos de la JAE, desde su fundación en 1910 hasta su desmantelamiento durante la guerra «incivil».

 


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Noticias sobre el Observatorio astronómico de Madrid en el diario El Sol hace cien años

Hace un tiempo Nicolás Ortega Cantero llamó la atención sobre las colaboraciones del catedrático de instituto Juan Dantín Cereceda en el diario El Sol , iniciadas poco después de que el 1 de diciembre de 1917 comenzase su andadura el que ha sido considerado «el mejor diario de toda la historia periodística española», en palabras de Juan Marichal (1)

Una de las características del diario El Sol fue la importancia concedida a la alta divulgación científica, cuestión que me parece que no ha sido subrayada convenientemente en el congreso internacional celebrado los pasados días 13 y 14 de noviembre para conmemorar el centenario del nacimiento de esa empresa cultural.

Durante más de un año el periódico impulsado por el empresario Nicolás María Urgoiti y el filósofo José Ortega y Gasset incluyó en la última página de todos sus números una «hoja» para tener informados a sus lectores de los grandes problemas y novedades científico-técnicas, que se  organizaron en siete áreas del conocmiento.

Así los lunes el innovador pedagogo que fue Lorenzo Luzuriaga (Valdepeñas 1889-Buenos Aires 1959) se hizo cargo de la sección «Pedagogía e Instrucción Pública«; los martes el discípulo de Cajal, el siquiatra Gonzalo R. Lafora (Madrid 1886-1971) de «Biología y Medicina«; los miércoles el economista y catedrático de Política social y Legislación comparada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid Luis Olariaga y Pujana (Vitoria 1885-Madrid 1976) organizaba la sección de «Ciencias Sociales y Económicas«; los jueves el gran humanista mexicano adscrito entonces al Centro de Estudios Históricos de la JAE Alfonso Reyes (Monterrey 1889-Ciudad de México 1959) tomó la riendas de la sección de «Historia y Geografía«; los viernes el profesor de la Escuela Industrial de Madrid Federico de la Fuente de «Ingeniería y Arquitectura«; los sábados el catedrático de Derecho Político español comparado con el extranjero de la Universidad de Granada Fernando de los Rios (Ronda 1879-Nueva York 1949) de la sección «Derecho y Legislación» y los domingos el catedrático de Instituto y de la Escuela Superior del Magisterio Luis de Hoyos Sáinz (Madrid 1868-1951) de «Agricultura y ganadería«.

Esas hojas diarias contribuyeron de manera decisiva a consolidar el interés por las cuestiones científico-técnicas en la esfera pública de la sociedad española de hace un siglo, y son una magnífica fuente para tomar el pulso al desenvolvimiento de las actividades científicas de aquella época.

Como muestra ofrezco esta reseña publicada por Dantín Cereceda en la sección de Historia y Geografía del diario El Sol el jueves 24 de enero de 1918 que nos permite hacernos una idea de la labor llevada a cabo por una de las instituciones científicas de más solera en la ciudad de Madrid, como es el Observatorio astronómico, en la época en la que fue dirigida por el catedrático de Astronomía esférica y Geodesia de la Universidad Central Francisco Iñiguez e Iñiguez (1853-1922). La trayectoria científica de este astrónomo, que presentó una interesante memoria en el Ateneo de Madrid en el curso 1886-1887 sobre «Aplicación del análisis matemático a las demás ciencias«,  fue estudiada no hace mucho por  Nieves Gordón y Carlos Chocarro en Viaje por el universo del siglo XIX al XXI: Francisco Iñiguez  e Iñiguez y el Observatorio Astronómico de Madrid (Pamplona 2008) y por Iván Fernández Pérez en Aproximación histórica al desarrollo de la astronomía en España(Universidad de Santiago de Compostela 2009).

 

En una entrada anterior  de esta bitácora di cuenta de la situación de esa institución científica en 1913 (ver aquí) y de cuál era su equipamiento científico, parte del cual se puede ahora contemplar en su museo.  Ahora gracias a la siguiente reseña podemos conocer el tipo de producción científica que se hacía en él en 1917 por parte del equipo de siete astrónomos que formaban la plantilla de esa institución científica en 1918: el ya mencionado Francisco Iñiguez Iñiguez estaba acompañado, en efecto, en su quehacer diario por Carlos Puente y Ubeda (1885-1925), Antonio Vela y Herranz (1865-1927), Francisco Cos y Mermería (1864-1943), profesor de Meteorología de la Universidad Central,  Miguel Aguilar y Cuadrado (1869-1925), Victoriano Fernández Ascarza (1870-1934),y Pedro Jiménez Landi, (Madrid 1869-1964) quien fue profesor de Matemáticas en la Institución Libre de Enseñanza entre 1904 y 1924. Dos de ellos, – Miguel Aguilar y Pedro Jiménez- , eran hijos de otros relevantes astrónomos de la segunda mitad del siglo XIX.

He aquí la presentación que hiciera Juan Dantín -cuya labor docente e investigadora vamos siguiendo en esta bitácora- de la producción científica del Observatorio Astronómico de Madrid hace un siglo, en 1917, al presentar a los lectores de El Sol su Anuario.

Anuario del Observatorio de Madrid para 1918.- Un volumen de 731 págs., con un índice de materias. Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico. Madrid 1917.

            La publicación enunciada, análoga en su plan y contenido a la de años anteriores –como ya, en su prólogo, nos advierte el Sr. Iñiguez, jefe del Observatorio- , comienza por una sección astronómica, en que se comprenden efemérides y tablas sobre el sol, la luna, los planetas principales, satélites, cometas periódicos y estrellas, con el aspecto del cielo  y posición relativa de las constelaciones sobre el horizonte de Madrid, a las veintidós horas del día 15 de cada mes.

            Este año de gracia de 1918 tres eclipses tendrán lugar: uno, total de sol (de 8 a 9 de junio), visible en parte del casquete polar septentrional; otro, parcial de luna (24 de junio), visible en casi todo el hemisferio austral, y un tercero, anular, de sol (3 de diciembre), sólo perceptible en la América del Sur. Los tres son invisibles en España.

            Hay en este “Anuario” tres capítulos interesantes, que dan al volumen cierta novedad:

  1. A) Un capítulo con instrucciones para observar debidamente las estrellas variables, por F. Iñiguez.
  2. B) Otro titulado “Contribución al estudio del clima de Madrid”, de serio interés y cuidadosa precisión. Se estudian en él cada uno de los elementos meteorológicos (vientos, presión, temperatura, tensión, humedad, nebulosidad, lluvia), en muy diferentes aspectos y relaciones, de modo que no vienen tomados analíticamente, sino en su compleja coactuación y recíproca y simultánea. Tal es precisamente el clima. El señor don F. Cos, que lo firma, ha utilizado observaciones de cuarenta años seguidos (1860-1899), dilatada serie que merece garantías.
  3. C) Un último, sobre la actividad solar (manchas, flóculos, protuberancias solares, radiación calórica solar), que se debe a trabajos de los Sres. Ascarza (Victoriano) y Tinoco (J.).

            Las observaciones meteorológicas efectuadas en el Observatorio durante el año de 1916 cierran este pequeño volumen, que, repleto de datos interesantes, se hojea con agrado.

J. DANTIN CERECEDA

 

 

Al parecer esos astrónomos realizaban sus observaciones y estudios rodeados de «gentes deshonestas» que elegían el Cerro de San Blas para sus entretenimientos, según se quejara en uno de sus escritos F. Iñiguez, tal y como evoca Pedro Montoliu en su interesante artículo «Oservatorio Astronómico: la acrópolis desde la que Madrid descubrió el espacio».

(1) Juan MARICHAL, Unamuno, Ortega, Azaña, Negrín. El intelectual y la política en España (1898-1936), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, p. 55.


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Eduardo Hernández-Pacheco, estudioso del arte prehistórico, según Juan Dantín: posibles repercusiones posteriores de una reseña en el diario El Sol.

A finales de 1915 un buen observador de la situación del bachillerato en España, como era el caso de Luis de Hoyos y Sainz, elogió la calidad científica de los catedráticos de Instituto, según expuse en mi estudio introductorio al libro Aulas modernas. Quizás Hoyos y Sainz tenía en mente a Juan Dantín Cereceda, cuya labor científica por esos años y su amistad con Ortega y Gasset ya ha sido evocada en esta bitácora, y cuya semblanza e hitos de su labor docente e investigadora hemos trazado en el diccionario on-line JAEeduca. (ver aquí)

Precisamente cuando Ortega y Gasset a finales de 1917 puso en pie ese gran diario político-cultural que fue El Sol llamó a colaborar con él a su amigo Dantín, quien se hizo cargo junto al polígrafo mexicano Alfonso Reyes de la sección de Historia y Geografía, que cerraba el periódico todos los jueves de sus primeros meses de publicación.

De las numerosas reseñas efectuadas por Dantín en los primeros meses de El Sol fijaré ahora la atención en la que hizo el jueves 11 de julio de 1918 de una breve publicación de 24 páginas con tres láminas que había salido a la luz hace un siglo, en 1917. Su autor era el maestro de Dantín Eduardo Hernández-Pacheco, cuya meritoria labor científica como geólogo y prehistoriador a lo largo de más de medio siglo merece ser mejor conocida. Se titulaba Estudios de arte prehistórico. I. Prospección de las pinturas rupestres de Morella la Vella. II. Evolución de las ideas madres de las pinturas rupestres.  Y se había publicado originalmente en  la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tomo XVI. Nº 1 de la segunda serie.

Tres razones me han llevado a dar cuenta de esta reseña de Dantín.

En primer lugar porque se resalta en ella el protagonismo de Eduardo Hernández-Pacheco en los progresos que la prehistoria española efectuó entre 1913 y 1917 gracias a la labor desplegada por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas  en su período de arranque, pues esta institución -auspiciada por la JAE [Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas]- se había fundado en 1912, en una fase de despliegue del sistema científico español. Los trabajos de los integrantes de esa Comisión, que ya han sido mencionados en otras entradas de esta bitácora, les llevaron a efectuar hace cien años el hallazgo de las pinturas rupestres al aire libre más importantes de Europa, según se ha destacado recientemente en las páginas del diario El Mundo.

En segundo lugar porque me ha recordado la reciente comunicación expuesta por Ana Cristina Martins y Fátima Nunes en el XIII Congreso de la SEHCYT (Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas), cuyo libro de resúmenes se encuentra accesible aquí,  celebrado en Alcalá de Henares del 21 al 23 de junio de 2017. Esa comunicación de mis colegas portuguesas se titula «A arqueología nos congressos das Associaçoes espanhola e portuguesa para o progresso das ciências (as duas primeiras décadas). Interesses individuais e vantagens públicas. Vantagens privadas e interesses colectivos)»y se presentó en el simposio «Intercambios científicos luso-españoles entre la JAE y la JEN y en los primeros congresos itinerantes de las Asociaciones Española y Portuguesa para el progreso de las ciencias» que coordiné en el mencionado congreso. En ella sus autoras destacaron la influencia que tuvo la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, en la que jugó un destacado papel Eduardo Hernández-Pacheco, en el desarrollo de la arqueología portuguesa del primer tercio del siglo XX, particularmente en el caso de las actividades de Augusto Mendes Correia, Joaquim M. Fontes y Eugénio Jalhay. Conviene añadir que Eduardo Hernández-Pacheco fue uno de los científicos españoles que con más intensidad cultivó las relaciones científicas con sus colegas portugueses, no solo prehistoriadores, sino también geológos, como apunté en otra de las comunicaciones presentadas en el simposio aludido en la que analicé los significados del Congreso de Lisboa de 1932 de las Asociaciones Española y Portuguesa para el progreso de las ciencias.

En tercer lugar porque también me ha evocado el gran proyecto de historia digital IDEARQ. (Infraestructura de Datos Espaciales de Investigación Arqueológica), cuyas características fueron presentadas en la Primera Jornada científico-técnica en Humanidades Digitales en el CSIC celebrada en el salón de actos del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el martes 27 de junio de 2017, de la que he informado en mi otra bitácora (ver aquí y aquí). Esa infraestructura de datos espaciales, concebida para la publicación online de datos científicos arqueológicos georreferenciados, ha sido creada por la Unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC,y por grupos de investigación del Departamento de Arqueología y Procesos Sociales del Instituto de Historia, liderados por Juan Vicent. Quien navegue por ella encontrará valiosa información sobre una serie de yacimientos de arte rupestre levantino, que empezaron a ser estudiados hace un siglo como se verá por la siguiente reseña aparecida en el diario El Sol el jueves 11 de julio de 1918, firmada por Juan Dantín Cereceda, que transcribo a continuación, enriqueciéndola con información adicional.

E. Hernández-Pacheco. Estudios de arte prehistórico. I. Prospección de las pinturas rupestres de Morella la Vella. II. Evolución de las ideas madres de las pinturas rupestres (Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tomo XVI. Nº 1 de la segunda serie. 24 páginas con tres láminas.- 1917.

I. Las pinturas rupestres de Morella la Vella -situada en el corazón del Maestrazgo- se hallan situadas en un abrigo natural, que defiende el resalte de la peña, y en unas galerías angostas.

 

Vista aérea de los yacimientos de arte rupestres de Morella la Vella

 

 

El conjunto de las pinturas de las galerías corresponde al arte realista particular del Levante de España, que la abundancia de figuras humanas caracteriza, bastando a diferenciarle profundamente del arte magdaleniense de tipo cantábrico.

Las figuras de Morella la Vella son las más pequeñas del arte pictórico paleolítico, al punto que debe tenérselas por verdaderas miniaturas (cuatro o cinco centímetros, y diez en algunos hombres de los dibujados). Representan principalmente escenas de la vida guerrera y cazadora de las tribus habitantes de la región. Los hombres -armados con grandes arcos y largas flechas- aparecen desnudos, tan sólo con algún tocado especial y jarreteras. Bellísimo -excediendo a toda ponderación- es el cuadro de la lucha entre los dos bandos de los siete arqueros: no cabe verismo más acertado ni mayor fluidez pictórica en la expresión. La composición es tan artística como el natural mismo. Es, sin duda, una de las obras maestras del arte prehistórico.

No faltan representaciones de cabras monteses- una de ellas de insuperable realismo- ni de ciervos.

 

El autor sincroniza las figuras y las agrupa -por el estilo y la técnica- en cuatro tipos diversos. Asistimos así al proceso que, comenzando en el más puro naturalismo gradualmente degenera hasta dar en las esquemáticas, estilizadas y convencionales representaciones del neolítico.

II. Los progresos realizados por la prehistoria española en estos últimos cinco años -en los que el autor ha tomado parte tan principal- permiten ya hacer de ella un resumen, en lo posible, cabal, intentando dar con su significación.

Hay una diferencia esencial entre las pinturas trogloditas de la región cantábrica y las de la levantina: en estas últimas, el hombre – aislado o con otros compuesto- ocupa lugar preponderante en la representación pictórica, en tanto que aquéllas son casi exclusivamente zoomorfas (fauna de mamíferos de la época).

En el auriñaciense comienza el arte fósil. Tiene entonces una significación mágica de caza antes que totémica- que en el magdaleniense se acentúa y define con precisión (pinturas de animales, escenas venatorias, del más hermoso realismo).

La idea de caza que inspiró en un principio las figuras zoomorfas trogloditas, es más tarde sustituida -siempre en el sentir del autor- por la de conmemoración de sucesos acaecidos, ya guerreros (combate de los arqueros), ya rituales (danza de mujeres en la cueva de Cogul, Lérida). Esta fase -de fecha más reciente que la anterior- llega hasta el final del capelene o primeros tiempos del epipaleolítico.

 

A su vez, estas dos primeras fases naturalistas se vieron reemplazadas- en tránsito imperceptible- por una tercera de estilización, en la que todo realismo desaparece. Estas figuras esquematizadas – en ocasiones de obscuro simbolismo- parecen tener clara significación funeraria. Son ya de fecha neolítica y eneolítica: en ellas queda cerrado este lento ciclo artístico peninsular. J. DANTIN CERECEDA

Ese interés existente en la sociedad española de 1918 por el arte prehistórico de la Península Ibérica culminaría con la gran exposición de Arte prehistório español de 1921 organizada en Madrid por la Sociedad de Amigos del Arte, y que se celebró en la Biblioteca Nacional con gran cobertura mediática.

Este cartel anunciador fue elaborado por Francisco Benítez Mellado (Bujalance 1883-Santiago de Chile 1962). Los dibujos y calcos de las pinturas rupestres efectuados por este artista en el seno de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, a la que se incorporó en 1915, han sido recuperados recientemente en la magnífica exposición «Arte y naturaleza en la Prehistoria» que tuvo lugar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid entre el 19 de noviembre de 2015 y el 19 de mayo de 2016, comisariada por Begoña Sánchez Chillón.  Pero el pluriempleado Francisco Benítez Mellado, como muy bien lo define Margarita Díaz-Andreu en un magnífico artículo publicado en la revista Pyrenae en 2012 (ver aquí),  también fue a partir del curso 1920-1921 profesor de dibujo del Instituto-Escuela  que hanía sido creado por la JAE en 1918. De su plantel de profesores también formó parte Juan Dantín entre 1918 y 1921. ¿Conversaron sobre el arte rupestre español Benítez Mellado y Dantín? No lo sabemos. Pero sí hemos podido conocer recientemente en las XII Jornadas de los Institutos Históricos celebradas en Murcia entre el 3 y el de julio de 2017, gracias a una interesante comunicación presentada por la catedrática de Geografía e Historia del IES Isabel la Católica Encarnación Martínez Alfaro, un proyecto  llevado a cabo durante el curso 2016-2017 con los alumnos de ese centro educativo sobre la vida y obra Francisco Benítez Mellado,  quien compartió interés sobre el arte prehistórico con Dantín Cereceda, y experiencia docente en el Instituto-Escuela, cuyo centenario celebraremos el año próximo.

Francisco Benítez Mellado se trasladaría en 1950 a Chile para reencontrarse con sus hijos, exiliados allí. En los doce años que vivió en ese país andino tuvo la oportunidad de ilustrar en 1952 la reedición de Los aborígenes de Chile, publicada originalmente en 1882 por ese gran anticuario que fue José Toribio Medina, corresponsal del gran americanista español Marcos Jiménez de la Espada, uno de mis héroes científicos. En estos días he podido disfrutar también de las interesantes observaciones hechas por  mi colega de la red LAGLOBAL Jorge Cañizares de su lectura de El veneciano Sebastián Caboto al servicio de los reyes de España, (ver aquí), otra de las innumerables obras publicadas por ese relevante historiador que fue JoséToribio Medina, cuya biblioteca es digna de ser visitada en Santiago de Chile.


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La etapa inicial del instituto republicano Calderón de la Barca en medio de las disensiones entre Unamuno y Azaña

A la espera de hacer un estudio pormenorizado de la breve existencia que tuvo el Instituto Calderón de la Barca creado por la Segunda República, como el que ha efectuado Rebeca Herrero para el caso de otro instituto republicano madrileño como fue el Quevedo en el libro Aulas modernas, puede ser de interés fijar la atención en un reportaje periodístico publicado por el diario Luz el 18 de noviembre de 1932 sobre esa iniciativa educativa republicana, de cuyo claustro inicial se ofreció información en la entrada anterior de esta bitácora (ver aquí).

Ese reportaje se titulaba «La obra de la República. Los nuevos Institutos de segunda enseñanza. El de Calderón de la Barca». En él un redactor del periódico Luz que por esas fechas dirigía el pedagogo y diputado de Acción Republicana Luis Bello, del círculo íntimo de Manuel Azaña pues le acompañaba por aquellas fechas en sus paseos por las afueras de Madrid,  entraba en las instalaciones de ese flamante instituto y entrevistaba al director del Instituto, el catedrático de Física y Química Salvador Velayos González, quien ofreció un vívido testimonio de las dificultades iniciales que tuvo que afrontar para que ese Instituto pudiese abrir sus puertas en el curso 1932-1933.

He aquí parte de ese reportaje de Luz.

Este Instituto ha sido establecido en el edificio que los jesuitas tenían en la calle de Alberto Aguilera, y que, al abandonarlo, desmantelaron y destrozaron sañudamente. Seguramente recordará todavía el lector las fotografías que se publicaron en algunos periódicos, y que tanta indignación produjeron. Lo que hicieron los frailes es algo increíble en personas que se dedicaban a la enseñanza.

Pues bien: al Instituto Calderón de la Barca se le adjudicó solamente el segundo piso de ese edificio. Su estado era tal, que en los primeros días de curso no hubo posibilidad de dar clases. Sin embargo, la fuerza de voluntad y el entusiasmo de su director, D. Vicente (sic por Salvador) Velayos, -quien ya tenía experiencia en la gestión de un centro docente pues había sido director del Instituto de Lugo-, obró milagros, y bien pronto quedaron abiertas las aulas. Justo es consignar aquí, con el aplauso al Sr. Velayos, otro al Claustro  [formado por el catedrático de Filosofía Mariano Quintanilla Romero, los catedráticos de Matemáticas Miguel del Río Guinea y Amós Sabrás Gurrea, el de Literatura Rafael Lapesa Melgar, el de Latín Antonio Roma Rubíes, la catedrática de Geografía e Historia María Elena Gómez-Moreno, el de Francés Antonio Machado Ruiz, el de Agricultura y Técnica Agrícola e Industrial Angel Hernansáenz Meoro, el de Historia Natural Enrique Alvarez López, el de Dibujo Eduardo Rojas Vilches y el de Educación Física Luis Rojas Calvo], y muy especialmente al catedrático de Matemáticas y diputado a Cortes Sr. Sabrás [de quien se reprodujo la siguiente fotografía impartiendo una clase rodeado de sus alumnos entre los que a lo mejor se encontraba Eduardo Haro Tecglen que guardaría buenos recuerdos de las clases de ese diputado socialista, exiliado a la República Dominicana]

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Normalizada ya la vida docente, comenzó la lucha por obtener para el Instituto algo más que el segundo piso. El Sr. Velayos quería las tres plantas del edificio, pero la necesidad de locales para otros centros hizo que los deseos del director- que, seguramente, serían también los del ministro [de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos]- no prosperasen. Y, al fin, se ha dispuesto que parte de la Escuela de Arquitectura se instale en el principal, y se ha adjudicado al Instituto la planta baja y el segundo piso. 

– Es lástima -nos dice el Sr. Velayos-, porque podía haber sido este Instituto un verdadero modelo, aparte de que nuestro local tiene que ser muy grande, porque acaso sea éste el establecimiento de más matrícula que hay en Madrid. 

El Sr. Velayos, siempre que se habla de la labor que ha realizado, pone especial empeño en atribuir todo lo hecho a sus compañeros de Claustro, cuya ayuda y consejo solicita siempre.

– Este Claustro -insiste- está animado de los mejores deseos y siente el mayor entusiasmo por secundar las inspiraciones del Gobierno para acercar la segunda enseñanza al pueblo, hacerla más humana y dar a los alumnos todas las facilidades posibles.

Actualmente, se dan todas las clases en el segundo piso, pero en adelante, con la concesión de la planta baja, irán a ésta los alumnos de los primeros años, y en ella se instalarán también el patio de recreo, las oficinas administrativas y cinco aulas. Estas, así como las del segundo piso, son hermosas y están dotadas de material moderno de toda clase. Lo que fue sala de Electrotecnia ha sido convertido en laboratorio de Física y museo de Historia Natural. El laboratorio de Química, que quedó destrozado por completo, ha sido restaurado, y es verdaderamente magnífico. 

Pero el Claustro no se ha limitado a esta labor de restauración ni a la puramente docente de la cátedra, sino que ha creado una llamada Permanencia, que es un término medio entre la ausencia y el internado.

Por una cantidad insignificante al mes, el alumno, que ha dado sus clases por la mañana, pasa la tarde en el Instituto, y allí los profesores conviven con ellos, les dan explicaciones complementarias, les adiestran en el estudio, fomentan su afición a éste haciéndoselo agradable, les dan consejos, les hacen relatos instructivos y, finalmente dirigen sus juegos, con miras al sport y al perfeccionamiento físico, en el gran patio central que tiene el edificio. [Una vista de él se aprecia en la otra fotografía que ilustraba este reportaje periodístico. En ella, como se puede apreciar, destaca un numeroso grupo de alumnas, que irrumpieron masivamente en las aulas de los institutos republicanos como ha mostrado Rebeca Herrero en su mencionada contribución al libro Aulas modernas, simulan hacer una tabla gimnástica, orientadas por su profesor de Educación Física.]

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Y como remate de esta magnífica labor complementaria, se organizan excursiones, que los alumnos irán haciendo escalonadamente, y visitas a laboratorios, museos y centros industriales.

He ahí la gran labor cultural de que la República puede envanecerse. Y puede envanecerse porque si, en otras épocas, se quiso intentar algo parecido, nada se logró: faltaba el entusiasmo en todos, que ahora ha hecho posible el progreso de la enseñanza, y que ha de transformar a España en un espacio de pocos años.

Sin embargo en otro de los institutos republicanos creados en Madrid en el verano de 1932, como el instituto Velázquez, la situación no era tan halagüeña para las fechas en las que se publicó el reportaje del diario Luz del que he dado cuenta. En efecto el viernes 25 de noviembre de 1932 a la salida de las clases, hacia la una de la tarde, hubo en las inmediaciones de ese instituto un serio altercado con puñetazos de por medio entre dos bandos existentes en el Instituto -el de los católicos y el de la F.U.E-, que tuvieron que ser disueltos por el personal de la Comisaría de Buenavista, según información que transmitió el diario El Sol al día siguiente que transcurriesen esos hechos, que también menudeaban en las aulas universitarias.

Tres días después, el lunes 28 de noviembre, Miguel de Unamuno, – de cuya etapa de desterrado en Fuerteventura durante la dictadura de Primo de Rivera se está proyectando actualmente la película La isla del viento–  quien en el otoño de 1932 era diputado y presidente del flamante Consejo Nacional de Cultura y vivía en aquellos días «un instante de gran pesimismo» dio una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre «El momento político de la España de hoy», en la que marcó distancias de manera vehemente con la labor política de la conjunción republicano-socialista. Afirmó, entre otras reflexiones, que la revolución se estaba haciendo «con actos verdaderamente temerarios, como fue la quema de los conventos y la disolución de la Compañía de Jesús y confiscación de sus bienes por el subterfugio del cuarto voto» [de obediencia al Papa], cuestiones con las que mostró su disconformidad expresando su opinión, según recogió un periodista de El Sol en su edición del 29 de noviembre, de «que este modo de producirse concluye siempre en hechos sangrientos».

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Esa conferencia que abría un ciclo organizado por la sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid tuvo una amplia resonancia. El primer ministro Manuel Azaña en las reflexiones del 29 de noviembre de su diario se hizo eco de ella en los siguientes términos: Ayer en el Ateneo pronunció Unamuno su anunciada conferencia. Gran golpe de gente, según cuentan. La conferencia ha sido lastimosa. Una estupidez, o una mala acción. Le gritaron. Mucha gente se indignó con Unamuno. Si todos le hubieran hecho el mismo caso que yo, desde que le hice el artículo del leonero [se refiere a su artículo «El león, D. Quijote y el leonero» que publicó en el semanario Españaque tanto le mortificó, se evitarían el indignarse.

En esa atmósfera empezó su andadura el Instituto Calderón de la Barca y otro instituto republicano madrileño como el Nebrija, de cuyas interioridades se dará cuenta en una próxima entrada de esta bitácora.


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Los primeros profesores de los institutos de enseñanza secundaria creados por la Segunda República en Madrid

En el marco del impulso dado a la segunda enseñanza por la Segunda República española el ministerio de Instrucción Pública, dirigido por el socialista Fernando de los Ríos, dotó a la ciudad de Madrid de tres nuevos institutos durante el verano de 1932.

Dos de ellos -el Nebrija y el Calderón de la Barca- ocuparon edificios que habían pertenecido a los jesuitas, cuya orden fue disuelta a principios de 1932. Así el Nebrija ocupó las instalaciones del gran colegio jesuita de Chamartín de la Rosa

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Foto de Andrés Fabert de 1925 de la fachada y los jardines del colegio jesuita de Chamartín de la Rosa

Con destino al Instituto Nacional de Segunda Enseñanza de Antonio de Nebrija fueron nombrados los siguientes profesores:

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Para la cátedra de Literatura española el poeta canario Fernando González Rodríguez  (Telde 1901-Valencia 1972), quien políticamente estaba en la órbita de Acción Republicana el partido de Manuel Azaña, y había obtenido la cátedra en 1930.

Para la de Historia Natural a Federico Bonet Marco (1906-México 1980), quien tras licenciarse en Medicina y doctorarse en Ciencias Naturales había obtenido la cátedra del Instituto de Zafra también en 1930. Simultaneó sus tareas docentes en los años republicanos con una labor investigadora en el Museo Nacional de Ciencias Naturales y con la enseñanza en la Facultad de Veterinaria. Este destacado disícpulo de Ignacio Bolívar, relevante entómologo y director de la mencionada institución científica, sería uno de los integrantes de la diáspora científica republicana en México tras haber combatido durante la guerra civil en el batallón Félix Barzana fomado por profesores afiliados a la FETE de la UGT.

Para la de Física y Química a Cándido Francisco Fernández Anadón (Zaragoza 1903-1987), quien había sido catedrático de esa asignatura en los institutos de Orense desde 1925, y de Avila desde 1930.

Para la de Geografía e Historia a Amós Ruiz Lecina (Logroño 1897-México 1954),  quien había sido catedrático en el Instituto de Reus. Fue diputado socialista por la circunscripción de Tarragona en las tres elecciones celebradas durante la Segunda República y fallecería en el exilio en México.

Para la de Agricultura a Simón Paniagua Sánchez (Carpio de Azaba [Salamanca 1899 o 1900] -?, quien tras obtener el título de ingeniero agrónomo en 1931 y licenciarse en Ciencias Químicas en la Universidad de Madrid en 1932 obtuvo la cátedra de Agricultura y Técnica Agrícola en agosto de 1932. Desde julio de 1931 era afiliado a la Agrupación Socialista de Madrid, llegando a ser tesorero de la UGT. En 1935 obtuvo la cátedra de Física General y Técnica Micrográfica de la Escuela de Ingenieros Agrónomos. Finalizada la guerra civil se exilió en Francia y posteriormente en México donde llegó a bordo del Sinaria en junio de 1939, cuando aún no había cumplido los cuarenta años.

Para la de Filosofía a José Chacón de la Aldea (Toledo 1891-?), catedrático desde 1917 y que había sido docente en los institutos de Córdoba y Las Palmas donde fue un destacado masón en los años republicanos. En 1929 había realizado un viaje de estudios a París otorgándole la Junta para Ampliación de Estudios la condición de pensionado.

Para la de Dibujo a Aurelio Vicén Vila, quien había sido profesor en el Instituto de Soria hacia 1918, y más tarde se trasladó a Mahón, donde en 1922 era secretario del Ateneo Científico, Literario y Artístico de Mahón, según han mostrado Llorenç Gelabert Gual y Xavier Motilla Salas.

Para la de Latín al valenciano, nacido en Manises, José Albiñana Mompó, doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Central con una tesis sobre Orígenes de los idiomas novolatinos , traductor hacia 1920 de la Historia de la civilización ibérica de Oliveira Martins y en 1927 de La leyenda del Cid Campeador de Alexandre Arnoux y autor en 1932 de una Nueva antología latina.

Para la de Francés a Rosario Fuentes Pérez, quien había ingresado en el profesorado de enseñanza secundaria por real orden de 22 de junio de 1928, junto a otras profesoras según ha mostrado Natividad Araque en su contribución al libro Aulas modernas. Casada con Fernando González Rodríguez sería depurada junto a su marido al finalizar la guerra como ha mostrado María Antonia Salvador González (ver aquí).

Para las de Matemáticas al castellonense nacido en 1902 Federico Alicart Garcés, cuya primera cátedra la tuvo en el instituto de Melilla. Considerado un pionero en el cálculo analógico su biblioteca se conserva en la Universidad Jaume I de Castellón, y también se designó a Enrique Selfa Más.

El cuerpo directivo del Instituto Nebrija estuvo configurado inicialmente por el director Fernando González Rodríguez, catedrático de Lengua y Literatura Española; el vicedirector Federico Alicart Garcés, catedrático de Matemáticas; el secretario José Chacón de la Aldea, catedrático de Filosofía y el vicesecretario Amós Ruiz Lecina, catedrático de Geografía e Historia.

El Instituto Calderón de la Barca se instaló en la que había sido sede del ICAI (Instituto Católico de Artes e Industrias) que tenían los jesuitas en la calle madrileña de Alberto Aguilera junto a su convento que había sufrido un incendio por ataques anticlericales en mayo de 1931 .

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Incendio de la sede del Instituto Católico de Artes e Industria (ICAI) el 11 de mayo de 1931. Ardieron veinte mil volúmenes de su biblioteca y desapareció el archivo del paleógrafo García Villada

El primer cuadro de profesores del Instituto Calderón de la Barca, entre cuyos alumnos se encontraría ese niño republicano que fue Eduardo Haro Tecglen, fue el siguiente:

La cátedra de Física y Química la ocupó Salvador Velayos González, quien había sido director del Instituto de Lugo, y padre del que sería notable físico Salvador Velayos Hermida.

La de Filosofía el segoviano Mariano Quintanilla Romero (1896-1969), quien había sido catedrático en los institutos de Osuna y Zamora. Había ayudado en su ciudad natal a promover la Universidad Popular. En la posguerra, tras ser sancionado por la dictadura franquista, trabajó como profesor en colegios privados de Olmedo y Medina del Campo. Fue reintegrado a la enseñanza oficial en 1949.

Para la cátedra de Matemáticas se designaron dos profesores: Miguel del Río Guinea, nacido en Vitoria-Gasteiz en 1873, y que llegaría exiliado a Mexico, vía Veracruz, el 13 de junio de 1939. Hacia 1914 era profesor del Instituto de Cáceres, donde se casó con la institucionista Juana Ontañón y Valiente (1886-1972). Luego vivirían durante casi dos décadas en Pamplona antes de su instalación en Madrid. Y Amós Sabrás Gurrea (1890-1976), quien había sido catedrático en el Instituto de Educación Secundaria de Huelva, donde fundó en 1923 el Ateneo Popular, y fue por dos meses el primer alcalde republicano. Ingresó en la francmasonería en marzo de 1925 con el nombre simbólico de «Newton» y fue durante la Segunda República diputado a Cortes por el Partido Socialista Obrero Español. En 1933 sería elegido presidente de la Asociación de Catedráticos de Institutos Nacionales de Segunda Enseñanza. Tras la guerra se exilió en la República Dominicana, regresando a España en 1960.

Para la de Literatura Española al valenciano Rafael Lapesa Melgar (1908-2001), quien se había formado como filólogo en el Centro de Estudios Históricos de la JAE doctorándose con un estudio sobre El dialecto asturiano occidental en la Edad Media. En 1930 ganó por oposición una cátedra de instituto de enseñanza media en Lengua Española y Literatura, que desempeñó en Madrid (1932-1941), Oviedo (1942) y Salamanca (1942-1947). Posteriormente, de 1947 a 1978, desempeñaría la cátedra de historia de la lengua española en la Universidad Complutense de Madrid. En 1986 fue premio Príncipe de Asturias de las Letras.

Para la de Latín el leridano Antonio Roma Rubíes (1872-1967) quien era catedrático de Lengua Latina desde 1903 desarrollando su carrera docente fundamentalmente en el Instituto de Jerez de la Frontera. En octubre de 1920 ingresó en el PSOE y fue teniente de alcalde del ayuntamiento de Jerez tras las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 y posteriormente diputado del PSOE a Cortes por Cádiz. Tras la guerra fue detenido en Valencia el 8 de mayo de 1939 y encarcelado unos años. Tras su puesta en libertad sobrevivió dando clases particulares de latín y griego.

Para la de Geografía e Historia a María Elena Gómez Moreno (1907-1998). Esta hija del historiador del arte y arqueólogo Manuel Gómez-Moreno, uno de los humanistas más relevantes del Centro de Estudios Históricos de la JAE, había obtenido su cátedra en 1930. Tras unas estancias breves en los institutos de Osuna y San Sebastián recaló en Madrid donde llevaría a cabo una larga carrera docente e investigadora.

Para la de Francés al gran poeta Antonio Machado Ruiz (1875-1939), quien se incorporó al instituto madrileño Calderón de la Barca tras haber sido catedrático en los institutos de Soria (1907-1912), Baeza  (1913-1919)y Segovia (1920-1931).  Fallecería en tierras francesas, en el pueblecito de Colliure, poco después de exiliarse y atravesar la frontera en unas trágicas circunstancias, el 22 de febrero de 1939.

Para la de Agricultura y Técnica Agrícola e Industrial a Angel Hernansáenz Meoro, quien había sido catedrático previamente en los institutos de Osuna y Orihuela  y que en 1933 obtendría una pensión de la JAE para hacer estudios en Francia durante dos meses sobre la enseñanza de las ciencias naturales.

Para la de Historia Natural al madrileño Enrique Alvarez López (1897-1961), quien había sido catedrático desde 1920 en los institutos de Huesca y de Cádiz, donde también fue director y alcalde del ayuntamiento republicano, como representante de la Agrupación al Servicio de la República, desde el 12 de junio de 1931 dimitiendo un año después con motivo de su traslado a Madrid. Durante las décadas de 1940 y 1950 simultaneó sus labores docentes en el Instituto Cervantes de Madrid con las llevadas a cabo en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, llegando a redactor jefe de los Anales del Instituto Botánico A. J. Cavanilles y presidente en 1953 de la Real Sociedad Española de Historia Natural. En esos años efectuó diversas aportaciones a la historia de las ciencias naturales en el ámbito cultural hispánico.

Para la de Dibujo a Eduardo Rojas Vilches, quien había sido profesor en el Instituto de Huelva.

Para la de Educación Física a Luis Rojas Calvo.

El equipo directivo inicial del Instituto Calderón de la Barca estuvo formado por el director Salvador Velayos González, catedrático de Física y Química; el vicedirector Miguel del Río Guinea, catedrático de Matemáticas; el secretario Mariano Quintanilla Romero, catedrático de Filosofía y el vicesecretario Enrique Alvarez López, catedrático de Historia Natural.

El tercer centro educativo de los que estoy dando noticia -el Instituto Velázquez-, se instaló en la madrileña calle homónima, en el nº 74 según el callejero del Madrid de 1932. Tras la guerra civil sería sede durante unos años del IES femenino Beatriz Galindo.

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Perspectiva de la madrileña calle Velázquez hacia 1930

Se designó a los siguientes profesores para ocupar sus diversas cátedras:

Para la cátedra de Latín al valenciano Juan Sapiña Camaró (Cullera 1905-México DF 1974), quien previamente había enseñado en los institutos de Tarragona, Teruel, donde ayudó a fundar la UGT y la Agrupación Socialista de esa ciudad, Zaragoza y Castellón. Tradujo al castellano la obra de Dante Alighieri De Monarchia. En las elecciones generales de 1931 fue elegido diputado del PSOE por Castellón. Durante la guerra civil sería entre 1937 y 1939 Director General de Minas y Combustibles. Durante su exilio en México fue profesor del Colegio Franco-Español, gerente general y director de publicaciones de la editorial Renacimiento. Además fue subdirector del Diccionario Enciclopédico UTEHA (Unión Tipográfica Editorial Hispano Americana) (1950) y de la Enciclopedia Cultural Contón (1957) y director del Diccionario González Porto (1971).

Para la de Filosofía al andaluz Antonio Bernárdez Tarancón (Jerez de la Frontera 1882-?). Este profesor había sido a principios de la década de 1920 catedrático en el Instituto General y Técnico de Cáceres, y posteriormente del Instituto de Bilbao y era autor de obras como «Evolución de la Psicología y sus métodos» y «Juvenal y su ambiente histórico-científico: comentarios a la primera sátira». Durante la guerra civil se trasladaría al instituto Luis Vives de Valencia, ciudad en la que fue testigo el 3 de enero de 1939, junto a María Moliner, del matrimonio del filólogo Antonio Rodríguez Moñino, quien se había adscrito al partido de Azaña Acción Republicana en el verano de 1932, con María Brey, tía  segunda del  actual presidente del gobierno español Mariano Rajoy Brey.

Para la de Agricultura a Cayetano García Gutiérrez, quien en febrero de 1940 se encontraba en la séptima y última escala del escalafón de catedráticos de institutos.

Para la de Francés a Manuel Núñez de Arenas (Madrid 1886-Paris 1951), quien tras su exilio en tierras francesas durante la dictadura de Primo de Rivera obtuvo una cátedra en el Instituto de Alicante, antes de recalar en el Instituto Velázquez. Este catedrático se había doctorado en 1915 en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid con una tesis sobre el científico y socialista utópico Ramón de la Sagra. Previamente, en 1911, había ingresado en el PSOE creando la Escuela Nueva ese mismo año como centro de estudio y divulgación para la acción social. Una década después, al ser partidario de la Tercera Internacional, se dio de baja en el PSOE para incorporarse al Partido Comunista de España, exiliándose en 1924 en Burdeos, donde fue profesor de su Universidad. Durante la guerra civil trabajó en el Instituto Obrero de Valencia. Tras la derrota republicana se exilió nuevamente a Francia donde estuvo preso por sus actividades antifascistas entre 1942 y 1943, incorporándose al sistema educativo y científico francés a partir de 1945, primero en la Universidad de Burdeos y luego en la Escuela Normal Superior de Saint-Cloud.

Para la de Matemáticas a Antonio Tuñón de Lara, y a Carlos Calvo Carbonell. El primero había sido catedrático desde 1908 de los institutos de Canarias, Avila y Almería, donde presidió su Ateneo y fue líder del partido Republicano Radical. Entre abril y julio de 1931 fue gobernador civil de Cáceres y diputado a Cortes. Masón, en los años republicanos fue estrecho colaborador de Diego Martínez Barrio y de Alejandro Lerroux. Tras la guerra continuó vinculado al Instituto de Almería hasta 1949. Fue tío del historiador Manuel Tuñón de Lara. El segundo, Carlos Calvo Carbonell fue cuñado de José Gutiérrez-Ravé, un periodista de ABC conservador y monárquico. En la década de 1950 fue colaborador de la Gaceta Matemáticala revista que publicaba el Instituto «Jorge Juan» de Matemáticas y la Real Sociedad Matemática Española.

Para la de Geografía e Historia a José Terrero Sánchez (1886-1961). Había sido catedrático del Instituto de Jerez. Militante del Partido Republicano Radical fue elegido diputado por Huelva en las elecciones celebradas el 28 de junio de 1931.  Permaneció en ese cargo hasta el 9 de octubre de 1933. Presidió la Comisión de Instrucción Pública en las Cortes Constituyentes. Fue coautor del libro colectivo El Evangelio de la República: la Constitución de la Segunda República Española comentada para niños para uso de escuelas e institutos, que fue publicado en Madrid en 1932 por el Instituto Samper. En abril de 1934 tomaría posesión del gobierno civil de Valencia. Durante el franquismo continuó como catedrático de instituto, aunque en régimen de excedencia. En 1965 publicó una Historia de España.

Para la de Física y Química a Jenara Vicenta Arnal Yarza (Zaragoza 1902-Madrid 1960), doctora en Ciencias desde 1928 y catedrática de Física y Química desde 1930 siendo sus primeros destinos los institutos de Calatayud, Infanta Cristina de Barcelona y el de Bilbao antes de incorporarse al madrileño Velázquez. Su trayectoria docente e investigadora ha sido trazada por Natividad Araque en el portal en construcción JaeEduca, resultado de dos proyectos de investigación que estoy coordinando. (ver aquí).

Para la de Lengua y Literatura española al gran poeta y crítico literario Gerardo Diego Cendoya (Santander 1896-Madrid 1987), catedrático de esa asignatura desde 1920. Antes de llegar al Instituto Velázquez había impartido clases en los institutos de Soria, Gijón y Santander, ciudad en la que había dirigido dos de las más importantes revistas literarias de la generación del 27 Lola Carmen, habiendo obtenido en 1925, antes de llegar a los 30 años, el Premio Nacional de Literatura. Tras la guerra civil, en la que manifestó sus simpatías por el bando rebelde al gobierno republicano, se incorporó al Instituto madrileño Beatriz Galindo, donde permaneció hasta su jubilación. En 1979 obtuvo el premio Cervantes junto a Jorge Luis Borges. Actualmente una fundación mantiene vivo su legado

Para la de Historia Natural a Carlos Vidal Box (1906-1970), quien antes de incorporarse al Instituto Velázquez había sido auxiliar del catedrático de la Universidad Central Eduardo Hernández-Pacheco. Durante el franquismo sería de uno de los profesores más interesados en promover la enseñanza ambiental de las ciencias naturales publicando importantes trabajos como Didáctica y Metodología de las Ciencias Naturales en la Enseñanza Media de 1961. Años después, tras fallecer Franco, el CSIC dio a conocer en 1976 su obra póstuma Guía de recursos pedagógicos en Madrid y sus alrededores. Fue asimismo autor de un conjunto de bloques-diagrama para el estudio de los relieves y la geomorfología del terreno tanto de la Península Ibérica como de otras zonas del continente europeo, y que actualmente se encuentran distribuidos en diversos centros educativos como el IES Vega del Turia de Teruel.

Para la de Dibujo a Angel Hernández Mohedano, quien había sido profesor durante muchos años en el Instituto de Cabra, habiendo diseñado hacia 1930 la espectacular vidriera de su patio de cristales. Precisamente en octubre de 1932 se trasladó a ese instituto el presidente de la República Niceto Alcalá-Zamora, antigo alumno de ese centro educativo, para inaugurar el curso académico 1932-1933 en compañía del ministro Fernando de los Ríos.

Para la de Educación Física al médico Ricardo Pradels (Zaragoza 1876-?), quien había sido profesor en los Institutos de Palencia y de Logroño y autor de la obra El Libro de la Salud,  publicado en Barcelona en 1914.

Su equipo directivo inicialmente estuvo integrado por  el director Antonio Bernárdez Tarancón, catedrático de Filosofía; el vicedirector Gerardo Diego Cendoya, catedrático de Lengua y Literatura; el secretario Manuel Núñez de Arenas, catedrático de Francés y el vicesecretario Juan Sapiña Camaró, catedrático de Latín.

Para saber más:

Diario Luz 8 septiembre 1932 p. 2; 15 septiembre 1932 p.2; 27 septiembre 1932 p.2; 30 septiembre 1932 p.15

Vicente José FERNÁNDEZ BURGUEÑO, «Los institutos republicanos madrileños (1931-1939) y su plantilla de Catedráticos», en Leoncio López-Ocón, editor, Aulas modernas. Nuevas perspectivas sobre las reformas de la enseñanza secundaria en la época de la AJE (1907-1939), Madrid, Dykinson-Universidad Carlos III, 2014, pp. 249-285. Accesible aquí


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Acto festivo republicano en la sierra de Madrid: la inauguración de la Fuente de los Geólogos en junio de 1932

En el año 2013 una parte de la sierra de Guadarrama, divisoria natural entre las dos Castillas y unida estrechamente a la ciudad de Madrid desde hace largo tiempo, fue declarada parque nacional. Con tal motivo el Instituto Geológico y Minero de España ha auspiciado en 2015 la publicación del magnífico libro colectivo El Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Cumbres, paisaje y gente, editado por Miguel Mejías Moreno, accesible aquí.

El Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama

En uno de sus capítulos el gran geógrafo Eduardo Martínez de Pisón efectúa un apasionante recorrido por su imagen cultural. En él expone cómo los artistas, fuesen literatos o pintores, y científicos se han aproximado a ella, fundamentalmente desde el siglo XVII, que es la época en la que «arranca el sentimiento del Guadarrama con caracteres modernos». En la página 92 de su texto Martínez de Pisón alude a que un hito fundamental en la valoración cultural de esa sierra fue el homenaje que se hizo en 1932 en la Fuente de los Geólogos a los naturalistas Casiano de Prado (1797-1866), José Macpherson (1839-1902), Salvador Calderón (1851-1911) y Francisco Quiroga (1853-1894) por ser los «primeros geólogos que estudiaron el Guadarrama y fueron sembradores de cultura y amor a la naturaleza». Así dice la placa inserta en esa fuente, inaugurada el domingo primaveral de 12 de junio de 1932 según se ha recordado recientemente en una curiosa guía del turista friki. (ver aquí).

Esa alusión de Martínez de Pisón es muy somera, así como otra dedicada a ese evento efectuada en el capítulo tercero del mencionado libro titulado»El descubrimiento científico de la sierra de Guadarrama: origen del desarrollo de la geología en España». Por ello me ha parecido pertinente en esta entrada acercarme con más detalle al contexto en el que se produjo la inauguración de la fuente de los geólogos, monumento republicano que aún pervive para solaz de quienes la visitan y se refrescan en sus saludables aguas.

En la organización del acto cumplió un destacado papel la Sociedad Peñalara. De hecho el arquitecto autor de la fuente, Julián Delgado Ubeda, era un destacado montañero integrante de esa sociedad. Ante el encargo que le hizo la Comisaría de Parques Nacionales optó por construir un arco austero de piedra que descansa sobre un pilón, en el que vierte agua un caño de bronce.

Fuente de los Geólogos

No ha de extrañar por tanto que fuese un  periodista deportivo – Angel Cruz y Martín- quien diese cuenta de las características de ese evento en las páginas de la revista ilustrada Crónica con las siguientes palabras:

En la carretera de Madrid a La Granja, cerca del bello puerto de Navacerrada, cara a los Siete Picos majestuosos y rodeada de pinos olorosos y fuertes, brota una fuente, de linfa clarísima y fresca, que en homenaje a la memoria de cuatro ilustres hombres de ciencia, amantes de la Naturaleza por lo que tiene de vida, llevará el nombre de Fuente de los Geólogos. Es un sencillo y precioso monumento- el segundo de los que en el Guadarrama ha levantado la Junta de Parques Nacionales por iniciativa del insigne y modesto sabio, como todos los sabios de verdad, señor Hernández Pacheco, obra del joven y admirable arquitecto don Julián Delgado Ubeda, que en construcciones montañeras tiene un insuperable prestigio, ganado en una labor estimadísima por cuantos las conocen y disfrutan.

Este monumento –que ofrece agua y descanso al caminante- está elevado a la memoria de Casiano de Prado, José Macpherson, Salvador Calderón y Francisco Quiroga, primeros geólogos que estudiaron el Guadarrama y fueron sembradores de cultura y de amor a la Naturaleza, según reza la lápida conmemorativa. La Fuente de los Geólogos ha sido inaugurada con la solemnidad sencilla en cosas de montaña y con el realce prestado con la presencia y el aplauso de personas conspicuas en las esferas de la inteligencia, que saben lo que es la religión montañera, de la que “San” Francisco Giner fue su mejor apóstol.

Cronica 1

En efecto, el ente promotor de la construcción de ese lugar de la memoria científica en pleno corazón de la sierra de Guadarrama había sido la Comisaría de Parques Nacionales, que presidía el aristócrata asturiano Pedro Pidal (1870-1941), y el delegado de Sitios y Monumentos Nacionales de interés adscrito a esa comisaría, que era el hiperactivo catedrático de Geología de la Universidad Central Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965), militante en aquellos meses del partido radical de Lerroux. Más adelante veremos cómo Hernández Pacheco padre, -cuyo hijo Francisco, otro eminente geólogo, estuvo entre el público asistente a ese acto de inauguración-, aprovechó el acto para reivindicar la labor de los geólogos en la sociedad española.

Ahora conviene fijarse en que lo que ocurrió aquella mañana del 12 de junio de 1932 fue un acto de exaltación de la labor cultural, científica y pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), como lo muestran no sólo las intervenciones del rector de la ILE Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935) y de Julián Besteiro (1870-1940) -presidente del Congreso de los Diputados, destacado dirigente socialista y antiguo alumno de la ILE-, sino también la intervención musical de la masa coral del Instituto-Escuela, el innovador centro educativo que venían impulsando los institucionistas desde su creación en 1918 gracias al apoyo de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Ese coro estaba dirigido por el notable compositor y pedagogo valenciano Rafael Benedito Vives (1885-1963), quien aparece en el centro de la siguiente fotografía rodeado de sus alumnas.

alumnas Instituto-Escuela fuente geologos

Manuel Bartolomé Cossío, dada su avanzada edad y sus achaques de salud, no pudo desplazarse al solar donde se emplazó la fuente, pero preparó unas cuartillas que fueron leídas por el presidente de la ILE, el jurista asturiano Manuel Pedregal (1871-1948). Expongo a continuación el contenido de las breves reflexiones de Cossío, de gran interés, por exponer con claridad la labor llevada a cabo por los institucionistas para «domesticar» el Guadarrama. Esa labor  fue impulsada por Francisco Giner de los Ríos quien, para estimular el amor a la Naturaleza patria desde una de las columnas vertebrales de la península ibérica, contó con la inestimable ayuda de sus amigos geólogos. A esos amigos -Macpherson, Calderón y Quiroga- los institucionistas republicanos quisieron rendir homenaje aquel 12 de junio de 1932, pronto hará 85 años.

De los cuatro geólogos cuya gloria cantará desde hoy esta agua sonora, tres fueron de la Institución desde que ella nació hasta que ellos murieron. En la Institución enseñaron, en ella investigaron y, lo que vale más todavía, en ella espiritual y plenamente convivieron.

El año que viene hará precisamente medio siglo que un amanecer del mes de julio de 1883 salía de Villalba por esta misma carretera de Navacerrada un grupo de alumnos y maestros; todos a pie, con su cayado y con su lío al hombro. Era la primera vez que la Institución acometía la conquista de la Sierra. Había ya visitado monumentos y ciudades próximas y lejanas; había deambulado por otras regiones de llanura y montaña; pero la Sierra, esta Sierra, estaba todavía para ella inmaculada.  

¿Quién acompañaba al grupo como maestro geólogo? Salvador Calderón.

Cuando la conciencia pública señala a Giner como apóstol y profeta del amor a la Sierra, ¿habrá quien pueda extrañarse de que su nombre se invoque en este acto al lado del de sus fraternales amigos los geólogos, de quienes tanto aprendiera, a quienes tanto enseñara y a quienes, si viviese sería el primero en glorificar hoy aquí con todo el fuego de su alma inflamada!”

En efecto  Giner, aunque había fallecido en 1915, estaba ominipresente en cualquier evento institucionista. En su proceso de mitificación también participaron los redactores de la revista Crónica al denominarlo «San Francisco Giner».

Giner Cronica 1932

La sentida intervención de Cossío, quien hacía de patriarca de los institucionistas en el primer bienio republicano, fue complementada con el discurso más improvisado del mencionado Julián Besteiro, cuyas palabras fueron escuchadas con atención. Tras contrastar varias fuentes estimo que su discurso pudo ser el siguiente:

Yo no puedo hablar en nombre del Gobierno , porque, como es sabido, no desempeño funciones gubernamentales. Seguramente las Cortes, que por méritos de la suerte más que por merecimientos personales represento, se sentirán compenetradas con la significación de este acto. Pero yo quiero dar a esta intervención mía más bien un carácter sentimental, de reminiscencia, de los días de mi infancia que evocan la ocasión, el lugar y, sobre todo, las bellas palabras del Sr. Cossío, leídas por mi amigo José Pedregal.

Cuando yo tenía trece años mis compañeros y yo seguíamos por estos caminos a nuestros maestros, y aquellos jóvenes maestros seguían a don Francisco Giner y al nuevo espíritu que don Francisco Giner trataba de infundir en el país.

Como ha ocurrido con frecuencia en las épocas de decadencia y en el momento de iniciarse un impulso renovador, los mejores espíritus de aquellos tiempos fueron a buscar ejemplos estimulantes en el Extranjero. Fue el ejemplo de la filosofía alemana llegado a nosotros con Sanz del Río; fue el ejemplo de la filosofía y de la pedagogía inglesas introducido aquí más directamente por D. Francisco Giner.

Y animados de aquel espíritu nuevo seguían a don Francisco Giner por estas montañas los maestros jóvenes y les seguíamos también un puñado de niños, animados de un entusiasmo que nos hacía realizar empresas tal vez superiores a nuestras fuerzas, y cuya significación solamente hoy podemos comprender plenamente.

Era, sin duda, que el injerto de ideales ajenos iba prendiendo en la planta que ahonda sus raíces en el pasado de nuestra historia, como una promesa de una nueva vida nueva y fecunda.

Con frecuencia, en nuestras marchas y expediciones contaban en nuestro espíritu la palabra del viejo poeta:

“Allá a la vegüela de Matadespino, por ese camino que va a Lozoyuela”.

Sin saberlo nosotros íbamos buscando por estos montes, no lo serranillo del Arcipreste, sino la nueva España del porvenir.

Ahora, en esta ocasión, yo veo congregados en torno a la fuente de los geólogos a amigos de la infancia, como Pedregal, como García del Real, como José Cebada, como Palomares, como Pedro Blanco, y me parece que estoy viendo marchar a nuestro lado a D. Francisco Quiroga, con su bondad juvenil y su cabellera blanca, o me siento transportado a orilla del Tormes y veo aparecerse a D. José Macpherson mezclando sus enseñanzas con un tono afectivo de sencillez.

En los días a que estos recuerdos se remontan éramos un grupo reducido, fuertemente unido por el entusiasmo, pero aislado en la gran masa del país.

Luego ese espíritu se ha ido extendiendo y hoy vemos participar de él a los hombres de características sociales más diversas: restos algunos de viejas aristocracias, clases medias dedicadas a profesiones liberales, hombres de la oficina y hombres del taller y de la fábrica. Y al ver este alentador espectáculo comprendemos la significación de aquellas primeras excursiones por la Sierra y aprendemos a querer y honrar cada día más a nuestros maestros.

Besteiro discurso

Discurso de Julián Besteiro en la inauguración de la Fuente de los Geólogos. Fotografía de Cortés reproducida en Mundo Gráfico 15 junio 19232 p. 16

De estas intervenciones se deduce que Giner y las diferentes oleadas de ginerianos concibieron la Sierra de Guadarrama desde 1883 como la atalaya desde la que otear el horizonte y trazar planes de acción para la reforma de España. Téngase en cuenta, por ejemplo que, semanas después al evento del domingo 12 de junio de 1932 que estoy rememorando, en una reunión que tuvieron en los pinares del Guadarrama Fernando de los Ríos, Pedro Salinas y otra media docena de intelectuales en el verano de 1932 se diseñó la construcción de la Universidad Internacional de Santander que entraría en funcionamiento al verano siguiente de 1933.

En su afán de conocer la Sierra de Guadarrama y convertirla en símbolo cultural y en un instrumento de higiene física y mental, los institucionistas no sólo promovieron su detallado conocimiento científico, sino que también ayudaron a redescubrir a los poetas castellanos que glosaron su paisaje y su paisanaje. Así promovieron el estudio de la obra del célebre arcipreste de Hita, cuyo Libro del Buen Amor introdujeron en el canon de la literatura clásica en lengua castellana. En esa tarea se inscribe, por ejemplo, la edición popular que hizo en 1917 para la editorial Saturnino Calleja el mexicano Alfonso Reyes en sus años de trabajo en el Centro de Estudios Históricos de la JAE, a los que ha prestado atención recientemente Mario Pedrazuela en su trabajo «Alfonso Reyes y la Filología: entre la Revista de Filología Española y la Nueva Revista de Filología Hispánica» (ver aquí). Dada la estrecha relación entre el Centro de Estudios Históricos y el Instituto-Escuela, dependientes ambos de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, no ha de sorprender que en la actuación musical del Coro del Instituto-Escuela que amenizó la excursión campestre a la fuente de los geólogos aquel 12 de junio de 1932 se cantase la «Serranilla» del mencionado Libro del Buen Amor y otras coplas populares.muchachas Instituto-Escuela Estampa

Esa actuación musical era prolongación de la que el mismo coro había ofrecido el 23 de noviembre de 1930 en el homenaje que se hizo a la memoria del arcipreste de Hita cerca del alto del León de la sierra de Guadarrama cuando se inauguró el monumento natural conocido desde entonces como «Peña del Arcipreste». En él se leía la inscripción»1330-1930/Al ARCIPRESTE/ DE HITA/CANTOR DESTA SIERRA/DO GUSTÓ LAS AGUAS/ DEL RIO DE BUEN AMOR». El homenaje fue auspiciado por la Real Academia Española, que dirigía el filólogo Ramón Menéndez Pidal, también director del Centro de Estudios Históricos de la JAE, y por la Comisaría de Parques Nacionales a través de la figura del geólogo Francisco Hernández Pacheco, el mismo promotor de la Fuente de los Geológos inuagurada el 12 de junio de 1932. Y, tal y como ha subrayado Alvaro Ceballos Viro en un muy interesante artículo (ver aquí), tal homenaje de 1930 al arcipreste de Hita era de inspiración institucionista. De tal manera que en la Real Orden publicada el 12 de octubre de 1930, mediante la cual se declaraba la Peña del Arcipreste «sitio y monumento natural de interés nacional», se hacía mención explícita al principal promotor de la Institución Libre de Enseñanza Francisco Giner de los Ríos, quien el 6 de junio de 1915, a las pocas semanas de su fallecimiento, había recibido no muy lejos de allí el tributo póstumo de sus discípulos.

Peña del Arcipreste. Monumento al Arcipreste de Hita. Monumento Natural de Interés Nacional. Sierra de Guadarrama. Madrid. España.

Peña del Arcipreste. Monumento al Arcipreste de Hita. Monumento Natural de Interés Nacional. Sierra de Guadarrama. Madrid. España.

Llegada la República la exaltación de la Sierra de Guadarrama como espacio de demofilia se consolidó. Ya Agustín de Foxá había constatado, según nos recuerda Alvaro Ceballos, que antes de la llegada del nuevo régimen político «la sierra era republicana. Allí acudían los hombres pulcros a maldecir la España oficial. Allí extraían todas sus metáforas para una Patria joven, fresca, limpia y europea, la España del sol y la alegría, en oposición al Madrid clerical y reaccionario». Ese marco de demofilia practicado en la Sierra de Guadarrama por los republicanos es el que explica, según Alvaro Ceballos, que el Arcipreste, reivindicado por los institucionistas y cantado por la Masa Coral del Instituto-Escuela, «no fuera el experto jurista, ni el versado mudejarista, ni el prerroformista de inspiración goliárdica, ni el producto de muchos otros textos singulares posibles, sino precisamente el autor de las serranillas. Serranilas que, no se olvide, escenificaban los turbulentos amores entre un letrado y una mujer del pueblo: no es difícil, por lo tanto, leerlas como una traducción simbólica, complaciente y aun lúdica de la relación entre las elites intelectuales y los estratos populares de la sociedad española».

Pero los institucionistas no fueron los únicos protagonistas el día de la inauguración de la Fuente de los Geólogos. Aquel domingo 12 de junio de 1932 también intervinieron activamente en la sierra madrileña científicos y naturalistas para reivindicar las tareas que habían hecho sus antecesores y las que ellos mismos estaban efectuando para conocer mejor el territorio español. Las palabras que pronunció el decano de la Facultad de Ciencias Pedro Carrasco Garrorena (1883-1966), catedrático de Física Matemática de la Universidad Central y director del Observatorio Astronómico de Madrid, y que posteriormente se exiliaría a México donde falleció, no nos han llegado. Sí disponemos, gracias a su inclusión en las páginas del diario El Sol de 15 de junio de 1932, del discurso de Eduardo Hernández-Pacheco, el primer orador que intervino en aquel acto conmemorativo al haber sido su principal promotor.

Hernandez Pacheco fuente geologos

Eduardo Hernández-Pacheco mientras lee su discurso en la inauguración de la Fuente de los Geólogos.

Un extracto de su discurso, ejemplo elocuente del papel desempeñado por los naturalistas para fomentar el sentimiento de amor a la patria y de las permanentes quejas de los científicos españoles acerca del desdén al que, según ellos, le han sometido los poderes públicos, fue este:

Es la memoria de hombres de los tiempos modernos  a quienes rendimos hoy homenaje al inaugurar este sentido monumento que tan admirablemente armoniza con el paisaje, en este espléndido bosque de la olímpica montaña castellana y que tan acertadamente simboliza, sin pretenciosas alegorías arquitectónicas ni escultóricas, el limpio espíritu, la labor frucífera, la ciencia de estos cuatro sembradores de cultura y amor a la Naturaleza.

Los cuatro fueron exploradores y descubridores de la constitución geológica y geográfica de la Península Hispánica, de esta amada tierra nuestra, que debemos considerar como un minúsculo continente porque en el conjunto de sus diversas regiones se integra la variedad de climas, de topografía y de producciones naturales que en los extensos continentes del planeta componen sus distintos países y naciones.

Venimos a honrar hoy la grata memoria de sabios devotos de Gea, diosa resplandeciente y venerable, madre de todos y de todo. Y les rendimos nuestro homenaje porque con su callada y noble labor asentaron los primeros jalones del conocimiento de la Geología y de la Geografía Física de nuestra España.

No fueron hombres alentados y favorecidos por la protección oficial, ni brillaron conocidos por las muchedumbres, sino trabajadores austeros y callados, cuya labor fue apreciada por el escogido núcleo de los intelectuales de todos los países.

Ninguno de los tres eximios españoles: Macpherson, Calderón y Quiroga, recibieron recompensas ni honor alguno, concedido a sus grandes méritos, por el Estado o las corporaciones oficiales; ni tan siquiera la entonces Real Academia de Ciencias les llamó a su seno, honor que ellos hubieran agradecido mucho, aun siendo de notoria justicia, pero que ni se les otorgó ni ellos solicitaron. Por esto el acto de hoy tiene, no sólo el carácter de exaltación de sus méritos, sino también el de reivindicatorio.

El arquitecto Delgado Ubeda, que a su exquisito arte y mucha ciencia une el ser gran amante de la Naturaleza, e intrépido montañero, es el autor de este sencillo y bello monumento.

En recuerdo de tan eximios ciudadanos denominamos a esta fuente Fuente de los Geólogos, que brota en el corazón de la Sierra Carpetana, por ellos estudiada; junto a las altas divisorias de los dos ríos caudales castellanos: Duero y Tajo; en medio de este espléndido bosque de recios y aromáticos pinos, frente a la bella y fuerte montaña de Siete Picos, coronada de abruptos canchales graníticos, y en el corazón de la vieja cordillera castellanolusitana, que une a ambas Castillas y enlaza a las dos naciones hespéricas.

En representación del Instituto Geológico también tomó la palabra el ingeniero de Minas Agustín Marín y Beltrán de Lis (1877-1963), en cuya intervención no hubo ninguna alusión a la labor llevada a cabo por los geólogos institucionistas. De ahí que el único periódico entre los que he consultado que se hizo eco de su intervención fue el diario católico antirrepublicano El siglo  Futuro.  En su edición del 14 de junio de 1932 extractó una parte del  discurso de Agustín Marín en estos términos.

Gran satisfacción es para el Instituto Geológico la que le han dispensado los organizadores de esta fiesta de tan fina y elegante espiritualidad, invitándole a tomar parte en ella, y sólo lamento que no pueda asistir el director de ese Centro, que  os hablaría con una elocuencia y una altura que a mi humilde persona le está vedado alcanzar. Todos mis compañeros de Instituto y de Ingeniería se unen de todo corazón a este homenaje por dos razones: por las personas a quien está dedicado y por la forma con que se ha llevado a la práctica.

Vemos que al dedicar esta fuente a los geólogos habéis querido hacerlo de un modo integral a todos los que creen que el fundamento, la base de la civilización está en fomentar la naturaleza. A esta sierra se puede venir como un artista a aprender cómo se crea la poesía y la emoción. Así, nuestro gran Velázquez supo en el cuadro del príncipe Baltasar Carlos, resaltar el contraste que produce la pompa y la vanidad que acumularon en el niño con la austeridad y la grandeza del paisaje de La Maliciosa. El excursionista busca solaz, trata de disolver sus preocupaciones en el aire de las serranías, y la persona culta relaciona la estructura orogénica con la historia y la leyenda, y así exclamó uno de los grandes cantores del Guadarrama, Enrique de Mesa, desde lo alto de la divisoria:

“A un lado el solar del Cid; al otro, la tierra de Don Quijote”.

Pero el geólogo llega a más: comprende que los seres, las cosas, las montañas, no son completas si no se enlazan a su pasado y no se vislumbra en ellas su porvenir; no piensa sólo en el momento, sino que investiga cómo se llegaron a formar estas cordilleras, por qué los ríos circulan por dónde lo hacen, a qué fenómenos de erosión, de formación morfológica, están sometidas las rocas, por qué los canchales y las peñas, jugando a esculturas, tienen esas formas tan caprichosas, y hasta se ocupa de qué será de estas piedras en el más allá, en el porvenir.

Pero además, la forma de perpetuar la memoria de los geólogos que se ocuparon del Guadarrama, tiene tan poética sencillez, tan justa expresión, tan exacta aplicación (y en esto hay que hacer el cumplido elogio al artista que lo interpretó), que habla mucho más el corazón que lo puedan hacer las magnificencias escultóricas y arquitectónicas, como lo fue la tumba de Napoleón.

El manantial es símbolo de misterio, y así Plinio exclama: “En ninguna parte muestra la Naturaleza ser tan milagrosa como en las fuentes”. Para los geólogos ya no hay casi enigmas, y ahora escudriñan los conductos por donde deben circular el agua, las entrañas de la tierra, que visita, y buscan la relación de la ciencia pura con la ciencia de aplicación, y así las grandes lucubraciones que se fraguan en la mente de los sabios o de los ingenieros, se resuelve en veneros de riqueza, que inundan esos campos de Dios.

Pero además, la fuente lleva unida la idea de reposo material y aún más la de actividad mental. Yo me figuro a nuestro gran Casiano de Prado, padre de la geología del Guadarrama, hace casi un siglo, fatigado de sus andanzas por la sierra, recibir con deleite el descanso que le brinda la fuente, sentarse en una piedra, dejar el martillo, la brújula, abrir su libreta, y lo mismo que los filetes de agua se suceden unos a otros en el chorro de esa fuente, así las ideas se engarzaban en la mente de aquel hombre y luego se relacionan con las de los que vinieron después, y con los que ahora la visitan y con la de los que llegarán más adelante, y retenidas en los libros, como el agua en los embalses, elévase así la cultura de los pueblos, y, por tanto, la dignidad de los hombres.

¡Gentes de la ciudad: venid a estas sierras, oled a tomillo, reposad en estas fuentes y reverenciad, y a ser posible, seguid el camino de hombres como los que hoy honramos y así trabajaréis por el bien de la humanidad!”.

Curiosamente en ese mismo ejemplar del Siglo Futuro uno de sus colaboradores, con el seudónimo fray Junípero, presentó un suelto que evidenciaba las fobias anti institucionistas del nacional catolicismo, y su obsesión, dado su antisemitismo, con la política favorable a los sefarditas que intentó implantar el gobierno republicano de aquella época, particularmente el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos. Revela el suelto que transcribo el grado de virulencia de  la guerra de ideas instalada en la sociedad española en aquel año de 1932, anunciadora de las tormentas de fuego futuras:

Anteayer se inauguró en la Sierra la Fuente de los Geólogos. El acto, con pretensiones científicas, fue un himno al triunfo de la Institución Libre de Enseñanza, que es lo que se cantó allí. Por cierto que en las reseñas echamos de menos al piisimo don Elías Tormo, que otorgó a la funestísima Institución el monopolio de la enseñanza oficial y nos trajo a la Central al insigne rabino honorario don Erasmo, que ayer fue muy de mañana a Toledo a visitar y orar largamente en la sinagoga del Tránsito, que se rumorea será entregada a los sefardíes para sus ritos.

En fin, múltiples significados tuvo el evento que se celebró aquel domingo de 12 de junio de 1932 en un incomparable marco de la sierra más castellana frente a Siete Picos y la Maliciosa. Es de esperar que en los meses que faltan para conmemorar el 85 aniversario de aquella iniciativa cultural, cuyos promotores intentaron mezclar ciencia, naturaleza, arte y alegría, se pueda seguir profundizando en ellos.

sierra Guadarrama

 

Para saber más:

Santos CASADO, Naturaleza patria. Ciencia y sentimiento de la naturaleza en la España del regeneracionismo, Madrid, Marcial Pons Historia, 2010.

Santos CASADO, «Ciencia y política en los orígenes de la conservación de la naturaleza en España». En Eduardo Hernández-Pacheco, La comisaría de Parques Nacionales y la protección de la naturaleza en España, edición facsímil, Madrid, Organismo Autónomo Parques Nacionales, 2000.

Santos CASADO, La ciencia en el campo: Quiroga, Calderón, Bolívar, Madrid, Nivola (Colección Novatores), 2001.

Eduardo HERNÁNDEZ-PACHECO, «En la inauguración de la Fuente de los Geólogos», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 56 (867), p. 221-222

Leticia SÁNCHEZ DE ANDRÉS, Música para un ideal: Pensamiento y actividad musical del krausismo e institucionismo españoles (1854-1936), Madrid, Sociedad Española de Musicología, 2009

La Sierra de Guadarrama en el Museo del Prado. Itinerarios didácticos. Acceso on line en:

https://www.museodelprado.es/recorrido/la-sierra-de-guadarrama-en-el-museo-del-prado/8c434691-d84e-483d-ac69-8c73ec307a10

 


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Enero 1932: el empuje educativo y científico-técnico en el Madrid republicano

Hojeando la prensa de la época se aprecia una cierta efervescencia cultural en el Madrid de enero de 1932, que tuvo su paralelismo en el ámbito educativo y en las actividades científicas y técnicas.

Destacaré a continuación algunas de las manifestaciones más significativas de ese empuje educativo y científico-técnico que tuvo lugar en la ciudad de Madrid, cuyos habitantes eran informados puntualmente de los diversos problemas socio-políticos a los que tenían que enfrentarse los gobernantes de la coalición republicano-socialista entonces en el poder. En efecto, el gabinete presidido por Azaña en aquel entonces tuvo que afrontar en ese mes de enero de 1932 diversas protestas sociales en tierras catalanas y andaluzas, organizadas fundamentalmente por los anarquistas; gestionar las crisis derivadas, primero, de la muerte el último día del año 1931 de cuatro guardias civiles en el pueblo extremeño de Castillblanco, suceso que dio lugar al reportaje del periodista Francisco Lucientes «Geografía humana de la España remota. Castillblanco, pueblo de ilusos», publicado  el domingo 17 de enero en las páginas del diario El Sol, con cinco ilustraciones de Sancha, y luego la crisis suscitada por la muerte de varios huelguistas por disparos de la guardia civil en la población riojana de Arnedo. Y además tuvo que hacer frente a las múltiples protestas de la oposición de los católicos, especialmente fuertes en el País Vasco y Navarra y en Castilla la Vieja, disconformes con las medidas anticlericales, como la disolución de la Compañía de Jesús y la incautación de sus bienes que se produjo por un decreto de 23 de enero con el que se aplicaba el controvertido artículo 26 de la constitución republicana aprobada semanas antes.

Castillblanco plaza

Centrándome en el ámbito educativo cabe destacar la interesante entrevista que un periodista del recién nacido diario Luz -apareció su primer número el 7 de enero –, financiado por Urgoiti, y vocero de los planteamientos de Ortega y Gasset, le hizo al nuevo director del instituto del Cardenal Cisneros de Madrid, el catedrático de Latín Vicente García de Diego (1878-1978), un notable filólogo, con motivo de una serie de reformas efectuadas en ese importante centro educativo madrileño gracias a una aportación económica de cincuenta mil pesetas del gobierno republicano. Gracias a ella se construyó una sala de proyecciones para 350 espectadores, se adquirió «un magnífico aparato alemán de proyecciones» y el instituto se suscribió a una cinemateca. (Luz 19 enero 1932).  Por ese tiempo había en efecto un cierto interés por el cine educativo y científico. A este respecto es de interés el artículo «Las películas científicas. Cómo se filma el crecimiento de una planta», firmado por Alfredo Cabello, publicado por Luz el sábado 30 de enero.

Las reformas e innovaciones educativas introducidas en un lugar señero de la enseñanza secundaria madrileña se producían en el marco de un amplio movimiento reformista que estaba impulsando el ministro socialista de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos. Así a finales de ese mes se promulgó el decreto de creación de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Central de Madrid, que tan hondas repercusiones tendría en la formación de maestros y en la institucionalización de las ciencias de la educación en la sociedad española. A su vez  El Heraldo de Madrid informaba el martes 26 de enero que el ingeniero de caminos José Cebada, profesor de Termotecnia y de Proyectos de elementos de la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, «de gran prestigio científico y abolengo republicano» era propuesto como director general de enseñanza técnica, una nueva dirección general de la que iban a depender las : Escuelas especiales de Ingenieros civiles, procedentes de los Ministerios de Fomento y Economía Nacional;  las Escuelas Superiores y Elementales de Trabajo;  las Oficinas de Selección profesional;  los Institutos de Reeducación y Orientación profesional y el Psicotécnico de Madrid; y el Centro de Perfeccionamiento obrero, según determinaría la Gaceta del 10 de febrero de 1932.

Entre tanto proliferaban iniciativas científicas de diverso orden. Se suscitaron debates sobre las investigaciones prehistóricas en Madrid a propósito de una iniciativa del Ayuntamiento de Madrid, presidido por Pedro Rico (ver Luz 27 enero  p. 6 y el artículo de Rafael Alvarez en el mismo diario del día siguiente 28 titulado «La prehistoria madrileña. Un fracaso que estaba previsto»); o sobre colecciones etnográficas como la polémica en la que se involucraron Victorina Durán y el crítico Juan de la Encina a propósito del Museo de Artes decorativas y el Museo del Traje (El Sol domingo 17 enero p. 5 y El Sol miércoles 20 enero p. 1). Se informaba de reuniones de las sociedades científicas como la Sociedad Española de Antropología (Luz 30 enero sábado p. 13) o del Laboratorio de Matemática de la Junta de Ampliación de Estudios que celebraba sus sesiones en la madrileña calle de duque de Medinaceli nº 4 como informaba el diario El Sol del viernes 15 enero de 1932 p. 4.

Laboratorio de Matematica 1

Laboratorio de Matematica 2

Y se daba cobertura a las numerosas conferencias que científicos diversos impartieron en diversos lugares de Madrid en aquel enero de 1932.

Pio del Río Hortega selloPor ejemplo la impartida el 14 de enero por Pío del Río Hortega (Portillo (Valladolid) 1882-Buenos Aires 1945), uno de los discípulos más brillantes de Santiago Ramón y Cajal,  en la sede del Centro de Intercambio Intelectual Germanoespañol. Del Río Hortega, que por ese entonces era director del Instituto Nacional del Cáncer y un destacado militante del partido radical de Alejandro Lerroux, publicaría meses después esa conferencia, en la que demostró las interrelaciones entre arte y ciencia en su práctica experimental, en las páginas de la revista ResidenciaDe esa conferencia un periodista del diario El Sol, ya citado, informaba en los siguientes términos:

Pío del Río Hortega enero 1932

 

Otras conferencias a las que la prensa prestó atención fueron las dos que impartió el nutricionista y endrocrinólogo Enrique Carrasco Cadenas (1895-1959), profesor de la Escuela Nacional de Sanidad, en el paraninfo de la Residencia de Señoritas, institución que dejó honda huella en la cultura española del primer tercio del siglo XX, como podrá apreciar quien visite en estos días la exposición que se ha organizado en la Residencia de Estudiantes. Ese profesor de la Escuela Nacional de Sanidad, donde obtendría en 1934 la cátedra de Higiene de la alimentación, disertó sobre el tema «Por qué y cuándo se debe comer» y «Qué, cómo y cuánto se debe comer» los miércoles 20 y 27 de enero tras ser presentado por el relevante parasitólogo Gustavo Pittaluga Fattorini (Florencia 1876-La Habana 1956). El diario Luz (21 y 28 enero), con cuyo propietario Nicolás de Urgoiti el conferenciante tenía vínculos familiares, dio amplia cobertura a las dos conferencias, ilustrando el resumen de una de ellas con una caricatura de ese genial dibujante que fue Bagaría.

Caricatura de Carrasco Cadenas

 

Rey Pastor dibujo 1932Pero indudablemente la conferencia que suscitó mayor atención en la opinión pública de aquel momento fue la que dio Julio Rey Pastor (Logroño 1888-Buenos Aires 1962) el viernes 29 de enero con motivo de la inauguración del curso de 1932 por la sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del Ateneo madrileño, institución con la que Rey Pastor tenía vinculación desde tiempo atrás, como ya expuse en otro post anterior (ver aquí). Ese matemático, que vivía entre Buenos Aires y Madrid,  y que había fundado años atrás el Laboratorio de Matemática de la JAE, disertó aquel día de enero de 1932  «Sobre la unidad de la ciencia» ante un auditorio nutrido. El lleno del  salón de actos le recordó a un asistente los habidos con anterioridad en las conferencias de Einstein, del príncipe de Mónaco, impulsor de la oceanografía, o del filósofo francés Henri Bergson. El diario El Sol  dedicó al evento parte de su primera página en su número del sábado 30 de enero donde se hacía una presentación del «eminente» matemático acompañada de un dibujo de Aristo-Téllez , ofreciendo además una transcripción taquigráfica de la la conferencia en su folletón durante varios días (por ejemplo en los días 30 y 31 de enero). Los números 1.299 y 1300 correspondientes a la primera y segunda quincena de febrero de la revista Madrid científico también reprodujeron  la conferencia que un periodista del diario Luz   (30 enero p. 12) resumió de esta manera

Rey Pastor conferencia 1

Rey Pastor conferencia 2

Ahora bien el gran acontecimiento científico-técnico en aquel mes de enero de 1932 fue la presentación en sociedad del gran plan de reformas diseñado por el arquitecto y urbanista Secundino Zuazo (Bilbao 1887- Madrid 1970) para reorganizar la configuración urbana del Madrid futuro en torno al eje Sur-Norte (Atocha-Chamartín), que sustituiría al eje oeste-este (que unía el antiguo Alcázar con el palacio del Buen Retiro a través de la calle Mayor y luego la de Alcalá) sobre el que había pivotado hasta entonces la organización espacial de la capital del Estado. Como resultado de ese plan se efectuó el enlace ferroviario subterráneo que acabó con la discontinuidad de la red, la prolongación de la Castellana que reestructuró el crecimiento de la ciudad y la construcción de un conjunto de edificios destinados a los Nuevos Ministerios. Zuazo, que contó con el apoyo decidido del presidente del gobierno Manuel Azaña y de Indalecio Prieto, ministro socialista de Obras Públicas, expuso detalladamente su vasto plan de reformas urbanas de Madrid en las  páginas de dos números del diario El Sol, correspondientes a los domingos 17 y 24 de enero, según se puede apreciar a continuación. Parecía haber pues a principios de enero de 1932 una correlación entre ímpetu científico-técnico y apuesta por la «metropolización» de la ciudad en el Madrid republicano de aquel entonces.

Zuazo 1 a

Zuazo 2

 


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Una aportación a la educación ambiental en las escuelas españolas de hace un siglo

La Escuela Moderna. Revista pedagógica hispano-americana (1891-1934) fue una de las publicaciones pedagógicas más relevantes en el ámbito cultural hispánico en el tránsito del siglo XIX al siglo XX, promotora de una enseñanza científica racional. Uno de sus impulsores, y director de la publicación desde 1907, fue el pedagogo castellano Esteban Bartolomé Mingo, quien desde 1879, y durante más de cuarenta años, dirigió la Escuela Central de Párvulos o Jardín de Infancia de Madrid, punta de lanza de la introducción de los métodos del pedagogo alemán Fröbel (1782-1852) en la sociedad española como se explica en este documental hecho por jóvenes historiadoras de la educación. (ver aquí).

La Escuela Moderna enero 1915

Ojeando el ejemplar de esta singular publicación pedagógica, correspondiente a enero de 1915, me he encontrado con la reseña de la obra de un maestro comprometido con la educación ambiental. Se trata del libro Mi amigo el árbol. Su autor fue Martín Chico Suárez, un maestro de las escuelas nacionales de Madrid, nacido en Cehegín (Murcia) en 1864, y vocal correspondiente del Consejo Superior de Protección a la Infancia. La obra tenía un conjunto de ilustraciones debidas a su hijo Pedro Chico Rello, futuro profesor de Escuelas Normales y metodólogo de la enseñanza de la geografía. Tenía como lema el oximoron «Festina Lente«, es decir Corre despacio o Apresúrate lentamente. Este adagio había sido usado como marca de impresión por el humanista veneciano Aldo Manuzio, editor de textos clásicos griegos, y considerado el inventor del libro de bolsillo.

Como prueba del interés que suscitó entre los lectores de aquella época Mi amigo el árbol cabe añadir que tuvo el primer premio del concurso celebrado en 1913 por la Sociedad de Amigos de la Fiesta del Árbol de Barcelona. La obra fue publicada en Barcelona por el editor J. Ruiz Romero, sucesor de J. Bastinos.

La reseña que se presenta a continuación coincide temporalmente con la medida tomada el 5 de enero de 1915 por el ministro de la Gobernación José Sánchez Guerra (1859-1935) del gabinete conservador presidido por Eduardo Dato para declarar oficial y de carácter obligatorio esa fiesta que se venía celebrando desde tiempo atrás, con una particular intensidad en Cataluña.

A continuación transcribo parte de la reseña de este curioso libro pedagógico, tal y como apareció en las páginas de La Escuela Moderna de enero de 1915, pp. 78-80.

miamigoelarbol-648x1024Realmente hemos sentido un verdadero placer leyendo este libro. No es un libro más de lectura entre los innumerables que forman la literatura escolar. Es una obrita de volumen poco abultado, pero de un contenido muy nutrido abundantísimo de doctrina pedagógica en forma de lecciones sencillas, claras y hasta poéticas y encantadoras en el modo especial de presentarles….

El autor..ha estudiado el árbol en todos sus aspectos, con todas sus complejas relaciones y las múltiples aplicaciones que de él se hacen, ya para la alimentación humana, ya como elemento de vida en lo que afecta a la oxigenación del aire, ya por lo que tiene de utilidad en maderas, belleza, hermosura, vivienda de los pájaros, seguridad en el terreno, modificación del clima, recreo e higiene, en suma, de cuanto puede el hombre sacar partido para la satisfacción de sus necesidades. Dedica diez lecciones a la historia de los árboles, mencionando alguno de los más antiguos y ocupándose del árbol sagrado, el árbol compañero del hombre, el árbol y la vivienda humana, el árbol símbolo de gloria, el árbol como recordatorio de la memoria de los hombres, y el árbol en la ciencia, en el arte y hasta en lo que se relaciona con la independencia de la patria.

Mi amigo el arbol paginaEl desenvolvimiento de las lecciones es ingenioso y muy interesante. En primer término expone, en lenguaje sencillo y correcto, la lección, el tema, la materia de que ha de ocuparse; hace luego un resumen de la misma; acompaña máximas morales que surgen de la lección expuesta; añade ejercicios prácticos que se relacionan con el contenido de la lección, unas veces para despertar en los niños la afición hacia la formación de un museo escolar de aves, insectos, plantas, hojas, flores, maderas de todas clases, y otros para favorecer el estudio de la Geografía y viajes y conocer mediante ellos la región en donde los árboles se crían. Forman parte integrante de la obrita lecciones de cosas que amplían y completan el contenido de las lecciones; recitaciones en verso alusivas a la materia y escritas por nuestros mejores poetas, con el objeto de que el niño se aficione a la lectura, y un léxico riquísimo que explica el significado de cada palabra, con la vista fija siempre en que no se pronuncien jamás los vocablos sin entender su contenido substancial.

Por último, enciérrase el librito en un hermoso marco literario, formado por una atenta dedicatoria a S.A.Serma. la Infanta Isabel de Borbón, generosa donante del premio adjudicado al libro; una sentida carta del malogrado Joaquín Costa, dirigida a los niños de Ricla, recomendándoles el cultivo del árbol; la letra y música de la Fiesta del Árbol, y una larga bibliografía de la que se ha servido el autor…

Merece todo género de aplausos nuestro estimado compañero, porque su obrita revela un …entusiasmo extraordinario hacia el cultivo del árbol, compañero y amigo inseparable del hombre, y objeto por parte de Goethe de grandes meditaciones y estudios, y, sobre todo, exterioriza el Sr. Chico un amor entrañable hacia los niños ofreciéndoles un trabajo laborioso, en el cual se halla reconcentrada en síntesis la vida material y espiritual de tan ilustrado maestro.

De todo corazón recomendamos a nuestros compañeros la adquisición de este libro, cuyo fondo es inagotable e inmenso para la educación de los niños, y cuya elegancia en la forma para su presentación artística, llena de bonitos grabados, se debe a la Casa editorial de J. Ruiz Romero, sucesor que continúa aumentando y perfeccionando la tan acreditada Casa de Bastinos, de Barcelona.

Dos apostillas cabe hacer a esta reseña de Esteban Bartolomé Mingo en un momento en el que la publicación que dirigía se comprometió con el arraigo de la Fiesta del Arbol en el sistema educativo español como constan dos colaboraciones del volumen de 1915. Una de ellas era un artículo dedicado a la celebración de la Fiesta del Arbol en la población de Sotillo de la Adrada en la provincia de Avila (p. 542) y la otra consistió en el texto «Una Fiesta del Arbol» firmado por el pedagogo Casiano Costal (p.682).

Por una parte conviene destacar que Mi amigo el árbol, cuya primera edición data al parecer de 1910, tuvo una amplia circulación. En la década de 1920, probablemente relacionado con el hecho de que la dictadura de Primo de Rivera intentó convertir la Fiesta del Árbol en un elemento de nacionalización según Antonio Alcusón Sarasa (ver aquí), se hicieron varias ediciones de la obra. En 2005, hace una década, la editorial Arba de Madrid, hizo una reimpresión facsímil de la edición barcelonesa de 1925 de J. Ruiz Romero, con el apoyo de la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono y la Asociación Española de Arboricultura, según se destaca en un post del blog Naturaleza viva (ver aquí).

Por otro lado hay que resaltar que en la campaña destinada a hacer arraigar la Fiesta del Arbol, declarada oficial como se ha indicado el 5 de enero de 1915, se implicaron muchos agentes sociales. Así, casi simultáneamente a la reseña de la que se ha informado en este post, una de las más importantes revistas ilustradas de la España de 1915 – Mundo gráfico– presentó en sus páginas al inspirador, y gran propagandista de la fiesta del árbol, el ingeniero de montes murciano Ricardo Codorniu y Starico (Cartagena 1846-Murcia 1923), con motivo de un homenaje que se le hizo. Se trataba de la concesión de las insignias de la Gran Cruz del Mérito Agrícola costeadas por dos mil suscriptores.

Codorniu 1915

 

Para saber más:

Más información sobre la labor pedagógica de Martín Chico Suárez y Pedro Chico Rello en Juan Mainer Baqué, La forja de un campo profesional: pedagogía y didáctica de las Ciencias Sociales en España (1900-1970), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)2009

Más información sobre la Fiesta del Árbol en Santos Casado de Otaola, Naturaleza patria. Ciencia y sentimiento de la Naturaleza en la España del Regeneracionismo, Madrid, Marcial Pons, 2010. (Colección «Ambos Mundos» de Marcial Pons Historia-Fundación Jorge Juan).


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El interés de Ortega y Gasset por la geografía y por el concepto de región natural tras un viaje a Asturias en 1915

El año 1915 fue muy intenso para José Ortega y Gasset (1883-1915), marcado por el lanzamiento del semanario España, cuyo primer número salió a la calle el 29 de enero, según expliqué en un post anterior. (ver aquí). En el verano de ese año Ortega decidió descansar en Asturias para reponer fuerzas como él mismo nos contó: «Durante este verano he vivido mes y medio en Asturias. Ese tiempo y otro tanto más son insuficientes para conocer el cuerpo y el alma de una comarca, aun dedicándolos por entero a su estudio. Si se trata de Asturias, donde los paisajes y los corazones están tejidos con raros matices y transiciones, la insuficiencia resulta mucho mayor. Ahora bien; yo no he dedicado ese mes y medio a estudiar la vida asturiana, sino más bien a lo contrario, a descansar de mi vida castellana».

Vecinos a caballo en La Pasera -Mieres- hacia 1915.

Vecinos a caballo en La Pasera- Mieres- hacia 1915 tomada de El blog de «Acebedo»

 

Pero las impresiones de ese viaje de la meseta castellana a tierras cantábricas le causaron tan honda impresión que empezó a trasladarlas a los lectores del semanario España a partir de su número 35, publicado el 23 de septiembre de 1915, con el título de «Unas notas de andar y ver». Esas notas tenían  los siguientes apartados: «De viaje», «Dueñas», «La hermana visitadora», «Las dos lunas» y «Geometría de la Meseta» .

Articulo de José Ortega y Gasset en el semanario España de 23 de septiembre de 1915

Articulo de José Ortega y Gasset en el semanario España de 23 de septiembre de 1915

Impulsó a Ortega dejar por escrito sus observaciones y reflexiones un afán de combatir la fluidez de la vida que se exacerba al viajar: 

Mi intención se reduce a decir una cosa sin importancia ni trascendencia, a saber: que en los viajes se hace extremada la momentaneidad de nuestro contacto con los objetos, paisajes, figuras, palabras, y paralelamente crece y nos acongoja la pena que sentimos que así sea. Quisiéramos de algún modo fijar alguna de aquellas cosas que pasan a escape, como si tuviesen una cita allá lejos, con alguien que no somos nosotros.  A este fin llevamos un cuaderno y un lápiz; apuntamos unas breves palabras, y cuando un día, andando el tiempo, las leemos, el paisaje, la palabra, la fisonomía que desapareció adquiere cierta supervivencia, una como espectral vida que conserva de la real vagos ecos, remotos latidos.

Tuvieron continuación esas notas con su texto «Vaga opinión de Asturias». La primera parte se publicó en  el número 42, de 11 de noviembre, y tenía los siguientes apartados: «Prólogo», «Las tres sospechas», «Un paisaje». La segunda, en el número 43, de 18 de noviembre, donde incluyó el epígrafe «La mirada castellana procede con tacto».

No sabemos por qué razones -quizás por los problemas que tuvo Ortega con la orientación de la revista en el otoño de ese año que le llevaron a abandonar la dirección del semanario- pero esa serie de notas de andar y ver sobre Asturias se vieron interrumpidas.  Y así los redactores del semanario España se vieron obligados a insertar en el nº 44, de 25 de noviembre, esta advertencia a sus lectores: «Vaga opinión sobre Asturias. En los números próximos continuaremos la publicación de esta serie de notas sobre la tierra y la vida asturiana de José Ortega y Gasset. III. El otro paisaje. IV. Psicología del cascabel». Y en efecto la primera sección -El otro paisaje- la pudieron leer los lectores de España en dos entregas sucesivas: en el número 50 de 6 de enero de 1916, y en el de la semana siguiente. Sin embargo el anunciado capítulo sobre la «Psicología del cascabel» lo incorporó a sus Ensayos filosóficos sobre biología y pedagogía que publicó por primera vez en el tercer tomo de El Espectador en 1921.

En ese tomo de 1921 también aparecieron sus «Notas de andar y ver. De Madrid a Asturias o los dos paisajes», publicadas originariamente en el semanario España, entre septiembre de 1915 y enero de 1916, como acabamos de ver. Tenemos acceso ahora a ellas  en el tomo II de las Obras completas de Ortega, editadas por Taurus (p.377-391). En las páginas 900-904 los editores, con muy buen criterio, compulsaron ambos textos, los de 1915-1916 y la edición orteguiana de 1921 porque hay alguna que otra diferencia entre ellos. Y aunque han cazado casi todas las diferencias se les escapó alguna que para mi criterio es importante, como señalaré más adelante.

Ahora mi intención fundamental es fijarme en los dos últimos textos de esa serie de reflexiones orteguianas, los publicados el 6 y el 13 de enero de 1916 en España, para mostrar aspectos de Asturias que llamaron la atención a Ortega, subrayar cuán atento estaba al movimiento científico de la sociedad española de aquel momento y poner un ejemplo de las modificaciones que introdujo entre sus Notas de andar y ver de 1915-1916, y su edición de 1921 que son las que han servido de guía a los editores más recientes de sus obras completas.

Pero vayamos por partes. Primero sigamos a Ortega cuando desde Pajares dirigió la mirada al norte y se preguntó: «¿Qué significa la palabra Asturias»? Esta es la respuesta que nos da, llena de plasticidad, influido por sus lecturas de geógrafos coetáneos, de cuentos de Clarín como Boroña, (accesible aquí) e impresionado por los contrastes entre los dilatados horizontes manchegos y el abrupto relieve asturiano con sus angostos valles, donde el vacío no existe:

Signifique lo que quiera, encuentro en el valor de plural que ese vocablo tiene una certera sugestión para el viajero. Hay muchas Asturias, no sólo las de Oviedo y las de Santillana. Hay muchísimas más: sería trabajoso contarlas.

Un estrecho valle, de blando suelo, verde y húmedo: colinas redondas, apretadas unas contra otras, que lo cierran a los cuatro vientos. Aquí, allá, caseríos con los muros color sangre de toro y la galería pintada de añil; al lado, el hórreo, menudo templo, tosco, arcaico, de una religión muy vieja, donde lo fuera todo el Dios que asegura las cosechas. Unas vacas rubias. Castaños, castaños cubriendo con su pompa densa todas las laderas. Robles, sauces, laureles, pinedas, pomares, hayedos, un boscaje sin fin en que se abren senderos recatados….Sobre las altas mieses, unas guadañas que avanzan y siegan la luz en reflejos. Y como si el breve valle fuera una copa, se vierte en él la bruma suave, azulada, plomiza, que ocupa todo el ámbito. Porque en este paisaje el vacío no existe; de un extremo a otro todo forma una unidad compacta y tangible. Sobre la sólida tierra está la vegetación magnífica; sobre ésta, la niebla, y ya en la niebla tiemblan prendidas las estrellas lacrimosas. Todo está a la mano, todo está cerca de todo, en fraterna proximidad y como en paz; junto a la pupila de la vaca se abre el lucero de la tarde. ..

Ese angosto recinto unánime es Asturias. Si salimos de él habremos de entrar en otro parejo. Cada uno de estos valles es toda Asturias, y Asturias es la suma de todos esos valles. Por ello decía que las Asturias son innumerables, y que parece esencial a esta comarca el concepto de pluralidad o repetición de unidades análogas. Podemos representarnos la Mancha como un inmenso espacio único; Asturias, por el contrario, nos aparece como en una serie de pequeños espacios homogéneos e independientes. 

En segundo lugar prestemos atención al giro del discurso de Ortega cuando da el salto desde su descripción literaria de las características del paisaje asturiano  a sus consideraciones científicas sobre el concepto de «región natural» de la mano de la emergente geografía que, como ya he señalado en varias entradas de esta bitácora (ver aquí y aquí), estaba experimentando un notable despegue en la sociedad española de aquellos años, alentada en gran medida por la labor de la JAE, de cuyas publicaciones científicas los lectores del semanario España tenían cumplida cuenta, como veremos en otras entradas de esta bitácora. En efecto, tras los párrafos transcritos líneas arriba, prosiguen las notas de Ortega y Gasset respecto a su «vaga opinión sobre Asturias» con las siguientes reflexiones en las que contrapone la concreción de la «región natural», que se nos mete por los ojos, y la abstracción de lo que llamamos España, a la que solo se puede representar con símbolos y alegorías, es decir con construcciones mentales.

Día por día, la geografía contemporánea va concediendo mayor importancia a la idea de «región natural». Puede decirse que ha llegado a ser el fenómeno matriz de la investigación geográfica. Un arcángel revolando por los vacíos siderales, verá la Tierra como un astro; mas para el hombre, la Tierra como astro es una abstracción física. Esto mismo que llamamos España es una abstracción política e histórica. No cabe de ella una imagen adecuada; para representarla tenemos que acudir al símbolo o la alegoría, que son construcciones mentales. Y, en consecuencia, puesto que es España una construcción mental nuestra, influimos nosotros en ella más que ella en nosotros. Frente a todas esas entidades abstractas, la región natural afirma su calidad real de una manera muy sencilla: metiéndosenos por los ojos. De la región podemos tener una imagen visual adecuada, y viceversa, sólo es región, sólo es unidad geográfica aquella parte del planeta cuyos caracteres típicos pueden hallarse presentes en una sola visión. 

Estimaría que los geógrafos ensayasen esta manera mía de definir la región. A vueltas de complicadas sabidurías, acabarán por hallar su más exacto concepto en eso que bajo la retina se lleva el emigrante y en las horas de soledad o angustia parece revivir cromáticamente dentro de su imaginación. 

Sólo bajo la especie de región influye de un modo vital la tierra sobre el hombre. La configuración, la escultura del terreno, poblada de sus plantas familiares, y sobre ella el aire húmedo, seco, diáfano o pelúcido, es el gran escultor de la humanidad. Como el agua da a la piedra, gota a gota, su labranza, así el paisaje modela su raza de hombres, gota a gota; es decir, costumbre a costumbre. Un pueblo es, en primer término, un repertorio de costumbres. Las genialidades momentáneas que en él se produzcan componen sólo su perfil. 

Hay comarcas que despiden al hombre del campo y lo recluyen en la ciudad. Esto acontece en Castilla: se habita en la villa y se va al campo a trabajar bajo el sol, bajo el hielo, para arrancar a la gleba áspera un poco de pan. Hecha la dura faena, el hombre huye del campo y se recoge en la ciudad. De esta manera se engendran las soledades castellanas, donde el campo se ha quedado solo, sin una habitación o humano perfil durante leguas y leguas. En Asturias, opuestamente, el campo es el aposento, lugar doméstico [en la presentación original de este texto en el semanario España Ortega usa en vez de doméstico el asturianismo «atopadizo» que significa lugar cómodo, agradable, donde se está a gusto] de estancia y de placer. La tierra es un regazo, donde el hombre trabaja y descansa, sueña y canta.

Mercado en la plaza del Campo en Pravia en 1915. Captada de la Memoria Digital de Asturias

Mercado en la plaza del Campo en Pravia en 1915. Captada de la Memoria Digital de Asturias

En el diálogo que establece con la geografía contemporánea, en la que detecta que la idea de «región natural» se ha convertido en el fenómeno matriz de la investigación geográfica, Ortega y Gasset se basa en dos obras: Evolución y concepto de la geografía, de 1915, y Concepto de la región natural en Geografía, de 1913, debidas a Juan Dantín Cereceda. Se trataba de dos breves textos. El primero, de 28 páginas, publicado por los Anales de la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas en su tomo XV.

En la presentación originaria de sus Notas de andar y ver en las páginas del semanario España podemos leer este añadido a esa referencia bibliográfica suya a las obras de Dantín: «Sobre el caso concreto de Asturias sería interesante conocer, entre otras, la opinión del autor de esos estudios y la de D. Luis Hoyos y Sáinz». Curiosamente esta apostilla ha desaparecido en la edición de las obras completas de Ortega efectuada por Taurus, pero conviene rescatarla porque muestra la estrecha relación de Ortega en 1915-1916 con dos representantes de los catedráticos de instituto que simultaneaban con eficacia e ilusión por aquel tiempo su labor investigadora y sus tareas docentes. Se inscriben en una significativa galería de profesores innovadores que ayudaron a renovar la enseñanza secundaria durante el primer tercio del siglo XX, a los que nos hemos acercado en el libro colectivo Aulas modernas, de próxima publicación por la editorial Dykinson.

Juan Dantín Cereceda (1881-1943)  era en 1915-1916 catedrático de Agricultura y Técnica Agrícola e Industrial del Instituto de Guadalajara y estrecho colaborador del catedrático de la Universidad Central e investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales Eduardo Hernández Pacheco (1872-1965). Entre septiembre de 1913 y julio de 1914 fue pensionado de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en Francia, donde trabajó al lado del gran  geógrafo Emmanuel de Martonne (1873-1955), impulsor de la geografía regional, y  cuya huella en el folleto de Dantín Evolución y concepto de la geografía de 1915 es muy visible. Cuando Dantín se instaló en Madrid a partir de 1918, primero como catedrático del Instituto-Escuela, y luego como catedrático del Instituto San Isidro, sus relaciones con Ortega se hicieron muy estrechas. Miguel Ortega-en su libro Ortega y Gasset, mi padre (Barcelona, 1983, p. 76)- lo recuerda cómo un «hombre muy culto y muy sencillo a la vez» con quien Ortega «lo pasaba maravillosamente» en excursiones que hicieron en la década de 1920. Además de ser compañero de excursiones Dantín fue un muy estrecho colaborador de Ortega en el diario El Sol y en Revista de Occidente, como ha explicado muy bien Nicolás Ortega Cantero en su importante artículo «Juan Dantín Cereceda y la geografía española».(ver aquí).

El otro profesor mencionado por Ortega -Luis Hoyos y Sáinz (1868-1951)- era de un grupo generacional diferente a él y a Dantín, que eran coetáneos. ¿Por qué lo menciona Ortega en esa nota a pie de página? Había varias razones, probablemente. En aquel momento de 1915 el prestigio científico de Luis de Hoyos estaba en alza. Como catedrático de Agricultura del instituto de Toledo, entre 1898 y 1909, había ganado fama como especialista de los problemas agrarios de España. Y tras ser nombrado catedrático de Fisiología e Higiene Escolar de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio en 1909 organizó en esa institución académica un importante seminario de Etnografía y Artes Populares que a partir de 1914 impulsó las investigaciones antropológicas, disciplina científica en la que Hoyos y Sainz sobresalió como ha destacado Carmen Ortiz, compañera del departamento de historia de la ciencia del Instituto de Historia del CSIC, en su libro Luis de Hoyos Sáinz y la antropología española. (ver aquí). Por esa época ocupaba posiciones directivas en el Ateneo de Madrid donde en 1914 fue elegido presidente de la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, cargo que mantuvo hasta 1919. También hacia 1915 era un destacado militante del Partido Reformista y un experto en cuestiones educativas. Como tal fue nombrado en 1911 vocal de las comisiones que creó el Estado para favorecer reformas en la enseñanza y en las oposiciones a cátedrás, en las que permaneció hasta 1927. Parte de sus conocimientos sobre el mundo de la enseñanza secundaria los plasmó en las páginas del semanario España con una serie de cuatro artículos sobre «Los problemas del bachillerato» publicados entre septiembre y octubre de 1915, simultáneamente al inicio de las notas de andar y ver de José Ortega y Gasset. La firma de Luis de Hoyos y Sainz aparece, en efecto, estampada en la página 2 del semanario -la más importante- de los  ejemplares de  9  y 23 septiembre así como en los de 7 y 28 de octubre de 1915.

Hoyos y Sainz 1915

Primer artículo de una serie de cuatro publicados por Luis de Hoyos y Sainz en las páginas de España a partir del 9 de septiembre de 1915

 

Probablemente en una próxima entrada de esta bitácora fijaré mi atención en esas observaciones sobre los problemas del bachillerato en la España de aquel entonces. Ahora quería contextualizar las impresiones asturianas de Ortega en aquel año de 1915, tan cruento y desolador para tantas familias europeas, de graves problemas sociales en España e higiénicos en Cataluña, donde había una devastadora epidemia de tifus en Barcelona (ver aquí) -que no ha captado el periodista de La Vanguardia Carles Casajuana en un reciente artículo periodístico (ver aquí)-,  pero fértil para la creatividad de las elites intelectuales y científicas españolas, de cuyos logros e interrelaciones seguiré dando noticias en esta serie de aproximaciones a lo que fue el mundo científico y educativo de la España de hace un siglo.


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En el instituto de Valencia sí fue posible simultanear la docencia con la investigación

En las recientes VI Jornadas Científicas de la Sociedad Española para el Estudio del Patrimonio Histórico Educativo (SEPHE) de las que ofrecí información en otro post (ver aquí), me ha llamado la atención la comunicación «Revistas científicas de Ciencias Naturales recibidas en el Instituto de Valencia entre 1900 y 1936. Un ejemplo de catalogación y conservación del patrimonio histórico educativo», presentada por el profesor y vicesecretario del IES Luis Vives de Valencia, José María Azkárraga, -activo promotor de las rutas por la Valencia republicana- y el profesor de la Universidad de Valencia José Ignacio Cruz Orozco.

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José María Azkárraga ofrece una explicación histórica en el patio del IES Luis Vives

En este blog se viene sosteniendo que numerosos profesores de instituto lograron compaginar las tareas docentes con las investigadoras en sus centros educativos antes del inicio de la guerra «incivil».La comunicación que comento- que se puede leer en su integridad en el libro de actas de las jornadas  Pedagogía museística. Prácticas, usos didácticos e investigación del patrimonio educativo, coordinado por Ana María Badanelli Rubio, María Poveda Sanz y Carmen Rodríguez Guerrero – confirma tal hecho. Sus autores centran su atención en la labor investigadora que se llevó a cabo en la cátedra de Historia Natural, Fisiología e Higiene del Instituto de Valencia durante el último cuarto del siglo XIX y primer tercio del siglo XX, gracias a la acción de tres notables profesores de ciencias naturales y relevantes investigadores.

El primero fue el catedrático madrileño Emilio Ribera Gómez (1853-1921), quien impartió clases en el Instituto de Valencia entre 1877 y 1904. Muy preocupado por la didáctica de las ciencias naturales publicó en 1879 la primera edición de sus Elementos de historia natural. Se reeditó en 14 ocasiones y está considerado uno de los manuales de mayor nivel científico de los publicados en la España del siglo XIX para los estudiantes de bachillerato.

Caricatura de Emilio Ribera_1894

Caricatura de Emilio Ribera hacia 1894 proporcionada por José María Azkárraga. Publicada originariamente en el libro de Carles Sirera Miralles «Un título para las clases medias»

Emilio Ribera b

De esta obra de Emilio Ribera se hicieron 14 ediciones.

El segundo fue el catedrático Celso Arévalo Carretero (1885-1944). Este naturalista, nacido en Ponferrada,  a pesar de estar solo seis años en el Instituto de Valencia -entre 1912 y 1918- dejó una profunda huella en ese centro docente gracias a las múltiples iniciativas que emprendió como profesor e investigador. Muy poco después de instalarse en la capital levantina creó en ese Instituto el Laboratorio de Hidrobiología Español, el primero que se dedicaba en este país al estudio de la ecología de las aguas dulces. Los objetivos del laboratorio eran, según su coetáneo E. Fernández Galiano: «desarrollar el estudio de las condiciones biológicas de las aguas dulces, la redacción de un catálogo taxonómico de la fauna y flora dulce acuícola, la investigación de las variaciones intrínsecas y estacionales del plankton, de la distribución geográfica de los seres fluviales, etc.». Además promovió en 1913 la fundación de la sección de Valencia de la Real Sociedad Española de Historia Natural, que tuvo como sede el propio Instituto. Y también impulsó la edición de los Anales del Instituto General y Técnico de Valencia, cuya edición se inició en 1916 para recoger los resultados de las investigaciones científicas de su profesorado. De esta publicación se editaron 16 volúmenes que permitieron mantener una política de canje con revistas científicas de todo el mundo, como veremos a continuación.

Y el tercero el valenciano Luis Pardo García (1897-1958), quien se formó como biólogo al lado de Celso Arévalo en los años valencianos de este profesor. Cuando Arévalo se desplazó a Madrid para hacerse cargo de la cátedra de Historia Natural del Instituto del Cardenal Cisneros Pardo asumió la responsabilidad de mantener operativo el Laboratorio de Hidrobiología valenciano creado por su maestro. Esa tarea la asumió hasta 1927, año en el que también se trasladó a Madrid para trabajar en el recién creado Consejo Superior de Pesca y Caza, convirtiéndose en un especialista en Piscicultura. En 1932 publicó la importante obra Los lagos de España.

Anales - peces 1921

Como resultado de las actividades y  conexiones  de estos tres naturalistas el Instituto de Valencia acumuló una importante colección de revistas científicas de ciencias naturales que tras la guerra «incivil» estuvieron depositadas, primero, en el refugio antiaéreo que se construyó en el subsuelo del Instituto, y luego en la capilla cuando el Instituto fue derruido casi en su totalidad en 1975 para ser reformado.

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Fotografía de Mercedes Grau del refugio antiaéreo del IES Lluis Vives. Una arquitectura olvidada y desconocida

Afortunadamente gracias a la labor llevada a cabo en la década de 1990 por Vicente Martínez-Santos Ysern y Jesús Ignacio Catalá Gorgues se ordenaron las publicaciones que lograron ser salvadas, y se prepararon para el estudio que se ha empezado a hacer en la actualidad.

Un avance de ese trabajo es el que han ofrecido José Mª Azkárraga y José Ignacio Cruz en su comunicación a las VI Jornadas de la SEPHE. En ella, a modo de anexo, ofrecen un detallado listado  de 115 publicaciones científicas conservadas en el Instituto de Valencia.

Proceden de 33 países como los siguientes, unos de ellos independientes, otros en situación colonial en aquella época.

28 de España Actas y Memorias. Sociedad Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria (1922-1924); Anuari Junta de Ciències Naturals (1917-1918); Asociación Española para el Progreso de las Ciencias (1908-1932); Boletín de la Real Sociedad de Historia Natural (1901-1936); Boletín de la Sociedad Aragonesa de Historia Natural (1915-1918); Boletín de la Sociedad Ibérica de Historia Natural (1919-1936), Boletín de la Sociedad Oceanográfica de Guipuzcoa (1911-1923); Boletín de Pescas. Ministerio de Marina (1916-1928);  Boletín Oficial de Minas y Metalurgia (1924-1936); Butlletí de la Institució Catalana d’Historia Natural (1921-1931); Catalogus Semium Quae Horto Botanico Matritense (1903-1921), Conferencias y Reseñas Científicas de la Real Sociedad de Historia Natural (1931-), Ibérica. El progreso de las ciencias y de sus aplicaciones: revista semanal ilustrada (1914-1928), Ideales pesqueros (1925-1926), Memoria de la Real Sociedad de Historia Natural (1903-1929), Memorias del Instituto Español de Oceanografía (1919-1930), Memorias del Instituto Geológico de España (1916-1917), Memorias del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (1922-1928), Notas y Resúmenes. Ministerio de Marina. Dirección General de Pesca (1924-1932), Reseñas científicas de la Real Sociedad de Historia Natural (1926-1935), Revista Española de Biología (1932), Sociedad Protectora de Animales y Plantas de Valencia (1933-1936), Trabajos del Instituto Español de Oceanografía (1916-1930), Trabajos del Museo de Ciencias Naturales de Barcelona (1918-1936), Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales . Serie Botánica (1912-1935), Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Serie Geológica (1912-1923), Trabajos del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Serie Zoológica (1912-1930), Treballs de la Institució Catalana de Historia Natural (1919-1931).

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13 de Estados Unidos American Museum Novitates (1921-1960), Annual Report of the Department of Conservation of the State of Indiana (1923-1928), Annual Report of the Smithsonian Institution (1916-1956), Bulletin of the American Museum of Natural History (1916-1923), California Fish and Game (1921-1932), Field Museum of Natural History Zoological from Chicago (1909-1916), Illimois Biological Monographs (1916-1952), Proceedings of the American Academy of Arts and Sciences (1921-1935), Publications Puget Sound Biological Station. University of Washington (1918-1925), School of Mines and MettalurgyUniversity of Missouri (1922-1927), State Entomologist. Indiana (1913-1916), Transactions of the San Diego Society of Natural History (1920-1929), University of California Publications. Zoology. Botany (1916-1932).

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7 de Francia Bulletin de la Société des Sciences Naturelles de l’Ouest (1915-1934), Bulletin de la Société d’Etudes Scientifiques d’Angers (1920-1923), Bulletin de la Société Linneaine du Normandie (1918-1924); Expeditions scientifiques du «Travailleur» et du «Talisman» (1888-1906), Miscellanea Entomologica (1920-1929), Revue Algologique. Laboratoire de Cryptogamie (1924-1925), Revue Scientifique (1885-1914).

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6 de Australia; Geological Suvey Western Australia (1899-1929), Journal and Proceedings of the Royal Society of Western Australia (1921-1938), Memoirs of the Queensland Museum (1918-1932), Proceedings of the Pan-Pacific Science Congress (1923), The Australian Zoologist (1920-1930), Transactions and Proceedings of the Royal Society of South Australia (1899-1929).

5 de Italia Atti dell’Academia Scientifica. Veneto.Trentino. Istria (1917-1940); Bolletino del Laboratorio de Zoologia Generale e Agraria (1920-1926); Bolletino della Societá Lombarda per la Pesca e l’Acquicultura (1914-1919), La Nuova Notarisia (1916-1923), Scientia. Rivista di Scienza (1918-1924)].

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4 de Alemania Archiv für Hydrobiologie und Planktonkunde [1911-1912], Das Pflanzenreich , herausgegeben A. Engler (1905-1907), Mitteilungen aus der Zoologischen Sammlung des Museums für Naturkunde in Berlin (1898-1925), Natur und Museum (1927-1936)]; Argentina Anales del Museo de la Plata (1925-1930), Memoria de la Dirección General de Minas, Geología e Hidrología (1920-1922). Physis. Sociedad Argentina de Historia Natural (1920-1922),  Revista del Museo de la Plata (1921-1932), Brasil Archivos do Jardin Botanico de Rio do Janeiro (1922), Boletin do Museu Nacional do Rio de Janeiro (1923-1926), Museu Rio de Janeiro (1876-1930), Revista do Museu Paulista (1919-1922), India Bolletin de Medicina e Farmacia da India Portuguesa (1917-1925), Journal and Proceedings of the Asiatic Society of Bengal (1927-1929), Memoirs of the Asiatic Society of Bengal (1922-1929), Report of the State Board of Forestry (1917-1918), República Checa Biologické Spisy Vysoké Zverolékarské (Publications Biologiques Ecole Hautes Etudes Vétérinaires) (1922-1935), Bratislavské Lakarske Listy (1930-1936), Seznam Osob a Ustavu (1922-1932), Spisi vydavané Pritodovedeckon. Brno (1930-1935),

Pflanzenreich

3 de Canadá Dominion Alberta and Saskatchewan Fisheries Comission (1910-1913), McGill University Publications (1922-1932), Report of the Provincial Museum of Natural History (1914-1925); México Anales del Instituto Geológico de México (1917-1923),  Boletín de la Dirección de Estudios Biológicos (1917-1920), Boletín del Instituto Geológico de México (1918-1925), Polonia Acta Ornithologica Musei Zologici Polonici (1933-1935); Annales Zoologici Musei Polonici Historiae Naturalis (1930-1935), Poloskiego Panstwowego Muzeum Przyrodniczego (1924-1934) y Suiza Actes de la Société Helvetique des Sciences Naturelles (1922-1930), Fischerei. Zeitung (1914-1916), Vierteljahrschrift der Naturforschenden Gesselschaft in Zurich (1921-1935).

2 de Bélgica Annuaire de l’Académie Royale (1922-1936),  Bulletin de la Classe des Sciences (1922-1936); Japón Japanese Journal of Zooology (1932-1933), The Journal of the Anthropological Society of Tokio (1921-1930);  Marruecos Bulletin de la Société des Sciences Naturelles du Maroc (1914-1932), Mémoires de la Société des Sciences Naturelles du Maroc (1921-1933);  Mónaco Bulletin du Musée Oceanographique du Monaco (1904-1927),  Résultats des campagnes du Prince de Monaco Albert I (1889-1914); Suecia Bulletin of the Geological Institution of the University of Upsala (1932-1935), Undersökningar rörande Sveriges fiskerier (Investigaciones pesqueras en Suecia) (1921-1927),

1 de Argelia: Archives des Instituts Pasteur de l’Afrique du Nord (1922-1924); Ceilán Spolia Zeylanica (1914-1940); China (Hong Kong) Report of the Botanical and Forestry Department 1925-1930; Colombia Boletín de la Sociedad Colombiana de Ciencias Naturales (1912-1930); islas Fiji Transactions of the Fijian Society (1912-1924),  Filipinas The Philippine Journal of Science (1922-1930) , Luxemburgo Bulletins Mensuels. Société des Naturalistes Luxembourgeois (1916-1930);  Perú Boletín del Cuerpo de Ingenieros de Minas de Perú (1921), Portugal Bulletin de la Société Portugaise des Sciences Naturelles (1908-1921)]; Reino Unido The Fishing News (1926-1927), Rodesia Proceedings of the Rhodesia Scientific Association (1915-1929); Rusia Bulletin de l’Institut des Recherches Biologiques de Perm (1926-1932)];  Uruguay Anales del Museo de Historia Natural de Montevideo (1909-1931)]; Túnez Archives de l’Institut Pasteur de Tunis (1925-1926).

Esas 115 publicaciones recibidas en la cátedra de Historia Natural del Instituto de Valencia estaban redactadas en 12 idiomas:

35 en castellano, 31 en inglés, 17 en francés, 6 en alemán y en portugués, 5 en italiano, 4 en checo, 3 en catalán y en polaco, 2 en sueco y japonés, 1 en ruso

Y su distribución temática sería la siguiente: 49 de Historia Natural, 13 de Oceanografía y Pesca, 10 de Ciencias, 11 de Zoología, 10 de Geología, 7 de Botánica, 4 de Hidrobiología, 4 de Medicina y Microbiología, 3 de Antropología, 2 de Citología e histología, 1 de Enseñanza de las Ciencias y 1 Protección de animales y plantas.

Esta importante colección de revistas llegadas al Instituto de Valencia, gracias a las gestiones de sus profesores de Ciencias Naturales, es otra prueba más de la internacionalización de las actividades científicas de un amplio número de investigadores españoles en el primer tercio del siglo XX, varios de ellos vinculados a los institutos de enseñanza media.

Algunas de estas publicaciones están accesibles on line en grandes repositorios bibliográficos como el de la Biodiversity Heritage Library o la Biblioteca digital del Real Jardín Botánico de Madrid.

Para saber más:

Santos Casado,»Celso Arévalo, catedrático de segunda enseñanza y fundador de la ecología acuática en España», Participación Educativa. Revista del Consejo Escolar del Estado, número extraordinario, 2011, pp. 90-99. (ver aquí).

Jesús Ignacio Catalá Gorgues, Los cultivadores de la historia natural en Valencia (1900-1940), Tesis doctoral, Universitat de València, 1999 (ver aquí).

E. Fernández Galiano, «Moviment cientific natural durante l’any 1916-1917», Junta de Ciències Naturals, Anuari II, 1917, p. 667, Ajuntament i Diputació de Barcelona, 1918 (accesible aquí).

José Mª López Piñero, «Emilio Ribera Gómez (1853-1921) y la enseñanza de la historia natural en la Valencia del siglo XIX», en Emilio Ribera Gómez, Elementos de Historia Natural (Valencia 1893). Estudio introductorio, Valencia, Cátedra de Eméritos de la Comunidad Valenciana, 2003, pp.I-XIV.

Carles Sirera Miralles, Un título para las clases medias. El Instituto de Bachillerato Lluìs Vives de Valencia, 1859-1902, Publicacions de la Universitat de Valencia, 2011.


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Un lustro de bonanza para el material científico del Instituto de Murcia entre 1906 y 1910

Entre 1906 y 1912 se invirtieron 540.557 pesetas para compra de material científico en los 56 institutos generales y técnicos, antecedentes de los actuales Institutos de Enseñanza Secundaria, existentes en el Estado español en aquel entonces. Un desglose detallado de esas inversiones, instituto por instituto, se encuentra en la tabla que acompaña a la comunicación «1906-1910. Un lustro de mejoras en el ajuar científico de los institutos y en el material para la enseñanza de la geografía», que voy a presentar el viernes 23 de octubre en las VI Jornadas científicas de la SEPHE (Sociedad Española para el Estudio del Patrimonio Histórico-Educativo), de las que he dado cuenta en otro post. (ver aquí).

Tras haber informado en otras ocasiones en este blog de las peticiones efectuadas en aquellos años por los institutos de Ourense (ver aquí ) y Zaragoza (ver aquí) para mejorar su material científico gracias a una partida extraordinaria de los presupuestos del Estado voy a hacerme eco en esta ocasión de la situación del instituto de Murcia.

Me ha animado a ello la lectura de la tesis de José Pedro Marín Murcia, «El material científico para la enseñanza de la botánica en la región de Murcia (1837-1939)» defendida exitosamente por su autor el pasado 15 de octubre de 2014 en el Departamento de Didáctica de las Ciencias Experimentales de la Facultad de Educación de la Universidad de Murcia, y accesible on line aqui. El tribunal estuvo presidido por Antonio Viñao, y compuesto además por Antonio Moreno González, Gabriela Ossenbach, Gaspar Sánchez Blanco y el autor de este post. Los directores de la tesis han sido los profesores José Mariano Bernal Martínez y José Damián López Martínez, expertos en la historia de la didáctica de las ciencias experimentales en la España contemporánea.

tesis Jose Pedro Marin

Comparando los datos del Instituto de Murcia con los de otros institutos del distrito universitario de Valencia, al que estuvo adscrito hasta la constitución de la Universidad de Murcia en 1915, llama la atención que fue uno de los centros educativos privilegiados en la asignación de recursos para material científico efectuada por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Así se aprecia en la siguiente información.

De las 53.020 ptas que llegaron entre 1906 y 1910 a los cinco institutos de ese distrito casi una cuarta parte – 14,400 ptas-  correspondieron al Instituto de Murcia. Fue el que recibió más recursos. Le siguieron los institutos de Valencia, con 13,560 ptas., Alicante con 9,300,  Albacete con 8.360 ptas y  Castellón con 7.400 ptas.

Desglosando esas cifras año por año en ese período de tiempo nos encontramos con la siguiente situación:

En 1906 se distribuyeron en el distrito universitario de Valencia  9,650 ptas  (de un total de 100 mil pesetas que se consignaron en el presupuesto extraordinario para comprar material científico para el conjunto de institutos) de la siguiente manera: Valencia y Albacete recibieron 2.080 ptas cada uno, y los institutos de Alicante, Castellón y Murcia 1,800 ptas.

Esta situación se mantuvo en el año 1907.

En el año 1908 se cambiaron los criterios de distribución de los recursos, pues los técnicos del Ministerio introdujeron otros factores para su asignación. En ese año el Instituto de Valencia recibió 4.000 ptas, el de Murcia 3.600 ptas, los de Alicante y Albacete 1.400 ptas y el de Castellón 1.000 ptas. Esas 11,400 ptas significaron el máximum de recursos anuales que llegaron al distrito universitario de Valencia en el mencionado período de tiempo.

Para el año 1909 la asignación fue menor, en total 9.800 ptas, ya que las 4.000 ptas recibidas en 1908 por el Instituto de Valencia se vieron reducidas a 2.400 ptas. Los demás institutos recibieron las mismas cantidades que en 1908.

En el año 1910 el total asignado a los institutos del distrito valenciano fue de 10.600 ptas distribuidas de la siguiente manera: Murcia 3.600 ptas, Valencia 2.400 ptas, Castellón 1.800 ptas., Alicante y Albacete 1.400 ptas.

La creación del Instituto de Material Científico por decreto de 7 de marzo de 1911, que sería presidido por Santiago Ramón y Cajal, introdujo nuevos criterios más selectivos de distribución de los recursos económicos. De manera que para el año 1912 solo se asignaron 1.500 ptas al Instituto de Alicante y 600 ptas al de Valencia.

Dos documentos permiten aproximarnos mejor al comportamiento que tuvieron los profesores de las cátedras de Agricultura, Física y Quimica, Fisiología e Historia Natural y Geografía e Historia del Instituto de Murcia ante la ventana de oportunidad que se les ofreció  entre 1906 y 1910 para proveerse de material científico con el que mejorar la enseñanza práctica y experimental de sus asignaturas.

Fachada del Instituto de Murcia. En sus dependencias se instaló provisionalmente la Universidad de Murcia en 1915.

Fachada del Instituto de Murcia. En sus dependencias se instaló provisionalmente la Universidad de Murcia en 1915.

El 10 de marzo de 1906, por ejemplo, Amdrés Baquero Almansa, que era director del Instituto General y Técnico de Murcia desde 1904 según consta en una interesante noticia biográfica de Francisco Javier Díez de Revenga (ver aqui), solicitó al Subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes la adquisición del siguiente material científico de experimentación por un importe total de 2.113 ptas. Dado que el Ministerio le asignó ese año, como vimos líneas atrás, 1.800 ptas no todo este material solicitado fue adquirido. Pero por ahora no sabemos qué es lo que realmente llegó al Instituto de Murcia como consecuencia de la siguiente demanda, cuyo coste era el siguiente:

65 ptas. Un hornillo de mufla al gas para incineraciones

110 ptas. Hornillo Parrot de doble circulación para fundir

75 ptas. Hornillo para análisis orgánicos

40 ptas. Hornillo para crisoles de platino

200 ptas. Horno de mufla al gas con su fuelle

105 ptas. Soplete para gas, forma Paris, con su fuelle

25 ptas. Flamero Berzelius

25 ptas. Id. con soplete de Debrey

200 ptas. Colección de aparatos de telegrafía sin hilos

100 ptas. Colección de reactivos en sus frascos de vidrio

250 ptas. Estuche de Mineralogía

300 ptas. Balanza sencilla de precisión

100 ptas. Balanza de Westphall (sic), que alude probablemente a la balanza de Mohr-Westphal que es un dispositivo que se utiliza para la determinación de densidades de líquidos, como se explica en detalle aquí.

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Balanza hidrostática o balanza Mohr-Westfal. Tomada la imagen de campus.usal.es

12 ptas. 2 frascos de densidades (para sólidos y para líquidos)

25 ptas. Estuche con escala de dureza de Mohs

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Material didáctico de geología. Colecciones de minerales y rocas. Estuche actual para determinación de la dureza de los minerales de la casa IBD de equipamiento pedagógico-científico

350 ptas. Microscopio petrográfico

Modelo de microscopio petrográfico binocular del Museo Geominero de Madrid tomado de www.esacademic.com

Modelo de microscopio petrográfico binocular del Museo Geominero de Madrid. Imagen procedente de http://www.esacademic.com

80 ptas. Estuche de micrografía

16 ptas. 2 navajas para secciones micrográficas

35 ptas. Cristalizadores, cubetas con fondo de corcho, vidrios de reloj, portaobjetos y cubre objetos, médula de sauco, bálsamo de Canadá, et.

El Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares custodia otro documento, parecido al que hemos transcrito anteriormente, en el que sí hay una mayor correspondencia entre lo que se solicitó desde el Instituto de Murcia y lo que fue realmente adqurirido.

Me refiero a la petición efectuada por el mismo director firmada en Murcia el 15 de febrero de 1910 que ascendía a 3,630 ptas. Considerando que aquel año ese estableciemiento educativo recibió 3.600 ptas para la adquisición de material científico pareciera que todo lo que se demandó en aquella ocasión llegaría al ajuar del Instituto. Lo que se demandó en aquel año, al que cabe calificar de «annus mirabilis» de la ciencia española, fue lo siguiente:

600 ptas. Galvanómetro universal de precisión, usado para detectar y medir la corriente eléctrica.

825 ptas. Tercera parte de un Gabinete de Anatomía de 42 modelos

500 ptas. Colección de plantas para el Botánico. Este jardín botánico era uno de los mejores centros para la enseñanza de la botánica en la España de aquel entonces según muestra José Pedro Marín en su tesis doctoral, a la que aludí anteriormente.

Vista del Jardín Botánico del Malecón de Murcia adscrito a su Instituto. Imagen tomada de la revista universitaria de divulgación científica Eubacteria

Vista del Jardín Botánico del Malecón de Murcia adscrito a su Instituto. Imagen tomada de la revista universitaria de divulgación científica Eubacteria

60 ptas. Binador de tres arados, para una caballería

175 ptas. Sembradora Rud Sach, para dos surcos

30o ptas. Nuevo evaporador para secar frutos

20 ptas. Lupa, gran modelo

60 ptas. Lámpara de incandescencia al alcohol y doce manguitos

500 ptas. Aparato completo de proyecciones. Probablemente este aparato se refiera a esta linterna mágica que llegó al Instituto en 1910 con placas de vidrio, algunas móviles, de especial interés y atractivo, según comentan los autores del catálogo del Musax, el Museo del Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia, al que se puede acceder aquí.

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Linterna mágica, Hélios deposé, Paris, 1910 (44 x 13,5x 25)

40 ptas. Mapa de Africa con las modernas divisiones

150 ptas. Aparatos y útiles de química

400 ptas. Productos químicos

La información proporcionada acá confirma lo que ya habían constatado los estudiosos de las vicisitudes del actual Instituto Alfonso X el Sabio. Es decir que el período de la dirección del catedrático de Retórica y Preceptiva Literaria Andrés Baquero Almansa, entre 1904 y 1915, fue uno de los más fecundos en su historia.

Andrés Baquero Almansa. Retrato de Falgas. Galería de Rectores. Universidad de Murcia

Andrés Baquero Almansa. Retrato de Falgas. Galería de Rectores. Universidad de Murcia

Así se sostiene en el libro colectivo El Instituto Alfonso X El Sabio: 150 años de historia de 1987 y en la obra de Carlos López Fernández Ciencia y enseñanza en algunas instituciones docentes murcianas de 2002.

La información ofrecida en este post se ha de completar con la ofrecida por las Memorias del Instituto. Por ejemplo, entre la numerosa información valiosa que ofrece José Pedro Marín en la tesis ya mencionada, señala en la página 224 que en la Memoria leída en la inauguración del curso 1911-1912 se indicó que el Instituto había adquirido para su gabinete agronómico varios tableros murales sobre plantas naturales, químicas, alimentarias, venenosas, el champiñón y dos de plantas en germinación. Por su parte la memoria leída en la inauguración del curso académico de 1912 a 1913 informaba de la compra de un cuadro de plantas parásitas y dos láminas de la filoxera de la vid.

Gran parte de estas colecciones científicas se encuentran actualmente accesibles en el MUSAX, el Museo del Instituto inaugurado en el año 2009, dividido en cuatro secciones: la biblioteca, y las áreas de física y química, ciencias naturales e imagen. Se puede acceder a su catálogo aquí.  Del gabienete de física del antiguo instituto provincial de Murcia efectuó en el año 2009 una muy útil guía didáctica el catedrático José Abelardo Vidal de Labra, accesible aquí.

El Instituto Alfonso X el Sabio de Murcia es uno de los socios fundadores, y muy activo,  de la Asociación Nacional para la Defensa del Patrimonio de los Institutos Históricos, sobre la que se puede encontrar información aquí, y de la que es socio el autor de este blog.


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Anuncio taller seminario Aulas innovadoras en la época de la JAE

El viernes 27 de junio de 2104 se celebrará en la sala Gómez-Moreno (2C10-2C24) del Instituto de Historia del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el taller seminario «Aulas innovadoras en la época de la JAE. Nuevas perspectivas sobre las reformas de la enseñanza secundaria en la sociedad española del primer tercio del siglo XX», actividad del proyecto de investigación «Educación integral para los jóvenes bachilleres: cambios promovidos por la JAE en la enseñanza secundaria (1907-1936)», [HAR2011-28368)],  coordinado por el impulsor de esta bitácora.

Participarán en él los siguientes investigadores con las comunicaciones que se indican a continuación:

Víctor Guijarro: La expansión de la cultura tecnocrática, las máquinas y las políticas educativas y sociales en la época de la JAE

Santiago Aragón: Los premios “Ribera”: el mecenazgo privado en los tiempos de la institucionalización de la actividad científica en España

Natividad Araque: Las primeras científicas becadas por la JAE

Santos Casado: El geólogo Vicente Sos. Historia de vida de un profesor e investigador de la Junta para Ampliación de Estudios.

José Manuel Azcona: El Instituto de Enseñanza secundaria de Bilbao, la sociedad liberal El Sitio y la JAE (1907-1936)

Leoncio López-Ocón: La renovación de la enseñanza de la geografía en las aulas de bachillerato en la primera década del siglo XX.

Mario Pedrazuela: La influencia del Centro de Estudios Históricos en la modernización de los estudios literarios y lingüísticos

Nani González: Guillermo Díaz Plaja: La enseñanza de la lengua y la literatura en Cataluña en el contexto de la JAE

Rebeca Herrero: La incorporación de las mujeres a la educación secundaria durante la Segunda República: un estudio de caso sobre el Instituto “Quevedo” de Madrid.