jaeinnova

Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


Deja un comentario

A propósito de un sello sobre la escuela de Cajal: son los que están pero no están todos los que son

El 20 de diciembre de 2023 se ha presentado en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid un sello homenaje a la Escuela Neurohistológica Española y a Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón-Navarra 1 mayo 1952-Madrid 17 octubre 1934), cuyos integrantes pertenecieron a tres grupos generacionales.

En el sello aparecen al lado de quien fuera premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1906 cinco discípulos directos: su hermano Pedro Ramón y Cajal, (Larrés [Huesca]- 1854-Zaragoza 1951), quien fue su más antiguo discípulo además de notable esperantista; el naturalista salmantino Domingo Sánchez Sánchez (Fuenteaguinaldo [Salamanca] 1860-Madrid 1947) quien fue su más importante colaborador en el terreno de la indagación de la textura del sistema nervioso de los invertebrados; el más destacado de sus discípulos directos Jorge Francisco Tello (Alhama de Aragón [Zaragoza] 1880- Madrid 1958), profesor auxiliar de su cátedra de histología y anatomía patológica desde 1905 y su sucesor en ella desde 1926, director del Instituto Nacional de Higiene entre 1920 y 1934, y director también del Instituto Cajal entre 1934 y 1939 cuando fue destituido de ese cargo por los vencedores de la guerra civil; Fernando de Castro Rodríguez (Madrid 1896-Madrid 1967), quien ganó la cátedra de histología y anatomía patológica de la Universidad de Sevilla en 1933, si bien fue agregado al Instituto Cajal dos años después, convirtiéndose en una de las máximas autoridades mundiales sobre la génesis y la textura de los ganglios del simpático periférico; el aragonés Rafael Lorente de Nó (Zaragoza 1902-Tucson, Arizona 1990), quien en 1931 aceptó el ofrecimiento de trabajar como neurohistólogo en el Central Institute for the Deaf, de St. Louis en Missouri, trasladándose cinco años más tarde -en 1936- al Instituto Rockefeller, de Nueva York, donde se convirtió en un relevante neurofisiólogo, sobre todo en el campo de las sinopsis neuronales.

También le acompañan en el sello tres grandes especialistas en la investigación neurohistológica, en cuyas obras Cajal influyó decisivamente. Uno de ellos fue Nicolás Achúcarro (Bilbao 1880-Neguri/Guecho [Vizcaya] 1918), a quien Cajal dedicó una emotiva necrológica en el seno de la Sociedad española de Biología, reproducida por la revista España, cuando la dirigía José Ortega y Gasset, y que he insertado en mi edición crítica de Los tónicos de la voluntad de Cajal en la editorial Gadir, cuya quinta edición acaba de aparecer [pp. 363-370]. En ella Cajal resaltó que Achúcarro «reunía a la honrada laboriosidad del vascongado, la disciplina metódica del alemán y la fina y comprensiva crítica del inglés». Otro fue el castellano Pío del Río Hortega (Portillo [Valladolid] 1882-Buenos Aires 1945), quien tras la muerte de su maestro Achúcarro pasó a colaborar con Cajal, con quien mantuvo unas relaciones tormentosas como expone en su texto autobiográfico El maestro y yo al que he prestado atención recientemente en diversas páginas de mi libro El cénit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936) cuando analicé el momento en el que la JAE le nombró heredero científico de Cajal, allá por octubre de 1935. Completa el panel de los representados en el sello «Homenaje a la Escuela Neurohistológica Española» el neurólogo y psiquiatra madrileño Gonzalo Rodríguez Lafora (Madrid 1886-Madrid 1971), quien organizó una importante exposición de arte psicopatológico expuesta en Madrid en el otoño de 1935 y en Barcelona en la primavera de 1936 como ha analizado recientemente Pedro José Trujillo en las páginas de la revista Asclepio y de las que me hice eco también en las páginas de El cenit de la ciencia republicana.

Estos tres últimos investigadores formaron en cierta medida un grupo diferenciado del tronco principal de los colaboradores directos de Cajal. Este lo reconoció en cierta medida en su necrológica de Achúcarro cuando afirmó: «Persuadido yo, sin embargo, de sus envidiables dotes docentes, logré, no sin vencer grandes resistencias, obligarle a regentar una plaza de auxiliar numerario en la Facultad de Medicina, en espera de la cátedra de Neuropatología, en la cual sus grandes talentos hubieran hallado empleo adecuado y florecimiento espléndido. En este empeño de asociarle a la noble misión del magisterio, me secundó, sin reservas, la Junta de Ampliación de Estudios, que puso bajo la dirección de Achúcarro, excelente Laboratorio destinado a orientar a los candidatos a pensión y a retener y adiestrar a su regreso a los pensionados más sobresalientes. De que nuestros vaticinios se cumplieron, da elocuente testimonio la brillante escuela fundada en muy pocos años por el joven maestro; de ella son honra y prez: Rodríguez Lafora, del Río Hortega, Sacristán, Calandre, Gayarre, Fortún y otros varios todavía en fase de formación«. 

Fue el temprano fallecimiento de Achúcarro en 1918 el que produjo que varios de sus discípulos se integrasen en la escuela de Cajal. Por tal razón este cuando la Academia de Ciencias le otorgó la medalla Echegaray en 1922 enumeró hasta a 22 integrantes de su escuela, según nos ha recordado recientemente Cristina Calandre (ver aquí). En ese listado se encuentran dos investigadoras: la doctora australiana Laura Forster (1858-1917) y Manuela Sierra (1900-1988), cuyas aportaciones han sido destacadas recientemente junto a las de otras mujeres que colaboraron con Cajal y su escuela.

Con el paso de los años alguno de los presentes en esa lista, como fue el caso de Pío del Río Hortega, se emanciparon de la tutela del maestro y formaron a su vez su propia escuela como vamos a exponer en sucesivas entradas de esta bitácora, y como ya destacara Isaac Costero en el obituario que le dedicó en las páginas de la revista Ciencia (ver aquí).


2 comentarios

La admiración de Isaac Costero por Pío del Río Hortega

Durante el año 2023, que se va, me he encontrado con Isaac Costero (Burgos 1903-Ciudad de México 1980) en varias ocasiones a lo largo de las investigaciones que he efectuado sobre Germán Somolinos (Madrid 1911-Ciudad de México 1973), cuyos papeles conservados por su familia he tenido la oportunidad de investigar en estos meses pasados, como expuse en el homenaje que le brindamos en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el pasado 18 de octubre de 2023 cuando presentamos el sitio web Germán Somolinos d’Ardois: memoria de un médico exiliado.

Esos dos médicos republicanos, nacidos en momentos diferentes, compartieron en su exilio mexicano trabajos y afanes, y forjaron en tierras americanas una sólida amistad como se deduce de las necrológicas que dedicara Costero a Somolinos, publicada una de ellas en el volumen 43 de los Archivos del Instituto Nacional de Cardiología de México accesible aquí.

Pero casi tres décadas antes -en 1945- en sus primeros años de exiliado ya Isaac Costero, quien dio numerosas pruebas de tener una ágil memoria como se constata en su excelente autobiografía Crónica de una vocación científica que publicara en México en 1977, tuvo que hacer otra despedida. En ese caso a quien había sido su maestro durante catorce años consecutivos en el Laboratorio de Histopatología de la JAE dirigido por Pío del Río Hortega, -como resalta en el texto que se presenta a continuación- y también su jefe por unos meses -antes de acceder a su cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Universidad de Valladolid en 1934- en el Instituto Nacional del Cáncer, donde Costero obtuvo una plaza de ayudante en la primavera de 1933 junto a Manuel Pérez Lista y Rafael Ibáñez González. Esa institución sería dirigida por Pío del Río Hortega durante la mayor parte del período republicano.

Como en los próximos meses voy a sumergirme, junto a Alba Calzado, quien está gozando una beca JAE intro de introducción a la investigación en el Instituto de Historia del CSIC, bajo mi tutoría, en el estudio del Congreso Internacional de Lucha científica y social contra el cáncer celebrado en Madrid a finales de octubre de 1933, la labor de Pío del Río Hortega en esa lucha y las conexiones con sus colaboradores me resultan de especial interés.

Por ello me ha parecido relevante la necrológica que dedicara Isaac Costero a su maestro y jefe en las páginas de la revista Ciencia, el portavoz de la diáspora científica republicana –como ya he explicado en otros lugares– en julio de 1945, pocos días después de la muerte en tierras argentinas de ese gran histopatólogo que fue Pío del Río-Hortega, candidato al premio Nobel varias veces, como explicaré en otras entradas de esta bitácora, y al que he dedicado gran atención en diversas partes de mi reciente libro El cénit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936).

A continuación se ofrece el mencionado texto de Isaac Costero sobre su admirado Pío del Río-Hortega.

Pío del Río-Hortega en 1933.
(Archivo digital Pío del Río-Hortega)

In Memoriam. El Dr. Pío del Río-Hortega por Isaac Costero

            El día 1º de junio último falleció en Buenos Aires el Dr. Pío del Río-Hortega. Tenía allí a su cargo, desde que la guerra le desplazó de Europa, un laboratorio de Histopatología patrocinado por la Institución Cultural Española, en el que recibía sus inagotables enseñanzas y realizaba importantes trabajos de investigación un selecto grupo de médicos argentinos.

             Pocos investigadores contemporáneos han alcanzado el justo prestigio de solidez y originalidad científicas como lo logró Río-Hortega desde su juventud. Inició los trabajos histológicos al lado de un entusiasta discípulo de Ranvier, el venerable Dr. Leopoldo López García, profesor de muchas generaciones en la Facultad de Medicina de Valladolid. Después de un breve intento de ejercicio profesional a la sombra de su pintoresco castillo familiar, el Dr. Río- Hortega fue a Madrid a trabajar en el laboratorio que entonces dirigía Don Santiago Ramón y Cajal en el Museo de Velasco y del que irradiaban al mundo los trabajos más importantes de la época sobre arquitectura del sistema nervioso.

            Al lado de Achúcarro, el malogrado investigador en el campo de la Neurología, Río-Hortega comenzó a desarrollar ampliamente sus maravillosas dotes de técnico (“Varias modificaciones al método de Achúcarro”, Bol. Soc. esp. Biol., 1916). Incontables días de apasionantes tanteos dieron como primer resultado importante el hallazgo de una sustancia, simple en su obtención, pero misteriosa en su constitución química y en sus propiedades como detectora de estructuras histológicas (“Un nuevo método de investigación histológica e histopatológica”. Bol. Soc. españ. Hist. Nat., 1918).  Esta sustancia -el carbonato de plata amoniacal-, representa el genio de un incomparable investigador, condensado en forma de dócil reactivo.  En manos de cualquier otro histopatólogo, es un líquido incoloro que se reduce sobre los tejidos manchándolos con burdos precipitados y que deja fácilmente huellas coloreadas en los dedos y en las ropas de quienes inesperadamente lo manejan. Como Río-Hortega, su creador, el carbonato de plata amoniacal solo es amigo de quien le quiere comprender. No se amolda a la rutina de los ayudantes técnicos, en quienes descansa habitualmente todo el trabajo manual en los laboratorios de Histopatología; necesita de dedos ágiles manejados por un cerebro perspicaz y acucioso, dedos que hayan visto la suave precisión de los de Río-Hortega, cerebro que haya captado las estimulantes ideas del sabio histólogo español.

            Entonces el carbonato de plata amoniacal demuestra con las más bellas imágenes lo que el deseo del investigador solicita de él. Es suficiente variar el tiempo de la fijación formólica de los tejidos, el tratamiento previo de los cortes con algún mordiente, la duración en la permanencia o la temperatura del reactivo, la concentración o el grado de agitación del reductor, para poner de manifiesto ora las más delicadas apariencias del armazón cromático, ora los protoplasmas más refractarios a la coloración con anilinas, ora las neurofibrillas, las células neuróglicas, la microglía, la oligodendroglia, las epiteliofibrillas normales o patológicas, los centrosomas, las bandas de cierre, los pigmentos lipoideos, las melaninas y sus sustancias predecesoras, etc. (“Coloración rápida de tejidos normales y patológicos con carbonato de planta amoniacal”, Bol. Soc. esp. Biol. 1919; “Una sencilla técnica para teñir rápidamente neurofibrillas y fibras nerviosas”. Bol. Soc. españ. Hist. Nat., 1921 [pp. 364-371] “Varias técnicas selectivas para la tinción del tejido conectivo reticular”. Ídem, 1925 [pp. 204-201]; “Manera sencilla de teñir epiteliofibrillas y ciertos retículos protoplásmicos de difícil demostración”.  Idem 1926 [pp.107-113]; “Fundamentos y reglas de una técnica de impregnación férrica, aplicable especialmente al sistema retículo endotelial”, Ídem, 1927 [pp. 372-383]; “ Innovaciones útiles en la técnica de coloración de la microglía y otros elementos del sistema macrofágico”. [pp.199-210] Idem., 1927; y otros muchos datos aparecidos en la mayor parte de sus restantes monografías).

            Tan grande era la ductilidad del carbonato de plata en manos de Río- Hortega que ni él mismo consideraba suficientemente seguro que alguna vez se agotaran sus posibilidades. Por eso retrasó siempre lo que le era tan solicitado: escribir un trabajo donde se encontrasen reunidas las múltiples variantes que le habían servido para realizar sus más conocidos descubrimientos. Sólo cuando sintió llegar la enfermedad que ha paralizado su fecundo cerebro, se decidió a escribir concretamente sobre sus técnicas, labor que ha terminado mientras luchaba con el dolor y la consunción en el voluntario y hermético aislamiento en el que quiso pasar los últimos meses de su vida. (“El método del carbonato argéntico. Revisión general de sus técnicas y aplicaciones en Histología normal y patológica”. Arch. Histol. normal y patológica, 1943-1944).

            Docenas de investigadores de todo el mundo acudieron al modesto laboratorio de la Residencia de Estudiantes de Madrid con el ánimo de desentrañar los misterios de técnica tan genial y fecunda. Y pronto descubrieron todos ellos que el reactivo y su autor eran igualmente sencillos; hasta confundirse en una misma cosa, y partían hablando ya para siempre de “el carbonato” y de “don Pío”, frases ambas envueltas en un halo de afectuosa cordialidad. Ninguno pudo dominar la técnica sin alcanzar al mismo tiempo la amistad del maestro, ni nadie logró hasta ahora mejorar aún en el detalle los resultados técnicos del reactivo ni las ideas que ellos despertaron en la mente del creador.

            Río-Hortega tenía una destacada personalidad de artista. Su arte se manifestó de manera excepcional y en medio poco común, pero sus incontables horas de trabajo lo fueron de la actividad artística más pura. Artistas fueron sus mejores amigos; todas las obras de arte merecían su decidida admiración; decantado arte se desprende de sus maravillosos dibujos, realizados a veces en cortos minutos, el pincel saltando con inquietud de inspiración verdadera del guache al papel; admiración de artista le permitía contemplar sin descanso sus preparaciones e interpretarlas con tan asombrosa precisión; amor de artista tenía por su obra y la indignación, a veces graciosa por lo infantil, que le producían sus plagiarios y contradictores, sólo se encuentra semejante en almas de artistas verdaderos. Su extensa capacidad de observación, su afinidad hacia el detalle que a todos escapa, la finura de su crítica, el afecto que sentía por los objetos e instrumentos de trabajo, son otras tantas manifestaciones de su temperamento hipersensible, que se manifestó en forma de un paternal cariño hacia quienes tuvimos la fortuna de ser sus discípulos.

            No es éste el momento oportuno para detallar sus descubrimientos. Río- Hortega miraba todo con ojos propios; unos ojos que parecían distintos a los demás y que veían mucho más y diferentes cosas en las mismas estructuras que habían sido ya objeto de minuciosas requisiciones por expertos investigadores. Esta genialidad en la apreciación de las imágenes morfológicas, sumada a la habilidad técnica, dio resultados asombrosos. En 14 años consecutivos que trabajé a su lado, cada día ví al menos una cosa nueva, aprendí un artificio técnico y escuché de sus labios un concepto original. De contados maestros podrá decirse algo parecido. Lo publicado por Río- Hortega, aun siendo mucho, no es sino lo fundamental de sus descubrimientos, aquello que su rigurosa autocrítica y su tradicional pereza para escribir le permitían confiar a la a pluma.

            La originalidad de las ideas de Río-Hortega se manifestaba en todos los momentos y, entre otras cosas no menos extraordinarias, en ésta: nunca le vi consultar un libro o una monografía antes de emprender un trabajo; al contrario que casi todos los investigadores, buscaba la información necesaria a la publicación de sus descubrimientos cuando ya su criterio referente al problema estaba firmemente establecido sobre la base de sus observaciones personales. La inspiración brotaba del mismo, nunca de opiniones expresadas por otros; aún más, la lectura de las opiniones ajenas le solía exasperar porque a menudo les encontraba el defecto, realmente fundamental en un investigador, de repetir lo ya dicho otras veces por quienes observaron los hechos con más material y en primer lugar, únicos en quienes disculpaba errores de interpretación. He aquí el motivo, para muchos ignorado, de que Río-Hortega no haya escrito nunca un libro de texto o un tratado general. Esta clase de obras, cuya necesidad y mérito él no discutió jamás, quedaban fuera de su temperamento; todo su trabajo es original y jamás se avino a escribir lo que, como él mismo decía, ya estaba escrito.

             Pero, si no toda su obra, sí debemos citar aquí, al menos brevemente, los trabajos que le han dado más fama referentes a la microglía, a la neuroglia, a la epífisis y a los tumores cerebrales.

            La microglía, el llamado tercer elemento de los centros nerviosos, era totalmente desconocida en su real naturaleza antes de los trabajos de Río- Hortega, y a él debemos todo lo que hoy se sabe acerca de su morfología, origen y función. Como ya es del dominio de los especialistas, la microglía está formada por pequeñas células dotadas de prolongaciones arborescentes delicadas y muy espinosas, que se reparten en todos los territorios del sistema nervioso central; proceden del mesodermo, tienen movimientos amiboideos muy activos e intensa capacidad fagocitaria, durante la cual tienden a perder sus prolongaciones originando las llamadas células en bastoncito y cuerpos granuloadiposos. Estas actividades se manifiestan con especial intensidad en los procesos patológicos del encéfalo y singularmente en los de naturaleza inflamatoria.

            El descubrimiento de la microglía data de 1919 y las monografías originales correspondientes pueden encontrarse en el tomo IX del Boletín de la Sociedad española de Biología (“El tercer elemento de los centros nerviosos: I. La microglía en estado normal. II. Intervención de la microglía en los procesos patológicos. III Naturaleza probable de la microglía. IV, Poder fagocitario y movilidad de la microglía”). Todavía hay otros tres trabajos fundamentales sobre el tema: “La microglía y su transformación en células en bastoncito y cuerpos gránuloadiposos”. (Trab. Lab. Invest. Biol. Univ. Madrid, 1920; “El tercer elemento de los centros nerviosos; histogénesis y evolución normal, éxodo y distribución regional de la microglía” (Mem. Soc. españ. Hist. Nat., [tomo XI] 1921 [pp. 213-268 y 16 láminas), y “Lo que debe entenderse por tercer elemento de los centros nerviosos” (Bol. Soc. Españ. Biol., 1924).  El hallazgo de la microglía surgió de las variantes a las técnicas del carbonato de plata con las que es posible teñir los protoplasmas y se basan en la fijación breve de los tejidos, en la impregnación rápida en soluciones concentradas de plata y en la reducción en agitación continua. La microglía se tiñe en condiciones similares a como lo hacen los macrófagos fijos y libres de los demás tejidos y, en realidad, representa el sistema macrofágico de los centros nerviosos.

            La neuroglia genuina fue objeto de largos y fecundos análisis por parte de Río-Hortega. Su descubrimiento más importante en este campo es, sin duda, el de la neuroglia interfascicular, con escasas prolongaciones aferradas a las vainas meduladas de las fibras nerviosas, a la que llamó oligodendroglia. Esta variedad de neuroglia fue primero entrevista con técnicas similares a las que pusieron de manifiesto a la microglía. Más tarde, encontró Río-Hortega una modificación al método de Golgi del cromato de plata. por la que pudo determinar exactamente la morfología y la distribución de la oligodendroglia; nuevas variantes al método del carbonato pusieron recientemente en evidencia la oligodendroglia de los ganglios sensitivos y simpáticos. La información bibliográfica original sobre este tema se extiende desde 1921 a 1943 (“Estudios sobre la neuroglia; la glía de escasas radiaciones (oligodendroglia), Bol. Soc. españ. Hist. Nat., [pp.63-92], 1921: ¿Son homologables la glía de escasas radiaciones y las células de Schwann?”, Bol. Soc. españ. Biol., 1922; “Tercera aportación al conocimiento morfológico e interpretación funcional de la oligodendroglia”, Mem. Soc. españ. Hist. Nat., [tomo XIV, pp. 5-122], 1928; “Investigaciones sobre la neuroglia de los ganglios sensitivos y simpáticos” en colaboración con Prado y Polak, Arch.Hist. normal y patol, 1943). Además se ocupó de “La verdadera significación de las células neuróglicas llamadas amiboides”. (Bol. Soc. españ. Biol., 1918), de “Algunas observaciones sobre la neuroglia perivascular” (Bol. Soc. españ. Hist. Nat., [pp. 184-204]1925), del “Condrioma y granulaciones específicas de las células neuróglicas” (Idem, [pp. 34-55] 1925) y de “La neuroglia normal: conceptos de neurogliona y de angiogliona” (Arch. Histol. normal y patol. 1943).

            Sobre la glándula pineal los trabajos de Río-Hortega deciden claramente la morfología de las células parenquimatosas (“Constitución histológica de la glándula pineal”. Libro en honor de don Santiago Ramón y Cajal, 1922), establecen el contenido del parénquima epifisario en elementos neuróglicos genuinos (“Substratum neuróglico”, Arch. Neurobiol., 1929) y descubren en las células parenquimatosas verdaderos granos de secreción (“Actividad secretora de las células parenquimatosas y neuróglicas”, Arch Neurobiol., 1929).

            A la estructura de los tumores cerebrales ha dedicado dos gruesas monografías fundamentales (“Para el mejor conocimiento histológico de los meningoexoteliomas”, Arch. españ. Oncol., 1930, y “Anatomía microscópica de los tumores del sistema nervioso central y periférico”, Ponencia al Congreso Internacional del Cáncer, 1933) y otras menores en extensión, pero de conocimiento básico para los especialistas en la materia, tales como “Nueroblastomas” (Bol. Acad. Med., Buenos Aires, 1940), “Estudio citológico de los neurobifromas de Recklinghausen” (Arch. Histol. normal y patol, 1943), “Sincitio y diferenciaciones citoplásmicas de los meningoexoteliomas” (en colaboración con Prado y Polak, Idem, 1943) y “Contribución al conocimiento citológico de los oligodendrogliomas” (Idem, 1944). Según estos trabajos, los neurospongiomas no existen tal como fueron concebidos en los últimos años y los meduloblastomas no son tumores de naturaleza indefinida por demasiado embrionaria, sino neuroblastomas genuinos. La forma de las células en los tumores del sistema nervioso central, de conocimiento indispensable para establecer un diagnóstico exacto, sólo se pueden poner de manifiesto en la actualidad con el carbonato de plata amoniacal. La diferenciación entre los glioblastos y los neuroblastos tampoco puede establecerse sin el conocimiento de las técnicas y de las ideas de Río-Hortega.

            Libros y monografías escritas en todos los idiomas contienen, repetido en muchas páginas, el nombre del original investigador español junto a sus descubrimientos y expresivas ilustraciones. El nombre de Río-Hortega ha quedado vinculado para siempre al de algunas publicaciones científicas de relieve singular punto. Los Boletines de las Sociedades españolas de Biología y de Historia Natural, en los que vertió lo más selecto de sus trabajos, así como los Archivos españoles de Oncología, de Madrid, y los Archivos de Histología normal y patológica, publicados en Buenos Aires, de los que fuera fundador. Ninguna de estas dos últimas publicaciones ha contado larga existencia; la primera resultó interrumpida por la guerra, pero la última no debe quedar abandonada por la muerte del maestro. Todos los que fuimos sus discípulos estamos obligados a mantener en ella el nombre de Río-Hortega y es de esperar el apoyo más eficaz para ello, tanto del grupo de colaboradores argentinos como de la Institución Cultural Española; aquellos y ésta han dado buenas pruebas de su amor al trabajo científico, a la ciencia de habla española y al Dr. Pío del Río-Hortega, y mantendrán, sin duda, con la constante contribución de quienes estamos repartidos ahora por todo el mundo, los archivos en los que tanto amor y trabajo puso nuestro maestro.

             Río-Hortega quiso a su Patria con amor desinteresado de niño, con entrega incondicional de amante. Varón con espíritu de una pureza que, a fuer de singular, resultó incomprendida para algunos; hombre para quien las palabras amistad y patriotismo tenían su más elevado sentido, se entregó de lleno a su trabajo y a su país. Allí dirigió durante muchos años el Laboratorio de Histología Normal y Patológica que la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas le confió en la Residencia de Estudiantes, al mismo tiempo que se ocupaba de la dirección del Instituto Nacional de Oncología. Por sus discípulos y por su Patria recorrió las más famosas universidades del mundo y París, Berlín, Praga, Leyden, Bruselas, México, Montevideo, Santiago de Chile y Buenos Aires escucharon sus conferencias y cursos técnicos en diversas ocasiones. Por su país solicitó entrar en el acribillado Instituto de Oncología, entre el tupido fuego de las armas germanas, a rescatar el radio y los instrumentos transportables en tan duras condiciones, que depositó en el Banco de España. Por su desgraciada Patria renunció a puestos brillantes y bien remunerados que le ofrecieron cuando salió de ella y de la que nunca quiso apartarse.

            Nada en el mundo podía ser comparado en la castiza imaginación del sabio, a su terruño natal. Ese terruño de arcilla rojiza de la que con tanto trabajo obtiene el campesino castellano su miserable sustento y cuya lejanía en la hora de la muerte ha debido ser para tan gran patriota el más duro de sus muchos sufrimientos. Ese terruño barrido por todos los vientos y azotado por todos los climas, que algún día no lejano habrá de acoger definitivamente sus restos como, sin duda, acogió ya sus últimos y más amados pensamientos

Isaac COSTERO

Ciencia, vol. VI, nº 5-6, 1945, 10 de julio de 1945, pp. 193-197


Deja un comentario

El homenaje de José Puche Álvarez a Germán Somolinos hace medio siglo

Dos relevantes médicos españoles republicanos – José Puche Álvarez (Lorca, 31 de agosto de 1895-México, 3 de noviembre de 1979) y Germán Somolinos d’Ardois (Madrid 24 de febrero de 1911- México, 23 de junio 1973)- compartieron exilio en tierras mexicanas. Puche, ex rector de la Universidad de Valencia durante la guerra civil, sobrevivió a Somolinos, a pesar de que le llevaba más de quince años.

Gracias a casualidades de la vida, que explicaré más en detalle en un acto que se celebrará el próximo 18 de octubre en la sede del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del CSIC, me he sumergido en los últimos meses en la vida y la obra de uno de los grandes historiadores de la medicina del tercer cuarto del siglo XX como se comprobará en un sitio web que se presentará ese día que he construido con un equipo formado por Irati Herrera Ros y Teresa López y con la ayuda técnica de Sonia Jiménez.

En ese acto los herederos de Germán Somolinos, particularmente mis colegas del CCHS Helena Rodríguez Somolinos y Juan Rodríguez Somolinos, sobrinos de su tío Germán, donarán generosamente una serie de papeles que su familia ha conservado amorosamente durante décadas sobre la vida y la obra de ese relevante médico que llegó a México exiliado antes de cumplir los treinta años. Luego en su nueva patria de adopción rehizo su vida, se nacionalizó mexicano, y dedicó sus energías, tras consolidarse profesionalmente como médico, a su pasión por la investigación histórico-médica. En sus estudios como historiador de la medicina dedicó el grueso de sus energías a estudiar la vida y la obra del médico renacentista Francisco Hernández, enviado por Felipe II en la década de 1570 a estudiar las plantas medicinales mexicanas.

Germán Somolinos falleció cuando acababa de cumplir 62 años, encontrándose en plena actividad intelectual. Su temprana desaparición no sólo conmocionó a sus familiares -estaba casado con Marisa Palencia Oyárzabal, hija del artista, crítico de arte y diplomático republicano Ceferino Palencia, y de Isabel de Oyárzabal, la primera mujer embajadora de España, y destacada feminista republicana- sino también a sus numerosos amigos mexicanos y españoles exiliados. Uno de ellos fue José Puche, quien publicó hace cincuenta años -el 30 de septiembre de 1973- una sentida necrológica en las páginas de la revista Ciencia, el principal portavoz de la diáspora científica republicana.

He aquí sus contenidos.

Germán Somolinos d’Ardois

         Este amigo verdadero, bueno y leal, terminó su jornada entre nosotros. La contemplación de su existencia conforta por su ejemplaridad. Germán llenó su vida con deberes cumplidos, cultivando fervorosamente los valores eternos, abnegado en el trato con sus deudos y amigos y practicando, sin afectación, las virtudes humanas.

         El valor de la existencia no puede ser medido utilizando un parámetro aislado. Vivir muchos años puede significar muy poco, además, los achaques de la senectud suelen ser desoladores. No tiene calificación estimable la fortaleza, en su aspecto elemental, ni la ostentación del esfuerzo. Poco vale el envanecimiento de las competencias. La simulación, el engaño, ¿a dónde conducen? Tampoco parece prenda segura el poder, aunque sea mucho y adquirido en buena lid, situación inusitada, ya que, a la hora de administrarle, no faltan cerca del poderoso aduladores o consejeros ruines que, con su servilismo, lo desvirtúan. Llegando a sortear este peligro, todavía el poder, exento de virtudes, puede malograrse, infligiendo deformaciones imprevisibles sobre el espíritu mejor templado.

          Una valoración inteligible de la persona debe realizarse necesariamente a través de varios parámetros cualitativos. Acumulan valor el trabajo inteligente, los propósitos honestos y la disposición de compartir con los demás los bienes que circunstancias afortunadas nos hubieran deparado.

          Estas reflexiones afloran ante el recuerdo de las excelencias del amigo que acaba de dejarnos.

         En la plenitud de su brío, Somolinos pronunció un discurso memorable ante la Academia Nacional de Medicina, glosando la importancia del trabajo de los médicos españoles que el exilio republicano trajo a México. Aquella disertación conmovió a nuestros coterráneos y también a nuestros colegas y amigos mexicanos punto el acto tuvo tal relevancia que fue preciso difundir su contenido para darlo a conocer a los españoles republicanos. El Ateneo Español de México tomó la iniciativa de publicar el discurso con los comentarios de los doctores Ignacio Chávez, Salazar Mallén y Fernández del Castillo. Hubo que agregar una presentación, tarea que asumí, con especial agrado, por la admiración y el afecto que unió a Germán Somolinos y que comparto con los tres colegas mexicanos que le acompañaron en aquella sesión de buen recuerdo.

         Dije entonces: “nuestro amigo pertenece a ese limpio linaje de españoles prestos a defender las causas justas, los valores humanos, los ideales nobles…”  En efecto, el linaje a que deseaba referirme era el simbolizado por Cervantes al crear la figura del maltratado caballero.

          La dignidad, el esfuerzo desinteresado, el valor, la bondad, formaban el paradigma quijotesco. Precisamente, por eso, fuera cruelmente escarnecido y objeto de mofa para los “patanes” y “logreros”. El caballero apaleado, siempre en trance tragicómico, sigue confiando en los que se burlan de él, hasta la muerte, porque sueña como debiera ser y no como suele ser la gran mayoría: gentes mezquinas, aligeradas de todo impedimento, que buscan en la vida únicamente su provecho o satisfacciones instintivas.

          En su actitud ante la vida, la conducta de Somolinos armonizaba con la del hidalgo que sigue impertérrito ante los descalabros y las calamidades. Ejerció su profesión con singular competencia y decoro. Pero su campo de aventura, sus actividades preferidas, fueron las vinculadas a la historia de la Medicina.

          Sus trabajos historiográficos se caracterizan por la información rigurosa, el comentario inteligente y la amenidad de su prosa, impregnada de buen gusto y de profunda erudición.

          Se aprecia también en la manera de tratar los temas elegidos el perfil del investigador, técnica de trabajo que debió aprender junto al forjador más destacado de la ciencia española, D. Santiago Ramón y Cajal.

          El estudio de Somolinos que precede a la edición de las obras completas de Francisco Hernández, editadas por la Universidad Nacional Autónoma de México, constituye una de las más brillantes realizaciones historiográficas que se hayan publicado en lengua española. La edición de la Universidad es sencillamente insuperable y el estudio preliminar que escribió José Miranda sobre Las Españas de Felipe II da a la vida y la obra de Francisco Hernández un valor que, siendo merecido, coma nunca antes pudo alcanzar.

          Sus aportaciones y esclarecimientos acerca de la Medicina Mexicana prehispánica reúnen, con la autenticidad histórica de los relatos, la calidad estética del arte de los antiguos pobladores. Sus hallazgos en las tradiciones y códices autóctonos van acompañados de acendrado entusiasmo y enamoramiento por ellos.

          El compendio de Historia de la Medicina que compuso Somolinos señala sabiamente los momentos más decisivos del progreso de la Medicina Universal.

          Refiriéndose a las vicisitudes de la historia de nuestro país de origen, Somolinos, recordando a Miguel Servet, en la revista Las Españas dice así: “España, desde tiempos muy remotos, se desprende periódicamente de lo más florido y avanzado de su intelectualidad, enviándola a rodar, desvalida y desconectada, por países extraños e inconexos.

          Pocos de estos españoles vuelven a su patria y, sin embargo, ¡he aquí lo maravilloso del español!, estos expulsados o huidos son los que más han laborado y con mayor eficacia por el conocimiento universal de España y a quienes se deben la mayoría de los hechos universales de la historia española”.

         Este dolorido comentario no cuenta para los miles de españoles que tuvimos la fortuna de llegar a México, pues aquí la inmensa mayoría de los expatriados españoles encontraron una Patria donde rehacer sus vidas, como lo supo hacer tan acendrada y gloriosamente Germán Somolinos. – J. PUCHE.

Ciencia, XXVIII, 3, 30 septiembre 1973, pp. 127-128.


Deja un comentario

Leonardo Martín Echeverría, profesor aspirante del Instituto-Escuela de la JAE

El próximo viernes 28 de abril impartiré una conferencia en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia en el marco del interesante ciclo coordinado por José Luis Mora García acerca de la labor desempeñada por personalidades segovianas o vinculadas con Segovia en el exilio. Debido a mis investigaciones sobre Leonardo Martín Echeverría que he dado a conocer fundamentalmente en tres trabajos, dos de ellos dedicados a la editorial Atlante en la que Martín Echeverría publicó su principal obra España: el país y los habitantes poco después de llegar a México como exiliado político, y otro a su estancia en Segovia como catedrático de su instituto, durante la década de 1920.

Ahora lo que quiero subrayar es que su larga experiencia como enseñante de las materias de Geografía e Historia las inició en ese extraordinario centro educativo que fue el Instituto-Escuela, impulsado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) , cuyo decreto fundacional publicado el 11 de mayo de 1918, lo redactó José Castillejo como mostré en otro trabajo, publicado en Ciencia e innovación en las aulas. Centenario del Instituto-Escuela (1918-1939), accesible aquí

Él fue -cuando tenía 24 años pues había nacido en Salamanca en 1894- uno de los primeros profesores seleccionados para formarse como docente del Magisterio Secundario, pues el Instituto-Escuela se concibió como un instrumento de formación de un plantel de docentes que renovasen los métodos y contenidos de una anquilosada enseñanza secundaria.

En efecto, en las memorias de la JAE correspondientes al curso 1918-1919 se señala que para cumplir con el artículo 45 del Reglamento del Instituto-Escuela la JAE abrió durante ese curso cuatro secciones de las nueves previstas para formar a los aspirantes al denominado Magisterio Secundario.

Esas secciones fueron:

la Primera o Preparatoria, de estudios elementales, dirigida por la profesora normal María de Maeztu Whitney

la Segunda, de Lengua y Literatura castellanas y Lengua y Literatura modernas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Ramón Menéndez Pidal

la Quinta, de Matemáticas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Julio Rey Pastor

y la Séptima que agrupaba a las Ciencias naturales, Fisiología, Higiene y Agricultura, dirigida por el también catedrático de la Universidad Central Ignacio Bolívar.

Como esa innovadora experiencia educativa estaba dando sus primeros pasos se decidió limitar el número de aspirantes admitidos. Entre los elegidos se encontraba Leonardo Martín Echeverría, cuyo nombre aparece en un listado de personas que desempeñarían en el futuro notables servicios en la docencia y en la investigación. He aquí quienes conformaron la primera promoción de profesores aspirantes al Magisterio secundario del Instituto-Escuela, indicándose entre paréntesis las fechas de su nombramiento. Fueron 11 varones y 5 mujeres

Juana Moreno Sosa (12 noviembre 1918)

María Sánchez Arbós (12 noviembre 1918)

Samuel Gili Gaya (12 noviembre 1918)

Agustín Millares (12 noviembre 1918)

María Luisa G. Dorado (12 noviembre 1918)

Leonardo Martín Echeverría (12 noviembre 1918)

José Mª Ramos Loscertales (12 noviembre 1918)

Ruperto Fontanilla (12 noviembre 1918)

Rosa Herrera Montenegro (12 noviembre 1918)

Gonzalo Pérez Casanova (12 noviembre 1918)

Leoncio Gómez Vinuesa (12 noviembre 1918)

Antonio Graner Molero (12 noviembre 1918)

María de las Nieves González Barrio (12 noviembre 1918)

Juan Cuesta Urcelay (12 noviembre 1918)

José Vallejo (14 enero 1919)

Antonio Marín (8 abril 1919)

Sus funciones, bosquejadas en el Real decreto y Reglamento del Instituto y en las Instrucciones aprobadas por la Junta, fueron objeto de ensayos y tentativas, que se consolidaron unas veces y otras se rectificaron. También la Memoria de la JAE apuntó que tales profesores aspirantes se encargaron de cursos completos y continuos, bajo la dirección y el consejo y guía de los catedráticos respectivos, «de tal modo que el aspirante adquiere el sentido de responsabilidad de su trabajo, sin más limitación que la de estar obligado a pedir y recibir consejos».

Además se alentó a esos profesores a que frecuentasen los laboratorios y centros de estudio dependientes de la JAE para «ampliar y elevar su cultura» y se les expuso la conveniencia de asistir a las clases de Pedagogía que se impartían en la Universidad y en la Escuela Superior del Magisterio y al breve ciclo de conferencias sobre Pedagogía que impartió en el Instituto-Escuela María de Maeztu.

Según la escueta información que aparece en su hoja de servicios, existente en el Archivo General de la Administración, -que curiosamente está certificada en algún momento de 1919 por el secretario interino de la JAE y del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza Gonzalo Jiménez de la Espada – Leonardo Martín Echeverría en ese curso 1918-1919 se hizo cargo de las clases de Geografía, donde posiblemente estuvo tutorizado por el catedrático Juan Dantín Cereceda, y se vinculó al Centro de Estudios Históricos de la JAE, donde no sabemos qué labores desempeñó.

Toda esa experiencia acumulada en esos meses le sería de suma utilidad para encarar las duras pruebas -el cuestionario se componía de 223 temas- de las oposiciones a la cátedra de Geografía e Historia de los Institutos de Segovia y Las Palmas que se celebraron durante el primer cuatrimestre de 1920. Tras superarlas con éxito, recién cumplidos 26 años, se inició una nueva etapa en la vida de Leonardo Martín Echeverría.

Para saber más sobre Leonardo Martín Echeverría ver mis trabajos

«Antonio Jaén Morente y Leonardo Martín Echeverría: dos catedráticos innovadores en el Instituto de Segovia”. En Educación, cultura y sociedad. Génesis y desarrollo de un proyecto reformista (Coords. José Luis Mora y Miriam Sonlleva). Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas.Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas, Segovia, Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, 2020, pp. 347-372

“Atlante en el exilio: actores y etapas de una editorial republicana hispano-americana” en El exilio español del 39 en México. Mediaciones entre mundos, disciplinas y saberes, editores Antolín Sánchez Cuervo y Guillermo Zermeño, México, DF, El Colegio de México, 2014, pp. 63-100. Accesible aquí

«La editorial Atlante: claves de una iniciativa cultural de los republicanos españoles exiliados” en Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles, vol. 15, 2013, pp. 129-155. Accesible aquí


Deja un comentario

Un encuentro en Londres en febrero de 1936 entre el pensionado de la JAE José María Muguruza y el diplomático republicano Vicente Alvarez-Buylla

Mientras Miguel de Unamuno se encontraba en tierras inglesas para ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Oxford, allá por la segunda quincena de febrero de 1936, un grupo de pensionados españoles en el Reino Unido se reunió en un restaurante londinense para homenajear al abogado del Estado y cónsul general de España en Londres: Vicente Alvarez-Buylla Lozana (1890-1969), perteneciente a una saga asturiana de estirpe liberal y republicana y miembro del cuerpo diplomático desde 1920.

Vicente Alvarez-Buylla

Vicente Alvarez-Buylla hacia 1933

Sabemos de ese acto social por una breve mención que hizo Luis Calvo, el corresponsal que tenía el diario El Sol en Londres. En efecto, en el ejemplar de ese periódico del domingo 1 de marzo de 1936, tras comentar ese periodista que a Unamuno no le había agradado mucho Londres porque «tiene un sol lunático», escribió lo siguiente en la última página:

«Un grupo numeroso de pensionados españoles en Londres, estudiantes de Arquitectura, Medicina, Derecho internacional y Economía, ha dado en un restaurante español un banquete al cónsul general, D. Vicente Alvarez Buylla, como testimonio de gratitud por las atenciones que éste continuamente les dispensa. El Sr. Muguruza, haciéndose portavoz de todos los estudiantes, pensionados o no, expresó al Sr. Alvarez Buylla el agradecimiento de todos. Fue un acto sencillo, simpático y juvenil».

No conocemos qué tipo de atenciones había concedido Vicente Alvarez-Buylla a esos pensionados, pues no llevaba mucho tiempo en su destino londinense. Quizás ese acto social tuviese mucho más que ver con un acto de reafirmación republicana. Hay que tener en cuenta que uno de los hermanos de ese cónsul general, Plácido Alvarez-Buylla Lozana (1885-1938), acababa de ser nombrado ministro de Industria y Comercio en el gabinete que días atrás había conformado Manuel Azaña tras haber ganado las candidaturas del Frente Popular las elecciones del 16 de febrero de 1936 y haberse constituido un gabinete integrado por militantes de Izquierda Republicana y Unión Republicana. Ese flamante ministro, -como otros compañeros de gabinete había tenido relaciones con la JAE (1)-. En su caso tuvo la consideración de pensionado mientras realizó estudios de economía en Alemania, en Munich, en el curso 1913-1914. Luego Plácido Alvarez-Buylla ingresó, como su hermano Vicente, en el cuerpo diplomático realizando funciones importantes en diversos consulados y ejerciendo, en el gabinete que presidió Diego Martinez Barrio en octubre de 1933, el cargo de Director General de Marruecos y Colonias.  Por su parte Vicente Alvarez-Buylla, desde su la dirección administrativa del Ministerio de Estado, ayudó en ese año de 1933 a «republicanizar» la diplomacia española como sostuvo el periodista Fernado de la Villa en las páginas de la revista ilustrada Nuevo Mundo y en el diario vespertino Heraldo de Madrid. (2)

Ahora conviene fijar la atención en otro de los protagonistas de la velada londinense que estoy evocando aquí. Me refiero al tal Muguruza que se erigió en portavoz de sus compañeros en ese homenaje a Vicente Alvarez-Buylla de los pensionados españoles en Inglaterra. Se trataba del arquitecto José María Muguruza y Otaño (Murcia, 1899-Madrid 1984).  Probablemente era el más veterano de los estudiantes presentes en ese homenaje pues residía en Londres desde mediados de 1934. Tenía tras de sí una acreditada trayectoria profesional, aunque no tan importante como la de su hermano mayor Pedro Muguruza (1893-1952) que acababa de finalizar la rehabilitación de la casa de Lope de Vega antes de que la Academia de la Lengua la abriese como museo a finales de 1935 en la madrileña calle de Cervantes.

En los inicios de la Segunda República José María Muguruza había trabajado como arquitecto jefe de la Oficina técnica aneja a la Junta para la sustitución de la segunda enseñanza y arquitecto jefe de la sección de Arquitectura de la Junta técnica de Inspección general de segunda enseñanza en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Ocupando esas responsabilidades se interesó por las construcciones escolares en el Reino Unido. Para estudiarlas solicitó un pensión a la JAE que empezó a disfrutar a partir del 15 de junio de 1934.

En un principio de su estancia inglesa se interesó por el estudio las construcciones e instalaciones de Nursey Schools y Nursey Classes, como consta en su expediente de la JAE, y como ha subrayado Teresa Marín (3).

Luego, tras prorrogar su pensión, orientó su atención en el estudio de los edificios ingleses destinados a escuelas secundarias. Justificó la ampliación de sus intereses ante los responsable de la JAE en que era necesario dar respuesta a los problemas que suscitaba la puesta en marcha de la ley de sustitución de segunda enseñanza, que implicó la  creación de más de cien nuevos centros y la ampliación en su capacidad de los ya existentes.  El incremento del control de la segunda enseñanza por parte del Estado que quitó prerrogativas que tenían las órdenes religiosas en ese nivel educativo exigía en opinión de José María Muguruza «estudiar de manera minuciosa y pausada unas líneas generales técnicas para poder marcar un criterio oficial de acoplamiento de necesidades y servicios en el desarrollo de nuevas construcciones». Los evaluadores de la JAE, como Leopoldo Torres Balbás, apoyaron su petición y en junio de 1935 se le prorrogó la pensión hasta finales de ese año.

Ahora bien, próxima la conclusión de esa prórroga, presentó otra razonada solicitud para que la JAE apoyase su afán de proseguir sus estudios entre enero y julio de 1936 en una nueva institución docente creada en Londres, la School of Planning and Research for National Development, – parte de cuyos archivos entre 1946 y 1957 están accesibles aquí– Esa flamante institución académica iniciaba su trayectoria dirigida por un consejo directivo formado por economistas,  industriales, expertos en ferrocarriles y arquitectos. A su frente se encontraban precisamente dos prestigiosos arquitectos: sir Raymond Unwin (1863-1940) y el doctor Thomas Adams (1871-1940), expertos en planificación urbanística. El primero había publicado en 1909 Town Planning in Practice: An Introduction of the Art of Designing Cities and Suburbs en la que desarrolló su propuesta de hacer «ciudades jardines». El segundo fue un notable diseñador de desarrollos residenciales de baja densidad.

Explicó José María Muguruza, tay como consta en su expediente de pensionado de la JAE (4), que en esa nueva institución londinense en la que quería matricularse se pretendía estudiar los problemas teóricos de urbanización, considerándolos como la consecuencia final de toda una serie de influencias políticas, sociales o económicas «que determinan el movimiento y desarrollo de grandes y pequeñas o nuevas agrupaciones de habitantes». En ella se estudiarían asuntos como los sistemas de transportes en las ciudades, el tráfico interurbano por tierra, mar y airte, la financiación de los planes de urbanización, la preparación de «planning surveys», el desarrollo de las zonas rurales, el impacto en la ciudades de la agricultura y las industrias del hierro y el acero.

Todos esos problemas se iban a abordar de manera práctica, -explicaba a los responsables de la JAE en su intento de conseguir su apoyo-, «sobre casos o problemas determinados y vitales, no con el fin de aplicar o ensayar teorías establecidas, sino más bien con el criterio de recoger otras enseñanzas».  Y a propósito de la forma de trabajo de esa nueva escuela de planificación urbanística señalaba que contaba con la cooperación de las diversas autoridades gubernamentales que facilitarían no sólo el acceso a los lugares en los que el problema estaba planteado, sino también la información precisa que fuese menester. Y añadía que el trabajo llevado a cabo en esa escuela se efectuaba colaborativamente entre los técnicos encargados de encauzarlos, los economistas e industriales que actuaban como conferenciantes, y los estudiantes. Todos ellos realizaban conjuntamente la labor investigadora. Ese cúmulo de cicunstancias -sostenía en su escrito- incrementaba el interés de la labor que iba a llevar a cabo esa escuela, cuyo curso se inauguraría el 7 de enero de 1936 y terminaría a finales de julio de ese año.

José María Muguruza fue persuasivo y consiguió fondos para seguir ese curso, según se deduce de una carta que escribió desde Londres el 22 de junio de 1936 al laborioso funcionario de la JAE Gonzalo Jiménez de la Espada.

Como ya he señalado los Alvarez-Buylla formaron una relevante saga republicana. Varios de sus integrantes se exiliaron. Así le sucedió a Vicente Alvarez-Buylla que en en Londres mantuvo su fidelidad y colaboración con el gobierno de la República en el exilio, como consta en la documentación de José Giral depositada en el Archivo Histórico Nacional (ver aquí).  Otros fueron asesinados tras el inicio de la guerra «incivil» como le sucedió a Arturo Alvarez-Buylla Godino (1895-1937), secretario general del Alto Comisario de Marruecos, fusilado en Ceuta. A finales de 2013 tuve la oportunidad de conocer en tierras mexicanas, en Colima, a quien llegaría a ser yerna suya, Elena Roces, viuda en aquel entonces de Ramón Alvarez-Buylla y Aldana (1919-1999), quien tras formarse como fisiólogo en la URSS, pudo desplazarse a México en 1947 donde desarrolló una notable labor investigadora. Esa pareja, a su vez, tuvo como descendientes a otros dos notables científícos: el neurobiólogo Arturo Alvarez-Buylla Roces (1958-), premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2011 y la bióloga María Elena Alvarez-Buylla (1959-), actual directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de la República mexicana.

En cambio José María Muguruza, tras defender el patrimonio artístico de Aragón y Cataluña durante la guerra civil, continuaría su labor profesional durante el franquismo (ver aquí), a cuyo régimen prestó notables servicios su hermano mayor, el afamado arquitecto Pedro Muguruza (1893-1952) en la última etapa de su vida, en la década de 1940.

(1) Ese gabinete presidido por Manuel Azaña y constituido tras la victoria electoral del 16 de febrero de 1936 estuvo en funcionamiento entre el 19 de febrero y el 7 de abril de 1936. Estuvo consituido por los siguientes ministros, cuya relación con la JAE es la que expongo a continuación:

Presidente del Consejo de Ministros: Manuel Azaña Díaz. (pensionado de la JAE en Francia 1911-1912. Expediente JAE/13-264)

Ministro de Estado: Augusto Barcia Trelles (pensionado de la JAE en Alemania 1911-1912. Expediente JAE/15-89)

Ministro de Justicia: Antonio Lara Zárate

Ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión Social: Enrique Ramos y Ramos

Ministro de la Guerra: Carlos Masquelet Lacaci y José Miaja Menant

Ministro de Marina: José Giral Pereira (solicitante de pensión de la JAE en 1908. Expediente JAE/68-540)

Ministro de Hacienda: Gabriel Franco López (pensionado de la JAE en Alemania en 1920-1921. Durante un año entre 1919 y 1920 tuvo la consideración de pensionado también en Alemania y por otros seis meses en 1924 en Alemania y Bélgica. Expediente JAE/57-380)

Ministro de Gobernación: Amós Salvador Carreras. (Solicitante de pensión de la JAE en 1919. El 11 de diciembre de 1922 la JAE le nombró miembro del comité director de la Residencia de Estudiantes. Expediente JAE/131-102)

Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes: Marcelino Domingo Sanjuán. (Solicitante de pensión de la JAE en 1913. Expediente JAE/44.161)

Ministro de Obras Públicas: Santiago Casares Quiroga

Ministro de Industria y Comercio: Plácido Alvarez-Buylla y Lozana. (Tuvo la consideración de pensionado de la JAE mientras estudió en Alemania en 1913. Expediente JAE/25-573)

Ministro de Agricultura: Mariano Ruiz-Funes García

Ministro de Comunicaciones y Marina Mercante: Manuel Blasco Garzón

(2) «Hoy que las Embajadas ya no son pequeñas cortes..La República ha modificado radicalmente el régimen de ingreso en la carrera diplomática. Una charla de Fernando de la Milla con el director de Administración del Ministerio de Estado», Nuevo Mundo, 18 agosto 1933, p. 33;  Fernando de la Milla,  «Una obra y un hombre. Don Vicente Alvarez Buylla, director de Administración del Ministerio de Estado, explica por qué y cómo se ha operado tan profunda reorganización en los servicios de la diplomacia española», Heraldo de Madrid 18 julio 1933 p. 16

(3) Teresa Marín, Innovadores de la educación en España: becarios de la Junta para Ampliación de Estudios, Universidad de Castilla-La Mancha, 1991, pp. 242-243.

(4) Archivo de la JAE. Residencia de Estudiantes. Expediente JAE/104-849.


Deja un comentario

Prensa técnica y desarrollo científico en los inicios de la Segunda República: el caso de la Revista de Pedagogía

El diario republicano Luz, en su corta existencia, hizo un seguimiento detenido del movimiento cultural del período enero 1932-septiembre 1934. En el ejemplar de los sábados solía ofrecer en sus inicios un balance de la producción bibliográfica en su página titulada «La Semana de los Libros».

Así en el número correspondiente al 9 de enero de 1932 esa página tenía las siguientes secciones:

– Reseña de libros con la firma de J. Díaz Fernández (Aldea del Obispo 1898-Toulouse 1941)

– Revista de revistas

– Actualidad literaria en el extranjero con la firma de Máximo José Kahn (Francfort del Meno 1898-Buenos Aires 1953)

– Consultas bibliográficas, una de las cuales he desarrollado en mi entrada del blog Jaeinnova titulada «Fisica amable para los niños republicanos«

– Vilanos literarios

Estaban acompañadas de publicidad de la editorial Zeus y de la librería F. Hernando que tenía su sede en la madrileña calle Pi Margall, 18.

Precisamente uno de los dos asuntos que abordó el redactor anónimo que elaboró  la sección Revista de revistas fue un elogio de la Revista de Pedagogía con motivo del décimo aniversario de su fundación. Dado su interés para quienes estamos interesados en el proceso de renovación educativa y científica que tuvo lugar en la sociedad española del primer tercio del siglo XX lo transcribo a continuación:

Revista de Pedagogia I 3

«La Revista de Pedagogía.- En diversas ocasiones nos hemos referido a los progresos que viene realizando la prensa técnica de España, como una consecuencia de nuestro mayor desarrollo científico. Cada día, en efecto, son más y mejores las publicaciones periódicas, que abarcan ya casi todos los aspectos de la vida intelectual. Entre ellas ocupa un lugar muy distinguido la «Revista de Pedagogía», que acaba de cumplir ahora el décimo año de su existencia. Fundada y dirigida por nuestro querido amigo y colaborador Lorenzo Luzuriaga, por ella han desfilado los hombres más representativos de la Pedagogía, la Psicología y la Filosofía contemporáneas. Basta recordar al efecto los nombres de Adler, Claparede, Decroly, Dewey, Jaensch, Kerschensteiner, Lipmann, Messer, Piaget, Spranger, Stern, etc. Por otra parte, entre los colaboradores y redactores españoles se encuentran también personalidades tan significadas en nuestra cultura como Ortega y Gasset, Zulueta, Américo Castro, Morente, Lafora, Xirau, Martí Alpera, Santullano, Dantín Cereceda. etc.

La «Revista de Pedagogía» ha contribuido con esta colaboración tan distinguida a intensificar en España los estudios pedagógicos y a renovar nuestra enseñanza nacional, desarrollando en ella las ideas esenciales de la educación contemporánea: escuela activa, escuela unificada, métodos individualizados, etc. Esta labor innovadora ha sido completada con una serie de publicaciones del mayor interés para los estudiosos de estas cuestiones».

Esta publicación técnica ha merecido diversos estudios en las últimas décadas. Bien por parte de los estudiosos de la trayectoria intelectual del pedagogo de origen castellano manchego Lorenzo Luzuriaga, quien fundó la Revista de Pedagogía tras haber tenido una pensión de la JAE en Alemania en 1913. Bien por quienes, como Eloisa Mérida-Nicolich y sobre todo Antonio Viñao, han estudiado específicamente esa empresa cultural que resultó fundamental en la diseminación de nuevos métodos pedagógicos en el sistema educativo español en la década de 1920 y en los años republicanos.

En ellos se han desarrollado aspectos enunciados en el diario Luz como los siguientes:

– la amplitud de colaboradores de la revista. En los catorce años de su existencia firmaron en sus páginas 349 autores, de los que 39 fueron mujeres. Escribieron 868 artículos y 554 reseñas de libros. Un indice de toda la producción de la revista fue realizado por Eloisa Mérida-Nicolich. Antonio Viñao ha destacado cómo de los 167 pensionados por la JAE en el ámbito de la pedagogía, 66 fueron redactores y colaboradores de la Revista de Pedagogía.

– la contribución de la revista a establecer conexiones de la Pedagogía con la Sicología como han estudiado Ignacio Alfaro y Helio Carpintero y con la Filosofía, según ha apuntado A. Casado Marcos de León.

– el papel desempeñado por la Revista de Pedagogía que en septiembre de 1933 tenía una tirada de cuatro mil ejemplares en la innovación educativa como órgano oficial en España a partir de 1927 de la Liga Internacional de Educación Nueva, de la que Lorenzo Luzuriaga era miembro del comité ejecutivo.

– la importante labor editorial auspiciada por la revista que se tradujo en el lanzamiento de varias colecciones a lo largo de sus catorce años de existencia. El listado completo de publicaciones ha sido reconstruido por Antonio Viñao, remito por tantoa su artículo, mencionado en la nota bibliográfica adjunta,  que está accesible en la red.

Luzuriaga libro La nueva educacion

 

Margarita Comas Como se enseña la arimtetica y la geometria

Del suelto del diario Luz que he reproducido conviene retener cuatro aspectos: tres visibles en el texto, y uno invisible.

El primero se refiere a la larga colaboración que tenía Lorenzo Luzuriaga con las empresas periodísticas de Nicolás de Urgoiti y José Ortega y Gasset. Recuérdese, como hice constar en varias entradas de esta bitácora, (ver aquí), que Luzuriaga se hizo cargo desde los inicios de El Sol allá a finales de 1917, y por varios meses, de la página semanal que dedicaba ese diario a las custiones de Pedagía e Instrucción Pública.

El segundo alude a la conciencia existente en los círculos ilustrados republicanos de estar viviendo en una fase de consolidación de la cultura científica del país una de cuyas manifestaciones fue el incremento de la calidad de su prensa técnica, estudiada solo esporádicamente en casos concretos como el de la Revista de Pedagogía.

El tecero está relacionado con el hecho de que las elites científico-técnicas que protagonizaron esa fase dorada del desarrollo científico español estaban plenamente incorporadas en las redes internacionales del conocimiento científico como lo manifiesta la amplia gama de colaboradores no españoles de la Revista de Pedagogía, entre los que el redactor de Luz enumera a casi una docena de los máximos especialistas en Pedagogía, Filosofía y Sicología del escenario internacional en aquella coyuntura de 1932.

El cuarto aspecto, no destacado en el suelto de Luz, es el decisivo papel en la fundación e impulso de la Revista de Pedagogía de la compañera de Lorenzo Luzuriaga: María Luisa Navarro Margati (Sete [Francia] 1890-Buenos Aires 1947). Ambos se había conocido en las aulas de la Escuela Superior del Magisterio en la que fueron integrantes de la primera promoción -la que estudió entre 1909 y 1912- junto a María de Maeztu. Desde entonces María Luisa fue una estrecha colaboradora de su marido, tanto en el suplemento pedagógico de El Sol, (ver aquí), como en la Revista de Pedagogía, donde era reseñadora habitual de libros, aportando además 98 colaboraciones por 112 de su marido. Participó asimismo en las publicaciones asociadas a la Revista. En 1932 tradujo los textos de un volumen sobre «La escuela laica» o publicó un libro sobre «Rousseau» en la colección -creada en 1930- dedicada a la pedagogía clásica. Asimismo María Luisa compartió con su marido responsabilidades políticas y culturales durante el primer quinquenio republicano. Mientras Lorenzo Luzuriaga ejerció desde mayo de 1931 como secretario de la influyente Junta de Relaciones Culturales dependiente del Ministerio de Estado María Luisa Navarro se adscribió al Patronato de Misiones Pedagógicas, dirigiendo algunas de ellas como la de Navalcán, que estudié en otra entrada de esta bitácora (ver aquí). Posteriormente ambos vivirían juntos las desdichas del exilio, primero en el Reino Unido, luego en Argentina.

Luzuriaga

Lorenzo Luzuriaga

 

Maria Luisa Navarro Margati

María Luisa Navarro Margati

 

 

Para saber más:

Ignacio Alfaro y Helio Carpintero, «La psicología en la educación. Un análisis a través de la «Revista de Pedagogía» (1922-1936)», Revista de Historia de la Psicología, 4-3, 1983, pp. 197-233

Angel Luis Aritmendi Villanueva, «Lorenzo Luzuriaga y la «Revista de Pedagogía» (1922-1936): crónica de un proyecto educativo truncado», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº 73, 2009, pp. 87-102.

Herminio Barreiro Rodríguez, Lorenzo Luzuriaga y la renovación educativa en España (1889-1936), Ediciós do Castro, A Coruña, 1989

A. Casado Marcos de León, «Filosofía y educación en España: Luzuriaga y la Revista de Pedagogía», Bajo Palabra, nº 6, 2011.

Eloísa Mérida-Nicolich, Una alternativa pedagógica: la Revista de Pedagogía (1922-1936), Pamplona, Eunsa, 1983

Eloísa Mérida-Nicolich, Indice de la Revista de Pedagogía (1922-1936). Indice de contenido, Pamplona, Eunsa, 1983.

María Isidora Ollero García y Antonio Rodríguez Martínez, «La filosofía educativa de la Escuela Nueva y la política educativa de la II República a través de la Revista de Pedagogía (1932-1936), en AA.VV. Lorenzo Luzuriaga y la política educativa de su tiempo, Ciudad Real, Diputación. Area de Cultura, 1986, pp. 223-239.

Antonio Viñao, «La modernización pedagógica española a través de la «Revista de Pedagogía» (1922-1936, en Anales de Pedagogía, nº 12-13, 1994-1995, pp. 7-45.

 

 


Deja un comentario

Actividades del matemático José Barinaga en el otoño de 1935

El pasado 18 de marzo estaba prevista la intervención de Luis Español en el seminario mensual que tiene establecido el departamento de historia de la ciencia del Instituto de Historia del CSIC como se aprecia en el siguiente cartel anuncio de ese evento.

CARTEL_Seminario_HC_mar_2020

Lamentablemente debido a la declaración de estado de alarma el pasado sábado 14 de marzo para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus COVID-19 en España hubo de suspenderse la intervención de Luis Español en el mencionado seminario.

Probablemente este historiador de las matemáticas, gran conocedor de la obra de Julio Rey Pastor, presente en esta bitácora en varias ocasiones, en su intervención hablaría también de otro notable matemático, muy activo en los años republicanos. Me refiero a José Barinaga (1890-1965), cuya vida y obra fue presentada en líneas generales por Elena Ausejo en 2007 en la Gaceta de la Real Sociedad Matemática (ver aquí).

Barinaga no fue pensionado de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) pero estuvo vinculado a esa institución pues en la sesión de 8 de mayo de 1934 su comisión ejecutiva acordó que asumiese la dirección del Laboratorio Matemático dada la ausencia de Madrid de Julio Rey Pastor. Antes y después de ejercer la responsabilidad de dirigir uno de los centros de investigación del conglomerado de laboratorios que sostenía la JAE Barinaga desplegó una notable actividad científica en el Madrid republicano, donde se instaló después de ganar en 1931 la cátedra de Análisis Matemático 1º de la Universidad Central que estaba vacante por la jubilación de Luis Octavio de Toledo.

A continuación, y con vistas a ofrecer información para completar su biografía ofrezco cuatro datos de la incesante actividad de Barinaga entre 1931 y 1936, ciñéndome a un momento determinado del período republicano como fue el otoño de 1935, situándome más en concreto en noviembre de ese año al que estoy intentando aproximarme desde una perspectiva microhistórica. Para ello estoy elaborando una crónica científica del día a día del curso 1935-1936 como muestro en otra bitácora  (ver aquí).

La primera información concierne a su participación en las sesiones mensuales que tenía la Sociedad Matemática Española. Sobre la celebrada en el mes de noviembre el diario El Sol, en su número de 5 de noviembre informó a sus lectores en estos términos

«Ayer celebró su acostumbrada sesión científica mensual la Sociedad Matemática Española

El catedrático de la Universidad Central doctor Barinaga, después de hacer una breve exposición histórica de los resultados clásicos obtenidos en la teoría de los números trascendentes, dio cuenta de las recientísimas investigaciones debidas a los matemáticos rusos Kuzmin y Galfond (sic) [Gelfond], que resuelven por completo el famoso problema enunciado por Hilbrat (sic) Hilbert a principios de siglo.

El sr. [Antonio] Flores de Lemus [y Giménez]expuso una aplicación de su original método del “autoenlace” al demostrar rigurosamente el lema de Dehn que estaba sin probar desde que hace años Kneserdescubrió la invalidez de la demostración dada por el mismo Dehn. Este método le permite generalizar el lema respecto de la dimensión de la esfera y del espacio que la contiene.

El joven profesor de la Universidad de Salamanca doctor [Ricardo] San Juan comunicó las ideas directrices para resolver un problema de funciones cuasi analíticas que Carleman había planteado en 1926, como cuestión fundamental. La profundidad de los recursos utilizados en esta solución está de acuerdo con la dificultad del problema.»

Como ya expuse en otra entrada de esta bitácora (ver aquí) estos matemáticos españoles compartirían mesa y mantel el sábado 7 de marzo de 1936 cuando un conjunto representativo de los matemáticos españoles se reunieron para homenajear precisamente a Ricardo San Juan Llosá (1908-1969) con motivo de haber obtenido la cátedra de Análisis matemático que se impartía en el segundo curso de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central.

La segunda información concierne a la noticia proporcionada por el mismo diario mencionado líneas arriba y en la misma jornada concerniente al sumario del número 7 del tomo VI de la revista Matemática elemental. Ese número, correspondiente  a septiembre de 1935, fue presentado de la siguiente manera:

«Matemática elemental.- Tomo VI, número 7. Septiembre 1935. Madrid-Buenos Aires, 1935.

De la popular revista de matemáticas editada por los Círculos Matemáticos de Estudiantes, y publicada bajo los auspicios de la Sociedad Matemática Argentina y de la Sociedad Matemática Española, se ha puesto a la venta el número 7, correspondiente a septiembre, que contiene interesantes artículos: de J. Barinaga, sobre “Notas breves y comentarios”, de A. Moessner, sobre “Algunas identidades numéricas”. Asimismo ejercicios resueltos y propuestas varias entre sus interesantes secciones.»

Se manifestaba así la excelente cooperación científica existente en aquel momento entre matemáticos españoles y argentinos, dado el doble magisterio en Madrid y Buenos Aires de Julio Rey Pastor.

matematica elemental

La tercera noticia se refiere a cómo José Barinaga fue uno de los participantes de los cursos especiales de Estudios económicos, políticos y administrativos -sobre los que volveré en otra entrada de este blog- organizados por la Facultad de Derecho de la Universidad Central e inaugurados el jueves 7 de noviembre en el pabellón Valdecilla de la ciudad de Madrid. En efecto el protagonista de esta entrada dio en el marco de esos cursos una conferencia el martes 12 de ese mes de 1935 sobre Matemáticas aplicadas a la Economía, de cuatro a cinco.

La cuarta y última referencia corresponde a que este matemático fue uno de los participantes en el ciclo de conferencias organizado por el Ateneo de Madrid, que dirigía Fernando de los Ríos, para conmemorar su centenario entre el 23 de noviembre y el 5 de diciembre de 1935. Barinaga optó por hacer una disertación sobre Alberto Lista como matemático, trabajo que publicaría poco después, ya entrado el año 1936, en el volumen quinto de los Anales de la Universidad de Madrid.

Esa implicación de Barinaga en la labor científica y académica promovida por la República española se prolongaría durante la guerra civil editando en 1937 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas su Miscelánea matemática.

Miscelanea matematica 1937

Ese compromiso republicano de Barinaga supondría que tras la guerra civil fuese depurado y separado de su cátedra hasta que fue rehabilitado en 1946.

Addenda:

Quien desee acercarse más en profundidad a la obra de José Barinaga puede encontrar obras y documentos suyos en la Red de Biblotecas del CSIC, en esta URL

https://csic-primo.hosted.exlibrisgroup.com/primo-explore/search?query=creator,exact,%20Barinaga%20Mata,%20Jos%C3%A9,AND&tab=default_tab&search_scope=default_scope&vid=34CSIC_VU1&lang=es_ES&mode=advanced&offset=0

Debo esta información a la vicedirectora de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC Carmen Mª Pérez-Montes, a quien agradezco sus noticias.

Asimismo con motivo del día internacional de los Archivos, celebrado el 9 de junio de 2020 Ricardo Martínez de Madariaga ha elaborado un interesante video sobre José Barinaga, accesible en


Deja un comentario

La vinculación con la JAE del catedrático de instituto Antonio Jaén Morente entre 1911 y 1913

Antonio Jaén Morente tuvo una dilatada trayectoria vital . Nacido en Córdoba en 1879 falleció en el exilio en San José de Costa Rica en 1964.

Antonio Jaén Morente hacia 1902, con poco más de veinte años.

A principios del próximo mes de abril de este año de 2019 hablaré de él en un congreso sobre el exilio que ha organizado la Diputación de Córdoba en el marco del programa de actividades conmemorativas del 80 aniversario del inicio de la diáspora republicana (ver aquí).

Trabajando en estos días en su trayectoria biográfica como catedrático de instituto, -función que ejerció desde que consiguió la cátedra en 1910 trabajando en Cuenca (por muy breve tiempo), Segovia, Córdoba, Sevilla y nuevamente Córdoba-, como investigador, como político republicano, como diplomático y como exiliado, me he percatado que sus biógrafos, entre los que destaca Manuel Toribio García, no han tomado en consideración un documento que presento a continuación en las dos obras principales dedicadas a su vida y obra como son las siguientes.

Tal documento se conserva en su breve expediente del archivo de la JAE, formado por siete hojas. Está fechado en Madrid el 14 de febrero de 1913 cuando llevaba poco tiempo vinculado al Instituto de Segovia. Muestra su estrecha relación con Rafael Altamira, quien en abril de 1911 le consiguió una ayuda de la JAE para hacer una investigación de corta duración en archivos de Córdoba y Sevilla sobre Los afrancesados en Andalucía, en el marco de las actividades que promovía en la sección de Historia contemporánea del Centro de Estudios Históricos. El 21 de noviembre de 1912 desde Segovia Antonio Jaén solicitó prorrogar su vinculación con el Centro de Estudios Históricos para culminar ese estudio que había iniciado meses atrás, del que no se tiene constancia que lo finalizara.

Pocos meses después se dirigirá nuevamente al presidente de la JAE, que era Santiago Ramón y Cajal, para desplazarse a Italia con vistas a proseguir sus estudios de historia moderna y contemporánea y adentrarse en el conocimiento de la metodología de esa ciencia y el «modo de concebirla y explicarla». Su intención era adscribirse a la Escuela española de Historia y Arqueología que dependiente del Centro de Estudios Históricos venía funcionando en Roma desde 1910, institución a la que se dedicó un importante libro en su centenario, en el que tuve la fortuna de colaborar.

En una detallada exposición explica Antonio Jaén por qué deseaba trasladarse a Italia, y particularmente a Roma, y muestra su familiaridad con la historiografía italiana del momento en la que destacaban historiadores como Amedeo Crivellucci (1850-1914). Aparte de su interés por conocer de manera práctica cómo concebían y explicaban la historia moderna los universitarios italianos también detalla su afán de localizar manuscritos existentes en Roma sobre la historia de los países ibéricos que había catalogado en el siglo XVIII el jesuita Hervás y Panduro o si esa tarea era imposible formar un epistolario con los fondos que procedían de la antigua biblioteca Borghese.

La pensión no le fue concedida cuando la solicitó. Poco después se inició la Gran Guerra que afectó de manera profunda al funcionamiento de la JAE y de la Escuela Española de Historia y Arqueología de Roma. De ahí que cuando el 14 de mayo de 1918 una comisión vio de nuevo la petición de Antonio Jaén según consta en su expediente de la JAE cayese en saco roto de manera definitiva su petición de recibir una pensión en el extranjero.

Entre tanto logró publicar dos interesantes monografías en su época de catedrático en Segovia como fueron sus libros de 1916 y de 1917 Segovia y Enrique IV y Retratos de mujeres: estudio sintético de la evolución del retrato en la pintura española. Luego sería autor de una Historia de Córdoba que ha tenido siete ediciones desde 1921, de numerosos manuales entre los que destacaría una Historia de América y una Geografía de América que fueron elegidos como manuales obligatorios de esas asignaturas en un concurso organizado por el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes en 1929 y de interesantes textos sobre historia del arte ecuatoriano en su época de exiliado en la República del Ecuador entre 1939 y 1953 como su folleto publicado en Guayaquil en 1948  De la imaginería quiteña: La mística y otros motivos.

Anteriormente durante la Segunda República fue diputado de las Cortes constituyentes, ejerciendo como líder de la minoría africanista en el Congreso de los Diputados durante 1932, y representante diplomático de la república española en el Perú. De esa experiencia diplomática hizo balance en su interesante libro La lección de América publicado en 1934. Tras ejercer de director del Instituto de Córdoba volvió a ser elegido diputado, obteniendo el mayor número de votos, en la candidatura presentada por el Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Tras el estallido de la «guerra incivil» fue designado en 1937, siendo ministro de Estado José Giral, ministro plenipotenciario de España en el Extremo Oriente, Filipinas y Guam, y cónsul general en Manila entre 1937 y 1939.

Presento a continuación la transcripción de su instancia al presidente de la JAE allá por 1913 en la que solicitaba una pensión para desplazarse a Italia, particularmente a la Escuela Española de Arqueología e Historia dependiente del Centro de Estudios Históricos que la JAE había creado en 1919, documento que presenté brevemente líneas arriba.

Excmo. Sr. Presidente de la Junta para ampliación de estudios e investigaciones científicas.

D. Antonio Jaén Morente, Catedrático dos veces por oposición de Historia y Geografía, en el Instituto de Segoviaa V. E. con todo respeto expone: 

         Que, acudiendo a la convocatoria que para la concesión de pensiones en el extranjero se hace en la Gaceta de 17 de enero pasado y deseando seguir completando sus trabajos de investigación a V. E. manifiesta: Que dentro de su modesta esfera científica y por razones profesionales dos cosas le han preocupado con preferencia: 1ª, los estudios de Historia de España moderna y contemporánea; 2ª, la Metodología de esta ciencia y el modo de concebirla y explicarla.

    A la comprensión de ambos extremos tiende sus esfuerzos científico-didácticos, laborando en la actualidad por un tiempo de dos meses, en el Centro de Estudios históricos dependiente de esa Junta.

 

         Pide hoy a la Junta de su dirección se sirva concederle una pensión para ir a Roma a ser posible en la Escuela de Arqueología,pues quiere ver en Italia, 1º prácticamente como se enseña la Historia en las Universidades italianas y especialmente en la Capital.

         La Universidad de Génova donde explican Historia moderna Luigi Stafetti y Gabotti, la de Turín donde profesan Pidele Segre y Lemni; Bolonia, donde principalmente llevan la dirección Gasperoni, Sorboni y Urbani; Nápoles, con Scheppa le interesan especialmente para documentar su estudio. 

         Pero fundamentalmente y por eso decía antes que a ser posible desearía ser agregado a la Escuela española de Arqueología de Roma, cree podría ser para él y su asignatura de mayor utilidad la “Storia moderna” explicada en la Capital// de Italia por Crivellucci Amadeo y la “Storia del risurgimento italiano” que profesa Michels donde por su mayor carácter de contemporaneidad se estudia y metodiza la Historia casi actual y presente. 

         La organización y el avance histórico de Italia se ha modificado profundamente a partir del último Congreso de Roma y como el solicitante cree que en la Universidad Central, en la Escuela del Magisterio y en el Instituto histórico de dicha ciudad, se podrá apreciar perfectamente esta orientación y además su manifestación metodológica es por lo que pide la residencia en Roma aunque con autorización para extender con brevedad sus investigaciones a otras Universidades italianas, que aun dentro de la unidad común puedan tener otra modalidad digna de servir de enseñanza.

         Hay otro objeto a la vez principal y complementario de la pension que solicita: Hervás y Panduro ha dejado inédito un “Catálogo de manuscritos de escritores españoles y portugueses que se hallan en las bibliotecas de Roma”: excepción hecha de la Vaticana. Este catálogo que combenientemente (sic) modernizado quizá convendría modernizar (tachado) publicar por ser muy poco o casi nada conocido, puede servirme de base para entresacar de esos manuscritos los que tengan carácter histórico o metodológico de la Historia, estudiando esta rama de pedagogía española que ahora empezamos a rehacer; dando a conocer los que realmente tengan importancia, incorporando unos a la bibliografía y otros a la circulación, si su contenido lo merece.

         No se conoce en la actualidad mas que un ejemplar del referido catálogo pues otro que fue propiedad de D. Vicente Lafuente no lo he podido encontrar a pesar de mis esfuerzos, pareciéndome de manifiesta utilidad para los estudiantes españoles en Roma.

         Si por el tiempo transcurrido desde la formación del catálogo fuera imposible rehacerlo en lugar y biblioteca tan preciada colección de escritos ibéricos cuya pista, clasificación y aun publicación combiene (sic) intentar, o si tal empeño pareciese a la Junta poco llevadero dada la magnitud de la empresa por mi humilde personalidad me vería // muy complacido con haber llamado la atención de los estudiantes en Roma sobre tal catálogo. 

 

         Debiendo advertir también, no porque lo ignore la Junta, que en el archivo que fue de los príncipes de Borghese (hoy en la Vaticana) y en los papeles llamados “Nunziatura di Espagna” hay una preciada colección de cartas españolas con las que metódicamente puede formarse un epistolario de verdadera importancia histórica y didáctica, quizá mas llevadero y fácil de hacer por el solicitante, a ser imposible el otro trabajo por haber desaparecido la huella para formar de nuevo la metódica colección de Hervás y Panduro. 

         Además pido a la Junta ir a Italia, porque no habiendo aun estudiado fuera de España desearía ampliar mi horizonte científico con extranjeras enseñanzas: Porque no siendo con el auxilio oficial es imposible pueda realizar tal deseo: además no conociendo hoy mas idiomas que el francés y el italiano y pudiendo traducir los otros idiomas y dialectos neolatinos no tengo preparación para ir con aprovechamiento mas que a estos países, mientras gradualmente me preparo para otras excursiones, habiendo elegido Roma por su enorme interés que sería inútil y pedante querer ahora explicar, máxime después de la afirmación generalmente sostenida por didácticos y tratadistas españoles, que como el Sr. Altamira han dicho en el libro “Cuestiones Modernas de Historia”, la significación de Roma para los españoles como centro de estudios históricos.

         Serían imaginativos todos los datos que en cumplimiento de la convocatoria yo pudiera añadir referentes a cuantía y tiempo de la pensión; la Junta con su superior criterio podrá dirigir e ilustrar al solicitante que aspira como resumen de su larga exposición al conocimiento, no ideal y teórico de los libros, sino práctico  y de inmediata observación de cómo los universitarios italianos conciben y explican la Historia moderna, a documentar estas observaciones con lo que referente a su especialidad histórico-metodológica halle en los manuscritos casi del todo inéditos que catalogó Hervás y Panduro o en su defecto como decía antes a la formación de un “Epistolario español de la antigua biblioteca Borghese”:residiendo para esto en Roma como centro y base de sus investigaciones , aprovechando al mismo tiempo en todo momento y ocasión precisamente por amor a lo español el encuentro con otro medio civilizador que aunque de tipo latino tiene su propia y personal modalidad.

         Espera merecer de la Junta la gracia y pensión que solicita, sin añadir en su solicitud hojas de servicios ni de estudios porque la mejor es a su juicio el haber merecido aunque por plazo breve trabajar en una de las secciones que dependen de esa Junta.

         Señor Presidente guarde Dios a V.E. muchos años.

         Madrid 14 de febrero de 1913

                   Antonio Jaén.


Deja un comentario

La sociedad Española de Física y Química en 1917: un balance

En la página semanal que el diario El Sol dedicaba a la Ingeniería y Arquitectura apareció en el ejemplar correspondiente al viernes 24 de mayo de 1918 una noticia en la que conviene fijar la atención .

En la sección Libros y Revistas, que acompañaba a un artículo del ingeniero industrial M[anuel] Lucini sobre «La electrificación del Pajares», se insertaba una reseña de la Memoria anual reglamentaria de la Sociedad Española de Física y Química que nos ofrece información de interés sobre tres cuestiones: las repercusiones que tuvo la Gran Guerra en el sistema científico español de hace un siglo cuando la JAE logró incorporar a sus laboratorios a un grupo de investigadores europeos; la consolidación en el panorama investigador español de dos disciplinas que experimentaron un gran auge antes y después de la Primera Guerra Mundial como fueron la Física y Química; el relevante papel organizativo desempeñado por un químico poco conocido José Rodríguez Mourelo (1857-1932) catedrático de la Escuela de Artes e Industrias, que además de ser secretario de la Sociedad Española de Física y Química desde su momento fundacional en 1903, ayudó de manera inestimable a Santiago Ramón y Cajal en la dirección del Instituto de Material Científico, como secretario de ese organismo del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, dedicado a proveer de recursos pedagógicos e instrumentos adecudados a los centros docentes.

Una buena vía para profundizar en la trayectoria científica de Rodríguez Mourelo sería sacar más provecho de los materiales relacionados con su trayectoria científica que alberga la red de bibliotecas del CSIC donde en su catálogo informático hay más de un centenar de referencias bibliográficas y documentales relacionadas con este científico gallego. Por ellas sabemos, por ejemplo, que Rodríguez Mourelo fue uno de los destinatarios en 1896 de uno de los ejemplares que editara el americanista Marcos Jiménez de la Espada de la Historia del Nuevo Mundo, obra escrita en el siglo XVII por el  jesuita Bernabé Cobo, y que permanecía inédita. Por esos años finiseculares del siglo XIX Rodríguez Mourelo estaba muy presente en la esfera pública como lo muestra el artículo que dedicara en 1895 a Santiago Ramón y Cajal en las páginas de La Ilustración Española y Americana, que reproduje en el anexo documental que acompaña a mi edición de Los tónicos de la voluntad. Consejos y reglas para la investigación científica, el best seller de Cajal, publicada por Gadir por primera vez en 2005, y que se sigue reeditando.

Anales Sociedad Española Fisica y Quimica

La reseña, no firmada, aparecida en el diario El Sol, se titulaba José Rodríguez Mourelo: Memoria anual reglamentaria de la Sociedad Española de Física y Química, y su contenido es del siguiente tenor:

La meritoria labor científica realizada durante el año de 1917 por la Sociedad Española de Física y Química, ha sido reseñada a grandes rasgos en un folleto de reciente publicación, por el catedrático y académico D. José Rodríguez Mourelo, que desempeña desde la fundación de la Sociedad el cargo de secretario general.

La guerra mundial ha influido, como no podía menos de ocurrir, en los trabajos científicos de esta Corporación, privándola del intercambio y relación con sociedades y sabios extranjeros, y aminorando considerablemente el número de extractos de revistas que publican en sus anales y que constituyen un arsenal de datos bibliográficos y científicos de inestimable labor.

A pesar de ello, y gracias al excelente acuerdo de la Junta de Ampliación de Estudios de traer a Madrid algunos profesores extranjeros, uno de ellos, monsieur [Georges] Urbain, profesor de Química en la Sorbona, asistió a las juntas de la Sociedad y dio cuenta en ellas de su notable trabajo acerca de una teoría de los conductores eléctricos perfectos. Y entre las notas de investigación científica publicadas en los Anales, figuran dos, procedentes de la Argentina, que tal vez marquen el comienzo del intercambio científico con la América española.

Los estudios de magnetoquímica, anunciados en el Laboratorio de Investigaciones Físicas; los de espectroquímica, los referentes a complejos minerales ocupan buen número de páginas del último tomo de los Anales. Y comienzan, con los mayores entusiasmos, las correcciones y determinaciones del peso atómico de los cuerpos simples.

La Memoria del Sr. Rodríguez Mourelo, correcta y sucintamente redactada, da clara idea de la brillante labor que en quince años de existencia está realizando la Sociedad Española de Física y Química, sin el apoyo oficial a que es acreedora y sin la colaboración de personas y entidades moralmente obligadas a auxiliarla en los altos y patrióticos fines que persigue.

 


1 comentario

La producción española de obras de economía hace un siglo: un balance de Luis Olariaga

Luis Olariaga (Vitoria 21 de marzo 1885-Madrid 3 de agosto de 1976) fue un importante economista en la España de la primera mitad del siglo XX. Tras haber sido pensionado por la JAE para hacer estudios de Economía Política en Berlín obtuvo en 1917 la cátedra de Política social y Legislación comparada del trabajo en la Facultad de Derecho de la Universidad Central. Cuando a finales de ese año nació el diario El Sol  fue llamado por Nicolás de Urgoiti, vasco como él, y por José Ortega y Gasset para hacerse cargo de la Hoja semanal de Ciencias Sociales y Económicas que ese diario publicaba todos los miércoles.

En el número correspondiente al miércoles 20 de febrero de 1918 publicó un interesante artículo sobre “La investigación científica de la economía española” que me parece oportuno dar a conocer en esta bitácora por la relevante información que ofrece acerca de cuál era la situación de la investigación de una de las ciencias sociales emergentes en la España de hace un siglo, como era la economía. En ella tenía una posición de liderazgo el Seminario de Economía Política de Flores de Lemus, como queda patente en el texto que se ofrece a continuación.

            En nuestras manos ha caído un librito publicado por la Academia Universitaria Católica con el título “Documentos de asunto económico correspondientes al reinado de los Reyes Católicos”. En él van contenidos los trabajos realizados durante los cursos de 1915 a 1916 y 1916 a 1917 por los alumnos del laboratorio de Historia de la Economía social en España que en la citada academia dirige el catedrático de Historia de la Universidad central, don Eduardo Ibarra.

            Es la primera vez que expresamos en la Prensa nuestra opinión sobre publicaciones españolas que traten temas de carácter económico. Repetidas veces hemos sido invitados a ello, pero la falta de justificación para distraer la atención de los lectores nos ha impuesto un discreto silencio. De aquí que tampoco nos ocupemos habitualmente, en esta página, de comentar disertaciones que, basadas en esta clase de problemas, hacen ruido de vez en cuando en nuestros más solemnes centros de cultura.

           Hace no muchos días acudimos a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación a escuchar una conferencia de D. Augusto González Besada acerca de “El crédito público después de la guerra”. Era nuestro propósito entresacar de las ideas que expusiera el Sr. González Besada aquellas que más relevantes nos parecieran para hacer en este lugar alguna pequeña glosa. Pues no nos fue posible sacar en limpio nada, sino que el Sr. González Besada, eminente hacendista y varias veces ministro de la Corona, en toda una Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, ante un auditorio de ex ministros, académicos y otros representantes muy principales del saber oficial, había tenido serenidad bastante para leer unos datos de una revista extranjera y aderezarlos con varias vaguedades de alarmante puerilidad, sin demostrar conocimiento ni estudio alguno de la trascendental cuestión que en el tema se enunciaba.

            Y como nos cuesta mucho tener que expresarnos en ese tono tan seco de antipatía, optamos entonces por callarnos, puesto que, al fin y al cabo, las recreativas veladas de nuestras Reales Academias no suelen ejercer sobre el país gran influencia.

           Mas hoy se nos presenta ocasión de mencionar cordialmente una obra que, aunque es modesta por ser labor de estudiantes, representa una orientación que puede ser fecunda para la investigación de nuestra economía; y aprovechamos la coyuntura para contrastarla con las tendencias que predominan actualmente en la producción española de obras de Economía.

            En dos categorías podemos separar la generalidad de los libros de esa clase que en España han aparecido en estos últimos años: obras de carácter general teórico y obras de política económica. Entre las primeras recordamos el libro de D. Joaquín Portuondo “Estudios de Economía social”, el de don Germán Bernácer “Sociedad y felicidad” y aun el de Pedro de Castilla titulado “El ahorro colectivo”. No es intención nuestra hacer un especial análisis, ni siquiera establecer el valor que pueda tener cada una de estas obras; nos interesa más bien su significación general con relación al fomento de los conocimientos económicos en nuestra patria. Desde este punto de vista se nos figura que cuantas obras de este tipo se han editado en España últimamente, representan un error. Tal clase de trabajos sólo pueden justificarse bajo uno de estos aspectos: como sistemas originales o como escrupulosa exposiciones de doctrinas ajenas. A ninguna de ambas exigencias responden las obras a que hacemos alusión. En unos casos se trata de la repetición confusa de un sistema ajeno, sin que, al parecer, el autor se dé cuenta clara de que sus conceptos fundamentales no son más que recuerdos que sus lecturas favoritas le han dejado. En este sentido es verdaderamente extraordinaria la influencia ejercida en nuestro país desde hace algunos años por Henry George. La explicación está, probablemente, en el talento lírico del agitador norteamericano, en su sencilla y profética visión de los problemas económicos, y en su falta de preparación científica, que le permitía desenvolver sus ideas con incauta pero absoluta confianza. El georgismo como manera de representarse la vida económica – pues suele llamarse también georgismo a muchas cosas que no lo son-, cuando se da en algún país de Europa, se da en el extrarradio de la zona científica, entre los periodistas, los literatos y las gentes de buena voluntad que tienen afición a los problemas generales económicos. También aquí, en España, los hombres que han escrito recientemente libros de Economía política bajo el influjo de Henry George son simplemente aficionados.

            Otras de las obras que nos referimos tienden a exponer las doctrinas de los principales maestros. Pero suelen adolecer de dos importantes defectos: primero, el uso excesivo de juicios de segunda mano o de representaciones fantásticas, por falta de conocimiento directo de las fuentes originales –así vemos, por ejemplo, incluir a Adolfo Wagner entre los historicistas alemanes y a Marshall entre los historicistas ingleses -; segundo, la falta de noticias acerca de toda la producción científica en la Economía política desde hace cincuenta años.

            Repetimos que, a nuestro juicio, es un error intentar hoy en España escribir ambas clases de obras: las que pretenden ser sistemas nuevos, porque –fuera de alguna rara excepción- carecemos de economistas suficientemente preparados y con capacidad para hacer una construcción fuerte y original, y las de exposición doctrinal, porque, aun cuando, afortunadamente, tenemos ya gentes jóvenes que conocen varios idiomas, han estudiado en las primeras Universidades de Europa y trabajan sobre las fuentes mismas…es más sencillo que hagan traducir un buen manual extranjero y dediquen, en cambio, su tiempo a otros trabajos de los que nuestra ciencia se halla en España tan necesitada.

            En cuanto a las obras de política económica que en estos años se han hecho editar, destacan por su amplitud las que escribió sobre “El problema agrario” y sobre “El problema económico de España”, el señor vizconde de Eza. Tanto en la una como en la otra, no pertenece al señor vizconde lo que hay de investigación estadística; en cambio, al señor vizconde se deben los datos puestos a ojo de buen cubero, los buenos deseos de regenerar a España y el caótico surtido de fragmentos de la sociología cristiana francesa repartidos profusamente en el texto con sistemática proporcionalidad. Todo nuestro respeto por personas sin duda bien intencionadas como el señor vizconde de Eza no nos excusa de afirmar que esa mesiánica pretensión de arreglar el país sin haber estudiado previamente con seriedad ninguno de sus problemas, podrá serle a él muy útil en nuestra política pintoresca, pero tenemos cierta aprensión de que no va a serle tan útil a la Economía política.

            De otro linaje son los trabajos recientes del Sr. Sánchez de Toca, algunos de los cuales ha recogido en un volumen titulado “Los problemas actuales de mayor urgencia para el gobierno de España”, y otros ha publicado en folletos separados. El señor Sánchez de Toca se plantea los problemas con más cautela y concreción; prepara con pulcritud su información, entra en ellos con agudeza y con fruición intelectual, y procura aclararlos.., si bien desde su punto de vista. Esto es lo a veces tiene de científicamente recusable: su punto de vista de hombre de negocios.

            Análogo reproche puede hacerse a casi todos los estudios de carácter político-económico que vienen de Cataluña: parecen más bien encargos de Ligas de productores y elaboraciones de oficinas de información. En Cataluña se hacen trabajos realmente objetivos en otras manifestaciones científicas, pero en la Economía política son demasiado raros.

            Y así estamos en España: aguardando a que se formen investigadores profesionales que nos vayan descubriendo la realidad pasada y presente de la economía nacional. No sabemos aún lo que España ha sido económicamente, ni lo que es, ni por consiguiente, lo que en el día de mañana podrá ser. Por esa razón nuestros partidos no están ligados poco ni mucho a doctrinas de política económica; y si alguno pretende estarlo –como el socialista-, se ha traído a cuestas de la luna unas doctrinas tan fantásticas, por lo inadecuadas, que no puede en ellas hallar el corazón español incitación alguna a liberarse de sus apuros económicos.

            No tenemos investigadores que busquen datos, los clasifiquen, los mediten, los elaboren y los conviertan en problemas reales. Unicamente allí, encerrado en su laboratorio del ministerio de Hacienda, el maestro Flores de Lemus – uno de los primeros investigadores de Europa- trabaja desde hace catorce años, anónima e incansablemente, en la dura faena de surtir de realidades a una política irresponsable que las malogra o desaprovecha casi siempre. Sus investigaciones sobre la Hacienda pública de España, algunas de las cuales forman el monumental trabajo que se atribuye a la Comisión que se nombró para el estudio de la sustitución del impuesto de consumos, y sus investigaciones de diversos problemas de nuestra economía, son la cantera de donde se sacan los únicos conocimientos precisos sobre la situación de la España actual, que en esta esfera del saber humano tenemos. Fuera de ese hombre, cuyo trabajo mejor está desperdiciando España inconscientemente, ¿qué puede decirse que haya juzgado honestamente? Ha sido preciso que un alemán –Leonhard– haya venido hace pocos años a nuestra patria a historiarnos la política agraria en tiempo de Carlos III, y que otro alemán – Rühe– nos haya hecho el estudio de nuestro problema monetario, y que otros extranjeros nos hayan legado la mayor parte de las restantes investigaciones que existen de nuestros problemas sociales y económicos.

            Por eso es altamente plausible la labor que está realizando en la Academia Universitaria Católica el señor Ibarra, con sus alumnos. Es menester continuar la obra histórica que Ignacio de Asso, Canga Argüelles y Colmeiro comenzaron. Tal vez los alumnos del Sr. Ibarra no puedan llegar a hacer una lucida elaboración del material histórico. Esa ha de ser necesariamente obra de hombres que tengan buena preparación de Economía, de hombres conocedores de instituciones análogas a las que se hayan de investigar, y que estén al tanto de los problemas generales de la ciencia que se ha de utilizar para valorar la Historia. Lamprecht, que fue uno de los historiadores generales de más renombre que ha tenido el mundo, no pudo dibujar, ni aproximadamente, la organización social de la ciudad medioeval alemana con la precisión y diafanidad con que lo hizo Inama-Sternegg, un economista de menos fama.

            Pero ningún trabajo bien orientado se pierde. Y como la ciencia se compone de muchas distintas averiguaciones que van armonizándose como los temas de una sinfonía, todo cuanto se haga por descubrir el sentido profundo de la vida pasada o de la vida presente ha de aprovecharse en una u otra forma. Las cátedras de Economía y Hacienda de nuestras Universidades se van llenando, por otra parte, de economistas jóvenes que han trabajado al lado del Sr. Flores de Lemus, y sabrán mostrar a las nuevas generaciones los caminos más certeros para llegar a saber algo en serio en esos asuntos. Y cuando tengamos en España unas docenas de hombres habituados a ver con sus propios ojos las cosas cuya significación económica trata de buscarse, y advertidos de la infinidad de matices y complejidades en que se dan los fenómenos de orden social, entonces podrán concebirse en nuestro país sistemas de Economía que no sean eco servil del pensamiento ajeno ni fantasías más o menos ingeniosas y más o menos pueriles. La ciencia económica se ha de tejer con ideas sutiles e impalpables, pero han de estar henchidas de innumerables referencias al mundo vital, al mundo de las realidades.

 

 

 


2 comentarios

Antes que Valentín Fuster ha habido en la sociedad española otros excelentes cardiólogos como Luis Calandre, pensionado de la JAE y colaborador de El Sol

En el diario El País del domingo 25 de febrero de 2018, en su última página, la periodista Luz Sánchez-Mellado, en la sección «Gente con luz», entrevista a Valentín Fuster (Barcelona 1943), director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y del Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai, de Nueva York. Algunos llaman a este eminente cardiólogo «El Apóstol del Corazón» por su labor investigadora y divulgadora.

En el marco de esa labor divulgadora llevada a cabo por cardiólogos españoles creo que ocupa un lugar distinguido la colaboración que firmó Luis Calandre Ibáñez (Cartagena 1890-Madrid 1961) en el diario El Sol el 19 de febrero de 1918, en su sección de Biología y Medicina, que dirigía su amigo el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora y de la que era colaborador habitual hace un siglo.

Esa colaboración tenía como título «El corazón y el ejercicio«. Por su interés, y como muestra de la calidad de la labor divulgadora llevada a cabo por los investigadores españoles de hace un siglo, muchos de ellos formados gracias a los apoyos recibidos de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que presidía Santiago Ramón y Cajal, me permito reproducirlo en esta bitácora.

Este es pues el contenido del mencionado artículo de Luis Calandre, que por aquel entonces era médico de la Residencia de Estudiantes e impartía clases al grupos de niños y niñas que vivían en ese centro educativo de la JAE.

            El corazón puede ser considerado como un perfectísimo aparato hidrodinámico que, con sus alternativos movimientos de contracción y de dilatación, y merced al adecuado funcionamiento de sus válvulas, hace circular sin interrupción por el interior del aparato circulatorio, la sangre, que habrá de llevar a todos los tejidos del organismo las substancias con que se han de nutrir.

            Se llama fuerza del corazón a la energía con que a cada contracción lanza su sangre a las arterias. De ordinario, para los menesteres de la vida corriente no despliega el corazón toda la potencia de que es capaz. Dispone todavía de la llamada fuerza de reserva, que tiene por misión entrar en actividad siempre que un esfuerzo cualquiera, como una marcha rápida, la subida de unas escaleras, el transporte de un objeto pesado, exige del corazón un mayor trabajo.

            Cuando la magnitud del esfuerzo llega a sobrepasar el poder de esta fuerza de reserva, sobreviene la fatiga. En las personas que hacen una vida sedentaria o en las que padecen de alguna lesión en el corazón, el caudal de fuerza de reserva es escaso, y la fatiga aparece prontamente con ocasión de un esfuerzo poco intenso.

            Bien conocidas son las molestias que se experimentan con motivo de una marcha rápida y prolongada o de la ascensión a una montaña. El corazón y el pulso se aceleran, siéntense palpitaciones intensas, la respiración es anhelosa y jadeante, la palabra se hace difícil; sobreviene una constricción penosa en el pecho, una opresión creciente, y más tarde un desfallecimiento general que hace imposible la continuación de todo movimiento. Después que el ejercicio se suspende, estos fenómenos van amortiguándose con más o menos lentitud. En cambio, si a pesar de la fatiga hubiese que prolongar todavía más el esfuerzo, puede sobrevenir un decaimiento brusco de las fuerzas del corazón, acompañado de una dilatación aguda de sus paredes, que en algún caso puede ocasionar una muerte súbita. La historia del soldado de Marathon que llega en veloz carrera a Atenas, da cuenta de la victoria ganada contra los persas y muere súbitamente, es un ejemplo célebre. Düms cita el caso de un soldado que habiendo tenido que dar una carrera precipitada para no faltar a la revista, cayó muerto al llegar al patio del cuartel.

            Entre las personas sanas, no todas sienten aparecer la fatiga con una cantidad de esfuerzo análogo. Unas se sofocan más fácilmente que otras. En ello influye muy esencialmente el grado de su entrenamiento para el ejercicio. Baeltz cita el caso de ciertos corredores japoneses, cuyo pulso retornaba a la frecuencia normal en el mismo instante en que interrumpían la carrera.

            Cuando un corazón es solicitado repetidamente para rendir un trabajo mayor que el ordinario, se hipertrofia; es decir, acrecienta el espesor de sus paredes musculosas y aumenta su potencia, para adaptarse al mayor esfuerzo y para vencerlo. Ocurre con el corazón lo mismo que con los demás músculos, que con el ejercicio se desarrollan.

            Esto se puede comprobar de un modo experimental si se toman dos perros gemelos y desde muy temprano a uno se le hace que permanezca siempre quieto y al otro se le fuerza a moverse mucho. Si se les sacrifica cuando están ya crecidos, se aprecia que el segundo ha llegado a poseer un corazón grande y fuerte, y el primero, en cambio, un corazón pequeño.

         Un experimento análogo nos lo ofrece a menudo la Naturaleza, ya realizado. Se observa que en aquellas especies animales cuyo género de vida exige una gran cantidad de trabajo, el corazón alcanza un desarrollo y un vigor extraordinarios. El corzo, que se caracteriza por la rapidez de su carrera; el murciélago, con el vivo movimiento de sus alas son, entre todos los mamíferos, los que, en relación con el tamaño de su cuerpo, tienen un corazón mayor. Entre las aves tienen el corazón más grande las que vuelan más y las que cantan más alto. Comparando los corazones del conejo de corral, del conejo de campo y de la liebre, es mayor en esta última que en el conejo de monte, y en éste mayor que en el de corral, que es el que hace la vida más sedentaria.

            Los obreros a quienes su profesión obliga a realizar esfuerzos musculares repetidos, suelen ofrecer una hipertrofia cardíaca considerable. Igualmente se desarrolla el corazón por la influencia de los ejercicios deportivos, a condición de que éstos se realicen con un entrenamiento gradual.

            Potain y Vaquez, en Francia, demostraron con sus investigaciones en soldados entrenados en ejercicios gimnásticos, que la hipertrofia del corazón aumenta con el grado del entrenamiento. Henschen, en Suecia, ha llegado a la misma conclusión con sus exámenes en los corredores de “ski”. Los corredores que se dedicaban a este deporte desde hacía muchos años, particularmente los que obtenían los premios, tenían el corazón netamente aumentado de volumen. Igualmente se ha comprobado este hecho por Midleton en los mejores jugadores de “foot-ball” de la Universidad de Wisconsin; por Spier, en ciclistas, y por Young, en jóvenes acostumbrados a remar.

            Nos es posible, pues, vigorizar nuestro corazón con ejercicios físicos, siguiendo un entrenamiento progresivo, y debemos poner nuestro empeño en conseguirlo, si queremos encontrarnos aptos para realizar sin gran fatiga una carrera rápida o prolongada, una ascensión penosa, un esfuerzo corporal violento, una huida necesaria: aptitudes preciosas de nuestro organismo, a las cuales el hombre sano no debe renunciar.

            Pero para que el entrenamiento se desenvuelva bien, es indispensable que el corazón esté sano. Si no lo está, no se puede llevar muy lejos el sobreesfuerzo, y si se persiste en ello, es muy probable que se presenten de un modo más o menos agudo ciertos trastornos, como disnea intensa, dolor fuerte en el pecho, opresión, aceleración persistente del pulso, angina de pecho, etc., indicadores de un brusco desfallecimiento cardíaco.

            En el Ejército se concede una extraordinaria importancia a la determinación de la capacidad de trabajo del corazón para poder excluir por inútiles los que no puedan ser capaces de soportar las fatigas del servicio.

            En la guerra actual, en la que tanta necesidad hay de aprovechar el mayor número de hombres posible, esta determinación se hace, por casi todos los beligerantes, con gran minuciosidad y precisión; se desecha sólo a los totalmente inaptos, y se aprovechan así muchos de los que antes se declaraban inútiles. A éstos, después de una observación atenta mientras se les entrena con los ejercicios de instrucción, se les clasifica y envía al frente o se les destina a servicios auxiliares que no exigen trabajos fuertes.

            En los soldados que han estado en el frente se observa a menudo un cuadro de síntomas que los americanos han denominado “corazón irritable de los soldados”. Se caracteriza por la aparición, al hacer algún esfuerzo, de disnea, palpitaciones, vértigos, pulso frecuente, dolorimiento precordial; y todo esto, sin que se les pueda apreciar lesión alguna en el corazón. Se atribuye esto a una debilidad circulatoria constitucional. Esta debilidad había permanecido larvada hasta que las fatigas y las grandes emociones las ponen de manifiesto.

 

Luis CALANDRE


Deja un comentario

Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la segunda semana de enero de 1918

La opinión pública española siguió con interés a lo largo de la segunda semana del 1918 las novedades procedentes del exterior y las relacionadas con la situación política española.

En la esfera internacional las noticias más destacadas en la prensa de aquel momento estaban relacionadas con las vicisitudes de la Gran Guerra -como la progresiva implicación norteamericana en el conflicto-, las negociaciones que el nuevo poder soviético realizaba con las potencias centrales en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk y las grandes batallas que se estaban librando en el frente italiano. Pero también con los efectos en la república portuguesa del golpe militar de Sidonio Pais el 5 de diciembre de 1917, que provocó el exilio de Bernardino Machado, muy apreciado en los círculos liberales y democráticos españoles.

Evidentemente el hecho más destacado en la esfera internacional de aquella semana fue el importante discurso del presidente Woodrow Wilson en el Congreso norteamericano el 8 de enero de 1918. En él expuso las catorce condiciones que Estados Unidos consideraba imprescindibles para que acabase la guerra y que inspirarían meses después las negociaciones que concluirían con el Tratado de Versalles en 1919.

En cuanto a la política española  lo más significativo fue el decreto de disolución de las Cortes firmado por Alfonso XIII con la consiguiente convocatoria de elecciones y el incremento de la tensión social, sucediéndose revueltas y motines en diversas partes del país, como consecuencia del progresivo incremento de los bienes de mayor consumo como el pan que generaba hambre entre las clases populares. Las dificultades de abastecimiento con motivo de la guerra eran crecientes debido al torpedeo sistematíco de buques mercantes españoles por submarinos alemanes y a vergonzantes maniobras de especuladores.

En el marco de ese horizonte internacional  y nacional las hojas científicas y culturales de El Sol, que ya fueron presentadas en la entrada anterior, proporcionaron información variada a sus lectores, que resumo a continuación.

El Sol Biologia y Medicina

El martes 8 de enero de 1918 la sección de Biología y Medicina dio cabida a un texto del cardiólogo y expensionado de la JAE Luis Calandre (n.1890) que ejercía de médico de la Residencia de Estudiantes. El artículo se titulaba «Baños de sol». Dirigido fundamentalmente a médicos, pero también a maestros y padres, tenía como objetivo dar a conocer una serie de nociones sobre la Helioterapia o tratamiento por los baños de sol para que sus lectores pudieran hacer un uso adecuado de ese recurso terapéutico, administrándolo adecuadamente. Calandre lo consideraba un antídoto eficaz para luchar contra la tuberculosis que entonces diezmba a la población española.

Para hacerse una idea de su tenor reproduzco su primer y último párrafo.

La energía radiante que nos viene del sol, es una fuente de vida y de salud; nosotros, sin embargo, solemos esquivarla. El organismo del hombre está hecho para vivir en la atmósfera, y se encuentra, por tanto, en su verdadero elemento cuando está expuesto a la acción del aire y de la luz. Desearíamos que esto no lo ignorase ningún padre, ningún maestro, ni ningún médico. Dirigiéndonos especialmente a estos últimos, nunca insistiremos bastante en aliviar los beneficios que pueden obtenerse con el empleo de los baños de sol. ¡Cuántos tuberculosos hay por los pueblos –pueblos de hermoso clima y de buen sol- que se van consumiendo en sus alcobas cerradas, sombrías, saturadas del olor de medicinas, y que podrían curarse bien, viviendo a plena luz!

………

En Puericultura, el baño de sol es un factor higiénico de primer orden. ¡Qué bellos resultados se obtendrían si las madres considerasen entre los cuidados diarios que tienen para con sus niños, el tenerles un rato desnudos al sol, bien en su habitación, en una azotea, en el jardín, en el campo o en la playa! Hoy se admite que la infección tuberculosa se hace, por regla general, durante el período de la infancia: los gérmenes se fijan en los ganglios linfáticos, en los cuales pueden permanecer acantonados viviendo una vida latente durante muchos años. Pero si, por un motivo cualquiera, se debilita la resistencia del organismo, pueden entonces los gérmenes salir de los ganglios, repartirse por otros órganos y producir acaso una meningitis, un tumor blanco, una tuberculosis pulmonar, una peritonitis. Tengan bien presente las madres que nada hay que pueda fortalecer tanto a los niños y hacerlos resistentes, como la vida al aire libre y al sol.

También en las colonias escolares debiera hacerse habitual la práctica de los baños de sol, con objeto de intensificar los beneficios que los niños pueden obtener durante esas temporadas de permanencia en el campo o en la playa.

Los consejos de Calandre fueron inmediatamente amplificados al día siguiente en El Sol de 9 de enero de 1918 por Beatriz Galindo que tituló la columna de su Diario de la mujer «El sol y el aire en el hogar» para insistir en las virtudes de los baños de sol, un símbolo de la higienización de la sociedad española en la que estaban involucrados los «iluministas» que hacían El Sol.

Conviene anotar también que el interés de Calandre por la higiene escolar que se deduce de la lectura de este artículo explica que meses después, en 1919, la JAE le designase encargado del Servicio de Inspección y Asistencia Médica Escolar en el Instituto-Escuela creado en mayo de 1918, cuestión que abordaremos cuando lleguemos a ese momento.

En la sección Libros y Revistas que acompañaba al texto de Calandre el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) efectuaba hasta nueve reseñas de otros tantos artículos aparecidos en revistas científicas británicas, alemanas y francesas. De ellos me ha llamado la atención la noticia que ofrece Lafora del texto publicado por el oftalmólogo Nathaniel Bishop Harman en British Medical Journal de 17 febrero 1917 sobre la Acción del cinematógrafo sobre los ojos de los niños. En él se ofrecían una serie de consejos para que ese tipo de espectador disfrutase del nuevo «mass media» que irrumpía con fuerza en el panorama cultural de hace un siglo.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El miércoles 9 enero de 1918 el economista Luis Olariaga (n.1885) , responsable de la sección Ciencias Sociales y Económicas, abordó el problema de la regulación del derecho de huelga en España a propósito de las gestiones que estaba haciendo la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España para readmitir a los centenares de trabajadores que había despedido a propósito de la huelga general que había tenido lugar en agosto de 1917.

El Sol Historia y Geografía

En la sección Historia y Geografía del jueves 10 de enero 1918 aparecían dos amplias colaboraciones. Una del catedrático de Agricultura del Instituto General y Técnico de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881), que ocupa un lugar destacado en el diccionario on line JAEeduca, que estamos elaborando (ver aquí). Su contribución se titulaba «El relieve de España. Estado actual de la carta topográfica de España». En ella este renovador de los estudios geográficos prestó atención al estado en el que se encontraba la elaboración de la carta topográfica de España.

Informó entonces a sus lectores de la labor desempeñada por el Instituto Geográfico y Estadístico que se hallaba en ese momento «en una fase de gran actividad». Destacó al respecto los notables trabajos que estaba realizando el ingeniero José María Torroja Miret (n.1884) quien estaba levantando el relieve de la sierra de Guadarrama y de otras partes del sistema central divisorio -según denominación del propio Dantín- mediante el método fotoestereoscópico, basado en el estereoautógrafo. Este invento hecho en 1912 por el capitán austríaco von Orel permitía el trazado automático de las isohipsas y líneas notables del terreno reproducido en fotografías estereoscópicas. De él había informado el propio José María Torroja en «Notas sobre el método fotográfico estereoscópico», publicadas por Asociación Española para el progreso de las ciencias. Congreso de Madrid (celebrado en 1913), Tomo IX, 1916, y previamente en 1913 en el Institut d’Estudis Catalans. (ver aquí).

También aludió a la labor del servicio geográfico que financiaba la Diputación de Barcelona para levantar, en curvas de nivel, el mapa topográfico de Cataluña, de la que tuvo noticia por el tomo publicado hace muy poco por el Consell de Pedagogia de la Mancomunidad Catalana, «en el que se detallan sus numerosos y ricamente dotados centros de investigación y de cultura». Y al «excelente mapa del Imperio de Marruecos» que había levantado también en curvas de nivel el Estado Mayor del Ejército, estudiado recientemente por Luis Urteaga.

marruecos

Por su parte, el responsable de la sección, el polígrafo mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración «La América de Chateaubriand» a exponer cómo «a partir del descubrimiento la idea americana ha sido para la mentalidad de Europa una positiva idea fuerza», habiendo alimentado una literatura de sueños políticos o utopías, impulsando aventuras como la emprendida por los pasajeros del Mayflower, u obras literarias. Entre ellas ocupaba un lugar destacado la producción de Chateaubriand pues a través de su prisma habían contemplado a América los europeos de la primera mitad del siglo XIX. Alfonso Reyes, inspirándose en la obra Etudes critiques de Bédier de 1903, -accesible aquí- subrayaba cómo el viaje de Chateaubriand por tierras americanas, a partir de su desembarco en 1791, además de ser un viaje sentimental tenía propósitos científicos. Y no me privo de transcribir su argumentación: «Ultimo historiador del llamado ´hombre de la naturaleza´, Chateaubriand observa las hordas americanas al margen de sus lagos, notando sus varias formas de gobierno; arqueólogo, explora las salvajes ruinas del Scioto; filósofo, conversa, bajo los árboles del Erie, con los sofistas de la cabaña; naturalista, recoge para el señor de Malesherbes descripciones de la fauna y la flora del Canada; viajero, aspira al descubrimiento del mundo polar». Pero a renglón seguido Reyes se plantea la cuestión, siguiendo una amplia tradición crítica, de discernir lo que había de cierto y de imaginario en los viajes de Chateaubriand para dar luz «sobre los procedimientos literarios del gran viajero, sobre su psicología de escritor, sobre los problemas de la creación estética». Y entonces realiza una disección sobre las principales obras americanistas de Chateuabriand, particularmente Atalapara concluir que tanto en su viaje como en su obra se inspiró en otros autores y textos a los que refundió como fueron las obras de los jesuitas Lafitau y Charlevoix, quienes a su vez también fueron compiladores de otros viajeros precedentes.

La información de esta sección finalizaba con las noticias ofrecidas en la sección Libros y Revistas. En ella se presentaron, entre otros trabajos: el primer número de la Revista Histórica impulsada por recién creada Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid; la edición realizada por el historiador Galo Sánchez  (n. 1892) en la Revue Hispanique de la autobiografía de Santiago González Mateo, en la que se ofrecía un friso lleno de detalles sobre las postrimerías de la España del Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y el trabajo que dedicase en el Boletin de la Real Academia de la Historia el bilbaíno marqués de Laurencín –Francisco Rafael de Uhagón (n.1858)- a la personalidad de ese singular autor gaditano que fue Mariano Pardo de Figueroa (n.1828), más conocido por su seudónimo de doctor Thebussen.

El Sol Ingeniería y ArquitecturaEl viernes 11 de enero de 1918 el ingeniero Federico de la Fuente, responsable de la sección Ingenieria y Arquitectura, firmaba un largo artículo «La fabricación del gas. Del extractor al gasómetro», continuación del que había publicado la semana anterior en esa misma sección. Los dos estaban relacionados con los problemas que estaba teniendo el funcionamiento de la madrileña fábrica del gas.

En esa ocasión su objetivo era ofrecer detalles del camino que seguía el gas para que, una vez purificado, estuviese en disposición de ser entregado al consumo en el gasómetro. En ese tránsito cumplían una importante función los aparatos denominados extractores y exhaustores.

Consciente de la complejidad de sus explicaciones técnicas sobre la fabricación y labor de esos «ingeniosos artificios automáticos» este ingeniero temió haber abusado un poco de la tolerancia de sus lectores y para exculparse recurrió al aforismo, que le parecía brutal, de «las bromas, pesadas o no darlas» para justificar que «en la técnica, hay que entrar en algunos detalles o dejar la técnica a un lado». Y evocó lo que había escuchado a un sargento instructor quien explicó así su función  a los reclutas que hacían su servicio militar en el arma de Ingeniería: «aquí, en Ingeniería, se explica todo; no es como en Infantería, donde no se explica nada».

El apartado Libros y Revistas de esta sección prestaba atención a 9 artículos publicados en revistas francófonas y anglófonas como: Révue Génerale de l’Electricité, uno sobre las fábricas de electricidad y las Compañías de seguros contra incendios y otro sobre la militarización de los ingenieros electricistas en el Ejército francés;  la Revue Scientifique acerca de los nitratos de Chile; La Nature sobre la organización de los campamentos americanos; The Electrician sobre el desarrollo de la ingeniería en China; Concrets and Constructional Engineering sobre una pocilga de hormigón armado; The Surveyor and municipal and County Engineer sobre el problema de la habitación después de la guerra; y Scientific American sobre los buques de los grandes lagos y la navegación trasatlántica.

El Sol Derecho y Legislación

El sábado 12 de enero de 1918 Fernando de los Ríos (n.1879), responsable de la sección Derecho y Legislación, era el firmante del artículo titulado «Los plenos poderes del Gobierno de Francia durante la guerra», que continuaba la serie de artículos que estaba dedicando a cómo los gobiernos europeos -Italia, Inglaterra y Suiza ya los había abordado- se estaban enfrentado a la contienda bélica.

En este nuevo artículo este catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada explicaba a sus lectores cómo el pueblo francés era el que había mostrado una mayor desconfianza respecto al poder ejecutivo durante la Gran Guerra no habiéndose promulgado una ley de plenos poderes a diferencia de otros países. Consideraba Fernando de los Ríos que ese recelo tenía sus raíces en las experiencias imperiales napoleónicas y en los excesos autoritarios cometidos por los dos Napelones. De ahí que las normas o principios legales en los que se apoyaba la acción de la autoridad en Francia se encontrase contenida en la ley de Orden público de 9 de agosto de 1849.

Y concluía su análisis señalando cómo desde el inicio de la guerra la lucha en Francia por adecuar el régimen de libertad y democracia con el principio de la necesidad había sido un problema vivo y palpitante que se había intentando resolver mediante la búsqueda de «una fórmula empírica y circunstancial que solucione en cada momento la dificultad planteada». Con estas consideraciones finales Fernando de los Ríos mostraba su francofilia: «el equilibrio, la armonía, ha sido siempre una musa querida del alma francesa; el siglo XIX desarrolla ese principio de Montesquieu, y hoy lo renueva genialmente el profesor Hauriou«.

La sección de libros y revistas estuvo a cargo de Pablo de Azcárate (n.1890), estrecho colaborador de Fernando de los Ríos en esa sección.

El lector del número correspondiente al domingo 13 enero 1918 tuvo acceso en la Hoja Literaria a colaboraciones de la condesa de Pardo Bazán (n.1851) «La joya del Museo»; de Miguel de Unamuno (n.1864) «Daoiz y Velarde»; de Ramón Pérez de Ayala (1880), que dedicaba su sección de Las Máscaras a «Teatro en serio y teatro poético» y de Enrique Díez-Canedo (n. 1879) quien dedicó sus Apuntes de la semana a los «Almanaques Literarios», comentando con simpatía el texto -en catalán- del Almanac de La Revista para el año 1918 al considerarlo una «muestra valiosísima del estado de las letras vivas en el antiguo Principado» con abundantes ilustraciones entre las que destacaba las «finísimas viñetas de los meses» de Josep Obiols.

Almanac de La Revista 1918

Y anotaba que mientras las nuevas generaciones catalanas habían hecho revivir la costumbre del almanaque literario en Madrid habían dejado de publicarse preguntándose si era por la idea del tiempo que llevaban consigo «porque el Tiempo engendra el Pasado, ese país, más vasto cada vez, sobre el cual luce, pálido, el sol de la Melancolía».

También el mismo Díez-Canedo reseñaba, con cierta sorna crítica, la edición que acababa de hacer de la segunda parte de las Novelas ejemplares de Cervantes en la colección de Clásicos Castellanos el académico Francisco Rodríguez Marín  (n. 1855), erudito no bien visto por los filólogos del Centro de Estudios Históricos de la JAE en cuya órbita se encontraba el propio Díez-Canedo.

El Sol Agricultura y Ganaderia

También ese lector pudo acceder en ese ejemplar de El Sol en su sección de «Agricultura y Ganadería» a colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n.1868), el responsable de esa hoja semanal, y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades.

Luis de Hoyos dedicó su artículo sobre la España agrícola a «Los trigales de España». Ofreció en él un balance pormenorizado de la producción de trigo, cuantificando los cultivos de las principales provincias trigueras, lideradas por Toledo, Valladolid, Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Badajoz, Sevilla y Zaragoza, todas ellas con extensiones superiores a 150.000 hectáreas, según se podía visualizar en el mapa con el que acompañó su estudio. Además ofreció información sobre los trigales de regadío, que con 256.700 hectáreas no pasaban del 6 por 100 del total del cultivo del «cereal rey».

Luis de Hoyos 13 enero 1918

El artículo se iniciaba con una serie de consideraciones metodológicas que transcribo porque tienen un doble interés: muestran cómo Luis de Hoyos era un firme defensor de considerar a la región natural como un objeto heurístico en investigaciones científicas de diverso tipo y cómo la estadística era una ciencia de moda en la sociedad española de aquel momento, dominada por el poder de los números. Por ejemplo quien visitase el Ayuntamiento de Madrid por aquellos días podía contemplar en el antedespacho del alcalde un gráfico mural elaborado por el jefe del Negociado de Estadística municipal Federico Montes,  y por el Oficial del Ayuntamiento Carlos de Diego en el se exponía la mortalidad y natalidad en la ciudad de Madrid durante el último quinquenio, comparadas mensualmente (El Sol, 12 enero 1918, p. 7).

He aqui las reflexiones de Luis de Hoyos con las que iniciaba el mencionado artículo:

Cuando hay pluralidad o variación en las cosas, sólo existe un método racional y eficaz en la investigación de las causas: y aun en la simple ordenación y conocimiento somero de los fenómenos, el método matemático o estadístico es fecundo siempre, aun no pudiendo llegar a utilizarle como proceso de investigación, y habiendo de limitarse a veces, por desconocer las variables de las funciones, a utlizarle como mero procedimiento de exposición. Por eso en estos bocetos de estudio de las cuestiones de más alto interés en Agricultura, las de producción del trigo la emplearemos para averiguar o para exponer al menos el cómo se manifiestan en el total de la nación o en sus unidades provinciales; si bien respecto a éstas hemos de advertir que ni es homogénea ni comparable entre sí tal división política, y que es preciso llegar, para afinar el análisis y evitar graves errores, a tomar en esto, como en todos los fenómenos naturales y sociales, el partido o distrito judicial, ya que con ellos podrán realizarse agrupaciones más útiles para el verdadero concepto de estos estudios, que es la región natural, base precisa de todas las investigaciones, no sólo en Agricultura, sino en todos los fenómenos físico-naturales y sociales.

Por su parte el ingeniero agrónomo Enrique Cremades en la sección Original ajeno dedicó su colaboración «El cultivo del algodón» a explicar con gran detallismo y con «precisión matemática e incontrovertible» la producción de algodón desde 1914 en la colonia agronómica de San Pedro de Alcántara en el litoral malagueño para mostrar la alta rentabilidad obtenida del cultivo de esa planta tan relevante para la industria textil española.

Finalmente el lector del ejemplar correspondiente al lunes 14 de enero de 1918 se encontraba en una página con el elogio del crítico de arte de El Sol Francisco de Alcántara (n.1854) a la labor llevada a cabo por el Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas que ya tenía veinticinco años de existencia. Además Alcántara ofrecía el sumario del último número del Boletín –el de 1 de septiembre de 1917 (ver aquí el ejemplar)- fijando su atención en la Cartilla excursionista dedicada a Avila que publicaba en él el historiador del arte Elías Tormo (n.1869), vinculado al Centro de Estudios Históricos de la JAE, «a causa de su carácter popular» y por la abundancia de excursionistas madrileños que en todas las estaciones se encaminaban a esa ciudad castellana, especialmente escolares, como los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, los del Centro Escolar de la Residencia de Estudiantes, de algunos centros municipales y de la Universidad.

Avila Elias Tormo

 

Poco después el lector de El Sol recibía información sobre los preparativos  del Primer Congreso Nacional de Medicina que se iba  a celebrar en Madrid en abril de 1918 en el que se pensaba crear la Asociación Médica Española o sobre una serie de proyecciones de películas norteamericanas de gran interés científico, agrícola e industrial que se estaban proyectando en el anexo del Círculo Francés, antiguo teatro de Benavente, instando el gacetillero a que los obreros y los alumnos de la escuela de Ingeniería de Minas asistiesen a tales proyecciones que mostraban los adelantos modernos de la ciencia, relacionada particularmente con la industria del carbón.

También se publicó el amplio artículo enviado desde Cáceres por un tal Alberto Muñoz con el título de «Por la España desolada. La región de las Hurdes. Depauperación española» con información de interés sobre esa deprimida región extremeña, cuyas carencias educativas eran notables, por lo que el autor del artículo solicitaba al Director general de primera enseñanza el farmacéutico y naturalista Marcelo Rivas Mateos (n. 1875),  extremeño, que interviniese para solucionarlas.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Y en la sección Pedagogía e Instrucción Pública tenía acceso a un amplio artículo del responsable de la sección, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889), sobre «Las bibliotecas públicas», o a diversas noticias de cómo afectaba la guerra al sistema universitario en Francia o a iniciativas educativas adoptadas por combatientes canadienses o a prisioneros ingleses en campos de concentración alemanes.

El artículo de  Lorenzo Luzuriaga era expresivo de «los aires de crítica y de reconstrucción que corren por toda la superficie del pueblo español». Construyó su artículo este notable pedagogog al hilo de una decisión tomada en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que presidía el catalán Felipe Rodés (n.1878), por su segundo, el subsecretario José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín (n.1873). En efecto este escritor que también hacía de político en esas fechas rechazó un acuerdo, poco honesto, tomado por la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas, y esa circunstancia la aprovechó Luzuriaga para ejercer una crítica demoledora del funcionamiento de las bibliotecas oficiales, en cuya desorganización constataba la divisoria creciente entre la España oficial y la España vital, «entre la España que  se está cayendo y la que empieza a adquirir consistencia». Su juicio sobre esa desorganización era contundente: «Mientras el público pide cada día más y mejores obras para leer, en tanto que el impulso por el perfeccionamiento de la cultura popular y profesional va constantemente en aumento, las bibliotecas públicas permanecen en las misma situación que las dejó el siglo XVIII, oponiendo a aquel impulso saludable la poderosa resistencia de su completa inmovilidad».

Esa situación se debía a múltiples factores: falta de consigaciones en los Presupuestos para la compra de libros, pero también una errónea distribución de los recursos, pues los gastos en personal eran desproporcionados, como se estaba denunciando en el semanario España cuya información resumía Luzuriaga. De modo que si las diversas secciones de la biblioteca de la Universidad de Madrid le costaban al Estado en personal 157.250  pesetas, en cambio para la compra de libros y material de oficina la cantidad asignada era de 4 mi pesetas; o bien si las partidas de los Presupuestos para material de archivos, bibliotecas  y museos había aumentado desde 1900 en 178.650 pesetas para toda la red estatal, las del personal correspondiente se había incrementado en 615.974 ptas. Y además los gastos en libros se hacían o sin orden y concierto o por motivos espurios como Luzuriaga mostraba atendiendo a los criterios seguidos en las compras realizadas en 1917 con destino a las bibliotecas populares. En su opinión esas compras habían tendido a «recompensar un servicio  o una fiel amistad o parar un posible ataque en la Prensa o en el Parlamento».

Esa sección se cerraba con la reseña o extracto de diversos libros y artículos de revistas entre los que destacaba el que acababa de publicar un omnipresente Miguel de Unamuno «Sobre el clasificacionismo en la enseñanza» en el Boletín Escolar, (accesible aquí),  una publicación que había fundado Lorenzo Luzuriaga en 1917. En él Unamuno, quien fechaba su texto el 1 de enero de 1918, realizaba una acre crítica al Epítome de Gramática Castellana de la Academia Española destinado a la enseñanza primaria, pues en su opinión no sólo estaba lleno de disparates sino que estaba afectado de «clasificacionismo», es decir de la manía de clasificar por clasificar, sin fin ulterior. Y se preguntaba Unamuno: ¿Qué aprende el niño, por ejemplo, con saber que a unos vocablos se les llama substantivos y a otros adjetivos, o que tal otro es «pluscuamperfecto». La respuesta era obvia: fundamentalmente nada; nada más que palabras. E iba explicando los dislates que la aplicación de esa manía producían en la enseñanza de diversas materias escolares como el catecismo, la geografía, la geometría, donde «se insiste en el disparate de que las líneas pueden ser rectas, quebradas o curvas, sin saber sus leyes genéticas», la historia de España y la Historia Natural en la que «el clasificacionismo llega al delirio».

Además Unamuno arremetía contra la pedagogía manjoniana porque al Sr. Manjón (n.1846) se le había ocurrido enseñar esas cosas aplicándolas a los juegos «sin ver que jugando los niños aprenden las mismas vaciedades que aprendían sin jugar». De manera que «no quieren entender los maestros que en pedagogía lo que importa es lo que se ha de enseñar y no cómo se ha de enseñarlo, y que enseñar jugando puede parar en jugar a que se enseña».

También criticaba el llamado ejercicio de análisis gramatical en las oposiciones a escuelas, y pedía al director general de Primera Enseñanza, el ya mencionado Marcelo Rivas Mateos, a quien dedicaba el artículo que lo suprimiese, «pues la ciencia no consiste en catalogar el universo -y además mal- para devolvérselo a Dios en orden, numerado y alfabetizado». La alternativa que proponía Unamuno como ejercicio era que los opositores escribiesen un cuento o una leyenda pues así se podría apreciar si conocían bien su lengua y la empleaban correctamente. Y concluía sentenciosamente: «Hay que acabar con el clasificacionismo: algo de filosofía no vendría mal para ello».


Deja un comentario

Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la primera semana de enero de 1918

Inicio con esta entrada un experimento comunicativo consistente en ir exponiendo semana a semana, si pudiera ser, lo que me parece más sustantivo de la relación que se estableció entre los científicos, y otros agentes culturales, y sus públicos en la sociedad española de hace un siglo a través de las páginas del diario El Sol, cuyo centenario se celebró recientemente y al que me he aproximado en otras entradas de esta bitácora.(ver aquí).

Tres advertencias previas.

Evidentemente la presencia de la ciencia en la esfera pública de la sociedad española de hace un siglo no estaba conformada sólo por ese joven periódico, recién fundado, y cuya tirada no superaba los ochenta mil ejemplares. Pero su interés por las cuestiones científico-técnicas es un buen observatorio para apreciar el tipo de relación que se estableció entre los científicos y tecnólogos con la ciudadanía de aquella época.

En segundo lugar, dado que el hilo conductor de mi exposición consistirá fundamentalmente en hacer un seguimiento de las hojas dedicadas por el diario El Sol a siete grandes áreas de conocimiento que abordaron sus colaboradores en los diferentes días de la semana serán esas materias científicas las que predominarán en mi presentación del año científico 1918 que intentaré mostrar a través de una serie de cuadros o viñetas, que ojalá pudieran ser 52 para completar todo el año que fue muy intenso en la vida científica y cultural de este país, como intentaré mostrar en los próximos meses.

Finalmente, cuando me sea posible, ampliaré mi periscopio a informar de la presencia de la ciencia y de otros científicos en las páginas de otros periódicos y sobre todo en revistas técnicas, profesionales, culturales -como la Revista General, (de la que ya he informado en esta bitácora)- o gráficas.

Y empiezo mi relato.

En medio de un temporal de nieve que asoló el país, que hizo de Madrid una ciudad alpina, el martes 1 de enero de 1918 publicó El Sol un largo artículo el siquiatra Gonzalo R. Lafora (n.1886) sobre «Los misterios de la sexualidad», abordando un asunto que ya era de «dominio público». Gracias a la labor de científicos como Kraft-Ebbing (n.1840), Forel (n.1848), Freud (n.1856) Hirschfeld (n. 1868), Ellis (n-1859) y otros muchos, las cuestiones sexuales podían ser «tema de vulgarización» y llevarse a cabo una educación sexual en «las escuelas de adolescentes». El texto cubría la totalidad de la sección «Biología y Medicina» que dirigía el propio Gonzalo R. Lafora.

El Sol Biologia y Medicina

El 2 de enero,  miércoles, el crítico de arte de El Sol, Francisco Alcántara (n.1854), informaba a sus lectores de una visita al estudio de Joaquín Sorolla (n.1863) para apreciar un cuadro recién acabado sobre Gumersindo de Azcárate (n.1840), fallecido pocas semanas atrás -el 15 de diciembre de 1917- , intelectual al que estimaba en alto grado por su audacia y «por su persistencia en el estudio, el combate y la virtud». Pero también pudo ver otros treinta cuadros de diferentes personalidades españolas como Santiago Ramón y Cajal, Leonardo Torres Quevedo, José Echegaray, Manuel Bartolomé Cossío o Ramón Menéndez Pidal, encargados al pintor valenciano por el magnate norteamericano Huntington algunos de los cuales se pudieron contemplar en la exposición que tuvo lugar el año pasado en el Museo del Prado sobre los tesoros de la Hispanic Society de Nueva York.

Resultado de imagen de Azcarate por Sorolla

 Gumersindo de Azcárate visto por Joaquín Sorolla

Y también  ese día el economista Luis Olariaga (n. 1885) en su colaboración «Problemas de la paz. En plena transformación social» de la sección Ciencias Sociales y Económicas se preguntaba por los cambios que sobrevendrían en la estructura social del mundo cuando finalizase la contienda bélica que afectaba a la sociedad española de mil maneras, aunque el país oficialmente fuese neutral en la conflagración mundial. De manera cauta este economista y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Central exponía una serie de hechos e ideas -como la estatización de la economía para los fines de guerra y la pujanza del movimiento sindicalista en Inglaterra- para que sus lectores pudiesen apreciar «las tendencias que actualmente se observan en los núcleos más vitales e inquietos de la sociedad europea».

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El jueves 3 de enero Madrid se encontraba paralizada por la nieve y el tránsito era imposible por la ciudad. Además los madrileños sufrían severos problemas de abastecimiento de productos tan importantes en la dieta de muchos de ellos como la carne y la leche. Para colmo de sinsabores horas antes el palacio real de la Granja había sufrido un severo incendio que destrozó una parte importante de su patrimonio. De todas maneras lectores de El Sol mostrarían interés por la sección de Geografía e Historia que aparecia los jueves.

El Sol Historia y Geografía

El director de esa sección el mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración trazar en una segunda entrega la historia de Serbia, apoyándose en el libro homónimo de miss L. F. Waring, accesible on line en la actualidad (aquí), en el marco de la preocupación existente por tener más elementos de información sobre el problema balcánico que había desestabilizado Europa.

También se ofrecía una necrológica anónima del arabista aragonés Francisco Codera y Zaidín (23 junio 1836-6 noviembre 1917) del que se destacaba su labor de creador de una escuela, en la que se ubicaban sus discípulos Julián Ribera y Miguel Asín, pero también sus dotes de inventor y obrero manual, capaz de contruirse una prensa especial para editar en España sus libros en lengua árabe y de hacer una reconstrucción cuidadosa de desvencijados códices de El Escorial salvados de un incendio para lo que «ordenó las hojas por tamaños, contó el número de líneas de cada plana, midió la longitud y latitud de lo escrito, y con estos datos, formó una tabla metódica, con ayuda de la cual pudo atribuir a muchos códices las hojas que les correspondían».

En la parte dedicada a reseñar libros y revistas de esa sección se hacía un comentario extenso a un artículo publicado en la Revista de Filosofía de Buenos Aires por el médico, filósofo y ensayista argentino José Ingenieros sobre la «Influencia de Lamennais durante la emigración argentina».

Además aquel día El Sol incrementó su paginación en cuatro páginas para dar cabida a un amplio artículo  del general de división Miguel Primo de Rivera, muy influyente en aquella coyuntura, sobre «El problema militar de España al finalizar el año 1917» abordando aspectos diversos como su organización, su presupuesto, el sistema de ascensos, la política de recompensas, y los asuntos concernientes a la disciplina en el seno de las fuerzas armadas.

El viernes 4 de enero El Sol dio cabida en su primera página a una carta que dirigiera al director del diario  -Félix Lorenzo (n.1879)- uno de sus cualificados lectores como era Ramón Menéndez Pidal (n. 1869). En ella el director del Centro de Estudios Históricos de la JAE cuestionaba la elección por parte del nuevo periódico del término América latina para designar al subcontinente americano de habla española en la sección dedicada a hacer un seguimiento de su vida política.

Y ofreció a sus lectores otras informaciones de interés. Una de ellas era la crónica de su corresponsal en Cataluña Joaquín Montaner (n. 1892) quien ubicaba en 1833 los orígenes del catalanismo político a propósito de una polémica entre el diario barcelonés El Vapor y los periódicos madrileños El Boletín de Comercio y la Revista Española. Otra consistía en las recomendaciones higiénicas que hacía la colaboradora que usaba el seudónimo Beatriz Galindo, abanderada de la mujer moderna en las páginas de ese diario, para que sus lectoras practicasen los paseos al aire libro como el sistema más apropiado para cuidar su cutis.

El Sol Ingeniería y Arquitectura

Pero indudablemente la información científico-técnica de más enjundia la proporcionó el ingeniero y profesor de la Escuela Industrial de Madrid Federico de la Fuente, responsable de la sección que dedicaba el diario todos los viernes a asuntos relacionados con la ingeniería y arquitectura. En su colaboración de ese día dedicó un amplio artículo a explicar los mejores procedimientos existentes para destilar las hullas productoras de gas. Esa cuestión estaba de actualidad en Madrid porque las retortas de la Fábrica de Gas que alimentaba la iluminación de la ciudad se habían estropeado como consecuencia de la mala calidad del carbón procesado en ellas. Como consecuencia de esa grave avería al no funcionar su alumbrado la ciudad permanecía prácticamente a oscuras en las largas tardes y noches invernales. E informó entonces del funcionamiento del horno inventado por Coze, que estaba considerada como la mejor retorta, o vaso cerrado, donde se calentaba la hulla productora del gas, mostrando un corte longitudinal y otro tranversal de ese tipo de horno.

Horno de gas de Coze corte longitudinal

 

Horno de gas de Coze corte transversal

Prestó también atención a la labor eliminadora y oclusora que desempeñaba el barrilete que se introducía en las retortas. Por una parte filtraba las impurezas que acompañaban al gas procedente de la destilación realizada en cada retorta. Por otro lado actuaba como una válvula de retención regulando la salida del gas procedente de la retorta.

Barrilete

Y destacó la importancia de los condensadores para hacer bajar la temperatura del gas con vistas a controlar otras sustancias que le acompañaban como vapores de naftalina.

Condensador

En la sección de Libros y Revistas de esa interesante sección se ofrecían además noticias de las Lecciones de Electrotecnia, publicadas por el profesor de la Escuela Industrial de Tarrasa Ricardo Caro y Anchía y la memoria titulada Enseñanza técnica moderna de Vicente Machimbarrena (n.1865) y José Cebada Ruiz -institucionista, hijo político del líder republicano Nicolás Salmerón y que sería responsable de la reorganización de las enseñanzas técnicas en el primer bienio republicano (ver aquí) , resultado de las observaciones efectuadas en la célebre Escuela Politécnica de Zurich por esos profesores de la Escuela de Ingenieros de Caminos. Canales y Puertos de Madrid cuando la visitaron en 1916. La memoria, de 200 páginas, estaba ampliamente documentada con cifras, 9 planos y 13 láminas.

Resultado de imagen de Ricardo Caro y Anchía

Enseñanza técnica moderna y su Organización especial en la Escuela Politécnica de Zurich memoria / Vicente Machimbarrena y Gogorza

El sábado 5 de enero de 1918  apareció el artículo «Los grandes progresos de la telegrafía sin hilos. Descubrimiento maravilloso. El audión» de  Vicente Vera y López (n. 1855), uno de los más activos divulgadores científicos en la sociedad española de principios del siglo XX. En él, uno de los fundadores de la Agrupación Socialista madrileña en 1879 (ver aquí),  explicó en detalle las características y el funcionamiento de un invento norteamericano, «de uso libre para todo el mundo» que se había aplicado para instalar en las islas Hawai una estación radio-telegráfica, cuyas señales se habían registrado desde el primer día de su funcionamiento a distancias de diez mil kilómetros. Este hecho significaba que «todos los continentes del globo quedan relacionados unos con otros por medio de la telegrafía sin hilos», constatando que los avances técnicos impulsaban la configuración de una sociedad global en el planeta, de lo que era otra prueba la transformación de la Gran Guerra en la Primera Guerra Mundial.

El Sol Derecho y Legislación

Asimismo aparecía ese día en la hoja de Derecho y Legislación un artículo titulado «Los plenos poderes del gobierno en Suiza durante la guerra», cuya autoría correspondía a Fernando de los Ríos (n.1879) responsable de esa sección, catedrático de la Universidad de Granada, futuro dirigente socialista y buen ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el primer bienio republicano, a cuya labor dedicamos meses atrás varias entradas en esta bitácora.

El domingo 6 de enero, tras un rotundo pronunciamiento de los responsables del periódico en la primera página a toda portada pidiendo la disolución de las Cortes porque el Parlamento no podía resolver «los graves conflictos nacionales», sus lectores podían fijar su atención en la Hoja literaria, que daba empaque a la edición dominical de El Sol, o/y atender a las reflexivas informaciones contenidas en la Hoja semanal dedicada a Agricultura y Ganadería, que dirigía el catedrático de Instituto, comisionado en la Escuela Superior de Magisterio, Luis de Hoyos y Sainz.

Así en la Hoja literaria se superponían colaboraciones de Miguel de Unamuno (n.1864) «Paisajes del alma»; Enrique Díez-Canedo (n.1879), «Apuntes de la semana. Los Reyes Magos»; del mexicano Francisco A. de Icaza (n.1863) «El feminismo de los clásicos. Quevedo y las mujeres»; José Moreno Villa (n.1887) «La marcha» y Ramón Pérez de Ayala (n. 1880) «Las máscaras. Teatro de justicias y ladrones». Por cierto Díez-Canedo y Moreno Villa coincidirían también a lo largo de 1918 en las páginas de la efímera pero muy interesante Revista General, financiada por la editorial Calleja, de la que di noticias no hace mucho en esta bitácora, como ya he comentado (ver aquí).

El Sol Agricultura y Ganaderia

Por su parte en la sección de Agricultura y Ganadería el lector podía/puede leer las colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) «Por la España agrícola. La adquisición de trigos» y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades «Original ajeno. El cultivo del algodón en España». En su artículo Hoyos Sainz reconocía la servidumbre de su hoja periódica respecto a la actualidad por lo que se veía obligado a abordar un problema acuciante como era el de la producción triguera en España basándose en los datos proporcionados por la «recientísima Estadística de la producción de cereales y leguminosas». Su afán era favorecer la adopción de medidas previsoras, y basadas en el «objetivismo» para no dejarse arrastrar ni por «el optimismo de los que niegan el déficit del trigo nacional» ni por «el pesimismo de los que le estiman crónico y perdurable».

Y para acabar este apunte semanal trasladémonos al lunes 7 de enero de 1918. Ese día los lectores de El Sol eran informados a través de un suelto de cómo el Anuario Estadístico de España correspondiente a 1916, editado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico,  era una «publicación utilísima», en la que todos los españoles -agricultores y ganaderos, comerciantes e industriales, capitalistas y obreros, navegantes, economistas, los que se ocupan en cuestiones demográficas y sanitarias, productores y consumidores, funcionarios públicos, estadistas y publicistas- «hallarán material de estudio, elementos de juicio, bases para sus cálculos, guía para sus determinaciones».  Esta accesible aquí. 

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Pero también tenían acceso en la muy interesante hoja semanal dedicada a Pedagogía e Instrucción Pública que dirigía ese gran pedagogo que fue  Lorenzo Luzuriaga (n. 1889)  a las siguienes informaciones.

Por una parte el propio Luzuriaga firmaba el artículo de fondo «La educación en los Estados Unidos» donde elogiaba el sistema educativo del país de las «posibilidades ilimitadas» por dos razones fundamentalmente. Por el esfuerzo efectuado para escolarizar su población entre 1870 y 1917, de manera que en el curso 1916-1917 recibían educación 24 millones de personas, lo que significaba el 24 por 100 de sus habitantes, guarismo que contrastaba con el 17 por 100 en Francia, el 19 por 100 en Inglaterra y el 20 por 100 en Alemania. Y porque en su opinión «la educación americana es la más general y liberal de las existentes: ninguna división de clase, de riqueza, de confesión religiosa y de sexo es reconocida en ella. Y es hoy una de las más eficientes».

Por otro lado en un suelto titulado «Las ideas de los niños sobre la guerra» se informaba de un experimento realizado en Londres con niños de algunas escuelas públicas y que había presentado C.W. Kimmis en el Journal of Experimental Pedagogy.  El experimento, consistente en una encuesta por escrito realizada a 1.340 niños y niñas de unos once años, pertenecientes a escuelas mixtas, había tenido como objetivo averiguar qué ideas tenía la población encuestada sobre el auxilio que podrían prestar en caso de guerra.

Finalmente en la sección Libros  y Revistas se resumían diversos artículos entre los que destaco dos: la necrológica efectuada por Lucien Poincaré del rector de la Universidad de París, Louis Liard, que había fallecido el 21 de septiembre de 1917, publicada en la Revue international de l’enseignement y el informe aparecido en la revista Ideas de Buenos Aires acerca de las conferencias impartidas por Julio Rey Pastor (n. 1888) en septiembre de 1917 en tierras argentinas invitado por la Institución Cultural Española. Esa primera visita de Rey Pastor a Argentina tendría hondas consecuencias en el futuro de las relaciones científicas hispano-argentinas, y en la carrera del matemático español más importante de aquella época que desarrollaría sus actividades durante unos años a caballo entre Madrid y Buenos Aires.

 

 

 


Deja un comentario

La felicitación para el nuevo año 1934 del pensionado de la JAE José María Albareda, futuro secretario general del CSIC

En la anterior entrada de esta bitácora vimos a un José María Albareda conspirando en el segundo semestre de 1939 ante el ministro de Educación Nacional José Ibáñez Martín para hacerse cargo de la secretaría general del CSIC, cargo de gran influencia que empezó a ejercer el 24 de enero de 1940. Para ello llevó a cabo una implacable denuncia de la labor reorganizadora del sistema científico español que había llevado a cabo el físico Julio Palacios desde el final de la guerra civil, acusándolo de ser condescendiente con el personal que era simpatizante de la Institución Libre de Enseñanza, y de estar excesivamente influido por el ideario de la JAE.

Pero rebobinando la película de la vida de Albareda hacia atrás podemos apreciar cómo él fue uno de los científicos que la JAE alentó y apoyó en su carrera investigadora, como queda claro en su expediente de pensionado que se encuentra en el archivo de la JAE, sobre el que me estoy apoyando en la pequeña biografía de Albareda que estoy preparando para el diccionario on-line JAEeduca, que coordino.

En efecto, a partir del 15 de noviembre de 1928 Albareda empezó a disfrutar de una pensión que la JAE le concedió en tierras alemanas en el Chemisches Institut de la Landwirtschaftliche Hochschule [Instituto Químico de Economía Agraria] de Bonn-Poppelsdorf para especializarse en Química agrícola. Su tutor en ese centro de investigación, el Dr. Hubert Kappen, le recomendó luego trasladarse primero a la Suiza alemana para trabajar en la Technische Hochschule de Zurich con el profesor Georg Wiegner, y luego a la Universidad de Königsberg para colaborar con el profesor Eilhard Alfred Mitscherlich. La JAE se mostró de acuerdo en que desarrollase ese ambicioso plan de trabajo sobre Química agrícola y Electroquímica, prorrogándole su pensión durante ocho meses y medio, según acuerdo de su comisión ejecutiva de 1 de octubre de 1929. Cuando a finales de junio de 1930 solicitó a la JAE anticipar el fin de la pensión por encontrase enfermo en Königsberg también fue atendida su solicitud. Sus comunicaciones con su interlocutor en la secretaría de la JAE, el pedagogo Gonzalo Jiménez de la Espada, institucionista e hijo del naturalista Marcos Jiménez de la Espada, y estrecho colaborador de José Castillejo, eran fluidas y cordiales.

Meses después cuando ejercía de catedrático de Agricultura en el Instituto de Huesca la Academia de Ciencias Exactas, físicas y naturales de Madrid, por acuerdo adoptado el 25 de mayo de 1932, le designó becario de la Fundación Ramsay para realizar durante un año a partir de agosto de 1932 investigaciones en la Rothamsted Station bajo la dirección del profesor Sir John Russell. La JAE entonces no sólo le concedió la consideración de pensionado, lo que le autorizaba ante el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes a no cumplir sus obligaciones docentes en Huesca, sino que también aceptó la propuesta que hizo Albareda el 11 de julio de prorrogar su estancia en Londres , que se prolongaría un año más hasta julio de 1934.

Es en ese período de tiempo vivido en tierras inglesas cuando envió a uno de sus interlocutores en la secretaría de la JAE la siguiente felicitación navideña y de año nuevo con buenos deseos para 1934, que sería tan trágico en la historia de la Segunda República española.

Albareda felicitacion Navidad y Año Nuevo en 1933

A la felicitación adjuntó una fotografía del centro de trabajo donde el futuro secretario general del CSIC pasó casi dos años de su vida, profundizando en sus investigaciones edafológicas: la Rothamsted Experimental Station, el centro de investigaciones agronómicas más antiguo del mundo, fundado por John Bennet Lawes en 1855.

Albareda Laboratorio en Londres

Tras su regreso a Madrid y vincularse a uno de los nuevos Institutos republicanos -el Velázquez- José Castillejo se fijó en sus capacidades científicas y le intentó fichar para uno de los centros de investigación del nuevo organismo impulsor de la política científica republicana -la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas, -a la que dediqué en su momento una entrada en esta bitácora: ver aquí-Pero esta cuestión la abordaré en una próxima entrada, ya en los inicios del año 2018.


Deja un comentario

Tensiones en el momento fundacional del CSIC: hacia un diálogo entre historiadores de la política y de la ciencia.

Resultado de imagen de JoanMaria Thomas Franquistas contra franquistas imagenes

Hace unos meses Joan Maria Thomas, uno de los grandes historiadores del franquismo- según ha recordado Enrique Moradiellos recientemente en las páginas de El Cultural (22-28 diciembre 2017),  publicó una relevante obra sobre las disensiones internas entre las diferentes familias ideológicas y grupos de poder del primer franquismo titulada Franquistas contra franquistas. Luchas de poder en la cúpula del régimen de Franco. Como ejemplo de la lucha feroz que se suscitó en los primeros años del franquismo entre los diferentes elementos del nuevo bloque de poder surgido de la guerra «incivil» Thomas analiza, tal  y como refiere en esta entrevista que se le hizo en El Confidencial, dos de las cuatro crisis internas que se dieron entre 1937 y 1942: la provocada por la ‘defenestración’ como delegado nacional de Sindicatos del falangista Gerardo Salvador mediante el uso del arma antimasónica por parte de sus enemigos militares, empresariales y carlistas; y el llamado ‘Atentado de Begoña’ de 1942, cuando carlistas, falangistas y militares se enfrentaron, con el resultado del lanzamiento de una granada de mano que provocó 71 heridos y tres ministros destituidos: el general Varela -Ejército-, el coronel Galarza -Gobernación- y Serrano Suñer -Asuntos Exteriores.

En ese marco de duros enfrentamientos en el interior del franquismo se ubica la creación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas por una disposición publicada en el BOE de 28 de noviembre de 1939, pp.6668-6671. Recientemente Rosario E. Fernández Terán y Francisco A. González Redondo han reconstruido el contexto de ese momento fundacional de la institución que se convertiría en el «brazo armado» de la política científica del franquismo como expuse en mi Breve historia de la ciencia española. Han llevado a cabo esa labor en su artículo «Entre José Castillejo y José Mª Albareda: Julio Palacios, «el último presidente» de la Junta para Ampliación de Estudios, 1939-1949″, publicado por la revista Historia de la educación, nº35, 2016: 293-320, que llegó a mis manos gracias a mi amiga la historiadora de la educación Gabriela Ossenbach.

El artículo está apoyado en una sólida base documental procedente de los archivos de la Residencia de Estudiantes y  de Julio Palacios (1891-1970), relevante físico,  catedrático desde 1916 de Termología en la Facultad de Ciencias de la Universidad de Madrid, y director de la sección de rayos X del Instituto Nacional de Física y Química, la gran instalación científica republicana inaugurada el 6 de febrero de 1932, según informé en una de mis entradas de este blog. (ver aquí).

 

palacios_martinez_julio_20120430_2039665423

Fotografía de Julio Palacios

Basándose en esa información Fernández Terán y González Redondo destacan cómo hubo unos meses, a partir del 26 de abril de 1939,  en los que Julio Palacios como vicepresidente del Instituto de España, que nominalmente dirigía Manuel de Falla pero este se encontraba en Argentina y nunca tomó posesión de su cargo, se hizo responsable de la reorganización de las Reales Academias y de todo cuanto había dependido de la Junta para Ampliación de Estudos e Investigaciones Científicas. Y así en palabras de Palacios «con los escasos elementos disponibles y siguiendo las normas de austeridad de la antigua Junta, logré poner en marcha todos sus Institutos de investigación».

Pero esa inspiración en el ideario de la Junta le pasaría factura en los meses venideros. Y así mientras se encontraba en tierras argentinas adonde fue en viaje de propaganda cultural en agosto de 1939 se desencadenó una campaña anti-Palacios en la que desempeñó un papel fundamental el edafólogo y director del Instituto Ramiro de Maeztu José María Albareda, -en cuya biografía he trabajado para incorporarla al diccionario on line JAEeduca-. (ver aquí). Albareda, en efecto, intentó -mientras Palacios estaba  fuera de Madrid- convencer a su íntimo amigo José Ibáñez Martín (1896-1969 ), también catedrático de instituto y nuevo ministro de Educación Nacional desde el 9 de agosto de 1939,  de que quedasen «sin efecto cuantos nombramientos, designaciones o encargos hayan podido hacerse antes de esta organización de la investigación científica». A favor de adoptar esa medida argumentó, refiriéndose a la labor de Palacios, que «no se ha encauzado nada, y cuando se ha intentado mejor hubiera sido dejarlo: el Rockefeller [el Instituto Nacional de Física y Química], que se quiso constituir inmediatamente [después del final de la guerra], era a base de institucionistas de los más altos grados, personas venidas del extranjero al Madrid rojo, etc. La Institución [Libre de Enseñanza] en el poder no hubiera sabido hacer más. Por desconocimiento y desidia, se daba la absurda sensación de que los rojos son necesarios para hacer marchar la alta cultura, la investigación y las relaciones con el extranjero». Ante ataque tan furibundo la caída en desgracia de Julio Palacios estaba próxima.

Y así, aunque tras la creación del CSIC el 24 de noviembre de 1939 Palacios presentó sus credenciales para ser el futuro secretario del nuevo organismo de la política científica española el ministro Ibáñez Martín optó para ese puesto por quien sería su consejero aúlico José María Albareda, según decreto de 30 de diciembre de 1939, que no apareció publicado en el BOE hasta el 24 de enero de 1940. Se sancionaba así el control del CSIC por el Opus Dei, organización de la que era un destacado representante Albareda, -de hecho él es uno de los siete jóvenes profesionales que se hicieron una famosa foto el 3 de diciembre de 1937 en Andorra la Vella junto a Escrivá de Balaguer tras cruzar los Pirineos huyendo de la contienda fratricida-  en detrimento de figuras científicas monárquicas como Julio Palacios.

Existe un elocuente testimonio que muestra la decepción que sufrió Julio Palacios cuando se dio cuenta del (mal) trato que le dispensaban sus supuestos «amigos políticos», que reproducen Fernández Terán y González Redondo en su jugoso artículo. Es una carta que el propio Palacios remitió al ministro Ibáñez Martín el 6 de abril de 1940 y que dice así:

Al despedirme de V. después de la última y larga entrevista que tuvo la amabilidad de concederme, pronunció V. una frase que me impresionó hondamente. Me dijo: «recuerde V. que ahora gobernamos sus amigos». Confieso que, desde mi regreso de Buenos Aires, [que se produjo a fines de octubre de 1939] han sido tantos los desaires y disgustos que he sufrido, que hubo momentos en que pasó por mi mente la idea de que ocurría todo lo contrario. Pero sus palabras han desvanecido todo recelo y estoy persuadido de que, lo que me sucede y lo que ocurre en otros muchos casos, se debe a la ruin maniobra de gente que se mueve con fines egoístas o, lo que es peor, a nuestros enemigos, que tratan hábilmente de entorpecer la obra de reconstrucción de España a la que los buenos españoles deseamos dedicarnos con todo empeño.

A pesar de estas últimas reflexiones Julio Palacios debió de ser consciente que su posición política se debilitaba lo cual se acentuó pocos años después cuando decidió, en 1944,  respaldar el llamamiento que hizo Don Juan de Borbón desde Suiza para restaurar la Monarquía. El régimen franquista reaccionó confinándolo en Almansa (Albacete), destituyéndolo de los cargos que aún conservaba- como el vicerrectorado de la Universidad de Madrid- y provocando su semiexilio en Lisboa. Ahí en la capital portuguesa, en los años siguientes, realizaría una notable labor científica  en diversas instituciones como el Laboratorio de Radiaciones del Instituto de Oncología y el Laboratorio de Física Atómica de la Comisión de Energía Nuclear.

Como colofón de su interesante investigación Fernández Terán y González Redondo nos prometen un nuevo artículo sobre el papel desempeñado por Julio Palacios como tutor de los estudios del entonces príncipe Juan Carlos, tras un paco alcanzado por el general Franco y don Juan de Borbón.

Lástima que estos investigadores no hayan incorporado en su trabajo sobre las disensiones entre Albareda  y Palacios, entre el Opus Dei y los monárquicos conservadores, las aportaciones de historiadores políticos como Joan Thomas sobre las luchas de poder en el interior del régimen franquista.  Pero también es de esperar que en sus estudios sucesivos sobre el régimen franquista historiadores políticos como Joan Thomas u otros presten atención en sus análisis a aportaciones efectuadas por historiadores de la ciencia, como las presentadas en esta entrada, o las efectuadas por Lino Camprubí en su importante libro Los ingenieros de Franco. Ciencia, catolicismo y guerra fría en el Estado franquista (Crítica, 2017).

Foto: Escrivá de Balaguer en Andorra tras el paso de los Pirineos (Fundación Valentí Claverol/Editorial Crítica)

De pie Tomás Alvira, Sainz de los Terreros, José María Escrivá de Balaguer, Pedro Casciaro y Francisco Botella. Sentados personaje sin identificar,  Miguel Fisac y José María Albareda,  Fotografía tomada en Andorra la Vella el 3 de diciembre de 1937. Procedencia Fundación Valentí Clavero/Editorial Crítica

 

i


Deja un comentario

El encuentro de humanistas y científicos de la JAE y de la editorial Calleja en la Revista General hace un siglo

El 1 de diciembre de 1917, el mismo día en el que salió el primer número del diario El Sol, -en el que fijé mi atención en la anterior entrada de esta bitácora (ver aquí) y sobre el que volveré a lo largo de los próximos meses- nació otra publicación, efímera, pero que revela el dinamismo cultural y científico de la sociedad española de hace un siglo.

Me refiero a la Revista General, cuyas características son las siguientes, según la Biblioteca Nacional de España que tiene incorporada esta publicación en su magnífica Hemeroteca Digital:

Publicación quincenal vinculada a la Casa Editorial de Saturnino Calleja, en cuya sede madrileña se indica su lugar de edición, y en la que se van a a dar cita una serie de especialistas en literatura, arte (pintura y escultura), historia y arqueología, filosofía y psicología, derecho, agricultura y ciencias (matemáticas y astronomía), con artículos, críticas y ensayos de alta cultura, pero con la intención de no estar dirigidos también a especialistas sino a orientar al público en general, tal como se señala en su articulo de presentación. La revista aparecerá los días 1 y 15 de cada mes, en números de 34 páginas, compuesta a dos columnas, desde el uno de diciembre de 1917 hasta el 15 de noviembre de 1918, formando una colección de 24 entregas.

En sus páginas convergieron un grupo de humanistas y divulgadores científicos singulares.

Entre los primeros encontramos a cualificados investigadores y creadores vinculados mayoritariamente al Centro de Estudios Históricos de la JAE, que tenía por entonces su sede en unas dependencias de la Biblioteca Nacional, mayoritariamente treintañeros, pertenecientes a la Generación de 1914.  Destacan en ese grupo el filólogo Américo Castro (n. 1885) , a quien le gustaba estar en todas las salsas, el historiador y gran ensayista mexicano Alfonso Reyes (1889) que se encontraba exiliado en Madrid desde 1914,  -y que se hizo responsable en sus inicios de la influyente Hoja de El Sol dedicada a la Historia y a la Geografía-,  los historiadores del arte malagueños Ricardo de Orueta (n.1868) -considerado el político español del siglo XX que más ha hecho por el patrimonio artístico de nuestro país gracias a las iniciativas que adoptó siendo Director general de Bellas Artes durante la Segunda República, y cuya obra sobre el escultor Berruguete acababa de publicar con mimo la editorial Calleja-  y José Moreno Villa (n. 1887), conocido sobre todo por su obra literaria y pictórica, quien vivía en la Residencia de Estudiantes de la JAE desde 1917 como residente-tutor. Próximos a esos humanistas se encontraban el filósofo Manuel García Morente (n. 1886), catedrático de Ética de la Universidad Central de Madrid, y estrechamente vinculado por aquellos meses a tareas educativas en la Residencia de Niños y Niñas de la Residencia de Estudiantes de la JAE y el crítico literario Enrique Díez-Canedo (n.1879), de orígenes extremeños, muy activo en aquel tiempo también en la dominical Hoja Literaria de El Sol, y quien simultaneaba sus clases de Historia del Arte en la Escuela de Artes y Oficios con las de Francés en la Escuela Central de Idiomas.

Entre los segundos cabe destacar al siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora, que también era el encargado de la Hoja de El Sol dedicada a la Biología y Medicina, y otros autores que nos resultan hoy desconocidos, -Manuel Rosillo, Tomás de Martos, C. de Sevilla, Rodrigo Caro de Valbuena, Fernando Baró, probablemente vinculados a las tareas de extensión cultural que promovía la editorial Calleja, especializada en la edición no sólo de obras literarias, sino de libros de texto, cuidadosamente ilustrados. Esta labor fue resaltada por un equipo de historiadores de la educación, coordinado por Julio Ruiz Berrio, en el libro de 2002 La Editorial Calleja, un agente de modernización educativa en la Restauración, editado por la UNED, como se explica en este video.

La importancia de la editorial Calleja en la historia de la educación y de la cultura española es indudable. Los datos son elocuentes. En 1899 publicó 3,4 millones de volúmenes de 875 títulos, y llegó a tener en su catálogo más de mil títulos en 1911 que llegaron a ser 2.289 en 1930, de los que eran cuentos menos de la mitad. En el resto destacaba una célebre colección de libros de medicina.

 

 

 

 

Hubo un momento importante en la historia de esta editorial que nos ofrece claves para entender por qué nació a finales de 1917 la Revista General. A falta de investigaciones ulteriores cabe poner en relación este acontecimiento con el hecho de que los hijos de Saturnino Calleja, el fundador de la editorial, poco después del fallecimiento de su padre, nombraron en 1916 director literario de nuevas ediciones a Juan Ramón Jiménez, y crearon la colección Obras de Juan Ramón Jiménez, además de encargar a su esposa Zenobia Camprubí la traducción de quince cuentos.  De ahí que fuese en 1917 cuando la editorial Calleja publicó la edición completa de Platero y yo y  el Diario de un poeta recién casado que Juan Ramón dedicó a Rafael Calleja, uno de los dos nuevos propietarios de la editorial. Esta obra fue una de las predilectas de Juan Ramón y en ella se encuentra este hermoso poema que no me resisto a reproducir:

Cielo

Se me ha quedado el cielo
en la tierra, con todo lo aprendido,
cantando, allí.

Por el mar este
he salido a otro cielo, más vacío
e ilimitado como el mar, con otro
nombre que todavía
no es mío como es suyo…

Igual que, cuando
adolescente, entré una tarde
a otras estancias de la casa mía
—tan mía como el mundo—,
y dejé, allá junto al jardín azul y blanco,
mi cuarto de juguetes, solo
como yo, y triste…

JRJ, Diario de un poeta recién casado

Es muy posible que como colofón de un año de especial creatividad en la vida del futuro premio Nobel Juan Ramón Jiménez -en el que él y Zenobia vieron la publicación de sus traducciones de cuatro obras del escritor bengalí Rabrindanath Tagore (El jardinero, La cosecha, Pájaros perdidos El cartero del rey)- se animase a impulsar la creación de una revista cultural, financiada por su amigo Rafael Calleja y su hermano Saturnino Calleja Gutiérrez. Para su organización en los aspectos materiales parece ser que contó con la ayuda inestimable del espíritu emprendedor de ese gran crítico literario que fue su amigo Enrique Díez-Canedo, quien también en 1921 le ayudó en la realización de la revista Indice. Tiempo después, ya en la Segunda República, Enrique Díez-Canedo dirigió  la revista de la Sección Hispano-Americana del Centro de Estudios Históricos  de la JAE Tierra Firme, antes de ser embajador de la República Española en las repúblicas del Uruguay y ya en tiempos de guerra de la Argentina. Buen conocedor de la riqueza de las letras hispánicas pronunció al ingresar en la Real Academia Española en 1935 un brillante discurso titulado Unidad y diversidad de las letras hispanas que fue contestado por el gran fonetista Tomás Navarro Tomás, compañero luego de exilio de Enrique Díez-Canedo en tierras americanas.

Conviene fijarse en la personalidad y en la trayectoria del humanista pacense Enrique Díez-Canedo y Reixa (1879-1944) porque él fue el único de los colaboradores de la Revista General que publicó artículos en todos sus números, señal de su compromiso con esa empresa cultural derivada probablemente de su amistad con Juan Ramón Jiménez. Su primer artículo, como se verá en el sumario que se reproduce líneas abajo, versó sobre el teatro -en ese momento él ejercía la crítica teatral en el diario El Sol– pero sus restantes colaboraciones se orientaron, impulsado por su apertura mental y su cosmopolitismo liberal, a una presentación de las literaturas contemporáneas europeas, en concreto de las de Bélgica, Portugal, Rusia, Italia, Dinamarca, Rumanía, Bohemia, Suecia, Hungría, Holanda, Polonia y Grecia. También dedicó una colaboración a la literatura hebrea y seis a la española -tres de ellas a la castellana, y otras tres a la catalana. Por otro lado tradujo en 1917  Las fábulas de La Fontaine para la editorial Calleja, que las ilustró con grabados y láminas en colores de T. C. Derrick.

Enrique Díez-Canedo y los demás colaboradores de la Revista General hicieron un notable esfuerzo comunicador por verter sus conocimientos de manera clara en búsqueda de un público al que deseaban orientar para navegar con criterio en un océano de información que ya por aquel entonces era considerable, y donde la especialización creciente de los saberes hacía perder la perspectiva de conjunto, al fragmentarlos. Dado que nadie podía, ni puede, acceder a toda la información a su alcance el equipo de Revista General puso sobre sus hombros la tarea de orientar el gusto de un público creciente interesado en estar al tanto de los avances de los conocimientos, fuesen científicos o humanísticos.  Que lo lograran no lo sabemos pues carecemos de noticias sobre su impacto cultural.

Pero sí conocemos sus propósitos fundacionales que fueron estos, publicados en la primera página de su primer número del sábado 1 de diciembre de 1917.

Suelen las revistas hacerse por especialistas y para especializados. En lo primero coincide esta REVISTA GENERAL con sus colegas. No así en lo segundo. Pretendemos llamar precisamente al público no versado, no profesional de cada disciplina. El habitual lector de revista busca en ella la quintaesencia de una teoría, la última palabra de un estudio, lo posterior a todos los libros, lo demasiado menudo o reciente para buscarlo en los tratados. Esta REVISTA no excluye de su programa las últimas palabras; pero procurará que, cuando las diga, esté expresa o implícita la primera.

Más que para el que «haya leído todos los libros», escribiremos para el que se proponga empezarlos y quiera que le orienten.

Nos proponemos vulgarizar, instruir, completar culturas.

Nuestra época es de especialización, pero es también de universalidad; y si todos quieren limitarse para dominar profundizando, todos necesitan estar al corriente en las materias ajenas a la ocupación diaria.

Nadie puede hoy leerlo todo; nadie puede excusarse de saber de todo.

A estos problemas apunta nuestro deseo al publicar la REVISTA GENERAL. De cómo empezamos a enfocarlos, son muestras las páginas que siguen. El favor del público marcará después los límites en que han de ir desarrollándose nuestros planes, que son amplios y que nos parecen beneficiosos para la cultura española.

A nuestros colegas dirigimos un saludo muy cordial.

Para hacernos una idea de cómo intentaron materializar los promotores de la Revista General sus propósitos reproduzco a continuación los sumarios de los dos primeros números, publicados a lo largo del mes de diciembre de 1917, hace ahora un siglo.

Sumario nº 1. 1 diciembre 1917

Propósitos.- LITERATURA : A. Palacio Valdés, Confidencia; E. Díez-Canedo, Divagaciones teatrales; Leser, Los clásicos: Virgilio; Virgilio, Fragmentos de La Eneida, y de las Geórgicas.- ARTE: Ricardo de Orueta, La escultura castellana al comenzar el siglo XVI.- HISTORIA: Cristóbal de Reyna, La muerte de Douglas (Episodio del reinado Alfonso XI).- FILOSOFÍA: Manuel G. Morente, La filosofía como virtud.- CIENCIAS: Dr. Gonzalo R. Lafora, La perversión patológica del sentido moral durante la pubertad.- C. de Sevilla, El análisis espectral [con dos ilustraciones: Esquema del espectro solar y rayas de Fraunhöfer; Espectroscopio].- NOVELA: Gastón Leroux.La esposa del Sol.- VARIOS: Indice de la actualidad. Curiosidades. Libros.

Sumario nº 2. Sábado 15 diciembre 1917

 [LITERATURA] :  E. Díez-Canedo, La literatura contemporánea. Bélgica; J. Moreno Villa, ¡Estampas de la calle, la miseria, Señor¡: 3-4; Leser: Los clásicos: Skakespeare: 5- 6 con retrato; Shakespeare: Fragmentos de Hamlet de la traducción de Moratín: 6-9; [ARTE] J. Moreno Villa: Las grandes figuras del Arte: el Greco (5 reproducciones): 10-13; [HISTORIA] Cristóbal de Reyna, La muerte de Douglas (Episodio del reinado Alfonso XI. Conclusión): 13-15; Américo Castro: Los galicismos: 16-17; Manuel Angel: La Dama de Elche y las joyas orientales de España: con 6 ilustraciones: 18-20 [ECONOMÍA]: Pedro Sangro y Ros de Olano: El trabajo a domicilio: 20-21; [CIENCIAS]: Manuel Rosillo: La paralaje del Sol y los pasos de Venus: 21-24; Tomás de Martos: La reproducción de los árboles por acodo y por estaca: 24-25; NOVELA: Gastón Leroux.La esposa del Sol: 26-33; CURIOSIDADES: 34 [La bandera italiana.- Una expedición ártica.- A través de Alaska].- Libros.

El esfuerzo realizado por los colaboradores de la Revista General merece ser conocido por todos los que estén interesados por profundizar en el conocimiento del desenvolvimiento cultural y científico de la sociedad española de hace un siglo. Algunas de sus colaboraciones merecen ser tomadas en consideración por todos los que estén interesados en la historia de nuestra comunicación científica. A este respecto, y para abrir el apetito, quiero llamar la atención sobre el artículo dedicado por un desconocido -por ahora- C. de Sevilla para explicar los orígenes de la ciencia de la espectrología o del análisis espectral, «una de las creaciones más maravillosas del ingenio del hombre», basada en el descubrimiento de las rayas del espectro por el óptico de Munich Joseph von Fraunhofer (1787-1826) que completó los estudios efectuados por Newton sobre la descomposición o dispersión de la luz. Gracias a esa nueva ciencia el conocimiento del Universo se había ampliado, en palabras de C. de Sevilla, hasta límites increibles pues permitía conocer la composicion química de los astros más lejanos gracias a poderosos telescopios.

Ese comunicador explicó a sus lectores cómo el fenómeno de la dispersión de la luz se podía observar dando entrada al rayo luminoso en una habitación oscura por un pequeño agujero practicado en una de sus paredes, y haciéndolo pasar a través de un prisma triangular de vidrio colocado en el agujero mismo. Una banda luminosa formada por todos los colores, siempre dispuestos en el mismo orden, y pasando gradual e insensiblemente, sin solución de continuidad alguna, desde el rojo al violado, se proyecta en el muro de la habitación, enfrente del agujero en el que se halla el prisma,y por donde la luz penetra. Esa banda es el espectro solar, cuyo esquema ofrecía a continuación mediante la siguiente imagen que mostraba las «lineas de Fraunhofer» en el espectro óptico de la luz del sol.

Y en la última parte de su artículo este divulgador científico hizo una descripción del aparato llamado espectroscopio usado para el estudio tanto del espectro solar como de los producidos por cualesquiera otros cuerpos luminosos, pues según explicaba toda luz, sea cualquiera su origen, se dispersa al atravesar el prisma y forma un espectro. Así explicaba a sus lectores la disposición de ese instrumento óptico, explicación que acompañaba de un grabado.

El espectroscopio reviste diversas formas y disposiciones, según el objeto particular a que se destina, pero que siempre tiene por órgano esencial, bien un prisma o una combinación de varios prismas, bien un difractor, instrumento que consiste en una pieza de vidrio  o de metal, rayada por miles de surcos paralelos, que tiene la propiedad de reflejar la luz y dispersarla, formando espectros que sólo en ciertos caracteres no esenciales difieren de los ordinarios que el prisma produce. Los demás órganos que constituyen el espectroscopio están destinados unos a conducir de la mejor manera posible la luz que quiere examinarse a la hendidura que ha de darle paso, y desde ésta, al prisma o al difractor que ha de ocasionar su dispersión y la formación del espectro, y otros a facilitar la observación de este último.

 

Precisamente en ese año de 1917 el mejor espectroscopista español del siglo XX, Miguel Catalán Sañudo (n.1894), se doctoró en Madrid con una tesis sobre la espectroquímica del magneso. El diálogo entre ciencias y humanidades que cultivaron los impulsores de la Revista General también lo llevaría a cabo Miguel Catalán en sus lugares de trabajo como el Instituto-Escuela de la JAE y en su casa al casarse con la gran pedagoga que fue Jimena Menéndez Pidal, hija de Ramón Menéndez Pidal, el patriarca de la Escuela de Filología española, y director del Centro de Estudios Históricos de la JAE, desde su fundación en 1910 hasta su desmantelamiento durante la guerra «incivil».

 


Deja un comentario

Una crítica de Enrique Moles a la enseñanza de la química en la España de 1918

Próximamente, el miércoles 15 de noviembre de 2017, se inaugurará la exposición “Enrique Moles, químico complutense” en la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. Permanecerá abierta hasta el 25 de enero de 2018, como se puede apreciar en la información adjunta.

Disponemos así una oportunidad para acercarnos a la trayectoria científica del químico más relevante de la “generación de 1914”, cuyos hitos biográficos se pueden seguir en este cronograma elaborado por los comisarios de la exposición, entre los que se encuentra mi colega de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas Francisco A. González Redondo.

Como elemento adicional para profundizar en la personalidad de este relevante científico reproduzco a continuación una colaboración periodística suya en las páginas del diario El Sol el lunes 13 de mayo de 1918, titulada Problemas actuales. La enseñanza de la química.

El artículo, publicado en la sección semanal de ese diario dedicada a la Pedagogía e Instrucción Pública que dirigía de manera eficaz el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, es expresivo de los afanes reformistas de los científicos de la “generación de 1914”, beneficiarios de la apertura internacional de la ciencia española que favoreció la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. De hecho la clave del artículo radica en la comparación que establece Moles entre el tipo de enseñanza quimica que se efectuaba en las universidades europeas donde él había estudiado durante varios períodos entre 1909 y 1017, como la alemana de Leipzig y la suiza de Ginebra, y las españolas. En aquellas la enseñanza era mucho más práctica y más barata. La denuncia de Moles iba encaminada a tomar medidas para resolver unas deficiencias que lastraban el desenvolvimiento de la ciencia de la química, que se había revelado fundamental en el desarrollo de la Gran Guerra que asolaba al continente europeo, y cuyas carencias afectaban a la dependencia económica del país en sectores estratégicos.

Para entender el contexto de este artículo hay que tener en cuenta además que en 1918, sobre todo durante los meses en los que fue ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes el político liberal Santiago Alba, los científicos de la órbita de la JAE confiaron en que el gobierno de concentración nacional existente entonces, dirigido por el conservador Antonio Maura, diera un impulso al sistema científico y educativo español.

Si un pero hay que objetar a esta colaboración periodística de Moles es su desconsideración hacia una tradición química en España, cuestión que él reconsideraría durante la Segunda República, pues sabemos que los químicos fueron importantes en la revolución industrial de  Cataluña en las primeras décadas del siglo XIX , y también relevantes  en otras partes del Estado español del siglo XIX como en Cuba. En esta isla destacó en su industria azucarera la labor del químico salmantino José Luis Casaseca Silván.

He aquí el texto de ese sobresaliente químico catalán que fue Enrique Moles, otro de los científicos represaliados por el franquismo posteriormente, donde abordó con abundantes datos y sólida argumentación las deficiencias de la enseñanza de la química en la sociedad española de hace un siglo.

Nos rige un Gobierno excepcional, del que puede esperarse algo. ¿Tendremos la suerte de que la renovación le llegue a la química?. En España no se hace ni se hizo química; carecemos de tradición química.

 El imperio de esta ciencia en el momento actual es bien patente; en el gigantesco conflicto que trastorna al mundo desde hace cuatro años, las mayores sorpresas, los medios más poderosos de ofender y de defenderse, se deben a los químicos. En todos los países donde más avanzada se halla la química, se crearon durante la guerra nuevos organismos, sociedades poderosas y centros de enseñanza nuevos con la misión única de favorecer el desarrollo científico de aquélla, que es la base de su desenvolvimiento industrial.

En la esfera química, triste es tener que confesarlo, nada se ha hecho en nuestro país, y, así este año como los anteriores, España tendrá que mendigar a Inglaterra unos miles de tonelada de sulfato de cobre para las vides, sulfato de cobre fabricado con cobre de Riotinto y con ácido sulfúrico obtenido con piritas españolas. Seguirán perdiéndose centenares de miles de caballos de fuerza hidráulica que podrían suministrar a buen precio miles de toneladas de nitratos y de cianamida, y mientras tanto, nuestros agricultores esperan angustiadamente la llegada problemática de nitro de Chile. Seguirán sin explotar los yacimientos potásicos; la industria metalúrgica, que podría ser poderosa, dada la abundancia de mineral, se desarrolla tardíamente, y seguirán escaseando benzoles, superfosfatos, sulfato amónico, etcétera. Y así en cien cosas más.

En diferentes ocasiones la voz autorizada de alguno de nuestros profesores bien orientados, se hizo oír en el Parlamento, en Academias y Congresos, exponiendo el estado lamentable de la enseñanza química en nuestro país. Poco o ningún eco hallaron sus palabras en las esferas directoras. Con todo, la insistencia de las predicaciones despertó entre la gente joven deseos de saber, y algo se ha conseguido, aunque los entusiastas sean pocos. No hemos de insistir en los argumentos, tendiendo a demostrar que lo que nos hace falta es tener grandes laboratorios espléndidamente dotados, profesores pagados principescamente y alumnos dispuestos a pagar bien los estudios.

Los enterados, los que han podido vivir algún tiempo en ambiente químico europeo, abrigarán, como nosotros abrigábamos, la creencia de que los estudios de química son costosísimos fuera de España, y que en ellos estriba la diferencia esencial con respecto a nosotros. El estudio comparativo de los datos correspondientes conduce, sin embargo, a resultados inesperados y paradójicos.

Tomando como tipo dos Universidades que conocemos, por haber estudiado en ellas: la de Leipzig (tipo alemán) y la de Ginebra (tipo suizo), vamos a comparar las materias de estudio y los gastos que supone el grado de Chemiker Dr. Phil., o de Dr ès Sciences Phisiques, con las de un grado análogo en España, el de doctor en ciencias químicas o doctor en farmacia. En todos los datos tomamos términos medios lo más exactos posible, suponiendo normalidad en los estudios. De existir alguna exageración en los datos, ésta es en sentido favorable siempre para España.

Un alumno regular conseguirá su grado en la Universidad alemana o suiza en ocho o nueve semestres de trabajo (equivalentes a cuatro o cinco años universitarios de nueve meses útiles); en España el doctorado le exigirá cinco o seis cursos (de seis meses útiles). Durante este tiempo cursará: (1)

En la universidad alemana de Leipzig semanalmente de 4 a 6 horas de clases orales y 40 horas de clases prácticas;  en el año universitario 180 horas de clases orales y 1.510 horas de clases prácticas y durante toda la carrera 720 horas de clases orales y 5.760 horas de clases prácticas.

En la universidad suiza de Ginebra semanalmente de 4 a 7 horas de clases orales y 35 horas de clases prácticas; en el año universitario 200 horas de clases orales y 1.260 horas de clases prácticas y durante toda la carrera 800 horas de clases orales y 5.040 horas de clases prácticas.

En la universidad española semanalmente de 12 a 15 horas de clases orales y de 12 a 15 horas de clases prácticas; en el año universitario 350 horas de clases orales y 297 horas de clases prácticas y durante toda la carrera 1660 horas de clases orales y 1.485 horas de clases prácticas.

Advertiremos, además, que para el estudiante en Alemania o Suiza hay casi 60 por 100 de clases orales, y casi todas las clases prácticas son de química. En España el alumno cursa unas ochocientas-novecientas horas de clase oral y unas setecientas horas de clases prácticas de química. En Alemania o Suiza los exámenes quedan reducidos a dos o tres; en España padecemos como mínimum 17 a 19 exámenes.

Partiendo de los anteriores datos, el coste de toda la carrera, agrupado por conceptos, es: (2)

En Alemania

por las clases orales se pagan 80 pesetas, por las clases prácticas 1.800; por los títulos 350; por los libros, etc. 270. Total: 2.500

En Suiza

por las clases orales se pagan 150 ptas,    por las clases prácticas 1.840;   por los títulos 250; por los libros,etc. 250. Total: 2.450

En España

por las clases orales se pagan 540 ptas., por las clases prácticas 170;       por los títulos 1.647; por los libros, etc.,200. Total: 2,557

Estas cifras podrían pasarse sin comentarios. En ellas aparece claramente que, contra lo esperado, los estudios son más costosos en España que en el extranjero, y, lo que es peor aún, la distribución de los gastos en una carrera esencialmente práctica como la de químico, hace ver que en el extranjero se pagan, como es lógico, las enseñanzas prácticas en primer lugar, ingresando directamente en la Universidad la totalidad del importe, mientras que en España se pagan en primer término los títulos, luego las clases orales, quedando una clase irrisoria para los Laboratorios, siendo el Estado el que percibe el importe casi total.

Es más, un alumno no oficial (categoría desconocida fuera de España), siendo aplicado, podrá avanzar cursos y aprobar en poco tiempo los estudios de química (mejor, de metafísica química) sin haber pisado un solo laboratorio. De este modo el Estado español ejerce a sabiendas un comercio inmoral, vendiendo títulos que no pueden acreditar conocimientos que no pueden adquirirse bien.

Quedan en pie el problema de los locales, la retribución de los profesores, las dotaciones. Tampoco en estos casos las cifras podrán darnos la razón de nuestro atraso. La Universidad de Leipzig tiene tres profesores ordinarios de Química; la de Ginebra, también tres; en la de Madrid, existen ocho. Resulta natural que los menos puedan estar mejor pagados que los más. En cambio, en Alemania y Suiza los numerosos profesores extraordinarios, Chef de travaux, Oberassistenten y Assistenten cobran lo mismo o menos que nuestros auxiliares universitarios. Por lo que respecta a locales, se da en España, por ejemplo, el absurdo de que cada profesor de Química pretenda tener una cátedra especial que utiliza, a lo sumo, una hora al día. Con menos cátedras, menos decanatos, salones de grados, etc., habría de resultar local suficiente. Y para aclarar lo que a dotaciones se refiere, citaré el Laboratorio de Química Física de Ginebra, conocido en todo el mundo, y que viene disfrutando por parte del Estado de una dotación de 1.000 francos anuales…

Un comentario final, que define mejor que otro cualquiera el ambiente científico de nuestro país. En un Anuario que tira centenares de miles de ejemplares, se lee lo siguiente:

Química. Internacional Institución Química. Enseñanza por correspondencia (!!!)

Nos parece el colmo de la desaprensión el anunciar la enseñanza de la Química por correspondencia, sólo explicable por el estado mísero de aquélla en España.

Y volvemos ahora a pregunta: ¿tendremos la suerte de que algo de la renovación le llegue a la Química? El problema, más que económico, es de organización, pero de organización despiadada, renunciando el Estado al negocio de los títulos, prescindiendo de derechos adquiridos y demás trabas sagradas. ¿Habrá en el ministerio de Instrucción pública y en las Cámaras interés y brío suficientes?

No puede esperarse una química industrial floreciente sin tener antes una química científica sólida. Tememos, sin embargo, que todo ha de reducirse al nombramiento de una Comisión, que estudiará el asunto, redactando luego un luminoso y documentado informe que, para mayor claridad, irá dividido en varias partes….

E. MOLES

(1) (2) En su artículo Enrique Moles insertó dos tablas. Por problemas de edición mi labor ha sido interpretarlas.

 

 

 


Deja un comentario

Eduardo Hernández-Pacheco, estudioso del arte prehistórico, según Juan Dantín: posibles repercusiones posteriores de una reseña en el diario El Sol.

A finales de 1915 un buen observador de la situación del bachillerato en España, como era el caso de Luis de Hoyos y Sainz, elogió la calidad científica de los catedráticos de Instituto, según expuse en mi estudio introductorio al libro Aulas modernas. Quizás Hoyos y Sainz tenía en mente a Juan Dantín Cereceda, cuya labor científica por esos años y su amistad con Ortega y Gasset ya ha sido evocada en esta bitácora, y cuya semblanza e hitos de su labor docente e investigadora hemos trazado en el diccionario on-line JAEeduca. (ver aquí)

Precisamente cuando Ortega y Gasset a finales de 1917 puso en pie ese gran diario político-cultural que fue El Sol llamó a colaborar con él a su amigo Dantín, quien se hizo cargo junto al polígrafo mexicano Alfonso Reyes de la sección de Historia y Geografía, que cerraba el periódico todos los jueves de sus primeros meses de publicación.

De las numerosas reseñas efectuadas por Dantín en los primeros meses de El Sol fijaré ahora la atención en la que hizo el jueves 11 de julio de 1918 de una breve publicación de 24 páginas con tres láminas que había salido a la luz hace un siglo, en 1917. Su autor era el maestro de Dantín Eduardo Hernández-Pacheco, cuya meritoria labor científica como geólogo y prehistoriador a lo largo de más de medio siglo merece ser mejor conocida. Se titulaba Estudios de arte prehistórico. I. Prospección de las pinturas rupestres de Morella la Vella. II. Evolución de las ideas madres de las pinturas rupestres.  Y se había publicado originalmente en  la Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tomo XVI. Nº 1 de la segunda serie.

Tres razones me han llevado a dar cuenta de esta reseña de Dantín.

En primer lugar porque se resalta en ella el protagonismo de Eduardo Hernández-Pacheco en los progresos que la prehistoria española efectuó entre 1913 y 1917 gracias a la labor desplegada por la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas  en su período de arranque, pues esta institución -auspiciada por la JAE [Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas]- se había fundado en 1912, en una fase de despliegue del sistema científico español. Los trabajos de los integrantes de esa Comisión, que ya han sido mencionados en otras entradas de esta bitácora, les llevaron a efectuar hace cien años el hallazgo de las pinturas rupestres al aire libre más importantes de Europa, según se ha destacado recientemente en las páginas del diario El Mundo.

En segundo lugar porque me ha recordado la reciente comunicación expuesta por Ana Cristina Martins y Fátima Nunes en el XIII Congreso de la SEHCYT (Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas), cuyo libro de resúmenes se encuentra accesible aquí,  celebrado en Alcalá de Henares del 21 al 23 de junio de 2017. Esa comunicación de mis colegas portuguesas se titula «A arqueología nos congressos das Associaçoes espanhola e portuguesa para o progresso das ciências (as duas primeiras décadas). Interesses individuais e vantagens públicas. Vantagens privadas e interesses colectivos)»y se presentó en el simposio «Intercambios científicos luso-españoles entre la JAE y la JEN y en los primeros congresos itinerantes de las Asociaciones Española y Portuguesa para el progreso de las ciencias» que coordiné en el mencionado congreso. En ella sus autoras destacaron la influencia que tuvo la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, en la que jugó un destacado papel Eduardo Hernández-Pacheco, en el desarrollo de la arqueología portuguesa del primer tercio del siglo XX, particularmente en el caso de las actividades de Augusto Mendes Correia, Joaquim M. Fontes y Eugénio Jalhay. Conviene añadir que Eduardo Hernández-Pacheco fue uno de los científicos españoles que con más intensidad cultivó las relaciones científicas con sus colegas portugueses, no solo prehistoriadores, sino también geológos, como apunté en otra de las comunicaciones presentadas en el simposio aludido en la que analicé los significados del Congreso de Lisboa de 1932 de las Asociaciones Española y Portuguesa para el progreso de las ciencias.

En tercer lugar porque también me ha evocado el gran proyecto de historia digital IDEARQ. (Infraestructura de Datos Espaciales de Investigación Arqueológica), cuyas características fueron presentadas en la Primera Jornada científico-técnica en Humanidades Digitales en el CSIC celebrada en el salón de actos del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el martes 27 de junio de 2017, de la que he informado en mi otra bitácora (ver aquí y aquí). Esa infraestructura de datos espaciales, concebida para la publicación online de datos científicos arqueológicos georreferenciados, ha sido creada por la Unidad de Sistemas de Información Geográfica (SIG) del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC,y por grupos de investigación del Departamento de Arqueología y Procesos Sociales del Instituto de Historia, liderados por Juan Vicent. Quien navegue por ella encontrará valiosa información sobre una serie de yacimientos de arte rupestre levantino, que empezaron a ser estudiados hace un siglo como se verá por la siguiente reseña aparecida en el diario El Sol el jueves 11 de julio de 1918, firmada por Juan Dantín Cereceda, que transcribo a continuación, enriqueciéndola con información adicional.

E. Hernández-Pacheco. Estudios de arte prehistórico. I. Prospección de las pinturas rupestres de Morella la Vella. II. Evolución de las ideas madres de las pinturas rupestres (Revista de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Tomo XVI. Nº 1 de la segunda serie. 24 páginas con tres láminas.- 1917.

I. Las pinturas rupestres de Morella la Vella -situada en el corazón del Maestrazgo- se hallan situadas en un abrigo natural, que defiende el resalte de la peña, y en unas galerías angostas.

 

Vista aérea de los yacimientos de arte rupestres de Morella la Vella

 

 

El conjunto de las pinturas de las galerías corresponde al arte realista particular del Levante de España, que la abundancia de figuras humanas caracteriza, bastando a diferenciarle profundamente del arte magdaleniense de tipo cantábrico.

Las figuras de Morella la Vella son las más pequeñas del arte pictórico paleolítico, al punto que debe tenérselas por verdaderas miniaturas (cuatro o cinco centímetros, y diez en algunos hombres de los dibujados). Representan principalmente escenas de la vida guerrera y cazadora de las tribus habitantes de la región. Los hombres -armados con grandes arcos y largas flechas- aparecen desnudos, tan sólo con algún tocado especial y jarreteras. Bellísimo -excediendo a toda ponderación- es el cuadro de la lucha entre los dos bandos de los siete arqueros: no cabe verismo más acertado ni mayor fluidez pictórica en la expresión. La composición es tan artística como el natural mismo. Es, sin duda, una de las obras maestras del arte prehistórico.

No faltan representaciones de cabras monteses- una de ellas de insuperable realismo- ni de ciervos.

 

El autor sincroniza las figuras y las agrupa -por el estilo y la técnica- en cuatro tipos diversos. Asistimos así al proceso que, comenzando en el más puro naturalismo gradualmente degenera hasta dar en las esquemáticas, estilizadas y convencionales representaciones del neolítico.

II. Los progresos realizados por la prehistoria española en estos últimos cinco años -en los que el autor ha tomado parte tan principal- permiten ya hacer de ella un resumen, en lo posible, cabal, intentando dar con su significación.

Hay una diferencia esencial entre las pinturas trogloditas de la región cantábrica y las de la levantina: en estas últimas, el hombre – aislado o con otros compuesto- ocupa lugar preponderante en la representación pictórica, en tanto que aquéllas son casi exclusivamente zoomorfas (fauna de mamíferos de la época).

En el auriñaciense comienza el arte fósil. Tiene entonces una significación mágica de caza antes que totémica- que en el magdaleniense se acentúa y define con precisión (pinturas de animales, escenas venatorias, del más hermoso realismo).

La idea de caza que inspiró en un principio las figuras zoomorfas trogloditas, es más tarde sustituida -siempre en el sentir del autor- por la de conmemoración de sucesos acaecidos, ya guerreros (combate de los arqueros), ya rituales (danza de mujeres en la cueva de Cogul, Lérida). Esta fase -de fecha más reciente que la anterior- llega hasta el final del capelene o primeros tiempos del epipaleolítico.

 

A su vez, estas dos primeras fases naturalistas se vieron reemplazadas- en tránsito imperceptible- por una tercera de estilización, en la que todo realismo desaparece. Estas figuras esquematizadas – en ocasiones de obscuro simbolismo- parecen tener clara significación funeraria. Son ya de fecha neolítica y eneolítica: en ellas queda cerrado este lento ciclo artístico peninsular. J. DANTIN CERECEDA

Ese interés existente en la sociedad española de 1918 por el arte prehistórico de la Península Ibérica culminaría con la gran exposición de Arte prehistório español de 1921 organizada en Madrid por la Sociedad de Amigos del Arte, y que se celebró en la Biblioteca Nacional con gran cobertura mediática.

Este cartel anunciador fue elaborado por Francisco Benítez Mellado (Bujalance 1883-Santiago de Chile 1962). Los dibujos y calcos de las pinturas rupestres efectuados por este artista en el seno de la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas de la JAE, a la que se incorporó en 1915, han sido recuperados recientemente en la magnífica exposición «Arte y naturaleza en la Prehistoria» que tuvo lugar en el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid entre el 19 de noviembre de 2015 y el 19 de mayo de 2016, comisariada por Begoña Sánchez Chillón.  Pero el pluriempleado Francisco Benítez Mellado, como muy bien lo define Margarita Díaz-Andreu en un magnífico artículo publicado en la revista Pyrenae en 2012 (ver aquí),  también fue a partir del curso 1920-1921 profesor de dibujo del Instituto-Escuela  que hanía sido creado por la JAE en 1918. De su plantel de profesores también formó parte Juan Dantín entre 1918 y 1921. ¿Conversaron sobre el arte rupestre español Benítez Mellado y Dantín? No lo sabemos. Pero sí hemos podido conocer recientemente en las XII Jornadas de los Institutos Históricos celebradas en Murcia entre el 3 y el de julio de 2017, gracias a una interesante comunicación presentada por la catedrática de Geografía e Historia del IES Isabel la Católica Encarnación Martínez Alfaro, un proyecto  llevado a cabo durante el curso 2016-2017 con los alumnos de ese centro educativo sobre la vida y obra Francisco Benítez Mellado,  quien compartió interés sobre el arte prehistórico con Dantín Cereceda, y experiencia docente en el Instituto-Escuela, cuyo centenario celebraremos el año próximo.

Francisco Benítez Mellado se trasladaría en 1950 a Chile para reencontrarse con sus hijos, exiliados allí. En los doce años que vivió en ese país andino tuvo la oportunidad de ilustrar en 1952 la reedición de Los aborígenes de Chile, publicada originalmente en 1882 por ese gran anticuario que fue José Toribio Medina, corresponsal del gran americanista español Marcos Jiménez de la Espada, uno de mis héroes científicos. En estos días he podido disfrutar también de las interesantes observaciones hechas por  mi colega de la red LAGLOBAL Jorge Cañizares de su lectura de El veneciano Sebastián Caboto al servicio de los reyes de España, (ver aquí), otra de las innumerables obras publicadas por ese relevante historiador que fue JoséToribio Medina, cuya biblioteca es digna de ser visitada en Santiago de Chile.


5 comentarios

Un impulso a la Fundación Nacional para investigaciones científicas y ensayos de reformas en el verano de 1932

Una de las iniciativas más destacadas de  la Segunda República en su política científica fue la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas (FNICER). Tal y como señaló David Castillejo el impulsor de ese organismo autónomo fue su padre José Castillejo (Ciudad Real 1877-Londres 1945), quien inicialmente quería crear un think thank que ayudase a los gobernantes republicanos a «efectuar una renovación general de servicios basada en principios científicos y en técnicas modernas», actuando como «sostén técnico de cualesquiera Gobiernos para las más delicadas o arriesgadas innovaciones». De ahí que considerase José Castillejo que lo más pertinente para cumplir esas tareas era crear un Departamento de ensayos adscrito a la Presidencia del Gobierno (1).

Pero dado que Marcelino Domingo, el ministro de Instrucción Pública del primer gobierno provisional republicano,  fue quien mostró más interés por la propuesta de Castillejo sería ese político y maestro catalán quien llevó a la Gaceta el decreto de 13 de julio de 1931 en el que se creaba una Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas. Ese decreto fue confirmado por las Cortes por la ley de 5 de diciembre de 1931. Más adelante las Cortes republicanas aprobaron el 23 de julio de 1932 la ley por la que se dotaba a la FNICER de los medios económicos necesarios con los que tenía que financiar la expedición al alto Amazonas, cuya dirección técnica correspondía al capitán de ingenieros y piloto aviador Francisco Iglesias Brage.

No es momento ahora de exponer en detalle las vicisitudes de la FNICER, expuesta en líneas generales en el año 2001 por Justo Formentín Ibáñez y Esther Rodríguez Fraile, quienes ya apuntaron -basándose en las actas de su consejo de administración- que uno de los lastres para el buen funcionamiento de esa institución republicana fueron sus difíciles relaciones  con la mencionada expedición al alto Amazonas.

Justo Formentín portada

Baste ahora señalar que entre sus logros cabe mencionar:

  • la creación de un Centro de Investigaciones Vinícolas asociado a la Escuela de Ingenieros Agrónomos, dirigido por Juan Marcilla. En él, entre otras actividades, se efectuaron experimentos químicos y bacteriológicos sobre levaduras andaluzas.
  • la organización en Madrid de un Instituto de Estudios Internacionales y Económicos destinado a efectuar investigaciones sobre cuestiones relevantes de la economía española y de sus relaciones con otros países.
  • y el sostenimiento de diversos laboratorios científico-técnicos en diversas ciudades, capitales de distritos universitarios, como Oviedo, Valencia, Santiago y Salamcanca, entre otras.

Además la FNICER se hizo cargo de dos centros que hasta entonces dependían de la JAE: el Laboratorio Torres Quevedo, que continuó bajo sus auspicios su labor como Centro de investigaciones de mecánica y taller de construcción de aparatos científicos e inventos; y el Seminario Matemático de Julio Rey Pastor. Asimismo asumió parte de la financiación del Instituto Cajal en una coyuntura de expansión de esa institución científica con motivo de estrenar una nueva sede.

Ahora me interesa destacar que en el devenir de la FNICER fue importante la labor de su patronato o consejo de administración, constituido por un decreto del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos Urruti de 27 de agosto de 1932, publicado en la Gaceta de Madrid días después: el 1 de septiembre. (ver aquí).

Ese primer patronato lo presidía Teófilo Hernando (Torreadrada [Segovia] 1881- Madrid 1976), experto en farmacología,  catedrático de Terapéutica, Materia médica y arte de recetar en la Facultad de Medicina de la Universidad Central de Madrid, autor junto a Gregorio Marañón de un magnífico manual de Medicina interna que fue mejorado progresivamente desde su primera edición en 1915 y médico personal de Santiago Ramón y Cajal. Sorprendentemente quienes se han acercado o evocado su trayectoria vital y científica, como Fernando Pérez Peña, Alejando José Domingo Gutierrez y Pedro Laín Entralgo omiten el papel desempeñado por Teófilo Hernando en la FNICER, revelador del desconocimiento que tenemos de la política científica republicana. Tampoco disponemos de una sólida monografía sobre la trayectoria de este relevante representante de las ciencias biomédicas en la España del siglo XX.

hernando_ortega_teofilo_20120330_1233178192

Teófilo Hernando, presidente del Patronato de la FNICER republicana

 

Alejandro José Domingo Gutiérrez sí nos recuerda este retrato que hizo Juan Ramón Jiménez de Teófilo Hernando:

Para mi la medida mas alta de un hombre, está en su capacidad de salvar un sello de correos, una palabra buena, una hoja seca. Teófilo Hernando es de los que salvan. Ama y guarda todo, lo mayor y lo menor, con delectación de niño ávido, no en balde él cree, científico, en todo, desde la influencia de los astros, hasta la última hipótesis juvenil. Esta inquietud ansiosa le da su aspecto simpático de niño travieso, de buen chico pillastre, pálida, rosada cara risueña y seguridad de captación y entre bromas y veras, derrama luego así el tesoro de su experiencia y de su ciencia captada entre libros, de los que es tan enamorado, o en su no menor amor de la naturaleza plena.

Los doce vocales nombrados inicialmente fueron: Julián Besteiro (Madrid 1870-cárcel de Carmona 1940), Angel Ossorio y Gallardo (Madrid 1873-Buenos Aires 1946), José Pedregal (Oviedo 1871-Avilés 1948), Pedro Corominas (Barcelona 1870-Buenos Aires 1939), Agustín Viñuales (Huesca 1881-Madrid 1959), Fernando Tallada (Barcelona 1881-Barcelona 1937), Antonio García Varela (Carballiño [Ourense]- Madrid 1942), Pedro González Quijano (Jerez 1870-Madrid 1958), Carmelo Benaiges (Tarragona 1879-Zaragoza 1976), Ernesto Winter (Gijón 1872-Oviedo 1936),  Rodrigo de Rodrigo y José Giral (Santiago de Cuba 1872-México 1962).

Es decir en ese grupo había destacados dirigentes políticos republicanos, como el presidente del Congreso de los Diputados el filósofo socialista Julián Besteiro, -de quien ya dimos noticias en una entrada anterior-, el ministro de Marina y ex rector de la Universidad de Madrid el químico José Giral, sobre el que recientemente Javier Puerto ha escrito una monumental biografía, apoyada en el archivo privado de ese prominente científico y político que los descendientes de José Giral donaron al Archivo Histórico Nacional no hace muchos años y el notable diputado Angel Ossorio y Gallardo, un jurista poliédrico de posiciones políticas socialcristianas, que había sido ministro de Fomento entre 1919 y 1920, y que desde 1928 era integrante de la Unión internacional para el estudio científico de los problemas de población.

De estos políticos solo se implicaría en las labores de la FNICER, y por ciertos períodos de tiempo, Julián Besteiro. Ossorio y Gallardo ya manifestó en la primera sesión del patronato, celebrada el 24 de octubre de 1932, «su extrañeza de verse llamado a cooperar en un servicio de investigaciones científicas, cuando su vida, en la política y en el foro, le ha llevado por otros caminos». El ministro Fernando de los Ríos, presente en esa sesión fundacional, le explicó, según consta en el acta que «podrá aportar, no solo su preparación científica en los estudios a que se ha dedicado, sino su fino sentido crítico y la representación política de un sector de opinión del país en los problemas de cultura y de riqueza que la Fundación ha de abordar». José Giral, sin embargo, presentó su dimisión, con carácter irrevocable, desde que fue nombrado, por motivos que convendría averiguar. Sería sustituido en la sesión del patronato de 12 de mayo de 1933 por el catedrático de Química Orgánica de la Facultad de Farmacia Antonio Madinaveitia (Madrid 1890-México 1974).

También estaban presentes dos economistas, especialistas en cuestiones hacendísticas, el asturiano José Pedregal, de familia republicana, pues su padre fue ministro durante la Primera República, él mismo ministro de Hacienda por cuatro meses entre 1922 y 1923 cuando militaba en el Partido Reformista de Melquíades Alvarez,  y vinculado a la Institución Libre de Enseñanza de la que llegó a ser su presidente por varios años;  y el aragonés Agustín Viñuales, integrante del partido azañista Acción Republicana, director general del Timbre cuando fue nombrado miembro del mencionado patronato, catedrático de Economía Política de la Facultad de Derecho de la Universidad de Granada desde 1918 y catedrático de Hacienda Pública de la Universidad Central a partir de enero de 1933. Entre junio y septiembre de 1933 sería ministro de Hacienda en un gobierno presidido por Manuel Azaña.

Dos significados catalanes fueron también nombrados miembros del patronato de la FNICER. Uno el economista y político Pedro Corominas o Pere Coromines, diputado en las Cortes, militante de Esquerra Republicana de Catalunya desde 1932, había sido consejero secretario del Banco de Catalunya, y presidente del Ateneo Barcelonés entre 1928 y 1930. En 1933 fue nombrado consejero de Justicia y Derecho de la Generalitat de Catalunya. También fue presidente del Institut d’Estudis Catalans de manera intermitente de 1931 a 1937. El segundo era  Ferran (o Fernando) Tallada Comella, catedrático de Cálculo y Mecánica Racional de la Escuela de Ingenieros de Barcelona desde 1907. Este ingeniero tenía sólidos conocimientos matemáticos y de la nueva física. Por la información disponible parece ser que la participación de Pere Coromines y de Fernando Tallada en las tareas del patronato fue mínima. De las 25 reuniones celebradas por el patronato entre el 24 de octubre de 1932 y el 11 de enero de 1937, Corominas solo asistió a una reunión -el 20 de junio de 1934- y Tallada a ninguna.

 

quisom-ferrantallada

Pere Coromines i Montanya

Pedro Corominas Montaña o Pere Coromines i Montanya

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

El grupo profesinal más numeroso de los miembros de ese patronato estuvo formado por los ingenieros. De ellos cabe destacar: al ingeniero jerezano Pedro González Quijano, un especialista en el cálculo de probabilidales, en Hidrología y geografía hidráulica y profesor de Hidrología en la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid; al ingeniero de minas Ernesto Winter, quien había escrito en 1922 Elogio de la inquietud con prólogo de Fernando de los Ríos, director del Orfanato Minero de Oviedo desde 1930 y vilmente asesinado, junto a su hijo mayor, por fascistas en Oviedo en el otoño trágico de 1936, según evocara en un vibrante y emotivo texto Gregorio Morán (ver aquí) y al ingeniero geógrafo y catedrático de Hidráulica General y Agrícola y complementaria de Ingenieria Sanitaria de la Escuela Especial de Ingenieros Agrónomos desde 1925 Carmelo Benaiges.

pedro-gonzalez-quijano

Pedro González Quijano

ernesto-winter

Ernesto Winter

 

 

 

 

 

 

 

 

 

De todos ellos el que mantuvo un compromiso más activo con el consejo de administración o patronato de la FNICER fue Pedro González Quijano, asistente a casi todas sus reuniones, y presidente de la última sesión celebrada el 11 de enero de 1937 en un Madrid en guerra cuando Teófilo Hernando había huido a Francia para encontrar refugio en París.

Antes de su abandono de Madrid dos personas que colaboraron estrechamente con Teófilo Hernando en las reuniones del patronato de la FNICER, y en el día a día de ese organismo, tal y como consta en sus actas fueron: el catedrático de Fisiología Vegetal y director del Jardín Botánico desde finales de 1930 Antonio García Varela, y el verdadero hombre fuerte de este nuevo organismo impulsor de la política científica republicana el director administrativo de la FNICER José Castillejo, algunos de cuyos rasgos físicos fueron definidos así por su esposa, la inglesa Irene Claremont: «Bajo la calva-cúpula, flanqueada por corto pelo negro, resaltaban, castaños y dulces, los ojos más bondadosos que he visto en mi vida», como ya recordé en otro lugar (ver aquí).

jose-castillejo

José Castillejo

 

Como colofón de esta entrada cabe decir que  a pesar del esfuerzo efectuado por Justo Formentín y Esther Rodríguez Fraile allá por el año 2001 al dar a conocer las Actas del Consejo de Administración o Patronato de la FNICER queda aún mucha investigación por hacer para conocer a fondo el funcionamiento de ese singular instrumento de la política científica republicana. Su importancia radica en que fue concebido para complementar a la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, favorecer la conexión de las investigaciones científico-técnicas con el tejido empresarial de la España republicana, e intensificar la descentralización de su sistema científico-técnico en aquellos agitados años de la década de 1930.

 

(1). David Castillejo, Los intelectuales reformadores de España. Epistolario de José Castillejo. vol. III. Fatalidad y porvenir 1913-1937, Madrid, Editorial Castalia, 1999, p. 672-677.


1 comentario

Acto festivo republicano en la sierra de Madrid: la inauguración de la Fuente de los Geólogos en junio de 1932

En el año 2013 una parte de la sierra de Guadarrama, divisoria natural entre las dos Castillas y unida estrechamente a la ciudad de Madrid desde hace largo tiempo, fue declarada parque nacional. Con tal motivo el Instituto Geológico y Minero de España ha auspiciado en 2015 la publicación del magnífico libro colectivo El Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama. Cumbres, paisaje y gente, editado por Miguel Mejías Moreno, accesible aquí.

El Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama

En uno de sus capítulos el gran geógrafo Eduardo Martínez de Pisón efectúa un apasionante recorrido por su imagen cultural. En él expone cómo los artistas, fuesen literatos o pintores, y científicos se han aproximado a ella, fundamentalmente desde el siglo XVII, que es la época en la que «arranca el sentimiento del Guadarrama con caracteres modernos». En la página 92 de su texto Martínez de Pisón alude a que un hito fundamental en la valoración cultural de esa sierra fue el homenaje que se hizo en 1932 en la Fuente de los Geólogos a los naturalistas Casiano de Prado (1797-1866), José Macpherson (1839-1902), Salvador Calderón (1851-1911) y Francisco Quiroga (1853-1894) por ser los «primeros geólogos que estudiaron el Guadarrama y fueron sembradores de cultura y amor a la naturaleza». Así dice la placa inserta en esa fuente, inaugurada el domingo primaveral de 12 de junio de 1932 según se ha recordado recientemente en una curiosa guía del turista friki. (ver aquí).

Esa alusión de Martínez de Pisón es muy somera, así como otra dedicada a ese evento efectuada en el capítulo tercero del mencionado libro titulado»El descubrimiento científico de la sierra de Guadarrama: origen del desarrollo de la geología en España». Por ello me ha parecido pertinente en esta entrada acercarme con más detalle al contexto en el que se produjo la inauguración de la fuente de los geólogos, monumento republicano que aún pervive para solaz de quienes la visitan y se refrescan en sus saludables aguas.

En la organización del acto cumplió un destacado papel la Sociedad Peñalara. De hecho el arquitecto autor de la fuente, Julián Delgado Ubeda, era un destacado montañero integrante de esa sociedad. Ante el encargo que le hizo la Comisaría de Parques Nacionales optó por construir un arco austero de piedra que descansa sobre un pilón, en el que vierte agua un caño de bronce.

Fuente de los Geólogos

No ha de extrañar por tanto que fuese un  periodista deportivo – Angel Cruz y Martín- quien diese cuenta de las características de ese evento en las páginas de la revista ilustrada Crónica con las siguientes palabras:

En la carretera de Madrid a La Granja, cerca del bello puerto de Navacerrada, cara a los Siete Picos majestuosos y rodeada de pinos olorosos y fuertes, brota una fuente, de linfa clarísima y fresca, que en homenaje a la memoria de cuatro ilustres hombres de ciencia, amantes de la Naturaleza por lo que tiene de vida, llevará el nombre de Fuente de los Geólogos. Es un sencillo y precioso monumento- el segundo de los que en el Guadarrama ha levantado la Junta de Parques Nacionales por iniciativa del insigne y modesto sabio, como todos los sabios de verdad, señor Hernández Pacheco, obra del joven y admirable arquitecto don Julián Delgado Ubeda, que en construcciones montañeras tiene un insuperable prestigio, ganado en una labor estimadísima por cuantos las conocen y disfrutan.

Este monumento –que ofrece agua y descanso al caminante- está elevado a la memoria de Casiano de Prado, José Macpherson, Salvador Calderón y Francisco Quiroga, primeros geólogos que estudiaron el Guadarrama y fueron sembradores de cultura y de amor a la Naturaleza, según reza la lápida conmemorativa. La Fuente de los Geólogos ha sido inaugurada con la solemnidad sencilla en cosas de montaña y con el realce prestado con la presencia y el aplauso de personas conspicuas en las esferas de la inteligencia, que saben lo que es la religión montañera, de la que “San” Francisco Giner fue su mejor apóstol.

Cronica 1

En efecto, el ente promotor de la construcción de ese lugar de la memoria científica en pleno corazón de la sierra de Guadarrama había sido la Comisaría de Parques Nacionales, que presidía el aristócrata asturiano Pedro Pidal (1870-1941), y el delegado de Sitios y Monumentos Nacionales de interés adscrito a esa comisaría, que era el hiperactivo catedrático de Geología de la Universidad Central Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965), militante en aquellos meses del partido radical de Lerroux. Más adelante veremos cómo Hernández Pacheco padre, -cuyo hijo Francisco, otro eminente geólogo, estuvo entre el público asistente a ese acto de inauguración-, aprovechó el acto para reivindicar la labor de los geólogos en la sociedad española.

Ahora conviene fijarse en que lo que ocurrió aquella mañana del 12 de junio de 1932 fue un acto de exaltación de la labor cultural, científica y pedagógica de la Institución Libre de Enseñanza (ILE), como lo muestran no sólo las intervenciones del rector de la ILE Manuel Bartolomé Cossío (1857-1935) y de Julián Besteiro (1870-1940) -presidente del Congreso de los Diputados, destacado dirigente socialista y antiguo alumno de la ILE-, sino también la intervención musical de la masa coral del Instituto-Escuela, el innovador centro educativo que venían impulsando los institucionistas desde su creación en 1918 gracias al apoyo de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Ese coro estaba dirigido por el notable compositor y pedagogo valenciano Rafael Benedito Vives (1885-1963), quien aparece en el centro de la siguiente fotografía rodeado de sus alumnas.

alumnas Instituto-Escuela fuente geologos

Manuel Bartolomé Cossío, dada su avanzada edad y sus achaques de salud, no pudo desplazarse al solar donde se emplazó la fuente, pero preparó unas cuartillas que fueron leídas por el presidente de la ILE, el jurista asturiano Manuel Pedregal (1871-1948). Expongo a continuación el contenido de las breves reflexiones de Cossío, de gran interés, por exponer con claridad la labor llevada a cabo por los institucionistas para «domesticar» el Guadarrama. Esa labor  fue impulsada por Francisco Giner de los Ríos quien, para estimular el amor a la Naturaleza patria desde una de las columnas vertebrales de la península ibérica, contó con la inestimable ayuda de sus amigos geólogos. A esos amigos -Macpherson, Calderón y Quiroga- los institucionistas republicanos quisieron rendir homenaje aquel 12 de junio de 1932, pronto hará 85 años.

De los cuatro geólogos cuya gloria cantará desde hoy esta agua sonora, tres fueron de la Institución desde que ella nació hasta que ellos murieron. En la Institución enseñaron, en ella investigaron y, lo que vale más todavía, en ella espiritual y plenamente convivieron.

El año que viene hará precisamente medio siglo que un amanecer del mes de julio de 1883 salía de Villalba por esta misma carretera de Navacerrada un grupo de alumnos y maestros; todos a pie, con su cayado y con su lío al hombro. Era la primera vez que la Institución acometía la conquista de la Sierra. Había ya visitado monumentos y ciudades próximas y lejanas; había deambulado por otras regiones de llanura y montaña; pero la Sierra, esta Sierra, estaba todavía para ella inmaculada.  

¿Quién acompañaba al grupo como maestro geólogo? Salvador Calderón.

Cuando la conciencia pública señala a Giner como apóstol y profeta del amor a la Sierra, ¿habrá quien pueda extrañarse de que su nombre se invoque en este acto al lado del de sus fraternales amigos los geólogos, de quienes tanto aprendiera, a quienes tanto enseñara y a quienes, si viviese sería el primero en glorificar hoy aquí con todo el fuego de su alma inflamada!”

En efecto  Giner, aunque había fallecido en 1915, estaba ominipresente en cualquier evento institucionista. En su proceso de mitificación también participaron los redactores de la revista Crónica al denominarlo «San Francisco Giner».

Giner Cronica 1932

La sentida intervención de Cossío, quien hacía de patriarca de los institucionistas en el primer bienio republicano, fue complementada con el discurso más improvisado del mencionado Julián Besteiro, cuyas palabras fueron escuchadas con atención. Tras contrastar varias fuentes estimo que su discurso pudo ser el siguiente:

Yo no puedo hablar en nombre del Gobierno , porque, como es sabido, no desempeño funciones gubernamentales. Seguramente las Cortes, que por méritos de la suerte más que por merecimientos personales represento, se sentirán compenetradas con la significación de este acto. Pero yo quiero dar a esta intervención mía más bien un carácter sentimental, de reminiscencia, de los días de mi infancia que evocan la ocasión, el lugar y, sobre todo, las bellas palabras del Sr. Cossío, leídas por mi amigo José Pedregal.

Cuando yo tenía trece años mis compañeros y yo seguíamos por estos caminos a nuestros maestros, y aquellos jóvenes maestros seguían a don Francisco Giner y al nuevo espíritu que don Francisco Giner trataba de infundir en el país.

Como ha ocurrido con frecuencia en las épocas de decadencia y en el momento de iniciarse un impulso renovador, los mejores espíritus de aquellos tiempos fueron a buscar ejemplos estimulantes en el Extranjero. Fue el ejemplo de la filosofía alemana llegado a nosotros con Sanz del Río; fue el ejemplo de la filosofía y de la pedagogía inglesas introducido aquí más directamente por D. Francisco Giner.

Y animados de aquel espíritu nuevo seguían a don Francisco Giner por estas montañas los maestros jóvenes y les seguíamos también un puñado de niños, animados de un entusiasmo que nos hacía realizar empresas tal vez superiores a nuestras fuerzas, y cuya significación solamente hoy podemos comprender plenamente.

Era, sin duda, que el injerto de ideales ajenos iba prendiendo en la planta que ahonda sus raíces en el pasado de nuestra historia, como una promesa de una nueva vida nueva y fecunda.

Con frecuencia, en nuestras marchas y expediciones contaban en nuestro espíritu la palabra del viejo poeta:

“Allá a la vegüela de Matadespino, por ese camino que va a Lozoyuela”.

Sin saberlo nosotros íbamos buscando por estos montes, no lo serranillo del Arcipreste, sino la nueva España del porvenir.

Ahora, en esta ocasión, yo veo congregados en torno a la fuente de los geólogos a amigos de la infancia, como Pedregal, como García del Real, como José Cebada, como Palomares, como Pedro Blanco, y me parece que estoy viendo marchar a nuestro lado a D. Francisco Quiroga, con su bondad juvenil y su cabellera blanca, o me siento transportado a orilla del Tormes y veo aparecerse a D. José Macpherson mezclando sus enseñanzas con un tono afectivo de sencillez.

En los días a que estos recuerdos se remontan éramos un grupo reducido, fuertemente unido por el entusiasmo, pero aislado en la gran masa del país.

Luego ese espíritu se ha ido extendiendo y hoy vemos participar de él a los hombres de características sociales más diversas: restos algunos de viejas aristocracias, clases medias dedicadas a profesiones liberales, hombres de la oficina y hombres del taller y de la fábrica. Y al ver este alentador espectáculo comprendemos la significación de aquellas primeras excursiones por la Sierra y aprendemos a querer y honrar cada día más a nuestros maestros.

Besteiro discurso

Discurso de Julián Besteiro en la inauguración de la Fuente de los Geólogos. Fotografía de Cortés reproducida en Mundo Gráfico 15 junio 19232 p. 16

De estas intervenciones se deduce que Giner y las diferentes oleadas de ginerianos concibieron la Sierra de Guadarrama desde 1883 como la atalaya desde la que otear el horizonte y trazar planes de acción para la reforma de España. Téngase en cuenta, por ejemplo que, semanas después al evento del domingo 12 de junio de 1932 que estoy rememorando, en una reunión que tuvieron en los pinares del Guadarrama Fernando de los Ríos, Pedro Salinas y otra media docena de intelectuales en el verano de 1932 se diseñó la construcción de la Universidad Internacional de Santander que entraría en funcionamiento al verano siguiente de 1933.

En su afán de conocer la Sierra de Guadarrama y convertirla en símbolo cultural y en un instrumento de higiene física y mental, los institucionistas no sólo promovieron su detallado conocimiento científico, sino que también ayudaron a redescubrir a los poetas castellanos que glosaron su paisaje y su paisanaje. Así promovieron el estudio de la obra del célebre arcipreste de Hita, cuyo Libro del Buen Amor introdujeron en el canon de la literatura clásica en lengua castellana. En esa tarea se inscribe, por ejemplo, la edición popular que hizo en 1917 para la editorial Saturnino Calleja el mexicano Alfonso Reyes en sus años de trabajo en el Centro de Estudios Históricos de la JAE, a los que ha prestado atención recientemente Mario Pedrazuela en su trabajo «Alfonso Reyes y la Filología: entre la Revista de Filología Española y la Nueva Revista de Filología Hispánica» (ver aquí). Dada la estrecha relación entre el Centro de Estudios Históricos y el Instituto-Escuela, dependientes ambos de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, no ha de sorprender que en la actuación musical del Coro del Instituto-Escuela que amenizó la excursión campestre a la fuente de los geólogos aquel 12 de junio de 1932 se cantase la «Serranilla» del mencionado Libro del Buen Amor y otras coplas populares.muchachas Instituto-Escuela Estampa

Esa actuación musical era prolongación de la que el mismo coro había ofrecido el 23 de noviembre de 1930 en el homenaje que se hizo a la memoria del arcipreste de Hita cerca del alto del León de la sierra de Guadarrama cuando se inauguró el monumento natural conocido desde entonces como «Peña del Arcipreste». En él se leía la inscripción»1330-1930/Al ARCIPRESTE/ DE HITA/CANTOR DESTA SIERRA/DO GUSTÓ LAS AGUAS/ DEL RIO DE BUEN AMOR». El homenaje fue auspiciado por la Real Academia Española, que dirigía el filólogo Ramón Menéndez Pidal, también director del Centro de Estudios Históricos de la JAE, y por la Comisaría de Parques Nacionales a través de la figura del geólogo Francisco Hernández Pacheco, el mismo promotor de la Fuente de los Geológos inuagurada el 12 de junio de 1932. Y, tal y como ha subrayado Alvaro Ceballos Viro en un muy interesante artículo (ver aquí), tal homenaje de 1930 al arcipreste de Hita era de inspiración institucionista. De tal manera que en la Real Orden publicada el 12 de octubre de 1930, mediante la cual se declaraba la Peña del Arcipreste «sitio y monumento natural de interés nacional», se hacía mención explícita al principal promotor de la Institución Libre de Enseñanza Francisco Giner de los Ríos, quien el 6 de junio de 1915, a las pocas semanas de su fallecimiento, había recibido no muy lejos de allí el tributo póstumo de sus discípulos.

Peña del Arcipreste. Monumento al Arcipreste de Hita. Monumento Natural de Interés Nacional. Sierra de Guadarrama. Madrid. España.

Peña del Arcipreste. Monumento al Arcipreste de Hita. Monumento Natural de Interés Nacional. Sierra de Guadarrama. Madrid. España.

Llegada la República la exaltación de la Sierra de Guadarrama como espacio de demofilia se consolidó. Ya Agustín de Foxá había constatado, según nos recuerda Alvaro Ceballos, que antes de la llegada del nuevo régimen político «la sierra era republicana. Allí acudían los hombres pulcros a maldecir la España oficial. Allí extraían todas sus metáforas para una Patria joven, fresca, limpia y europea, la España del sol y la alegría, en oposición al Madrid clerical y reaccionario». Ese marco de demofilia practicado en la Sierra de Guadarrama por los republicanos es el que explica, según Alvaro Ceballos, que el Arcipreste, reivindicado por los institucionistas y cantado por la Masa Coral del Instituto-Escuela, «no fuera el experto jurista, ni el versado mudejarista, ni el prerroformista de inspiración goliárdica, ni el producto de muchos otros textos singulares posibles, sino precisamente el autor de las serranillas. Serranilas que, no se olvide, escenificaban los turbulentos amores entre un letrado y una mujer del pueblo: no es difícil, por lo tanto, leerlas como una traducción simbólica, complaciente y aun lúdica de la relación entre las elites intelectuales y los estratos populares de la sociedad española».

Pero los institucionistas no fueron los únicos protagonistas el día de la inauguración de la Fuente de los Geólogos. Aquel domingo 12 de junio de 1932 también intervinieron activamente en la sierra madrileña científicos y naturalistas para reivindicar las tareas que habían hecho sus antecesores y las que ellos mismos estaban efectuando para conocer mejor el territorio español. Las palabras que pronunció el decano de la Facultad de Ciencias Pedro Carrasco Garrorena (1883-1966), catedrático de Física Matemática de la Universidad Central y director del Observatorio Astronómico de Madrid, y que posteriormente se exiliaría a México donde falleció, no nos han llegado. Sí disponemos, gracias a su inclusión en las páginas del diario El Sol de 15 de junio de 1932, del discurso de Eduardo Hernández-Pacheco, el primer orador que intervino en aquel acto conmemorativo al haber sido su principal promotor.

Hernandez Pacheco fuente geologos

Eduardo Hernández-Pacheco mientras lee su discurso en la inauguración de la Fuente de los Geólogos.

Un extracto de su discurso, ejemplo elocuente del papel desempeñado por los naturalistas para fomentar el sentimiento de amor a la patria y de las permanentes quejas de los científicos españoles acerca del desdén al que, según ellos, le han sometido los poderes públicos, fue este:

Es la memoria de hombres de los tiempos modernos  a quienes rendimos hoy homenaje al inaugurar este sentido monumento que tan admirablemente armoniza con el paisaje, en este espléndido bosque de la olímpica montaña castellana y que tan acertadamente simboliza, sin pretenciosas alegorías arquitectónicas ni escultóricas, el limpio espíritu, la labor frucífera, la ciencia de estos cuatro sembradores de cultura y amor a la Naturaleza.

Los cuatro fueron exploradores y descubridores de la constitución geológica y geográfica de la Península Hispánica, de esta amada tierra nuestra, que debemos considerar como un minúsculo continente porque en el conjunto de sus diversas regiones se integra la variedad de climas, de topografía y de producciones naturales que en los extensos continentes del planeta componen sus distintos países y naciones.

Venimos a honrar hoy la grata memoria de sabios devotos de Gea, diosa resplandeciente y venerable, madre de todos y de todo. Y les rendimos nuestro homenaje porque con su callada y noble labor asentaron los primeros jalones del conocimiento de la Geología y de la Geografía Física de nuestra España.

No fueron hombres alentados y favorecidos por la protección oficial, ni brillaron conocidos por las muchedumbres, sino trabajadores austeros y callados, cuya labor fue apreciada por el escogido núcleo de los intelectuales de todos los países.

Ninguno de los tres eximios españoles: Macpherson, Calderón y Quiroga, recibieron recompensas ni honor alguno, concedido a sus grandes méritos, por el Estado o las corporaciones oficiales; ni tan siquiera la entonces Real Academia de Ciencias les llamó a su seno, honor que ellos hubieran agradecido mucho, aun siendo de notoria justicia, pero que ni se les otorgó ni ellos solicitaron. Por esto el acto de hoy tiene, no sólo el carácter de exaltación de sus méritos, sino también el de reivindicatorio.

El arquitecto Delgado Ubeda, que a su exquisito arte y mucha ciencia une el ser gran amante de la Naturaleza, e intrépido montañero, es el autor de este sencillo y bello monumento.

En recuerdo de tan eximios ciudadanos denominamos a esta fuente Fuente de los Geólogos, que brota en el corazón de la Sierra Carpetana, por ellos estudiada; junto a las altas divisorias de los dos ríos caudales castellanos: Duero y Tajo; en medio de este espléndido bosque de recios y aromáticos pinos, frente a la bella y fuerte montaña de Siete Picos, coronada de abruptos canchales graníticos, y en el corazón de la vieja cordillera castellanolusitana, que une a ambas Castillas y enlaza a las dos naciones hespéricas.

En representación del Instituto Geológico también tomó la palabra el ingeniero de Minas Agustín Marín y Beltrán de Lis (1877-1963), en cuya intervención no hubo ninguna alusión a la labor llevada a cabo por los geólogos institucionistas. De ahí que el único periódico entre los que he consultado que se hizo eco de su intervención fue el diario católico antirrepublicano El siglo  Futuro.  En su edición del 14 de junio de 1932 extractó una parte del  discurso de Agustín Marín en estos términos.

Gran satisfacción es para el Instituto Geológico la que le han dispensado los organizadores de esta fiesta de tan fina y elegante espiritualidad, invitándole a tomar parte en ella, y sólo lamento que no pueda asistir el director de ese Centro, que  os hablaría con una elocuencia y una altura que a mi humilde persona le está vedado alcanzar. Todos mis compañeros de Instituto y de Ingeniería se unen de todo corazón a este homenaje por dos razones: por las personas a quien está dedicado y por la forma con que se ha llevado a la práctica.

Vemos que al dedicar esta fuente a los geólogos habéis querido hacerlo de un modo integral a todos los que creen que el fundamento, la base de la civilización está en fomentar la naturaleza. A esta sierra se puede venir como un artista a aprender cómo se crea la poesía y la emoción. Así, nuestro gran Velázquez supo en el cuadro del príncipe Baltasar Carlos, resaltar el contraste que produce la pompa y la vanidad que acumularon en el niño con la austeridad y la grandeza del paisaje de La Maliciosa. El excursionista busca solaz, trata de disolver sus preocupaciones en el aire de las serranías, y la persona culta relaciona la estructura orogénica con la historia y la leyenda, y así exclamó uno de los grandes cantores del Guadarrama, Enrique de Mesa, desde lo alto de la divisoria:

“A un lado el solar del Cid; al otro, la tierra de Don Quijote”.

Pero el geólogo llega a más: comprende que los seres, las cosas, las montañas, no son completas si no se enlazan a su pasado y no se vislumbra en ellas su porvenir; no piensa sólo en el momento, sino que investiga cómo se llegaron a formar estas cordilleras, por qué los ríos circulan por dónde lo hacen, a qué fenómenos de erosión, de formación morfológica, están sometidas las rocas, por qué los canchales y las peñas, jugando a esculturas, tienen esas formas tan caprichosas, y hasta se ocupa de qué será de estas piedras en el más allá, en el porvenir.

Pero además, la forma de perpetuar la memoria de los geólogos que se ocuparon del Guadarrama, tiene tan poética sencillez, tan justa expresión, tan exacta aplicación (y en esto hay que hacer el cumplido elogio al artista que lo interpretó), que habla mucho más el corazón que lo puedan hacer las magnificencias escultóricas y arquitectónicas, como lo fue la tumba de Napoleón.

El manantial es símbolo de misterio, y así Plinio exclama: “En ninguna parte muestra la Naturaleza ser tan milagrosa como en las fuentes”. Para los geólogos ya no hay casi enigmas, y ahora escudriñan los conductos por donde deben circular el agua, las entrañas de la tierra, que visita, y buscan la relación de la ciencia pura con la ciencia de aplicación, y así las grandes lucubraciones que se fraguan en la mente de los sabios o de los ingenieros, se resuelve en veneros de riqueza, que inundan esos campos de Dios.

Pero además, la fuente lleva unida la idea de reposo material y aún más la de actividad mental. Yo me figuro a nuestro gran Casiano de Prado, padre de la geología del Guadarrama, hace casi un siglo, fatigado de sus andanzas por la sierra, recibir con deleite el descanso que le brinda la fuente, sentarse en una piedra, dejar el martillo, la brújula, abrir su libreta, y lo mismo que los filetes de agua se suceden unos a otros en el chorro de esa fuente, así las ideas se engarzaban en la mente de aquel hombre y luego se relacionan con las de los que vinieron después, y con los que ahora la visitan y con la de los que llegarán más adelante, y retenidas en los libros, como el agua en los embalses, elévase así la cultura de los pueblos, y, por tanto, la dignidad de los hombres.

¡Gentes de la ciudad: venid a estas sierras, oled a tomillo, reposad en estas fuentes y reverenciad, y a ser posible, seguid el camino de hombres como los que hoy honramos y así trabajaréis por el bien de la humanidad!”.

Curiosamente en ese mismo ejemplar del Siglo Futuro uno de sus colaboradores, con el seudónimo fray Junípero, presentó un suelto que evidenciaba las fobias anti institucionistas del nacional catolicismo, y su obsesión, dado su antisemitismo, con la política favorable a los sefarditas que intentó implantar el gobierno republicano de aquella época, particularmente el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos. Revela el suelto que transcribo el grado de virulencia de  la guerra de ideas instalada en la sociedad española en aquel año de 1932, anunciadora de las tormentas de fuego futuras:

Anteayer se inauguró en la Sierra la Fuente de los Geólogos. El acto, con pretensiones científicas, fue un himno al triunfo de la Institución Libre de Enseñanza, que es lo que se cantó allí. Por cierto que en las reseñas echamos de menos al piisimo don Elías Tormo, que otorgó a la funestísima Institución el monopolio de la enseñanza oficial y nos trajo a la Central al insigne rabino honorario don Erasmo, que ayer fue muy de mañana a Toledo a visitar y orar largamente en la sinagoga del Tránsito, que se rumorea será entregada a los sefardíes para sus ritos.

En fin, múltiples significados tuvo el evento que se celebró aquel domingo de 12 de junio de 1932 en un incomparable marco de la sierra más castellana frente a Siete Picos y la Maliciosa. Es de esperar que en los meses que faltan para conmemorar el 85 aniversario de aquella iniciativa cultural, cuyos promotores intentaron mezclar ciencia, naturaleza, arte y alegría, se pueda seguir profundizando en ellos.

sierra Guadarrama

 

Para saber más:

Santos CASADO, Naturaleza patria. Ciencia y sentimiento de la naturaleza en la España del regeneracionismo, Madrid, Marcial Pons Historia, 2010.

Santos CASADO, «Ciencia y política en los orígenes de la conservación de la naturaleza en España». En Eduardo Hernández-Pacheco, La comisaría de Parques Nacionales y la protección de la naturaleza en España, edición facsímil, Madrid, Organismo Autónomo Parques Nacionales, 2000.

Santos CASADO, La ciencia en el campo: Quiroga, Calderón, Bolívar, Madrid, Nivola (Colección Novatores), 2001.

Eduardo HERNÁNDEZ-PACHECO, «En la inauguración de la Fuente de los Geólogos», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, 56 (867), p. 221-222

Leticia SÁNCHEZ DE ANDRÉS, Música para un ideal: Pensamiento y actividad musical del krausismo e institucionismo españoles (1854-1936), Madrid, Sociedad Española de Musicología, 2009

La Sierra de Guadarrama en el Museo del Prado. Itinerarios didácticos. Acceso on line en:

https://www.museodelprado.es/recorrido/la-sierra-de-guadarrama-en-el-museo-del-prado/8c434691-d84e-483d-ac69-8c73ec307a10