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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Noticias sobre el Observatorio astronómico de Madrid en el diario El Sol hace cien años

Hace un tiempo Nicolás Ortega Cantero llamó la atención sobre las colaboraciones del catedrático de instituto Juan Dantín Cereceda en el diario El Sol , iniciadas poco después de que el 1 de diciembre de 1917 comenzase su andadura el que ha sido considerado «el mejor diario de toda la historia periodística española», en palabras de Juan Marichal (1)

Una de las características del diario El Sol fue la importancia concedida a la alta divulgación científica, cuestión que me parece que no ha sido subrayada convenientemente en el congreso internacional celebrado los pasados días 13 y 14 de noviembre para conmemorar el centenario del nacimiento de esa empresa cultural.

Durante más de un año el periódico impulsado por el empresario Nicolás María Urgoiti y el filósofo José Ortega y Gasset incluyó en la última página de todos sus números una «hoja» para tener informados a sus lectores de los grandes problemas y novedades científico-técnicas, que se  organizaron en siete áreas del conocmiento.

Así los lunes el innovador pedagogo que fue Lorenzo Luzuriaga (Valdepeñas 1889-Buenos Aires 1959) se hizo cargo de la sección «Pedagogía e Instrucción Pública«; los martes el discípulo de Cajal, el siquiatra Gonzalo R. Lafora (Madrid 1886-1971) de «Biología y Medicina«; los miércoles el economista y catedrático de Política social y Legislación comparada de la Facultad de Derecho de la Universidad de Madrid Luis Olariaga y Pujana (Vitoria 1885-Madrid 1976) organizaba la sección de «Ciencias Sociales y Económicas«; los jueves el gran humanista mexicano adscrito entonces al Centro de Estudios Históricos de la JAE Alfonso Reyes (Monterrey 1889-Ciudad de México 1959) tomó la riendas de la sección de «Historia y Geografía«; los viernes el profesor de la Escuela Industrial de Madrid Federico de la Fuente de «Ingeniería y Arquitectura«; los sábados el catedrático de Derecho Político español comparado con el extranjero de la Universidad de Granada Fernando de los Rios (Ronda 1879-Nueva York 1949) de la sección «Derecho y Legislación» y los domingos el catedrático de Instituto y de la Escuela Superior del Magisterio Luis de Hoyos Sáinz (Madrid 1868-1951) de «Agricultura y ganadería«.

Esas hojas diarias contribuyeron de manera decisiva a consolidar el interés por las cuestiones científico-técnicas en la esfera pública de la sociedad española de hace un siglo, y son una magnífica fuente para tomar el pulso al desenvolvimiento de las actividades científicas de aquella época.

Como muestra ofrezco esta reseña publicada por Dantín Cereceda en la sección de Historia y Geografía del diario El Sol el jueves 24 de enero de 1918 que nos permite hacernos una idea de la labor llevada a cabo por una de las instituciones científicas de más solera en la ciudad de Madrid, como es el Observatorio astronómico, en la época en la que fue dirigida por el catedrático de Astronomía esférica y Geodesia de la Universidad Central Francisco Iñiguez e Iñiguez (1853-1922). La trayectoria científica de este astrónomo, que presentó una interesante memoria en el Ateneo de Madrid en el curso 1886-1887 sobre «Aplicación del análisis matemático a las demás ciencias«,  fue estudiada no hace mucho por  Nieves Gordón y Carlos Chocarro en Viaje por el universo del siglo XIX al XXI: Francisco Iñiguez  e Iñiguez y el Observatorio Astronómico de Madrid (Pamplona 2008) y por Iván Fernández Pérez en Aproximación histórica al desarrollo de la astronomía en España(Universidad de Santiago de Compostela 2009).

 

En una entrada anterior  de esta bitácora di cuenta de la situación de esa institución científica en 1913 (ver aquí) y de cuál era su equipamiento científico, parte del cual se puede ahora contemplar en su museo.  Ahora gracias a la siguiente reseña podemos conocer el tipo de producción científica que se hacía en él en 1917 por parte del equipo de siete astrónomos que formaban la plantilla de esa institución científica en 1918: el ya mencionado Francisco Iñiguez Iñiguez estaba acompañado, en efecto, en su quehacer diario por Carlos Puente y Ubeda (1885-1925), Antonio Vela y Herranz (1865-1927), Francisco Cos y Mermería (1864-1943), profesor de Meteorología de la Universidad Central,  Miguel Aguilar y Cuadrado (1869-1925), Victoriano Fernández Ascarza (1870-1934),y Pedro Jiménez Landi, (Madrid 1869-1964) quien fue profesor de Matemáticas en la Institución Libre de Enseñanza entre 1904 y 1924. Dos de ellos, – Miguel Aguilar y Pedro Jiménez- , eran hijos de otros relevantes astrónomos de la segunda mitad del siglo XIX.

He aquí la presentación que hiciera Juan Dantín -cuya labor docente e investigadora vamos siguiendo en esta bitácora- de la producción científica del Observatorio Astronómico de Madrid hace un siglo, en 1917, al presentar a los lectores de El Sol su Anuario.

Anuario del Observatorio de Madrid para 1918.- Un volumen de 731 págs., con un índice de materias. Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico. Madrid 1917.

            La publicación enunciada, análoga en su plan y contenido a la de años anteriores –como ya, en su prólogo, nos advierte el Sr. Iñiguez, jefe del Observatorio- , comienza por una sección astronómica, en que se comprenden efemérides y tablas sobre el sol, la luna, los planetas principales, satélites, cometas periódicos y estrellas, con el aspecto del cielo  y posición relativa de las constelaciones sobre el horizonte de Madrid, a las veintidós horas del día 15 de cada mes.

            Este año de gracia de 1918 tres eclipses tendrán lugar: uno, total de sol (de 8 a 9 de junio), visible en parte del casquete polar septentrional; otro, parcial de luna (24 de junio), visible en casi todo el hemisferio austral, y un tercero, anular, de sol (3 de diciembre), sólo perceptible en la América del Sur. Los tres son invisibles en España.

            Hay en este “Anuario” tres capítulos interesantes, que dan al volumen cierta novedad:

  1. A) Un capítulo con instrucciones para observar debidamente las estrellas variables, por F. Iñiguez.
  2. B) Otro titulado “Contribución al estudio del clima de Madrid”, de serio interés y cuidadosa precisión. Se estudian en él cada uno de los elementos meteorológicos (vientos, presión, temperatura, tensión, humedad, nebulosidad, lluvia), en muy diferentes aspectos y relaciones, de modo que no vienen tomados analíticamente, sino en su compleja coactuación y recíproca y simultánea. Tal es precisamente el clima. El señor don F. Cos, que lo firma, ha utilizado observaciones de cuarenta años seguidos (1860-1899), dilatada serie que merece garantías.
  3. C) Un último, sobre la actividad solar (manchas, flóculos, protuberancias solares, radiación calórica solar), que se debe a trabajos de los Sres. Ascarza (Victoriano) y Tinoco (J.).

            Las observaciones meteorológicas efectuadas en el Observatorio durante el año de 1916 cierran este pequeño volumen, que, repleto de datos interesantes, se hojea con agrado.

J. DANTIN CERECEDA

 

 

Al parecer esos astrónomos realizaban sus observaciones y estudios rodeados de «gentes deshonestas» que elegían el Cerro de San Blas para sus entretenimientos, según se quejara en uno de sus escritos F. Iñiguez, tal y como evoca Pedro Montoliu en su interesante artículo «Oservatorio Astronómico: la acrópolis desde la que Madrid descubrió el espacio».

(1) Juan MARICHAL, Unamuno, Ortega, Azaña, Negrín. El intelectual y la política en España (1898-1936), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1990, p. 55.