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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Rey Pastor hace un balance de la situación científica española y argentina en vísperas de la guerra civil

Julio Rey Pastor sello

 

En las primeras semanas de 1936 el matemático riojano Julio Rey Pastor (1888-1962) -uno de los líderes científicos de la generación de 1914-, quien desde 1921 tenía su base de operaciones en Buenos Aires, viajó a Italia para impartir conferencias en las universidades de Génova, donde fue presentado por Gino Loria (1862-1954) y de Padua y en el Instituto Matemático de la Ciudad Universitaria de Roma, que dirigía el profesor Gaetano Scorza (1876-1939).

De regreso a Sudamérica recaló en Madrid, donde tenía fuertes vínculos y numerosos discípulos. Uno de ellos era un joven matemático, al que ya hemos seguido en esta bitácora (ver aquí), que era en los meses previos al estallido de la guerra civil un asiduo colaborador del diario El Sol. Me refiero a José Gallego Díaz, padre de la actual directora del diario El País Soledad Gallego-Díaz, el cual decidió entrevistar a su maestro. Ese diálogo, publicado en las páginas de El Sol del sábado 11 de abril de 1936, pocos días después de la destitución del Jefe del Estado Niceto Alcalá-Zamora por el Parlamento surgido de las elecciones del 16 de febrero de 1936, nos ofrece información de interés sobre lo que opinaba un relevante científico, como era Julio Rey Pastor, de la situación de la ciencia que se hacía en España y la Argentina por aquella época.

Dado el interés documental de esta entrevista me permito transcribirla tal cual.

P. ¿En cuál parcela de las disciplinas científicas cree usted que el espíritu español ha marcado más honda huella en lo que va de siglo?

R. En las ciencias que pueden llamarse «geográficas»; esto es, en el estudio de nuestro solar, de nuestra historia, de nuestra raza. Nuestros naturalistas, primero, nuestros filólogos, después, nos han librado de la vergïenza de que los investigadores extranjeros tuvieran que descubrirnos y administrarnos nuestros bienes. La escuela de Bolívar, con su gran obra de catalogación, preparó el terreno para que los nuevos naturalistas puedan elevarse a otros planos de las ciencias naturales, siguiendo las huellas de Cajal, figura máxima y eternamente ejemplar de nuestra historia científica. La escuela de Menéndez Pidal, figura pareja en la escrupulosidad instrumental  y en el vuelo teorético, es también universalmente conocida y estimada, según tengo oido a grandes filólogos alemanes; la obra concienzuda de [Tomás] Navarro Tomás, la aguda crítica literaria de [Américo] Castro, los estudios medievalistas de Sánchez Albornoz y tantas otras figuras que han levantado la monumental «Revista de Filología». La escuela de nuestros arabistas, cuya cumbre máxima es hoy la gran figura de Asín, encontró al fin la protección que merece tamaña empresa de descubrimiento de España. Empresa que justamente se inicia en los comienzos del siglo por obra de filósofos, ensayistas y literatos, cuyos nombres están en la mente de todos y que es la obra epónima del primer tercio ya vivido.

P. ¿Y cuál cree usted que debe ser la Empresa científica española en lo sucesivo?

R. Sin abandonar, claro está, los problemas de casa, es cuestión de honor nacional intensificar la incipiente colaboración en las ciencias «universales» para pensar en ellas y contribuir a sus progresos. Se ha comenzado, como es natural, con ejercicios experimentales, por cierto muy escrupulosos y meritorios, que acumulan valioso material para el futuro avance de la Física, Química y demás ciencias no racionalizadas: los progresos en este orden de actividad son enormes, y justo es rendir tributo a Cabrera, (1878-1945), Palacios (1891-1970) y Moles (1883-1953),  sus principales propulsores en Madrid, sin olvidar a Emilio] Jimeno [Gil] [1886-1976], que en Barcelona realiza meritísima labor orientada hacia la técnica.

Es de esperar que las generaciones así adiestradas en la experimentación cuidadosa han de colaborar pronto en la construcción de la Física, esto es, en la formulación de leyes, descubrimiento de fenómenos y aun quizá en las grandes concepciones teóricas que caracterizan el momento actual. Hasta ahora creo que el único descubrimiento experimental ha sido el de los multipletes del espectro realizado por [Miguel] Catalan (1894-1957) en Inglaterra.

P. ¿Y cree usted que llegaremos a los descubrimientos y a las creaciones teóricas?

R. Es ley natural de evolución, y todo es cuestión de tiempo. Cuando fundé el Laboratorio de Matemáticas, a petición de la Junta para Ampliación de Estudios, hubo que comenzar con trabajos de investigación matemática experimental, que exigiesen muchos aparatos; primero, por ser cuestiones que requieren más paciencia que genio, y permiten hasta a los más torpes imprimir mucho papel, justificando ante el Estado los dineros gastados; después, para satisfacer a las autoridades de la institución, impregnadas, como es natural, del espíritu positivista dominante en el siglo XIX, que rendía culto fetichista al vidrio y al metal. Al cabo de los años tales aparatos han sido arrumbados, pues hay ya un núcleo de jóvenes que colaboran en el movimiento universal de la Matemática teórica con aportaciones que todavía no tienen gran trascendencia; pero ya son tomadas en consideración a la par de otros trabajos que se producen en todo el orbe culto.

P. ¿Cuáles son las figuras sobresalientes en esta generación de investigadores?

R. No hay incoveniente en citarlas en el orden cronológico de su aparición en nuestro firmamento, antes tan nublado: [Ricardo] San Juan (1908-1969), que ya lleva publicadas interesantes comunicaciones en revistas internacionales; Flores, cuyos ingeniosos métodos topológicos tienen gran exito entre los especialistas, [Sixto] Ríos, (1913-2008)  que ha completado un importante capítulo de la hiperconvergencia; [Lluis] Santaló (1911-Buenos Aires 2001), cuyas aportaciones a la novísima geometría integral merecen altos elogios de Blaschke; el catalán [Pere] Pi Calleja (1907-1986), de la escuela de Terradas y Torroja, que se ha iniciado con una estimable nota en acreditada revista alemana (1), y de quien esperamos óptimos frutos.

P. ¿Qué valor relativo tiene este progreso respecto del realizado en otras ciencias?

R. Alejado definitivamente de la Universidad española, por resolución ministerial, y convertido en predicador ambulante por el viejo y el nuevo mundo, vida plenamente internacional que me mantiene en contacto con hombres de ciencia de países diversos y especialidades varias, creo gozar de la lejanía necesaria para abarcar amplio horizonte y poder comparar hombres y cosas sin los errores de perspectiva que ocasiona la cercanía.

Quien se coloque así, en plano de imparcialidad, verá lo que en el momento actual representa la producción científica española de mas alta envergadura, a pesar de su modestia; sin dejar de reconocer el valor que tienen los experimentos de comprobación y rectificación de resultados ajenos o su extensión a casos análogos más o menos difíciles, dirección que también convendría fuese seguida por algunos jóvenes matemáticos.

P. Usted que conoce como nadie el mundo científico suramericano, ¿estima la producción actual de allá comparable con la nacional?

R. Nota característica de toda juventud sana es la ambición, y lógico es que la juventud de un país joven lo sea doblemente; los noveles investigadores de los paises suramericanos quieren estrenarse con un disparo de tan largo alcance, que casi siempre yerran el tiro sin dar en blanco alguno. Muchos debutan, no con la resolución de un problema concreto, sino con la creación de una teoría, empresa mucho más lucida y a la par menos comprometida, sobre todo si no sirve para nada concreto. Hay, sin embargo, en Buenos Aires y La Plata algunos jóvenes laboriosos, que conocen y manejan la matemática con fruto estimable, aunque no proporcionado a sus ilusiones. La generación anterior, llamada de la Reforma de 1918 (que consistió en desalojar a los viejos caciques para ocupar sus puestos), se ha dedicado a la política universitaria y a la divulgación de conocimientos; confiamos en que la nueva generación, a pesar del ambiente mefítico para la investigación desinteresada que ha creado el absurdo sistema de elecciones académicas, único en el mundo, y a pesar de las trabas que habilmente le ponen quienes temen ser superados, logre realizar obra más estimable y duradera.

A este interesante diálogo entre dos matemáticos españoles que realizarían el grueso de su obra en tierras americanas añadió la siguiente coda el entrevistador, pocos meses antes de comprometerse activamente con el bando republicano durante la guerra civil. En efecto José Gallego Díaz finalizó su artículo-entrevista a Julio Rey Pastor rindiendo un pequeño homenaje a ese «predicador ambulante» de las matemáticas modernas.

«Nos despedimos del eximio maestro, cuyos ojos se iluminaron de alegría mientras nos hablaba del actual renacimiento de la matemática española. Y nosotros conmemoramos aquí su gesto magnífico, iniciado hace más de veinte años, cuando, al remontarse en vuelo aquilino sobre las llanuras desoladas y yermas, sembró con viva fe, entre las dudas y los recelos de siempre, el germen inmortal de las inquietudes superiores».

J. GALLEGO DÍAZ

 

(1) Posiblemente se refiera al trabajo titulado «Über die Konvergenzbedingungen der komplexen Form des Fourierschen Integrals”, en Mathematische Zeitschrift, 40 (1935), págs. 349-374.