jaeinnova

Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


Deja un comentario

Leonardo Martín Echeverría, profesor aspirante del Instituto-Escuela de la JAE

El próximo viernes 28 de abril impartiré una conferencia en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia en el marco del interesante ciclo coordinado por José Luis Mora García acerca de la labor desempeñada por personalidades segovianas o vinculadas con Segovia en el exilio. Debido a mis investigaciones sobre Leonardo Martín Echeverría que he dado a conocer fundamentalmente en tres trabajos, dos de ellos dedicados a la editorial Atlante en la que Martín Echeverría publicó su principal obra España: el país y los habitantes poco después de llegar a México como exiliado político, y otro a su estancia en Segovia como catedrático de su instituto, durante la década de 1920.

Ahora lo que quiero subrayar es que su larga experiencia como enseñante de las materias de Geografía e Historia las inició en ese extraordinario centro educativo que fue el Instituto-Escuela, impulsado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) , cuyo decreto fundacional publicado el 11 de mayo de 1918, lo redactó José Castillejo como mostré en otro trabajo, publicado en Ciencia e innovación en las aulas. Centenario del Instituto-Escuela (1918-1939), accesible aquí

Él fue -cuando tenía 24 años pues había nacido en Salamanca en 1894- uno de los primeros profesores seleccionados para formarse como docente del Magisterio Secundario, pues el Instituto-Escuela se concibió como un instrumento de formación de un plantel de docentes que renovasen los métodos y contenidos de una anquilosada enseñanza secundaria.

En efecto, en las memorias de la JAE correspondientes al curso 1918-1919 se señala que para cumplir con el artículo 45 del Reglamento del Instituto-Escuela la JAE abrió durante ese curso cuatro secciones de las nueves previstas para formar a los aspirantes al denominado Magisterio Secundario.

Esas secciones fueron:

la Primera o Preparatoria, de estudios elementales, dirigida por la profesora normal María de Maeztu Whitney

la Segunda, de Lengua y Literatura castellanas y Lengua y Literatura modernas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Ramón Menéndez Pidal

la Quinta, de Matemáticas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Julio Rey Pastor

y la Séptima que agrupaba a las Ciencias naturales, Fisiología, Higiene y Agricultura, dirigida por el también catedrático de la Universidad Central Ignacio Bolívar.

Como esa innovadora experiencia educativa estaba dando sus primeros pasos se decidió limitar el número de aspirantes admitidos. Entre los elegidos se encontraba Leonardo Martín Echeverría, cuyo nombre aparece en un listado de personas que desempeñarían en el futuro notables servicios en la docencia y en la investigación. He aquí quienes conformaron la primera promoción de profesores aspirantes al Magisterio secundario del Instituto-Escuela, indicándose entre paréntesis las fechas de su nombramiento. Fueron 11 varones y 5 mujeres

Juana Moreno Sosa (12 noviembre 1918)

María Sánchez Arbós (12 noviembre 1918)

Samuel Gili Gaya (12 noviembre 1918)

Agustín Millares (12 noviembre 1918)

María Luisa G. Dorado (12 noviembre 1918)

Leonardo Martín Echeverría (12 noviembre 1918)

José Mª Ramos Loscertales (12 noviembre 1918)

Ruperto Fontanilla (12 noviembre 1918)

Rosa Herrera Montenegro (12 noviembre 1918)

Gonzalo Pérez Casanova (12 noviembre 1918)

Leoncio Gómez Vinuesa (12 noviembre 1918)

Antonio Graner Molero (12 noviembre 1918)

María de las Nieves González Barrio (12 noviembre 1918)

Juan Cuesta Urcelay (12 noviembre 1918)

José Vallejo (14 enero 1919)

Antonio Marín (8 abril 1919)

Sus funciones, bosquejadas en el Real decreto y Reglamento del Instituto y en las Instrucciones aprobadas por la Junta, fueron objeto de ensayos y tentativas, que se consolidaron unas veces y otras se rectificaron. También la Memoria de la JAE apuntó que tales profesores aspirantes se encargaron de cursos completos y continuos, bajo la dirección y el consejo y guía de los catedráticos respectivos, «de tal modo que el aspirante adquiere el sentido de responsabilidad de su trabajo, sin más limitación que la de estar obligado a pedir y recibir consejos».

Además se alentó a esos profesores a que frecuentasen los laboratorios y centros de estudio dependientes de la JAE para «ampliar y elevar su cultura» y se les expuso la conveniencia de asistir a las clases de Pedagogía que se impartían en la Universidad y en la Escuela Superior del Magisterio y al breve ciclo de conferencias sobre Pedagogía que impartió en el Instituto-Escuela María de Maeztu.

Según la escueta información que aparece en su hoja de servicios, existente en el Archivo General de la Administración, -que curiosamente está certificada en algún momento de 1919 por el secretario interino de la JAE y del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza Gonzalo Jiménez de la Espada – Leonardo Martín Echeverría en ese curso 1918-1919 se hizo cargo de las clases de Geografía, donde posiblemente estuvo tutorizado por el catedrático Juan Dantín Cereceda, y se vinculó al Centro de Estudios Históricos de la JAE, donde no sabemos qué labores desempeñó.

Toda esa experiencia acumulada en esos meses le sería de suma utilidad para encarar las duras pruebas -el cuestionario se componía de 223 temas- de las oposiciones a la cátedra de Geografía e Historia de los Institutos de Segovia y Las Palmas que se celebraron durante el primer cuatrimestre de 1920. Tras superarlas con éxito, recién cumplidos 26 años, se inició una nueva etapa en la vida de Leonardo Martín Echeverría.

Para saber más sobre Leonardo Martín Echeverría ver mis trabajos

«Antonio Jaén Morente y Leonardo Martín Echeverría: dos catedráticos innovadores en el Instituto de Segovia”. En Educación, cultura y sociedad. Génesis y desarrollo de un proyecto reformista (Coords. José Luis Mora y Miriam Sonlleva). Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas.Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas, Segovia, Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, 2020, pp. 347-372

“Atlante en el exilio: actores y etapas de una editorial republicana hispano-americana” en El exilio español del 39 en México. Mediaciones entre mundos, disciplinas y saberes, editores Antolín Sánchez Cuervo y Guillermo Zermeño, México, DF, El Colegio de México, 2014, pp. 63-100. Accesible aquí

«La editorial Atlante: claves de una iniciativa cultural de los republicanos españoles exiliados” en Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles, vol. 15, 2013, pp. 129-155. Accesible aquí


Deja un comentario

La sociedad Española de Física y Química en 1917: un balance

En la página semanal que el diario El Sol dedicaba a la Ingeniería y Arquitectura apareció en el ejemplar correspondiente al viernes 24 de mayo de 1918 una noticia en la que conviene fijar la atención .

En la sección Libros y Revistas, que acompañaba a un artículo del ingeniero industrial M[anuel] Lucini sobre «La electrificación del Pajares», se insertaba una reseña de la Memoria anual reglamentaria de la Sociedad Española de Física y Química que nos ofrece información de interés sobre tres cuestiones: las repercusiones que tuvo la Gran Guerra en el sistema científico español de hace un siglo cuando la JAE logró incorporar a sus laboratorios a un grupo de investigadores europeos; la consolidación en el panorama investigador español de dos disciplinas que experimentaron un gran auge antes y después de la Primera Guerra Mundial como fueron la Física y Química; el relevante papel organizativo desempeñado por un químico poco conocido José Rodríguez Mourelo (1857-1932) catedrático de la Escuela de Artes e Industrias, que además de ser secretario de la Sociedad Española de Física y Química desde su momento fundacional en 1903, ayudó de manera inestimable a Santiago Ramón y Cajal en la dirección del Instituto de Material Científico, como secretario de ese organismo del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, dedicado a proveer de recursos pedagógicos e instrumentos adecudados a los centros docentes.

Una buena vía para profundizar en la trayectoria científica de Rodríguez Mourelo sería sacar más provecho de los materiales relacionados con su trayectoria científica que alberga la red de bibliotecas del CSIC donde en su catálogo informático hay más de un centenar de referencias bibliográficas y documentales relacionadas con este científico gallego. Por ellas sabemos, por ejemplo, que Rodríguez Mourelo fue uno de los destinatarios en 1896 de uno de los ejemplares que editara el americanista Marcos Jiménez de la Espada de la Historia del Nuevo Mundo, obra escrita en el siglo XVII por el  jesuita Bernabé Cobo, y que permanecía inédita. Por esos años finiseculares del siglo XIX Rodríguez Mourelo estaba muy presente en la esfera pública como lo muestra el artículo que dedicara en 1895 a Santiago Ramón y Cajal en las páginas de La Ilustración Española y Americana, que reproduje en el anexo documental que acompaña a mi edición de Los tónicos de la voluntad. Consejos y reglas para la investigación científica, el best seller de Cajal, publicada por Gadir por primera vez en 2005, y que se sigue reeditando.

Anales Sociedad Española Fisica y Quimica

La reseña, no firmada, aparecida en el diario El Sol, se titulaba José Rodríguez Mourelo: Memoria anual reglamentaria de la Sociedad Española de Física y Química, y su contenido es del siguiente tenor:

La meritoria labor científica realizada durante el año de 1917 por la Sociedad Española de Física y Química, ha sido reseñada a grandes rasgos en un folleto de reciente publicación, por el catedrático y académico D. José Rodríguez Mourelo, que desempeña desde la fundación de la Sociedad el cargo de secretario general.

La guerra mundial ha influido, como no podía menos de ocurrir, en los trabajos científicos de esta Corporación, privándola del intercambio y relación con sociedades y sabios extranjeros, y aminorando considerablemente el número de extractos de revistas que publican en sus anales y que constituyen un arsenal de datos bibliográficos y científicos de inestimable labor.

A pesar de ello, y gracias al excelente acuerdo de la Junta de Ampliación de Estudios de traer a Madrid algunos profesores extranjeros, uno de ellos, monsieur [Georges] Urbain, profesor de Química en la Sorbona, asistió a las juntas de la Sociedad y dio cuenta en ellas de su notable trabajo acerca de una teoría de los conductores eléctricos perfectos. Y entre las notas de investigación científica publicadas en los Anales, figuran dos, procedentes de la Argentina, que tal vez marquen el comienzo del intercambio científico con la América española.

Los estudios de magnetoquímica, anunciados en el Laboratorio de Investigaciones Físicas; los de espectroquímica, los referentes a complejos minerales ocupan buen número de páginas del último tomo de los Anales. Y comienzan, con los mayores entusiasmos, las correcciones y determinaciones del peso atómico de los cuerpos simples.

La Memoria del Sr. Rodríguez Mourelo, correcta y sucintamente redactada, da clara idea de la brillante labor que en quince años de existencia está realizando la Sociedad Española de Física y Química, sin el apoyo oficial a que es acreedora y sin la colaboración de personas y entidades moralmente obligadas a auxiliarla en los altos y patrióticos fines que persigue.

 


Deja un comentario

Antes de su exilio Pedro Carrasco y Garrorena sucedió a Echegaray en su cátedra

 

garrorena-portada

Ilustración de Mikel Murillo para Ciencia de acogida

En el ejemplar de El Sol del viernes 17 de mayo de 1918, en la sección semanal dedicada a la Ingeniería y Arquitectura, M.M.C. -siglas que probablemente corresponderían a Manuel Moreno Carracciolo, uno de los colaboradores de esa sección que dirigía el ingeniero Federico de la Fuente- informó a sus lectores de la oposición en la que se dilucidó quién sustituyó en su cátedra de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central a José Echegaray (1832-1916), el científico, político y dramaturgo que había dado un gran impulso en la España del último tercio del siglo XIX a los estudios de física matemática, según ha destacado en diversos estudios José Manuel Sánchez Ron, 

Dada la riqueza del testimonio de Manuel Moreno Carracciolo, a pesar de algunas opiniones discutibles como su minusvaloración de los científicos del Sexenio democrático, me permito reproducirlo en su integridad a continuación, pues nos ofrece información sobre un momento importante de la trayectora académica de Pedro Carrasco Garriorena que sus mejores biógrafos – José M. Vaquero y José M. Cobos- trataron muy someramente.

pedrocarrasco

Pedro Carrasco Garrorena

He aquí el testimonio de Manuel Moreno Carracciolo, al que de vez en vez hago apostillas.

Hace tres años, en el tablón de anuncios del Ateneo, donde se previene al público de las horas en que conviene abstenerse de entrar en el salón de sesiones, so pena de escuchar alguna conferencia soporífera, apareció el aviso referente a un curso de «Teoría de la relatividad», explicado por D. Pedro Carrasco y Garrorena. [En otra entrada de esta bitácora di cuenta de ese curso que formó parte de un importante ciclo de conferencias organizado por el Ateneo de Madrid en 1915. Ver aquí]

Cuando había pasado, con creces, la hora de la conferencia, entramos en la docta casa y sufrimos una reprimenda del bondadoso presidente de la sección de Ciencias, D. Luis Hoyos. [Luis de Hoyos (1868-1951) había sustituido ese año de 1915 en la presidencia de esa sección a Eduardo López Navarro según la lista de socios del Ateneo de 1914 que se puede consultar aquí]

– ¡Pero hombre! ¿Cómo no ha venido usted a oir a Carrasco? ¡Lo que se ha perdido usted! Es una maravilla de claridad con que ha expuesto las más difíciles cuestiones de física y de matemáticas. No en balde lleva seis años de ayudante de Echagaray en su cátedra de la Universidad.

Asistimos arrepentidos a las siguientes conferencias, y confirmamos plenamente el exacto juicio de D. Luis Hoyos. Aquel muchacho dominaba la física moderna, y sus explicaciones, claras y sencillas, recordaban a las de su maestro Echagaray.

Muerto el sabio catedrático, [en 1916] único prestigio científico de la mediocre generación que asistió a la inútil revolución septembrina y a la ramplona restauración monárquica, fue necesario proveer su cátedra, y por feliz casualidad se han guardado en este acto científico-administrativo los respetos debidos al ilustre D. José.

El tribunal de oposiciones, a pesar de haber sido propuesto por el Consejo de Instrucción Pública, estaba formado por personas competentes. Lo presidía D. Augusto Krahe, (1867-1930) nuestra primera autoridad matemática, y lo formaban con él, Cabrera, (1878-1945) el renovador de la enseñanza de la física; Vela, (1865-1927) uno de los más prestigiosos astrónomos del Observatorio de Madrid, y Risco (1888-1954), que en plena juventud ha ganado la cátedra de Termología en la Facultad de Ciencias de la Central. [la cátedra que gana en Madrid es la de Acústica y Óptica tras haberla desempeñado desde 1914 en la Universidad de Zaragoza]

Con Carrasco, el discípulo y ayudante de Echegaray, luchó en estas oposiciones D. Vicente Burgaleta, ingeniero industrial y doctor en Ciencias, que ha demostrado en el curso de los ejercicios una cultura y una capacidad realmente excepcionales. Nos dicen que en oposiciones celebradas hace poco en la Escuela Central de Ingenieros Industriales fue pospuesto a otro de los opositores. [años después el ingeniero industrial Vicente Burgaleta (Valladolid 1891) emigraría a Bolivia donde llevaría a cabo una relevante carrera empresarial y académica, poco conocida] O su contrincante era una verdadera eminencia, o el tribunal calificador se parecía muy poco al que acaba de actuar en estos momentos y que, después de hacer justicia a los méritos de los dos aspirantes, ha propuesto a D. Pedro Carrasco [1883-1966] para substituir a Echegaray en la cátedra de Física matemática de la Universidad Central.

Y todos ellos, jueces y opositores, han hecho algo más que realizar un acto de justicia los unos y un brillante alarde de su competencia los otros: han rendido un postrer homenaje a la memoria de aquel hombre sabio y bueno que regentó en los últimos años de su vida la más alta cátedra de la Facultad de Ciencias.

Si Echegaray hubiera presenciado los ejercicios, habría felicitado, seguramente, a los opositores y a los jueces.

M.M.C.

Pedro Carrasco Garrorena en la Red.-

https://es.wikipedia.org/wiki/Pedro_Carrasco_Garrorena

https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2959901

http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1870-35422008000200017

http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=57028302005

http://cienciadeacogida.org/es/expo/protagonista/pedro-carrasco-garrorena

Nuestro Sol, uno de tantos – Pedro Carrasco Garrorena en Ciencia de Acogida

http://www.hoy.es/v/20101218/sociedad/pedro-rafael-carrasco-garrorena-20101218.html

 

 

 


1 comentario

La producción española de obras de economía hace un siglo: un balance de Luis Olariaga

Luis Olariaga (Vitoria 21 de marzo 1885-Madrid 3 de agosto de 1976) fue un importante economista en la España de la primera mitad del siglo XX. Tras haber sido pensionado por la JAE para hacer estudios de Economía Política en Berlín obtuvo en 1917 la cátedra de Política social y Legislación comparada del trabajo en la Facultad de Derecho de la Universidad Central. Cuando a finales de ese año nació el diario El Sol  fue llamado por Nicolás de Urgoiti, vasco como él, y por José Ortega y Gasset para hacerse cargo de la Hoja semanal de Ciencias Sociales y Económicas que ese diario publicaba todos los miércoles.

En el número correspondiente al miércoles 20 de febrero de 1918 publicó un interesante artículo sobre “La investigación científica de la economía española” que me parece oportuno dar a conocer en esta bitácora por la relevante información que ofrece acerca de cuál era la situación de la investigación de una de las ciencias sociales emergentes en la España de hace un siglo, como era la economía. En ella tenía una posición de liderazgo el Seminario de Economía Política de Flores de Lemus, como queda patente en el texto que se ofrece a continuación.

            En nuestras manos ha caído un librito publicado por la Academia Universitaria Católica con el título “Documentos de asunto económico correspondientes al reinado de los Reyes Católicos”. En él van contenidos los trabajos realizados durante los cursos de 1915 a 1916 y 1916 a 1917 por los alumnos del laboratorio de Historia de la Economía social en España que en la citada academia dirige el catedrático de Historia de la Universidad central, don Eduardo Ibarra.

            Es la primera vez que expresamos en la Prensa nuestra opinión sobre publicaciones españolas que traten temas de carácter económico. Repetidas veces hemos sido invitados a ello, pero la falta de justificación para distraer la atención de los lectores nos ha impuesto un discreto silencio. De aquí que tampoco nos ocupemos habitualmente, en esta página, de comentar disertaciones que, basadas en esta clase de problemas, hacen ruido de vez en cuando en nuestros más solemnes centros de cultura.

           Hace no muchos días acudimos a la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación a escuchar una conferencia de D. Augusto González Besada acerca de “El crédito público después de la guerra”. Era nuestro propósito entresacar de las ideas que expusiera el Sr. González Besada aquellas que más relevantes nos parecieran para hacer en este lugar alguna pequeña glosa. Pues no nos fue posible sacar en limpio nada, sino que el Sr. González Besada, eminente hacendista y varias veces ministro de la Corona, en toda una Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, ante un auditorio de ex ministros, académicos y otros representantes muy principales del saber oficial, había tenido serenidad bastante para leer unos datos de una revista extranjera y aderezarlos con varias vaguedades de alarmante puerilidad, sin demostrar conocimiento ni estudio alguno de la trascendental cuestión que en el tema se enunciaba.

            Y como nos cuesta mucho tener que expresarnos en ese tono tan seco de antipatía, optamos entonces por callarnos, puesto que, al fin y al cabo, las recreativas veladas de nuestras Reales Academias no suelen ejercer sobre el país gran influencia.

           Mas hoy se nos presenta ocasión de mencionar cordialmente una obra que, aunque es modesta por ser labor de estudiantes, representa una orientación que puede ser fecunda para la investigación de nuestra economía; y aprovechamos la coyuntura para contrastarla con las tendencias que predominan actualmente en la producción española de obras de Economía.

            En dos categorías podemos separar la generalidad de los libros de esa clase que en España han aparecido en estos últimos años: obras de carácter general teórico y obras de política económica. Entre las primeras recordamos el libro de D. Joaquín Portuondo “Estudios de Economía social”, el de don Germán Bernácer “Sociedad y felicidad” y aun el de Pedro de Castilla titulado “El ahorro colectivo”. No es intención nuestra hacer un especial análisis, ni siquiera establecer el valor que pueda tener cada una de estas obras; nos interesa más bien su significación general con relación al fomento de los conocimientos económicos en nuestra patria. Desde este punto de vista se nos figura que cuantas obras de este tipo se han editado en España últimamente, representan un error. Tal clase de trabajos sólo pueden justificarse bajo uno de estos aspectos: como sistemas originales o como escrupulosa exposiciones de doctrinas ajenas. A ninguna de ambas exigencias responden las obras a que hacemos alusión. En unos casos se trata de la repetición confusa de un sistema ajeno, sin que, al parecer, el autor se dé cuenta clara de que sus conceptos fundamentales no son más que recuerdos que sus lecturas favoritas le han dejado. En este sentido es verdaderamente extraordinaria la influencia ejercida en nuestro país desde hace algunos años por Henry George. La explicación está, probablemente, en el talento lírico del agitador norteamericano, en su sencilla y profética visión de los problemas económicos, y en su falta de preparación científica, que le permitía desenvolver sus ideas con incauta pero absoluta confianza. El georgismo como manera de representarse la vida económica – pues suele llamarse también georgismo a muchas cosas que no lo son-, cuando se da en algún país de Europa, se da en el extrarradio de la zona científica, entre los periodistas, los literatos y las gentes de buena voluntad que tienen afición a los problemas generales económicos. También aquí, en España, los hombres que han escrito recientemente libros de Economía política bajo el influjo de Henry George son simplemente aficionados.

            Otras de las obras que nos referimos tienden a exponer las doctrinas de los principales maestros. Pero suelen adolecer de dos importantes defectos: primero, el uso excesivo de juicios de segunda mano o de representaciones fantásticas, por falta de conocimiento directo de las fuentes originales –así vemos, por ejemplo, incluir a Adolfo Wagner entre los historicistas alemanes y a Marshall entre los historicistas ingleses -; segundo, la falta de noticias acerca de toda la producción científica en la Economía política desde hace cincuenta años.

            Repetimos que, a nuestro juicio, es un error intentar hoy en España escribir ambas clases de obras: las que pretenden ser sistemas nuevos, porque –fuera de alguna rara excepción- carecemos de economistas suficientemente preparados y con capacidad para hacer una construcción fuerte y original, y las de exposición doctrinal, porque, aun cuando, afortunadamente, tenemos ya gentes jóvenes que conocen varios idiomas, han estudiado en las primeras Universidades de Europa y trabajan sobre las fuentes mismas…es más sencillo que hagan traducir un buen manual extranjero y dediquen, en cambio, su tiempo a otros trabajos de los que nuestra ciencia se halla en España tan necesitada.

            En cuanto a las obras de política económica que en estos años se han hecho editar, destacan por su amplitud las que escribió sobre “El problema agrario” y sobre “El problema económico de España”, el señor vizconde de Eza. Tanto en la una como en la otra, no pertenece al señor vizconde lo que hay de investigación estadística; en cambio, al señor vizconde se deben los datos puestos a ojo de buen cubero, los buenos deseos de regenerar a España y el caótico surtido de fragmentos de la sociología cristiana francesa repartidos profusamente en el texto con sistemática proporcionalidad. Todo nuestro respeto por personas sin duda bien intencionadas como el señor vizconde de Eza no nos excusa de afirmar que esa mesiánica pretensión de arreglar el país sin haber estudiado previamente con seriedad ninguno de sus problemas, podrá serle a él muy útil en nuestra política pintoresca, pero tenemos cierta aprensión de que no va a serle tan útil a la Economía política.

            De otro linaje son los trabajos recientes del Sr. Sánchez de Toca, algunos de los cuales ha recogido en un volumen titulado “Los problemas actuales de mayor urgencia para el gobierno de España”, y otros ha publicado en folletos separados. El señor Sánchez de Toca se plantea los problemas con más cautela y concreción; prepara con pulcritud su información, entra en ellos con agudeza y con fruición intelectual, y procura aclararlos.., si bien desde su punto de vista. Esto es lo a veces tiene de científicamente recusable: su punto de vista de hombre de negocios.

            Análogo reproche puede hacerse a casi todos los estudios de carácter político-económico que vienen de Cataluña: parecen más bien encargos de Ligas de productores y elaboraciones de oficinas de información. En Cataluña se hacen trabajos realmente objetivos en otras manifestaciones científicas, pero en la Economía política son demasiado raros.

            Y así estamos en España: aguardando a que se formen investigadores profesionales que nos vayan descubriendo la realidad pasada y presente de la economía nacional. No sabemos aún lo que España ha sido económicamente, ni lo que es, ni por consiguiente, lo que en el día de mañana podrá ser. Por esa razón nuestros partidos no están ligados poco ni mucho a doctrinas de política económica; y si alguno pretende estarlo –como el socialista-, se ha traído a cuestas de la luna unas doctrinas tan fantásticas, por lo inadecuadas, que no puede en ellas hallar el corazón español incitación alguna a liberarse de sus apuros económicos.

            No tenemos investigadores que busquen datos, los clasifiquen, los mediten, los elaboren y los conviertan en problemas reales. Unicamente allí, encerrado en su laboratorio del ministerio de Hacienda, el maestro Flores de Lemus – uno de los primeros investigadores de Europa- trabaja desde hace catorce años, anónima e incansablemente, en la dura faena de surtir de realidades a una política irresponsable que las malogra o desaprovecha casi siempre. Sus investigaciones sobre la Hacienda pública de España, algunas de las cuales forman el monumental trabajo que se atribuye a la Comisión que se nombró para el estudio de la sustitución del impuesto de consumos, y sus investigaciones de diversos problemas de nuestra economía, son la cantera de donde se sacan los únicos conocimientos precisos sobre la situación de la España actual, que en esta esfera del saber humano tenemos. Fuera de ese hombre, cuyo trabajo mejor está desperdiciando España inconscientemente, ¿qué puede decirse que haya juzgado honestamente? Ha sido preciso que un alemán –Leonhard– haya venido hace pocos años a nuestra patria a historiarnos la política agraria en tiempo de Carlos III, y que otro alemán – Rühe– nos haya hecho el estudio de nuestro problema monetario, y que otros extranjeros nos hayan legado la mayor parte de las restantes investigaciones que existen de nuestros problemas sociales y económicos.

            Por eso es altamente plausible la labor que está realizando en la Academia Universitaria Católica el señor Ibarra, con sus alumnos. Es menester continuar la obra histórica que Ignacio de Asso, Canga Argüelles y Colmeiro comenzaron. Tal vez los alumnos del Sr. Ibarra no puedan llegar a hacer una lucida elaboración del material histórico. Esa ha de ser necesariamente obra de hombres que tengan buena preparación de Economía, de hombres conocedores de instituciones análogas a las que se hayan de investigar, y que estén al tanto de los problemas generales de la ciencia que se ha de utilizar para valorar la Historia. Lamprecht, que fue uno de los historiadores generales de más renombre que ha tenido el mundo, no pudo dibujar, ni aproximadamente, la organización social de la ciudad medioeval alemana con la precisión y diafanidad con que lo hizo Inama-Sternegg, un economista de menos fama.

            Pero ningún trabajo bien orientado se pierde. Y como la ciencia se compone de muchas distintas averiguaciones que van armonizándose como los temas de una sinfonía, todo cuanto se haga por descubrir el sentido profundo de la vida pasada o de la vida presente ha de aprovecharse en una u otra forma. Las cátedras de Economía y Hacienda de nuestras Universidades se van llenando, por otra parte, de economistas jóvenes que han trabajado al lado del Sr. Flores de Lemus, y sabrán mostrar a las nuevas generaciones los caminos más certeros para llegar a saber algo en serio en esos asuntos. Y cuando tengamos en España unas docenas de hombres habituados a ver con sus propios ojos las cosas cuya significación económica trata de buscarse, y advertidos de la infinidad de matices y complejidades en que se dan los fenómenos de orden social, entonces podrán concebirse en nuestro país sistemas de Economía que no sean eco servil del pensamiento ajeno ni fantasías más o menos ingeniosas y más o menos pueriles. La ciencia económica se ha de tejer con ideas sutiles e impalpables, pero han de estar henchidas de innumerables referencias al mundo vital, al mundo de las realidades.

 

 

 


2 comentarios

Antes que Valentín Fuster ha habido en la sociedad española otros excelentes cardiólogos como Luis Calandre, pensionado de la JAE y colaborador de El Sol

En el diario El País del domingo 25 de febrero de 2018, en su última página, la periodista Luz Sánchez-Mellado, en la sección «Gente con luz», entrevista a Valentín Fuster (Barcelona 1943), director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y del Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai, de Nueva York. Algunos llaman a este eminente cardiólogo «El Apóstol del Corazón» por su labor investigadora y divulgadora.

En el marco de esa labor divulgadora llevada a cabo por cardiólogos españoles creo que ocupa un lugar distinguido la colaboración que firmó Luis Calandre Ibáñez (Cartagena 1890-Madrid 1961) en el diario El Sol el 19 de febrero de 1918, en su sección de Biología y Medicina, que dirigía su amigo el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora y de la que era colaborador habitual hace un siglo.

Esa colaboración tenía como título «El corazón y el ejercicio«. Por su interés, y como muestra de la calidad de la labor divulgadora llevada a cabo por los investigadores españoles de hace un siglo, muchos de ellos formados gracias a los apoyos recibidos de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que presidía Santiago Ramón y Cajal, me permito reproducirlo en esta bitácora.

Este es pues el contenido del mencionado artículo de Luis Calandre, que por aquel entonces era médico de la Residencia de Estudiantes e impartía clases al grupos de niños y niñas que vivían en ese centro educativo de la JAE.

            El corazón puede ser considerado como un perfectísimo aparato hidrodinámico que, con sus alternativos movimientos de contracción y de dilatación, y merced al adecuado funcionamiento de sus válvulas, hace circular sin interrupción por el interior del aparato circulatorio, la sangre, que habrá de llevar a todos los tejidos del organismo las substancias con que se han de nutrir.

            Se llama fuerza del corazón a la energía con que a cada contracción lanza su sangre a las arterias. De ordinario, para los menesteres de la vida corriente no despliega el corazón toda la potencia de que es capaz. Dispone todavía de la llamada fuerza de reserva, que tiene por misión entrar en actividad siempre que un esfuerzo cualquiera, como una marcha rápida, la subida de unas escaleras, el transporte de un objeto pesado, exige del corazón un mayor trabajo.

            Cuando la magnitud del esfuerzo llega a sobrepasar el poder de esta fuerza de reserva, sobreviene la fatiga. En las personas que hacen una vida sedentaria o en las que padecen de alguna lesión en el corazón, el caudal de fuerza de reserva es escaso, y la fatiga aparece prontamente con ocasión de un esfuerzo poco intenso.

            Bien conocidas son las molestias que se experimentan con motivo de una marcha rápida y prolongada o de la ascensión a una montaña. El corazón y el pulso se aceleran, siéntense palpitaciones intensas, la respiración es anhelosa y jadeante, la palabra se hace difícil; sobreviene una constricción penosa en el pecho, una opresión creciente, y más tarde un desfallecimiento general que hace imposible la continuación de todo movimiento. Después que el ejercicio se suspende, estos fenómenos van amortiguándose con más o menos lentitud. En cambio, si a pesar de la fatiga hubiese que prolongar todavía más el esfuerzo, puede sobrevenir un decaimiento brusco de las fuerzas del corazón, acompañado de una dilatación aguda de sus paredes, que en algún caso puede ocasionar una muerte súbita. La historia del soldado de Marathon que llega en veloz carrera a Atenas, da cuenta de la victoria ganada contra los persas y muere súbitamente, es un ejemplo célebre. Düms cita el caso de un soldado que habiendo tenido que dar una carrera precipitada para no faltar a la revista, cayó muerto al llegar al patio del cuartel.

            Entre las personas sanas, no todas sienten aparecer la fatiga con una cantidad de esfuerzo análogo. Unas se sofocan más fácilmente que otras. En ello influye muy esencialmente el grado de su entrenamiento para el ejercicio. Baeltz cita el caso de ciertos corredores japoneses, cuyo pulso retornaba a la frecuencia normal en el mismo instante en que interrumpían la carrera.

            Cuando un corazón es solicitado repetidamente para rendir un trabajo mayor que el ordinario, se hipertrofia; es decir, acrecienta el espesor de sus paredes musculosas y aumenta su potencia, para adaptarse al mayor esfuerzo y para vencerlo. Ocurre con el corazón lo mismo que con los demás músculos, que con el ejercicio se desarrollan.

            Esto se puede comprobar de un modo experimental si se toman dos perros gemelos y desde muy temprano a uno se le hace que permanezca siempre quieto y al otro se le fuerza a moverse mucho. Si se les sacrifica cuando están ya crecidos, se aprecia que el segundo ha llegado a poseer un corazón grande y fuerte, y el primero, en cambio, un corazón pequeño.

         Un experimento análogo nos lo ofrece a menudo la Naturaleza, ya realizado. Se observa que en aquellas especies animales cuyo género de vida exige una gran cantidad de trabajo, el corazón alcanza un desarrollo y un vigor extraordinarios. El corzo, que se caracteriza por la rapidez de su carrera; el murciélago, con el vivo movimiento de sus alas son, entre todos los mamíferos, los que, en relación con el tamaño de su cuerpo, tienen un corazón mayor. Entre las aves tienen el corazón más grande las que vuelan más y las que cantan más alto. Comparando los corazones del conejo de corral, del conejo de campo y de la liebre, es mayor en esta última que en el conejo de monte, y en éste mayor que en el de corral, que es el que hace la vida más sedentaria.

            Los obreros a quienes su profesión obliga a realizar esfuerzos musculares repetidos, suelen ofrecer una hipertrofia cardíaca considerable. Igualmente se desarrolla el corazón por la influencia de los ejercicios deportivos, a condición de que éstos se realicen con un entrenamiento gradual.

            Potain y Vaquez, en Francia, demostraron con sus investigaciones en soldados entrenados en ejercicios gimnásticos, que la hipertrofia del corazón aumenta con el grado del entrenamiento. Henschen, en Suecia, ha llegado a la misma conclusión con sus exámenes en los corredores de “ski”. Los corredores que se dedicaban a este deporte desde hacía muchos años, particularmente los que obtenían los premios, tenían el corazón netamente aumentado de volumen. Igualmente se ha comprobado este hecho por Midleton en los mejores jugadores de “foot-ball” de la Universidad de Wisconsin; por Spier, en ciclistas, y por Young, en jóvenes acostumbrados a remar.

            Nos es posible, pues, vigorizar nuestro corazón con ejercicios físicos, siguiendo un entrenamiento progresivo, y debemos poner nuestro empeño en conseguirlo, si queremos encontrarnos aptos para realizar sin gran fatiga una carrera rápida o prolongada, una ascensión penosa, un esfuerzo corporal violento, una huida necesaria: aptitudes preciosas de nuestro organismo, a las cuales el hombre sano no debe renunciar.

            Pero para que el entrenamiento se desenvuelva bien, es indispensable que el corazón esté sano. Si no lo está, no se puede llevar muy lejos el sobreesfuerzo, y si se persiste en ello, es muy probable que se presenten de un modo más o menos agudo ciertos trastornos, como disnea intensa, dolor fuerte en el pecho, opresión, aceleración persistente del pulso, angina de pecho, etc., indicadores de un brusco desfallecimiento cardíaco.

            En el Ejército se concede una extraordinaria importancia a la determinación de la capacidad de trabajo del corazón para poder excluir por inútiles los que no puedan ser capaces de soportar las fatigas del servicio.

            En la guerra actual, en la que tanta necesidad hay de aprovechar el mayor número de hombres posible, esta determinación se hace, por casi todos los beligerantes, con gran minuciosidad y precisión; se desecha sólo a los totalmente inaptos, y se aprovechan así muchos de los que antes se declaraban inútiles. A éstos, después de una observación atenta mientras se les entrena con los ejercicios de instrucción, se les clasifica y envía al frente o se les destina a servicios auxiliares que no exigen trabajos fuertes.

            En los soldados que han estado en el frente se observa a menudo un cuadro de síntomas que los americanos han denominado “corazón irritable de los soldados”. Se caracteriza por la aparición, al hacer algún esfuerzo, de disnea, palpitaciones, vértigos, pulso frecuente, dolorimiento precordial; y todo esto, sin que se les pueda apreciar lesión alguna en el corazón. Se atribuye esto a una debilidad circulatoria constitucional. Esta debilidad había permanecido larvada hasta que las fatigas y las grandes emociones las ponen de manifiesto.

 

Luis CALANDRE


Deja un comentario

Las deficiencias de la enseñanza técnica general en la España de 1918: un artículo de Lorenzo Luzuriaga

En las primeras semanas de 1918, como estamos comprobando en esta bitácora, Lorenzo Luzuriaga (n. 1889) escribió en la sección de Pedagogía e Instrucción Pública que él dirigía en el diario El Sol una serie de artículos destinados a los futuros diputados que serían elegidos en las elecciones del 24 de febrero de 1918. En ellos pretendía explicar a los representantes de la soberanía nacional cuáles eran los problemas educativos del país, y qué soluciones se podían adoptar para solventarlos.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Su colaboración del lunes 18 de febrero de 1918 titulada «Para las próximas Cortes. La enseñanza técnica general» la dedicó a analizar la deficiente situación de ese tipo de enseñanza y a presentar propuestas para mejorarla.

Me permito, dado su interés, reproducir a continuación ese artículo en su integridad.

            De no menos importancia y gravedad que el problema de la enseñanza primaria, es el de la enseñanza o preparación técnica general. Existen, efectivamente, en España, dos clases de analfabetismo, a cada cual más alarmante: el analfabetismo literario y el analfabetismo técnico o profesional. De aquél se ha hablado infinidad de veces en todos los tonos, mayores y menores; éste, en cambio, ha llamado menos la atención de la gente, pero no por eso es menos trascendental que aquél, y aun, si cabe, es de más aguda gravedad.

            El desconocimiento de los símbolos elementales de la instrucción, que se considera como medida del analfabetismo ordinario, no significa fundamentalmente nada en la vida del hombre. Todos los días estamos viendo en España personas literariamente analfabetas al frente de negocios u ocupaciones, a veces importantes. En cambio, la falta de una preparación profesional –por elemental que ésta sea- es la que establece la mayor diferencia y desigualdad entre los que necesariamente necesitan ganarse su vida con su trabajo. No es tampoco raro encontrar en nuestro país –sobre todo en la clase media- personas con una regular instrucción general e incapaces, sin embargo, de desempeñar los cargos u oficios más sencillos y elementales.

            Reducida, pues, la enseñanza primaria al mero aprendizaje de los símbolos de la instrucción (leer, escribir y contar), se nos aparece, en cuanto medio de preparación para la vida, en un plano de eficacia inferior al de la enseñanza técnica. Claro es que aquella dominante concepción de la enseñanza o educación primaria es incompleta y defectuosa. Otra posición ocupa en el plano de los valores la educación primaria, cuando se la considera como el único medio que existe para formar modos propios de pensar, de sentir y de obrar, cuando se la mira como el instrumento indispensable para la formación total humana, para la plena edificación de la humanidad en el hombre. Entonces ya la educación primaria no aparece subordinada a la preparación técnica, sino más bien ésta a aquélla. Y entonces tampoco se pueden poner ambas como antagónicas o diferentes; pues una buena enseñanza primaria debe colocar a la vez en la conciencia y en la capacidad del hombre los elementos de una buena configuración humana general, con los gérmenes de un satisfactorio adiestramiento profesional.

            Pero dejando aparte la discusión, hoy planteada en todas partes, entre estas dos clases de enseñanza, o mejor dicho, entre estas dos manifestaciones de la educación, es indudable que la enseñanza técnica o profesional merece ocupar la atención del país en general y de los gobernantes en particular, de un modo más agudo de lo que hoy ocurre.

            Veamos, al efecto, la situación en que se halla hoy esta enseñanza entre nosotros; comparémosla después rápidamente con la que ocupa en otros países, y tratemos de exponer, finalmente, los medios que pueden emplearse para darla mayor vitalidad.

            La primera afirmación que debe hacerse en este punto, es la de que no existe a estas fechas en España un sistema organizado de instituciones de enseñanza técnica elemental, no especializada, para los muchachos que acaban sus estudios en las escuelas primarias, al modo de las continuation schools inglesas, las Fortbildungschulen alemanas y las écoles d’apprentissage francesas.

            Las únicas instituciones que existen de este género, o son particulares, o las oficiales no son independientes, sino sólo secciones o agregados de escuelas profesionales especializadas, como las de artes e industrias, comercio, etc.

         Pero aun estas instituciones son en su generalidad deficientes, tanto cuantitativa como cualitativamente. En efecto, según el último Censo publicado, las principales industrias españolas daban ocupación al siguiente número de muchachos comprendidos entre los doce y los diez y nueve años:

 

Profesiones Obreros de 12 a 19 años
Agricultura y minas 756.786
Industria y transportes 143.540
Comercio   32.217
Total 932.543

 

            Es decir, cerca de un millón de muchachos capaces de recibir una preparación profesional. ¿Qué número de ellos recibe esta preparación anualmente? Conforme al último “Anuario estadístico”, unos 26.500, distribuidos en esta forma, y comprendiendo en ellos a los que reciben una educación superior, especializada:

 

Instituciones Alumnos
Escuelas de artes e industrias 22.426
Idem de comercio 2.632
Idem náuticas y de minas   1.499
Total 26.507

 

            O sea menos del 3 por 100 de los muchachos de doce a diez y nueve años colocados en empresas agrícolas, industriales y comerciales. De las enseñanzas dadas en las granjas agrícolas nos faltan datos que, o no se han publicado, o no han llegado a nuestro poder. Sin embargo, el número de muchachos asistentes a esos cursos agrícolas no puede alterar mucho y satisfactoriamente aquel lamentable cuadro.

            Esta es la situación, cuantitativamente considerada, de nuestra enseñanza técnica elemental oficial. Mirada desde el lado interno, pedagógico, su situación no es más floreciente. En general, carece de instalaciones, de instrumental y de material adecuados. Por otra parte –y salvo las naturales excepciones-, la enseñanza dada en nuestras escuelas técnicas elementales, o es de un tipo académico y abstracto, o tiene un carácter mecánicamente rutinario. Una enseñanza práctica inteligente que no se limite a la servil reproducción de modelos muertos o unas clases vivas, en contacto con las necesidades de nuestra vida industrial, no es lo que más frecuentemente se encuentra en estas escuelas. Ni que decir tiene que hablamos en términos generales, y que aquí, como en todo, existen excepciones; pero no más que excepciones.

            No es, pues, muy risueño el cuadro que presenta nuestra enseñanza técnica elemental. Y, sin embargo, la formación profesional debe tener alguna importancia, cuando vemos que en plena guerra países de una gran tradición y preparación técnica, como Inglaterra y Francia, se aprestan, según hemos visto en otros artículos, a reformar radicalmente toda su enseñanza profesional elemental, haciendo ésta obligatoria para todos los muchachos y muchachas comprendidos entre los catorce y los diez y ocho o veinte años, como lo es la primaria para los niños de seis a doce o catorce. Alemania no ha necesitado recurrir a estos extremos, porque prácticamente existía ya en casi todos los Estados del Imperio la obligación de la educación profesional desde los catorce a los diez y seis o diez y siete años, y lo mismo ocurre en la mayoría de los Estados Unidos, en Suiza, Bélgica y Austria.

            ¿Qué camino podemos emprender nosotros, dados nuestros recursos actuales para poner término a esta insuficiencia de nuestra enseñanza técnica elemental? Mejor que un camino, podrían señalarse dos: uno de carácter general, otro de tipo más limitado.

            Cuenta hoy España con clases de adultos en todas las escuelas nacionales desempeñadas por maestros; según el último “Anuario estadístico”, aquellas clases ascendían en 1916 a 12,498, y suponían al Estado un gasto de pesetas 3.200.000, en números redondos. Pues bien, para nadie es un secreto que las clases de adultos no dan el resultado que debieran producir. El mismo “Anuario” da como asistencia media a estas clases la cifra de 252.547 adultos, o sea un promedio por clase de veinte alumnos.

            Pero es de advertir que esta misma exigua asistencia aparece notablemente favorecida en el “Anuario”. En realidad, la asistencia a las clases apenas dura dos o tres meses –los primeros- en el curso. Y aun en esos meses es completamente irregular.

            Las causas de ello son bien conocidas, a saber: primero, las horas intempestivas en que se dan las clases, que son después del trabajo ordinario de los adultos, y segundo, el carácter de la enseñanza, que es puramente literaria, pues las clases son principalmente para analfabetos. Todo ello hace que no tengan interés para la generalidad de los adultos.

            Disponiendo nosotros de este número extraordinario de clases, que no cuentan ni Francia ni Inglaterra, podrían tomarse como base para convertirlas en verdaderas escuelas de perfeccionamiento técnico y profesional, sin descuidar por ello la lucha contra el analfabetismo literario. Hemos visto, en efecto, en otra ocasión cómo las dos grandes reformas sobre educación de los adolescentes en aquellos dos países tomaban como eje para la creación de sus escuelas de perfeccionamiento los maestros primarios, asignándoles horas de trabajo y remuneraciones extraordinarias, y adscribiendo a aquéllas maestros especiales encargados cada uno de enseñar en varias de ellas las materias tecnológicas, agrícolas, etc., que escapaban a la gestión y preparación del maestro primario.

            Pues bien, nosotros contamos actualmente, como hemos dicho, con más medios que esos países, con las doce mil clases de adultos actuales. ¿Sería muy difícil, sobre la base de éstas, preparar poco a poco profesores especiales, al cargo de los cuales corrieran las enseñanzas técnicas agrícolas y comerciales y convertirlas así en verdaderas escuelas de perfeccionamiento? Creemos que no. Las Escuelas de Ingeniería actuales podrían muy bien organizar cursos breves de perfeccionamiento para el personal técnico de esas escuelas elementales. Un profesor o maestro especial de éstos así preparados, podría ejercer su cargo en varias escuelas a la vez, y los maestros primarios se encargarían de las enseñanzas generales. La inspección de las escuelas correría a cargo de los mismos ingenieros del Estado, y así, sin un gasto extraordinario, se iría poco a poco reorganizando en todas las localidades esta enseñaza.

            Téngase presente que en nuestro mismo país se ha tratado de establecer, aunque modestamente, este tipo de escuelas especializadas, con las escuelas de adultas creadas en 1913. En las diez creadas entonces en las capitales de los distritos universitarios, se organizaron sobre la base de las maestras primarias, enseñanzas especiales de francés, mecanografía, taquigrafía, etcétera, a cargo de profesoras especiales. Desgraciadamente, esta organización tan seriamente emprendida ha sido echada a perder después con otras disposiciones oficiales. Unicamente las de Barcelona, gracias a su Ayuntamiento, han sido salvadas de esta desorganización general.

            El otro camino es más lento, pero quizá más eficaz. En algunas regiones de España- en Cataluña y las Vascongadas especialmente- la iniciativa privada de algunos industriales o la acción de algunos Ayuntamientos y Diputaciones han creado bastantes escuelas de perfeccionamiento para sus operarios o administrados. Pues bien, el Estado podría fomentar con subvenciones la creación de este género de escuelas locales, reservándose únicamente cierta inspección sobre ellas. Las Sociedades obreras, los Sindicatos patronales, las Corporaciones locales, serían los organizadores, directores, y aun sostenedores de esas instituciones. Este es el camino que han seguido antes de la guerra algunos países, como Inglaterra. Repetimos que es más lento, pero quizás es más seguro que el de una organización general.

         En realidad, los dos procedimientos no son antagónicos, sino complementarios. Convendría quizá empezar por el esfuerzo y la gestión local, y cuando hubiera ya una experiencia acumulada sobre el funcionamiento de estas escuelas de perfeccionamiento, trasladarla a una organización de carácter general. Así se evitarían los mecanismos y embolismos vacíos a que tan aficionada es nuestra administración pública, y se haría una labor seria.

            De todas suertes, cualquiera que sea el camino que se elija, una solución a este problema de nuestro analfabetismo técnico es absolutamente necesaria y urgente. Las dificultades que en estos tres años de prueba ha sufrido la vida española, por falta de una preparación técnica suficiente, son un indicio de las que experimentará en la lucha económica que sobrevendrá a la terminación de la guerra. Hemos visto cómo países infinitamente mejor preparados que nosotros, como Francia e Inglaterra, se han apresurado, en medio de todas las dificultades presentes, a mejorar su outillage humano. ¿Podemos seguir nosotros en la misma situación inerte o inerme que hemos permanecido hasta ahora?

 

Lorenzo LUZURIAGA


Deja un comentario

Aguafuertes en el Ateneo, Galdós por Victorio Macho y un Anuario agrícola de un ingeniero agrónomo: El Sol 17 febrero 1918

El ejemplar del diario El Sol abría su portada del domingo 18 de febrero ofreciendo una amplia cobertura de la conferencia que había dado el día anterior en el Palacio de la Música Catalana de Barcelona el ministro de Hacienda del gobierno español Juan Ventosa Calvell (n.1879), y dirigente de la Lliga Regionalista, sobre el tema «El momento actual y nuestra actuación».

En páginas interiores la información cultural era amplia y variada. El crítico de arte del periódico Francisco Alcántara dedicaba su sección «La vida artística» a comentar elogiosamente la exposición de aguafuertes que había organizado en El Ateneo de Madrid Francisco Pompey (n.1887), uno de cuyos visitantes sería Manuel Machado, quien también en su diario que publicaba en El Liberal nos dejó sus impresiones acerca de ese evento artístico.

Como siempre los juicios y las opiniones de Francisco Alcántara son interesantes de leer. Por ello me permito transcribir una parte de su crónica donde aborda la relación entre los artistas y los públicos

Muy hermoso e instructivo es poder contemplar en el saloncito del Ateneo lo que podría titularse «Un siglo de aguafuertes españolas», porque, en efecto, algunas de las expuestas de Goya se hicieron, casi casi, «tal día como» del siglo pasado. Muy bello y muy instructivo, porque aparte de Goya, que vale, no por un siglo, por una edad, de Fortuny y de Galván, el escaso rendimiento de aguafortistas de nuestro país enseña que no los tenemos; no por carecer de temperamentos artísticos, de aptitud para grabadores, todo lo cual superabunda; no tenemos grabadores en aguafuerte en abundancia, porque el aguafuerte es una labor exquisita y costosa y requiere para ser estimada, un público sensible, capaz de exquisiteces, y rico de tradición, sociedad rica de tradición, de añeja prosperidad, de añejo buen gusto y añejo y sabio regodeo sensualista. Tenemos pintores porque nuestra sangre es un volcán de sensualismo estetico cromático y los produce como los climas tropicales su flora y fauna enormes y profusas; pero no los sabemos educar, disciplinar, porque una sociedad semibárbara no educa a nadie. …¿Qué sería de nuestros pintores sin el público universal? A los pocos que triunfan, él, el público universal, nos los educa y luego nos los paga….Al cabo, los grandes pintores hasta que no venden fuera no hacen dinero. Brindar con aguafuertes a nuestros políticos, a nuestro profesores, altos empleados, banqueros, militares, magistrados, sacerdotes, tanto valdría como ofrecérselas a un poste; si hay cien personas en España que de eso distingan, será un milagro. Hay que hacer la nación desde la escuela. Por hoy, la nación que ambicionamos es una ilusión. Y no es que yo crea que una ilusión vale menos que una realidad; no, una ilusión, cuando acalora entrañas poderosas, es más que todas las realidades; lo que hay es, que sólo encarnada en la realidad fructifica la ilusión.Usted, simpático iluso, Francisco Pompey, ha empujado un poquito nuestra gran ilusión patriótica hacia la realidad apetecida. Sea enhorabuena.

Por su parte el suplemento cultural dominical Hoja literaria publicaba colaboraciones de: Miguel de Unamuno «Más sobre el hombre de la mosca» [del exrector de Salamanca también El Sol de ese día recogía un resumen del mitin electoral celebrado en el local de las Sociedades obreras de Salamanca para proclamar a Unamuno candidato de las izquierdas para las elecciones a celebrar el domingo siguiente, 24 de febrero. En ese mitin, donde Unamuno pronunció uno de sus mejores discursos según el corresponsal del dario, también interviniero el obrero D. Miguel Lozano, el catedrático D. Demófilo de Buen, D. Fernando Felipe y D. Urbano González de la Calle] ; de Enrique Díez-Canedo «La estatua» sobre la escultura que estaba haciendo Victorio Macho de Galdós, que está instalada actualmente en madrileño parque del Retiro; de Manuel Galán Pacheco «Un hombre libre» a propósito de la carta que había escrito Pío Baroja a «La Publicidad» de Barcelona, defendiendo su actitud neutral ante la Gran Guerra que devastaba Europa; de José Moreno Villa «El búcaro»;   el poema «De la emoción fugitiva» de Francisco A. de Icaza y el folletón «Las máscaras» de Ramón Pérez de Ayala, donde hacía una disección de la Real Academia de la Lengua, mostraba su admiración sobre los bailes de Pastora Imperio, y hacia una digresión sobre el baile gitano y los gitanos.

 

Galdós por Victorio Macho

Escultura de Galdós por Victorio Macho en el parque del Retiro de Madrid

 

En cuanto a la información científica estaba concentrada en la sección dedicada a la Agricultura y Ganadería, que cubría la última página de esa edición dominical del periódico, y donde su responsable Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) estaba omnipresente. Por una parte, en el marco de su recorrido Por la España agrícola, firmaba desde Mohedas de la Jara, donde estaba instalado el miércoles de Ceniza de 1918, un largo artículo sobre «Una región natural:´La Jara´», que por su importancia transcribo en su totalidad otra entrada de este blog, (ver aquí),  donde llamo la atención acerca de cómo Hoyos Sainz omite en sus referencias bibliográficas las aportaciones sobre la cuestión de las regiones naturales de otro de los colaboradores de El Sol Juan Dantín Cereceda.

Por otro lado hacía una amplia reseña del Anuario-Agenda Agricola para 1918 del ingeniero agrónomo José María de Soroa, que elegía como libro de la semana.

Anuario Agenda Agrícola

 

El inicio de esa reseña decía así:

No corresponde, en realidad, el epígrafe de la sección al libro que presentamos, pues no de la semana, sino del año entero, es este reducido y manuable, pero rico y concentrado, libro del ingeniero agrónomo Sr. Soroa, que con esta edición entra en el cuarto año de su publicación.

Es una guía práctica, un vademécum del agricultor y del ganadero, recordatorio permanente de los datos y cifras que en la vida diaria de la explotación del campo y del ganado se han de utilizar. Analogo a la universal «Agenda agrícola» de Werry, que en Francia viene reemplazando a las ya clásicas de Vermoral, de Sylvestre y de Henry, pasando a las consuetudinarias publicaciones de Thiel en Alemania, especialmente al «landwirtschaftlicher Hüfs und SchreibKalender» y a sus reproducciones italianas, tiene esta agenda del Sr. Soroa, como precedentes en España, a varios almanaques agrícolas demasiado vulgares y rutinarios, salvo, tal vez, el que «La Agricultura Española» publicaba en Valencia a principios del siglo, y mejor aún, por tener un criterio más científico y técnico, el que publico el ingeniero y catedrático señor Sánchez Bousana, y el excelente Anuario que daba a luz anualmente el «Resumen de Agricultura«, de Barcelona.

Como todos ellos, trata de vencer la insuperable dificultad de reducir y quintaesenciar en pocas páginas todos los datos y valores de la enciclopedia agrícola, y el mérito especial de estas obras, alcanzado en parte por el Sr. Soros, es la ordenación y el buen criterio para escoger los materiales originarios.

Finalmente Luis de Hoyos Sainz resumía dos artículos de dos revistas italianas La Agricoltura Italiana y Rivista Agricola sobre «La limpieza del olivo» y «La desmargarización de los aceites».

 

 

 

 

 

 

 


Deja un comentario

Una aportación del catedrático de instituto Luis de Hoyos Sainz al estudio de las regiones naturales españolas: el caso de La Jara

Como expuse en una entrada anterior de esta bitácora -ver aquí–  José Ortega y Gasset (n. 1883), tras un viaje a Asturias en el verano de 1915, explicó muy bien por qué la geografía de aquel entonces concedía cada vez mayor importancia a la idea de «región natural», sosteniendo el filósofo madrileño que se había convertido «en el fenómeno matriz de la investigación geográfica». En su opnión frente al concepto abstracto de España, que es una «construcción mental nuestra», la región natural «afirma su calidad real de una manera muy sencilla: metiéndosenos por los ojos». Y añadía el filósofo madrileño «de la región podemos tener una imagen visual adecuada, y viceversa, sólo es región, sólo es unidad geográfica aquella parte del planeta cuyos caracteres típicos pueden hallarse presentes en una sola visión».

Meses después el científico y docente Luis de Hoyos y Sainz (n. 1868) fijó también su atención en las regiones naturales como objeto de estudio de los geógrafos. No sabemos sí Luis de Hoyos había leído a Ortega. Si conocemos que ambos habían coincidido en la Escuela Superior del Superior en el curso 1909-1910 antes de que Ortega diese el salto a su cátedra de Metafísica de la Universidad Central. Y que Ortega debió de intervenir, probablemente, en la incorporación de Luis de Hoyos, próximo al Partido Reformista por aquel entonces, a las páginas de El Sol como responsable de la sección Agricultura y Ganadería, que publicaba ese diario todos los domingos en su última página.

En efecto el domingo 17 de febrero de 1918 Luis de Hoyos Sainz, que estaba haciendo un recorrido por la España agrícola en sus colaboraciones dominicales en El Sol, dedicó el artículo de ese día a ofrecer a sus lectores una detenida explicación de por qué era importante el estudio de las regiones naturales en el marco del movimiento regionalista pujante en la sociedad española de aquel entonces, exponiendo como caso digno de ser tenido en cuenta el de la Jara,región natural que abarcaba tierras de Cáceres y Toledo, y también de Badajoz y Ciudad Real, y que tuvo ocasión de visitar en el mes de febrero de 1918.  De hecho fechó su texto desde Mohedas de la Jara el miércoles de ceniza de ese año. Hasta ese lugar del centro de la Península Ibérica habían llegado los terribles efectos de la Gran Guerra que desangraba y empobrecía a la Europa de hace un siglo. Procuró asimismo que su crónica de viaje fuese rica en hechos y observaciones sobre sociología agraria exponiendo la injusta distribución de la propiedad de la tierra existente en diversas poblaciones de la Jara, y las dificultades de los lugareños por acceder a los bienes comunales por la presión de los aristócratas terratenientes y de los caciques.

El Sol Agricultura y Ganaderia

He aquí pues las reflexiones y consideraciones de interés para geógrafos, viajeros y sociólogos expuestas por Luis de Hoyos Sainz en el artículo «Por la España agrícola. Una región natural: ‘La Jara'» que dice así:

Esta crónica lo es de veras “Por la España agrícola”; lo es de andar y ver, en pleno campo y a través de montes y sembrados, recorriendo sierras y lugares, hablando con los pastores y labriegos, y buscando, en suma, el dato directo y vivido de la tierra y de los hombres en una región natural o país de la Península, en La Jara.

Las regiones naturales agrícolas

 Son las regiones naturales las unidades elementales, no ya sólo de la Geografía física, sino de esa misma Geografía humana creada por Ratzel y metodizada por Brunhes; las divisiones que resultan del concertante de los elementos que caracterizan cada zona del globo: suelo, clima, vegetación y fauna, y hasta el hombre mismo y sus manifestaciones elementales iniciales o naturales de vivir. Su estudio y caracterización es la base esencial y genética de la Geografía regional o Laenderkunde, que actualmente puede ser sintetizada en los libros de Gallois y de Févre y Hauser, como guías de conjunto o iniciación en estas cuestiones, Regions naturelles et noms de pays, el del primero, y Regions et pays de France, el del segundo, o por las publicaciones orientadas ya en su aspecto histórico o social, y aun económico, de Beer y Bloch. Más útiles son aún para conocer este concepto de país o unidad elemental geográfica, indecisa y difícil a veces, las monografías concretas iniciadas en la pura Geografía física en 1888 por Lapparent, y adaptadas al conocimiento agrícola de cada región, por el profesor Rusler, en las clásicas descripciones de su Geologie agricole; siendo en el día modelos que seguir la descripción de La Picardie, del profesor de la Universidad de Lille M. Demangeon; la descripción de Le Bern por M. Vacher, o la del Var supérieur, por Sion.

En España, aunque, a juzgar por el actual movimiento regionalista, y aun localista, parece cosa conocida y dominada, el conocimiento de las regiones sólo está abocetado, y éstas, difusa e imprecisamente conocidas y determinadas, pudiendo sólo citarse los trabajos que los ingenieros del Mapa geológico de España dieron a conocer en las monografías provinciales, y que, en unión con los datos recogidos en el inolvidable Diccionario geográfico de D. Pascual Madoz, vienen repitiéndose en todas las publicaciones geográficas e históricas; y de las agrícolas, salvo los ensayos de Vilanova y sus compañeros, sólo hay algún artículo inspirado en el Cuestionario para el estudio de las regiones agrícolas de España que publiqué en 1904 como apéndice a Las bases de la Geología agrícola de España.

 Inútil es decir el interés y la utilidad de una serie de monografías parciales; hechas siempre por individuos de cada país o región, aun de las que se tienen por muy acusadas o características, aunque mal limitadas y definidas, como el Vierzo (sic) o Las Encartaciones, en el Norte; la misma Tierra de Campos, Torozos, La Berzosa, la Bureba o la Tierra de Pinares, en Castilla; las Barderas (sic), el Castellar o Ribagorza, en Aragón; el Maestrazgo, la Plana o la Huerta, en Valencia; la Vera, la Alcarria, la Sagra, la Alcudia, la Serena y la misma Mancha, en el Centro y Extremadura; las Alpujarras, la Vega, la Serranía, las Marismas o los Pedroches, en Andalucía. Y claro es que mayor interés había en sacar a luz del conocimiento científico esas regiones o zonas que sólo para los naturales tienen personalidad y que ocupan todo el territorio de lo que pudiéramos llamar la España inominada, por ser evidente que las divisiones políticas y administrativas nada dicen ni representan, pues el hecho natural persiste y se impone a la nominación artificial, por legal y útil que sea.

 

Fuente del Sauzeral. Sierra de Altamira. Mohedas de las Jara

Fuente del Sauzeral. Sierra de Altamira. Mohedas de la Jara

 

La Jara toledana.- La Jara y la guerra

 Si hay tipo y fijeza en alguna región natural, ha de alcanzarle por la tierra o por las plantas, o mejor aún, por ambas cosas a la vez, ya que la flora es secuela del terreno; no tiene jamás igual valor, realidad y persistencia la región histórica, mutable y tornadiza, en tiempo más o menos largo. Por esto, La Jara, que debe su nombre al predominio de esa mata leñosa que los botánicos llaman “cistus”, rica en variedades, pero uniforme en aspecto y característica en las facies de matorral con que cubre el suelo, es una realidad natural en el suelo toledano o en el extremeño; que no sería fácil resolver el conflicto de jurisdicción al señalar provincia a La Jara: porque por tierras de Toledo y Cáceres, y con intrusiones por Ciudad Real y tal vez por Badajoz, se extiende La Jara, formando una región de matorrales en que el madroño y la retama, como matas, y la encina, como árbol, cubren las sierras ásperas y rojizas, y hasta bajan a las vegas del Tajo y los pequeños ríos que le acrecen.

Que la planta dominó el terreno para formar la región, lo prueba el que los matorrales se salieron de su dominio geológico de pizarras areniscas y rocas antiguas, que en tres zonas se extienden desde el Tajo a los Montes formados por rocas silúricas, que a media ladera ceden el paso a las cámbricas y, junto al río, a los granitos y gneis, desde Aldeanueva de Barbarroya a entrar en Cáceres por el mismo Puente del Arzobispo. Pero salió La Jara de estas tierras arcaicas limitadas, ha ya muchos años, por el patriarca de la Geología, D. Daniel de Cortázar, y corrióse por arenas y tierras modernas diluviales, donde se asientan precisamente Alcaudete y Belvis de la Jara, que por ser sitios de vega y llano fueron los primeros sustraídos al matorral y conquistados para el cultivo, quedando el nombre, pero perdiendo lo que al país de La Jara caracteriza.

Por crecer la jara, es ya indicio de que la tierra es buena, pues allí donde ésta se empobrece, sólo queda la retama y aun el brezo, si baja más la natural fertilidad del suelo; por esto la jara típica desaparece, la tierra se rotura y el cultivo sustituye al monte bajo. Y este proceso ha sido constante y se ha detenido y retrasado por la gran propiedad improductiva y perezosa, y lo difícil del transporte y acarreo; pero la guerra, ¡la gran guerra!, repercutió en La Jara. El carbón y las leñas triplicaron su valor, y lo que se perdía en el monte, porque sacarlo de él no era negocio, se puso en condiciones de mercado, y la tala y la roza de árboles y arbustos desmataron fanegas y fanegas de tierra; y como los pastos son lentos de formar, el arado rompió la tierra virgen, y el trigo, o la vid o el olivo comienzan a cubrir llanadas, lomas o laderas, borrando La Jara, que queda encerrada en los ásperos barrancos separados del camino real en las fuentes del Gébalo, el Huso o el Sagrera.

Las dehesas y los pobres

En dos épocas, cuenta la Historia el hecho, aunque calle las causas, se despobló La Jara: en el siglo XI, y posteriormente, aunque en proporción menor, en el XIV; por evidente no exige prueba que la primera despoblación fue obra de la Reconquista; la guerra ahuyentó a las gentes, y los capitanes y nobles se adueñaron de las tierras, adehesaron y cerraron en cotos redondos o cuadrados las propiedades cultivadas por los campesinos; perdieron el cultivo o redujéronle a siervo de la ganadería y aun de la caza, y establecieron ese absurdo régimen de la gran propiedad señorial, pero inculta; grande, pero improductiva, y legal o legalizada, pero inmoral e injusta.

Aquella despoblación la hicieron los señores; la del siglo XIV, los bandidos, los célebres Golfines; pero justo es reconocer que la obra de éstos fue menos cruenta para el campesino, y menos dañosa para la economía nacional, que la de aquellos. Con los Golfines acabó la Santa Hermandad, y con sus retoños, la Guardia civil; con la obra de los que detentaron la tierra, luchan aún los que la fecundan y no la gozan, ¡y luchan para tiempo!

Hay en los pueblos serranos y en los ribereños de La Jara modelos típicos, ejemplos probatorios de la necesidad de traducir a España la novísima ley inglesa de la propiedad y la producción de la tierra. Ese intervencionismo social en busca del mayor bien de todos que la guerra crea o afirma en todos los Estados, beligerantes o neutrales, es aquí necesario y urgente. Esa ley inglesa, que por tal es más pensada y real y armónica que las anteriores, está en germen en el deseo de estos campesinos de La Jara, que sospechan el derecho a que la tierra produzca para todos, propietarios y obreros, y produzca lo que sea más útil, y lo produzca a un precio remunerador, por igual para el poseedor de la tierra y para el trabajador de la misma.

Hay por aquí lo que yo llamaría el problema de las dehesas, rico en variantes, y por ende, en soluciones, pero todas dirigidas a la obra de justicia y de sentido común económico de que no quede tierra sin producir y de que produzca para todos.

El Estado, los nobles y los caciques, enemigo de los pueblos

 Contra el Estado, por las dehesas y terrenos de propios, catalogados y administrados por el Cuerpo de Ingenieros de Montes, hay varios casos; pero es típico el de un pueblo de los montes, con picota en la plaza y hambre en la gente: Espinoso del Rey. Allí todos, pobres y ricos, jornaleros y propietarios, piden que la dehesa sea roturada y repartida en suertes, para que los no propietarios lo sean y tengan un labrantío propio que asegure el vivir aleatorio de trabajar lo ajeno.

Bastaría roturar y repartir equitativamente la dehesa de Espinoso del Rey para resolver, como quiere y en la medida que estima necesaria el señor Comisario de Abastecimientos, Sr. Silvela, el déficit del cultivo. Cuatro mil fanegas allí se conquistan, y no es preciso buscarlas por otros pueblos y provincias, salvo si la Comisaria rectifica sus cálculos, que buena falta hace, porque los números parecen un poco anárquicos en la flamante oficina, y a los tres ceros de las 4.000 hectáreas no se añaden dos, para elevar a 400.000 las que realmente pueden y deben buscarse como aumento en la producción y justo reparto de tierras que transforme en propietarios a los braceros y aquiete las justas protestas y acalle las voces petitorias de los que sufren las dos hambres; la de justicia y la de pan.

Los nobles, lo que dieron por suya la tierra que para la patria conquistaban, son, aun contra razón y necesidad de los vecinos de Oropesa, la vieja villa de los castillos y los palacios, y contra justicia, una sentencia que no se cumple del Tribunal Supremo, los detentadores de sus dehensones, que, usados en común por todo el vecindario, resolvía la escasez de pastizales que para los ganados tienen, y que utilizados por los pobres en labrar partes adecuadas, resolvería la vida de cientos de familias.

Los caciques, forma degenerativa de los feudales, son los que al pueblo de Belvís de La Jara le privan del usufructo de una dehesa, acotada, deslindada y demarcada como bienes del pueblo, pero utilizada en pastos o en labores por la media docena de favorecidos del expediente y el balduque.

Y aquí termina esta crónica de viaje por La Jara, rica en datos y enseñanzas, en lo que a la sociología agrícola atañe.

Luis DE HOYOS SAINZ. – Mohedas de la Jara, Miércoles de Ceniza del 1918


Deja un comentario

Matemáticas y elecciones: la imperfección de la ley D’Hondt según Fernando de los Ríos en El Sol 16 febrero 1918

El Sol del sábado 16 de febrero de 1918, a ocho días de una cita electoral para elegir los diputados del Congreso, concedió gran importancia a esas elecciones.

En su portada se editorializaba sobre un artículo publicado el día anterior por Pablo Iglesias en las páginas de El Socialista y el periodista Mariano de Cavia firmaba un artículo sobre el sufragio femenino que era un alegato para que las mujeres españolas tuviesen plena capacidad para usar sus derechos políticos como acababa de suceder en la Gran Bretaña donde se acababa de conceder el derecho al voto a seis millones de ciudadanas británicas.

Más adelante los corresponsales del diario hacían un balance de cómo sería la lucha electoral en los distritos de las provincias de Granada, donde el catedrático Fernando de los Ríos se presentaba por la circunscripción de Granada capital como sociólogo independiente con pocas posibilidades de éxito; Salamanca, en cuya capital los elementos de las izquierdas presentaban como candidato al ex-rector de la Universidad Miguel de Unamuno; y Pontevedra, cuya provincia,  según el corresponsal del diario , «sigue siendo -como dijo Maura- un territorio todavía no incorporado a España para los efectos políticos», ya que «la oligarquía se adhiere al mando con más firmes tentáculos que en ninguna otra comarca española».

El Sol Derecho y Legislación

Dado ese ambiente electoral no ha de extrañar que en la sección Derecho y Legislación su responsable el ya mencionado catedrático de la Universidad de Granada, y candidato electoral por esa ciudad, Fernando de los Ríos (n.1879) firmase el artículo «En torno al sufragio. El derecho electoral y la democracia» en el que abordó dos cuestiones, de palpitante actualidad en la España de hoy en día, cien años después de este artículo de Fernando de los Ríos.

En primer lugar trazó una historia de la implantación del sufragio universal moderno a lo largo del siglo XIX, recordando a sus lectores que en España se puso en vigor de manera definitiva por la ley de 26 de junio de 1890.

Y en segundo lugar planteó las soluciones que se habían adoptado sobre la participación de las minorías y la representación proporcional dado que la admisión del criterio mayoritario como criterio electoral decisivo, dejaba sin representación a las minorías, por numerosas que fuesen. De ahí que en 1855 un ministro danés que era también un gran matemático, Andrae, expuso y llevó a la legislación el sistema de la representación proporcional, atendiendo al cociente electoral que Fernando de los Ríos explica así:

El elector, según esta ley, vota mediante una lista en que inscribe, por orden de preferencia, los nombres de los candidatos, hasta llenar el número de los que se eligen en aquel colegio. Concluida la votación, el presidente divide el número de los votos emitidos por el de diputados que corresponde elegir, y obtenido así el cociente, va leyéndose en las papeletas los primeros lugares, hasta que alcancen el cociente electoral los en ella inscritos, y después se hace otro tanto con los colocados en segundo lugar, etc.

A principios del siglo XX ese cociente electoral -o cifra repartidora- se estableció según el método establecido por el jurista y matemático belga Víctor d’Hondt (1841-1901) que consiste en dividir los votos de cada una de las diferentes listas sucesivamente por 1, 2, 3, 4, 5, etc. y luego ordenar los cocientes de mayor a menor y asignar en ese orden los escaños disponibles.

Victor d´Hondt,

Para mostrar la imperfección de esta fórmula Fernando de los Ríos la aplicó a la circunscripción de Madrid capital donde en las elecciones que se celebrarían el 24 de febrero de 1918 se elegirían 9 diputados, a elegir entre cinco supuestas candidaturas electorales, cuyo apoyo electoral De los Ríos estimó de la siguiente manera: Coalición de las izquierdas: 35 mil votos; Unión monárquica: 26 mil votos; Partido liberal romanonista: 12 mil votos; Acción social: 8 mil votos; Centro de Hijos de Madrid: 7.500 votos. Aplicando la fórmula d’Hont a esos resultados se obtenía la siguiente adscripción de escaños:

El Sol 16 febrero d'Hondt

La conclusión que extrae Fernando de los Ríos de ese resultado es la siguiente:

He ahí los nueve cocientes superiores y la proporcionalidad de su representación. Como se ve, hay una imperfección manifiesta aun en esta fórmula. Si un sistema de escrutinio es siempre, como justamente cree el profesor italiano Enríquez, una convención aritmética por la cual se miden las fuerzas sociales en presencia, no hay duda de que la medición se hace de modo tan rudo todavía, que desprecia cantidades de importancia. Muchas otras cuestiones suscita la representación proporcional, mas de ellas y de otras trataremos otro día.

La sección se complementaba con un apartado dedicado a reseñas y noticias de libros y revistas, del que se encargaba Pablo de Azcárate (n. 1890),  quien sí sería elegido diputado en las inminentes elecciones, integrando una candidatura republicana en la circunscripción de León capital. Azcárate reseñó los siguientes artículos: «De las modificaciones realizadas durante la guerra en el derecho de opción de los hijos de extranjeros, nacidos en Francia» de Eugene Audinet en el Journal du Droit international; «Del valor contractual de la firma de Alemania al pie del futuro Tratado de paz», del Journal des Debats de 23 de junio 1917; «El torpedeo de navíos hospitales por los alemanes», del Journal du Droit international; «Creación de una organización oficial para determinar y repartir las indemnizaciones que deben exigirse a Alemania y sus aliados, en favor de los prisioneros de guerra víctimas de violaciones de las leyes de la guerra y el derecho de gentes», del Journal du Droit international.

En el aspecto educativo la noticia más destacada que ofrecía el ejemplar de El Sol del 16 de febrero de 1918 era la difícil situación económica que atravesaba el Instituto de Cartagena, dependiente económicamente de su Ayuntamiento, y en el que por falta de fondos de este los profesores del Instituto llevaban varios meses sin cobrar por lo que solicitaban que ese centro docente pasase a depender directamente del Estado. La difícil situación económica del ayuntamiento cartagenero se debía a que había tenido que saldar una deuda contraída con la Diputación de Murcia, que revelaba las tensiones existentes entre las dos ciudades y sus fuerzas políticas según decía el corresponsal de El Sol:

El hecho, ocurrido en vísperas de elecciones, va a repercutir en el resultado de las mismas. Es la Diputación de Murcia conservadora y obediente, por lo tanto, al caciquismo conservador. Los aprietos en que ha puesto al Ayuntamiento de Cartagena son obra de hombres de esa política. Y Cartagena se prepara a darles briosamente la batalla en las urnas, como represalia por esa situación desafortunada en que queda la ciudad y el entredicho en que se ha puesto a su Ayuntamiento, que no puede satisfacer sus obligaciones.

 


Deja un comentario

Ortega sociólogo, el ácido nítrico y la Escuela industrial de Buenos Aires en El Sol 15 febrero 1918

 

Ortega retrato por Joaquín Sorolla--philip-roth-philosophy

Retrato de José Ortega y Gasset por Joaquín Sorolla

En la primera página de El Sol del viernes 15 de febrero firmaba José Ortega y Gasset (n. 1883) una de sus habituales colaboraciones en ese diario, que fue una de sus empresas políticas como analizara hace años Gonzalo Redondo. En esa ocasión el artículo que firmaba se titulaba «Hacia una mejor política. Un poco de sociología«, en el que citaba  Civilización primitiva de Taylor, refiriéndose probablemente a una traducción al castellano de la obra clásica de la antropología Primitive culture del británico Edward Taylor (1832-1917), publicada en 1871. El artículo se iniciaba con esta reflexión:

Uno de los fenómenos más extraños que la Historia presenta, es la tolerancia de los hombres para la perduración de instituciones políticas reconocidamente ineficaces. Todos estamos de acuerdo en que este o el otro organismo nacional no sirve ya para cumplir su misión; parecería natural que inmediatamente se le sustituyese o modificase; cuando menos, que meditásemos con toda urgencia su relevo. Sin embargo, no solemos hacer esto. Al contrario, sentimos vagamente la impresión de que aquel organismo es, como el rocío o la marea, un hecho cósmico irremediable.

El Sol Ingeniería y Arquitectura

La última página del diario se cerraba ese día con la sección semanal dedicada a la Ingeniería y Arquitectura. En ella su responsable el ingeniero Federico de la Fuente firmaba el artículo «La formación sintética del ácido nítrico. Proceso teórico«, cuyos objetivos los planteaba de esta manera:

Al coger hoy la pluma para continuar nuestra interrumpida charla sobre la oxidación del nitrógeno atmosférico y ulterior formación del ácido nítrico, nos hallamos verdaderamente perplejos; y es que resulta difícil explicar sin aparato técnico lo que ocurre cuando la mezcla de nitrogeno y oxígeno, que constituye el aire atmosférico, se pone en contacto con el arco eléctrico, cuya temperatura media es de unos 3.600 º centígrados. Aun para los versados en la química aparece un tanto velado lo que allí ocurre, y los mismos sabios no están acordesm ni mucho menos, al apreciar los variados detalles que acompañan al fenómeno fundamental producido dentro del horno eléctrico. En la marcha general del fenómeno y resultados finales, sí existe la uniformidad de pareceres, y a esas líneas generales y resultancias acomodaremos nuestro relato.

Junto a ese artículo aparecía una amplia noticia sobre la Escuela Industrial de Buenos Aires, basada en su Memoria del curso 1916-1917, redactada por su director el ingeniero Eduardo Latzina (n.1874). En esa Escuela, que es la que hoy se llama Otto Krause, cuyo plan de estudios y organización, hacía pensar en un «tecnicum» alemán o suizo más que en una escuela de habla española, se cursaban cuatro especialidades: mecánica, eléctrica, química y construcciones.

Su «soberbio» edificio – como se aprecia en la siguiente tarjeta postal, – se había inaugurado en 1909 cuando Buenos Aires ya tenía casi 1.250.000 habitantes. Estaba emplazado, no tanto en la calle de Chile, como se dice en El Sol, sino en Paseo Colón, entre México y Chile, vereda este, y disponía de amplios y bien dotados laboratorios y talleres.

Escuela_Industrial_de_la_Nación_(ca._1910)

Pero por detrás de tan hermosa fachada también existían problemas. Refería en su memoria el ingeniero Latzina que para engrandecer la industria argentina había tratado de implantar la enseñanza de la cerámica, recogiendo  y analizando en sus laboratorios más de 150 muestras de tierras provenientes de todas las regiones de la República; que había construido un torno de alfarero y una pileta para el lavado de las tierras, y que había instalado un pequeño horno para fabricar objetos de loza. Pero cuando iban a comenzar los ensayos fueron declarados cesantes el jefe del taller y el químico nombrados para esas enseñanzas.

La lectura de esa frustrada iniciativa tecnológica le hizo recordar al anónimo comentarista de El Sol probablemente el mismo Federico de la Fuente otros pintorescos desaguisados hechos en España. Y entonces nos dice lo siguiente, trasladándose de la Argentina a nuestro país para denunciar las corruptelas de ciertos jerifaltes del partido liberal como Julio Burell (n. 1859).

En cierta ocasión quisieron los fabricantes de Béjar tener un buen profesor de tintorería en la escuela de su ciudad, a cuyo efecto ofrecieron al Gobierno pagar un sobresueldo al catedrático  y contribuir, con dinero y elementos de trabajo, a los gastos de material. Pero el señor ministro nombró a un su amigo (para eso dijo que estaba en el ministerio, para dar «cosas» a los amigos), de tan supina ignorancia, que apenas tomó posesión de su cátedra, retiraron los fabricantes sus ofrecimientos y su dinero, y los alumnos desertaron en masa.

El conflicto lo resolvimos de un modo sencillo y admirable. No se admitió matrícula en la clase de tintorería, al profesor ignorante se le envió, ascendido, a disparatar en otra escuela y al despreocupado ministro lo hicimos presidente del Consejo y jefe del partido liberal.

Y casi al mismo tiempo que se desbarataba la enseñanza de cerámica en la Escuela Industrial de Buenos Aires, cuando todas las naciones civilizadas procuraban ampliar los estudios prácticos a costa de los puramente especulativos, suprimía Burell de un plumazo la cátedra de Motores hidráulicos y máquinas de vapor de la Escuela Industrial de Madrid (donde era profesor Federico de la Fuente), y creaba en su lugar una de Derecho vigente para regalarla, en amañado e ilegal concurso, a un político profesional.

Publicaba también esa sección una amplia selección de reseñas de libros y revistas, entre las que cabe destacar los siguientes artículos: «Máquinas térmicas» del capitán H. Riall Sankey en The Journal of the Institution of Mechanical Engineers, «La tracción eléctrica con acumuladores» del ingeniero Vallauri publicada en Giornale del Genio Civile el 31 de octubre de 1917; «Las carreteras militares en tiempos de guerra», de William D. Sohier, que era el presidente de la Comisión de Carreteras del Estado de Massachusetts, publicado en Engineering News Record el 13 diciembre 1917; «Las bases científicas del racionamiento» en Nature, enero 1918; «El problema de la construcción de casas» por el ingeniero inglés William Walker en The Surveyor. The  Municipal and County Engineer, 18 enero 1918.

 


Deja un comentario

Poetas gallegos, el periodista Daniel Defoe, el mapamundi de Juan de la Cosa en El Sol 14 febrero 1918

Los corresponsales de El Sol continuaban el jueves 14 de febrero haciendo cábalas sobre qué candidatos tenían más posibilidades de ser elegidos en los diferentes distritos electorales en vísperas de las elecciones parlamentarias, previstas para el día 24 de ese mes.

Así ese día se ofrecía información de cuál era la situación en las diferentes circunscripciones de la provincia de Valencia y Huelva. En la provincia levantina se elegírían diputados en la capital,  y en los distritos de Albaida, Alcira -donde se enfrentaban el presidente de la Cámara Agrícola de Valencia José Montesinos Checa, alineado con el político conservador Juan de la Cierva y Peñafiel y el médico y científico Gustavo Pittaluga (n. 1876) alineado con las izquierdas, que sería derrotado-  Chelva, Chiva, Enguera, Játiba, Liria, Gandía, Requena, Sagunto, Sueca, y Torrente. Por su parte en la provincia andaluza,  donde los conservadores tenían la hegemonía política, se elegirían diputados en la circunscripición de la capital, y en los distritos de Aracena y Valverde del Camino.

Por su parte el corresponsal del diario en Galicia Jaime Solá (n.1874) , en el marco de un panorama que estaba intentando hacer El Sol sobre el arte y la literatura regionales, firmaba un artículo -acompañado de una caricatura de Castelao-  sobre «Los poetas gallegos» en el que explicaba que los poetas representativos de Galicia eran tres: «Rey Soto (n.1879), que es poeta español y el nexo literario entre el atavismo galleguista y el castellanismo ciudadano; Ramón Cabanillas (n.1876), que representa la rebeldía y los lirismos de la raza y es nuestra desesperación y nuestro furor hechos melodía, y Noriega Varela (n. 1869), que es…nuestra montaña».

Castelao El Sol 14 febrero 1918

La colaboradora Beatriz Galindo dedicaba ese día su columna «Diario de la mujer» a ofrecer consejos dietéticos como parte de su campaña pedagógica por introducir hábitos alimenticios saludables entre la población femenina. En su texto titulado «Lo que se debe comer» insistía en la importancia de conocer las cantidades de comida que cada organismo necesitaba pues «tal desconocimiento de la fuerza nutritiva de los alimentos y de la potencia digestiva del cuerpo, la cual varía según la edad del individuo y según sus ocupaciones, es causa de muchas de las dolencias y desarreglos que padecemos». Y para hacerse comprender de sus lectores y lectoras comparaba al cuerpo humano con una máquina que necesita combustible para marchar y grasa para conservarse en buen orden. Pero «si ese combustible es malo, la máquina se deteriora poco a poco y acaba por no poder marchar», situación que le pasaba también al organismo humano que también comparaba con una casa que necesita calefacción, aire, limpieza y, de vez en cuando, las reparaciones necesarias.

El Sol Historia y Geografía

En la sección Historia y Geografía, inserta en la última página de ese ejemplar, el lector tenía ante sí dos artículos firmados por el responsable de la sección, el ensayista mexicano Alfonso Reyes (n.1889) y otro por su colaborador Juan Dantín Cereceda (n. 1881), catedrático de Agricultura por aquel entonces en el Instituto de Guadalajara.

El primero de los artículos de Alfonso Reyes se titulaba «El periodismo inglés. Daniel Defoe«, que inicia así: «Con las botas de siete leguas andamos recorriendo los campos del periodismo inglés. Entre el XVII y el XVIII, como una transición entre los precursores del siglo anterior y los periodistas literarios del siguiente, encontramos a Daniel Defoe». Y a continuación traza una viva semblanza del autor del Robinson Crusoe que escribió cuando tenía cerca de sesenta años, estableciendo un paralelismo entre autor y obra:

Después de todo, Defoe era como su Robinson: hombre en quien la fiebre de actividad llegaba a extremos místicos, y a quien la reiterada experiencia de las olas y las borrascas acaba por reducir a un estado de escepticismo casi profesional. Pero si la moral era algo vagabunda, a fuerza de ser comprensiva, el talento era eficacísimo y pronto. Y aqui el problema de todos los «virtuosos» que carecen de filosofía: Defoe, por la Prensa y con la pluma en la mano, era capaz de toda mala estratagena periodística; capaz, a un tiempo, por su amoralidad y su inteligencia. Pero esto no quita que pudiera ser, en lo privado, un hombre de bondad media, casi siempre liberal por principio, y filántropo algunas veces.

Recientemente también Carmen Joy (ver aquí) ha evocado la figura de Daniel Defoe como un abanderado de la libertad de expresión y padre del periodismo económico, cuestión que ya había subrayado Alfonso Reyes en el mencionado artículo.

daniel-defoe-1-728

Su segunda contribución, titulada «Los viajes de Juan de la Cosa, descubridor de Venezuela» estabaadedicado  a comentar el cuarto volumen de la monumental obra de Segundo de Ispizúa (n.1869) sobre «Los vascos en América», dedicado al descubrimiento de Venezuela, que Reyes critica de esta manera:

Cierto calor de polémica, cierto soplo de regionalismo matizan el tono de la obra. Abundante en documentación, laboriosa, extensa, la obra ganaría con que se hubiera dado tiempo para que se depositaran los datos allá en el fondo de los apéndices, dejando en primer término el agua clara de las conclusiones. Se echa de menos una distribución mayor en los materiales y los asuntos. La reproducción de cartas antiguas aumenta considerablemente el atractivo y la utilidad del volumen.

Todo él resulta escrito en torno a la figura de Juan de la Cosa, el navegante y cartógrafo vizcaíno, cuyas glorias no escatima el autor. No es de este lugar el discutir minucias. Con método estrictamente «constructivo», aceptamos los puntos de vista del historiador, y procuramos darnos cuenta de la perspectiva que ellos nos descubren.

 

Juan_de_la_Cosa_lou

Retrato en cerámica expuesto en las escuelas que llevan su nombre en Santoña (Cantabria).

 

Y así Ispizúa presenta a un Juan de la Cosa, que no es vasco, sino cántabro, (Santoña n. entre 1450 y 1460) , muy próximo a Colón con quien se embarcó en 1492 en la Santa María, y «maestro de hacer cartas», como le llamaban los documentos de la época. Su tercer viaje americano fue en 1499 como piloto del capitán Alonso de Ojeda. Con ellos viajaba Américo Vespuccio, como simple curioso o mercader. Ese navío fue el que arribó a Paria, en Venezuela, y desde allí prosiguió hasta más allá del Cabo de Vela, en la actual Colombia. De ese viaje el piloto Juan de la Cosa levantó un mapa, publicado en 1500, que es el primero de lo que se conocería como continente americano, y que actualmente se conserva en el Museo Naval de Madrid, gracias a gestiones que hizo en Paris en 1853 Ramón de la Sagra (ver aquí).

 

mapa_de_la_cosa

Mapa mundi de Juan de la Cosa. Pintado sobre pergamino. 93 cm. de alto por 183 de ancho. Museo Naval de Madrid.

 

 

Crop

Ubicación de la isla de Guanahaní y de las Indias occidentales en el mapa mundi de Juan de la Cosa de 1500

 

En ese mapamundi figura por primera vez Venezuela y el contorno circular de Cuba que ocho años después se reconocería oficialmente. Luego Juan de la Cosa, en 1501, hizo su cuarto viaje bajo el mando del capitán Bastidas. En él recorrió parte del actual litoral colombiano y centroamericano, desde el cabo de Vela a Nombre de Dios pasando por la actual Panamá, haciendo una nueva carta en la que representa la costa colombiana y panameña que había recorrido.

De la calidad de los mapas de Juan de la Cosa cabe señalar, y así lo subrayan Ispizúa y Reyes, que el gran humanista y cronista de Indias  Pedro Mártir de Anglería (n.1457) los consideraba como los más recomendables de su época.

Juan Dantín Cereceda, por su parte, firmó el artículo «La Geografía y las nacionalidades». En él expuso por una parte cómo el medio geográfico era el basamento de las diferentes nacionalidades existentes en Europa, cuyas aspiraciones al autogobierno modificarían el futuro mapa político. Este planteamiento metodológico lo expuso así a sus lectores de El Sol:

El medio físico- el relieve y naturaleza del suelo, el clima, la vegetación, la fauna misma- , en una coactuación a la vez simultánea y recíproca, crea en cada pueblo, en cada grupo étnico, la esencia y los accidentes de su especial modalidad. Este medio geográfico -la montaña o la llanura, la campiña o la ribera, la meseta o la costa, las lluvias o la sequía, la estepa o el bosque- actúan enérgicamente sobre el hombre y condicionan todas sus actividades, incluso las más delicadas y espirituales. La influencia del medio geográfico es siempre  para el pensador la explicación de las costumbres, del carácter y significación de las instituciones, del sentimiento y expresión del arte, del habla y del folklore, de las peculiares industria y agricultura, del modo cómo la población se distribuye y se agrupa, del modo cómo forma, desenvuelve y gobierna el propio contenido espiritual.

Luego hizo un recorrido rápido por España, «el país de mayor y más compleja diversidad que hay en Europa» para convencer a sus lectores de los presupuestos de la geografía humana, de la que Dantín fue un precursor en la sociedad de su época, «según los cuales la Geografía gobierna más de lo que pensamos la esfera espiritual».  Poniendo como ejemplo de la fuerza de esa constatación el hecho de al ser Cervantes castellano, «por más señas, de la seca y terrestre Alcalá de Henares….la contemplación del mar no le emociona ni despierta en él idea de grandeza, antes le sugiere la banal chanzoneta de que le pareció a Don Quijote ‘asaz mayor que las lagunas de Ruidera'».

Y finalmente contrapuso el distinto funcionamiento «en la guerra universal de que venimos siendo testigos» de entidades políticas multinaciones: unas, como los Estados Unidos de América, el Imperio británico y el Imperio alemán, habían logrado preservar su cohesión «practicando la autonomía de los Estados componentes y la federación para ciertos grandes fines comunes», mientras que en Rusia y Austria-Hungría «en donde el despotismo venía actuando con manifiesto olvido y menoscabo del derecho de las nacionalidades componentes, la pretendida unión nacional ha sido ineficaz y aun dañosa a la victoria».

Concluyó este artículo vaticinando el estallido del imperio austro-húngaro, lo que se produciría al cabo de pocos meses, de manera que a la doble Monarquía solo le quedaría, según Dantín, «la alta y baja Austria, Salzburg y la Stiria».

 

 


Deja un comentario

El Instituto de Sueroterapia de Madrid, el arqueólogo andariego Torres Balbás y el triunfo del feminismo inglés: El Sol 13 de febrero 1918

La primera página de El Sol del miércoles -de ceniza- 13 de febrero de 1918 se abría con un amplia cobertura sobre un nuevo hundimiento de un buque mercante español por submarinos alemanes. La última víctima era el vapor Ceferino, con matrícula en Avilés, cuyos 37 náufragos habían llegado a la isla canaria del Hierro tras haber sido hundido su buque que llevaba diversas mercancías, como sal, a Manila.

Más adelante se encontraba con otro tipo de informaciones, relevantes para conocer el dinamismo cientifico y cultural de España y del mundo en aquella época.

Asi, por ejemplo, su colaborada Beatriz Galindo fijaba su atención ese día en su sección «Diario de la mujer» en el Instituto municipal de Sueroterapia que con el apoyo financiero del Ayuntamiento madrileño se había inaugurado en el verano de 1917. Tras visitarlo en su sede de la calle de Cristóbal Bordiu, y entrevistarse con su director, el doctor García Vicente, elogiaba su organización, la labor asistencial que llevaba a cabo para curar a los niños de familias obreras afectados por la difteria y el funcionamiento de su laboratorio donde se hacían los preparados de suero y los análisis, y de la gran sala de traqueotomía.

Mundo Grafico 11 julio 1917

Mundo Gráfico 11 julio 1917

 

Por su parte el critico de arte Francisco Alcántara (n. 1854) dedicaba su sección «La vida artística» a dar amplia cobertura con el título «La arqueología andariega de Torres-Campos Balbas, en el salón del Círculo de Bellas Artes», a la noticia que ya había dado días antes de la concesión de un premio que había obtenido Leopoldo Torres Balbás (n.1888) en un concurso convocado por la sección de Arquitectura de ese círculo de sociabilidad de las clases dirigentes madrileñas.

El ganador del concurso era presentado como un arquitecto que era también arqueólogo andariego, representante de «una juventud artística ansiosa de hallar en la vida lo que nosotros, que les precedimos no encontramos en las cátedras». La obra premiada, fruto de las andanzas del autor por el interior de la Península, era su trabajo Los porticos laterales en las iglesias románicas castellanas que contenía más de cien fotografías y cerca de veinte dibujos de plantas.

 

dar_iglesiasporticadas_01

Pórtico de la iglesia de Rebolledo de la Torre, Burgos

 

 

 

SegoviaSanMillan G009

Iglesia de San Millán de Segovia

 

 

Así resumía Francisco de Alcántara los contenidos de ese trabajo sobre la arquitectura medieval cristiana de Leopoldo Torres Balbás, cuando tenía 30 años:

Los pórticos de las iglesias románicas de Segovia San Martín..San Millán, San Lorenzo, etc. no son más que los últimos ejemplares de una disposición arquitectónica, cuya lenta evolución puede irse siguiendo al través de Castilla la Vieja. Buscar su origen, estudiar su evolución en las sierras de Burgos, en el alto curso del Duero y a través de las tierras segovianas, ha sido el fin que se ha propuesto el Sr. Torres Balbás en su trabajo. El tema ofrecía grande interés, por constituir los porticos laterales en nuestro arte románico, importado casi todo él de Francia, la única particularidad propiamente española, o mejor dicho, castellana, de muchas iglesias, pues en país alguno se encuentran con análogos caracteres, y cuando aparecen, son casos aislados sin conexión con el grupo español. Su disposición general, de galería muy abierta, sobre columnas cortas, adosada al muro meridional de la nave del templo, parece indicarnos que tuvieron origen en clima más suave que el de la alta meseta castellana. A través de ocho siglos de oscura vida rural, el pórtico ha sido vestíbulo de la iglesia, sala del Concejo, refugio de caminantes, mentidero del lugar y sitio de reposo de muchos de sus vecinos despues de muertos. Aún hoy día, en la región cantábrica, en la que se han seguido construyendo desde el siglo X. con rara persistencia y estructura más pobre que en Castilla, muchos de ellos utilízanse como escuela pública y sala de Concejo.

También Francisco Alcántara en su artículo reprodujo las palabras de Torres Balbás en las que este explicaba las motivaciones de su investigación, surgidas de su estudio de la obra de Lámperez (n. 1861) en la que «historió nuestra arquitectura cristiana » y su método de trabajo basado en el uso de la fotografía. Y enumeró los títulos de las fotografias de iglesias románicas medievales que Torres Balbás exponía en el madrileño Círculo de Bellas Artes, burgalesas, segovianas, navarras, sorianas, logroñesas, abulenses, y de la provincia de Guadalajara.

Lo que omite Francisco Alcántara es que el afán andariego del arquitecto Torres Balbás, opuesto a la arqueología de cátedra, de gabinete, libresca, se había originado en los cursos que había recibido Torres Balbás años atrás, hacia 1910, de su maestro Manuel Gómez-Moreno (n.1870), en los primeros seminarios del Centro de Estudios Históricos de la JAE. En ellos el maestro había transmitido a su discípulo también su pasión por la fotografía, instrumento que según Gómez-Moreno permitía «hacer partícipes a todos de la emoción estética y de los valores informativos que la realidad artística provoca», como comenté hace tiempo en un texto de 1999 dedicado a ese historiador del arte y arqueólogo. Ese texto -«Manuel Gómez-Moreno en el taller del Centro de Estudios Históricos» (accesible aquí)– fue publicado por J. Blánquez Pérez y L. Roldán Gómez en un libro-catálogo, según recoge Diego Conte Bragado en 2013 en su interesante estudio sobre «Sepúlveda y el Duratón en la fotografía de Leopoldo Torres Balbás», accesible aquí.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

La última página de El Sol de 13 de febrero de 1918 estaba cubierta por la sección semanal dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas. En ella, su responsable el economista y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Central Luis Olariaga (n.1885) firmaba el artículo «El triunfo del feminismo en Inglaterra» en el que se hacía eco de cómo y por qué las sufragistas inglesas, tras medio siglo de «esforzadas luchas» acababan de conseguir que se incluyese en el censo electoral del Reino Unido a todas las mujeres mayores de treinta años.

El preámbulo de ese artículo decía:

Seis millones de mujeres van a tener representación directa en la política activa inglesa y van a influir considerablemente en la trascendental faena del Parlamento que, cuando se haga la paz, ha de tomar a su cargo la reorganización política e industrial de Inglaterra. De esos millones de mujeres va a depender en buena parte la orientación política y social que después de la guerra ha de darse a Europa. No ha podido escogerse momento más dramático para ensayar el grado de conciencia pública de toda una enorme masa humana que hasta ahora fue considerada poco apta para ciertas funciones importantes de la vida social.

A continuación Luis Olariaga ofreció a sus lectores una breve historia del movimiento feminista moderno inglés, partiendo de la constatación que había hecho la feminista socialista alemana Lily Braun (1865-1916) en su libro El problema de la mujer de que «el movimiento feminista burgués arranca del momento en que las mujeres reclamaron su derecho al trabajo».

Su texto estaba ilustrado con datos elocuentes sobre el protagonismo logrado por las mujeres en la vida cultural y económica inglesa a fines del siglo XIX. Por ejemplo el censo de 1891 ofrecía estas cifras sobre la presencia femenina en las profesiones intelectuales de Inglaterra y Gales

El Sol 13 febrero 1918

Según Olariaga esos millares de mujeres de la clase media inglesia habían sido la punta de lanza del movimiento sufragista, que se habían transformado en millones «desde que la guerra las hizo sustituir a los hombres en sus puestos».

También la Gran guerra había favorecido en el terreno industrial, en el que la presencia de las mujeres era también muy relevante (ver los dos siguiente cuadro), la ruptura de los diques «que se oponían a la filtración del trabajo femenino en ciertos oficios o en ciertas industrias, y puso a los obreros de uno y otro sexo en condiciones de igualdad», de manera que según Olariaga «ya no quedaba a las obreras sino mantener en lo posible su conquista, y para ello necesitaban poder aprovechar eficazmente su fuerza social  y política».

El Sol 13 febrero 1918 proletariado femenino 1

 

 

El Sol 13 febrero 1918 2

El desarrollo del proletariado femenino en la Gran Bretaña a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX

 

 

El Sol 13 febrero 1918 el proletariado britanico

Una comparación del número de trabajadores y trabajadoras en Inglaterra y Gales por sectores productivos según el censo de 1891, según Luis Olariaga

 

Este artículo de Luis Olariaga tiene plena actualidad pues en estas fechas se está conmemorando el Reino Unido el centenario del derecho al voto de las mujeres en ese Estado europeo, lo que está dando lugar a una amplia producción historiográfica como podemos apreciar en este listado  de Rise Up Women ! (ver aquí)

Rise Up Women

 

El trabajo de Luis Olariaga se complementaba en esa sección de Ciencias Sociales y Económicas con un listado de novedades bibliográficas sobre esas materias científicas y con otro artículo del joven catedrático de Eonomía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Murcia Ramón Carande (n.1887) -bien conocido por mi generación por su gran obra histórica sobre Carlos V y sus banqueros, o por su magnífica Galería de raros-  sobre «Las contribuciones especiales en nuestra Hacienda municipal» que era continuación de otro que había publicado previamente en El Sol de 23 de enero de 1918.

 

 


Deja un comentario

Películas norteamericanas para los ingenieros madrileños, expansión del hispanismo en Cambridge, la adicción a la morfina tratada por Lafora: El Sol de 12 febrero 1918

La primera página de El Sol del martes 12 de febrero de 1918 contenía variadas informaciones. Una de ellas era la cobertura de las negociaciones que se estaban llevando a cabo en Brest-Litowski entre Rusia, tras el ascenso al poder de los comunistas, y los imperios centrales. Otra se refería a la decisión adoptada por parte de los propietarios de ABC y El Sol en nombrar a Maura como árbitro en la polémica que tenían sobre la relación existente entre el Estado y la industria papelera, y cómo afectaba al precio de los periódicos.

En páginas interiores el corresponsal en Galicia presentaba a los lectores de El Sol la figura del líder del regionalismo gallego Rodrigo Sanz López (n.1872), y cuál era su programa político, anticipando que a pesar de sus cualidades no saldría elegido diputado en las elecciones que se celebrarían el 24 de febrero.

En el aspecto cultural destacaré dos informaciones que ofrecía ese periódico.

Una se refería a la expansión de la enseñanza de la lengua española en Inglaterra. La agencia Fabra, en efecto, notificaba que en 1917 la Universidad de Cambridge había recibido un donativo que rentaba 700 libras al año para estimular los estudios sobre la lengua y la cultura española, decidiendo el  Senado dedicar 400 libras a la instrucción adicional del español y a la adquisición de libros españoles y el resto a financiar becas para estudiantes latinoamericanos.

La otra aludía a la llegada a España de una colección de películas instructivas norteamericanas para proyectarlas gratuitamente en los principales establecimientos docentes en el marco de una política de propaganda norteamericana, destinada según el informante anónimo a ofrecer «un testimonio de amistad y para conseguir mayor trato y conocimiento entre el pueblo español y el norteamericano». Durante la mañana del día anterior -el lunes 11 de febrero- se habían proyectado varias de esas películas en la madrileña Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. En ellas profesores y alumnos pudieron constatar el poderío industial y tecnológico norteamericano pues  pudieron ver «las operaciones que practican en los Estados Unidos para sacar de las canteras de granito los bloques de piedra, y cómo se cortan a máquina del tamaño exacto para colocarlas en los edificios en construcción; la industria del mármol; la explotación de las minas de hulla; la fabricación de cemento Portland; la carga, transportes y embarque de materiales». También se emitieron vistas en color del volcán Kilauea y de las minas de Hawai y películas sobre una excursión a la cima del monte Wilson, y a una visita a la famosa presa de Roosvelt y al sistema de riego del valle de Río Salado, en Arizona.

 

Kilauea_-_edit

el volcán Kilauea en Hawai

 

Estaba previsto que esas y otras películas se proyectaran sucesivamente en las Escuelas de Ingenieros de Minas, de Montes, Agrónomos, Industriales, Superior del Magisterio, Universidades e Institutos.

El Sol Biologia y Medicina

La sección Biología y Medicina, habitual de todos los martes en ese diario, estaba dominada por un largo artículo del responsable de esa sección, el siquiatra Gonzalo R. Lafora (n.1886) sobre «El morfinismo», que se había convertido en un problema de salud pública en la ciudad de Madrid, como venía denunciando El Sol.

Por su interés extracto algunos de sus contenidos.

El morfinismo, como plaga social, es relativamente nuevo en el mundo. Sólo hace cincuenta años que se le conoce, y ha venido a sustituir al abuso del opio y sus derivados, vicio que fue muy propagado en Europa antes de conocerse la morfina.

El vicio de comer opio se inició al final del siglo XVIII en Inglaterra, debido a sus relaciones comerciales con las Indias….Hombres eminentes, como lord Erskine, y el piadoso William Willberforce, y poetas como Tomás de Quincey y Coleridge, cayeron en el hábito…

En las ciudades es, sobre todo, dónde la tentación hacer caer a más desgraciados. Nosotros recordamos con espanto nuestra visita a un local de fumadores de opio en el barrio chino de Nueva York. En una habitación cuadrada, sin ventanas, con una atmósfera irrespirable y casi en plena oscuridad, tumbados o acurrucados como erizos sobre los bancos adosados a la pared, yacían numerosos chinos en pleno sueño de opio: unos con una mueca de malestar, demacrados y casi cadavéricos, y otros con sonrisa reveladora de sueños paradisíacos. Todos permanecieron inmóviles e indiferentes a nuestra llegada. Difícilmente puede darse un espectáculo más deprimente y revulsivo.

El opio es, sin embargo, menos dañino que la morfina, sobre todo si se toma con relativa moderación, como es frecuente….

En Madrid, el morfinismo se ha desarrollado bastante en estos últimos años, especialmente entre los señoritos desocupados de nuestra clase media y entre algunos aristócratas. Hay algunas farmacias, conocidas de todos ellos, donde se pueden adquirir a discreción los tubos de pastillas comprimidas de morfina. La solidaridad más estrecha une a unos con otros para proporcionarse el veneno cuando alguno no ha podido conseguirlo. Un grupo de cocotas morfinómanas y eterómanas contribuye poderosamente a propagar estos vicios entre estos jóvenes neurósicos, que, fácilmente sugestionados por los propagandistas de los placeres refinados y nuevos, ensayan el tóxico y pronto son presa del vicio invencible.

Hay varios tipos de morfinómanos. El más corriente es el del médico, dentista o enfermero, que para aliviarse alguna afección dolorosa empieza a emplear las inyecciones de morfina o pantopon, y prontamente se hace morfinómano. En circunstancias corrientes constituyen un tercio de los morfinómanos. ….

Hay otro tipo de morfinistas inducidos. Son espíritus débiles, neurósicos o psicopáticos, que a la menor sugestión de otro morfinómano caen en el vicio del morfinismo. Este es el morfinómano que está ahora constituyendo una preocupación social en Madrid.

El peor grupo de morfinistas es el de los sportivos, que sucumben en el vicio por una atracción irresistible hacia los tóxicos costosos y de efectos enervantes, hacia los paraísos artificiales obtenidos por estos medios. ….Baudelaire, De Quincey, Coleridge y Poe son sus autores predilectos y los inductores literarios de su sport de intoxicación.

Un tipo tampoco raro de morfinómano es el que recurre al opio o la morfina para aliviarse de grandes penas o depresiones psíquicas. Vamos a referir un interesante caso de nuestra práctica. Hace dos años fuimos llamados un día para ver a un abogado de una capital provinciana que se había trasladado a Madrid con el intento de curarse de su morfinismo. ….

La vida del morfinista habitual es una alternativa de estados opuestos: de euforias y placeres cada vez más breves, con angustias y terrores cada vez más graves y prolongados. …

El opio y la morfina actúan sobre la voluntad para paralizarla; sobre la consciencia, para encallercerla, y arruinan y devastan todo lo que hay en el hombre de más noble y precioso. De Quincey y Coleridge (1) lo han repetido con insistencia en sus escritos. El primero  ha expresado de modo insuperable los efectos del opio. En su libro Confessions of an opium eater (Confesiones de un mascador de opio), escrito de un tirón en una de sus fases de hipomanía que, alternándose con otras de depresión, sufría De Quincey desde su infancia, hace toda la historia de su vicio. Le seguiremos en los pasajes más importantes, en aquellos en que revela las diferentes fases por que pasó……

Para evitar la propagación de este degradante vicio, se han empleado con éxito en el Japón, Estados Unidos y aun en China, donde el intento tropieza con poderosos intereses comerciales, las medidas prohibitivas más severas. En España, sólo con cumplir la ley que prohibe la venta de morfina sin prescripción facultativa se conseguiría hacer desaparecer o disminuir esta ruina de algunas familias.

El tratamiento del morfinómano exige una reclusión muy vigilada. Los métodos empleados son tres: la supresión brusca, la rápida y la lenta. Las más práctica y humana es la rápida, que va disminuyendo gradualmente la dosis en nueve o diez días, hasta llegar a la supresión. El empleo de sustitutivos (dionina, cocaína, heroína, etc), es perjudicial, porque muchas veces añade una nueva intoxicación a la ya establecida. Ultimamente, Schleth ha recomendado una mezcla de escopolamina, pilocarpina, etil-morfina y alcohol que a nosotros nos ha dado buen resultado en algunos casos, utilizándola en dosis gradualmente decrecientes.

(1) Consúltese sobre esto los trabajos de Eva Read (sic, por Charlottereid), «Manifestations of manic depressive insanity in literary genius» (American Journal of Insanity (sic por Psychiatry), Abril 1912) y Berine (sic) por Arvède Barine, «Poètes et névrosés» (Paris, 1913).

En el apartado Libros y Revistas de esta sección el lector se podía encontrar con una reseña de J.M. Sacristán  (n. 1887) y  con otras dos reseñas de J.N., es decir Juan Negrín (n.1892) . Una de ellas correspondía a un artículo de H. Roger acerca del papel de las suprarrenales en la acción del neumogástrico sobre el corazón publicado en el tomo XVII del Journal de Physiologie et de Pathologie Générale. La otra de J.C. Bock sobre determinación del nitrógeno de los aminoácidos de la sangre publicado en el tomo XXVIII del Journal of Biological Chemistry.

 


Deja un comentario

Castelao, la fotografía aérea, la situación de la instrucción pública en la Argentina y los premios del Instituto San Isidro en El Sol de 11 febrero 1918

El lunes11 de febrero de 1918 se incorporó  al diario El Sol un nuevo colaborador que fue presentado así por el periódico a sus lectores: «Desde hoy colabora en EL SOL el dibujante gallego Alfonso Castelao. Sus caricaturas son una demostración del fino humorismo y la gracia tipica de la región galaica. Castelao es un artista cuyos trabajos satisfarán, sin duda, a nuestros lectores.

Esta era su primera caricatura visible en la primera página junto a una larga afirmación sobre la campaña alemana que según el editorialista de El Sol procuraba desestabilizar la campaña electoral que se estaba desarrollando en el país.

 

Castelao El Sol 11 febrero 1918 bis

Caricatura de Castelao. El Sol 11 febrero 1918

 

Pero además de abundantes noticias políticas como el artículo «Opiniones sobre el nacionalismo vasco» de Angel de Zabala (n. 1866), sucesor de Sabino Arana en la jefatura del Partido Nacionalista Vasco, en el que discrepaba de las posiciones conciliadoras que había expresado dias antes en El Sol Eduardo Landeta,  el diario también ofrecía también informaciones sobre actividades científicas, culturales y educativas tanto en España como en el extranjero.

Así el corresponsal del periódico Ramón de Goyenuri (seudónimo de Ramón Belausteguigoitia Landaluce (n. 1891) en su artículo «La fotografía desde el aeroplano. Cómo obtiene sus mapas militares el ejército inglés» enviado desde el cuartel general inglés explicó que no había secretos para un ejército que tuviese asegurado su dominio aéreo sobre el enemigo tras ver el funcionamiento de un taller destinado a la obtención de mapas construidos con arreglo a las fotografías que tomaban los aviadores en el frente. Y subrayó la importancia de la fotografía aérea para la elaboración del catastro que debía ser obra de aeroplanos argumentándolo así: «El aeroplano, en cambio, viene a revolucionar el procedimiento. Una fotografía de aeroplano abarca una zona de uno o dos kilómetros. Todo está allí señalado. Un ingeniero, un delineante, hacen los cálculos de distancia necesarios y lo transforman bien pronto en un plano. Yo tengo para mí que el aeroplano es no sólo el gran medio de hacer un catastro rápido, sino de evitar las omisiones y los grandes fraudes de la tierra.»

Por su parte el crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) dedicaba su columna «La vida artística» a resumir ampliamente el folleto ilustrado con nueve vistas y dos dibujos que acababa de publicar Vicente Lámperez y Romea (n.1861), «benemérito historiador de la arquitectura cristina» sobre el castillo de Belmonte (Cuenca), un «romántico ejemplar de arquitectura de la Edad Media».

 

Castillo

Castillo de Belmonte (Cuenca)

 

 

Y además el diario se hizo eco del acto académico celebrado el día anterior en el Instituto de San Isidro de Madrid en el que se repartieron diplomas a los alumnos premiados en el concurso de 1917 a 1918, al que asistieron cerca de mil escolares, «con notable proporción del elemento femenino, que cada año en mayor número acude a aquellas aulas». El claustro de profesores estaba presidido por el director Manuel Zabala (n. 1852). En la fiesta participó una banda formada por alumnos de la Fundación Caldeiro.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

 

En la sección Pedagogía e Instrucción Pública su responsable Lorenzo Luzuriaga (n.1889) firmaba el artículo «Los sueldos de los maestros», continuación de la serie que estaba dirigiendo a las próximas Cortes. En él enfatizaba la importancia del maestro como pieza fundamental del sistema educativo, como había evidenciado la labor de Tomás Arnold, el «maestro de la Inglaterra contemporánea» como reorganizador de las public schools inglesas. Y argumentaba que «no podremos disponer, en el número que es debido, de eficientes y entusiastas maestros, en tanto que no lo preparemos bien y los paguemos mejor» de tal manera que después de la creación de escuelas «los dos problemas más esenciales de nuestra enseñanza nacional son indudablemente la preparación y el sueldo de los maestros». Su artículo se enriquecía con dos tablas en las que comparaba los sueldos que cobraban los 26.253 maestros que había en España a principios de 1918 con las demandas que solicitaba la Asociación Nacional del Magisterio, de las que se hacía portavoz Luzuriaga:

El Sol 11 febrero 1918 sueldos actuales maestros

 

El Sol 11 febrero 1918 sueldos solicitados

 

También en esa sección se reproducía un trabajo que había aparecido en The Times Educational Supplement, firmado por Percy F. Martin (n.1861), sobre la Instrucción Pública en la República Argentina, primero de una serie de trabajos que esa publicación inglesa pensaba dedicar a la instrucción pública en la «América española», que El Sol tenía interés en darlos a conocer por las siguientes razones:

«La creciente importancia que los pueblos de habla española van adquiriendo en el concierto mundial se ha manifestado últimamente en múltiples formas, y entre ellas ocupa un lugar principal el estudio de su cultura. Este estudio ha empezado, como era natural, por el conocimiento y difusión del castellano, mediante la creación de numerosas cátedras en los principales países civilizados, yendo a la cabeza, en este aspecto, Francia, Estados Unidos e Inglaterra.

Pero no se ha parado aqui el movimiento de aproximación a los países hispanoamericanos: sino que se ha extendido a otras manifestaciones de su cultura, y entre ella a su Instrucción publica.

Un ejemplo de ello lo ofrece el The Times Educational Supplement, que con la firma de Mr. Percy F. Martin ha empezado a publicar una serie de trabajos sobre la Instrucción publica en la América española.

Como nada de lo que se refiere a ésta puede sernos extraño a nosotros, sino que, por el contrario, debe sernos del mayor interés, como ya lo ha demostrado EL SOL en otro lugar, vamos a reproducir- según vayan apareciendo- los trabajos del Times, resumiéndolos o ampliandolos cuando sea necesario.

Finalmente en el apartado Libros y Revistas de esa sección se reseñaban y se daba noticia de los siguientes trabajos: del discurso sobre un sistema de educación nacional de lord Haldane en Glasgow, reproducido por la publicación londinense The Times Educational Supplement de 31 de enero de 1918; del artículo de J. Portier sobre el recargo de los programas en la segunda enseñanza francesa publicado en París por la Revue Universitaire en enero de 1918; el Report del Consell permanent de la Mancomunidad catalana publicado en Barcelona en diciembre de 1917 por Cuaderns d’Estudi; y un trabajo sobre el auxilio de los Estados Unidos a la educación profesional publicado por la revista neoyorquina Educational Review en enero de 1918.

 


Deja un comentario

El Centro de Estudios Americanistas de Sevilla, un panorama sobre la literatura hispanoamericana, y la producción de vino y algodón en España: El Sol 10 de febrero de 1918

El ejemplar del diario El Sol del domingo 10 de febrero de 1918 contenía numerosas informaciones sobre la campaña electoral que se estaba desarrollando en el país. El editorial del día estaba dedicado a la nota diplomática enviada por Italia al gobierno español con motivo del torpedeo del «Duque de Génova» en aguas jurisdiccionales españolas. En la primera página del periódico destacaba también el artículo enviado por Julio Camba (n.1884)  desde París «Bergson, filósofo ´chic´»

También daba cobertura al propietario de El Sol, el ingeniero vasco Nicolás María de Urgoiti (n.1869), a quien los trabajadores de la Papelera Española le acababan de hacer un homenaje con motivo de sus bodas de plata como empresario de ese imperio papelero formado por doce fábricas, seis talleres, doce almacenes y tres delegaciones.

Asimismo reproducía el real decreto del Ministerio de Instrucción Pública que publicó la Gaceta de 9 de febrero por el que se reorganizaba el Centro de Estudios Americanistas, establecido en el Archivo de Indias, que venía publicando un Boletín desde 1913 (accesible aquí)

La Hoja Literaria albergaba colaboraciones de Miguel de Unamuno sobre «El hombre de la mosca y el del colchón»,de Alberto Ghiraldo sobre «Páramos. La visión del viajero», el poema «La distancia» de Luis Fernández Ardavín y dos artículos de Enrique Díez Canedo (n.1879): el correspondiente a sus Apuntes de la semana que con el título «Un romance fronterizo» dedicaba a comentar el folleto de Pío Baroja El cura Santa Cruz y su partida y el titulado «Crítica literaria. Las literaturas hispanoamericanas. Algunos libros recientes para su historia«.

En esta colaboración efectuaba una valoración de los trabajos de varios críticos e historiadores americanos, como el norteamericano Alfred Coester (n. 1874) autor de The Literary History of Spanish America publicada en 1916; el peruano Ventura García Calderón (n.1886), «autor de dos libros notables: Del romanticismo al modernismo en el Perú y Parnaso peruano»; el dominicano Pedro Henríquez Ureña (n. 1884), quien había promovido la edición de una Antología del Centenario auspiciada por el gobierno mexicano y había formado en ese país «un núcleo de jóvenes entusiastas de la literatura y aptos para esclarecer los problemas de su producción nacional según los nuevos métodos científicos»; los mexicanos Genaro Estrada (n.1887) autor de la magnífica antología Poetas nuevos de México de 1916 y Luis G. Urbina (n.1864) que acababa de publicar en Madrid el libro La vida literaria de México y había colaborado en la edición de la Antología del Centenario con un trabajo sobre «La literatura mexicana durante la guerra de la Independencia»; el venezolano Rufino Blanco-Fombona (n. 1874) que había publicado el tomo de ensayos Grandes hombres de América (siglo XIX) y seguía dirigiendo la «Biblioteca Andrés Bello», «en que reimprime y divulga las mejores obras de los principales escritores americanos, y a la que no habría reparo que poner si las ediciones fuesen más correctas y esmeradas»; el cubano José María Chacón y Calvo (n.1892), de quien encomiaba su última obra Cervantes y el Romancero y sus libros sobre los autores de su país estudiados en Origenes de la poesía en Cuba y Romances tradicionales en Cuba y sus estudios más recientes sobre Avellaneda y Heredia.

En un suelto se hacía saber que según los datos oficiales publicados en el último número del «Boletín del Ayuntamiento» por la Junta técnica de Salubridad e Higiene el total de las casas saneadas de Madrid, con arreglo al bando de 5 de octubre de 1898 e instrucciones complemenarias, ascendían a 8,839. Como viviendas saneadas se consideraban aquellas que estaban aisladas de la alcantarilla, con sifones hidráulicos, efectos de descarga de agua y ventilación en los respectivos servicios sanitarios e higiénicos.

El Sol Agricultura y Ganaderia

En la sección Agricultura y Ganadería su responsable el catedrático de la Escuela Superior de Magisterio Luis de Hoyos Sainz (n.1868) proseguía su recorrido por la España agrícola, dedicando su colaboración de ese domingo a «La cosecha de uva y la producción de vino en España».

Expuso en ese artículo cómo la cosecha de 1917 había sido la más alta de la que se tenía noticia pues la producción de uva había ascendido a 40.693.141 quintales métricos, de los que se habían obtenido casi 24 millones hectolitros de mosto,  cuando en 1898, «el año del desastre nacional»,  la cosecha de uva había sido de algo más de 35 millones de quintales, superando la producción de mosto por poco los 20 millones de hectolitros. Y subrayó cómo la producción de vino en España era mucho menor que en Francia e Italia. Explicó además la existencia de dos modelos en las provincias vinateras españolas representadas por Barcelona y Ciudad Real. Aquella, «con una enorme diferencia sobre todas las restantes provincias» era la gran productora de vino, aunque no fuese la primera en superficie: de 734 mil hectolitros producidos en 1898 había llegado a producir en 1917 3.852.400 hectolitros, quintuplicándose su producción.  Sin embargo Ciudad Real siendo la primera en extensión de viñedos solo había alcanzado una producción de vino de 2.381.832 hectolitros, obtenidos de 4 millones y medio de quintales de uva, frente a 5.791.000 que había alcanzado Barcelona. Diferencias que se debían a la variación de rendimientos. Finalizaba Hoyos Sainz su artículo señalando que continuaría analizando esas estadísticas «para sacar consecuencias y enseñanzas de sus números, que solos por sí, como todos los valores absolutos, poco o nada dicen, resultando la fecundidad para el conocimiento de sus relaciones y proporciones, que juntando lo aparentemente separado crea las leyes que rigen al número, y en este caso a la producción».

El apartado «Original ajeno» de esa sección lo cubría nuevamente el ingeniero agrónomo Enrique Cremades quien firmaba el artículo «La producción y consumo del algodón». En él señalaba que después de haber demostrado en artículos anteriores que el algodón podía cultivarse en «una parte de nuestro territorio con excelentes beneficios» tenía interés en esa colaboración mostrar «la importancia de esta materia, y cómo se reparte la producción y el consumo en el mundo, especialmente en cuanto a Europa y nosotros se refiere en relación con el consumo, para deducir luego consecuencias sobre la conveniencia de cultivarlo en nuestro país en gran escala».

El apartado «Leyendo Revistas» estaba dedicado  a reseñar un trabajo sobre el cribado del trigo para siembra de G. Gaudot publicado en el número 2  de 1918 del Journal de l’Agriculture Pratique.

 


Deja un comentario

Homenaje a Costa en el Ateneo y artículo de Fernando de los Ríos en El Sol del 9 de febrero de 1918

En la primera página de El Sol del sábado 9 de febrero de 1918 se entremezclaban noticias e informaciones como las siguientes: el editorial «Política internacional. Mientras Alemania contesta a España… Curiosa serie de coincidencias», un artículo del director del diario Félix Lorenzo (n. 1879) sobre el pleito que tenían entablado los períodicos acerca de su precio de venta, y el comunicado oficial sobre el hundimiento del vapor español Sebastián, matrícula de Bilbao, que transportaba sal en su viaje de Torrevieja a Nueva York por submarinos alemanes.  Ese hundimiento se había producido en las proximidades de la isla de La Palma y era consecuencia del bloqueo que había decretado el gobierno alemán de la costa de Africa, cuyas graves consecuencias para los intereses españoles en ese continente fueron analizadas en una reunión de la Liga Africanista Española.

En otra parte del diario se ofrecía amplia cobertura del homenaje brindado a Joaquín Costa (1846-1911) -con motivo del séptimo aniversario de su fallecimiento- en el Ateneo de Madrid, con participación de Luis de Zulueta (n.1878), José Ortega y Gasset (n.1883), y el criminólogo aragonés Rafael Salillas (n.1854)

El Sol Derecho y Legislación

Y en la sección Derecho y Legislación su responsable Fernando de los Ríos (n.1879) firmaba el artículo «La requisa como medio para la gestión de los fines del Estado», continuación de otro escrito previamente.  Los epígrafes de su nueva aportación eran: III. El interés público y el particular.- IV. Criterios para la fijación del precio de la mercancía requisada: a) El curso comercial,- b) Teoría del precio de adquisición.- c) Teoría del valor medio o normal.- V. La Jurisprudencia


2 comentarios

De una médica escocesa, pintores españoles, y el libro de un telegrafista sobre cables submarinos: El Sol 8 de febrero de 1918

En el ejemplar del diario El Sol del viernes 8 de febrero de 1918 abundaban las noticias relacionadas con la política nacional e internacional.

La primera página se abría con un editorial titulado «Los atropellos alemanes. Gobierno amedrentado y opinión dormida», a propósito de los ataques de submarinos alemanes a la buques de la marina mercante española. En páginas interiores se ofrecía una amplia cobertura del mitín celebrado en la noche del jueves 7 de febrero en la Casa del Pueblo de Madrid, donde Alejandro Lerroux, Pablo Iglesias y Melquiades Alvarez pidieron el voto para la candidatura de la conjunción republicano-socialista en las elecciones que se iban a celebrar el 24 de febrero.  Y se ofrecía un espacio a Mariano Salaverría para que en su artículo «Cambó y el nacionalismo vasco» explicase la reciente evolución política de los nacionalistas vascos por influencia de la labor desarrollada el año anterior por Cambó en el País Vasco.

En «Diario de la mujer» Beatriz Galindo usaba su columna para rendir homenaje a la labor filantrópica que había desarrollado durante la guerra la médica y sufragista escocesa Elsie Inglis (1864-1917), que acababa de fallecer en Edimburgo, «y a cuya decisión de carácter, energía y devoción deben la vida no pocos luchadores de los Balkanes y de Rusia», gracias a las «Unidades de Hospitalización», exclusivamente femeninas que logró formar con el apoyo de las Sociedades sufragistas de Escocia.

 

Elsie_Inglis

Retrato de la Dra. Elsie Inglis. Welcome Collection

 

Por su parte el crítico de arte Francisco Alcántara (n.1854) dedicó su columna «La vida artística» a comentar, muy elogiosamente, la conferencia que había dado el día anterior en el Ateneo el crítico de arte del diario El Universo Francisco Leal sobre «Nuevas tendencias de la pintura española«. En ella trazó un razonado paralelismo entre ciertos caracteres de la técnica musical y los de la técnica pictórica y, apoyándose en numerosas proyecciones, explicó la teoría estética y filosófica del cubismo, y la «asiatización de las artes occidentales» por la «avasalladora» influencia del pintor judío León Bakts (n.1866) a través de los ballets rusos.  Finalmente estudió las obras de pintores españoles jóvenes, proyectando cuadros de Sotomayor (n.1875), Benedito (n. 1875) y Beltrán (n.1885), así como de Marceliano Santamaría  (n. 1866) y Anglada Camarasa (n.1871).

El Sol Ingeniería y Arquitectura

En la sección Ingeniería y Arquitectura aparecían dos contribuciones de su responsable, el ingeniero Federico de la Fuente.

La primera era su artículo «La formación sintética del ácido nítrico, Primeras tentativas» donde explicaba cómo los químicos habían abordado en el pasado la formación sintética del ácido nítrico, cuya fabricación era, en su opinión, el problema fundamental que tenía que resolver la química mineral en el primer cuarto del siglo XX para poder despreocuparse del agotamiento de las nitrerías naturales.

La segunda, titulada «Maximalismo arquitectónico. Para una alusión» era su respuesta a un comunicado de la Sociedad Central de Arquitectos a propósito de un artículo que había escrito cinco semanas atrás sobre las protestas surgidas entre varios arquitectos al encargo que se había hecho a Francisco Javier Luque (n.1871) para que se hiciese cargo de la construcción de la nueva sede del ministerio de Marina.

En el apartado Libros y Revistas se reseñaban los siguientes artículos: «El hormigón armado en 1917», procedente de la notable revista inglesa Concrete and Constructional Engineering; «El puente basculador, sistema Scherzer, de Keadby (Inglaterra), de Le Génie Civil; «Notas acerca del empleo de los motores Diesel en los submarinos» escritas por el teniente Shermann, de la Marina de guerra norteamericana; los contenidos del ejemplar de octubre de 1917 de la revista Ingeniería, publicada en Buenos Aires, que «constituye una brillante muestra del estado de las ciencias aplicadas a la industria en la República Argentina». Y el libro del Oficial Técnico de Telégrafos, y futuro dirigente de la masonería española,, Mateo H. Barroso (n.1874) Cables submarinos. Guía para el cálculo y determinación de sus características.

Mateo H. Barroso port392_1

 


Deja un comentario

El periodismo inglés en el siglo XVII, el filólogo Paul Meyer y la producción del mapa de España en El Sol de 7 de febrero de 1918

En la primera página del ejemplar de El Sol correspondiente al jueves 7 de febrero de 1918 sus lectores podían leer noticias variadas tales como: el editorial titulado «La alarma oficial. El presidente del Consejo debe descubrir a los que juegan con la tranquilidad española»; el artículo que enviaba Julio Camba (n.1884) desde París «Los franceses y los francófilos» y la continuación de la polémica sobre el precio de los periódicos entre El Sol ABC. 

El Sol Historia y Geografía

Si saltaba a la página 8, la última del diario de ese día, se encontraba con dos largos artículos de la sección Historia y Geografía.

El primero, «Los orígenes del periodismo inglés» estaba firmado por el responsable de la sección el intelectual mexicano Alfonso Reyes (n. 1889), quien basándose en la Historia de la Literatura Inglesa que acababa de editar la Universidad de Cambridge ofrecío una serie de datos sobre el desarrollo del periodismo inglés en el siglo XVII, tomando en cuenta el dictum de Voltaire: «Le secret de ennuyer, c’est de vouloir tout dire», y terminando su texto con esta reflexión: «no cabe duda que el destino de los periodistas se parece al de los embalsamadores de Egipto, cuyos servicios todos reclamaban y todos consideraban como preciosos, pero de cuyas personas se alejaban todos con cierto horror. Así, desde que aparece el periódico, se le busca como al pan cotidiano; pero al periodista, a poco que se le descuide, se le enjaula». 

El segundo era una amplia necrológica que el romanista e hispanista italiano Pío Rajna (n.1847) había dedicado a su colega Paul Meyer (17 enero 1840-9 de septiembre de 1917) en el ejemplar de Il Marzocco de Florencia, de 11 de noviembre de 1917. El nombre de Meyer representaba toda una época de la Filología según se le presentaba en El Sol, y para Rajna era el decano de los estudios de Filología Románica.

En el apartado Libros y Revistas Juan Dantín Cereceda (n.1881), que era catedrático de Agricultura del Instituto de Guadalajara, se hacía eco de un breve artículo que había publicado el teniente de artillería Carlos Valentí de Dorde sobre «El mapa de España» en las páginas de la revista Madrid científico de 15 de enero de 1918. También se reseñaba brevemente un trabajo de Gabriel Porras sobre «Bolívar y la independencia de Cuba», publicado en Cuba Contemporánea.


Deja un comentario

La conferencia con proyecciones «El Guadarrama, visto desde la altura» y una evocación del jardín del Instituto de Córdoba en El Sol de 6 de febrero de 1918

En la primera página del diario El Sol del miércoles 6 de febrero de 1918 sus lectores podían leer variadas informaciones como: el editorial «¿Habrá elecciones? Algunos ejemplos buenos y algunas impresiones malas»o un largo artículo de Mariano de Cavia (n. 1855) sobre «El Carnaval electoral».

En páginas interiores el periódico informaba de la conferencia que había impartido en el Ateneo de Madrid un hijo de Leopoldo Alonso sobre «El Guadarrama, visto desde la altura», ante un numeroso público en el que abundaban los alpinistas de la Sociedad Peñalara. La conferencia fue ilustrada con «hermosas proyecciones de diversos paisajes de la sierra y dos vistas de Madrid muy interesantes». El hilo conductor de la conferencia fue el relato de que había visto Leopoldo Alonso en los diferentes viajes aéreos que había hecho con conocidos pilotos españoles, como el infante D. Alfonso y el capitán Vallespín, desfilando ante el público «pueblos, laderas, ríos castellanos».

Podía leer la sección «La vida artística» en la que el crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) tras denunciar la desaparición del hermoso jardín que había existido en el Instituto de Còrdoba donde se había formado, encomió la belleza de los patios cordobeses, cuya tipología arquitectónica intentó establecer.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

Y finalmente tenía acceso a la página dedicada a las Ciencias sociales y económicas donde podía leer un artículo del responsable de esa sección, el economista y catedrático de la Universidad Central Luis Olariaga (n. 1885), sobre «Problemas de la guerra. La carestía en los países beligerantes y la inflación del dinero». Y en el apartado de Libros y revistas de esa página tres reseñas, dos de ellas de la publicación británica The New Statesman sobre el ttriunfo de las sufragistas inglesas a propósito de la discusión en la Cámara de los lores del derecho de sufragio femenino para incorporarlo al proyecto de reforma electoral, y sobre el programa del Partido Laborista en el que los obreros ingleses pedían ayuda a los intelectuales. El tercero era un artículo de The Economic Journal sobre la situación económica que tendría Alemania después de la guerra.


Deja un comentario

El sueño y sus alteraciones por el siquiatra José M. Sacristán y consejos higiénicos de Beatriz Galindo en El Sol de 5 de febrero de 1918

La primera página de El Sol del martes 5 de febrero de 1918 ofrecía noticias variadas relacionadas: con la polémica entre El Sol y ABC sobre el precio de los periódicos; el establecimiento de la tasa del pan en toda España; las medidas adoptadas por el Gobierno ante la posibilidad de que se extendiesen las revueltas sociales; la puesta en libertad del ex-diputado republicano Marcelino Domingo; unas declaraciones hechas en Sevilla por Alejandro Lerroux, líder del partido republicano radical de que las próximas elecciones no se convocarían por complicaciones en la situación internacional derivada del desarrollo de la Gran Guerra.

En el ámbito científico se informaba que los elementos albistas -es decir seguidores del político liberal Santiago Alba- del distrito de Alcira habían decidido apoyar la cadidatura del doctor Pittaluga (n.1876) que se presentaba como candidato a diputado por ese distrito como militante del partido que dirigía Alejandro Lerroux.

El Sol Biologia y Medicina

Y en la sección dedicada a Biología y Medicina aparecía firmado por José M. Sacristán (n.1887), quien llegaría a ser un importante siquiatra, el artículo «El sueño y sus alteraciones» en el que intentaba dar respuesta a cuál era la causa de «una de las funciones fisiológicas capitales, indipensable para el perfecto equilibrio de nuestra economía» y explicar «por qué mecanismo se produce este delicado fenómeno vital, que nos priva de gran parte de la vida activa, y que, sin embargo, nos es tan necesario como la alimentación, según ha dicho María de Menaceine?. En el apartado Libros y Revistas de esa sección colaboraron J.N. (es decir Juan Negrín (n.1892)) quien reseñaba cinco artículos de revistas científicas como «Endocrinology», «Bulletino della Scienze Mediche», «Journal of Pathology and Bacteriology», y dos de «Proceedings of the National Academy of Sciences of the U.S. of A. Y Luis Calandre (n.1890) quien reseñó ampliamente el artículo de Segard «Cómo prescribir el reposo y el ejercicio a los tuberculosos pulmonares», publicado en el Journal de Médécine et de Chirurgie Pratiques, de 10 de enero de 1918.

En el ámbito educativo cabe destacar los consejos higiénicos dados por Beatriz Galindo en su sección Diario de la mujer sobre el cuidado del cutis y la cobertura dada a la iniciativa del director general de Primera enseñanza, Marcelo Rivas Mateos, (n.1875) de crear en Madrid dos grupos escolares, mediante la donación de los solares por el Ayuntamiento y con las cantidades que proporcionasen el Banco de España y las suscripciones que abriesen los periódicos.