jaeinnova

Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


Deja un comentario

Poetas gallegos, el periodista Daniel Defoe, el mapamundi de Juan de la Cosa en El Sol 14 febrero 1918

Los corresponsales de El Sol continuaban el jueves 14 de febrero haciendo cábalas sobre qué candidatos tenían más posibilidades de ser elegidos en los diferentes distritos electorales en vísperas de las elecciones parlamentarias, previstas para el día 24 de ese mes.

Así ese día se ofrecía información de cuál era la situación en las diferentes circunscripciones de la provincia de Valencia y Huelva. En la provincia levantina se elegírían diputados en la capital,  y en los distritos de Albaida, Alcira -donde se enfrentaban el presidente de la Cámara Agrícola de Valencia José Montesinos Checa, alineado con el político conservador Juan de la Cierva y Peñafiel y el médico y científico Gustavo Pittaluga (n. 1876) alineado con las izquierdas, que sería derrotado-  Chelva, Chiva, Enguera, Játiba, Liria, Gandía, Requena, Sagunto, Sueca, y Torrente. Por su parte en la provincia andaluza,  donde los conservadores tenían la hegemonía política, se elegirían diputados en la circunscripición de la capital, y en los distritos de Aracena y Valverde del Camino.

Por su parte el corresponsal del diario en Galicia Jaime Solá (n.1874) , en el marco de un panorama que estaba intentando hacer El Sol sobre el arte y la literatura regionales, firmaba un artículo -acompañado de una caricatura de Castelao-  sobre «Los poetas gallegos» en el que explicaba que los poetas representativos de Galicia eran tres: «Rey Soto (n.1879), que es poeta español y el nexo literario entre el atavismo galleguista y el castellanismo ciudadano; Ramón Cabanillas (n.1876), que representa la rebeldía y los lirismos de la raza y es nuestra desesperación y nuestro furor hechos melodía, y Noriega Varela (n. 1869), que es…nuestra montaña».

Castelao El Sol 14 febrero 1918

La colaboradora Beatriz Galindo dedicaba ese día su columna «Diario de la mujer» a ofrecer consejos dietéticos como parte de su campaña pedagógica por introducir hábitos alimenticios saludables entre la población femenina. En su texto titulado «Lo que se debe comer» insistía en la importancia de conocer las cantidades de comida que cada organismo necesitaba pues «tal desconocimiento de la fuerza nutritiva de los alimentos y de la potencia digestiva del cuerpo, la cual varía según la edad del individuo y según sus ocupaciones, es causa de muchas de las dolencias y desarreglos que padecemos». Y para hacerse comprender de sus lectores y lectoras comparaba al cuerpo humano con una máquina que necesita combustible para marchar y grasa para conservarse en buen orden. Pero «si ese combustible es malo, la máquina se deteriora poco a poco y acaba por no poder marchar», situación que le pasaba también al organismo humano que también comparaba con una casa que necesita calefacción, aire, limpieza y, de vez en cuando, las reparaciones necesarias.

El Sol Historia y Geografía

En la sección Historia y Geografía, inserta en la última página de ese ejemplar, el lector tenía ante sí dos artículos firmados por el responsable de la sección, el ensayista mexicano Alfonso Reyes (n.1889) y otro por su colaborador Juan Dantín Cereceda (n. 1881), catedrático de Agricultura por aquel entonces en el Instituto de Guadalajara.

El primero de los artículos de Alfonso Reyes se titulaba «El periodismo inglés. Daniel Defoe«, que inicia así: «Con las botas de siete leguas andamos recorriendo los campos del periodismo inglés. Entre el XVII y el XVIII, como una transición entre los precursores del siglo anterior y los periodistas literarios del siguiente, encontramos a Daniel Defoe». Y a continuación traza una viva semblanza del autor del Robinson Crusoe que escribió cuando tenía cerca de sesenta años, estableciendo un paralelismo entre autor y obra:

Después de todo, Defoe era como su Robinson: hombre en quien la fiebre de actividad llegaba a extremos místicos, y a quien la reiterada experiencia de las olas y las borrascas acaba por reducir a un estado de escepticismo casi profesional. Pero si la moral era algo vagabunda, a fuerza de ser comprensiva, el talento era eficacísimo y pronto. Y aqui el problema de todos los «virtuosos» que carecen de filosofía: Defoe, por la Prensa y con la pluma en la mano, era capaz de toda mala estratagena periodística; capaz, a un tiempo, por su amoralidad y su inteligencia. Pero esto no quita que pudiera ser, en lo privado, un hombre de bondad media, casi siempre liberal por principio, y filántropo algunas veces.

Recientemente también Carmen Joy (ver aquí) ha evocado la figura de Daniel Defoe como un abanderado de la libertad de expresión y padre del periodismo económico, cuestión que ya había subrayado Alfonso Reyes en el mencionado artículo.

daniel-defoe-1-728

Su segunda contribución, titulada «Los viajes de Juan de la Cosa, descubridor de Venezuela» estabaadedicado  a comentar el cuarto volumen de la monumental obra de Segundo de Ispizúa (n.1869) sobre «Los vascos en América», dedicado al descubrimiento de Venezuela, que Reyes critica de esta manera:

Cierto calor de polémica, cierto soplo de regionalismo matizan el tono de la obra. Abundante en documentación, laboriosa, extensa, la obra ganaría con que se hubiera dado tiempo para que se depositaran los datos allá en el fondo de los apéndices, dejando en primer término el agua clara de las conclusiones. Se echa de menos una distribución mayor en los materiales y los asuntos. La reproducción de cartas antiguas aumenta considerablemente el atractivo y la utilidad del volumen.

Todo él resulta escrito en torno a la figura de Juan de la Cosa, el navegante y cartógrafo vizcaíno, cuyas glorias no escatima el autor. No es de este lugar el discutir minucias. Con método estrictamente «constructivo», aceptamos los puntos de vista del historiador, y procuramos darnos cuenta de la perspectiva que ellos nos descubren.

 

Juan_de_la_Cosa_lou

Retrato en cerámica expuesto en las escuelas que llevan su nombre en Santoña (Cantabria).

 

Y así Ispizúa presenta a un Juan de la Cosa, que no es vasco, sino cántabro, (Santoña n. entre 1450 y 1460) , muy próximo a Colón con quien se embarcó en 1492 en la Santa María, y «maestro de hacer cartas», como le llamaban los documentos de la época. Su tercer viaje americano fue en 1499 como piloto del capitán Alonso de Ojeda. Con ellos viajaba Américo Vespuccio, como simple curioso o mercader. Ese navío fue el que arribó a Paria, en Venezuela, y desde allí prosiguió hasta más allá del Cabo de Vela, en la actual Colombia. De ese viaje el piloto Juan de la Cosa levantó un mapa, publicado en 1500, que es el primero de lo que se conocería como continente americano, y que actualmente se conserva en el Museo Naval de Madrid, gracias a gestiones que hizo en Paris en 1853 Ramón de la Sagra (ver aquí).

 

mapa_de_la_cosa

Mapa mundi de Juan de la Cosa. Pintado sobre pergamino. 93 cm. de alto por 183 de ancho. Museo Naval de Madrid.

 

 

Crop

Ubicación de la isla de Guanahaní y de las Indias occidentales en el mapa mundi de Juan de la Cosa de 1500

 

En ese mapamundi figura por primera vez Venezuela y el contorno circular de Cuba que ocho años después se reconocería oficialmente. Luego Juan de la Cosa, en 1501, hizo su cuarto viaje bajo el mando del capitán Bastidas. En él recorrió parte del actual litoral colombiano y centroamericano, desde el cabo de Vela a Nombre de Dios pasando por la actual Panamá, haciendo una nueva carta en la que representa la costa colombiana y panameña que había recorrido.

De la calidad de los mapas de Juan de la Cosa cabe señalar, y así lo subrayan Ispizúa y Reyes, que el gran humanista y cronista de Indias  Pedro Mártir de Anglería (n.1457) los consideraba como los más recomendables de su época.

Juan Dantín Cereceda, por su parte, firmó el artículo «La Geografía y las nacionalidades». En él expuso por una parte cómo el medio geográfico era el basamento de las diferentes nacionalidades existentes en Europa, cuyas aspiraciones al autogobierno modificarían el futuro mapa político. Este planteamiento metodológico lo expuso así a sus lectores de El Sol:

El medio físico- el relieve y naturaleza del suelo, el clima, la vegetación, la fauna misma- , en una coactuación a la vez simultánea y recíproca, crea en cada pueblo, en cada grupo étnico, la esencia y los accidentes de su especial modalidad. Este medio geográfico -la montaña o la llanura, la campiña o la ribera, la meseta o la costa, las lluvias o la sequía, la estepa o el bosque- actúan enérgicamente sobre el hombre y condicionan todas sus actividades, incluso las más delicadas y espirituales. La influencia del medio geográfico es siempre  para el pensador la explicación de las costumbres, del carácter y significación de las instituciones, del sentimiento y expresión del arte, del habla y del folklore, de las peculiares industria y agricultura, del modo cómo la población se distribuye y se agrupa, del modo cómo forma, desenvuelve y gobierna el propio contenido espiritual.

Luego hizo un recorrido rápido por España, «el país de mayor y más compleja diversidad que hay en Europa» para convencer a sus lectores de los presupuestos de la geografía humana, de la que Dantín fue un precursor en la sociedad de su época, «según los cuales la Geografía gobierna más de lo que pensamos la esfera espiritual».  Poniendo como ejemplo de la fuerza de esa constatación el hecho de al ser Cervantes castellano, «por más señas, de la seca y terrestre Alcalá de Henares….la contemplación del mar no le emociona ni despierta en él idea de grandeza, antes le sugiere la banal chanzoneta de que le pareció a Don Quijote ‘asaz mayor que las lagunas de Ruidera'».

Y finalmente contrapuso el distinto funcionamiento «en la guerra universal de que venimos siendo testigos» de entidades políticas multinaciones: unas, como los Estados Unidos de América, el Imperio británico y el Imperio alemán, habían logrado preservar su cohesión «practicando la autonomía de los Estados componentes y la federación para ciertos grandes fines comunes», mientras que en Rusia y Austria-Hungría «en donde el despotismo venía actuando con manifiesto olvido y menoscabo del derecho de las nacionalidades componentes, la pretendida unión nacional ha sido ineficaz y aun dañosa a la victoria».

Concluyó este artículo vaticinando el estallido del imperio austro-húngaro, lo que se produciría al cabo de pocos meses, de manera que a la doble Monarquía solo le quedaría, según Dantín, «la alta y baja Austria, Salzburg y la Stiria».

 

 


Deja un comentario

El Instituto de Sueroterapia de Madrid, el arqueólogo andariego Torres Balbás y el triunfo del feminismo inglés: El Sol 13 de febrero 1918

La primera página de El Sol del miércoles -de ceniza- 13 de febrero de 1918 se abría con un amplia cobertura sobre un nuevo hundimiento de un buque mercante español por submarinos alemanes. La última víctima era el vapor Ceferino, con matrícula en Avilés, cuyos 37 náufragos habían llegado a la isla canaria del Hierro tras haber sido hundido su buque que llevaba diversas mercancías, como sal, a Manila.

Más adelante se encontraba con otro tipo de informaciones, relevantes para conocer el dinamismo cientifico y cultural de España y del mundo en aquella época.

Asi, por ejemplo, su colaborada Beatriz Galindo fijaba su atención ese día en su sección «Diario de la mujer» en el Instituto municipal de Sueroterapia que con el apoyo financiero del Ayuntamiento madrileño se había inaugurado en el verano de 1917. Tras visitarlo en su sede de la calle de Cristóbal Bordiu, y entrevistarse con su director, el doctor García Vicente, elogiaba su organización, la labor asistencial que llevaba a cabo para curar a los niños de familias obreras afectados por la difteria y el funcionamiento de su laboratorio donde se hacían los preparados de suero y los análisis, y de la gran sala de traqueotomía.

Mundo Grafico 11 julio 1917

Mundo Gráfico 11 julio 1917

 

Por su parte el critico de arte Francisco Alcántara (n. 1854) dedicaba su sección «La vida artística» a dar amplia cobertura con el título «La arqueología andariega de Torres-Campos Balbas, en el salón del Círculo de Bellas Artes», a la noticia que ya había dado días antes de la concesión de un premio que había obtenido Leopoldo Torres Balbás (n.1888) en un concurso convocado por la sección de Arquitectura de ese círculo de sociabilidad de las clases dirigentes madrileñas.

El ganador del concurso era presentado como un arquitecto que era también arqueólogo andariego, representante de «una juventud artística ansiosa de hallar en la vida lo que nosotros, que les precedimos no encontramos en las cátedras». La obra premiada, fruto de las andanzas del autor por el interior de la Península, era su trabajo Los porticos laterales en las iglesias románicas castellanas que contenía más de cien fotografías y cerca de veinte dibujos de plantas.

 

dar_iglesiasporticadas_01

Pórtico de la iglesia de Rebolledo de la Torre, Burgos

 

 

 

SegoviaSanMillan G009

Iglesia de San Millán de Segovia

 

 

Así resumía Francisco de Alcántara los contenidos de ese trabajo sobre la arquitectura medieval cristiana de Leopoldo Torres Balbás, cuando tenía 30 años:

Los pórticos de las iglesias románicas de Segovia San Martín..San Millán, San Lorenzo, etc. no son más que los últimos ejemplares de una disposición arquitectónica, cuya lenta evolución puede irse siguiendo al través de Castilla la Vieja. Buscar su origen, estudiar su evolución en las sierras de Burgos, en el alto curso del Duero y a través de las tierras segovianas, ha sido el fin que se ha propuesto el Sr. Torres Balbás en su trabajo. El tema ofrecía grande interés, por constituir los porticos laterales en nuestro arte románico, importado casi todo él de Francia, la única particularidad propiamente española, o mejor dicho, castellana, de muchas iglesias, pues en país alguno se encuentran con análogos caracteres, y cuando aparecen, son casos aislados sin conexión con el grupo español. Su disposición general, de galería muy abierta, sobre columnas cortas, adosada al muro meridional de la nave del templo, parece indicarnos que tuvieron origen en clima más suave que el de la alta meseta castellana. A través de ocho siglos de oscura vida rural, el pórtico ha sido vestíbulo de la iglesia, sala del Concejo, refugio de caminantes, mentidero del lugar y sitio de reposo de muchos de sus vecinos despues de muertos. Aún hoy día, en la región cantábrica, en la que se han seguido construyendo desde el siglo X. con rara persistencia y estructura más pobre que en Castilla, muchos de ellos utilízanse como escuela pública y sala de Concejo.

También Francisco Alcántara en su artículo reprodujo las palabras de Torres Balbás en las que este explicaba las motivaciones de su investigación, surgidas de su estudio de la obra de Lámperez (n. 1861) en la que «historió nuestra arquitectura cristiana » y su método de trabajo basado en el uso de la fotografía. Y enumeró los títulos de las fotografias de iglesias románicas medievales que Torres Balbás exponía en el madrileño Círculo de Bellas Artes, burgalesas, segovianas, navarras, sorianas, logroñesas, abulenses, y de la provincia de Guadalajara.

Lo que omite Francisco Alcántara es que el afán andariego del arquitecto Torres Balbás, opuesto a la arqueología de cátedra, de gabinete, libresca, se había originado en los cursos que había recibido Torres Balbás años atrás, hacia 1910, de su maestro Manuel Gómez-Moreno (n.1870), en los primeros seminarios del Centro de Estudios Históricos de la JAE. En ellos el maestro había transmitido a su discípulo también su pasión por la fotografía, instrumento que según Gómez-Moreno permitía «hacer partícipes a todos de la emoción estética y de los valores informativos que la realidad artística provoca», como comenté hace tiempo en un texto de 1999 dedicado a ese historiador del arte y arqueólogo. Ese texto -«Manuel Gómez-Moreno en el taller del Centro de Estudios Históricos» (accesible aquí)– fue publicado por J. Blánquez Pérez y L. Roldán Gómez en un libro-catálogo, según recoge Diego Conte Bragado en 2013 en su interesante estudio sobre «Sepúlveda y el Duratón en la fotografía de Leopoldo Torres Balbás», accesible aquí.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

La última página de El Sol de 13 de febrero de 1918 estaba cubierta por la sección semanal dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas. En ella, su responsable el economista y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Central Luis Olariaga (n.1885) firmaba el artículo «El triunfo del feminismo en Inglaterra» en el que se hacía eco de cómo y por qué las sufragistas inglesas, tras medio siglo de «esforzadas luchas» acababan de conseguir que se incluyese en el censo electoral del Reino Unido a todas las mujeres mayores de treinta años.

El preámbulo de ese artículo decía:

Seis millones de mujeres van a tener representación directa en la política activa inglesa y van a influir considerablemente en la trascendental faena del Parlamento que, cuando se haga la paz, ha de tomar a su cargo la reorganización política e industrial de Inglaterra. De esos millones de mujeres va a depender en buena parte la orientación política y social que después de la guerra ha de darse a Europa. No ha podido escogerse momento más dramático para ensayar el grado de conciencia pública de toda una enorme masa humana que hasta ahora fue considerada poco apta para ciertas funciones importantes de la vida social.

A continuación Luis Olariaga ofreció a sus lectores una breve historia del movimiento feminista moderno inglés, partiendo de la constatación que había hecho la feminista socialista alemana Lily Braun (1865-1916) en su libro El problema de la mujer de que «el movimiento feminista burgués arranca del momento en que las mujeres reclamaron su derecho al trabajo».

Su texto estaba ilustrado con datos elocuentes sobre el protagonismo logrado por las mujeres en la vida cultural y económica inglesa a fines del siglo XIX. Por ejemplo el censo de 1891 ofrecía estas cifras sobre la presencia femenina en las profesiones intelectuales de Inglaterra y Gales

El Sol 13 febrero 1918

Según Olariaga esos millares de mujeres de la clase media inglesia habían sido la punta de lanza del movimiento sufragista, que se habían transformado en millones «desde que la guerra las hizo sustituir a los hombres en sus puestos».

También la Gran guerra había favorecido en el terreno industrial, en el que la presencia de las mujeres era también muy relevante (ver los dos siguiente cuadro), la ruptura de los diques «que se oponían a la filtración del trabajo femenino en ciertos oficios o en ciertas industrias, y puso a los obreros de uno y otro sexo en condiciones de igualdad», de manera que según Olariaga «ya no quedaba a las obreras sino mantener en lo posible su conquista, y para ello necesitaban poder aprovechar eficazmente su fuerza social  y política».

El Sol 13 febrero 1918 proletariado femenino 1

 

 

El Sol 13 febrero 1918 2

El desarrollo del proletariado femenino en la Gran Bretaña a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX

 

 

El Sol 13 febrero 1918 el proletariado britanico

Una comparación del número de trabajadores y trabajadoras en Inglaterra y Gales por sectores productivos según el censo de 1891, según Luis Olariaga

 

Este artículo de Luis Olariaga tiene plena actualidad pues en estas fechas se está conmemorando el Reino Unido el centenario del derecho al voto de las mujeres en ese Estado europeo, lo que está dando lugar a una amplia producción historiográfica como podemos apreciar en este listado  de Rise Up Women ! (ver aquí)

Rise Up Women

 

El trabajo de Luis Olariaga se complementaba en esa sección de Ciencias Sociales y Económicas con un listado de novedades bibliográficas sobre esas materias científicas y con otro artículo del joven catedrático de Eonomía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Murcia Ramón Carande (n.1887) -bien conocido por mi generación por su gran obra histórica sobre Carlos V y sus banqueros, o por su magnífica Galería de raros-  sobre «Las contribuciones especiales en nuestra Hacienda municipal» que era continuación de otro que había publicado previamente en El Sol de 23 de enero de 1918.

 

 


Deja un comentario

Ciencia, cultura y educación en «El Sol» a lo largo de la última decena de enero de 1918

 

Anuncio ejemplar Mundo Grafico  del miércoles 23 enero 1918

Anuncio del ejemplar del semanario ilustrado Mundo Gráfico correspondiente al 23 de enero de 1918

 

 

El Sol 25 enero 1918 situacion militar

Mapa publicado por El Sol el 25 de enero de 1918

 

En un contexto nacional e internacional definido en parte por las dos ilustraciones anteriores los colaboradores del diario  El Sol seguían tomando el pulso a la vida cultural y a los problemas científicos y educativos de los últimos días de enero de 1918 de la forma que se resume a continuación, jornada a jornada.

 

Martes 22 de enero de 1918

La autora de la columna Diario de la mujer Beatriz Galindo se congratulaba de que gracias a las campañas higienistas lideradas por los médicos el baño diario empezara a generalizarse no solo entre los niños pequeños de la clase media y alta madrileña, sino también entre bastantes de la clase obrera y no dudaba en participar en esa campaña al sostener que «el lavado general y diario contribuye en grado sumo al hermoso desarrollo de la raza y aumenta, al propio tiempo, la frescura del cutis, la elasticidad del cuerpo, la transparencia y suavidad de la piel».

La sección Biología y Medicina fue protagonizada por dos jóvenes investigadores. Uno era  Juan Negrín (n. 1892), a quien la JAE -por gestiones de Cajal- acababa de dotarle de un laboratorio de Fisiología General tras haberse doctorado en Alemania con 20 años, y haber vivido en ese país durante casi una década.  Firmaba un largo artículo sobre «La regulación de la vida vegetativa», que posiblemente sea una de sus primeras apariciones en la esfera pública, a no ser que sus biógrafos como Enrique Moradiellos opinen lo contrario. Explicaba en ese artículo el papel que desempeñaban los agentes químicos, producidos por los órganos endocrinos o de secreción interna, y nerviosos para establecer la unidad funcional del organismo. El interés de Juan Negrín era mostrar las limitaciones del punto de vista del biólogo francés Bichat sobre el dinamismo orgánico y exponer y justificar, basado en una serie de experimentos con animales, su planteamiento de que «los organismos pluricelulares precisan y disponen de agentes de correlación interorgánica, sin los cuales sería imposible una coordinación funcional. Estos agentes son los factores de la organización del individuo, los que intervienen y regulan su dinamismo».

El otro era Miguel Prados Such (.1894), hermano del famoso poeta Emilio Prados (n. 1899) y que llegaría a ser un notable siquiatra por lo que desde su exilio canadiense pudo sostener económicamente a su hermano durante su exilio mexicano. En la sección Revista de revistas ese martes 22 de enero 1918 reseñaba cinco trabajos aparecidos en publicaciones francesas, suizas, y británicas que versaban sobre cuestiones como «El calzado de tacón alto», «Hemorragia cerebral múltiple en un caso de insolación», «Resistencia globular y paludismo», «Metabolismo del calcio y del fósforo en un caso de raquitismo tardío», «La función del tejido muscular en la formación de la urea» y «La reacción de Wassermann en la sífilis terciaria no tratada».

Miércoles 23 enero 1918

Hojeando el ejemplar de El Sol de ese día nos encontramos dos noticias reveladoras.

En una de ellas, bajo el títutlo «Cultura popular. Estadística de lectores» se notificaba que el jefe de la Biblioteca popular del distrito de la Inclusa, situada en la Ronda de Toledo, nº 9, – en el corazón del Madrid popular- había enviado una estadística de los lectores que había tenido esa biblioteca a lo largo de 1917, los cuales habían sido 41.530 desglosados así, por profesiones: 22.981 obreros, 13.485 estudiantes, 3.563 empleados y 1.501 lectores pertenecientes a las profesiones liberales. La Biblioteca estaba abierta los días laborables, de cuatro de la tarde a diez de la noche, y los domingos de diez de la mañana a la una de la tarde.

En la otra se informaba que un claustro extraordinario de la Universidad Central, al que habían acudido pocos catedráticos, había acordado proceder a la rectificación de su censo electoral y no admitir en dicho censo a los doctores que habían obtenido su título sin la previa aprobación de su tesis doctoral, lo que había sido permitido por una disposición ministerial de Julio Burell que había sido severamente criticada en los medios académicos.

En la sección de Ciencias Sociales y Económicas firmaba el catedrático de Economía y Hacienda de la Universidad de Murcia, Ramón Carande (n.1887), otro expensionado de la JAE, un trabajo sobre «Las contribuciones especiales de nuestra Hacienda municipal y aparecía otra colaboración, sin firma, sobre «La administración del ejército francés». En el apartado de Libros y Revistas de esa sección se resumían dos artículos aparecidos en The Economist, de diciembre de 1917, sobre «La supresión de los intermediarios» y «El valor económico de Alsacia y Lorena».

Jueves 24 enero 1918

En su sección Geografía e Historia el responsable de la hoja Alfonso Reyes (n.1889) presentaba un largo texto sobre «Américo Vespucio». En el apartado Libros y Revistas había dos colaboraciones. En una de ellas el catedrático del Instituto de Guadalajara, y también expensionado de la JAE en Francia, Juan Dantín Cereceda (n.1881) reseñaba el Anuario del Observatorio de Madrid para 1918, del que ya se ofreció información en esta bitácora (ver aquí), obra que contradice las afirmaciones que recientemente se hacían en una entrada de la bitácora «Geografía infinita» sobre los masones como primeros meteorológos de España (ver aquí). En otra se hacía un amplio extracto del artículo publicado por Julián Juderías (n. 1877) en la revista La Lectura sobre «España y sus políticos en tiempos de Mendizábal, según lord Clarendon».

Viernes 25 enero 1918

Ese día se ofreció puntual información de una serie  de conferencias que se habían impartido el día anterior en diversos lugares de Madrid.

Por ejemplo en el Ateneo la sección de Artes plásticas dio la palabra al académico de Bellas Artes Narciso Sentenach (n. 1853), quien disertó sobre El Real Sitio de la Granja que acababa de sufrir un pavoroso incendio; en la sección de Ciencias continuó un animado debate sobre una memoria que proponía la modificación de la enseñanza de la Medicina, en el que participaron, entre otros, el doctor Cortezo (n.1850),  y Madinaveitia hijo, en representación de los alumnos que habían elaborado la memoria que se discutía.  Por su parte el catedrático de instituto José Augusto Sánchez Pérez (n.1882) comentó que había presentado una propuesta para modficar la Segunda Enseñanza. Y en otra sala del Ateneo el abogado gallego Francisco Alvarez Pena disertó sobre «El regionalismo gallego».

Simultáneamente en la Sociedad Geográfica de Madrid dio una conferencia Eduardo Moreno García sobre la Unión Postal Universal y el funcionamiento del servicio de correos español.

En la sección Ingeniería y Arquitectura su responsable el ingeniero Federico de la Fuente firmaba el artículo «Gasificación comparada Paris-Madrid» que aparecía junto a otro texto, no firmado, dedicado a la travesía del Atlántico en aeroplano. En él se analizaba la posibilidad de emprender el salto trasatlántico con un aeroplano de 1.500 caballos de potencia como pretendía un aviador italiano, lo que según el autor anónimo de ese texto » no consideraba posible la mayor autoridad española en cuestiones de aviación, el capitán de Ingenieros D. Emilio Herrera (n. 1879), jefe del aeródromo de Cuatro Vientos, sobradamente conocido por sabios y profanos para que no sean precisos ni el elogio, ni la presentación», al que ya se ha dedicado otra entrada en esta bitácora. (ver aquí). En el apartado Libros y Revistas había noticias de siete aportaciones, procedentes de publicaciones españolas y extranjeras. Entre las primeras cabe destacar la información de una polémica que se estaba produciendo en las páginas de la revista Madrid científico sobre la política forestal e hidráulica española entre el ingeniero de Caminos Pedro M. González Quijano (n. 1870) y el ingeniero de Montes Nicolás Ricardo García Cañada y la presentación de la obra del profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid Joaquín Portuondo y Barceló Estudios de economía social y fragmentos, después de que el editor del libro, Antonio Portuondo, también ingeniero de Caminos,le pidiese expresamente ayuda al propietario de El Sol para le ayudase a difundir la obra, como se aprecia en la siguiente carta:

Carta de Portuondo a Urgoiti

 

Sábado 26 enero 1918

Las dificultades de la situación sociopolítica española  iban in crescendo a finales de enero. Se suspendieron las garantías constitucionales en Barcelona y se detuvo al diputado Marcelino Domingo. El editorial de El Sol de ese día se titulaba «Mientras se ataja la anarquía de los de abajo, hay que remediar la anarquía de los de arriba». Madrid seguía a oscuras al persistir los problemas en su alumbrado.

Por otra parte el corresponsal del periódico en Lisboa, Alejo Carrera, presentaba al nuevo hombre fuerte de Portugal -Sidonio Paes- como un hispanófilo.

En la sección Derecho y Legislación su responsable Fernando de los Ríos (n. 1879) firmaba un artículo sobre «El juicio de «amparo» en el Derecho mejicano» y la protección de la justicia al atropellado arbitrariamente. Y Pablo de Azcárate (n.1890) organizó la parte de la sección dedicada a Libros y Revistas, extractando, por ejemplo, tres artículos del Journal du Droit international.

Domingo 27 enero 1918

La primera página del ejemplar de ese día estaba dominada por el agravamiento del problema de los transportes, una de las causas del desabastecimiento de los productos de primera necesidad en las ciudades españolas, y por un nuevo ataque de los submarinos alemanes a la flota mercante hundiendo en esa ocasión al vapor «Giralda» que en su viaje de Huelva a Pasajes había sido hundido en aguas portuguesas frente a Guardia.

La Hoja Literaria de ese día ofrecía  cuatro textos. Uno de José Ortega y Gasset (n.1883), «Estafeta romántica. Un poeta indio» a propósito de la obra de Rabrindanath Tagore que la pareja Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez estaba dando a conocer al público hispano. Otro de Enrique Díez-Canedo (n.1879) , quien dedicaba su Apunte semanal a dar a conocer las investigaciones del orientalista doctor Joseph Charles Mardrus sobre «La reina de Saba». El tercero correspondía a una colaboración de Eugenio Noel (n.1885) sobre «Una visita a la Basilica de Atocha», un panteón de hombres ilustres inacabado. Y el último era el folletón semanal de Ramón Pérez de Ayala (n.1880) titulado Las máscaras, que en esa ocasión titulaba «El bien y la virtud», donde proseguía su análisis de la obra teatral Antonio Roca.

En la sección Agricultura y Ganadería el lector de El Sol se encontraba con la habitual colaboración del responsable de esa sección Luis de Hoyos Sainz (n.1868), quien en su recorrido por la España agrícola concentraba su atención ese día en «Las viñas de España en 1917» presentando cuatro aspectos de esa cuestión: la primacía de la agricultura en el producto nacional bruto español; la superficie total del cultivo de la vid y su disminución desde hacía un cuarto de siglo; una presentación de las regiones que habían perdido y ganado vides, y un análisis del mapa de la distribución de los cuatro grupos de provincias peninsulares productoras de vid.

En él distinguía el grupo central-levantino formado por 11 provincias  que poseían más de 50 mil hectáreas de viñedos, entre las que destacaba Ciudad Real con 148.817 hectáreas; el grupo formado por 14 provincias, rayadas verticalmente en el mapa, con una superficie variable de 15 a 50 mil hectáreas; el grupo formado por 13 provincias, fundamentalmente serranas o pastoriles,  marcadas con puntos islotes discontinuos con una superficie que oscilaba entre las 12 mil hectáreas de Teruel y Sevilla a las 5 mil hectáreas de Almería, Huelva y León; y el formado por las 9 provincias, fundamentalmente las cantábricas,  que no tenían condiciones para el cultivo de la vid que aparecíane en el mapa en blanco.

 

Viñedos 27 enero 1918 IMG_6414

La distribución de los viñedos en la España de 1917                         según Luis de Hoyos Sainz

 

 

Y también pudo leer un texto titulado «Contra las plagas de langosta». Se trataba de un amplio extracto de la «notable» conferencia  que había impartido el viernes 25 de enero de 1918 en la Asociación de Agricultores de España sobre las plagas de langosta el ingeniero agrónomo, profesor de la Escuela donde se formaban esos ingenieros, y director de la Estación de Patología vegetal Leandro Navarro (n.1861), quien realizó importantes labores en el pueblo de mi padre Mora de Toledo, donde salvó su riqueza olivarera combatiendo plagas que afectaron a sus olivos allá por 1912 (ver aquí).. En ella se detuvo en explicar los procedimientos artificiales que eran usuales en España para aminorar la intensidad de esas plagas, de cuya relevancia a lo largo de la historia disponemos de una magnífica visión de conjunto gracias al libro de Antonio Buj  Plagas de langosta. De la plaga bíblica a la ciencia de la acridología que se presentó hace unos meses en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (ver aquí).

Lunes 28 enero 1918

Ese día el lector de El Sol era informado en una misma página de: un mitin que se había celebrado en la Casa del Pueblo de Madrid para protestar contra los sucesos de Alicante y Málaga donde se habían producido protestas contra el incontenible alza de los precios de los productos básicos en la dieta mediterránea, como el pan, y que habían sido severamente reprimidas; de las inversiones efectuadas por el Ayuntamiento de Madrid para incrementar el número de escuelas que impartían la enseñanza primaria; o del anuncio de la proyección en el cine Odeón de la impresionante superproducción cinemaográfica «La hija de los dioses», en la que habían intervenido 21.218 personajes y que estaba contemplando el todo Madrid, como se deduce de la lectura del diario de Manuel Machado (ver aquí).

También se daba noticia de la sesión inaugural de la Real Academia de Medicina. En ella intervino el doctor Francisco Huertas (n. 1847) con un discurso sobre el artritismo y las enfermedades del corazón donde denunció las carencias alimenticias de la población europea en la que un 75 por ciento comía mal por exceso y un 20 por ciento por defecto.

Por su parte en la sección Pedagogía e Instrucción Pública su responsable Lorenzo Luzuriaga (n. 1889) escribía el segundo de sus artículos dirigidos a las próximas Cortes que se deberían de constituir tras las elecciones que tenían que celebrarse el 24 de febrero. En esa ocasión su colaboración versaba sobre «La creación de escuelas» que en su opinión era la tarea más apremiante que el Parlamento tenía que llevar a cabo para impulsar la reconstrucción pedagógica del país. En su trabajo ofreció información sobre las escuelas que había que construir que estimaba en 26,000, cuyo coste  calculaba en 278 millones de pesetas. Y explicó las medidas que se habían tomado en Francia e Italia en tiempos recientes para superar sus déficits educativos.

Se complementaba ese artículo con otro firmado por M.L.N sobre «Una institución necesaria», iniciales que correspondían a la pedagoga María Luisa Navarro Margati (n. 1890), mujer de Lorenzo Luzuriaga. En él abogaba por sentar las bases en España de una enseñanza preescolar, donde se cuidase tanto a los niños pequeños de las clases obreras como de las clases medias, imitando la tarea ya emprendida en otros países donde existían instituciones modélicas, que podían servir como referentes. Tal era el caso de la institución berlinesa Pestalozzi Froebel-Haus, cuyo funcionamiento y características explicaba detenidamente a los lectores de El Sol.

En la parte de esa sección dedicada a Libros y Revistas se hacía un amplio extracto de un artículo editorial del número de noviembre de 1917 de la publicación norteamericana Journal of Educational Psychology sobre La psicología y la guerra.

Martes 29 enero 1918

El editorial de El Sol de ese día titulado «Los problemas vitales de la nación se han sobrepuesto al Gobierno» analizaba el estado depresivo en el que se encontraba el primer ministro Manuel García Prieto, desbordado por el cúmulo de problemas que se le acumulaban, siendo el último de ellos la posibilidad de que se declarase la huelga general en Barcelona.

En la primera página de ese artículo también había:

  • una curiosa carta dirigida por «Un chico del Instituto» al famoso periodista Mariano de Cavia a propósito de gazapos que se colaban en las página de El Sol;
  • información sobre la actitud del conde de Romanones ante las elecciones que se iban a celebrar en Madrid donde ya estaban haciendo campaña las candidaturas del «acuerdo monárquico», formado por mauristas, ciervistas y albistas, y de la conjunción republicano-socialista, encabezada por Pablo Iglesias y Julián Besteiro, quien se encontraba en la cárcel de Cartagena.
  • y una amplia cobertura sobre la actitud del imperio austro-húngaro sobre el desarrollo de la guerra, donde se habían producido «huelgas de hambrientos» y crecía el deseo de paz.

Por su parte en la sección Biología y Medicina su responsable el siquiatra Gonzalo R. Lafora (n.1886) firmaba el artículo «Perseguidos y litigantes» en el que analizaba la constitución psicológica de los perseguidos o de quienes se creen perseguidos al considerar que son «objeto de las asechanzas y zancadillas preparadas por los que tienen alguna relación directa o indirecta con ellos, y, merced a esto, su actitud es siempre de recelo, de desconfianza hacia todos».

Se complementaba ese artículo con información sobre libros y revistas donde J.N., iniciales de Juan Negrín (n.1892), extractaba el artículo «Las cápsulas suprarrenales y la lactancia» de Verdozzi, publicado en el tomo 66 de Archives italiennes de Biologie y otro del Journal de Physiologie et Pathologie Générale.

Miércoles 30 enero 1918

En una de las páginas interiores del periódico se daba amplia cobertura a la conferencia que había dado el día anterior, martes 29, en la Asociación de Agricultores sobre «El cultivo del algodón en España» el ingeniero agrónomo de la Sociedad General Azucarera Enrique Cremades, colaborador habitual de la hoja de  El Sol dedicada a la Agricultura y Ganadería, que se acompañaba de un cuadro estadístico del consumo en España de esa fibra textil entre 1913 y 1917.

En la sección dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas su responsable el economista y catedrático de la Universidad Central Luis Olariaga (n.1885) firmaba el artículo «Problemas de la guerra. La crisis de los alimentos en los países neutrales y sus remedios». Y en el apartado dedicado a libros y revistas se extractaban tres artículos de The Economist, de 24 noviembre 1917, sobre los efectos de la guerra sobre la población civil de los países beligerantes; de L’Economiste Francçaise de 8 de diciembre de 1917 sobre la liquidación de las deudas creadas por la guerra y un artículo de León Baretti de la Revue d’Economie Politique de julio-agosto 1917 sobre la concentración de los bancos en Inglaterra.

Jueves 31 enero 1918

Ese día El Sol daba cobertura al artículo del político nacionalista vasco Eduardo de Landeta (n.1862)  «La ficción separatista» en el que exponía tesis del partido «bizkaitarra» como la de que «el reconocimiento de esa nacionalidad vasca no significa, ni se pretende que sea, una separación del Estado español. ..Porque con y dentro del Estado español cabe y encaja perfectamente, cumplimentando todos sus deberes, la nación vasca, con todos los derechos y atributos inherentes a la nacionalidad».

También resumía el debate celebrado en el Ateneo el día anterior -miércoles 30 enero- en la tercera sesión dedicaca a debatir las modificaciones que había que introducir en la enseñanza de la Medicina. En ella intervinieron los doctores Pena, que enumeró los defectos de la primera y la segunda enseñanza, Pittaluga (n.1876) quien sostuvo que «a las aulas debe concurrir todo el que lo desee, sea o no alumno» , que «el estudiante debe aprender con quien quiera, sea o no catedrático», que en los tribunales debía haber un profesor agregado «que haya convivivo, por lo menos, un curso con el examinado» y que se conservasen la tesis del doctorado y el examen de Licenciatura.

En la sección Historia y Geografía se publicaron dos artículos.

El primero, titulado «En torno al índice de un libro», lo firmaba Alfonso Reyes (n.1889). En él presentó a los lectores de El Sol los contenidos del volumen XIV de la Historia de la Literatura inglesa, que publicaba la Universidad de Cambridge, ofreciendo un cuadro de materias que le pareció al crítico mexicano de El Sol muy atractivo, siendo las siguientes: «Filósofos. Historiadores. Biógrafos. Oradores políticos. Prosa crítica y miscelánea. El periodismo. Revistas universitarias. La caricatura. La literatura de los deportes. Los viajes. Las ciencias. La educación. La última evolución lingüistica.»

El segundo era el trabajo del historiador vasco Segundo de Ispizúa (n.1869) «Amérigo Vespucci» en el que contradecía los planteamientos que había hecho el jueves anterior Alfonso Reyes en las páginas de El Sol sobre ese navegante florentino al resumir el libro que había publicado recientemente el americanista Henry Vignaud (n.1830) sobre ese marino que daría nombre al continente americano.

En el apartado de libros y revistas de la sección se extractaban cuatro artículos de los que destaco el que había publicado Bonifacio Hompanera en la revista La Ciudad de Dios sobre «El helenismo en España durante el siglo XIX», y la reseña que hacía Juan Dantín Cereceda (n. 1881) del artículo que había publicado L. de Launay sobre las aportaciones a la geología de Albert de Helmstaedt o Alberto de Sajonia, profesor y rector de la Universidad de París a mediados del siglo XIV, en un ejemplar de la revista La Nature de 12 de enero de 1918 .

 

 

 

 

 

 


Deja un comentario

Siete días de ciencia, cultura y educación en «El Sol»: la tercera semana de enero de 1918

Entre el martes 15 y el lunes 21 de enero de 1918 el sector democrático de la opinión pública española, representado por el diario El Sol, concentró su atención en el inicio de la campaña electoral que se puso en marcha para renovar el Congreso de los Diputados,  y en constatar el progresivo deterioro de la situación social al proliferar las revueltas por hambre en diversas ciudades del arco mediterráneo, desde Málaga a Barcelona pasando por Alicante, ciudad en la que en una de esas protestas colectivas se produjeron tres muertos y veinticinco heridos según informaba El Sol  el 20 de enero.

En el plano internacional, quienes hacían ese periódico resaltaban los aspectos que manifestaban un debilitamiento de las potencias centrales como la sublevación habida en Kiel donde la marinería había matado a 38 oficiales de la marina imperial alemana. Los intelectuales españoles seguían con gran expectación el desarrollo de los acontecimientos bélicos como revelaba el ciclo de conferencias que inició esa semana Manuel Azaña, en la órbita del Partido Reformista por aquel entonces, sobre la política militar de la República Francesa. En esos conocimientos expuestos por Azaña en el Ateneo se cimentaría su fama de experto en cuestiones de defensa que le llevaría a ser ministro de la Guerra cuando se proclamó la Segunda República el 14 de abril de 1931.

Precisaré ahora el papel de las cuestiones científico-técnicas, culturales y educativas en las páginas de ese diario a lo largo de la tercera semana de 1918.

En la sección de Biología y Medicina del martes 15 de enero lo más relevante fue la contribución de Gonzalo Rodríguez Lafora sobre «La mentira patológica» o mitomanía. En él informaba de las características de lo que desde Antón Delbrueck, quien había descrito por primera vez este cuadro patológico en 1891, se conocía con el nombre de pseudología fantástica, una manifestación patológica de la fantasía y de la crítica, muy común entre los individuos psicopáticos y aun entre los normales.  Consistía ese trastorno de la conducta en exagerar todo, en llenar de detalles fantásticos las narraciones y creer o casi creer el que lo cuenta que estos productos de su alterada fantasía son verdad. Según Lafora este fenómeno autosugestivo era muy común en España, y en su opinión – que avivaba prejuicios antisureños al confundur una parte por el todo- muy característico de los andaluces, argumentándolo de esta manera: «Quién no exagera en esta bella región? La vivacidad imaginativa del andaluz y la rapidez de su charla favorecen grandemente esta falta de inhibición o de autocrítica. Los chistes y cuentos populares que se refieren a este afán de exagerar en los andaluces son numerosos, y en ellos la perspicacia popular ha fijado con precisión el carácter psicológico más saliente del andaluz».

Ese día también El Sol se hacia eco de un artículo aparecido en El Siglo Médico, el decano de la prensa médica, sobre la situación de la salud pública en Madrid.

El miércoles 16 de enero además de informar sobre la conferencia dada por Azaña en el Ateneo, a la que aludí anteriormente, se insertó un artículo de Pedro Mourlane Michelena (n.1888) en el que se hacía eco de la campaña existente en Bilbao para crear una Universidad en esa ciudad vasca.

Y en la hoja dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas el economista Luis Olariaga (n.1885)  dedicaba su colaboración de ese día a continuar un artículo iniciado la semana anterior en el que presentaba a sus lectores las soluciones dadas por los principales países del mundo para abordar el problema de la huelga en los servicios ferroviarios.

El ejemplar del jueves 17 de enero se iniciaba con el editorial «La falta de todo. Con el pan ocurrirá lo mismo» que revelaba la crítica situación de desabastecimiento de productos de primera necesidad que estaba viviendo el país. Pero el lector también era informado de la conferencia impartida en el Ateneo Científico de Valencia por el doctor Gustavo Pittaluga (n. 1876), quien era catedrático de Parasitología y Patología Tropical de la Universidad de Madrid, sobre Alimentación e Higiene, destinada a combatir los estragos causados por el hambre en todo el país. Pittaluga se había afiliado recientemente al Partido Republicano Radical que dirigía Alejandro Lerroux (n. 1864), y su viaje a tierras levantinas estaba relacionado con el hecho de que se presentaba como candidato a las elecciones recién convocadas al Congreso de los Diputados como candidato por el distrito de Alcira.

Por su parte en la hoja dedicada a Geografía e Historia se podía leer un texto de Alfonso Reyes (n. 1889) sobre «Gracián y la guerra» al hilo de una reflexión que había hecho el crítico del Times sobre la literatura generada por la gran guerra y sobre la era de la literatura bélica que según Reyes empezaba con Stendhal. También se publicaba en esa sección una amplia noticia acerca de todas las ediciones realizadas a lo largo del año 1917 sobre  los clásicos castellanos -como Cervantes, fray Luis de León, Lope de Vega, Quevedo, Rojas Zorrilla, entre otros- con abundante información y con una valoración respecto a la aparición de un público lector exigente que «no sólo ha manifestado nueva afición a las lecturas clásicas, sino que, en proporción apreciable, ha acabado por interesarse en los problemas mismos de la edición».  En esa edición de clásicos castellanos realizaban una notable labor los filólogos del Centro de Estudios Históricos de la JAE, y la editorial Calleja, que tenía como director literario a Juan Ramón Jiménez.

Y se tenía acceso a un informe de Juan Dantín Cereceda (n.1881)  sobre el Anuario estadístico de España. Año III, 1916, del que ya se había ofrecido información días antes en El Sol, (y que está accesible aquí) lo que revelaba el interés existente por el notable desenvolvimiento de la ciencia de los números en la sociedad española de los años en torno a la Gran Guerra, como consecuencia probablemente del fortalecimiento del aparato burocrático del Estado liberal. Dantín constataba que «la estadística es algo muda y estática: ni nos habla de las causas que originaron el número, ni nos anticipa las probables consecuencias». Y añadía: «Pero es, con todo, indispensable la recolección y ordenación de estos materiales que, más tarde, el geógrafo, el economista y el sociólogo habrán de interpretar y analizar».  De la lectura de tanta información ofrecida en ese Anuario, sobre todo de los capítulos relacionados con la política y la cultura, obtuvo una impresión deprimente que transmitió así a sus lectores: «muchas de las farsas de nuestro tablado nacional continúan representándose, no sin aplauso de zurupetos, rufianes y papanatas. El 59 por 100 de la población española no sabe leer ni escribir ¡todavía! y hay provincias (Málaga) en que esta proporción alcanza al 79,46«.

El lector del viernes 18 enero quedaba informado de cómo Italia había movilizado hasta entonces al 12 por ciento de su población para afontar su participación en la contienda mundial; podía contemplar una caricatura de Bagaría (n. 1882) denunciando la lacra del caciquismo -que reproduzco a continuación-; tenía noticia de una importante conferencia impartida en el Ateneo de Madrid por el historiador y crítico de arte Aureliano Beruete y Moret (n. 1876) sobre «Goya, grabador» y sabía de una serie de renuncias producidas en el Instituto de Higiene Escolar para denunciar la inoperancia de ese ente administrativo.

Bagaria El cacique y su candidato 18 enero 1918

A su vez en la hoja dedicada a Ingeniería y Arquitectura Federico de la Fuente en su artículo «La compañía madrileña del gas. Una concesión de ciento quince años» analizaba los privilegios y criticaba el deficiente funcionamiento de la empresa responsable de suministrar una fundamental fuente de energía para el alumbrado de la ciudad de Madrid. Por su parte en un artículo no firmado titulado «Las presas de pantalla ondulada» se encomiaba la labor del ingeniero e inventor Juan Manuel de Zafra y Esteban, pionero en su defensa de las construcciones en hormigón armado, quien además «de las numerosas obras de ingeniería que ha proyectado y construido, ha hecho algo que vale más todavía. Ha formado en su cátedra de la Escuela de Caminos una generación de ingenieros, que no miran al hormigón armado como una resultante del empirismo y de la osadía, sino como algo científicamente estudiado y prácticamente conocido, que puede manejarse en la construcción con la misma seguridad y certeza que el acero». Ese elogio se producía porque el autor de ese artículo había repasado la colección de la revista nortemaericana «Engineering» de 1917 y leyó en el número de 31 de agosto la conferencia que había dado ante la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles L.R. Jorgensen, acerca de las presas de los lagos californianos Gem y Agnew formados por el río Rush. En ellas se había explicado cómo se habían construido pantallas de hormigón armado en forma ondulada, idea que había sido expuesta seis años antes por Juan Manuel Zafra en el Instituto Español de Ingenieros Civiles.

El ejemplar del sábado 19 enero que se abría con el editorial «Los tiempos nuevos. Necesidad de un gobierno de integración nacional» tenía un considerable sesgo económico. Ante el incremento del malestar social por el problema del desabastecimiento que encarecía todos los productos de primera necesidad la Cámara de Comercio de Barcelona propuso la celebración de una Asamblea de Cámaras de Comercio. Y en otra noticia se hacían previsiones sobre la evolución del mercado bursátil para el año recién iniciado.

Por su parte en la hoja sobre Derecho y Legislación Fernando de los Ríos dedicaba su colaboración semanal a explicar «La teoría de los plenos poderes» aplicada por ciertos países para hacer frente a los desafíos bélicos.

El domingo 20 de enero el diario informaba de una conferencia dada por el joven químico argentino Horacio Damianovich (n. 1883), profesor de Física-Química de la Universidad de Buenos Aires, en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Asistieron a su disertación, entre otros, el rector el químico José Rodríguez Carracido (n. 1856), el decano de la Facultad el matemático Luis Octavio de Toledo (n. 1857) el catedrático Alberto Segovia Corrales (n. 1853), los ingenieros Leonardo Torres Quevedo (n. 1852) y Enrique Hauser (n.1866), y el embajador argentino Marco Avellaneda que representaba a su país en Madrid desde 1916. Se ratificaba así la relativa intensidad en aquel momento de las interrelaciones entre científicos españoles y argentinos como ya se vio en la cobertura dada por El Sol dias atrás al viaje efectuado a Buenos Aires por el matemático Julio Rey Pastor en 1917.

Y el ejemplar de ese día ofrecía a sus lectores una Hoja literaria en la que destacaban las colaboraciones de Miguel de Unamuno sobre «La sombra de Sagasta«, de Enrique Díez-Canedo que dedicaba su apunte semanal en esa hoja a la elección del prestigioso médico Carlos María Cortezo y presidente de la Academia de Medicina para ocupar el sillón h de la Academia de la Lengua, haciendo consideraciones irónicas al respecto, y un interludio cómico firmado por  Ramón Pérez de Ayala.

En la hoja dedicada a Agricultura y Ganadería Luis de Hoyos Sainz (n.1868) dedicaba su sección «Por la España agrícola» a evaluar lo que sería la próxima cosecha de trigo, basándose en el estudio efectuado por el Servicio Agronómico sobre las superficies y estado de los trigales de 1918. Se temía un gran déficit, pero Hoyos Sainz discrepaba de tan pesimistas estimaciones por otras informaciones que había recabado, instando a los agricultores a sembrar trigo para «hacer patria y quitar hambre». Por su parte el ingeniero agrónomo Enrique Cremades continuaba ofreciendo información, como  en colaboraciones anteriores, sobre el cultivo del algodón en España.

Finalmente el lunes 21 enero el lector de El Sol tras leer un editorial en el que se planteaba una antinomia entre «Los viejos gobiernos y la nueva política», o conocer el análisis que efectuaba su colaboradora Beatriz Galindo sobre el protagonismo de las mujeres en las manifestaciones contra el hambre que proliferaban por aquellos días en muchos puntos del país, llegaba a la última página del diario dedicada a la sección de Pedagogía e Instrucción Pública.

En ella tenía acceso a dos interesantes aportaciones.

Una de ellas era un amplio y denso artículo del responsable de la sección, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n. 1889), titulado «Para las próximas Cortes. La reconstrucción de nuestra enseñanza nacional». Luzuriaga advertía en él cómo las próximas Cortes tendrían que resolver una serie de problemas «de una gravedad sin precedentes en la historia parlamentaria de España», entre los que destacaba el de «nuestra educación nacional».

Presentaba luego un diagnóstico de ese problema destacando cómo desde 1898 apenas había mejorado la educación nacional, siendo muy débiles los progresos en la lucha contra el analfabetismo -si en 1900 había en España 11.874.890 analfabetos, en 1911 eran  11.867.455 según el censo oficial- e incrementándose el déficit escolar: si en 1903 había para cada escuela 796 habitantes, en 1917 ascendían a 800.

Y denunciaba, tras comparar el sistema educativo español con el de otros países, la carencia de «un ideal y de un sistema de educación nacional». Y así, desde el punto de vista organizativo «nuestra enseñanza se presenta como una suma o, mejor, como un conglomerado de instituciones aisladas que están entre sí como compartimentos estancos». Ilustraba esta constatación manifestando cómo en la enseñanza primaria no había ninguna referencia a la secundaria y cómo esta tampoco tenía ninguna comunicación real con la universitaria y especial superior. Y al lamentarse de las carencias de las diversas secciones del sistema educativo señalaba que «los institutos son en su mayoría mera yuxtaposición de clases y profesores, sin más unidad o relación que la puramente administrativa o espacial, y lo mismo se puede decir de la enseñanza superior, si bien en los últimos años ha habido un comienzo de vida corporativa en alguna universidad».

Para superar «el atomismo» y «la anarquía pedagógica» de ese sistema de instrucción pública consideraba que la solución idónea consistía en impulsar una política pedagógica, que era una tarea que debía de contar con el apoyo de un esfuerzo sindical, organizado, del personal docente, y con una favorable influencia del ambiente social y político. De esa manera «se evitarán también esas recetas burocráticas, ese tejer y destejer, esos palos de ciego que vienen dándose tan ineficazmente, un año tras otro, desde nuestro Ministerio de Instrucción Pública, que en realidad no tiene de ministerio más que la sombra de su nombre».

Esa contribución de Luzuriaga se complementaba con el artículo sin firma titulado «El dibujo en las escuelas de París». En ese trabajo se ofrecía información, basada en un número extraordinario de la nueva revista Les Arts Françaises, de una exposición que se había celebrado en París en el verano de 1917 titulada «El dibujo en las escuelas de París, durante la guerra». En ella se presentaron trabajos alumnos de todas las escuelas públicas de la capital francesa, no sólo de las vinculadas a la enseñanza primaria, sino también las relacionadas con la enseñanza profesional. Eran dibujos de observación, de memoria, geométricos y de composición decorativa, que se mostraban en los grabados de la mencionada revista, cinco de los cuales podían apreciar los lectores de El Sol y que se reproducen líneas abajo. El comentarista anónimo de este diario, quizás el mismo Luzuriaga o alguien de su entorno, señalaba «el espíritu que anima esta enseñanza es de la vida misma. De aquí surge una gran variedad de modelos, tomados de todos los reinos de la naturaleza y de todas las industrias, y así se introduce también una gran riqueza de aspectos, de formas y de colores».  Además de explicar cómo se efectuaba la enseñanza del dibujo en Francia el articulista valoraba la importancia que tenía su reciente incorporación al sistema escolar en varios países, como España, de esta manera:

El dibujo ha sido una de las últimas materias de enseñanza -acaso la última- que han sido introducidas en los programas escolares de todos los países. Pero al mismo tiempo ha sido también la materia que, dentro de ellos, mas rápidamente se ha elevado al plano de las enseñanzas fundamentales. Considerado, en efecto, hasta hace poco tiempo – y así es aún mirado en España- como una «asignatura de adorno», se le reconoce, generalmente hoy, de una parte, como uno de los más poderosos medios educativos, y de otra, como uno de los instrumentos más importantes para la «expresión» -tanto como la lectura o la escritura- y para la «aplicación» técnica, como puede serlo la aritmética o la física.

Si ha sido grande el cambio que en la consideración pedagógica ha experimentado el dibujo, no lo ha sido menor el que han sufrido sus métodos de enseñanza. Durante bastante tiempo éstos se han limitado a la pasiva e ineficaz reproducción de láminas o de vaciados de obras clásicas, sin desarrollar la iniciativa personal ni cultivar la observación de la naturaleza. Esto ocurre todavía en la mayor parte de nuestros establecimientos de enseñanza, si bien últimamente se ha iniciado -por lo menos en la educación primaria- una radical transformación.

El Sol Escuelas de Paris 1El Sol Escuelas de Paris 2

El Sol Escuelas de Paris 3El Sol Escuelas de Paris 4El Sol Escuelas de Paris 5

 


6 comentarios

Ortega y Gasset: su impulso al semanario España entre enero y noviembre de 1915

En plena barbarie de la primera guerra mundial, sobre la que se están produciendo numerosos materiales didácticos para explicar a los jóvenes de hoy en día el horror que estremeció Europa hace cien años (ver aquí), y en medio de un intenso debate en la opinión pública de aquella época sobre la neutralidad española en la gran guerra, el siempre inquieto José Ortega y Gasset (1883-1955) tomó la decisión, a principios de 1915, de impulsar la edición del semanario España, considerado el periódico político más importante de la edad de plata de la cultura española.

María Teresa López de la Vieja en el libro Política y sociedad en José Ortega y Gasset: en torno a «Vieja y nueva política» reconstruyó el contexto en el que se gestó el lanzamiento del nuevo semanario. Por ella sabemos que para su nacimiento fue decisivo el apoyo económico del poeta ateneísta Luis García Bilbao, que había conocido a Ortega en 1910 en un curso que éste había impartido sobre Descartes en la Escuela Superior de Magisterio de la calle madrileña de Montalbán, según recordara otro testigo de aquel curso como fue el historiador Ramón Carande, autor de una magnífica Galería de raros.  Tiempo después Luis García Bilbao también fue otro de los asistentes del resonante discurso que dio Ortega  en el Teatro de la Comedia de Madrid el 23 de marzo de 1914, quedando deslumbrado con su llamamiento para renovar y europeizar la sociedad española con una nueva política. Como es sabido ese discurso es considerado el acta de nacimiento de la generación del 14, como ha subrayado recientemente Santos Juliá (ver aquí).

Los objetivos de la nueva empresa periodística – que inicialmente iba a denominarse «España-1914» según evocara en 1931 Eugenio d’Ors colaborador de primera hora de la publicación con el seudónimo de «Xenius»- eran varios. Por una parte ser vehículo del programa de la Liga de Educación Política, fundada por Ortega en 1913, cuyo prospecto se puede ver aquí, estrechamente conectada en aquel momento con el Partido Reformista. Por otro lado defender la causa de la entente franco-británica, y actuar como plataforma de ataque de la izquierda liberal y algunos socialistas como Luis Araquistáin (1886-1959) al gobierno presidido por el liberal-conservador Eduardo Dato.

Eduardo Dato primer ministro en 1915

Eduardo Dato primer ministro en 1915

Los redactores iniciales de la revista eran José Ortega y Gasset, Pío Baroja, Ramiro de Maeztu, Ramón Pérez de Ayala, Luis de Zulueta, Eugenio d’Ors, Gregorio Martínez Sierra y Juan Guixé. Así consta en la portada del primer número que se puede consultar en la magnífica hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional de España. (ver aquí). El sumario de ese primer número que salió a la calle el 29 de enero de 1915 como «semanario de la vida nacional» era este:

España saluda al lector y dice….- Redacción y colaboración.- Política de la neutralidad, por José Ortega y Gasset.-El tablado de Arlequín. El milagro de la campana, por Pío Baroja.- LA GUERRA. Apuntes de un legionario. La potencia militar de los beligerantes. La neutralidad de Italia.- VIEJA POLÍTICA.- COLUMNA MILIARIA.- LA PICOTA.- LAS OBRAS Y LOS DÍAS, por «Xenius». [glosas de Eugenio d’Ors que se pueden consultar aquí]- A una España joven, versos de A. Machado. – (para el texto ver aquí; para su lectura por Fernando Rey ver  aquí).- CARTAS IMAGINARIAS, por R. Pérez de Ayala. [recogidas por Florencio Friera Suárez: ver aquí]- CONVERSACIONES EDIFICANTES,por G. Martínez Sierra.- EL CINEMATÓGRAFO por «El Espectador» [seudónimo de Ortega quien puso esta apostilla a esa sección: Notas de un espectador a quien interesan las cosas, no por lo que son, sino por lo que pueden ser].- Banquete regio , plana en color, de Bagaria.- Un greco inédito, por Manuel B. Cossío.- LA VIDA REAL DE ESPAÑA.- Idea de un príncipe político español en 1915.- ESTE MADRID DE NUESTROS PECADOS.- VARIA.
Bagaria

Banquete regio. Plato del día: La paloma de la paz por Bagaria

 

Fue 1915 para Ortega un año de intenso activismo político pues, como reflexionaría en  1916 al presentar El Espectador, «la vida española nos obliga, queramos o no, a la acción política». Pero también de incansable actividad docente y divulgadora de sus ideas filosóficas, y de proximidad a diversos organismos de la JAE, como la Residencia de Estudiantes y el Centro de Estudios Históricos, de lo que dejó huella en las páginas de España, como tendré ocasión de mostrar en próximas entradas de esta bitácora.

Así en abril de ese año participó en el ciclo de conferencias «Guía espiritual de España» organizado por la sección de Literatura del Ateneo de Madrid. Presentó entonces «Temas del Escorial» que daría lugar a «Meditación del Escorial» uno de los ensayos de El Espectador. Luego en junio dictó en la Residencia de Estudiantes la conferencia «Muerte y resurrección», en la que se hizo eco de la obra de Pío Baroja. Parte de su contenido lo publicará un año después en el ensayo Ideas sobre Pío Baroja. Y pasado el verano, en octubre, inició el curso «Sistema de Psicología»en el Centro de Estudios Históricos de la Junta para Ampliación de Estudios Históricos, editado mucho tiempo después por Paulino Garagorri y analizado por Javier Echegoyen Olleta. (ver aquí.).

En noviembre de 1915 presentó su dimisión como director de España por diversas circunstancias. Se distanció del Partido Reformista tras criticar a su líder Melquíades Alvarez, y haber polemizado al respecto en las páginas de España con Luis de Zulueta.

Luis de Zulueta, en el Partido Reformista en 1915 polemiza con Ortega en las páginas de España

Luis de Zulueta, en el Partido Reformista en 1915 polemiza con Ortega en las páginas de España

Y también influyó la oposición de Ortega a la agresiva aliadofilia de Luis Araquistáin que, al incorporarse al consejo de redacción, propuso insertar fotograbados de la guerra en todos los números, e informes exhaustivos de las campañas militares y buscar apoyo económico de la embajada británica para sostener la publicación que, a finales de 1915, tenía ya dificultades económicas, según mostró en su momento  Enrique Montero.

Ante esas dificultades Ortega preparó su nueva iniciativa cultural de El Espectador.  Y le sustituyó en la dirección de España, primero de manera interina, el editor José Ruiz Castillo y luego, de manera definitiva, el periodista, ideólogo y político socialista Luis Araquistáin.

Luis Araquistáin sustituyó a José Ortega y Gasset en la dirección del semanario España a partir de noviembre de 1915

Luis Araquistáin sustituyó a José Ortega y Gasset en la dirección del semanario España a principios de 1916

A lo largo de 1915 casi toda la producción periodística de Ortega se plasmó en el semanario España, como destacara José Lasaga en el catálogo de la exposición El Madrid de Ortega, que tuvo lugar en el año 2006. Esos trabajos se han recogido en gran parte en el tomo primer de sus obras completas, editadas a partir de 2004 por Taurus.

Los artículos publicados por Ortega en España durante 1915 comentaban la actualidad política como las series que escribió sobre «Política de la neutralidad», «Ideas políticas» o «Libertad, divino tesoro». Pero también abundaron los de contenido cultural y filosófico, entreverados de observaciones científicas como las semblanzas de los filósofos «Enrique Bergson» o «Hermann Cohen» que no firmó; las observaciones sobre El Cinematógrafo que firmó con el seudónimo de «El Espectador», y sus ensayos «La voluntad del Barroco» o «Notas de andar y ver», sobre las que fijaré mi atención en el siguiente post.

Pd.: Mientras redactaba esta entrada leo en El País en la sección Cartas del lector un texto de Javier Cercas (ver aquí) en el que denuncia «el grado alarmante de confusión mental» del artículo publicado el 29 de diciembre de 2014 en el mismo diario por Benito Arruñada y Víctor Lapuente (ver aquí) y pide que se lea a Ortega en serio. Así lo ha hecho recientemente Jordi Gracia, autor de un ensayo biográfico, considerado uno de los libros más importantes publicados en 2014. (ver aquí, y aquí, )

650_TA09505.jpg

También conviene recordar que en 1982 se efectuó una edición  facsímil del semanario España. Esa edición contó con un prólogo de Salvador de Madariaga, un estudio preliminar a cargo de Manuel Tuñón de Lara y Enrique Montero, -al que aludí líneas arriba- e índices cronológico y onomástico.


3 comentarios

Aprendiendo geografia de Europa a través de textos literarios en la Barcelona de 1936

Uno de los alumnos que cursaba sus estudios en el Institut-Escola «Pi i Margall» de Barcelona en el curso 1935-1936,  al que dedicamos nuestro post anterior,  se llamaba Vicenç Biete i Farré. Tenía por aquel entonces ese joven estudiante unos quince años, pues había nacido en 1921, en el mismo año que mi padre. En una entrevista que le hicieron en su domicilio particular en junio de 1997 explicó a Joan Tort i Donada y Pere Tobaruela que los responsables de esa institución educativa  intentaron formar a los estudiantes como personas de una manera integral. Los profesores convivían todo el día con los alumnos, quienes en lugar de tener exámenes eran observados y evaluados continuamente. Se animaba a los alumnos a que continuamente se preguntasen por el porqué de las cosas. De ahí que esa experiencia suya de bachiller representase para Vicenç Biete un punto de inflexión en su manera de afrontar la realidad. El bagaje intelectual recibido en esas aulas le acompañaría a él y a otros compañeros durante el resto de su vida.

Pero ese prometedor bachillerato iniciado durante la Segunda República acabaría mal pues la guerra civil lo interrumpió violentamente. De la placidez del curso 1935-1936, a la que intentamos aproximarnos en nuestro post anterior, Vicenç Biete transitó bruscamente a la tragedia de la guerra. Un hermano suyo moriría en la batalla del Ebro durante 1938, y él, adolescente, sería movilizado en el frente del Segre que se estableció así en ese año.

batalla del Segre

De allí Vicenç Biete iría a un campo de concentración. En la posguerra tuvo que abandonar los estudios dedicándose primero a labores comerciales y luego ya en la década de 1950 al mundo de la impresión, donde pudo desarrollar sus dotes creativas.

Con el paso de los años Viçenc Biete llevó a cabo una interesante obra como geógrafo desde el Centre Excursionista de Catalunya, cuyo importante archivo fotográfico se puede consultar en línea en el importante repositorio cooperativo Memoria Digital de Catalunya (MDC).  Entre 1982 y 1991 fue presidente de la Societat Catalana de Geografia.

Lo que queremos destacar aquí es que esa afición por la geografía ya la manifestó Viçenc Biete en su bachillerato truncado del Institut-Escola «Pi i Margall» de Barcelona. En efecto el artículo de fondo del número 7 y último del «Butlletí de la Biblioteca dels alumnes de l’Institut-Escola ‘Pi i Margall'» titulado Estampes d’Europa se ilustraba con un dibujo, un tanto naïf, del continente europeo de Vicenç Biete.

Dibujo de Vicente Biete

El mapa acompañaba a un recorrido literario por  lugares representativos y emblemáticos de Europa. Por aquellos años literatura y geografía estaban estrechamente relacionadas y vuelven a darse la mano actualmente como se aprecia en la novela «El mapa y el territorio» de Michel Houellebecq, según ha mostrado Josep Vicent Boira en un valioso artículo.

Ya Azorín había publicado en 1917 en la editorial Renacimiento El paisaje de España visto por los españoles.Con ese libro en sus manos los lectores recorrían diversos escenarios peninsulares e insulares guiados por selectos textos. El Bierzo con Gil y Carrasco. Galicia en compañía de Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán y Ramón Mª del Valle- Inclán. Vasconia, cómo no, con la pluma de Pío Baroja. Asturias con Clarín y Castilla con Galdós. Murcia con José Marín Baldo. Alicante con Emilio Castelar. Y Córdoba con la guía de Juan Valera. Sevilla con varios autores, entre ellos Cervantes. Granada nuevamente con Castelar. Cataluña con Pablo Piferrer. Aragón con Gustavo Adolfo Bécquer. Valencia con Vicente Blasco Ibáñez. Mallorca con Rubén Darío y Miguel S. Oliver. La significación  de esta obra ha sido analizada en un interesante texto por el catedrático de Geografía Humana de la Universidad Autónoma de Madrid Nicolás Ortega Cantero.

Casi veinte años después los alumnos del Institut-Escola «Pi i Margall» se desplazaron por Europa familiarizándose con sus paisajes y gentes en compañía de otros escritores, que leyeron indistintamente en catalán y en castellano.

Portada Boletin alumnos IE Pi y Margall

Iniciaron su paseo geográfico precisamente con un párrafo de Barcelona i el mar del gran escritor y periodista de origen mallorquín Miquel dels Sants Oliver,  cuyo padre había fundado el diario La Almudaina en el que había colaborado el profesor de geografía e historia Rafael Ballester, según vimos en otras entradas de este blog.

Luego se fueron a campos portugueses de la mano de A cidades e as serras, una de las obras más representativas del gran novelista Eça de Queiroz. De allí se trasladaron al País Vasco con Les presons imaginàries de Pere Coromines, -padre del gran filólogo Joan Coromines-, y continuaron por  tierras de Francia con el ensayo Hores viatgeres de 1926 del periodista Agustí Calvet o Gaziel, costas de Bretaña con Le chant de l’équipage de 1918 de Pierre Mac Orlan, tierras de Provenza con Camins de França de 1934 del escritor y político de Esquerra Republicana de Catalunya Joan Puig i Ferrater, y la catedral de Estrasburgo con Strasbourg del poeta católico francés Paul Claudel. Siguieron luego rumbo a las pequeñas ciudades belgas de la mano de Festa d’hivern del poeta de origen flamenco Emile Verhaeren, y a Flandes y Amsterdam con sendos extractos de Relacions de 1927 del agudo observador social Josep Pla, uno de los mejores escritores en lengua catalana.

Después viajaron imaginariamente de París a Londres con Fermé la nuit de 1923 del escritor francés Paul Morand. A Inglaterra se aproximaron con el libro de 1931 del alemán, nacionalizado suizo, Emil LudwigLebensgeschenke . Observaron Londres con textos de Arceval y los ingleses de 1925  de Salvador de Madariaga, y Londres de Paul Morand, y el norte de Inglaterra con otro párrafo de Relacions de Josep Pla. Saltaron nuevamente al continente y se fueron a Dinamarca en compañía del libro de viajes La conquista del horizonte  de 1932 de Wenceslao Fernández Flórez, a Noruega con I went to Russia del escritor irlandés Liam O’Flaherty, -reseñado en el diario La Vanguardia de Barcelona el 12 de marzo de 1932–  y a Letonia con un párrafo de Rússia de Josep Pla, resultado de su viaje a la Unión Soviética en 1925 por encargo del diario barcelonés La Publicitat.

Arceval y los ingleses - Salvador de Madariaga

Se internaron luego en Leningrado con otro texto de I went to Russia del irlandés, ya mencionado, Liam O’Flaherty; en la estepa rusa en compañía del periodista y político socialista Julio Alvarez del Vayo, autor de La nueva Rusia; y fueron a Moscú, «la capital roja», con otro párrafo de I went to Russia de Liam O’Flaherty.

Se encaminaron a continuación hacia Lübeck, ya en tierras alemanas, con un poema de Paisatge de Josep M. de Sagarra, y navegaron por el Rin con un fragmento de la monumental novela Jean-Christophe que abriría las puertas del Nobel de Literatura de 1915 al francés  Romain Rolland. Luego se dirigieron a las montañas suizas en compañía de Zaubeberg o La montaña mágica de 1924 del alemán Thomas Mann -premio Nobel de Literatura en 1929- y a las llanuras húngaras con Llanterna mágica, publicada en 1926, de Josep Pla, cuya obra se sigue editando y analizando.

Josep Pla Llanterna mágica

Entraron en Italia con un texto publicado en 1935 de Dels meus records del pintor Josep de Togores, pasearon por las tiendas napolitanas con la novela La mujer de ámbar de Ramón Gómez de la Serna, publicada en 1928, y navegaron por el litoral siciliano en compañía de El pont de la mar blava publicada en 1928 por el destacado intelectual y político republicano y catalanista Lluís Nicolau d’Olwer.

Se introdujeron luego en el mundo balcánico de la mano de un texto de Europa del aristócrata alemán Eduard von Keiserling.  Se aproximaron a la Valaquia danubiana gracias a Les chardons du Baragan, publicada en 1928, del escritor rumano Panaït Istrati. Visitaron Constantinopla con Incidences que el escritor francés André Gide publicó en 1924. Y terminaron ese tour en Esmirna, lugar donde «Europa y Asia se encuentran» según expresara en Two years el irlandés Liam O’Flahertyguía por esas tierras de los escolares barceloneses que elaboraron el último boletín de la biblioteca del «Institut-Escola Pi i Margall» en el año 1936, de tan hondas resonancias en la historia de España.

Para finalizar esta entrada finalizo con dos de las estampas más breves, seleccionadas por los alumnos de ese Instituto-Escuela para internarse por el continente europeo, escritas por dos periodistas viajeros.

La primera corresponde al catalán Josep Pla. En Rússia describe así el paisaje de Letonia:

«A mesura que el tren va penetrant Letònia endins i s’obren, com un ventall, davant la via les ales del paisatge, la terra es va tornant cada vegada més desolada. Darrera la finistra del vagó, sota una pluja que sembla que dura de tota la vida, s’allarga un paisatge lacustre, despoblat, amb un perfil d’ondulacions queixelades amb mates baixes i algun arbre esquiu i raquític, sobre un cel esblaimat».

La segunda al madrileño Julio Alvarez del Vayo quien, en su libro La nueva Rusia de 1926,  evocó así su paso por la estepa rusa:

«Se había obscurecido de pronto el horizonte, y los nubarrones negros iban cerniéndose sobre nosotros cada vez más próximos. Por toda la estepa soplaba fuerte aire de tormenta. Los caballos de las troikas que encontrábamos en el camino se encabritaban a cada relámpago, emprendiendo con las crines alborotadas una carrera loca por los campos sedientos de lluvia. Sobre toda la región del Volga pesaba desde hacía semanas la amenaza de una nueva sequía y el recuerdo terrible de la que provocara en 1921 la catástrofe del hambre».