jaeinnova

Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Los maestros y maestras, vectores de la admiración hacia Cajal de la infancia durante la Segunda República

Como expuse en la entrada anterior de esta bitácora Cajal era muy apreciado entre el alumnado de las escuelas nacionales existentes en el Madrid republicano del curso 1933-1934. Según una encuesta que se efectuó por aquel entonces a más de dos mil escolares madrileños Cajal ocupaba la novena posición en el ranking de una especie de panteón cívico construido en los centros de enseñanza primaria de la capital de la República. Era el primer personaje vivo estimado por quienes respondieron a la encuesta. Estaba precedido por Cervantes, Colón, Goya, la figura del maestro, Velázquez, Murillo, Agustina de Aragón y Gutenberg en las preferencias de la población encuestada. Pocos meses después de efectuada esa encuesta fallecería, el 17 de octubre de 1934

¿Por qué un personaje dedicado fundamental a explorar la estructura del sistema nervioso de los seres vivos y los secretos del cerebro exponiendo y defendiendo su teoría neuronal ejerció tal fascinación en los escolares republicanos? Mi hipótesis es que a lo largo del primer tercio del siglo XX se produjo una singular interacción entre la indudable voluntad pedagógica de Cajal, que ya analicé en otros lugares (ver aquí), y los maestros que se sintieron atraídos por las preocupaciones educativas del científico español más influyente en los tiempos contemporáneos. Esa interacción explica dos fenómenos. Por una parte, las preocupaciones mostradas por Cajal hacia las demandas que le llegaban de docentes de todo tipo, particularmente de modestos maestros y maestras de España, pero también de Estados Unidos o de países latinoamericanos, como Argentina. Por otro lado, la labor de diseminación en el ámbito editorial de los pensamientos educativos y de la trayectoria biográfica de Cajal, llevada a cabo por maestros y pedagogos, interesados en acercar la vida y la obra del premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1906 no sólo a los futuros maestros, sino también a la población infantil y juvenil.

Respecto a la primera cuestión son elocuentes algunas de las cartas que reprodujo Juan Antonio Fernández Santarén al editar una antología del epistolario de Cajal, en la que se deslizó alguna que otra errata. Dos de ellas corresponden al mencionado curso 1933-1934.

En una, fechada en el pueblo toledano de Velada el 28 de enero de 1933 el maestro Mariano Gamboay (sic) solicitaba a Cajal el envío de un retrato para colocarlo en su aula y se dirigía a él en estos términos:

Sr. don Santiago Ramón y Cajal

Nuestro respetado y bondadoso señor:

Unos niños, niños que viven en apartado rincón toledano, pero, que saben y conocen cuanto hace a favor de España el sabio Médico, se atreven a molestarle con un ruego; ruego que por ser de nosotros, pobres niños, nos disculpará.

En nuestra Escuela, al lado de la biografía, tenemos el retrato del culto y recto español don Santiago Ramón y Cajal, pero malo, es tomado de un periódico; siendo esta la causa de molestarle, rogándole se digne concedernos, caso de que sea posible, un retrato suyo, el que será el mayor honor que habrá para nosotros, para estos niños olvidados; retrato que será colocado, entre los pliegues de nuestra bandera, formando el «Grupo de grandes españoles».

Mucho es pedirle con atrevernos a solicitar su retrato, pero si unos niños que le aman y quieren vieran en su retrato un pensamiento del gran sabio español, sería un doble honor.

Sabemos que si todos los niños hicieran igual, no podría complacernos, pero en todas las Escuelas no se les admira y quiere igual y todos los niños no son tan necesitados de la visita de los sabios españoles.

Le rogamos nos perdone esta libertad, y con gracias anticipadas, se ofrecen a su disposición estos pobres escolares.

Firmaban a continuación 16 alumnos que podrían haber sido muchos más según Mariano Gamboay quien unía su firma «con todo respeto y admiración» al «sabio incomparable».

En esa carta existe una anotación manuscrita de la secretaria de Cajal que dice «Enviado retrato en 28-VI-33».

El otro documento epistolar en el que fijo la atención es una petición, firmada en Gerona/Girona en mayo de 1934. En ella el inspector de primera enseñaza José María Villegas (sic por Villergas) pidió permiso a Cajal para reproducir el pasaje titulado «Mirad al italiano» que aparece en el libro de La infancia de Cajal contada por el mismo en una pequeña obra de lectura para niños que estaba preparando. Cajal, en una carta fechada en Madrid el 17 de junio de 1934, cuatro meses antes de fallecer, le concedió tal autorización con estas palabras: «Con mucho gusto le doy permiso para que reproduzca el pasaje de mi librito «Mirad al italiano» y le agradezco infinatemente la atención que ha tenido conmigo al acordarse de esta modesta obrita para amenizar la lectura de los pequeños con la obra que quiere Vds. componer».

Estos intercambios epistolares merecen algunas apostillas.

Primera, la petición del maestro de Velada se inscribe en una tendencia existente en centros educativos y en otros lugares, como laboratorios científicos o despachos de profesionales, de tener un retrato visible de Cajal en un lugar preeminente. En unas ocasiones fue el retrato oficial que se hizo cuando se jubiló el 1º de mayo de 1922 -como se aprecia en el documental ¿Qué es España», elaborado por Luis Araquistáin, -según he explicado en otro lugar (ver aquí)- y que Cajal acompañó de la siguiente reflexión, expresiva de sus preocupaciones pedagógicas: «Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yerros de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia».

Otras veces se trataba de un retrato que reprodujo la revista ilustrada La Esfera, allá por 1915, que es el que utilizó el profesor de la Escuela Normal de Guadalajara Modesto Bargalló para que presidiese el aula-laboratorio donde enseñaba a enseñar las ciencias físico-químicas y naturales a futuros maestros. Así lo ha recordado en las redes sociales mi colega Luis Moreno Martínez, el biógrafo de ese gran didacta e historiador de las ciencias que fue Modesto Bargalló como consta en el magnífico sitio web que le ha dedicado (ver aquí), al comentar mi anterior entrada a esta en la bitácora Jaeinnova, cuestión que también desarrollaré en la conferencia que impartiré el martes 16 de febrero de 2021 a los alumnos del Master en Historia y Memoria de la educación organizado por la Universidad de Alcalá y la UNED, titulada «La ‘cajalización’ de España y el fomento de la educación científica en las aulas republicanas».

Segunda, el intento del inspector de enseñanza primaria de Gerona/Girona José María Villegas o Villergas para usar un texto de Cajal que ilustrase libros de lecturas infantiles se remontaba a muchos años atrás. Según mis noticias el primero que usó tal procedimiento fue el maestro Félix Martí Alpera, bien estudiado por Pedro Luis Moreno. Ese profesor que desarrolló la mayor parte de su labor docente en Cartagena publicó en 1907 su libro Joyas literarias para niños. Allí insertó el capítulo «La indagación científica» de Cajal. Procedía ese texto de extractos del epígrafe “Perserverancia en el estudio” del capítulo tercero “Cualidades de orden moral que debe poseer el investigador” de la edición, probablemente, de 1899 de las Reglas y consejos sobre la investigación biológica. Ese libro, a partir de su edición de 1916 lo denominó Cajal «Los tónicos de la voluntad», obra de la que hice una edición crítica en la editorial Gadir, que ya va por la cuarta edición.

Tercera, la obra mencionada en la correspondencia aludida del inspector de primera enseñanza de la provincia de Gerona/Girona José María Villegas o Villergas era el resultado de un singular esfuerzo del pedagogo Luis de Zulueta. Antes de ocupar altas responsabilidades políticas durante el primer quinquenio republicano el catedrático de Historia de la Pedagogía de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio logró convencer a principios de la década de 1920 a los responsables de la editorial Reus para lanzar la colección «Cuando yo era niño». El primer volumen, editado en 1921, fue La infancia de Ramón y Cajal contada por él mismo, una adaptación hecha por Luis de Zulueta de la primera parte de la autobiografía de Cajal, la titulada «Mi infancia y juventud», cuya primera edición se había publicado en 1901, y la segunda en 1917. En el capítulo XIII, en el epígrafe dedicado por Cajal a exponer «las graves consecuencias de llevar gabán largo» narró el acoso que sufrió en las aulas del Instituto de Huesca por parte de «los gallitos de los últimos cursos», quienes se burlaban insistentemente de él y le asediaban por usar un abrigo hecho por su hacendosa madre que le quedaba demasiado largo de manera que «mi facha recordaba bastante a la de esos errabundos saboyanos que, por aquellos tiempos, recorrían la Península tañendo el arpa o haciendo bailar al son del tambor osos y monas». Es ese episodio el que Zulueta en su adaptación de la autobiografía de Cajal destinada al público infantil y juvenil tituló ¡Mirad al italiano!, como se observa en el índice de su obra, digitalizada afortunadamente por la Biblioteca Nacional de España (ver aquí). Es ese capítulo el que interesó inspector de primera enseñanza de Gerona, mencionado líneas atrás, para el libro de lecturas infantiles que quería componer.

Estas y otras observaciones las recogí, ampliando algunas de ellas, en la conferencia que impartí el pasado 16 de febrero cuando fui invitado a dar la conferencia inaugural de una nueva edición del Master en Historia y Memoria de la Educación que organizan colegas de la UNED, vinculados al centro de investigación MANES, y de la Universidad de Alcalá. Está accesible aquí. Inicié esta entrada antes de dar la conferencia y la concluí días después de impartirla.


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De cuándo 77 científicos e intelectuales se solidarizaron con Azaña en noviembre de 1934

El pasado 3 de noviembre se cumplieron 80 años del fallecimiento de don Manuel Azaña, el último presidente de la República española, y uno de los dos mil pensionados de la JAE, disfrutando de su primera pensión en París durante seis meses en el curso 1911-1912.

Semanas después de ese aniversario se ha inaugurado una exposición que se le ha dedicado en la Biblioteca Nacional de España. Aún no la he visitado. No sé cómo se ha abordado en ella su obra de gobierno durante la Segunda República española y la estrecha relación que tuvo en ese período con científicos e intelectuales, no sólo con los que militaron en los partidos políticos que fundó y dirigió como Acción Republicana e Izquierda Republicana, muchos de ellos también ex pensionados de la JAE, como él mismo.

A la espera de ir a visitar esa exposición me parece oportuno presentar en esta entrada un indicador de los apoyos y simpatías que le mostraron científicos y gentes de la cultura, en un momento particularmente crítico de su trayectoria política como fue el otoño de 1934. Tal es el caso de un documento que Azaña situó en el frontispicio de la edición de su famosa obra Mi rebelión en Barcelona, editada por Espasa-Calpe, a principios de septiembre de 1935.

Puede considerarse ese libro la catapulta que le lanzó a la recuperación del poder en las reñidas elecciones de febrero de 1936.

Buena prueba de la extraordinaria recepción de ese libro nos la ofrece El Sol de 6 de septiembre de 1935 al elegirlo como el autor del día, y al insertar un anuncio publicitario de la obra que acababa de salir al mercado

La expectación que suscitó esa nueva obra de Manuel Azaña fue inmensa. Su primera edición se agotó en 24 horas. En ella Azaña, haciendo gala de sus dotes literarias y de su maestría en el manejo de diversos recursos retóricos, se defendió de la campaña de descrédito y de los ataques políticos que había sufrido en el otoño de 1934, cuando fue acusado de connivencia con la revuelta catalana del 6 de octubre de 1934 en la que la Generalidad proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española y le detuvieron durante varias semanas en diversos barcos, como el buque Ciudad de Cádiz surto en el puerto de Barcelona.

A modo de prólogo de esa obra Azaña insertó un texto, elaborado en noviembre de 1934, por un elenco de representantes significativos de la «intelligentsia» republicana, que la censura había impedido que se publicara en los periódicos de Madrid.

Merece la pena reproducir ese manifiesto (1) y fijarse en sus 77 firmantes porque nos permite entender cómo un grupo relevante de científicos, intelectuales y otros ciudadanos se sintieron próximos a Manuel Azaña, colaborando antes y después de la firma de ese documento con su obra de gobierno, tanto en el primer bienio republicano como en los meses de gobierno del Frente Popular. En ese último período Azaña pasó de la jefatura del Gobierno, el 19 de febrero de 1936, a la Presidencia de la República, a partir del 11 de mayo de 1936 tras una controvertida aplicación de un artículo de la Constitución de 1931 que defenestró a Niceto Alcalá-Zamora.

He aquí el manifiesto, suscrito por 77 relevantes personalidades en noviembre de 1934 pero que salió a la luz pública en septiembre de 1935 (1)

A la opinión pública

Queremos, los firmantes de este escrito, confiar a nuestros compatriotas, de manera respetuosa y cordial, la preocupación y la amargura que nos inspira el caso de don Manuel Azaña. Con él tenemos mayores o menores concomitancias ideológicas, pero no somos sus correligionarios políticos ni estamos ligados a él por intereses de ninguna especie.

Lo que contra el señor Azaña se hace quizá no tenga precedente en nuestra historia, y si lo tiene, de fijo valdrá más no recordarlo. No se ejercita en su contra una oposición, sino una persecución. No se le critica, sino que se le denosta, se le calumnia y se le amenaza. No se aspira a vencerle, sino a aniquilarle. Para vejarle se han agotado todos los dicterios. Se le presenta como un enemigo de su patria, como el causante de todas sus desdichas, como un ser monstruoso e indigno de vivir.

Y todos sabemos – incluso sus más apasionados detractores- que eso no es cierto; que el ideario y la conducta del señor Azaña son absolutamente opuestos a los sucesos luctuosos que recientemente han afligido al país; que ha seguido en el poder y en la oposición una política de publicidad, honestidad y limpieza, y que constituye un valor moral y mental al que cualquiera puede negar la conformidad, pero nadie debe regatear el respeto.

Sus aciertos y sus yerros son cosa aparte y cada cual puede estimarlos como guste. La persecución judicial de que se le quiere hacer objeto, también es problema distinto, pues nadie osará atravesarse ante la justicia, mientras ésta no demuestre que sirve a las pasiones antes que a las leyes. De suerte que no pretendemos recabar un asentimiento que sería imposible y absurdo ni entorpecer una acción depuradora, aunque se ejercite en términos de rigor inusitados y sorprendentes.

Nuestra protesta va encaminada simplemente contra los modos de ataque, llegados a tan ciego encono que no parecen propios para lograr una obra de severidad (incomprensible para nosotros), sino para cohibir la acción serena de los órganos del Estado, para provocar una revuelta obcecada o para armar el brazo de un asesino.

Comprendemos lo mucho que ciega la pasión política, pero también creemos que una gran parte de los que se suman a la campaña lo hacen por inconsciencia, por desconocimiento de la verdad, y por contagio.

Y como en caso de tanta gravedad para la persona atacada y para el decoro político no basta con que unos cuantos salven su responsabilidad personal, guareciéndose en la intimidad de su conciencia, hemos querido difundir este documento en el que, con mesura y ecuanimidad, defendemos, más que al señor Azaña, a la civilidad española.

Entre los firmantes se encontraban:

27 escritores y 3 escritoras.

Entre los primeros firmaban: «Azorín» (Monóvar 1873-Madrid 1967), José Bergamín (Madrid 1895-Fuenterrabía 1983), Carlos Capdevila, Juan de la Encina [seudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal] Bilbao 1883-México 1963], Antonio Espina (Madrid 1891-1972), Enrique Fajardo («Fabián Vidal») (Granada 1883-México 1948), León Felipe (Tábara-Zamora 1884-Ciudad de México 1968) , Federico García Lorca (Fuente Vaqueros-Granada 1898- camino de Viznar a Alfacar, Granada 18 de agosto 1936), José García Mercadal (Zaragoza 1883-Madrid 1975), Pedro Garfias (Salamanca 1901-Monterrey-México 1967), Eusebio Gorbea (Madrid 1881-Buenos Aires 1948), Juan Ramón Jiménez (Moguer 1881-San Juan de Puerto Rico 1958), Ángel Lázaro (Orense 1900-Madrid 1985), Eduardo Marquina (Barcelona 1879-Nueva York 1946), Paulino Masip (Granadella-Lérida 1899-Cholula-México 1963); Antonio de Obregón (Madrid 1909-1985), Miguel Pérez Ferrero (Madrid 1905-1978), Alejandro Plana, buen amigo catalán de Unamuno (ver aquí), Jesús (sic por José) Pous y Pagés (Figueras 1873-, Barcelona 1952), José María de Segarra (Barcelona 1894-1961), Adolfo Salazar (Madrid 1890-Ciudad de México 1958), Diego San José (Madrid 1884-Redondela 1962), Luis de Tapia (Madrid 1871-Cuart de Poblet-Valencia 1937), Ramón del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa 1866-Santiago de Compostela 5 enero 1936), Francisco Vera (Alconchel-Badajoz 1888-Buenos Aires 1967), Antonio Zozaya (Madrid 1859-México 1943), Alejandro Casona (Besullo-Cangas del Narcea-Asturias 1903-Madrid 1965).

Como escritoras suscribían el manifiesto: la viuda de Giner de los Ríos -que no he podido determinar quién es; Matilde Muñoz (Madrid 1895-La Habana 1954) e Isabel de Palencia (Málaga 1878-Ciudad de México 1974),

18 catedráticos de Universidad, mayoritariamente de la Universidad Central, como se denominaba entonces a la de Madrid.

Dos de ellos estaban ya jubilados: el naturalista y destacado entomólogo Ignacio Bolívar (Madrid 1850-Ciudad de México 1944) que seguía dirigiendo el Museo Nacional de Ciencias Naturales y el oceanógrafo y biólogo marino Odón de Buen (Zuera, Zaragoza, 1863-México 1945), director aún del Instituto Español de Oceanografía.

El resto estaba en activo. Tres en la Universidad de Barcelona: el profesor de Química orgánica en esa universidad desde 1918, Antonio García Banús, (Valencia 1888-Caracas 1955), quien hizo una meritoria labor científica en su exilio colombiano (ver aquí); el destacado catedrático de Fisiología de su Facultad de Medicina desde 1916 Augusto Pi Suñer (Barcelona 1879-Ciudad de México 1965), quien obtendría el prestigioso premio Kalinga otorgado por la UNESCO en 1955 por su labor divulgadora, y el filósofo y pedagogo Joaquín Xirau (Figueras-Gerona 1895-México 1946), catedrático de Lógica fundamental en la Facultad de Filosofía y Letras.

Otros trece en la Universidad de Madrid.

Cinco formaban parte del claustro de la Facultad de Ciencias: el antropólogo físico e historiador de la ciencia y catedrático de Antropología, que se cursaba en el doctorado, Francisco de las Barras (Sevilla 1869-1955), el discípulo de Enrique Moles y catedrático de Química teórica Miguel Crespí Jaume (Pontevedra-?), Enrique Moles (Barcelona 1883-Madrid 1953), considerado el «padre de la química moderna española» (ver aquí); el zoólogo y biólogo marino, catedrático desde 1918 de Zoografía de Animales inferiores y Moluscos (invertebrados no artrópodos), José Rioja Martín (Madrid 1866-1945) y el introductor de la genética moderna en España y profesor encargado de prácticas de Biología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales Antonio de Zulueta (Barcelona 1885-Madrid 1971), adscrito a la cátedra de Técnica micrográfica e Histología vegetal y animal, hermano además del pedagogo Luis de Zulueta, estrecho colaborador político de Azaña.

Cuatro pertenecían a la Facultad de Medicina, que tenía un gran prestigio en aquella época. Eran el farmacólogo y catedrático de Terapéutica y Arte de Recetar Teófilo Hernando (Torreadrada-Segovia 1881-Madrid 1975); el relevante endocrinólogo e historiador de la medicina, Gregorio Marañón, (Madrid 1887-1960); el catedrático de Oftalmología, Manuel Márquez (Villaseca de La Sagra-Toledo 1872-Ciudad de México 1962); José (sic por Jorge) Francisco Tello (Alhama de Aragón-Zaragoza 1880-Madrid 1958), discípulo de Cajal y su sucesor a partir de 1926 de la cátedra de Histología, Anatomía Patológica.

Dos a la Facultad de Derecho: Fernando de los Ríos (Ronda-Málaga 1879- Nueva York 1949), catedrático de Derecho Político, Presidente del Ateneo de Madrid, y destacado miembro del PSOE , ex ministro de Justicia e Instrucción Pública y Bellas Artes en gabinetes presididos por Azaña en el primer bienio republicano y Felipe Sánchez-Román (Madrid 1893-Ciudad de México 1956), catedrático de Derecho Civil Español Común y Foral y luego, entre 1933 y 1936, de Estudios Superiores de Derecho privado en el doctorado. En 1934 fundó el Partido Nacional Republicano.

Y otros dos a la Facultad de Filosofía y Letras: el filólogo e historiador de la literatura Américo Castro (Cantagalo-Rio de Janeiro-Brasil 1885-Lloret de Mar 1972) y el helenista, catedrático de Lengua y Literatura Griegas Emeterio Mazorriaga (Castillo de Bayuela-Toledo 1868-1937);

Seis de esos catedráticos eran también académicos. En esa situación se encontraban Enrique Moles, de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1934 (ver aquí) ; Ignacio Bolívar, de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1915 (ver aquí) y de la Academia Española, en el sillón F, desde 1931 (ver aqui); Gregorio Marañón, de la Academia Española, en el sillón K, desde abril de 1934 (ver aquí); y de la Nacional de Medicina eran académicos Manuel Márquez, desde 1916, Teófilo Hernando, desde 1922 y Jorge Francisco Tello desde 1923.

8 periodistas como C. Arnal [José Cabrero Arnal] (Castilsabás (Huesca) 1909-Antibes (Francia) 1982, pionero del cómic en España (ver aquí y aquí); Leopoldo Bejarano (Béjar 1879-Madrid 1964), el gran reportero y subdirector del diario Ahora Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897-Londres 1944), muy apreciado por sus lectores de hoy en día; Juan González Olmedilla (Sevilla 1893-1972 Argentina?); Antonio Hermosilla -que dirigía La Libertad; Francisco Molina; Cástor Patiño; el director del diario El Liberal de Madrid Francisco Villanueva, (San Clemente-Cuenca 1875-México, D.F. 1946).

8 artistas como los escultores Juan Adsuara (Castellón 1891-1973), José Clará (Olot-Gerona 1878-Barcelona 1958), Juan Cristóbal (Ohanes-Almería 1897-Cadalso de los Vidrios-Madrid 1961); los compositores Oscar Esplá (Alicante 1886-Madrid 1976) y Julio Gómez (1886-1973) ; los pintores José M. López Mezquita (Granada 1883-Madrid 1954), Timoteo Pérez Rubio (Oliva de la Frontera-Badajoz 1894- Valença-Brasil 1977) y Miguel Viladrich (Torrelameu-Lérida 1887-Buenos Aires 1956).

7 médicos como los doctores Manuel Bastos (Zaragoza 1887-Barcelona 1973), destacado traumatólogo y director desde 1932 de la Clínica de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Instituto Rubio (ver aquí); Luis Calandre (Cartagena 1890-Madrid 1961), relevante cardiólogo, muy vinculado a la Residencia de Estudiantes de la JAE; el siquiatra Gonzalo R. Lafora (Madrid 1886-1971), discípulo de Nicolás Achúcarro (ver aquí), académico de la de Medicina desde 1933 rechazando el puesto al año siguiente (ver aquí) cuando fue rechazada la candidatura de Pío del Río Hortega, defendida por él, por motivos espúreos; el gastroentorólogo Juan Madinaveitia,(Oñate-Guipuzcoa 1861-Barcelona 1938); Aurelio Romeo, destacado pediatra, presidente de Cruz Roja española durante la guerra civil, exiliado en México, Manuel Tapia Martín, relevante bronconeumólogo y Carlos García Pélaez, vinculado al Hospital Provincial de Madrid.

6 arquitectos como Arturo [Sáenz de la] Calzada (Labraza-Alava 1907- Ciudad de México 2003) que había sido cofundador de la Federación Universitaria Escolar (FUE), actor del grupo teatral de La Barraca de Federico García Lorca. Con su maestro Manuel Sánchez Arcas y otros compañeros ganó en ese año de 1934 un accesit en el Concurso Nacional de Arquitectura por su proyecto para un Museo del Coche y del Arte Popular; Fernando García Mercadal (Zaragoza 1896-Madrid 1985), uno de los principales introductores del racionalismo arquitectónico centroeuropeo en España e impulsor en 1930 del GATEPAC que tan destacado papel cumpliría en la España republicana en la renovación de la arquitectura; Luis Lacasa (Ribadesella-Asturias 1899-Moscú 1966) , urbanista que dejó su huella en instalaciones científicas, pues diseñó con Sánchez Arcas la construcción del edificio Rockefeller, sede del Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado como tal en 1932, y participó en la construcción de edificios de la Ciudad Universitaria de Madrid antes de que se convirtiese en campo de batalla tras el estallido de la guerra civil; Jesús Martí (Castellón de la Plana 1899-Ciudad de México 1975), quien acababa de proyectar la construcción de un edificio escolar en el barrio madrileño de Chamartín de la Rosa donde estaba asentada una influyente colonia de institucionistas y dirigentes de la JAE, como José Castillejo (ver aquí); Carlos Mosquera; Manuel Sánchez Arcas (Madrid 1897-Berlín 1970), quien además de hacer con Luis Lacasa el edificio Rockefeller al lado de la sede de la actual presidencia del CSIC, diseño y construyó desde 1932, junto al ingeniero Eduardo Torroja, el pabellón de Gobierno, la Central Térmica y el Hospital Clínico Universitario de San Carlos de la Ciudad Universitaria de Madrid, donde he estado hospitalizado 23 días en la primavera de este fatídico año 2020.

3 catedráticos : Martín Navarro (Cuevas del Almanzora-Almería 1871-Ciudad de México 1950), de Psicología, Lógica y Etica, en diversos Institutos de Enseñanza Secundaria como el Instituto-Escuela dependiente de la JAE (ver aquí); Manuel Núñez Arenas (Madrid 1866-París 1951), historiador y catedrático de Francés en los institutos de Alicante y Velázquez de Madrid durante la Segunda República tras haber vivido unos años exiliado en Francia durante la dictadura de Primo de Rivera (ver aquí) y Antonio Sacristán Zabala, de la Escuela Superior de Comercio y personalidad destacada del periodismo madrileño.

2 científicos como el meteorólogo Hilario Alonso y el histólogo doctor Pío del Río Hortega (Portillo-Valladolid 1882-Buenos Aires 1945), director del Instituto Nacional del Cáncer desde 1931, candidato al premio Nobel de Medicina en dos ocasiones, en 1929 y en 1937, sobre quien se ha escrito recientemente la biografía Un científico en el armario en la que se ha abordado la influencia de su homosexualidad en su vida científica

2 dibujantes, en la intersección del mundo periodístico y artístico, como los caricaturistas Luis Bagaría (Barcelona 1882-La Habana 1940), renovador del género y que cuando se firmó ese manifiesto había reanudado su colaboración con el diario El Sol de Madrid tras el hundimiento del periódico Luz; Félix Feliu (sic) («Apa») [Feliu Elias Bracons] (Barcelona 1878-1948), quien realizó la viñeta diaria de La Publicitat, uno de los principales periódicos catalanes de los años 1920 y de la Segunda República.

Un industrial como Manuel Busquets, (¿ -Canet de Mar 1957), dueño del periódico Heraldo de Madrid desde 1922.

Una profesora de Escuelas Normales como Gloria Giner de los Ríos (Madrid 1886-1970), destacada pedagoga e hija de Hermenegildo Giner de los Ríos, y esposa del dirigente socialista Fernando de los Ríos.

Una persona sin profesión: Elisa Morales de Giner de los Ríos, esposa desde 1917 del arquitecto y político republicano Bernardo Giner de los Ríos

(1) Está reproducido en Santos Juliá, editor, Manuel Azaña, Obras completas, vol. 5, noviembre 1933-julio 1936, Madrid, Ministerio de la Presidencia, 2007, pp. 197-198.


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La felicitación para el nuevo año 1934 del pensionado de la JAE José María Albareda, futuro secretario general del CSIC

En la anterior entrada de esta bitácora vimos a un José María Albareda conspirando en el segundo semestre de 1939 ante el ministro de Educación Nacional José Ibáñez Martín para hacerse cargo de la secretaría general del CSIC, cargo de gran influencia que empezó a ejercer el 24 de enero de 1940. Para ello llevó a cabo una implacable denuncia de la labor reorganizadora del sistema científico español que había llevado a cabo el físico Julio Palacios desde el final de la guerra civil, acusándolo de ser condescendiente con el personal que era simpatizante de la Institución Libre de Enseñanza, y de estar excesivamente influido por el ideario de la JAE.

Pero rebobinando la película de la vida de Albareda hacia atrás podemos apreciar cómo él fue uno de los científicos que la JAE alentó y apoyó en su carrera investigadora, como queda claro en su expediente de pensionado que se encuentra en el archivo de la JAE, sobre el que me estoy apoyando en la pequeña biografía de Albareda que estoy preparando para el diccionario on-line JAEeduca, que coordino.

En efecto, a partir del 15 de noviembre de 1928 Albareda empezó a disfrutar de una pensión que la JAE le concedió en tierras alemanas en el Chemisches Institut de la Landwirtschaftliche Hochschule [Instituto Químico de Economía Agraria] de Bonn-Poppelsdorf para especializarse en Química agrícola. Su tutor en ese centro de investigación, el Dr. Hubert Kappen, le recomendó luego trasladarse primero a la Suiza alemana para trabajar en la Technische Hochschule de Zurich con el profesor Georg Wiegner, y luego a la Universidad de Königsberg para colaborar con el profesor Eilhard Alfred Mitscherlich. La JAE se mostró de acuerdo en que desarrollase ese ambicioso plan de trabajo sobre Química agrícola y Electroquímica, prorrogándole su pensión durante ocho meses y medio, según acuerdo de su comisión ejecutiva de 1 de octubre de 1929. Cuando a finales de junio de 1930 solicitó a la JAE anticipar el fin de la pensión por encontrase enfermo en Königsberg también fue atendida su solicitud. Sus comunicaciones con su interlocutor en la secretaría de la JAE, el pedagogo Gonzalo Jiménez de la Espada, institucionista e hijo del naturalista Marcos Jiménez de la Espada, y estrecho colaborador de José Castillejo, eran fluidas y cordiales.

Meses después cuando ejercía de catedrático de Agricultura en el Instituto de Huesca la Academia de Ciencias Exactas, físicas y naturales de Madrid, por acuerdo adoptado el 25 de mayo de 1932, le designó becario de la Fundación Ramsay para realizar durante un año a partir de agosto de 1932 investigaciones en la Rothamsted Station bajo la dirección del profesor Sir John Russell. La JAE entonces no sólo le concedió la consideración de pensionado, lo que le autorizaba ante el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes a no cumplir sus obligaciones docentes en Huesca, sino que también aceptó la propuesta que hizo Albareda el 11 de julio de prorrogar su estancia en Londres , que se prolongaría un año más hasta julio de 1934.

Es en ese período de tiempo vivido en tierras inglesas cuando envió a uno de sus interlocutores en la secretaría de la JAE la siguiente felicitación navideña y de año nuevo con buenos deseos para 1934, que sería tan trágico en la historia de la Segunda República española.

Albareda felicitacion Navidad y Año Nuevo en 1933

A la felicitación adjuntó una fotografía del centro de trabajo donde el futuro secretario general del CSIC pasó casi dos años de su vida, profundizando en sus investigaciones edafológicas: la Rothamsted Experimental Station, el centro de investigaciones agronómicas más antiguo del mundo, fundado por John Bennet Lawes en 1855.

Albareda Laboratorio en Londres

Tras su regreso a Madrid y vincularse a uno de los nuevos Institutos republicanos -el Velázquez- José Castillejo se fijó en sus capacidades científicas y le intentó fichar para uno de los centros de investigación del nuevo organismo impulsor de la política científica republicana -la Fundación Nacional para Investigaciones Científicas y Ensayos de Reformas, -a la que dediqué en su momento una entrada en esta bitácora: ver aquí-Pero esta cuestión la abordaré en una próxima entrada, ya en los inicios del año 2018.


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El año universitario 1933-1934 por María Zambrano

Casualmente, y gracias a la tuitera @inesge quien me puso en alerta sobre los fondos fotográficos existentes en la Biblioteca Nacional sobre la guerra civil

fotografia guerra civil

he descubierto el sábado 28 de noviembre 2015 un valioso documento accesible en la Hemetoreca Digital de la Biblioteca Nacional. Se trata de un Almanaque Literario de 1935 publicado por Guillermo de Torre (1900-1971), Miguel Pérez Ferrero (1905-1978) y Esteban Salazar y Chapela (1900-1965). Por lo que sé es un documento poco conocido y analizado por los investigadores interesados en la cultura de la Segunda República española.

Almanaque literario 1935 portada

Almanaque literario 1935 contraportada

De su interés nos podemos dar cuenta por la información ofrecida por los servicios de la Biblioteca Nacional:

La portada y su confección son obra de Mauricio Amster [un judío sefardita que se encontraba refugiado entonces en España de donde saldría exiliado a Chile en el famoso barco Winnipeg fletado por Pablo Neruda] Sus editores tenían el propósito de seguir la publicación en años posteriores (cosa que no ocurrió al estallar la guerra civil). Contiene trabajos originales que ofrecen un registro anual de la vida literaria e intelectual del año anterior: 1934. La publicación quiere ser como una “revista extraordinaria y a la vez magazine” crítico y literario, con el deseo de que desfilen por sus páginas todas las figuras y todas las realizaciones elaboradas por los intelectuales españoles en su condición de “escritores militantes, de críticos o comentaristas” de periódicos y revistas, tal como señalan sus editores en el frontispicio de la publicación. Se trata de un proyecto enraizado en la vieja tradición “almanaquista”, pero contrario al “hibridismo políticoliterario”, que quiere dar cabida a la “totalidad de las letras españolas, sin exclusiones ni sectarismos”, en unos momentos especiales para la vida intelectual del país.

Junto a los textos, aparecen los grabados de Norah Borges de Torre [la hermana de Jorge Luis Borges y compañera sentimental de Guillermo de Torre] y alguno de Maruja Mallo. Federico García Lorca será el único que publique composiciones en verso. Comienza con un calendario y efemérides literarias y continúa con un balance literario tanto de España en general y por sus regiones como del extranjero, en concreto de los países europeos e hispanoaméricanos. Sus artículos versarán también sobre los libros publicados en torno a la música, arquitectura, cinematografía, universidad, ciencia, medicina, educación y pedagogía e historia. También sobre la literatura en revistas y en la radio, el movimiento editorial, las Misiones Pedagógicas y la compañía teatral La Barraca. Otras páginas estarán dedicadas a textos sobre conmemoraciones y homenajes.

Los autores de sus textos componen una larga nómina: José F. Montesinos, José Camón Aznar, Enrique Díez-Canedo, Bernardo G. de Candamo, Juan Chabás, José Bergamín, María Zambrano… Incluye tres encuestas a las que contestan una larga lista de personalidades de la cultura española: Juan Ramón Jiménez, Pío Baroja, José Solana, Ramón Pérez de Ayala, Ramón Gómez de la Serna, Antonio Machado, Eugenio D’Ors… Al final del volumen, que supera las 300 páginas, ofrece un índice general.

He aquí reproducido ese índice:

Almanaque literario indice 1

Almanaque literario indice 2

Almanaque literario indice 3

Almanaque literario 1935 indice 4

Entre la extraordinaria información que ofrece esta publicación, sobre la que espero volver en otra ocasión y establecer, en colaboración con mis colegas Nani González y Mario Pedrazuela, sus conexiones con la revista Indice Literario del Centro de Estudios Históricos de la JAE, cuyas publicaciones he analizado recientemente, (ver aquí), reproduzco a continuación el texto de María Zambrano titulado El año universitario. Ofrece información de interés que me permite ilustrar asuntos que abordaré con más detalle en la conferencia que daré el próximo día 9 de diciembre en el salón de actos de la Facultad de Geografía e Historia de la Universidad Complutense en el ciclo Política cultural de la Segunda República Española organizado por la Fundación Pablo Iglesias. (acceso al programa del ciclo aquí)

Fundacion Pablo Iglesias

He aquí la contribución de la filósofa María Zambrano (1907-1991), muy joven en aquel entonces y muy activa en la vida cultural madrileña, al mencionado Almanaque Literario de 1935, tal y como apareció en las páginas 124 a 126 de esa publicación.

Maria zambrano_1930

Maria Zambrano hacia 1930

MARÍA ZAMBRANO, El año universitario

De octubre de 1933 a noviembre de 1934, un curso más en la vida escolar, que puede ser un año decisivo, por lo menos un momento que cierra un cierto período y que, como todo lo que cierra algo, puede ser el paso a otro algo aún no suficientemente claro.
INTRUSIÓN DE LA VIOLENCIA
En una primera mirada podría caracterizarse este año que acaba por un considerable aumento de la violencia en la vida estudiantil. Violencia fina, airada, no con gran convicción, por cierto, como táctica.Violencia que sólo se justifica por esta palabra: táctica, y que con ella se agota, y que no procede, por tanto de un choque espontáneo entre grupos de contendientes, sino de una decisión enconada de organismos externos a la misma vida universitaria.
Pero este acusamiento de la violencia en la superficie de la vida escolar marca, quizá, una decadencia, el final de un período. El período comenzado, aproximadamente, en el curso 1927-1928, con la creación y auge de las Asociaciones escolares, cuya vida y preponderancia ha caracterizado a este período, breve y fecundo, de la vida de la Universidad española. ¿Qué ha significado este periodo, que por todos los síntomas termina con el comienzo del curso actual? Es la cuestión que no puede dejar de presentarse en cuanto se mira al momento, pues nada del presente se explica por sí mismo, y menos aún cuando es nota final, calderón de una melodía transcurrida y aún actuante, pasado inmediato inseparable del alma, que sin él quedaría no sólo ininteligible sino también irreal.
Indudablemente, si hay algo que caractericen los años transcurridos desde 1927 en la vida universitaria es el crecimiento y auge de las Asociaciones escolares, y de entre ellas, la llamada Federación Universitaria Escolar, la F.U.E.
¿Cuál era el clima necesario para que prosperase? Como todo clima, es resultado de distintos elementos: algunos de ellos nos alejaría del tema al ser analizado. Pero podemos, por el momento, reducirlos a dos: uno de ellos es la presión interna de la masa estudiantil, que necesitaba ascender a un plano social propio. Ser estudiante no era ser nada en España, no significaba una manera de vida, y -en el mejor de los casos- ninguna actividad fuera de la asistencia a las clases. Dentro de la Universidad el estudiante se limitaba a ser elemento pasivo, y fuera de ella vivía según el acomodo social de su familia. Ser estudiante era ser nada, y es bien notorio que la vida intelectual apenas tenía que ver con la Universidad; los escritores, intelectuales y aun científicos, habían pasado tonguetes (sic) [¿por tangentes ?] a las aulas; algunos después volvían a ellas como profesores, coincidiendo por casualidad entonces la inteligencia viva con la función docente. Pero en todo caso la vida intelectual transcurría externa -en algunos casos tangente o secante- a la vida universitaria.
Se trataba, pues, de reconstruir el ser, el sentido de la Universidad. Tan decadente ya, tan marchita.
EL ESTUDIANTE Y EL CIUDADANO POLÍTICO
Esto por una parte. Pero la Universidad está en una nación, en un Estado, los estudiantes son al mismo tiempo ciudadanos, y aquí surge el otro elemento, el que desde fuera cercó a la vacilante vida universitaria para decidirla a algo que no sabemos todavía si acertado o no; para «echarse a la calle». Nos referimos a la situación política, finales de la Dictadura; la protesta creciente contra ella fue el otro elemento que se mezcló -debilitando o reforzando, según los casos- al otro ya dicho: el ímpetu de una vida universitaria que nacía. Entre los dos crearon la atmósfera propicia al desarrollo y auge de las Asociaciones escolares, y dentro de ellas a la que da la tónica de este período, la F.U.E. Y dió la tónica porque encarnaba la doble faz del movimiento estudiantil, por un lado político, por otro universitario.
El advenimiento de la República hizo cambiar esta situación. Parte de los grupos escolares que habían vivido estos acontecimientos, así lo comprendieron; otros obstinadamente persistían en la antigua actitud, fiados de su eficacia -sin considerar que esta eficacia provenía tan sólo de su adecuación al momento-.
En el otoño de 1931, la Unión Federal de Estudiantes Hispanos convocó un Congreso de todos sus elementos, que a mi ver tenía este sentido: reajustarse con la nueva situación, examinar los problemas que ésta planteaba y salir de allí con un ánimo nuevo, renovado.
¿Qué pasó después? Allí mismo luchó la escisión, los dos elementos que, mezclados, habían vivido en los años inmediatos al advenimiento de la República luchaban y se separaban. El afán universitario y el afán político; el que deseaba una Universidad renovada y fecunda y el que deseaba ponerla -aun antes de creada- al servicio de fines políticos. Las votaciones del Congreso fueron ganadas por los primeros; pero …quedaban los segundos dispuestos a actuar.
Prosiguió la lucha ahora interna a la propia vida escolar; es más, a las propias Asociaciones, a la Asociación predominante, la F.U.E. que llevaba dentro la doble raíz política y universitaria. El reconocimiento oficial que le otorgó el primer Gobierno de la República vino a complicar la situación, por ser prematura: por haberle sido concedido inoportunamente antes de que ella misma hubiera conseguido desembarazarse de su espectro político.
SITUACIÓN ACTUAL
Y en esta situación se encuentra insertado como eslabón terminal el curso 1933-1934. A lo largo de él, los núcleos de estudiantes políticos, que van  a la Universidad con un mandato de fines extrauniversitarios, llenan su vida de una inútil violencia. Diferenciándose estos núcleos políticos de la política de la antigua F.U.E. en que ésta nació en circunstancias tales que el doble afán universitario y político nacieron mezclados desde dentro de la vida escolar, mientras que en los grupos políticos que han extendido la violencia sobre la vida universitaria han venido a caer sobre ella, que se limita a soportarlos.
A comienzos del curso actual de 1934 se ha retirado a la F.U.E. el reconocimiento oficial otorgado, su derecho a enviar representante a los claustros. Esta medida gubernamental cierra una época, la época que comienza en los últimos años de la Dictadura, y de la que hubimos de hablar. ¿Significará igualmente la entrada en otra? Forzosamente ha de ser así, y para ello existen ya grandes esperanzas. Y esta época nueva de la Universidad española no puede significar otra cosa que el cumplimiento de aquella primera ansia que movió al estudiante a sacudirse de su inercia, a salir de su atonía, el ansia de una Universidad viva, con vigencia intelectual y social. Una Universidad que por ser fiel a su ser y destino influya en la vida nacional en que se asienta.
REALIDADES OPTIMISTAS
Existen ya firmes esperanzas, y aun espléndidas realidades. Durante el curso de 1932-33 se inauguró en la Ciudad Universitaria su primer edificio, el de la Facultad de Filosofía y Letras. La inauguración del edificio inaugura igualmente un nuevo sistema de estudios, una nueva concepción de la totalidad o sistema de las enseñanzas. Y también -aire, luz y espacio abierto- un nuevo estilo de vida para el estudiante. Realidad todo ello, presentida y buscada por aquel primer favor de un renacimiento de la Universidad española. Como en lejanos días, sobre la colina de Santa Genoveva de Paris nació la Universidad occidental del cortejo de oyentes que acompañaba a una figura singular que enseñaba Filosofía, la nueva Universidad española renace de esta matriz viva que es actualmente la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid.

Es sabido que María Zambrano participó intensamente en las actividades de la FUE en los años 1928 y 1929, de lo que da cuenta hacia el minuto 22 en el magnífico documental que hiciera Televisión Española en 1991, el año de su fallecimiento (ver aquí),  y que en 1930 cuando impartía clases de Filosofía a los alumnos del Instituto-Escuela escribió cinco artículos en el semanario Nueva España relacionados con la Universidad: «Del movimiento universitario», «Síntomas», «Síntomas. Acción directa de la juventud», «La función política de la Universidad» y «Esquemas de fuerzas».

Cuando escribió el texto que se ha transcrito se movía en cuatro círculos intelectuales diferentes según se explica en este documento (ver aquí): el de la Revista de Occidente, dirigido por su maestro Ortega y Gasset; el de la revista Hoja literaria que dará lugar a Hora de España; el del círculo cristiano de Cruz y Raya, liderado por José Bergamín; y el denominado Cuatro Vientos donde entabló una relación estrecha con García Lorca, Dámaso Alonso, Claudio de la Torre, Jorge Guillén y el propio Juan Ramón Jiménez.

Su casa de la madrileña plaza del conde de Barajas era lugar de reunión de numerosos intelectuales entre los que cabe mencionar a Bergamín, Sánchez Barbudo, Serrano Plaja, Maruja Mallo, Ramón Gaya, Ricardo Gullón, Rosa Chacel, Pablo Neruda, Luis Rosales o Luis Cernuda, muchos de los cuales colaboraron en el mencionado Almanaque Literario de 1935.

El optimismo que manifiesta María Zambrano sobre los frutos que podía dar en su nueva sede de la Ciudad Universitaria la renacida Facultad de Filosofía y Letras, donde ella impartía clases de Filosofía, era compartida por otros coetáneos. Así se aprecia en diversas reportajes de la prensa de la época, como los que hiciera la revista ilustrada Crónica.

Primera clase Facultad Filosofia y Letras

Crónica 22 enero 1933, página 22

Alumnas Filosofia y Letras

Crónica 18 marzo 1934, página 77

Para saber más:

Eduardo González Calleja y Alvaro Ribagorda Esteban, editores, La Universidad Central durante la Segunda República. Las Ciencias Humanas y Sociales y la vida universitaria, Madrid, editorial Dykinson, 2013.

Santiago Lopez Ríos y Juan Antonio González Cárceles, eds., La Facultad de Filosofía y Letras de Madrid durante la Segunda República. Arquitectura y Universidad durante los años 30, Madrid, Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, Ayuntamiento de Madrid, Fundación Cultural COAM,  2008.(Catálogo de la exposición que tuvo lugar entre el 18 de diciembre de 2008 y el 15 de febrero de 2009).