El domingo 24 de febrero de 1918 se celebraron elecciones al Congreso de los Diputados. Evidentemente la información electoral fue muy amplia en el diario El Sol en los días previos a esas elecciones.Así el lunes 18 de febrero el editorialista se lamentaba de que la vieja política «vuelve a sentirse optimista» porque se detectaba una falta de reacción del electorado a las triquiñuelas de los partidos turnantes. Y presentaba a los 56 diputados que habían sido elegidos sin lucha, acogiéndose al artículo 29 de la Ley electoral. Los intelectuales no cesaban de emitir sus opiniones ante la batalla electoral. Así el jueves 21, el viernes 22 y el sábado 23 de febrero El Sol insertaba en su primera página, mediante tres entregas, el artículo de José Ortega y Gasset, «Hacia una mejor política» en los que abordaba, entre otras cuestiones, la necesidad de reorganizar la institución ministerial.
Simultáneamente la sociedad española seguía con atención y aprensión el desarrollo de la Gran Guerra. Así el jueves el periódico mostraba a sus lectores con esta representación gráfica la situación del frente italo-austriaco tras una ofensiva de las tropas aliadas.
En el ámbito educativo cabe destacar cómo la colaboradora de El Sol Beatriz Galindo en un artículo del lunes 18 de febrero echaba en falta la existencia de una gran revista femenina en el seno de la sociedad española que fuese modelo de «modernidad y buen gusto» como lo eran The Queen, Fémina, The Lady’s Field, Harper’s Bazaar, The Woman’s, Home Journal y muchas otras, que estaban repletas de información útil y recreativa.
La sección semanal de Pedagogía e Instrucción Pública, que aparecía en el ejemplar de los lunes, se abría con un extenso artículo del responsable de la sección el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889) titulado «Para las próximas Cortes. La enseñanza técnica general«, que por su interés presento en su totalidad en otra entrada de esta bitácora (ver aquí). Además se denunciaba en otro artículo de esa sección corruptelas que habían ocurrido en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia donde, como se aprecia en el siguiente cuadro, había acudido un tropel de alumnos a inscribirse por la fama que se había extendido de la facilidad de aprobar los exámenes en ella.
En efecto si la media de suspensos en todas esas Facultades de Derecho era del 15 % de los alumnos oficiales, y del 48% de los alumnos libres, en el caso de la Facultad murciana esas cifras eran el 9% de los alumnos oficiales, y el 88% de los libres.
En el apartado de Libros y revistas de esa sección se reseñaba ampliamente un artículo sobre la enseñanza agrícola escolar publicado en la revista francesa Manuel général de l’instruction primaire.
El martes 19 de febrero la sección Biología y Medicina de El Sol se abría con un amplio artículo «El corazón y el ejercicio» de su colaborador el cardiólogo Luis Calandre (n. 1890), quien muy joven -en 1912- había tenido una pensión de la JAE en Berlín para realizar estudios de Fisiología. En él ilustraba a sus lectores sobre el funcionamiento de ese «perfectísimo aparato hidrodinámico», que por su interés reproduzco en otra entrada de esta bitácora. (ver aquí).
En el apartado de Libros y Revistas de esa sección, a través del cual se pretendía tener informados a los profesionales de la medicina repartidos por el país de todas las novedades en las investigaciones médicas y biológicas, había hasta diez reseñas de otras tantas publicaciones extranjeras firmadas por tres de los principales colaboradores de la sección. Así el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) reseñaba «La psicología de los sueños de los soldados», de Mott, en The Lancet de 2 de febrero de 1918; «Los lápices explosivos empleados por los alemanes» de Le Caducée de 15 noviembre 1917, reproducido por Medical Record; «Un método para combatir el bocio hiperticoideo», de Watson, publicado por Endrocrinology en abril de 1917, y tres artículos de los que informaba la publicación Zentralb. f. shw. Aerzte: «Un nuevo método operatorio descomprensivo suboccipital (drenaje) en los casos de aumento de la presión intracraneal» de Anton y Schmieden; «¿Está justificada la provocación del aborto en los casos de otoesclerosis? de Nelle; «Alteraciones y sensaciones de la lengua, como síntoma prematuro y acompañante de la anemia perniciosa» de Zimmermann. Por su parte Luis Calandre reseñaba el artículo «Ulceras gastroduodenales» de Greggio, publicado en Archives de Médécine Experimentale, de agosto de 1917. Y Juan Negrín, con sus siglas J.N., firmaba las reseñas de estos tres artículos: «Contribución al estudio del páncreas de los teleosteos. El páncreas de «Tinca vulgaris» en condiciones normales de nutrición, y después de un ayuno prolongado» de Gianelli publicado en el tomo 27 del Monitore Zoologico Italiano; «Sobre el compuesto cristalino yodado, que se manifiesta en el tiroides» de Kendall, que conoció a través de Annal. del Journal de Physiol., y un artículo de Albertoni en los Archives Italiennes de Biologie.
El miércoles 20 de febrero la sección semanal que dedicaba El Sol a las Ciencias Sociales y Económicas se abría con el artículo «La investigación científica de la economía española» del responsable de la sección Luis Olariaga (n. 1885), quien expresaba por primera vez en la prensa su opinión sobre publicaciones españolas que trataban de temas de carácter económico, y que dado su interés reproducimos en otra entrada de esta bitácora. (ver aquí).
Junto a ese artículo el lector de El Sol accedía a tres amplias reseñas. La primera correspondía a un artículo de Charles Trevelyan sobre la fusión del socialismo y el liberalismo radical que había publicado en The Nation el 2 de febrero de 1918. Y las otras dos a sendos artículos publicados por The Economic Journal en diciembre de 1917 con información de periódicos alemanes sobre la escasez de capital después de la guerra y sobre la próxima guerra comercial.
El jueves 21 de febrero la sección semanal dedicada por El Sol a la Historia y Geografía se abría con un amplio artículo del responsable de su sección el humanista mexicano Alfonso Reyes (n. 1889) sobre «Los ensayistas» en el periodismo inglés del siglo XVIII que arrancaba de esta manera:
Para esta época, el público de periódico era ya abundante. Al periódico puede atribuir el doctor Johnson el alto nivel de cultura del pueblo inglés. Los coches correos de Palmer salían a horas fijas de Londres para distribuir las hojas volantes, y en ellas se procuraba mezclar lo agradable con lo útil.
Aparte del desarrollo de la simple información, los mayores periodistas de esta época fueron verdaderos literatos, «ensayistas» dedicados a exponer opiniones sobre todas las cosas y, por lo general, humoristas. Como Swift, Addison y Steele, Johnson y Goldsmith. Cierto es que sus ensayos, improvisados sobre el suceso o la discusión del día, se iban alejando del tipo tradicional del ensayo, caracterizado en la obra de Bacon. Ya no eran ensayos sedentes, sino ensayos en marcha: literatura combativa y plenamente «movlizada», a la que conviene menos la erudición con sus abismos de cifras y sus guijarrales de nombres, que el ritmo o el olor de la erudición con sus insinuaciones precisas y suficientes.
Ese artículo de Reyes estaba acompañado de otro -no firmado- titulado «El crítico y el poeta. (Según las «Memorias de un crítico», de Benedetto Croce)» que abordaba las relaciones entre ese filósofo e historiador liberal italiano y el poeta Carducci, que había obtenido el Nobel de Literatura en 1906, el mismo año en el que Cajal junto a Golgi obtuvo el Nobel de Medicina y Fisiología.
En el apartado de Libros y Revistas de esa sección se ofrecían reseñas de dos trabajos: el de Juan B. Ambrosetti (1865-1917), «Fantasmas de la Selva Misionera», publicado en la Revista de Filosofía de Buenos Aires, en el que ese naturalista y etnógrafo argentino daba noticia y analizaba algunas tradiciones populares paraguayas; y el de R. M. sobre «Las fronteras lingüisticas en Europa«, aparecido en La Nature el 19 de enero de 1918, con seis mapas, al que el colaborador habitual de El Sol el catedrático del Instituto de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881) sometía a una interesante crítica. Dantín señalaba que ese artículo se apoyaba, «casi exlusivamente», en un estudio muy completo y documentado de Leon Dominian que habia aparecido en el Bulletin of the American Geographical Society. Pero reconocía que «metodiza la cuestión y da a la repartición de los idiomas que se hablan en la Europa combatiente clara expresión cartográfica». Y añadía: «Aparte de Francia, una siempre, los demás actuales Estados no son más que complejos de nacionalidades; la Historia del Centro y del Oriente de Europa tiene sus raíces en este problema. España misma, pese a quien pese, es otro caso, no tan agudo, ciertamente; pero presta, y en plazo breve, a una diversificación nacionalista».
En ese mismo ejemplar de El Sol su crítico de arte Francisco Alcántara (n. 1854) se hacía eco, elogiosamente, del «importantísimo descubrimiento arqueológico sobre el arco de herradura» que se había hecho en el muro lateral izquierdo de la iglesia toledana de Santa Justa, fundada por el rey visigodo Atanagildo a mediados del siglo VI. La significación de ese hallazgo, que mostraba un origen visigodo de ese elemento arquitectónico atribuido hasta entonces a la arquitectura traída por los musulmanes, había sido expuesta por su descubridor, el profesor de la Escuela de Artes e Industrias de la ciudad de Toledo Aurelio Cabrera (n. 1870) e integrante de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de esa ciudad castellana, en las páginas de la «simpática revista ilustrada Toledo.
El viernes 22 de febrero la sección semanal dedicada por El Sol a Ingeniería y Arquitectura se abría con el artículo firmado por el responsable de la sección, el ingeniero Federico de la Fuente, «La combustión del nitrógeno. Cómo se fabrica un sol«. En él se explicaba el interés del físico, inventor e industrial noruego Kristian Birkeland (1867-1917) y de su socio industrial el ingeniero también noruego Sam Eyde (1866-1940) por desarrollar un horno calentado por arco eléctrico y el proceso industrial que crearon en 1903 para producir fertilizantes artificiales para la agricultura mediante la fijación del nitrógeno del aire. Ese proceso Birkeland-Eyde se revelaría ineficiente en términos de consumo de energía. Pero a Federico de la Fuente le interesó explicar a sus lectores las claves de ese proceso, como la utilización de un arco eléctrico formado entre dos electrodos coaxiales que a través del uso de un campo magnético intenso se extiende al exterior hacia un disco delgado. Para facilitar su explicación se valió del siguiente esquema.
El trabajo de Federico de la Fuente estaba acompañado del artículo no firmado «La tasa del hierro«. En él se resumía el informe que había elaborado el comandante de Ingenieros Jaime Coll sobre el precio de coste de los productos siderúrgicos españoles, a petición de los metalúrgicos sevillanos, cuya labor se elogiaba en estos términos: «dicho señor ha evacuado su cometido con un trabajo conciso y preciso, que no dudamos habrá tenido presente la Comisión encargada de la tasa de los materiales de construcción por Real orden del 6 de corriente».
En el apartado Libros y Revistas de esa sección se reseñaban cuatro trabajos de los que destaco dos: el de L.W.W. Morrow, director del departamento de Ingeniería eléctrica de la Universidad de Oklahoma, sobre «Los ingenieros titulares y las necesidades de la industria«, publicado en Engineering News Record, en enero de 1918 y uno sobre «El bicentenario de D’Alembert», publicado en Engineering el 25 de enero de 1918.
Y aparecía un apartado dedicado a la correspondencia con los lectores donde se respondía a cuestiones planteadas por lectore de Puertollano, Barcarrota (Badajoz) y Coruña.
También ese día el ya mencionado crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) hacía un amplio y atinado resumen de la «notabilísima» conferencia que había impartido en el Ateneo de Madrid el día anterior el profesor de Historia del Arte y crítico de ABC Rafael Domenech (n. 1874) sobre «La cultura de un artista», organizada por una activa sección de Artes Plásticas de esa institución cultural madrileña.
Por su parte la colaboradora Beatriz Galindo firmó el artículo «Lo que lee la mujer» donde hacía una valoración de las lecturas preferidas por las mujeres cultas italianas, francesas e inglesas, dejando para un próximo artículo su valoración sobre las lecturas de las mujeres norteamericanas y españolas.
La sección semanal que dedicaba El Sol al Derecho y Legislación los sábados se abría el 23 de febrero de 1918 con un amplio artículo del responsable de la sección el catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada Fernando de los Ríos (n. 1879) quien firmaba el artículo «En torno al sufragio. El derecho electoral y la democracia», en vísperas de unas importantes elecciones al Congreso de los Diputados. En él exponía las diferencias entre el escrutinio uninominal y el escrutinio por lista y explicaba cómo la legislación española sobre gastos electorales impedía la igualdad de oportunidades en la lucha electoral mostrando cómo «la lucha del poderoso con la del hombre modesto es en extremo desigual, por el carácter hondamente plutocrático de nuestra ley. Se ha hecho un Senado a base de una condición en sus miembros, que excluye a los no ricos, y se ha dado una ley electoral para diputados que opone serios obstáculos a la incorporación de las clases medias», finalizando su reflexión con esta pregunta retórica: ¿Y es conciliable una legislación de este tipo con las exigencias más elementales de la democracia?».
El apartado Libros y Revistas de esa sección ofrecía la reseña de tres trabajos aparecidos en el volumen de 1917 del Journal du Droit International. Uno era el del profesor de la Universidad de Neuchatel, G. Sauser-Hall, sobre «La nacionalidad y la naturalización en Derecho suizo». Otro era del profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Toulouse A. Merignhac sobre «Los procedimientos diplomáticos de los imperios austroalemanes en el curso de la guerra 1914-1917″. Y el tercero de M. D’Amelio sobre «Signos por los cuales puede reconocerse una Sociedad como nacional en Italia».
En el apartado Jurisprudencia el colaborador de la sección Pablo de Azcárate (n. 1890) resumía varias sentencias de tribunales franceses e italianos.
En la sección semanal dedicada a Agricultura y Ganadería El Sol del domingo 24 de febrero publicaba el artículo del responsable de esa sección Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) «Por la España agrícola. Las elecciones y la agricultura» en el que hacía un detallado análisis sobre las razones de la inexistencia de un partido agrarista entre las fuerzas políticas que concurrían a las elecciones que se celebraban ese domingo.
En el apartado «Original ajeno» de esa sección aparecía el nombre del ingeniero agrónomo José María de Soroa firmando un artículo sobre «Los abonos radiactivos«. En él trataba de los fundamentos de la radiactividad agrícola y las reglas de aplicación de sus fertilizadores, cuestión «que nos parece el de más oportunidad e interés para los agricultores, por si alguno los ensaya». Recomendaba a demás a quienes tuviesen interés por conocer la teoría de las emanaciones del radium la obra de Carlos R. Gibrou «La ciencia al día» e informaba de diversas experiencias realizadas por el catedrático de la Universidad Central Muñoz del Castillo, por agricultores mallorquines y en el Instituto de Radiactividad que había conseguido un aumento notable de la producción de diversos productos como maiz y alfalfa, y diversos frutales empleando fertilizadores radiactivos extranjeros o uno preparado en la localidad mallorquina de Andraitx.
En el apartado «Leyendo revistas» de esa sección había una breve reseña de un artículo sobre «La clorosis de la viña» publicado en Le progrès Agricole et Vinicole de Montpellier, en su número de 2 de diciembre de 1917.
También el ejemplar de El Sol del domingo 24 de febrero publicaba su suplemento cultural «Hoja Literaria». En él el lector tenía acceso a las siguientes colaboraciones: el artículo «Galana y Relucia» de la condesa de Pardo Bazán (n. 1851); el apunte de la semana que en esa ocasión Enrique Díez-Canedo (n. 1879) con el títutlo «El planeta chino» dedicaba a la edición que había hecho Mr. A. D. Waley, de la Escuela de Estudios Orientales de Londres, de poemas chinos de la dinastía T’ang, «la más gloriosa en la literatura del celeste imperio», donde destacó el poeta llamado Po-Chu-I, que vivió entre los años 772 y 846 de nuestra era; el poema «Las palomas del molino» de Pilar de Cavia (n.1860); Sonetos de Ramón de Basterra (n.1888) y el folletón de Ramón Pérez de Ayala (n. 1880), «Lás máscaras», que dedicaba ese día a «La tradición y los gitanos».