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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Una original Geografía de España de Rafael Ballester y Castell publicada en Girona en 1916

portada Geografia de España 1916 Ballester

Tras haber disfrutado de una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas el mallorquín Rafael Ballester y Castell, cuyas huellas estamos rastreando en parte en esta bitácora, se instaló en la ciudad catalana de Girona donde fue por varios años catedrático de Geografía e Historia  de su Instituto Provincial, que es actualmente el Institut d’Ensenyament Secundari Jaume Vicens Vives

De la amplia labor llevada a cabo en sus años gerundenses por Rafael Ballester y Castell, entre cuyos alumnos se encontró precisamente Jaume Vicens i Vives, me fijaré en esta ocasión en su edición, en la imprenta y librería de la viuda e hijo de José Franquet, de una singular Geografía de España. Publicada originalmente en 1916, aún se seguiría editando en los años de la Segunda República, ya fallecido su autor.

La importancia de este manual radica en diversos factores que enumero a continuación, acotando las reflexiones hechas por el mismo autor en su prólogo -fechado en abril de 1916 -que por su interés transcribo casi en su totalidad.

Ballester concibe su obra como un instrumento para ayudar a superar el atraso de los conocimientos geográficos existentes, producido por varios factores entre los que destaca: la rutina de su enseñanza; la mala calidad de los libros escolares, carentes  de mapas, esquemas, gráficos, grabados, fotografías geográficas; y la falta de adelanto de otras ciencias en las que la geografía ha de apoyarse. Se carecía, por ejemplo, de un mapa topográfico de España completo, las estadísiticas eran inadecuadas y faltaban monografías locales.

No es España de los países que más afición hayan demostrado por los estudios geográficos, al menos en el tiempo presente. Buena prueba de ello son los menguados frutos de su enseñanza, contra cuyo rutinarismo se declama en vano hace medio siglo. La Geografía continúa siendo entre nosotros cristalización burocrática de la ciencia, una asignatura, mal aprendida en la niñez, menospreciada de muchos de sus profesionales y olvidada de todo el mundo. Sociedades geográficas y “congresos geográficos” improvisados, incomprendidos y estériles, no han logrado hacer cuajar lo que no está en el ambiente de nuestra cultura. En la Universidad …lo mismo que en el Instituto. El Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid es una publicación reservada a poquísimas personas, sin trascendencia, por tanto, para el público. El excursionismo, que tantos servicios puede y debería prestar a los estudios geográficos, principalmente al conocimiento de nuestro país, no pasa de loable deporte, más provechoso a la higiene del cuerpo que a la salud del espíritu. Salvo excepciones, sus adeptos no están preparados para aportar materiales útiles a la ciencia de la Tierra, mientras que son contados los geógrafos que hacen excursiones.

Los libros destinados a enseñar Geografía publicanse abarrotados de estadísticas, de interminables nomenclators, listas de “pueblos importantes” y cuadros sinópticos amazacotados de letra grande y chica; pero sin un solo mapa, ni bueno ni malo, sin el más elemental esquema o gráfico, sin grabados geográficos (que de tales no han de calificarse los monumentos históricos o arquitectónicos con que algunos ilustran los libros de Geografía) expresivos, característicos y documentales. La fotografía geográfica está por hacer. Tenemos sí, divulgadas por las artes de la reproducción muchas de nuestras joyas artísticas o históricas: catedrales, cuadros y esculturas, como también escenas interesantes, típicas o vulgares de la vida nacional en ciudades y aldeas, en las casas o en la calle; pero inédita está la fisonomía de nuestro territorio, desconocidas nuestras montañas o nuestros ríos y, de una región a otra, ignoradas las condiciones geográficas o los diversos aspectos del terruño, en mucha parte inesplorado o por estudiar.

Con las indicaciones precedentes es obvio añadir que la “Geografía de España” es convencional o, si se quiere, tenemos de ella los españoles un concepto vago, incompleto o incierto. Es sabido que la geografía de un país progresa a compás de los adelantos de las demás ciencias, porque de todas ellas necesita. ¿Han alcanzado los estudios científicos en España el grado de plenitud necesario para que la Geografía pueda solicitar y obtener de ellos un eficaz concurso?

El mapa topográfico de España, base y fundamento de toda cartografía racional, está lejos aún de ser llevado a término. Disponemos, pues, únicamente de mapas provisionales, en la inteligencia de que los mejores son extranjeros. Otro auxiliar de la Geografía, las estadísticas, aun en el caso dudoso de que sean exactas, hechas como están a base de una división territorial tan arbitraria como la vigente (por provincias), no pueden reflejar fielmente el hecho geográfico que tiene su explicación y fundamento en las entrañas de la tierra y en la naturaleza de sus habitantes. La Geografía oficial carece del auxilio o colaboración indispensable de las monografías geográficas locales, que nadie hace, porque son muy pocos los que tienen debida preparación para hacerlas y, en fin de cuentas, son trabajos, los de esta índole, faltos de estímulo, porque tampoco tienen ni remuneración ni recompensa. Pasarán, pues, bastantes años sin que la geografía de España salga de la situación interina o provisional en que ahora se encuentra y alcance la categoría de obra científica.

Consciente de las dificultades de su empresa Rafael Ballester aspiraba a hacer un manual diferente superador de las serias deficiencias pedagógicas existentes poniendo el énfasis en el uso de métodos nuevos que permitiesen enseñar la geografía como «cosa viva». Expone asimismo su visión del oficio docente destinado a ejercer de corrector de problemas y dinamizador de  actitudes constructivas y reformistas que permitiesen encarar en mejores condiciones los retos del futuro. Y defiende la conveniencia y necesidad del aprendizaje de la Geografía como ciencia positiva para lograr un mejor conocimiento de nuestros entornos.

Por lo dicho comprenderá el lector las dificultades que supone escribir actualmente un manual de iniciación al estudio de la geografía de España, sin que resulte plagado de inexactitudes irremediables o que deje de ser lo que la generalidad de libros de esta índole, esto es, un catálogo de nombres y accidentes geográficos, datos numéricos de “habitantes y kilómetros cuadrados”, cifras de producción agrícola o industrial y otros mil factores humanos o naturales, deducidos de estadísticas inseguras o inactuales. Contra este concepto y resultado del estudio y la enseñanza de la geografía se revuelven los detractores de la pedagogía estéril y caduca, reclamando, con sobrada razón, el advenimiento de métodos nuevos o reformas, una de las cuales, para que aquel estudio sea “una cosa viva”, ha de consistir esencialmente en la sustitución de los libros por los mapas, excursiones, viajes y “ejercicios prácticos” o actuación personal del alumno en la tarea de aprender a conocer por sí mismo el medio geográfico, a base del conocimiento directo de la localidad en que se mueve y alienta, para continuar después por los de aquellos más próximos o inmediatos y, finalmente, de los demás países, hasta completar, en lo que cabe, el conocimiento total de la Tierra.

Un cambio tan hondo (por sencillo que parezca) en los procedimientos de la enseñanza geográfica –cambio cuya utilidad hemos sostenido en otras ocasiones –aludiendo Castell a sus  Investigaciones sobre metodología geográfica (Bol. de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, Mayo, 1908) y Estudio sobre la enseñanza de la Geografía (Palma, 1901) a las que nos hemos referido en diversas ocasiones en esta bitácora-  no es factible allí donde los esfuerzos personales han de estrellarse contra la rutina, meollo y sostén de la instrucción pública nacional. Lo único que cabe en quienes se sienten aguijoneados por la vocación, o por el deber profesional, es atenuar defectos, precaver errores, rectificar conceptos extraviados y estimular actividades que puedan ser útiles en lo futuro. Con tal propósito publicamos este libro escolar, movido por el deseo de hacer asequible y simpático a nuestros pequeños discípulos el estudio de la geografía de nuestro país; no con la pretensión de inculcarles una cosa hecha, sino con la idea de inspirarles la comezón de ver con sus propios ojos, y de que se esfuercen por adivinar la fisonomía de las tierras españolas, en sus líneas fundamentales, las diferencias de las comarcas o regiones que integran la patria común, y que, el día de mañana, asociando la primera lectura a sus impresiones personales o a sus recuerdos, adquieran el convencimiento de que la Geografía no es el inventario anodino e insulso de accidentes, cifras y nombres locales que hubieron de aprender en su infancia, sino un cuerpo orgánico, una ciencia positiva, algo vivo que nos afecta muy hondamente y sin cuyo auxilio no es posible conocernos, ni en el pasado ni en el presente, ni preparar, por tanto, nuestra perfección para el porvenir. Inspirando el deseo de ver, contribuiremos sin duda al progreso de los conocimientos.

Expone por último  las características de su original obra, construida con un consistente aparato gráfico para cuya elaboración dispuso de la ayuda de un amplio equipo distribuido por distintas ciudades españolas, que enumera con cuidado. También se apoyó en una selecta bibliografía que analiza críticamente en su lugar correspondiente.

Atentos a este objeto, hemos querido escribir un libro elemental, muy breve, sobrio, evitando el escollo de la acumulación de detalles y datos complementarios, un esquema, en fin, del cuadro geográfico de España (con inclusión de todas aquellas cuestiones que el uso corriente acepta como pertinentes a la geografía de un país en su más amplio sentido) concediendo si cabe mayor amplitud y desarrollo a la parte gráfica que a la literaria.

En el trazado de mapas y gráficos ha querido tener la benevolencia de interpretar nuestra idea y coadyuvar a su realización, el inteligente y experto delineante de la Diputación Provincial de Gerona, nuestro amigo D. José Fraga, complaciéndonos sobremanera en enviarle desde aquí el testimonio de nuestra gratitud. -aquí añade en nota a pie de página que los mapas de las regiones habían sido dibujados por el inteligente delinentante de Obras Públicas, y buen amigo D. Rciardo Ferrer al que agradece su colaboración-.  Con sumo gusto damos también las gracias a aquellas personas o entidades que nos han permitido utilizar algunos de los elementos de información gráfica que publicamos, principalmente la Compañía Trasatlántica, la Revista Ibérica de Tortosa, la Maquinista Terrestre y Marítima de Barcelona, el Centre Excursionista de Catalunya, el editor de la España Regional, Sr. Martín, el ilustrado archivero valenciano D. Pedro Burriel y García de Polavieja, el insigne alpinista granadino D. Manuel Pareja, el artista fotógrafo mallorquín Sr. Sancho Tous, de Artá, etc., todos los cuales, con desinteresada benevolencia, han querido prestarnos su precioso concurso para la ilustración de este pequeño manual.

Finalmente, creemos que no ha de ser del todo inútil la inserción de una Bibliografía geográfica sumaria pues aparte de la penuria que en España ofrece esta clase de publicaciones, la primera condición que, a nuestro juicio, han de reunir los libros destinados a la enseñanza es la de servir de guía para ulteriores estudios, único modo eficaz de que, viendo el camino recorrido, pueda apreciarse el que está todavía por recorrer.

Rafael Ballester, que era miembro correspondiente de la Real Academia de la Historia, envió su obra a esta corporación para que fuese evaluada. El académico Manuel Foronda y Aguilera, marqués de Foronda, emitió en Madrid el 19 de enero de 1917 un dictamen bastante favorable, considerándola «digna de elogio por su contenido doctrinal y por su plan y método».


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Interés en Buenos Aires por la geografía española y europea hace cien años

Cuando finalizaba el año 1907,  annus mirabilis de la ciencia española,  el profesor de Instituto Rafael Ballester y Castell (1872-1931), al que he dedicado diversas entradas en esta bitácora, presentaba el 14 de diciembre en la Universidad Central de Madrid su tesis doctoral Investigaciones sobre metodología geográfica. El tribunal calificador estuvo formado por un presidente: el catedrático de Historia de España de esa universidad, dirigente republicano y notorio masón, Miguel Morayta, (1834-1917); dos vocales ponentes:   Eloy Bullón  (1879-1957), catedrático de Geografía política y descriptiva de la Universidad Central de Madrid desde enero de 1907, afín al liberalismo conservador, y Alejo García Moreno, conocido por sus traducciones de Kant y del historiador Ernest Curtius; y dos vocales: el catedrático de Historia moderna y contemporánea Pío Zabala (1879-1968), de ideología conservadora, y  José Gutiérrez Garijo . Calificada con un sobresaliente, en un contexto académico no muy exigente, fue publicada al año siguiente en la Imprenta del Patronato de Huérfanos de Administración Militar, como un folleto de 79 páginas, y presentada de manera resumida en las páginas del tomo L del Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, correspondientes al segundo trimestre de 1908.

Meses después sería una publicación argentina la que haría una nueva edición de esa tesis doctoral. En efecto se reeditó en diciembre de 1909 en el nº 10 del tomo tercero del Boletín de la Instrucción Pública de la República Argentina  y como folleto de 63 páginas lo publicó los talleres gráficos de la Penitenciaría Nacional en una coyuntura de un notable impulso educativo y científico en ese país sudamericano. Así lo manifiesta la fundación de la Universidad Nacional de la Plata en 1905, analizada en un exhaustivo estudio por Gustavo Vallejo, e impulsada por el político, educador e intelectual argentino masón Joaquín Víctor González (1863-1923).

Portada Ballester 1909

¿Cómo se produjo el salto transatlántico del trabajo académico del mallorquín Rafael Ballester? No lo sabemos a ciencia cierta por ahora. Quizás por la recepción en tierras argentinas del Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, pues tenemos indicios de que esta revista tenía lectores bonaerenses. Además los historiadores argentinos vienen probando desde hace tiempo la sed de conocimientos geográficos, y el interés por la didáctica de la geografía existente en aquel tiempo en círculos pedagógicos argentinos.  De hecho pocos años después, durante la gestión de Antonio Sagarna, como ministro de Justicia e Instrucción Pública del gobierno Alvear, entre 1922 y 1928, fueron realizadas importantes reformas en los planes de estudio de la enseñanza secundaria. Como ha destacado Perla Zusman se buscaba entonces modernizar y otorgar un carácter científico tanto a los contenidos como a los métodos utilizados en la enseñanza de la geografía.

Ciertamente para esos educadores argentinos reformistas la tesis de Rafael Ballester podía ser un útil compendio de la historia de la geografía europea, y de los cambios producidos en la enseñanza de esa disciplina en los centros educativos europeos, particularmente alemanes y franceses,en las últimas décadas del siglo XIX.

El caso es que el lector argentino tenía ante sí un texto bien articulado en el que el profesor español amplió sus planteamientos sobre la metodología de la enseñanza de la geografía, y sobre la historia de la geografía, expuestos años atrás en un folleto publicado en Palma de Mallorca en 1901.

El texto publicado en Buenos Aires estaba fechado también en la misma ciudad de Palma, pero en 1909, ocho años después de que Mateo Obrador presentase en sociedad a ese profesor mallorquín.

Pra facilitar la lectura de su tesis a sus lectores europeos y americanos Rafael Ballester la precedió del siguiente índice, que transcribo, y que puede ser una buena guía para quien decida adentrarse en ella:

I. La Geografía clásica y la Geografía científica.- Constitución de la ciencia geográfica.- Geógrafos y Cartógrafos españoles anteriores al siglo XIX.- La enseñanza geográfica española en el siglo XVIII.- Restauración de los estudios geográficos en los albores del siglo XIX: Isidoro de Antiillón.- Abandono de los estudios geográficos.

II. La Geografía moderna: su origen.- Ritter y su obra.- Su influencia.- Objeciones.- Sus discípulos.- Progreso de la geografía alemana.- La enseñanza geográfica en Alemania.- Federico Ratzel.- Métodos.- La Geografía en las Universidades alemanas.-

III. Difusión de la Geografía en Europa.- Francia antes de 1870.- Malte-Brun.- Su influencia en España.- Vivien de Saint-Martin.- Cortembert.- La cartografía.- La enseñanza.- Los acontecimientosde 1870 y su influencia en los estudios geográficos.- Levasseur.- Nuevos métodos.- Transformación de la enseñanza geográfica.- Sociedades geográficas.

IV. Los Congresos geográficos.- Congreso de París de 1875; su importancia.- Drapeyron.- El método topográfico.-La Revista de Geografía.-Resultados del Congreso de París.-Adversarios del método topográfico.- Polémicas.- La Universidad de París y la enseñanza de la geografía.- Creaciones nuevas.- El Congreso de 1899.- Resultados en la Geografía francesa.- La exposición del Congreso de Berna.- La cuestión de la Escuela Nacional de Geografía.- El laboratorio geográfico de la Sorbona.- Geólogos y geógrafos; discusiones: Lapparent y J. Corcelle.- Tendencias de la moderna enseñanza geográfica en Francia.

V. Algunas indicaciones sobre la evolución de los estudios geográficos en Inglaterra, Escocia, Suiza, Bélgica, Italia y Portugal.

VI. La enseñanza de la Geografía en España.- La obra de la Sociedad Geográfica de Madrid en este punto.

Acerca del contexto de la publicación de esta tesis española en el Buenos Aires de 1909 conviene también tener en cuenta que en ese año se inició el famoso viaje de Rafael Altamira por tierras americanas, cuyo impacto en las relaciones culturales y científicas entre España y la América latina en general y entre España y Argentina, en particular, fue profundo (1). Ya hace tiempo uno de los principales discípulos del matemático español Julio Rey Pastor el historador de la ciencia argentino  Eduardo L. Ortiz llamó la atención en dos importantes textos  sobre la importancia de las relaciones científicas entre Argentina y España a principios del siglo XX (2). En esas relaciones desempeñaron un papel destacado desde Madrid la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, creada en el annus mirabilis de 1907, y desde Buenos Aires la Institución Cultural Española, fundada en 1914, tras un homenaje tributado en tierras argentinas por la colectividad española al gran  estudioso de las lenguas y literaturas hispanas Marcelino Menéndez Pelayo, fallecido en 1912 (3).

En algún momento Rafael Ballester y Rafael Altamira, ubicados ambos en la órbita del reformismo liberal en torno a 1909, establecieron conexiones pues otra de las interesantes obras de Rafael Ballester, hecha cuando ya era catedrático del Instituto de Gerona, la titulada  Clío. Iniciación al estudio de la Historia, publicada  en 1913 en dos volúmenes, tenía la siguiente dedicatoria: «A D. Rafael Altamira. Homenaje de alta consideración a sus desvelos por la enseñanza».

Referencias bibliográficas adicionales

(1) Ver al respecto Gabriela Ossenbach, María García Alonso e Inés Viñuales, coords., Rafael Altamira en Argentina. Vínculos sociales e intelectuales entre España y Argentina en tiempos del primer centenario de la Independencia, Madrid, UNED, Centro de Estudios de Migraciones y Exilios, Fundación Ortega y Gasset-Argentina, 2013

(2) Eduardo L. Ortiz: «Las relaciones científicas entre Argentina y España a principios de este siglo. La Junta para Ampliación de Estudios y la Institución Cultural Española», en J. M. Sánchez Ron, coord.,  La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después (1907-1987), Madrid, CSIC, 1988, vol. II, pp. 119-158;  «Una alianza para la ciiencia: las relaciones entre Argentina y España a principios de este siglo»,  Llull  11, 1988, pp. 247-261; «El krauso-positivismo, la Junta y la nueva ciencia en España», en AA.VV.. El krausismo y su influencia en América Latina, Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1989, pp. 137-167.

(3) Marta Campomar, «Rafael Altamira, entre Antonio Atienza y Medrano y los antecedentes de la Institución Cultural Española», en Gabriela Ossenbach, María García Alonso e Inés Viñuales, coords., Rafael Altamira en Argentina. Vínculos sociales e intelectuales entre España y Argentina en tiempos del primer centenario de la Independencia, Madrid, UNED, Centro de Estudios de Migraciones y Exilios, Fundación Ortega y Gasset-Argentina, 2013, pp. 69-90


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La importancia del mapa para un metodólogo de la enseñanza de la geografía

El objetivo principal que impulsó a Rafael Ballester y Castell a elaborar su Estudio sobre la enseñanza de la geografía en los inicios del siglo XX fue su afán de «reformar en un sentido verdaderamente útil y práctico la enseñanza de la geografía en los Institutos españoles», generando inquietudes que superasen inercias y venciesen rutinas.

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Ese joven profesor parecía verse a si mismo como integrante de un grupo de docentes reformistas, cuyas huellas estamos rastreando en este blog,  que pugnaban con una sociedad tendente a sestear. En su opinión no faltaban en la España de 1901 «sabios profesores que se adelantan en sus obras al atraso general que pesa sobre los organismos del Estado, sobre corporaciones de carácter particular o sobre la masa general de los individuos».

En el afán de introducir reformas en el ámbito docente se propuso una triple estrategia: hacer de portavoz de las mejoras introducidas en la enseñanza de la geografía en el sistema educativo francés, cuyos logros quería trasladar a España; analizar la situación de la enseñanza de la geografía y proponer una serie de medidas conducentes a la renovación de la enseñanza de esa materia educativa en los institutos españoles.

En su texto Ballester convierte al geógrafo, economista e historiador Emile Levasseur en el actor principal de las reformas de la enseñanza de la geografía en el sistema educativo francés.

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Por tal razón examinó sus ideas pedagógicas con detalle. Destacó las siguientes:

  • la geografía fisica, guiada por la geología, era la base del proceso educativo: en ella se encontraban las claves de las demás ramas de la geografía.
  • la geografía agrícola, industrial y comercial debían ocupar un lugar más importante,
  • había que prestar atención a la estadística.
  • había que emplear los mapas bajo todas sus formas, usando siempre el encerado.

Los seguidores de Levasseur, entre los que se encontraba Ballester, eran firmes defensores del lema: «hacer comprender la geografía por los libros, hacerla ver por los mapas».

Ese nuevo método, llamado intuitivo, hacía de la geografía una ciencia viva capaz de demostrar, describir, enseñar, interesar e instruir. Mediante el constante empleo del mapa mural y el trazado del mapa en el encerado se procuraba ejercitar la inteligencia evitando que la lección fuese una nomenclatura seca, una lista de nombres propios, dirigidos solo a ejercitar la memoria.

La geografía debía consistir por tanto en lecciones de cosas en lugar de lecciones de nombres. De ahí que el mapa mural como cuadro sintético de los detalles que configuraban el estudio de un país se convirtiese en un material didáctico estratégico tal y como lo formulara el profesor del liceo de St-Louis y de la Escuela Normal primaria superior de St. Cloud J.B. Paquier:  «Consideramos la carta geográfica como la base misma de la enseñanza. ..El mapa bajo todas las formas, cartas o mapas murales, atlas, croquis en el encerado….Queremos un mapa mural dibujado a grandes rasgos, claro y sorprendente a la vez, sobrio de detalles, escaso de nombres y únicamente con algunos puntos de mira. Debe ser simplemente un resumen, una especie de síntesis hábilmente hecha, que deje impresa en el alma algunas nociones concretas y durables», pues en opinión de ese pedagogo francés las primeras cualidades que había que ejercitar en la infancia eran la imaginación y el sentimiento.

Está formulada así con claridad la propuesta de usar los mapas como instrumentos modeladores de la conciencia nacional, cuestión a la que se ha prestado gran atención en los últimos años. Destacan al respecto los trabajos de teóricos del nacionalismo como Benedict Anderson,  autor de la influyente obra Imagined communities, traducida al castellano con algo de descuido, según el propio Anderson, por Fondo de Cultura Económica; o  historiadores sociales y culturales de la cartografía como John Brian Harley, partidario de interpretar los mapas como una forma de lenguaje y como un instrumento y un símbolo de los poderes establecidos.

Analizando diversos casos en distintos lugares del mundo, desde Tailandia a Europa y las Américas, estos estudiosos han mostrado que los mapas elaborados a lo largo de la época contemporánea, particularmente en el siglo XIX, se convirtieron en un instrumento para cerrar las fronteras elásticas de la nación, o para plasmar aspiraciones políticas de movimientos nacionalistas como ha ocurrido con los mapas escolares generados en diversas comunidades autónomas españolas en las dos últimas décadas del siglo XX, según han analizado Jacobo García Alvarez y Daniel Marías.

Pero los mapas, según sostenían los positivistas, también son una condensación del conocimiento espacial. Tal y como plantea J.H. Andrews, del Trinity College de Dublin, en su introducción a La nueva naturaleza de los mapas de John Brian Harley, la cartografía también aspira a ser exacta y precisa, creencia defendida por Rafael Ballester. De hecho un mapa de carreteras preciso ayuda a un viajero a llegar a su destino.

En cierta medida las dos epistemologías con las que se puede abordar el estudio de los mapas -la positivista, y la constructivista de Harley- son complementarias.

Así pues, siguiendo el hilo del discurso de Rafael Ballester, los planteamientos de Levasseur y sus seguidores contribuyeron al renacimiento de los estudios geográficos y de la enseñanza de la geografía en la Francia de la Tercera República. Hasta entonces la geografía se estudiaba sin método concediéndose gran importancia a la nomenclatura, a la cartografía, a la economía política y muy poca a la geología, a la estructura del suelo, a las relaciones entre la geografía y la historia, según resaltara Ludovic Drapeyron (1839-1901), primer director de la  la Revue de geographie fundada en 1877. A partir de la década de 1870 empezaría a destacarse el papel de la geografía física como fundamento de la enseñanza geográfica, se adoptó un orden metódico en la exposición de las diversas partes de la geografía fuese general, histórica, polítíca o económica, y se expandió el empleo del mapa mural y el trazado del mapa en el encerado en presencia del alumno, convirtiéndose estos procedimientos didácticos en los principales dispositivos de la enseñanza geográfica.

El metodólogo Ballester, amante de una cultura de la precisión que se abría paso en la sociedad española de aquella época derivado de la mentalidad positivista, consideró relevantes estas propuestas e iniciativas docentes pues «se sabe por experiencia que en un estudio cualquiera el análisis debe preceder y preparar la síntesis si se quieren obtener buenos resultados. El análisis permite al espíritu adquirir un conocimiento exacto y completo de las cosas mediante la descomposición razonada de las partes que constituyen el todo.»

Otra  de las cuestiones que a Rafael Ballester, como profesor de geografía e historia, le interesó más de la renovación metodológica impulsada por Levasseur y sus seguidores fue la importancia concedida a la concordancia entre los estudios geográficos y los estudios históricos. Esta fue una de las cuestiones más debatidas en el segundo congreso internacional de geografía celebrado en París en 1875 y de sus conclusiones se derivó el axioma «nada de historia sin geografía», pues la historia de un país se explicaba por su geografía. A partir de entonces en Francia los profesores de geografía e historia estaban separados pero sus enseñanzas convergían en un punto común, situación que en España no se producía dada la completa separación entre la enseñanza de la geografía y la de la historia.

Pero la presentación de las propuestas concretas de Rafael Ballester y Castell sobre la mejora de la enseñanza de la geografía en los institutos españoles de aquella época de principios del siglo XX se hará más adelante. Sí quisiera señalar para finalizar este post que las tempranas preocupaciones de ese joven profesor mallorquín por la importancia del mapa para la enseñanza de la geografía le acompañarían durante toda su labor docente y le impulsarían años adelante, en 1923, a elaborar un atlas de geografía, poco conocido y por tanto no apreciado, del que a lo largo de más de dos décadas se hicieron diversas ediciones, publicadas por la editorial gerundense Dalmau Carles Pla.

Ballester Geografia Atlas Segundo grado

Ballester Geografia Atlas edit Dalmau 1935


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Lecturas de un profesor de geografía en la Mallorca de 1901

Conviene profundizar en los contenidos del libro Estudio sobre la enseñanza de la geografía, de Rafael Ballester, publicado en Mallorca en 1901, presentado al público por el erudito balear Mateo Obrador y Bennassar, como ya expuse en un post anterior.

En esta ocasión me aproximaré al nivel de conocimientos del autor del mencionado folleto, joven profesor que aún no había cumplido 30 años, activo participante del grupo «La Almudaina», dinamizador de la vida cultural mallorquina en el tránsito del siglo XIX al XX, y que tomó su nombre del gran palacio medieval, y edificio real, existente en la ciudad.

palacio Almudaina 1915

Presentaré las lecturas, y las autoridades, sobre las que construyó su discurso y basó sus argumentaciones destinadas a proponer nuevos métodos en la enseñanza de la geografía en las aulas de los institutos españoles de enseñanza secundaria.

La coyuntura para efectuar esa labor era favorable. En aquel momento la geografía había ganado espacio en el sistema educativo. El ministro de Instrucción Pública García Alix acababa de ampliar hasta cuatro cursos el estudio de lo que antes era la asignatura de Geografía astronómica, física y política,  impartida en un solo curso. Con esa reforma, poco duradera, los estudiantes de los institutos aprendían en cursos sucesivos las siguientes materias:

1º Geografía astronómica y física

2º Geografía descriptiva general y especial de Europa

3º Geografía descriptiva particular de España

4º Geografía histórica, comercial y estadística.

Antonio García Alix

El objetivo de Rafael Ballester era mostrar la conveniencia de que en España se imitase la estrategia adoptada en Francia para recuperar el terreno perdido en los estudios y los métodos geográficos. Si el país vecino a lo largo del siglo XIX  había hecho un esfuerzo considerable por transferir los métodos alemanes de enseñanza de la geografía, ahora a principios del siglo XX le correspondía a los integrantes de la sociedad española efectuar una estrategia similar y  adoptar en esta ocasión las propuestas renovadoras existentes en Francia, donde había emergido una potente escuela de geógrafos, cuya genealogía realizara hace años Vincent Berdoulay, prestando particular atención a sus fundamentos epistemológicos.

Ese proceso de restauración de la geografía francesa lo reconstruyó Ballester siguiendo fundamentalmene el opúsculo Etude et enseignement de la Géographie en France, publicado en Paris en 1884, y del que era autor el «sabio profesor del Liceo de Saint-Louis y de la Escuela Normal primaria superior de St. Cloud, J.B. Paquier». Ese trabajo se había publicado previamente en la Revue pedagogique.

lycee St Louis dibujoLycée St Louis Paris

El movimiento de restauración de la geografía en la Francia de la Tercera República partía de bases débiles. Hacia 1871 había 150 profesores de geografía e historia de 2ª enseñanza. De ellos solo siete, según observadores de la época, comprendían la importancia de la geografía, siendo el material escolar «de lo más detestable».

De la producción geográfica francesa decimonónica Ballester destaca, siguiendo fundamentalmente a Paquier, una serie de trabajos que cabe dividir en los siguientes bloques:

Sobre la enseñanza de la geografía

– el trabajo pionero de Vivier de Saint Martin «Del estado de las ciencias geográficas y la enseñanza de la geografía en Francia y en Alemania», publicado en 1863 en L’année géographique.

– el Estudio y enseñanza de la geografía de 1871 del economista y geógrafo Pierre Émile Levasseur, quien «quería hacer de la geografía física y del estudio de las íntimas relaciones que unen al hombre con la Tierra, la base de la enseñanza geográfica» y sobre todo su conferencia L’enseignement de la géographie dans l’école primaire, publicado en Paris en 1879 «trabajo por todos conceptos notabilísimo y que no debemos perder de vista si queremos reformar en un sentido verdaderamente útil y práctico la enseñanza de la geografía en los Institutos españoles».

La enseñanza de la geografía en Francia de Caroline Kleinhanspublicado en 1875.

Caroline Kleinhans

– La Nouvelle méthode d’enseignement géographique, d’aprés les résolutions du Congrès géographique de Paris de Ludovico Drapeyron, también de 1875 y Que la géographie est une science grace à la topographie, où est démontrée la nécesité d’un enseignement géographique et centralisé, Paris, chez Delagrave, 1885, del mismo Drapeyron.

Quelques mots sur l’enseignement de la géographie, del geógrafo especialista en el conocimiento de los Pirineos, e importante dibujante, Franz Schrader, Paris, chez Hachette, 1892.

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Obras generales

– la Géographie Génerale de Louis Dussieux, «obra sabia», cuya «tercera edición que tenemos a la vista no lleva fecha. Menéndez y Pelayo se queja con razón de esta falta, muy frecuente en los libros franceses».

– la Geografía Universal de Theophile Lavallée, publicada en Barcelona por Montaner y Simón en 1878-1879.

Continentes y océanos: introducción al estudio de la Geografía, de George Grove, tomo LXIV de la Bibliotheque utile publicada en Paris por Félix Alcan.

La formación de la unidad territorial en Europa de Louis-Auguste Himly, «obra notabilísima».

La Tierra a vista de pájaro de Onésime Reclus y la Nueva geografía universal de su hermano el geógrafo anarquista Eliseo Reclus que «empezó a publicarse traducida al castellano sin que tan laudable tarea haya sido llevada a feliz término, como siempre, por desgracia, sucede en España con las obras serias, que rara vez alcanzan el favor del público. En especial los dos volúmenes sobre los continentes y los mares merecen hallarse en todas las bibliotecas».

Las monografías

– «La Topographie préface de la géographie», artículo de la Revista de Geografía, de octubre de 1879, de Hennequin.

– La Introducción al Estudio sobre el Jura del profesor en la Facultad de Letras de Lyon, Berlioux, «uno de los más distinguidos promotores de la escuela topográfica».

– El trabajo de Elisée Reclus publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, tomo XXXVI.

Libros de texto o manuales

– las ediciones de la Geografía general de E. Cortambert, en las que dio lugar preferente a la geografía física y económica,

– los notables libros «por su claridad y por su método» de Pigeonneau y Perigot,

-y la obra completa de Levasseur, conector de campos científicos diversos, que dividió en geografía física, geografía de la Francia, geografía de Europa, y geografía de las cinco partes del mundo.
Atlas

– como los de Dussieux, Cortambert, Delamarche, Perigot, y en particular el de Drioux-Leroy, que «realizó visibles progresos. La edición de 1886 que tenemos a la vista trata la geografía física con bastante exactitud y claridad».

Dado que los franceses imitaron a los alemanes Ballester presta atención al desarrollo de la geografía como disciplina científica en los territorios germánicos a partir de mediados del siglo XVIII fijándose en particular en:

– el alcance y valor de la «grandiosa geografía comparada» que Ritter publicó con el título de Conocimiento de la Tierra en sus relaciones con la naturaleza y la historia humana,  si bien reconoció que sus objetores le reprocharon su falta de carácter científico al no apoyarse en la geología, «o sea en el conocimiento preciso de las leyes que presiden, no a la configuración general, sino a la formación de la corteza terrestre».

Carl Ritter

Pero según Ballester cuando Ritter concibió esa gran obra la geología estaba en estado embrionario no habiéndose asentado el famoso principio de Daubrée que este autor expuso en Estudios experimentales para explicar las deformaciones y las roturas sufridas por la corteza terrestre, según el cual «la topografía y la geografía sin la geología son a manera de cartas cerradas o de cuerpos sin alma, silenciosos y muertos, hasta que la inducción del observador los ha reanimado y les ha hecho hablar al arrancarles las páginas precisas de su historia».

– el Cosmos de Humboldt, del que hace largas citas en varias partes de su trabajo, demostrando ser un concienzudo lector de tan importante obra que tuvo una honda repercusión en diversos círculos de la sociedad española como intenté mostrar en un congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas.

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– los atlas de Stieler, Berghaus, Groel, Andreä, Handeke, Issleib, Kosenn, Steinhauser.

Frente al renacimiento producido en Francia la enseñanza de la Geografía en España estaba en situación «estacionaria», a pesar de los esfuerzos realizados por algunos catedráticos de Institutos españoles, entre los que destaca al autor regeneracionista Macías Picavea y su obra Geografía elemental, publicada en Valladolid en 1895.  Se mostró, sin embargo, crítico Ballester con los Elementos de Geografía comparada de Félix Sánchez Casado, por su incomprensión del carácter plurilingüistico del Estado español, a pesar de que en 1896 ya tenía 14 ediciones. De hecho este autor católico fue una máquina de hacer manuales, decenas de los cuales están en venta hoy en dia.

Elogió asimismo el interés que había mostrado el coronel Francisco Coello, -uno de los fundadores, y su segundo presidente, de la Sociedad Geográfica de Madrid allá por 1875-,  en seguir los progresos de la geografía en Francia como lo revelaba su contribución de 1877 al Boletín de la Sociedad de Topografía de Francia.

Francisco Coello

La situación del presente de los estudios geográficos  la comparó con el pasado, y con las «gloriosísimas tradiciones geográficas» hispanas. Entre ellas destacó la labor de la escuela cartográfica de Mallorca y el primer tratado de Náutica de la Edad Media del mallorquín Ramón Llull, sobre el que daba noticias Juan Prutz en «Los Estados de Occidente durante la Edad Media», tomo VI de la edición castellana de la Historia Universal de Guillermo Oncken.

Interesado en usar cualquier recurso para excitar la imaginación geográfica del alumno recomienda vivamente «la lectura del Robinsón o del prodigioso Julio Verne no aparte del resto de los libros».

Asimismo se hizo eco del importante trabajo del «sabio escritor y catedrático D. Miguel de Unamuno, rector hoy de la Universidad de Salamanca» titulado La enseñanza superior de España, folleto impreso en 1900 después de haberse publicado por serie de artículos en La Publicidad de Barcelona, y que Ballester había reseñado en el diario mallorquín La Almudaina en torno al cual se aglutinó el grupo homónimo que revitalizó la vida cultural mallorquina entre 1897 y 1905.

Del talante reformista de ese inquieto profesor, activo en el grupo La Almudaina, y de sus recomendaciones concretas para mejorar la enseñanza de la geografía en las aulas de los institutos españoles nos haremos eco en otras entradas de este blog.


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Desde Valldemosa Mateo Obrador presenta en 1901 a un profesor innovador

El domingo 3 de marzo de 1901 se encontraba en Valldemosa el notable erudito balear Mateo Obrador y Bennassar (Felanitx, Mallorca, 1852-Palma, Mallorca, 1909). Este archivero de la Diputación de Mallorca era un experto en la obra del gran pensador medieval Ramón Llull, y un animador de la vida cultural mallorquina a través de múltiples iniciativas como su activa implicación en la publicación Museo Balear de Historia y Literatura, Ciencias y Artes, También tenía a su cargo la educación de los hijos del mecenas de artistas y científicos el archiduque Luis Salvador de Austria-Toscana, que residía cerca de Valledemosa en el palacio de Miramar, donde siglos antes había vivido Raimundo Lulio. Como poeta romántico fue autor de poemas tan apreciados como «La roqueta».

Mateo Obrador y Bennassar

En ese paraje de tantas resonancias en el romanticismo europeo, al haber residido en él Chopin y George Sand durante el invierno de 1838-1839, Mateo Obrador firmó el prólogo de un folleto titulado

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Estudio sobre la enseñanza de la geografía,  cuyo autor era el profesor Rafael Ballester y Castell, (1872-1931), de una familia de propietarios de Andratx, y que le permitió probablemente ser elegido, por concurso, profesor auxiliar supernumerario de la sección de Letras del Instituto Baleares de enseñanza secundaria de Palma de Mallorca, función que desempeñaría desde enero de 1901 hasta marzo de 1903.

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En este folleto, según su prologuista, se hacía una «sucinta exposición de los avances que en el último tercio del pasado siglo ha logrado la enseñanza geográfica especialmente en Francia» y daba una idea «de la ventaja que nos lleva en tal materia nuestra más próxima vecina, habiendo también otros países que preceden acaso a la patria de Levasseur, Cortambert y Dussieux en los perfeccionamientos aplicados a la metodología geográfica».

El libro «muy digno de atención y muy recomendable» era considerado como un estudio «preliminar o punto de partida de otros que podrán subseguirle y completarlo». De hecho así ocurrió pues este folleto terminado a finales de 1900 sería el germen de la tesis doctoral «Investigaciones sobre metodología geográfica» que defendió en Madrid Rafael Ballester el 14 de diciembre de 1907 y que se publicaría al año siguiente, considerándose un aporte sustantivo  a la renovación de la enseñanza de la geografía, como han planteado Miquel Company y Florit y Alberto Luis Gómez.

¿Por qué el erudito balear Mateo Obrador, desde 1900 director técnico de la comisión editora luliana, y como tal impulsor de la edición de las obras catalanas de Ramón Llull, comprometió su firma en la presentación de un aparente modesto texto, de 37 páginas que se vendía a 1,50 pesetas, editado en Palma en la tipografía de Felipe Guasp, perteneciente a una familia de importantes impresores mallorquines, a los que Miquela Forteza Oliver ha dedicado una tesis?

Por razones varias: políticas y culturales. Al estar dedicado al conde de Romanones, justo tres días antes de que este dirigente del partido liberal tomase posesión de la cartera de Instrucción Pública y Bellas Artes, parecía hacer un guiño a uno de los políticos más dinámicos de principios del siglo XX. El conde de Romanones sería el sustituto de Antonio García Alix, el primer político que se hizo cargo de esa cartera, creada por real decreto de 18 de abril de 1900. Ambos fueron fundamentales en la puesta en marcha del gran proyecto cultural del Catálogo monumental de España, como he señalado en mi estudio sobre su impulsor: el destacado historiador y político liberal granadino Juan Facundo Riaño.

Pero sobre todo Mateo Obrador quería presentar en sociedad a un profesor joven en el que los elementos reformistas de la sociedad mallorquina tenían al parecer depositadas esperanzas, y destacar un producto que tenía en el ámbito pedagógico méritos diversos, como los siguientes.

Significaba en el terreno de la enseñanza y educación escolares un paso adelante para «elevar el nivel de nuestra deficiente y rezagada cultura nacional» en un momento  en el que «nuestra enseñanza pública en todos sus órdenes -y la privada también, como imagen y reflejo de aquélla- anda necesitada de mejoras».

Era un destello esperanzador en un panorama sombrío en el que el grueso del profesorado oficial se dedicaba a «proseguir y vegetar año tras año, entre curso mermado y prolongada vacación, aceptando pasivamente los efímeros reales decretos, las estériles e inestables reformas, el desdichado y caprichoso tejer y destejer que el movedizo Ministerio y su hijuela sumisa, la Dirección General, inculcan e imponen desde las columnas de la Gaceta».

Expresaba la existencia de un «radical espíritu de renovación y avance», en el profesorado, cuyos integrantes deberían ejercer más como educadores que como instructores, no indiferentes a «la delantera que nos llevan otros países más prósperos y mejor orientados que el nuestro en punto a enseñanza profesional».

Contribuía a incrementar las fuerzas de los elementos reformistas del profesorado, jóvenes en su mayor parte, quienes no estaban interesados tanto en «mostrar su disconformidad con el actual estado de cosas» como en buscar remedios eficaces al estancamiento educativo mediante una doble vía: poniendo en acción «su original y propio criterio innovador» o adoptando «el ejemplo ajeno, aceptando y haciendo suyas las mejoras y tentativas de renovación, ya formuladas y planteadas en los países que nos aventajan en cultura».

Entre esos profesores jóvenes reformistas se encontraba el «distinguido y estudioso colega» del prologuista, Rafael Ballester, definido de esta manera por Mateo Obrador:

«En los albores de su carrera profesional ha dado y sigue dándonos a menudo significativas pruebas de que no intenta formar en las filas de los que aceptan como buenos los cánones y practican dócilmente los planes de la pedagogía oficial; sino que conociendo las deficiencias o el rutinarismo que los informa; tiende la vista más allá, y comparando lo de aquende con lo de allende, aporta por de pronto, como contribución a la obra de cultura nacional, el fruto de sus investigaciones y lecturas».

Por aquel entonces, en efecto, Rafael Ballester ya había publicado, con una traducción suya, prólogo y notas, el libro de Hipólito Taine, Ensayos de crítica y de historia: España en 1679, y tenía en prensa Al día: artículos científicos, pedagógicos, críticos y de polémica, con un prólogo de Leopoldo Pedreira Taibo, catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Cuenca, entre 1899 y 1906.

Mateo Obrador se congratulaba asimismo de que el Estudio sobre la enseñanza de la geografía de Rafael Ballester era una aportación sustantiva a la literatura regeneracionista que se estaba produciendo en el país al girar en torno a la educación científica de los jóvenes:

«Buena obra y altamente patriótica realizan cuantos, como el sr. Ballester, dedican su talento y sus esfuerzos, a mejorar los sistemas de enseñanza, en beneficio y mayor fruto práctico de la generación escolar que sube. Si nuestro añejo atraso, agravado y evidenciado por recientes desastres y desdichas, ha puesto en boca de todos la clamorosa voz de regeneración nacional, no cabe duda de que una parte principalísima de esta anhelada regeneración estriba y gira sobre el eje de la educación científica que nuestras Universidades, Institutos y Escuelas acierten a dar a los jóvenes de hoy, a los hombres de mañana».

Echó  en falta Obrador que la última parte del estudio de Ballester fuese demasiado lacónica pero le reconocía un «templado criterio pedagógico» pues al «señalar por vía de conclusión o corolario lo que cabría hacer e innovar respecto a la materia de que se trata, se atiene y limita a lo que conceptúa posible, habida razón de lo existente, y demarca la línea divisoria, muy difícil de borrar toda de una vez, entre lo que debiera y lo que de momento y gradualmente puede ser la enseñanza de la Geografía en nuestras escuelas e institutos públicos y privados».

Obrador vaticinaba que ese profesor innovador del Instituto de Palma de Mallorca sería un futuro catedrático. No se equivocó en su predicción pero Rafael Ballester no obtendría su cátedra de instituto hasta 1910 tras diversas vicisitudes que abordaremos en otras entradas del este blog. Poco después de obtener su cátedra de instituto lograría allá por septiembre de 1911 una pensión o beca de la JAE para trasladarse nueve meses a Francia y Bélgica con el fin de realizar estudios de geografía e investigaciones histórico-bibliográficas. A su vez su mentor Mateo Obrador y Bennassar obtendría en 1908 una pensión del Institut d’Estudis Catalans para viajar a Munich con el objetivo de transcribir el manuscrito de la novela de Ramón Llull Blanquerna, deteniéndose a su regreso en Milán para trabajar en el manuscrito del Llibre de contemplació.