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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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La admiración de Isaac Costero por Pío del Río Hortega

Durante el año 2023, que se va, me he encontrado con Isaac Costero (Burgos 1903-Ciudad de México 1980) en varias ocasiones a lo largo de las investigaciones que he efectuado sobre Germán Somolinos (Madrid 1911-Ciudad de México 1973), cuyos papeles conservados por su familia he tenido la oportunidad de investigar en estos meses pasados, como expuse en el homenaje que le brindamos en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el pasado 18 de octubre de 2023 cuando presentamos el sitio web Germán Somolinos d’Ardois: memoria de un médico exiliado.

Esos dos médicos republicanos, nacidos en momentos diferentes, compartieron en su exilio mexicano trabajos y afanes, y forjaron en tierras americanas una sólida amistad como se deduce de las necrológicas que dedicara Costero a Somolinos, publicada una de ellas en el volumen 43 de los Archivos del Instituto Nacional de Cardiología de México accesible aquí.

Pero casi tres décadas antes -en 1945- en sus primeros años de exiliado ya Isaac Costero, quien dio numerosas pruebas de tener una ágil memoria como se constata en su excelente autobiografía Crónica de una vocación científica que publicara en México en 1977, tuvo que hacer otra despedida. En ese caso a quien había sido su maestro durante catorce años consecutivos en el Laboratorio de Histopatología de la JAE dirigido por Pío del Río Hortega, -como resalta en el texto que se presenta a continuación- y también su jefe por unos meses -antes de acceder a su cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Universidad de Valladolid en 1934- en el Instituto Nacional del Cáncer, donde Costero obtuvo una plaza de ayudante en la primavera de 1933 junto a Manuel Pérez Lista y Rafael Ibáñez González. Esa institución sería dirigida por Pío del Río Hortega durante la mayor parte del período republicano.

Como en los próximos meses voy a sumergirme, junto a Alba Calzado, quien está gozando una beca JAE intro de introducción a la investigación en el Instituto de Historia del CSIC, bajo mi tutoría, en el estudio del Congreso Internacional de Lucha científica y social contra el cáncer celebrado en Madrid a finales de octubre de 1933, la labor de Pío del Río Hortega en esa lucha y las conexiones con sus colaboradores me resultan de especial interés.

Por ello me ha parecido relevante la necrológica que dedicara Isaac Costero a su maestro y jefe en las páginas de la revista Ciencia, el portavoz de la diáspora científica republicana –como ya he explicado en otros lugares– en julio de 1945, pocos días después de la muerte en tierras argentinas de ese gran histopatólogo que fue Pío del Río-Hortega, candidato al premio Nobel varias veces, como explicaré en otras entradas de esta bitácora, y al que he dedicado gran atención en diversas partes de mi reciente libro El cénit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936).

A continuación se ofrece el mencionado texto de Isaac Costero sobre su admirado Pío del Río-Hortega.

Pío del Río-Hortega en 1933.
(Archivo digital Pío del Río-Hortega)

In Memoriam. El Dr. Pío del Río-Hortega por Isaac Costero

            El día 1º de junio último falleció en Buenos Aires el Dr. Pío del Río-Hortega. Tenía allí a su cargo, desde que la guerra le desplazó de Europa, un laboratorio de Histopatología patrocinado por la Institución Cultural Española, en el que recibía sus inagotables enseñanzas y realizaba importantes trabajos de investigación un selecto grupo de médicos argentinos.

             Pocos investigadores contemporáneos han alcanzado el justo prestigio de solidez y originalidad científicas como lo logró Río-Hortega desde su juventud. Inició los trabajos histológicos al lado de un entusiasta discípulo de Ranvier, el venerable Dr. Leopoldo López García, profesor de muchas generaciones en la Facultad de Medicina de Valladolid. Después de un breve intento de ejercicio profesional a la sombra de su pintoresco castillo familiar, el Dr. Río- Hortega fue a Madrid a trabajar en el laboratorio que entonces dirigía Don Santiago Ramón y Cajal en el Museo de Velasco y del que irradiaban al mundo los trabajos más importantes de la época sobre arquitectura del sistema nervioso.

            Al lado de Achúcarro, el malogrado investigador en el campo de la Neurología, Río-Hortega comenzó a desarrollar ampliamente sus maravillosas dotes de técnico (“Varias modificaciones al método de Achúcarro”, Bol. Soc. esp. Biol., 1916). Incontables días de apasionantes tanteos dieron como primer resultado importante el hallazgo de una sustancia, simple en su obtención, pero misteriosa en su constitución química y en sus propiedades como detectora de estructuras histológicas (“Un nuevo método de investigación histológica e histopatológica”. Bol. Soc. españ. Hist. Nat., 1918).  Esta sustancia -el carbonato de plata amoniacal-, representa el genio de un incomparable investigador, condensado en forma de dócil reactivo.  En manos de cualquier otro histopatólogo, es un líquido incoloro que se reduce sobre los tejidos manchándolos con burdos precipitados y que deja fácilmente huellas coloreadas en los dedos y en las ropas de quienes inesperadamente lo manejan. Como Río-Hortega, su creador, el carbonato de plata amoniacal solo es amigo de quien le quiere comprender. No se amolda a la rutina de los ayudantes técnicos, en quienes descansa habitualmente todo el trabajo manual en los laboratorios de Histopatología; necesita de dedos ágiles manejados por un cerebro perspicaz y acucioso, dedos que hayan visto la suave precisión de los de Río-Hortega, cerebro que haya captado las estimulantes ideas del sabio histólogo español.

            Entonces el carbonato de plata amoniacal demuestra con las más bellas imágenes lo que el deseo del investigador solicita de él. Es suficiente variar el tiempo de la fijación formólica de los tejidos, el tratamiento previo de los cortes con algún mordiente, la duración en la permanencia o la temperatura del reactivo, la concentración o el grado de agitación del reductor, para poner de manifiesto ora las más delicadas apariencias del armazón cromático, ora los protoplasmas más refractarios a la coloración con anilinas, ora las neurofibrillas, las células neuróglicas, la microglía, la oligodendroglia, las epiteliofibrillas normales o patológicas, los centrosomas, las bandas de cierre, los pigmentos lipoideos, las melaninas y sus sustancias predecesoras, etc. (“Coloración rápida de tejidos normales y patológicos con carbonato de planta amoniacal”, Bol. Soc. esp. Biol. 1919; “Una sencilla técnica para teñir rápidamente neurofibrillas y fibras nerviosas”. Bol. Soc. españ. Hist. Nat., 1921 [pp. 364-371] “Varias técnicas selectivas para la tinción del tejido conectivo reticular”. Ídem, 1925 [pp. 204-201]; “Manera sencilla de teñir epiteliofibrillas y ciertos retículos protoplásmicos de difícil demostración”.  Idem 1926 [pp.107-113]; “Fundamentos y reglas de una técnica de impregnación férrica, aplicable especialmente al sistema retículo endotelial”, Ídem, 1927 [pp. 372-383]; “ Innovaciones útiles en la técnica de coloración de la microglía y otros elementos del sistema macrofágico”. [pp.199-210] Idem., 1927; y otros muchos datos aparecidos en la mayor parte de sus restantes monografías).

            Tan grande era la ductilidad del carbonato de plata en manos de Río- Hortega que ni él mismo consideraba suficientemente seguro que alguna vez se agotaran sus posibilidades. Por eso retrasó siempre lo que le era tan solicitado: escribir un trabajo donde se encontrasen reunidas las múltiples variantes que le habían servido para realizar sus más conocidos descubrimientos. Sólo cuando sintió llegar la enfermedad que ha paralizado su fecundo cerebro, se decidió a escribir concretamente sobre sus técnicas, labor que ha terminado mientras luchaba con el dolor y la consunción en el voluntario y hermético aislamiento en el que quiso pasar los últimos meses de su vida. (“El método del carbonato argéntico. Revisión general de sus técnicas y aplicaciones en Histología normal y patológica”. Arch. Histol. normal y patológica, 1943-1944).

            Docenas de investigadores de todo el mundo acudieron al modesto laboratorio de la Residencia de Estudiantes de Madrid con el ánimo de desentrañar los misterios de técnica tan genial y fecunda. Y pronto descubrieron todos ellos que el reactivo y su autor eran igualmente sencillos; hasta confundirse en una misma cosa, y partían hablando ya para siempre de “el carbonato” y de “don Pío”, frases ambas envueltas en un halo de afectuosa cordialidad. Ninguno pudo dominar la técnica sin alcanzar al mismo tiempo la amistad del maestro, ni nadie logró hasta ahora mejorar aún en el detalle los resultados técnicos del reactivo ni las ideas que ellos despertaron en la mente del creador.

            Río-Hortega tenía una destacada personalidad de artista. Su arte se manifestó de manera excepcional y en medio poco común, pero sus incontables horas de trabajo lo fueron de la actividad artística más pura. Artistas fueron sus mejores amigos; todas las obras de arte merecían su decidida admiración; decantado arte se desprende de sus maravillosos dibujos, realizados a veces en cortos minutos, el pincel saltando con inquietud de inspiración verdadera del guache al papel; admiración de artista le permitía contemplar sin descanso sus preparaciones e interpretarlas con tan asombrosa precisión; amor de artista tenía por su obra y la indignación, a veces graciosa por lo infantil, que le producían sus plagiarios y contradictores, sólo se encuentra semejante en almas de artistas verdaderos. Su extensa capacidad de observación, su afinidad hacia el detalle que a todos escapa, la finura de su crítica, el afecto que sentía por los objetos e instrumentos de trabajo, son otras tantas manifestaciones de su temperamento hipersensible, que se manifestó en forma de un paternal cariño hacia quienes tuvimos la fortuna de ser sus discípulos.

            No es éste el momento oportuno para detallar sus descubrimientos. Río- Hortega miraba todo con ojos propios; unos ojos que parecían distintos a los demás y que veían mucho más y diferentes cosas en las mismas estructuras que habían sido ya objeto de minuciosas requisiciones por expertos investigadores. Esta genialidad en la apreciación de las imágenes morfológicas, sumada a la habilidad técnica, dio resultados asombrosos. En 14 años consecutivos que trabajé a su lado, cada día ví al menos una cosa nueva, aprendí un artificio técnico y escuché de sus labios un concepto original. De contados maestros podrá decirse algo parecido. Lo publicado por Río- Hortega, aun siendo mucho, no es sino lo fundamental de sus descubrimientos, aquello que su rigurosa autocrítica y su tradicional pereza para escribir le permitían confiar a la a pluma.

            La originalidad de las ideas de Río-Hortega se manifestaba en todos los momentos y, entre otras cosas no menos extraordinarias, en ésta: nunca le vi consultar un libro o una monografía antes de emprender un trabajo; al contrario que casi todos los investigadores, buscaba la información necesaria a la publicación de sus descubrimientos cuando ya su criterio referente al problema estaba firmemente establecido sobre la base de sus observaciones personales. La inspiración brotaba del mismo, nunca de opiniones expresadas por otros; aún más, la lectura de las opiniones ajenas le solía exasperar porque a menudo les encontraba el defecto, realmente fundamental en un investigador, de repetir lo ya dicho otras veces por quienes observaron los hechos con más material y en primer lugar, únicos en quienes disculpaba errores de interpretación. He aquí el motivo, para muchos ignorado, de que Río-Hortega no haya escrito nunca un libro de texto o un tratado general. Esta clase de obras, cuya necesidad y mérito él no discutió jamás, quedaban fuera de su temperamento; todo su trabajo es original y jamás se avino a escribir lo que, como él mismo decía, ya estaba escrito.

             Pero, si no toda su obra, sí debemos citar aquí, al menos brevemente, los trabajos que le han dado más fama referentes a la microglía, a la neuroglia, a la epífisis y a los tumores cerebrales.

            La microglía, el llamado tercer elemento de los centros nerviosos, era totalmente desconocida en su real naturaleza antes de los trabajos de Río- Hortega, y a él debemos todo lo que hoy se sabe acerca de su morfología, origen y función. Como ya es del dominio de los especialistas, la microglía está formada por pequeñas células dotadas de prolongaciones arborescentes delicadas y muy espinosas, que se reparten en todos los territorios del sistema nervioso central; proceden del mesodermo, tienen movimientos amiboideos muy activos e intensa capacidad fagocitaria, durante la cual tienden a perder sus prolongaciones originando las llamadas células en bastoncito y cuerpos granuloadiposos. Estas actividades se manifiestan con especial intensidad en los procesos patológicos del encéfalo y singularmente en los de naturaleza inflamatoria.

            El descubrimiento de la microglía data de 1919 y las monografías originales correspondientes pueden encontrarse en el tomo IX del Boletín de la Sociedad española de Biología (“El tercer elemento de los centros nerviosos: I. La microglía en estado normal. II. Intervención de la microglía en los procesos patológicos. III Naturaleza probable de la microglía. IV, Poder fagocitario y movilidad de la microglía”). Todavía hay otros tres trabajos fundamentales sobre el tema: “La microglía y su transformación en células en bastoncito y cuerpos gránuloadiposos”. (Trab. Lab. Invest. Biol. Univ. Madrid, 1920; “El tercer elemento de los centros nerviosos; histogénesis y evolución normal, éxodo y distribución regional de la microglía” (Mem. Soc. españ. Hist. Nat., [tomo XI] 1921 [pp. 213-268 y 16 láminas), y “Lo que debe entenderse por tercer elemento de los centros nerviosos” (Bol. Soc. Españ. Biol., 1924).  El hallazgo de la microglía surgió de las variantes a las técnicas del carbonato de plata con las que es posible teñir los protoplasmas y se basan en la fijación breve de los tejidos, en la impregnación rápida en soluciones concentradas de plata y en la reducción en agitación continua. La microglía se tiñe en condiciones similares a como lo hacen los macrófagos fijos y libres de los demás tejidos y, en realidad, representa el sistema macrofágico de los centros nerviosos.

            La neuroglia genuina fue objeto de largos y fecundos análisis por parte de Río-Hortega. Su descubrimiento más importante en este campo es, sin duda, el de la neuroglia interfascicular, con escasas prolongaciones aferradas a las vainas meduladas de las fibras nerviosas, a la que llamó oligodendroglia. Esta variedad de neuroglia fue primero entrevista con técnicas similares a las que pusieron de manifiesto a la microglía. Más tarde, encontró Río-Hortega una modificación al método de Golgi del cromato de plata. por la que pudo determinar exactamente la morfología y la distribución de la oligodendroglia; nuevas variantes al método del carbonato pusieron recientemente en evidencia la oligodendroglia de los ganglios sensitivos y simpáticos. La información bibliográfica original sobre este tema se extiende desde 1921 a 1943 (“Estudios sobre la neuroglia; la glía de escasas radiaciones (oligodendroglia), Bol. Soc. españ. Hist. Nat., [pp.63-92], 1921: ¿Son homologables la glía de escasas radiaciones y las células de Schwann?”, Bol. Soc. españ. Biol., 1922; “Tercera aportación al conocimiento morfológico e interpretación funcional de la oligodendroglia”, Mem. Soc. españ. Hist. Nat., [tomo XIV, pp. 5-122], 1928; “Investigaciones sobre la neuroglia de los ganglios sensitivos y simpáticos” en colaboración con Prado y Polak, Arch.Hist. normal y patol, 1943). Además se ocupó de “La verdadera significación de las células neuróglicas llamadas amiboides”. (Bol. Soc. españ. Biol., 1918), de “Algunas observaciones sobre la neuroglia perivascular” (Bol. Soc. españ. Hist. Nat., [pp. 184-204]1925), del “Condrioma y granulaciones específicas de las células neuróglicas” (Idem, [pp. 34-55] 1925) y de “La neuroglia normal: conceptos de neurogliona y de angiogliona” (Arch. Histol. normal y patol. 1943).

            Sobre la glándula pineal los trabajos de Río-Hortega deciden claramente la morfología de las células parenquimatosas (“Constitución histológica de la glándula pineal”. Libro en honor de don Santiago Ramón y Cajal, 1922), establecen el contenido del parénquima epifisario en elementos neuróglicos genuinos (“Substratum neuróglico”, Arch. Neurobiol., 1929) y descubren en las células parenquimatosas verdaderos granos de secreción (“Actividad secretora de las células parenquimatosas y neuróglicas”, Arch Neurobiol., 1929).

            A la estructura de los tumores cerebrales ha dedicado dos gruesas monografías fundamentales (“Para el mejor conocimiento histológico de los meningoexoteliomas”, Arch. españ. Oncol., 1930, y “Anatomía microscópica de los tumores del sistema nervioso central y periférico”, Ponencia al Congreso Internacional del Cáncer, 1933) y otras menores en extensión, pero de conocimiento básico para los especialistas en la materia, tales como “Nueroblastomas” (Bol. Acad. Med., Buenos Aires, 1940), “Estudio citológico de los neurobifromas de Recklinghausen” (Arch. Histol. normal y patol, 1943), “Sincitio y diferenciaciones citoplásmicas de los meningoexoteliomas” (en colaboración con Prado y Polak, Idem, 1943) y “Contribución al conocimiento citológico de los oligodendrogliomas” (Idem, 1944). Según estos trabajos, los neurospongiomas no existen tal como fueron concebidos en los últimos años y los meduloblastomas no son tumores de naturaleza indefinida por demasiado embrionaria, sino neuroblastomas genuinos. La forma de las células en los tumores del sistema nervioso central, de conocimiento indispensable para establecer un diagnóstico exacto, sólo se pueden poner de manifiesto en la actualidad con el carbonato de plata amoniacal. La diferenciación entre los glioblastos y los neuroblastos tampoco puede establecerse sin el conocimiento de las técnicas y de las ideas de Río-Hortega.

            Libros y monografías escritas en todos los idiomas contienen, repetido en muchas páginas, el nombre del original investigador español junto a sus descubrimientos y expresivas ilustraciones. El nombre de Río-Hortega ha quedado vinculado para siempre al de algunas publicaciones científicas de relieve singular punto. Los Boletines de las Sociedades españolas de Biología y de Historia Natural, en los que vertió lo más selecto de sus trabajos, así como los Archivos españoles de Oncología, de Madrid, y los Archivos de Histología normal y patológica, publicados en Buenos Aires, de los que fuera fundador. Ninguna de estas dos últimas publicaciones ha contado larga existencia; la primera resultó interrumpida por la guerra, pero la última no debe quedar abandonada por la muerte del maestro. Todos los que fuimos sus discípulos estamos obligados a mantener en ella el nombre de Río-Hortega y es de esperar el apoyo más eficaz para ello, tanto del grupo de colaboradores argentinos como de la Institución Cultural Española; aquellos y ésta han dado buenas pruebas de su amor al trabajo científico, a la ciencia de habla española y al Dr. Pío del Río-Hortega, y mantendrán, sin duda, con la constante contribución de quienes estamos repartidos ahora por todo el mundo, los archivos en los que tanto amor y trabajo puso nuestro maestro.

             Río-Hortega quiso a su Patria con amor desinteresado de niño, con entrega incondicional de amante. Varón con espíritu de una pureza que, a fuer de singular, resultó incomprendida para algunos; hombre para quien las palabras amistad y patriotismo tenían su más elevado sentido, se entregó de lleno a su trabajo y a su país. Allí dirigió durante muchos años el Laboratorio de Histología Normal y Patológica que la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas le confió en la Residencia de Estudiantes, al mismo tiempo que se ocupaba de la dirección del Instituto Nacional de Oncología. Por sus discípulos y por su Patria recorrió las más famosas universidades del mundo y París, Berlín, Praga, Leyden, Bruselas, México, Montevideo, Santiago de Chile y Buenos Aires escucharon sus conferencias y cursos técnicos en diversas ocasiones. Por su país solicitó entrar en el acribillado Instituto de Oncología, entre el tupido fuego de las armas germanas, a rescatar el radio y los instrumentos transportables en tan duras condiciones, que depositó en el Banco de España. Por su desgraciada Patria renunció a puestos brillantes y bien remunerados que le ofrecieron cuando salió de ella y de la que nunca quiso apartarse.

            Nada en el mundo podía ser comparado en la castiza imaginación del sabio, a su terruño natal. Ese terruño de arcilla rojiza de la que con tanto trabajo obtiene el campesino castellano su miserable sustento y cuya lejanía en la hora de la muerte ha debido ser para tan gran patriota el más duro de sus muchos sufrimientos. Ese terruño barrido por todos los vientos y azotado por todos los climas, que algún día no lejano habrá de acoger definitivamente sus restos como, sin duda, acogió ya sus últimos y más amados pensamientos

Isaac COSTERO

Ciencia, vol. VI, nº 5-6, 1945, 10 de julio de 1945, pp. 193-197


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Actividades del matemático José Barinaga en el otoño de 1935

El pasado 18 de marzo estaba prevista la intervención de Luis Español en el seminario mensual que tiene establecido el departamento de historia de la ciencia del Instituto de Historia del CSIC como se aprecia en el siguiente cartel anuncio de ese evento.

CARTEL_Seminario_HC_mar_2020

Lamentablemente debido a la declaración de estado de alarma el pasado sábado 14 de marzo para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus COVID-19 en España hubo de suspenderse la intervención de Luis Español en el mencionado seminario.

Probablemente este historiador de las matemáticas, gran conocedor de la obra de Julio Rey Pastor, presente en esta bitácora en varias ocasiones, en su intervención hablaría también de otro notable matemático, muy activo en los años republicanos. Me refiero a José Barinaga (1890-1965), cuya vida y obra fue presentada en líneas generales por Elena Ausejo en 2007 en la Gaceta de la Real Sociedad Matemática (ver aquí).

Barinaga no fue pensionado de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) pero estuvo vinculado a esa institución pues en la sesión de 8 de mayo de 1934 su comisión ejecutiva acordó que asumiese la dirección del Laboratorio Matemático dada la ausencia de Madrid de Julio Rey Pastor. Antes y después de ejercer la responsabilidad de dirigir uno de los centros de investigación del conglomerado de laboratorios que sostenía la JAE Barinaga desplegó una notable actividad científica en el Madrid republicano, donde se instaló después de ganar en 1931 la cátedra de Análisis Matemático 1º de la Universidad Central que estaba vacante por la jubilación de Luis Octavio de Toledo.

A continuación, y con vistas a ofrecer información para completar su biografía ofrezco cuatro datos de la incesante actividad de Barinaga entre 1931 y 1936, ciñéndome a un momento determinado del período republicano como fue el otoño de 1935, situándome más en concreto en noviembre de ese año al que estoy intentando aproximarme desde una perspectiva microhistórica. Para ello estoy elaborando una crónica científica del día a día del curso 1935-1936 como muestro en otra bitácora  (ver aquí).

La primera información concierne a su participación en las sesiones mensuales que tenía la Sociedad Matemática Española. Sobre la celebrada en el mes de noviembre el diario El Sol, en su número de 5 de noviembre informó a sus lectores en estos términos

«Ayer celebró su acostumbrada sesión científica mensual la Sociedad Matemática Española

El catedrático de la Universidad Central doctor Barinaga, después de hacer una breve exposición histórica de los resultados clásicos obtenidos en la teoría de los números trascendentes, dio cuenta de las recientísimas investigaciones debidas a los matemáticos rusos Kuzmin y Galfond (sic) [Gelfond], que resuelven por completo el famoso problema enunciado por Hilbrat (sic) Hilbert a principios de siglo.

El sr. [Antonio] Flores de Lemus [y Giménez]expuso una aplicación de su original método del “autoenlace” al demostrar rigurosamente el lema de Dehn que estaba sin probar desde que hace años Kneserdescubrió la invalidez de la demostración dada por el mismo Dehn. Este método le permite generalizar el lema respecto de la dimensión de la esfera y del espacio que la contiene.

El joven profesor de la Universidad de Salamanca doctor [Ricardo] San Juan comunicó las ideas directrices para resolver un problema de funciones cuasi analíticas que Carleman había planteado en 1926, como cuestión fundamental. La profundidad de los recursos utilizados en esta solución está de acuerdo con la dificultad del problema.»

Como ya expuse en otra entrada de esta bitácora (ver aquí) estos matemáticos españoles compartirían mesa y mantel el sábado 7 de marzo de 1936 cuando un conjunto representativo de los matemáticos españoles se reunieron para homenajear precisamente a Ricardo San Juan Llosá (1908-1969) con motivo de haber obtenido la cátedra de Análisis matemático que se impartía en el segundo curso de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central.

La segunda información concierne a la noticia proporcionada por el mismo diario mencionado líneas arriba y en la misma jornada concerniente al sumario del número 7 del tomo VI de la revista Matemática elemental. Ese número, correspondiente  a septiembre de 1935, fue presentado de la siguiente manera:

«Matemática elemental.- Tomo VI, número 7. Septiembre 1935. Madrid-Buenos Aires, 1935.

De la popular revista de matemáticas editada por los Círculos Matemáticos de Estudiantes, y publicada bajo los auspicios de la Sociedad Matemática Argentina y de la Sociedad Matemática Española, se ha puesto a la venta el número 7, correspondiente a septiembre, que contiene interesantes artículos: de J. Barinaga, sobre “Notas breves y comentarios”, de A. Moessner, sobre “Algunas identidades numéricas”. Asimismo ejercicios resueltos y propuestas varias entre sus interesantes secciones.»

Se manifestaba así la excelente cooperación científica existente en aquel momento entre matemáticos españoles y argentinos, dado el doble magisterio en Madrid y Buenos Aires de Julio Rey Pastor.

matematica elemental

La tercera noticia se refiere a cómo José Barinaga fue uno de los participantes de los cursos especiales de Estudios económicos, políticos y administrativos -sobre los que volveré en otra entrada de este blog- organizados por la Facultad de Derecho de la Universidad Central e inaugurados el jueves 7 de noviembre en el pabellón Valdecilla de la ciudad de Madrid. En efecto el protagonista de esta entrada dio en el marco de esos cursos una conferencia el martes 12 de ese mes de 1935 sobre Matemáticas aplicadas a la Economía, de cuatro a cinco.

La cuarta y última referencia corresponde a que este matemático fue uno de los participantes en el ciclo de conferencias organizado por el Ateneo de Madrid, que dirigía Fernando de los Ríos, para conmemorar su centenario entre el 23 de noviembre y el 5 de diciembre de 1935. Barinaga optó por hacer una disertación sobre Alberto Lista como matemático, trabajo que publicaría poco después, ya entrado el año 1936, en el volumen quinto de los Anales de la Universidad de Madrid.

Esa implicación de Barinaga en la labor científica y académica promovida por la República española se prolongaría durante la guerra civil editando en 1937 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas su Miscelánea matemática.

Miscelanea matematica 1937

Ese compromiso republicano de Barinaga supondría que tras la guerra civil fuese depurado y separado de su cátedra hasta que fue rehabilitado en 1946.

Addenda:

Quien desee acercarse más en profundidad a la obra de José Barinaga puede encontrar obras y documentos suyos en la Red de Biblotecas del CSIC, en esta URL

https://csic-primo.hosted.exlibrisgroup.com/primo-explore/search?query=creator,exact,%20Barinaga%20Mata,%20Jos%C3%A9,AND&tab=default_tab&search_scope=default_scope&vid=34CSIC_VU1&lang=es_ES&mode=advanced&offset=0

Debo esta información a la vicedirectora de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC Carmen Mª Pérez-Montes, a quien agradezco sus noticias.

Asimismo con motivo del día internacional de los Archivos, celebrado el 9 de junio de 2020 Ricardo Martínez de Madariaga ha elaborado un interesante video sobre José Barinaga, accesible en


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Rey Pastor hace un balance de la situación científica española y argentina en vísperas de la guerra civil

Julio Rey Pastor sello

 

En las primeras semanas de 1936 el matemático riojano Julio Rey Pastor (1888-1962) -uno de los líderes científicos de la generación de 1914-, quien desde 1921 tenía su base de operaciones en Buenos Aires, viajó a Italia para impartir conferencias en las universidades de Génova, donde fue presentado por Gino Loria (1862-1954) y de Padua y en el Instituto Matemático de la Ciudad Universitaria de Roma, que dirigía el profesor Gaetano Scorza (1876-1939).

De regreso a Sudamérica recaló en Madrid, donde tenía fuertes vínculos y numerosos discípulos. Uno de ellos era un joven matemático, al que ya hemos seguido en esta bitácora (ver aquí), que era en los meses previos al estallido de la guerra civil un asiduo colaborador del diario El Sol. Me refiero a José Gallego Díaz, padre de la actual directora del diario El País Soledad Gallego-Díaz, el cual decidió entrevistar a su maestro. Ese diálogo, publicado en las páginas de El Sol del sábado 11 de abril de 1936, pocos días después de la destitución del Jefe del Estado Niceto Alcalá-Zamora por el Parlamento surgido de las elecciones del 16 de febrero de 1936, nos ofrece información de interés sobre lo que opinaba un relevante científico, como era Julio Rey Pastor, de la situación de la ciencia que se hacía en España y la Argentina por aquella época.

Dado el interés documental de esta entrevista me permito transcribirla tal cual.

P. ¿En cuál parcela de las disciplinas científicas cree usted que el espíritu español ha marcado más honda huella en lo que va de siglo?

R. En las ciencias que pueden llamarse «geográficas»; esto es, en el estudio de nuestro solar, de nuestra historia, de nuestra raza. Nuestros naturalistas, primero, nuestros filólogos, después, nos han librado de la vergïenza de que los investigadores extranjeros tuvieran que descubrirnos y administrarnos nuestros bienes. La escuela de Bolívar, con su gran obra de catalogación, preparó el terreno para que los nuevos naturalistas puedan elevarse a otros planos de las ciencias naturales, siguiendo las huellas de Cajal, figura máxima y eternamente ejemplar de nuestra historia científica. La escuela de Menéndez Pidal, figura pareja en la escrupulosidad instrumental  y en el vuelo teorético, es también universalmente conocida y estimada, según tengo oido a grandes filólogos alemanes; la obra concienzuda de [Tomás] Navarro Tomás, la aguda crítica literaria de [Américo] Castro, los estudios medievalistas de Sánchez Albornoz y tantas otras figuras que han levantado la monumental «Revista de Filología». La escuela de nuestros arabistas, cuya cumbre máxima es hoy la gran figura de Asín, encontró al fin la protección que merece tamaña empresa de descubrimiento de España. Empresa que justamente se inicia en los comienzos del siglo por obra de filósofos, ensayistas y literatos, cuyos nombres están en la mente de todos y que es la obra epónima del primer tercio ya vivido.

P. ¿Y cuál cree usted que debe ser la Empresa científica española en lo sucesivo?

R. Sin abandonar, claro está, los problemas de casa, es cuestión de honor nacional intensificar la incipiente colaboración en las ciencias «universales» para pensar en ellas y contribuir a sus progresos. Se ha comenzado, como es natural, con ejercicios experimentales, por cierto muy escrupulosos y meritorios, que acumulan valioso material para el futuro avance de la Física, Química y demás ciencias no racionalizadas: los progresos en este orden de actividad son enormes, y justo es rendir tributo a Cabrera, (1878-1945), Palacios (1891-1970) y Moles (1883-1953),  sus principales propulsores en Madrid, sin olvidar a Emilio] Jimeno [Gil] [1886-1976], que en Barcelona realiza meritísima labor orientada hacia la técnica.

Es de esperar que las generaciones así adiestradas en la experimentación cuidadosa han de colaborar pronto en la construcción de la Física, esto es, en la formulación de leyes, descubrimiento de fenómenos y aun quizá en las grandes concepciones teóricas que caracterizan el momento actual. Hasta ahora creo que el único descubrimiento experimental ha sido el de los multipletes del espectro realizado por [Miguel] Catalan (1894-1957) en Inglaterra.

P. ¿Y cree usted que llegaremos a los descubrimientos y a las creaciones teóricas?

R. Es ley natural de evolución, y todo es cuestión de tiempo. Cuando fundé el Laboratorio de Matemáticas, a petición de la Junta para Ampliación de Estudios, hubo que comenzar con trabajos de investigación matemática experimental, que exigiesen muchos aparatos; primero, por ser cuestiones que requieren más paciencia que genio, y permiten hasta a los más torpes imprimir mucho papel, justificando ante el Estado los dineros gastados; después, para satisfacer a las autoridades de la institución, impregnadas, como es natural, del espíritu positivista dominante en el siglo XIX, que rendía culto fetichista al vidrio y al metal. Al cabo de los años tales aparatos han sido arrumbados, pues hay ya un núcleo de jóvenes que colaboran en el movimiento universal de la Matemática teórica con aportaciones que todavía no tienen gran trascendencia; pero ya son tomadas en consideración a la par de otros trabajos que se producen en todo el orbe culto.

P. ¿Cuáles son las figuras sobresalientes en esta generación de investigadores?

R. No hay incoveniente en citarlas en el orden cronológico de su aparición en nuestro firmamento, antes tan nublado: [Ricardo] San Juan (1908-1969), que ya lleva publicadas interesantes comunicaciones en revistas internacionales; Flores, cuyos ingeniosos métodos topológicos tienen gran exito entre los especialistas, [Sixto] Ríos, (1913-2008)  que ha completado un importante capítulo de la hiperconvergencia; [Lluis] Santaló (1911-Buenos Aires 2001), cuyas aportaciones a la novísima geometría integral merecen altos elogios de Blaschke; el catalán [Pere] Pi Calleja (1907-1986), de la escuela de Terradas y Torroja, que se ha iniciado con una estimable nota en acreditada revista alemana (1), y de quien esperamos óptimos frutos.

P. ¿Qué valor relativo tiene este progreso respecto del realizado en otras ciencias?

R. Alejado definitivamente de la Universidad española, por resolución ministerial, y convertido en predicador ambulante por el viejo y el nuevo mundo, vida plenamente internacional que me mantiene en contacto con hombres de ciencia de países diversos y especialidades varias, creo gozar de la lejanía necesaria para abarcar amplio horizonte y poder comparar hombres y cosas sin los errores de perspectiva que ocasiona la cercanía.

Quien se coloque así, en plano de imparcialidad, verá lo que en el momento actual representa la producción científica española de mas alta envergadura, a pesar de su modestia; sin dejar de reconocer el valor que tienen los experimentos de comprobación y rectificación de resultados ajenos o su extensión a casos análogos más o menos difíciles, dirección que también convendría fuese seguida por algunos jóvenes matemáticos.

P. Usted que conoce como nadie el mundo científico suramericano, ¿estima la producción actual de allá comparable con la nacional?

R. Nota característica de toda juventud sana es la ambición, y lógico es que la juventud de un país joven lo sea doblemente; los noveles investigadores de los paises suramericanos quieren estrenarse con un disparo de tan largo alcance, que casi siempre yerran el tiro sin dar en blanco alguno. Muchos debutan, no con la resolución de un problema concreto, sino con la creación de una teoría, empresa mucho más lucida y a la par menos comprometida, sobre todo si no sirve para nada concreto. Hay, sin embargo, en Buenos Aires y La Plata algunos jóvenes laboriosos, que conocen y manejan la matemática con fruto estimable, aunque no proporcionado a sus ilusiones. La generación anterior, llamada de la Reforma de 1918 (que consistió en desalojar a los viejos caciques para ocupar sus puestos), se ha dedicado a la política universitaria y a la divulgación de conocimientos; confiamos en que la nueva generación, a pesar del ambiente mefítico para la investigación desinteresada que ha creado el absurdo sistema de elecciones académicas, único en el mundo, y a pesar de las trabas que habilmente le ponen quienes temen ser superados, logre realizar obra más estimable y duradera.

A este interesante diálogo entre dos matemáticos españoles que realizarían el grueso de su obra en tierras americanas añadió la siguiente coda el entrevistador, pocos meses antes de comprometerse activamente con el bando republicano durante la guerra civil. En efecto José Gallego Díaz finalizó su artículo-entrevista a Julio Rey Pastor rindiendo un pequeño homenaje a ese «predicador ambulante» de las matemáticas modernas.

«Nos despedimos del eximio maestro, cuyos ojos se iluminaron de alegría mientras nos hablaba del actual renacimiento de la matemática española. Y nosotros conmemoramos aquí su gesto magnífico, iniciado hace más de veinte años, cuando, al remontarse en vuelo aquilino sobre las llanuras desoladas y yermas, sembró con viva fe, entre las dudas y los recelos de siempre, el germen inmortal de las inquietudes superiores».

J. GALLEGO DÍAZ

 

(1) Posiblemente se refiera al trabajo titulado «Über die Konvergenzbedingungen der komplexen Form des Fourierschen Integrals”, en Mathematische Zeitschrift, 40 (1935), págs. 349-374.


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Interés en Buenos Aires por la geografía española y europea hace cien años

Cuando finalizaba el año 1907,  annus mirabilis de la ciencia española,  el profesor de Instituto Rafael Ballester y Castell (1872-1931), al que he dedicado diversas entradas en esta bitácora, presentaba el 14 de diciembre en la Universidad Central de Madrid su tesis doctoral Investigaciones sobre metodología geográfica. El tribunal calificador estuvo formado por un presidente: el catedrático de Historia de España de esa universidad, dirigente republicano y notorio masón, Miguel Morayta, (1834-1917); dos vocales ponentes:   Eloy Bullón  (1879-1957), catedrático de Geografía política y descriptiva de la Universidad Central de Madrid desde enero de 1907, afín al liberalismo conservador, y Alejo García Moreno, conocido por sus traducciones de Kant y del historiador Ernest Curtius; y dos vocales: el catedrático de Historia moderna y contemporánea Pío Zabala (1879-1968), de ideología conservadora, y  José Gutiérrez Garijo . Calificada con un sobresaliente, en un contexto académico no muy exigente, fue publicada al año siguiente en la Imprenta del Patronato de Huérfanos de Administración Militar, como un folleto de 79 páginas, y presentada de manera resumida en las páginas del tomo L del Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, correspondientes al segundo trimestre de 1908.

Meses después sería una publicación argentina la que haría una nueva edición de esa tesis doctoral. En efecto se reeditó en diciembre de 1909 en el nº 10 del tomo tercero del Boletín de la Instrucción Pública de la República Argentina  y como folleto de 63 páginas lo publicó los talleres gráficos de la Penitenciaría Nacional en una coyuntura de un notable impulso educativo y científico en ese país sudamericano. Así lo manifiesta la fundación de la Universidad Nacional de la Plata en 1905, analizada en un exhaustivo estudio por Gustavo Vallejo, e impulsada por el político, educador e intelectual argentino masón Joaquín Víctor González (1863-1923).

Portada Ballester 1909

¿Cómo se produjo el salto transatlántico del trabajo académico del mallorquín Rafael Ballester? No lo sabemos a ciencia cierta por ahora. Quizás por la recepción en tierras argentinas del Boletín de la Real Sociedad Geográfica de Madrid, pues tenemos indicios de que esta revista tenía lectores bonaerenses. Además los historiadores argentinos vienen probando desde hace tiempo la sed de conocimientos geográficos, y el interés por la didáctica de la geografía existente en aquel tiempo en círculos pedagógicos argentinos.  De hecho pocos años después, durante la gestión de Antonio Sagarna, como ministro de Justicia e Instrucción Pública del gobierno Alvear, entre 1922 y 1928, fueron realizadas importantes reformas en los planes de estudio de la enseñanza secundaria. Como ha destacado Perla Zusman se buscaba entonces modernizar y otorgar un carácter científico tanto a los contenidos como a los métodos utilizados en la enseñanza de la geografía.

Ciertamente para esos educadores argentinos reformistas la tesis de Rafael Ballester podía ser un útil compendio de la historia de la geografía europea, y de los cambios producidos en la enseñanza de esa disciplina en los centros educativos europeos, particularmente alemanes y franceses,en las últimas décadas del siglo XIX.

El caso es que el lector argentino tenía ante sí un texto bien articulado en el que el profesor español amplió sus planteamientos sobre la metodología de la enseñanza de la geografía, y sobre la historia de la geografía, expuestos años atrás en un folleto publicado en Palma de Mallorca en 1901.

El texto publicado en Buenos Aires estaba fechado también en la misma ciudad de Palma, pero en 1909, ocho años después de que Mateo Obrador presentase en sociedad a ese profesor mallorquín.

Pra facilitar la lectura de su tesis a sus lectores europeos y americanos Rafael Ballester la precedió del siguiente índice, que transcribo, y que puede ser una buena guía para quien decida adentrarse en ella:

I. La Geografía clásica y la Geografía científica.- Constitución de la ciencia geográfica.- Geógrafos y Cartógrafos españoles anteriores al siglo XIX.- La enseñanza geográfica española en el siglo XVIII.- Restauración de los estudios geográficos en los albores del siglo XIX: Isidoro de Antiillón.- Abandono de los estudios geográficos.

II. La Geografía moderna: su origen.- Ritter y su obra.- Su influencia.- Objeciones.- Sus discípulos.- Progreso de la geografía alemana.- La enseñanza geográfica en Alemania.- Federico Ratzel.- Métodos.- La Geografía en las Universidades alemanas.-

III. Difusión de la Geografía en Europa.- Francia antes de 1870.- Malte-Brun.- Su influencia en España.- Vivien de Saint-Martin.- Cortembert.- La cartografía.- La enseñanza.- Los acontecimientosde 1870 y su influencia en los estudios geográficos.- Levasseur.- Nuevos métodos.- Transformación de la enseñanza geográfica.- Sociedades geográficas.

IV. Los Congresos geográficos.- Congreso de París de 1875; su importancia.- Drapeyron.- El método topográfico.-La Revista de Geografía.-Resultados del Congreso de París.-Adversarios del método topográfico.- Polémicas.- La Universidad de París y la enseñanza de la geografía.- Creaciones nuevas.- El Congreso de 1899.- Resultados en la Geografía francesa.- La exposición del Congreso de Berna.- La cuestión de la Escuela Nacional de Geografía.- El laboratorio geográfico de la Sorbona.- Geólogos y geógrafos; discusiones: Lapparent y J. Corcelle.- Tendencias de la moderna enseñanza geográfica en Francia.

V. Algunas indicaciones sobre la evolución de los estudios geográficos en Inglaterra, Escocia, Suiza, Bélgica, Italia y Portugal.

VI. La enseñanza de la Geografía en España.- La obra de la Sociedad Geográfica de Madrid en este punto.

Acerca del contexto de la publicación de esta tesis española en el Buenos Aires de 1909 conviene también tener en cuenta que en ese año se inició el famoso viaje de Rafael Altamira por tierras americanas, cuyo impacto en las relaciones culturales y científicas entre España y la América latina en general y entre España y Argentina, en particular, fue profundo (1). Ya hace tiempo uno de los principales discípulos del matemático español Julio Rey Pastor el historador de la ciencia argentino  Eduardo L. Ortiz llamó la atención en dos importantes textos  sobre la importancia de las relaciones científicas entre Argentina y España a principios del siglo XX (2). En esas relaciones desempeñaron un papel destacado desde Madrid la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, creada en el annus mirabilis de 1907, y desde Buenos Aires la Institución Cultural Española, fundada en 1914, tras un homenaje tributado en tierras argentinas por la colectividad española al gran  estudioso de las lenguas y literaturas hispanas Marcelino Menéndez Pelayo, fallecido en 1912 (3).

En algún momento Rafael Ballester y Rafael Altamira, ubicados ambos en la órbita del reformismo liberal en torno a 1909, establecieron conexiones pues otra de las interesantes obras de Rafael Ballester, hecha cuando ya era catedrático del Instituto de Gerona, la titulada  Clío. Iniciación al estudio de la Historia, publicada  en 1913 en dos volúmenes, tenía la siguiente dedicatoria: «A D. Rafael Altamira. Homenaje de alta consideración a sus desvelos por la enseñanza».

Referencias bibliográficas adicionales

(1) Ver al respecto Gabriela Ossenbach, María García Alonso e Inés Viñuales, coords., Rafael Altamira en Argentina. Vínculos sociales e intelectuales entre España y Argentina en tiempos del primer centenario de la Independencia, Madrid, UNED, Centro de Estudios de Migraciones y Exilios, Fundación Ortega y Gasset-Argentina, 2013

(2) Eduardo L. Ortiz: «Las relaciones científicas entre Argentina y España a principios de este siglo. La Junta para Ampliación de Estudios y la Institución Cultural Española», en J. M. Sánchez Ron, coord.,  La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas 80 años después (1907-1987), Madrid, CSIC, 1988, vol. II, pp. 119-158;  «Una alianza para la ciiencia: las relaciones entre Argentina y España a principios de este siglo»,  Llull  11, 1988, pp. 247-261; «El krauso-positivismo, la Junta y la nueva ciencia en España», en AA.VV.. El krausismo y su influencia en América Latina, Madrid, Fundación Friedrich Ebert, 1989, pp. 137-167.

(3) Marta Campomar, «Rafael Altamira, entre Antonio Atienza y Medrano y los antecedentes de la Institución Cultural Española», en Gabriela Ossenbach, María García Alonso e Inés Viñuales, coords., Rafael Altamira en Argentina. Vínculos sociales e intelectuales entre España y Argentina en tiempos del primer centenario de la Independencia, Madrid, UNED, Centro de Estudios de Migraciones y Exilios, Fundación Ortega y Gasset-Argentina, 2013, pp. 69-90