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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la segunda semana de enero de 1918

La opinión pública española siguió con interés a lo largo de la segunda semana del 1918 las novedades procedentes del exterior y las relacionadas con la situación política española.

En la esfera internacional las noticias más destacadas en la prensa de aquel momento estaban relacionadas con las vicisitudes de la Gran Guerra -como la progresiva implicación norteamericana en el conflicto-, las negociaciones que el nuevo poder soviético realizaba con las potencias centrales en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk y las grandes batallas que se estaban librando en el frente italiano. Pero también con los efectos en la república portuguesa del golpe militar de Sidonio Pais el 5 de diciembre de 1917, que provocó el exilio de Bernardino Machado, muy apreciado en los círculos liberales y democráticos españoles.

Evidentemente el hecho más destacado en la esfera internacional de aquella semana fue el importante discurso del presidente Woodrow Wilson en el Congreso norteamericano el 8 de enero de 1918. En él expuso las catorce condiciones que Estados Unidos consideraba imprescindibles para que acabase la guerra y que inspirarían meses después las negociaciones que concluirían con el Tratado de Versalles en 1919.

En cuanto a la política española  lo más significativo fue el decreto de disolución de las Cortes firmado por Alfonso XIII con la consiguiente convocatoria de elecciones y el incremento de la tensión social, sucediéndose revueltas y motines en diversas partes del país, como consecuencia del progresivo incremento de los bienes de mayor consumo como el pan que generaba hambre entre las clases populares. Las dificultades de abastecimiento con motivo de la guerra eran crecientes debido al torpedeo sistematíco de buques mercantes españoles por submarinos alemanes y a vergonzantes maniobras de especuladores.

En el marco de ese horizonte internacional  y nacional las hojas científicas y culturales de El Sol, que ya fueron presentadas en la entrada anterior, proporcionaron información variada a sus lectores, que resumo a continuación.

El Sol Biologia y Medicina

El martes 8 de enero de 1918 la sección de Biología y Medicina dio cabida a un texto del cardiólogo y expensionado de la JAE Luis Calandre (n.1890) que ejercía de médico de la Residencia de Estudiantes. El artículo se titulaba «Baños de sol». Dirigido fundamentalmente a médicos, pero también a maestros y padres, tenía como objetivo dar a conocer una serie de nociones sobre la Helioterapia o tratamiento por los baños de sol para que sus lectores pudieran hacer un uso adecuado de ese recurso terapéutico, administrándolo adecuadamente. Calandre lo consideraba un antídoto eficaz para luchar contra la tuberculosis que entonces diezmba a la población española.

Para hacerse una idea de su tenor reproduzco su primer y último párrafo.

La energía radiante que nos viene del sol, es una fuente de vida y de salud; nosotros, sin embargo, solemos esquivarla. El organismo del hombre está hecho para vivir en la atmósfera, y se encuentra, por tanto, en su verdadero elemento cuando está expuesto a la acción del aire y de la luz. Desearíamos que esto no lo ignorase ningún padre, ningún maestro, ni ningún médico. Dirigiéndonos especialmente a estos últimos, nunca insistiremos bastante en aliviar los beneficios que pueden obtenerse con el empleo de los baños de sol. ¡Cuántos tuberculosos hay por los pueblos –pueblos de hermoso clima y de buen sol- que se van consumiendo en sus alcobas cerradas, sombrías, saturadas del olor de medicinas, y que podrían curarse bien, viviendo a plena luz!

………

En Puericultura, el baño de sol es un factor higiénico de primer orden. ¡Qué bellos resultados se obtendrían si las madres considerasen entre los cuidados diarios que tienen para con sus niños, el tenerles un rato desnudos al sol, bien en su habitación, en una azotea, en el jardín, en el campo o en la playa! Hoy se admite que la infección tuberculosa se hace, por regla general, durante el período de la infancia: los gérmenes se fijan en los ganglios linfáticos, en los cuales pueden permanecer acantonados viviendo una vida latente durante muchos años. Pero si, por un motivo cualquiera, se debilita la resistencia del organismo, pueden entonces los gérmenes salir de los ganglios, repartirse por otros órganos y producir acaso una meningitis, un tumor blanco, una tuberculosis pulmonar, una peritonitis. Tengan bien presente las madres que nada hay que pueda fortalecer tanto a los niños y hacerlos resistentes, como la vida al aire libre y al sol.

También en las colonias escolares debiera hacerse habitual la práctica de los baños de sol, con objeto de intensificar los beneficios que los niños pueden obtener durante esas temporadas de permanencia en el campo o en la playa.

Los consejos de Calandre fueron inmediatamente amplificados al día siguiente en El Sol de 9 de enero de 1918 por Beatriz Galindo que tituló la columna de su Diario de la mujer «El sol y el aire en el hogar» para insistir en las virtudes de los baños de sol, un símbolo de la higienización de la sociedad española en la que estaban involucrados los «iluministas» que hacían El Sol.

Conviene anotar también que el interés de Calandre por la higiene escolar que se deduce de la lectura de este artículo explica que meses después, en 1919, la JAE le designase encargado del Servicio de Inspección y Asistencia Médica Escolar en el Instituto-Escuela creado en mayo de 1918, cuestión que abordaremos cuando lleguemos a ese momento.

En la sección Libros y Revistas que acompañaba al texto de Calandre el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) efectuaba hasta nueve reseñas de otros tantos artículos aparecidos en revistas científicas británicas, alemanas y francesas. De ellos me ha llamado la atención la noticia que ofrece Lafora del texto publicado por el oftalmólogo Nathaniel Bishop Harman en British Medical Journal de 17 febrero 1917 sobre la Acción del cinematógrafo sobre los ojos de los niños. En él se ofrecían una serie de consejos para que ese tipo de espectador disfrutase del nuevo «mass media» que irrumpía con fuerza en el panorama cultural de hace un siglo.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El miércoles 9 enero de 1918 el economista Luis Olariaga (n.1885) , responsable de la sección Ciencias Sociales y Económicas, abordó el problema de la regulación del derecho de huelga en España a propósito de las gestiones que estaba haciendo la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España para readmitir a los centenares de trabajadores que había despedido a propósito de la huelga general que había tenido lugar en agosto de 1917.

El Sol Historia y Geografía

En la sección Historia y Geografía del jueves 10 de enero 1918 aparecían dos amplias colaboraciones. Una del catedrático de Agricultura del Instituto General y Técnico de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881), que ocupa un lugar destacado en el diccionario on line JAEeduca, que estamos elaborando (ver aquí). Su contribución se titulaba «El relieve de España. Estado actual de la carta topográfica de España». En ella este renovador de los estudios geográficos prestó atención al estado en el que se encontraba la elaboración de la carta topográfica de España.

Informó entonces a sus lectores de la labor desempeñada por el Instituto Geográfico y Estadístico que se hallaba en ese momento «en una fase de gran actividad». Destacó al respecto los notables trabajos que estaba realizando el ingeniero José María Torroja Miret (n.1884) quien estaba levantando el relieve de la sierra de Guadarrama y de otras partes del sistema central divisorio -según denominación del propio Dantín- mediante el método fotoestereoscópico, basado en el estereoautógrafo. Este invento hecho en 1912 por el capitán austríaco von Orel permitía el trazado automático de las isohipsas y líneas notables del terreno reproducido en fotografías estereoscópicas. De él había informado el propio José María Torroja en «Notas sobre el método fotográfico estereoscópico», publicadas por Asociación Española para el progreso de las ciencias. Congreso de Madrid (celebrado en 1913), Tomo IX, 1916, y previamente en 1913 en el Institut d’Estudis Catalans. (ver aquí).

También aludió a la labor del servicio geográfico que financiaba la Diputación de Barcelona para levantar, en curvas de nivel, el mapa topográfico de Cataluña, de la que tuvo noticia por el tomo publicado hace muy poco por el Consell de Pedagogia de la Mancomunidad Catalana, «en el que se detallan sus numerosos y ricamente dotados centros de investigación y de cultura». Y al «excelente mapa del Imperio de Marruecos» que había levantado también en curvas de nivel el Estado Mayor del Ejército, estudiado recientemente por Luis Urteaga.

marruecos

Por su parte, el responsable de la sección, el polígrafo mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración «La América de Chateaubriand» a exponer cómo «a partir del descubrimiento la idea americana ha sido para la mentalidad de Europa una positiva idea fuerza», habiendo alimentado una literatura de sueños políticos o utopías, impulsando aventuras como la emprendida por los pasajeros del Mayflower, u obras literarias. Entre ellas ocupaba un lugar destacado la producción de Chateaubriand pues a través de su prisma habían contemplado a América los europeos de la primera mitad del siglo XIX. Alfonso Reyes, inspirándose en la obra Etudes critiques de Bédier de 1903, -accesible aquí- subrayaba cómo el viaje de Chateaubriand por tierras americanas, a partir de su desembarco en 1791, además de ser un viaje sentimental tenía propósitos científicos. Y no me privo de transcribir su argumentación: «Ultimo historiador del llamado ´hombre de la naturaleza´, Chateaubriand observa las hordas americanas al margen de sus lagos, notando sus varias formas de gobierno; arqueólogo, explora las salvajes ruinas del Scioto; filósofo, conversa, bajo los árboles del Erie, con los sofistas de la cabaña; naturalista, recoge para el señor de Malesherbes descripciones de la fauna y la flora del Canada; viajero, aspira al descubrimiento del mundo polar». Pero a renglón seguido Reyes se plantea la cuestión, siguiendo una amplia tradición crítica, de discernir lo que había de cierto y de imaginario en los viajes de Chateaubriand para dar luz «sobre los procedimientos literarios del gran viajero, sobre su psicología de escritor, sobre los problemas de la creación estética». Y entonces realiza una disección sobre las principales obras americanistas de Chateuabriand, particularmente Atalapara concluir que tanto en su viaje como en su obra se inspiró en otros autores y textos a los que refundió como fueron las obras de los jesuitas Lafitau y Charlevoix, quienes a su vez también fueron compiladores de otros viajeros precedentes.

La información de esta sección finalizaba con las noticias ofrecidas en la sección Libros y Revistas. En ella se presentaron, entre otros trabajos: el primer número de la Revista Histórica impulsada por recién creada Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid; la edición realizada por el historiador Galo Sánchez  (n. 1892) en la Revue Hispanique de la autobiografía de Santiago González Mateo, en la que se ofrecía un friso lleno de detalles sobre las postrimerías de la España del Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y el trabajo que dedicase en el Boletin de la Real Academia de la Historia el bilbaíno marqués de Laurencín –Francisco Rafael de Uhagón (n.1858)- a la personalidad de ese singular autor gaditano que fue Mariano Pardo de Figueroa (n.1828), más conocido por su seudónimo de doctor Thebussen.

El Sol Ingeniería y ArquitecturaEl viernes 11 de enero de 1918 el ingeniero Federico de la Fuente, responsable de la sección Ingenieria y Arquitectura, firmaba un largo artículo «La fabricación del gas. Del extractor al gasómetro», continuación del que había publicado la semana anterior en esa misma sección. Los dos estaban relacionados con los problemas que estaba teniendo el funcionamiento de la madrileña fábrica del gas.

En esa ocasión su objetivo era ofrecer detalles del camino que seguía el gas para que, una vez purificado, estuviese en disposición de ser entregado al consumo en el gasómetro. En ese tránsito cumplían una importante función los aparatos denominados extractores y exhaustores.

Consciente de la complejidad de sus explicaciones técnicas sobre la fabricación y labor de esos «ingeniosos artificios automáticos» este ingeniero temió haber abusado un poco de la tolerancia de sus lectores y para exculparse recurrió al aforismo, que le parecía brutal, de «las bromas, pesadas o no darlas» para justificar que «en la técnica, hay que entrar en algunos detalles o dejar la técnica a un lado». Y evocó lo que había escuchado a un sargento instructor quien explicó así su función  a los reclutas que hacían su servicio militar en el arma de Ingeniería: «aquí, en Ingeniería, se explica todo; no es como en Infantería, donde no se explica nada».

El apartado Libros y Revistas de esta sección prestaba atención a 9 artículos publicados en revistas francófonas y anglófonas como: Révue Génerale de l’Electricité, uno sobre las fábricas de electricidad y las Compañías de seguros contra incendios y otro sobre la militarización de los ingenieros electricistas en el Ejército francés;  la Revue Scientifique acerca de los nitratos de Chile; La Nature sobre la organización de los campamentos americanos; The Electrician sobre el desarrollo de la ingeniería en China; Concrets and Constructional Engineering sobre una pocilga de hormigón armado; The Surveyor and municipal and County Engineer sobre el problema de la habitación después de la guerra; y Scientific American sobre los buques de los grandes lagos y la navegación trasatlántica.

El Sol Derecho y Legislación

El sábado 12 de enero de 1918 Fernando de los Ríos (n.1879), responsable de la sección Derecho y Legislación, era el firmante del artículo titulado «Los plenos poderes del Gobierno de Francia durante la guerra», que continuaba la serie de artículos que estaba dedicando a cómo los gobiernos europeos -Italia, Inglaterra y Suiza ya los había abordado- se estaban enfrentado a la contienda bélica.

En este nuevo artículo este catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada explicaba a sus lectores cómo el pueblo francés era el que había mostrado una mayor desconfianza respecto al poder ejecutivo durante la Gran Guerra no habiéndose promulgado una ley de plenos poderes a diferencia de otros países. Consideraba Fernando de los Ríos que ese recelo tenía sus raíces en las experiencias imperiales napoleónicas y en los excesos autoritarios cometidos por los dos Napelones. De ahí que las normas o principios legales en los que se apoyaba la acción de la autoridad en Francia se encontrase contenida en la ley de Orden público de 9 de agosto de 1849.

Y concluía su análisis señalando cómo desde el inicio de la guerra la lucha en Francia por adecuar el régimen de libertad y democracia con el principio de la necesidad había sido un problema vivo y palpitante que se había intentando resolver mediante la búsqueda de «una fórmula empírica y circunstancial que solucione en cada momento la dificultad planteada». Con estas consideraciones finales Fernando de los Ríos mostraba su francofilia: «el equilibrio, la armonía, ha sido siempre una musa querida del alma francesa; el siglo XIX desarrolla ese principio de Montesquieu, y hoy lo renueva genialmente el profesor Hauriou«.

La sección de libros y revistas estuvo a cargo de Pablo de Azcárate (n.1890), estrecho colaborador de Fernando de los Ríos en esa sección.

El lector del número correspondiente al domingo 13 enero 1918 tuvo acceso en la Hoja Literaria a colaboraciones de la condesa de Pardo Bazán (n.1851) «La joya del Museo»; de Miguel de Unamuno (n.1864) «Daoiz y Velarde»; de Ramón Pérez de Ayala (1880), que dedicaba su sección de Las Máscaras a «Teatro en serio y teatro poético» y de Enrique Díez-Canedo (n. 1879) quien dedicó sus Apuntes de la semana a los «Almanaques Literarios», comentando con simpatía el texto -en catalán- del Almanac de La Revista para el año 1918 al considerarlo una «muestra valiosísima del estado de las letras vivas en el antiguo Principado» con abundantes ilustraciones entre las que destacaba las «finísimas viñetas de los meses» de Josep Obiols.

Almanac de La Revista 1918

Y anotaba que mientras las nuevas generaciones catalanas habían hecho revivir la costumbre del almanaque literario en Madrid habían dejado de publicarse preguntándose si era por la idea del tiempo que llevaban consigo «porque el Tiempo engendra el Pasado, ese país, más vasto cada vez, sobre el cual luce, pálido, el sol de la Melancolía».

También el mismo Díez-Canedo reseñaba, con cierta sorna crítica, la edición que acababa de hacer de la segunda parte de las Novelas ejemplares de Cervantes en la colección de Clásicos Castellanos el académico Francisco Rodríguez Marín  (n. 1855), erudito no bien visto por los filólogos del Centro de Estudios Históricos de la JAE en cuya órbita se encontraba el propio Díez-Canedo.

El Sol Agricultura y Ganaderia

También ese lector pudo acceder en ese ejemplar de El Sol en su sección de «Agricultura y Ganadería» a colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n.1868), el responsable de esa hoja semanal, y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades.

Luis de Hoyos dedicó su artículo sobre la España agrícola a «Los trigales de España». Ofreció en él un balance pormenorizado de la producción de trigo, cuantificando los cultivos de las principales provincias trigueras, lideradas por Toledo, Valladolid, Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Badajoz, Sevilla y Zaragoza, todas ellas con extensiones superiores a 150.000 hectáreas, según se podía visualizar en el mapa con el que acompañó su estudio. Además ofreció información sobre los trigales de regadío, que con 256.700 hectáreas no pasaban del 6 por 100 del total del cultivo del «cereal rey».

Luis de Hoyos 13 enero 1918

El artículo se iniciaba con una serie de consideraciones metodológicas que transcribo porque tienen un doble interés: muestran cómo Luis de Hoyos era un firme defensor de considerar a la región natural como un objeto heurístico en investigaciones científicas de diverso tipo y cómo la estadística era una ciencia de moda en la sociedad española de aquel momento, dominada por el poder de los números. Por ejemplo quien visitase el Ayuntamiento de Madrid por aquellos días podía contemplar en el antedespacho del alcalde un gráfico mural elaborado por el jefe del Negociado de Estadística municipal Federico Montes,  y por el Oficial del Ayuntamiento Carlos de Diego en el se exponía la mortalidad y natalidad en la ciudad de Madrid durante el último quinquenio, comparadas mensualmente (El Sol, 12 enero 1918, p. 7).

He aqui las reflexiones de Luis de Hoyos con las que iniciaba el mencionado artículo:

Cuando hay pluralidad o variación en las cosas, sólo existe un método racional y eficaz en la investigación de las causas: y aun en la simple ordenación y conocimiento somero de los fenómenos, el método matemático o estadístico es fecundo siempre, aun no pudiendo llegar a utilizarle como proceso de investigación, y habiendo de limitarse a veces, por desconocer las variables de las funciones, a utlizarle como mero procedimiento de exposición. Por eso en estos bocetos de estudio de las cuestiones de más alto interés en Agricultura, las de producción del trigo la emplearemos para averiguar o para exponer al menos el cómo se manifiestan en el total de la nación o en sus unidades provinciales; si bien respecto a éstas hemos de advertir que ni es homogénea ni comparable entre sí tal división política, y que es preciso llegar, para afinar el análisis y evitar graves errores, a tomar en esto, como en todos los fenómenos naturales y sociales, el partido o distrito judicial, ya que con ellos podrán realizarse agrupaciones más útiles para el verdadero concepto de estos estudios, que es la región natural, base precisa de todas las investigaciones, no sólo en Agricultura, sino en todos los fenómenos físico-naturales y sociales.

Por su parte el ingeniero agrónomo Enrique Cremades en la sección Original ajeno dedicó su colaboración «El cultivo del algodón» a explicar con gran detallismo y con «precisión matemática e incontrovertible» la producción de algodón desde 1914 en la colonia agronómica de San Pedro de Alcántara en el litoral malagueño para mostrar la alta rentabilidad obtenida del cultivo de esa planta tan relevante para la industria textil española.

Finalmente el lector del ejemplar correspondiente al lunes 14 de enero de 1918 se encontraba en una página con el elogio del crítico de arte de El Sol Francisco de Alcántara (n.1854) a la labor llevada a cabo por el Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas que ya tenía veinticinco años de existencia. Además Alcántara ofrecía el sumario del último número del Boletín –el de 1 de septiembre de 1917 (ver aquí el ejemplar)- fijando su atención en la Cartilla excursionista dedicada a Avila que publicaba en él el historiador del arte Elías Tormo (n.1869), vinculado al Centro de Estudios Históricos de la JAE, «a causa de su carácter popular» y por la abundancia de excursionistas madrileños que en todas las estaciones se encaminaban a esa ciudad castellana, especialmente escolares, como los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, los del Centro Escolar de la Residencia de Estudiantes, de algunos centros municipales y de la Universidad.

Avila Elias Tormo

 

Poco después el lector de El Sol recibía información sobre los preparativos  del Primer Congreso Nacional de Medicina que se iba  a celebrar en Madrid en abril de 1918 en el que se pensaba crear la Asociación Médica Española o sobre una serie de proyecciones de películas norteamericanas de gran interés científico, agrícola e industrial que se estaban proyectando en el anexo del Círculo Francés, antiguo teatro de Benavente, instando el gacetillero a que los obreros y los alumnos de la escuela de Ingeniería de Minas asistiesen a tales proyecciones que mostraban los adelantos modernos de la ciencia, relacionada particularmente con la industria del carbón.

También se publicó el amplio artículo enviado desde Cáceres por un tal Alberto Muñoz con el título de «Por la España desolada. La región de las Hurdes. Depauperación española» con información de interés sobre esa deprimida región extremeña, cuyas carencias educativas eran notables, por lo que el autor del artículo solicitaba al Director general de primera enseñanza el farmacéutico y naturalista Marcelo Rivas Mateos (n. 1875),  extremeño, que interviniese para solucionarlas.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Y en la sección Pedagogía e Instrucción Pública tenía acceso a un amplio artículo del responsable de la sección, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889), sobre «Las bibliotecas públicas», o a diversas noticias de cómo afectaba la guerra al sistema universitario en Francia o a iniciativas educativas adoptadas por combatientes canadienses o a prisioneros ingleses en campos de concentración alemanes.

El artículo de  Lorenzo Luzuriaga era expresivo de «los aires de crítica y de reconstrucción que corren por toda la superficie del pueblo español». Construyó su artículo este notable pedagogog al hilo de una decisión tomada en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que presidía el catalán Felipe Rodés (n.1878), por su segundo, el subsecretario José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín (n.1873). En efecto este escritor que también hacía de político en esas fechas rechazó un acuerdo, poco honesto, tomado por la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas, y esa circunstancia la aprovechó Luzuriaga para ejercer una crítica demoledora del funcionamiento de las bibliotecas oficiales, en cuya desorganización constataba la divisoria creciente entre la España oficial y la España vital, «entre la España que  se está cayendo y la que empieza a adquirir consistencia». Su juicio sobre esa desorganización era contundente: «Mientras el público pide cada día más y mejores obras para leer, en tanto que el impulso por el perfeccionamiento de la cultura popular y profesional va constantemente en aumento, las bibliotecas públicas permanecen en las misma situación que las dejó el siglo XVIII, oponiendo a aquel impulso saludable la poderosa resistencia de su completa inmovilidad».

Esa situación se debía a múltiples factores: falta de consigaciones en los Presupuestos para la compra de libros, pero también una errónea distribución de los recursos, pues los gastos en personal eran desproporcionados, como se estaba denunciando en el semanario España cuya información resumía Luzuriaga. De modo que si las diversas secciones de la biblioteca de la Universidad de Madrid le costaban al Estado en personal 157.250  pesetas, en cambio para la compra de libros y material de oficina la cantidad asignada era de 4 mi pesetas; o bien si las partidas de los Presupuestos para material de archivos, bibliotecas  y museos había aumentado desde 1900 en 178.650 pesetas para toda la red estatal, las del personal correspondiente se había incrementado en 615.974 ptas. Y además los gastos en libros se hacían o sin orden y concierto o por motivos espurios como Luzuriaga mostraba atendiendo a los criterios seguidos en las compras realizadas en 1917 con destino a las bibliotecas populares. En su opinión esas compras habían tendido a «recompensar un servicio  o una fiel amistad o parar un posible ataque en la Prensa o en el Parlamento».

Esa sección se cerraba con la reseña o extracto de diversos libros y artículos de revistas entre los que destacaba el que acababa de publicar un omnipresente Miguel de Unamuno «Sobre el clasificacionismo en la enseñanza» en el Boletín Escolar, (accesible aquí),  una publicación que había fundado Lorenzo Luzuriaga en 1917. En él Unamuno, quien fechaba su texto el 1 de enero de 1918, realizaba una acre crítica al Epítome de Gramática Castellana de la Academia Española destinado a la enseñanza primaria, pues en su opinión no sólo estaba lleno de disparates sino que estaba afectado de «clasificacionismo», es decir de la manía de clasificar por clasificar, sin fin ulterior. Y se preguntaba Unamuno: ¿Qué aprende el niño, por ejemplo, con saber que a unos vocablos se les llama substantivos y a otros adjetivos, o que tal otro es «pluscuamperfecto». La respuesta era obvia: fundamentalmente nada; nada más que palabras. E iba explicando los dislates que la aplicación de esa manía producían en la enseñanza de diversas materias escolares como el catecismo, la geografía, la geometría, donde «se insiste en el disparate de que las líneas pueden ser rectas, quebradas o curvas, sin saber sus leyes genéticas», la historia de España y la Historia Natural en la que «el clasificacionismo llega al delirio».

Además Unamuno arremetía contra la pedagogía manjoniana porque al Sr. Manjón (n.1846) se le había ocurrido enseñar esas cosas aplicándolas a los juegos «sin ver que jugando los niños aprenden las mismas vaciedades que aprendían sin jugar». De manera que «no quieren entender los maestros que en pedagogía lo que importa es lo que se ha de enseñar y no cómo se ha de enseñarlo, y que enseñar jugando puede parar en jugar a que se enseña».

También criticaba el llamado ejercicio de análisis gramatical en las oposiciones a escuelas, y pedía al director general de Primera Enseñanza, el ya mencionado Marcelo Rivas Mateos, a quien dedicaba el artículo que lo suprimiese, «pues la ciencia no consiste en catalogar el universo -y además mal- para devolvérselo a Dios en orden, numerado y alfabetizado». La alternativa que proponía Unamuno como ejercicio era que los opositores escribiesen un cuento o una leyenda pues así se podría apreciar si conocían bien su lengua y la empleaban correctamente. Y concluía sentenciosamente: «Hay que acabar con el clasificacionismo: algo de filosofía no vendría mal para ello».


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Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la primera semana de enero de 1918

Inicio con esta entrada un experimento comunicativo consistente en ir exponiendo semana a semana, si pudiera ser, lo que me parece más sustantivo de la relación que se estableció entre los científicos, y otros agentes culturales, y sus públicos en la sociedad española de hace un siglo a través de las páginas del diario El Sol, cuyo centenario se celebró recientemente y al que me he aproximado en otras entradas de esta bitácora.(ver aquí).

Tres advertencias previas.

Evidentemente la presencia de la ciencia en la esfera pública de la sociedad española de hace un siglo no estaba conformada sólo por ese joven periódico, recién fundado, y cuya tirada no superaba los ochenta mil ejemplares. Pero su interés por las cuestiones científico-técnicas es un buen observatorio para apreciar el tipo de relación que se estableció entre los científicos y tecnólogos con la ciudadanía de aquella época.

En segundo lugar, dado que el hilo conductor de mi exposición consistirá fundamentalmente en hacer un seguimiento de las hojas dedicadas por el diario El Sol a siete grandes áreas de conocimiento que abordaron sus colaboradores en los diferentes días de la semana serán esas materias científicas las que predominarán en mi presentación del año científico 1918 que intentaré mostrar a través de una serie de cuadros o viñetas, que ojalá pudieran ser 52 para completar todo el año que fue muy intenso en la vida científica y cultural de este país, como intentaré mostrar en los próximos meses.

Finalmente, cuando me sea posible, ampliaré mi periscopio a informar de la presencia de la ciencia y de otros científicos en las páginas de otros periódicos y sobre todo en revistas técnicas, profesionales, culturales -como la Revista General, (de la que ya he informado en esta bitácora)- o gráficas.

Y empiezo mi relato.

En medio de un temporal de nieve que asoló el país, que hizo de Madrid una ciudad alpina, el martes 1 de enero de 1918 publicó El Sol un largo artículo el siquiatra Gonzalo R. Lafora (n.1886) sobre «Los misterios de la sexualidad», abordando un asunto que ya era de «dominio público». Gracias a la labor de científicos como Kraft-Ebbing (n.1840), Forel (n.1848), Freud (n.1856) Hirschfeld (n. 1868), Ellis (n-1859) y otros muchos, las cuestiones sexuales podían ser «tema de vulgarización» y llevarse a cabo una educación sexual en «las escuelas de adolescentes». El texto cubría la totalidad de la sección «Biología y Medicina» que dirigía el propio Gonzalo R. Lafora.

El Sol Biologia y Medicina

El 2 de enero,  miércoles, el crítico de arte de El Sol, Francisco Alcántara (n.1854), informaba a sus lectores de una visita al estudio de Joaquín Sorolla (n.1863) para apreciar un cuadro recién acabado sobre Gumersindo de Azcárate (n.1840), fallecido pocas semanas atrás -el 15 de diciembre de 1917- , intelectual al que estimaba en alto grado por su audacia y «por su persistencia en el estudio, el combate y la virtud». Pero también pudo ver otros treinta cuadros de diferentes personalidades españolas como Santiago Ramón y Cajal, Leonardo Torres Quevedo, José Echegaray, Manuel Bartolomé Cossío o Ramón Menéndez Pidal, encargados al pintor valenciano por el magnate norteamericano Huntington algunos de los cuales se pudieron contemplar en la exposición que tuvo lugar el año pasado en el Museo del Prado sobre los tesoros de la Hispanic Society de Nueva York.

Resultado de imagen de Azcarate por Sorolla

 Gumersindo de Azcárate visto por Joaquín Sorolla

Y también  ese día el economista Luis Olariaga (n. 1885) en su colaboración «Problemas de la paz. En plena transformación social» de la sección Ciencias Sociales y Económicas se preguntaba por los cambios que sobrevendrían en la estructura social del mundo cuando finalizase la contienda bélica que afectaba a la sociedad española de mil maneras, aunque el país oficialmente fuese neutral en la conflagración mundial. De manera cauta este economista y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Central exponía una serie de hechos e ideas -como la estatización de la economía para los fines de guerra y la pujanza del movimiento sindicalista en Inglaterra- para que sus lectores pudiesen apreciar «las tendencias que actualmente se observan en los núcleos más vitales e inquietos de la sociedad europea».

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El jueves 3 de enero Madrid se encontraba paralizada por la nieve y el tránsito era imposible por la ciudad. Además los madrileños sufrían severos problemas de abastecimiento de productos tan importantes en la dieta de muchos de ellos como la carne y la leche. Para colmo de sinsabores horas antes el palacio real de la Granja había sufrido un severo incendio que destrozó una parte importante de su patrimonio. De todas maneras lectores de El Sol mostrarían interés por la sección de Geografía e Historia que aparecia los jueves.

El Sol Historia y Geografía

El director de esa sección el mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración trazar en una segunda entrega la historia de Serbia, apoyándose en el libro homónimo de miss L. F. Waring, accesible on line en la actualidad (aquí), en el marco de la preocupación existente por tener más elementos de información sobre el problema balcánico que había desestabilizado Europa.

También se ofrecía una necrológica anónima del arabista aragonés Francisco Codera y Zaidín (23 junio 1836-6 noviembre 1917) del que se destacaba su labor de creador de una escuela, en la que se ubicaban sus discípulos Julián Ribera y Miguel Asín, pero también sus dotes de inventor y obrero manual, capaz de contruirse una prensa especial para editar en España sus libros en lengua árabe y de hacer una reconstrucción cuidadosa de desvencijados códices de El Escorial salvados de un incendio para lo que «ordenó las hojas por tamaños, contó el número de líneas de cada plana, midió la longitud y latitud de lo escrito, y con estos datos, formó una tabla metódica, con ayuda de la cual pudo atribuir a muchos códices las hojas que les correspondían».

En la parte dedicada a reseñar libros y revistas de esa sección se hacía un comentario extenso a un artículo publicado en la Revista de Filosofía de Buenos Aires por el médico, filósofo y ensayista argentino José Ingenieros sobre la «Influencia de Lamennais durante la emigración argentina».

Además aquel día El Sol incrementó su paginación en cuatro páginas para dar cabida a un amplio artículo  del general de división Miguel Primo de Rivera, muy influyente en aquella coyuntura, sobre «El problema militar de España al finalizar el año 1917» abordando aspectos diversos como su organización, su presupuesto, el sistema de ascensos, la política de recompensas, y los asuntos concernientes a la disciplina en el seno de las fuerzas armadas.

El viernes 4 de enero El Sol dio cabida en su primera página a una carta que dirigiera al director del diario  -Félix Lorenzo (n.1879)- uno de sus cualificados lectores como era Ramón Menéndez Pidal (n. 1869). En ella el director del Centro de Estudios Históricos de la JAE cuestionaba la elección por parte del nuevo periódico del término América latina para designar al subcontinente americano de habla española en la sección dedicada a hacer un seguimiento de su vida política.

Y ofreció a sus lectores otras informaciones de interés. Una de ellas era la crónica de su corresponsal en Cataluña Joaquín Montaner (n. 1892) quien ubicaba en 1833 los orígenes del catalanismo político a propósito de una polémica entre el diario barcelonés El Vapor y los periódicos madrileños El Boletín de Comercio y la Revista Española. Otra consistía en las recomendaciones higiénicas que hacía la colaboradora que usaba el seudónimo Beatriz Galindo, abanderada de la mujer moderna en las páginas de ese diario, para que sus lectoras practicasen los paseos al aire libro como el sistema más apropiado para cuidar su cutis.

El Sol Ingeniería y Arquitectura

Pero indudablemente la información científico-técnica de más enjundia la proporcionó el ingeniero y profesor de la Escuela Industrial de Madrid Federico de la Fuente, responsable de la sección que dedicaba el diario todos los viernes a asuntos relacionados con la ingeniería y arquitectura. En su colaboración de ese día dedicó un amplio artículo a explicar los mejores procedimientos existentes para destilar las hullas productoras de gas. Esa cuestión estaba de actualidad en Madrid porque las retortas de la Fábrica de Gas que alimentaba la iluminación de la ciudad se habían estropeado como consecuencia de la mala calidad del carbón procesado en ellas. Como consecuencia de esa grave avería al no funcionar su alumbrado la ciudad permanecía prácticamente a oscuras en las largas tardes y noches invernales. E informó entonces del funcionamiento del horno inventado por Coze, que estaba considerada como la mejor retorta, o vaso cerrado, donde se calentaba la hulla productora del gas, mostrando un corte longitudinal y otro tranversal de ese tipo de horno.

Horno de gas de Coze corte longitudinal

 

Horno de gas de Coze corte transversal

Prestó también atención a la labor eliminadora y oclusora que desempeñaba el barrilete que se introducía en las retortas. Por una parte filtraba las impurezas que acompañaban al gas procedente de la destilación realizada en cada retorta. Por otro lado actuaba como una válvula de retención regulando la salida del gas procedente de la retorta.

Barrilete

Y destacó la importancia de los condensadores para hacer bajar la temperatura del gas con vistas a controlar otras sustancias que le acompañaban como vapores de naftalina.

Condensador

En la sección de Libros y Revistas de esa interesante sección se ofrecían además noticias de las Lecciones de Electrotecnia, publicadas por el profesor de la Escuela Industrial de Tarrasa Ricardo Caro y Anchía y la memoria titulada Enseñanza técnica moderna de Vicente Machimbarrena (n.1865) y José Cebada Ruiz -institucionista, hijo político del líder republicano Nicolás Salmerón y que sería responsable de la reorganización de las enseñanzas técnicas en el primer bienio republicano (ver aquí) , resultado de las observaciones efectuadas en la célebre Escuela Politécnica de Zurich por esos profesores de la Escuela de Ingenieros de Caminos. Canales y Puertos de Madrid cuando la visitaron en 1916. La memoria, de 200 páginas, estaba ampliamente documentada con cifras, 9 planos y 13 láminas.

Resultado de imagen de Ricardo Caro y Anchía

Enseñanza técnica moderna y su Organización especial en la Escuela Politécnica de Zurich memoria / Vicente Machimbarrena y Gogorza

El sábado 5 de enero de 1918  apareció el artículo «Los grandes progresos de la telegrafía sin hilos. Descubrimiento maravilloso. El audión» de  Vicente Vera y López (n. 1855), uno de los más activos divulgadores científicos en la sociedad española de principios del siglo XX. En él, uno de los fundadores de la Agrupación Socialista madrileña en 1879 (ver aquí),  explicó en detalle las características y el funcionamiento de un invento norteamericano, «de uso libre para todo el mundo» que se había aplicado para instalar en las islas Hawai una estación radio-telegráfica, cuyas señales se habían registrado desde el primer día de su funcionamiento a distancias de diez mil kilómetros. Este hecho significaba que «todos los continentes del globo quedan relacionados unos con otros por medio de la telegrafía sin hilos», constatando que los avances técnicos impulsaban la configuración de una sociedad global en el planeta, de lo que era otra prueba la transformación de la Gran Guerra en la Primera Guerra Mundial.

El Sol Derecho y Legislación

Asimismo aparecía ese día en la hoja de Derecho y Legislación un artículo titulado «Los plenos poderes del gobierno en Suiza durante la guerra», cuya autoría correspondía a Fernando de los Ríos (n.1879) responsable de esa sección, catedrático de la Universidad de Granada, futuro dirigente socialista y buen ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el primer bienio republicano, a cuya labor dedicamos meses atrás varias entradas en esta bitácora.

El domingo 6 de enero, tras un rotundo pronunciamiento de los responsables del periódico en la primera página a toda portada pidiendo la disolución de las Cortes porque el Parlamento no podía resolver «los graves conflictos nacionales», sus lectores podían fijar su atención en la Hoja literaria, que daba empaque a la edición dominical de El Sol, o/y atender a las reflexivas informaciones contenidas en la Hoja semanal dedicada a Agricultura y Ganadería, que dirigía el catedrático de Instituto, comisionado en la Escuela Superior de Magisterio, Luis de Hoyos y Sainz.

Así en la Hoja literaria se superponían colaboraciones de Miguel de Unamuno (n.1864) «Paisajes del alma»; Enrique Díez-Canedo (n.1879), «Apuntes de la semana. Los Reyes Magos»; del mexicano Francisco A. de Icaza (n.1863) «El feminismo de los clásicos. Quevedo y las mujeres»; José Moreno Villa (n.1887) «La marcha» y Ramón Pérez de Ayala (n. 1880) «Las máscaras. Teatro de justicias y ladrones». Por cierto Díez-Canedo y Moreno Villa coincidirían también a lo largo de 1918 en las páginas de la efímera pero muy interesante Revista General, financiada por la editorial Calleja, de la que di noticias no hace mucho en esta bitácora, como ya he comentado (ver aquí).

El Sol Agricultura y Ganaderia

Por su parte en la sección de Agricultura y Ganadería el lector podía/puede leer las colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) «Por la España agrícola. La adquisición de trigos» y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades «Original ajeno. El cultivo del algodón en España». En su artículo Hoyos Sainz reconocía la servidumbre de su hoja periódica respecto a la actualidad por lo que se veía obligado a abordar un problema acuciante como era el de la producción triguera en España basándose en los datos proporcionados por la «recientísima Estadística de la producción de cereales y leguminosas». Su afán era favorecer la adopción de medidas previsoras, y basadas en el «objetivismo» para no dejarse arrastrar ni por «el optimismo de los que niegan el déficit del trigo nacional» ni por «el pesimismo de los que le estiman crónico y perdurable».

Y para acabar este apunte semanal trasladémonos al lunes 7 de enero de 1918. Ese día los lectores de El Sol eran informados a través de un suelto de cómo el Anuario Estadístico de España correspondiente a 1916, editado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico,  era una «publicación utilísima», en la que todos los españoles -agricultores y ganaderos, comerciantes e industriales, capitalistas y obreros, navegantes, economistas, los que se ocupan en cuestiones demográficas y sanitarias, productores y consumidores, funcionarios públicos, estadistas y publicistas- «hallarán material de estudio, elementos de juicio, bases para sus cálculos, guía para sus determinaciones».  Esta accesible aquí. 

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Pero también tenían acceso en la muy interesante hoja semanal dedicada a Pedagogía e Instrucción Pública que dirigía ese gran pedagogo que fue  Lorenzo Luzuriaga (n. 1889)  a las siguienes informaciones.

Por una parte el propio Luzuriaga firmaba el artículo de fondo «La educación en los Estados Unidos» donde elogiaba el sistema educativo del país de las «posibilidades ilimitadas» por dos razones fundamentalmente. Por el esfuerzo efectuado para escolarizar su población entre 1870 y 1917, de manera que en el curso 1916-1917 recibían educación 24 millones de personas, lo que significaba el 24 por 100 de sus habitantes, guarismo que contrastaba con el 17 por 100 en Francia, el 19 por 100 en Inglaterra y el 20 por 100 en Alemania. Y porque en su opinión «la educación americana es la más general y liberal de las existentes: ninguna división de clase, de riqueza, de confesión religiosa y de sexo es reconocida en ella. Y es hoy una de las más eficientes».

Por otro lado en un suelto titulado «Las ideas de los niños sobre la guerra» se informaba de un experimento realizado en Londres con niños de algunas escuelas públicas y que había presentado C.W. Kimmis en el Journal of Experimental Pedagogy.  El experimento, consistente en una encuesta por escrito realizada a 1.340 niños y niñas de unos once años, pertenecientes a escuelas mixtas, había tenido como objetivo averiguar qué ideas tenía la población encuestada sobre el auxilio que podrían prestar en caso de guerra.

Finalmente en la sección Libros  y Revistas se resumían diversos artículos entre los que destaco dos: la necrológica efectuada por Lucien Poincaré del rector de la Universidad de París, Louis Liard, que había fallecido el 21 de septiembre de 1917, publicada en la Revue international de l’enseignement y el informe aparecido en la revista Ideas de Buenos Aires acerca de las conferencias impartidas por Julio Rey Pastor (n. 1888) en septiembre de 1917 en tierras argentinas invitado por la Institución Cultural Española. Esa primera visita de Rey Pastor a Argentina tendría hondas consecuencias en el futuro de las relaciones científicas hispano-argentinas, y en la carrera del matemático español más importante de aquella época que desarrollaría sus actividades durante unos años a caballo entre Madrid y Buenos Aires.

 

 

 


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El encuentro de humanistas y científicos de la JAE y de la editorial Calleja en la Revista General hace un siglo

El 1 de diciembre de 1917, el mismo día en el que salió el primer número del diario El Sol, -en el que fijé mi atención en la anterior entrada de esta bitácora (ver aquí) y sobre el que volveré a lo largo de los próximos meses- nació otra publicación, efímera, pero que revela el dinamismo cultural y científico de la sociedad española de hace un siglo.

Me refiero a la Revista General, cuyas características son las siguientes, según la Biblioteca Nacional de España que tiene incorporada esta publicación en su magnífica Hemeroteca Digital:

Publicación quincenal vinculada a la Casa Editorial de Saturnino Calleja, en cuya sede madrileña se indica su lugar de edición, y en la que se van a a dar cita una serie de especialistas en literatura, arte (pintura y escultura), historia y arqueología, filosofía y psicología, derecho, agricultura y ciencias (matemáticas y astronomía), con artículos, críticas y ensayos de alta cultura, pero con la intención de no estar dirigidos también a especialistas sino a orientar al público en general, tal como se señala en su articulo de presentación. La revista aparecerá los días 1 y 15 de cada mes, en números de 34 páginas, compuesta a dos columnas, desde el uno de diciembre de 1917 hasta el 15 de noviembre de 1918, formando una colección de 24 entregas.

En sus páginas convergieron un grupo de humanistas y divulgadores científicos singulares.

Entre los primeros encontramos a cualificados investigadores y creadores vinculados mayoritariamente al Centro de Estudios Históricos de la JAE, que tenía por entonces su sede en unas dependencias de la Biblioteca Nacional, mayoritariamente treintañeros, pertenecientes a la Generación de 1914.  Destacan en ese grupo el filólogo Américo Castro (n. 1885) , a quien le gustaba estar en todas las salsas, el historiador y gran ensayista mexicano Alfonso Reyes (1889) que se encontraba exiliado en Madrid desde 1914,  -y que se hizo responsable en sus inicios de la influyente Hoja de El Sol dedicada a la Historia y a la Geografía-,  los historiadores del arte malagueños Ricardo de Orueta (n.1868) -considerado el político español del siglo XX que más ha hecho por el patrimonio artístico de nuestro país gracias a las iniciativas que adoptó siendo Director general de Bellas Artes durante la Segunda República, y cuya obra sobre el escultor Berruguete acababa de publicar con mimo la editorial Calleja-  y José Moreno Villa (n. 1887), conocido sobre todo por su obra literaria y pictórica, quien vivía en la Residencia de Estudiantes de la JAE desde 1917 como residente-tutor. Próximos a esos humanistas se encontraban el filósofo Manuel García Morente (n. 1886), catedrático de Ética de la Universidad Central de Madrid, y estrechamente vinculado por aquellos meses a tareas educativas en la Residencia de Niños y Niñas de la Residencia de Estudiantes de la JAE y el crítico literario Enrique Díez-Canedo (n.1879), de orígenes extremeños, muy activo en aquel tiempo también en la dominical Hoja Literaria de El Sol, y quien simultaneaba sus clases de Historia del Arte en la Escuela de Artes y Oficios con las de Francés en la Escuela Central de Idiomas.

Entre los segundos cabe destacar al siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora, que también era el encargado de la Hoja de El Sol dedicada a la Biología y Medicina, y otros autores que nos resultan hoy desconocidos, -Manuel Rosillo, Tomás de Martos, C. de Sevilla, Rodrigo Caro de Valbuena, Fernando Baró, probablemente vinculados a las tareas de extensión cultural que promovía la editorial Calleja, especializada en la edición no sólo de obras literarias, sino de libros de texto, cuidadosamente ilustrados. Esta labor fue resaltada por un equipo de historiadores de la educación, coordinado por Julio Ruiz Berrio, en el libro de 2002 La Editorial Calleja, un agente de modernización educativa en la Restauración, editado por la UNED, como se explica en este video.

La importancia de la editorial Calleja en la historia de la educación y de la cultura española es indudable. Los datos son elocuentes. En 1899 publicó 3,4 millones de volúmenes de 875 títulos, y llegó a tener en su catálogo más de mil títulos en 1911 que llegaron a ser 2.289 en 1930, de los que eran cuentos menos de la mitad. En el resto destacaba una célebre colección de libros de medicina.

 

 

 

 

Hubo un momento importante en la historia de esta editorial que nos ofrece claves para entender por qué nació a finales de 1917 la Revista General. A falta de investigaciones ulteriores cabe poner en relación este acontecimiento con el hecho de que los hijos de Saturnino Calleja, el fundador de la editorial, poco después del fallecimiento de su padre, nombraron en 1916 director literario de nuevas ediciones a Juan Ramón Jiménez, y crearon la colección Obras de Juan Ramón Jiménez, además de encargar a su esposa Zenobia Camprubí la traducción de quince cuentos.  De ahí que fuese en 1917 cuando la editorial Calleja publicó la edición completa de Platero y yo y  el Diario de un poeta recién casado que Juan Ramón dedicó a Rafael Calleja, uno de los dos nuevos propietarios de la editorial. Esta obra fue una de las predilectas de Juan Ramón y en ella se encuentra este hermoso poema que no me resisto a reproducir:

Cielo

Se me ha quedado el cielo
en la tierra, con todo lo aprendido,
cantando, allí.

Por el mar este
he salido a otro cielo, más vacío
e ilimitado como el mar, con otro
nombre que todavía
no es mío como es suyo…

Igual que, cuando
adolescente, entré una tarde
a otras estancias de la casa mía
—tan mía como el mundo—,
y dejé, allá junto al jardín azul y blanco,
mi cuarto de juguetes, solo
como yo, y triste…

JRJ, Diario de un poeta recién casado

Es muy posible que como colofón de un año de especial creatividad en la vida del futuro premio Nobel Juan Ramón Jiménez -en el que él y Zenobia vieron la publicación de sus traducciones de cuatro obras del escritor bengalí Rabrindanath Tagore (El jardinero, La cosecha, Pájaros perdidos El cartero del rey)- se animase a impulsar la creación de una revista cultural, financiada por su amigo Rafael Calleja y su hermano Saturnino Calleja Gutiérrez. Para su organización en los aspectos materiales parece ser que contó con la ayuda inestimable del espíritu emprendedor de ese gran crítico literario que fue su amigo Enrique Díez-Canedo, quien también en 1921 le ayudó en la realización de la revista Indice. Tiempo después, ya en la Segunda República, Enrique Díez-Canedo dirigió  la revista de la Sección Hispano-Americana del Centro de Estudios Históricos  de la JAE Tierra Firme, antes de ser embajador de la República Española en las repúblicas del Uruguay y ya en tiempos de guerra de la Argentina. Buen conocedor de la riqueza de las letras hispánicas pronunció al ingresar en la Real Academia Española en 1935 un brillante discurso titulado Unidad y diversidad de las letras hispanas que fue contestado por el gran fonetista Tomás Navarro Tomás, compañero luego de exilio de Enrique Díez-Canedo en tierras americanas.

Conviene fijarse en la personalidad y en la trayectoria del humanista pacense Enrique Díez-Canedo y Reixa (1879-1944) porque él fue el único de los colaboradores de la Revista General que publicó artículos en todos sus números, señal de su compromiso con esa empresa cultural derivada probablemente de su amistad con Juan Ramón Jiménez. Su primer artículo, como se verá en el sumario que se reproduce líneas abajo, versó sobre el teatro -en ese momento él ejercía la crítica teatral en el diario El Sol– pero sus restantes colaboraciones se orientaron, impulsado por su apertura mental y su cosmopolitismo liberal, a una presentación de las literaturas contemporáneas europeas, en concreto de las de Bélgica, Portugal, Rusia, Italia, Dinamarca, Rumanía, Bohemia, Suecia, Hungría, Holanda, Polonia y Grecia. También dedicó una colaboración a la literatura hebrea y seis a la española -tres de ellas a la castellana, y otras tres a la catalana. Por otro lado tradujo en 1917  Las fábulas de La Fontaine para la editorial Calleja, que las ilustró con grabados y láminas en colores de T. C. Derrick.

Enrique Díez-Canedo y los demás colaboradores de la Revista General hicieron un notable esfuerzo comunicador por verter sus conocimientos de manera clara en búsqueda de un público al que deseaban orientar para navegar con criterio en un océano de información que ya por aquel entonces era considerable, y donde la especialización creciente de los saberes hacía perder la perspectiva de conjunto, al fragmentarlos. Dado que nadie podía, ni puede, acceder a toda la información a su alcance el equipo de Revista General puso sobre sus hombros la tarea de orientar el gusto de un público creciente interesado en estar al tanto de los avances de los conocimientos, fuesen científicos o humanísticos.  Que lo lograran no lo sabemos pues carecemos de noticias sobre su impacto cultural.

Pero sí conocemos sus propósitos fundacionales que fueron estos, publicados en la primera página de su primer número del sábado 1 de diciembre de 1917.

Suelen las revistas hacerse por especialistas y para especializados. En lo primero coincide esta REVISTA GENERAL con sus colegas. No así en lo segundo. Pretendemos llamar precisamente al público no versado, no profesional de cada disciplina. El habitual lector de revista busca en ella la quintaesencia de una teoría, la última palabra de un estudio, lo posterior a todos los libros, lo demasiado menudo o reciente para buscarlo en los tratados. Esta REVISTA no excluye de su programa las últimas palabras; pero procurará que, cuando las diga, esté expresa o implícita la primera.

Más que para el que «haya leído todos los libros», escribiremos para el que se proponga empezarlos y quiera que le orienten.

Nos proponemos vulgarizar, instruir, completar culturas.

Nuestra época es de especialización, pero es también de universalidad; y si todos quieren limitarse para dominar profundizando, todos necesitan estar al corriente en las materias ajenas a la ocupación diaria.

Nadie puede hoy leerlo todo; nadie puede excusarse de saber de todo.

A estos problemas apunta nuestro deseo al publicar la REVISTA GENERAL. De cómo empezamos a enfocarlos, son muestras las páginas que siguen. El favor del público marcará después los límites en que han de ir desarrollándose nuestros planes, que son amplios y que nos parecen beneficiosos para la cultura española.

A nuestros colegas dirigimos un saludo muy cordial.

Para hacernos una idea de cómo intentaron materializar los promotores de la Revista General sus propósitos reproduzco a continuación los sumarios de los dos primeros números, publicados a lo largo del mes de diciembre de 1917, hace ahora un siglo.

Sumario nº 1. 1 diciembre 1917

Propósitos.- LITERATURA : A. Palacio Valdés, Confidencia; E. Díez-Canedo, Divagaciones teatrales; Leser, Los clásicos: Virgilio; Virgilio, Fragmentos de La Eneida, y de las Geórgicas.- ARTE: Ricardo de Orueta, La escultura castellana al comenzar el siglo XVI.- HISTORIA: Cristóbal de Reyna, La muerte de Douglas (Episodio del reinado Alfonso XI).- FILOSOFÍA: Manuel G. Morente, La filosofía como virtud.- CIENCIAS: Dr. Gonzalo R. Lafora, La perversión patológica del sentido moral durante la pubertad.- C. de Sevilla, El análisis espectral [con dos ilustraciones: Esquema del espectro solar y rayas de Fraunhöfer; Espectroscopio].- NOVELA: Gastón Leroux.La esposa del Sol.- VARIOS: Indice de la actualidad. Curiosidades. Libros.

Sumario nº 2. Sábado 15 diciembre 1917

 [LITERATURA] :  E. Díez-Canedo, La literatura contemporánea. Bélgica; J. Moreno Villa, ¡Estampas de la calle, la miseria, Señor¡: 3-4; Leser: Los clásicos: Skakespeare: 5- 6 con retrato; Shakespeare: Fragmentos de Hamlet de la traducción de Moratín: 6-9; [ARTE] J. Moreno Villa: Las grandes figuras del Arte: el Greco (5 reproducciones): 10-13; [HISTORIA] Cristóbal de Reyna, La muerte de Douglas (Episodio del reinado Alfonso XI. Conclusión): 13-15; Américo Castro: Los galicismos: 16-17; Manuel Angel: La Dama de Elche y las joyas orientales de España: con 6 ilustraciones: 18-20 [ECONOMÍA]: Pedro Sangro y Ros de Olano: El trabajo a domicilio: 20-21; [CIENCIAS]: Manuel Rosillo: La paralaje del Sol y los pasos de Venus: 21-24; Tomás de Martos: La reproducción de los árboles por acodo y por estaca: 24-25; NOVELA: Gastón Leroux.La esposa del Sol: 26-33; CURIOSIDADES: 34 [La bandera italiana.- Una expedición ártica.- A través de Alaska].- Libros.

El esfuerzo realizado por los colaboradores de la Revista General merece ser conocido por todos los que estén interesados por profundizar en el conocimiento del desenvolvimiento cultural y científico de la sociedad española de hace un siglo. Algunas de sus colaboraciones merecen ser tomadas en consideración por todos los que estén interesados en la historia de nuestra comunicación científica. A este respecto, y para abrir el apetito, quiero llamar la atención sobre el artículo dedicado por un desconocido -por ahora- C. de Sevilla para explicar los orígenes de la ciencia de la espectrología o del análisis espectral, «una de las creaciones más maravillosas del ingenio del hombre», basada en el descubrimiento de las rayas del espectro por el óptico de Munich Joseph von Fraunhofer (1787-1826) que completó los estudios efectuados por Newton sobre la descomposición o dispersión de la luz. Gracias a esa nueva ciencia el conocimiento del Universo se había ampliado, en palabras de C. de Sevilla, hasta límites increibles pues permitía conocer la composicion química de los astros más lejanos gracias a poderosos telescopios.

Ese comunicador explicó a sus lectores cómo el fenómeno de la dispersión de la luz se podía observar dando entrada al rayo luminoso en una habitación oscura por un pequeño agujero practicado en una de sus paredes, y haciéndolo pasar a través de un prisma triangular de vidrio colocado en el agujero mismo. Una banda luminosa formada por todos los colores, siempre dispuestos en el mismo orden, y pasando gradual e insensiblemente, sin solución de continuidad alguna, desde el rojo al violado, se proyecta en el muro de la habitación, enfrente del agujero en el que se halla el prisma,y por donde la luz penetra. Esa banda es el espectro solar, cuyo esquema ofrecía a continuación mediante la siguiente imagen que mostraba las «lineas de Fraunhofer» en el espectro óptico de la luz del sol.

Y en la última parte de su artículo este divulgador científico hizo una descripción del aparato llamado espectroscopio usado para el estudio tanto del espectro solar como de los producidos por cualesquiera otros cuerpos luminosos, pues según explicaba toda luz, sea cualquiera su origen, se dispersa al atravesar el prisma y forma un espectro. Así explicaba a sus lectores la disposición de ese instrumento óptico, explicación que acompañaba de un grabado.

El espectroscopio reviste diversas formas y disposiciones, según el objeto particular a que se destina, pero que siempre tiene por órgano esencial, bien un prisma o una combinación de varios prismas, bien un difractor, instrumento que consiste en una pieza de vidrio  o de metal, rayada por miles de surcos paralelos, que tiene la propiedad de reflejar la luz y dispersarla, formando espectros que sólo en ciertos caracteres no esenciales difieren de los ordinarios que el prisma produce. Los demás órganos que constituyen el espectroscopio están destinados unos a conducir de la mejor manera posible la luz que quiere examinarse a la hendidura que ha de darle paso, y desde ésta, al prisma o al difractor que ha de ocasionar su dispersión y la formación del espectro, y otros a facilitar la observación de este último.

 

Precisamente en ese año de 1917 el mejor espectroscopista español del siglo XX, Miguel Catalán Sañudo (n.1894), se doctoró en Madrid con una tesis sobre la espectroquímica del magneso. El diálogo entre ciencias y humanidades que cultivaron los impulsores de la Revista General también lo llevaría a cabo Miguel Catalán en sus lugares de trabajo como el Instituto-Escuela de la JAE y en su casa al casarse con la gran pedagoga que fue Jimena Menéndez Pidal, hija de Ramón Menéndez Pidal, el patriarca de la Escuela de Filología española, y director del Centro de Estudios Históricos de la JAE, desde su fundación en 1910 hasta su desmantelamiento durante la guerra «incivil».

 


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El impulso del Ateneo de Madrid a la cultura científica hace un siglo

Hace unos meses, el 1 de diciembre de 2014, se organizó en el Ateneo de Madrid una mesa redonda en el marco de un ciclo sobre la generación del 14 y el centenario de la primera guerra mundial. En ella se abordó la actitud de los científicos y tecnólogos españoles ante el conflicto bélico que asoló el continente europeo hace un siglo.

El evento fue coordinado por Alejandro Díez Torre. Quienes participamos en él -Ernesto García Camarero, Alberto Gomis, Francisco Villacorta y el autor de esta entrada- , no reparamos entonces en una doble iniciativa que tuvo lugar durante el curso 1914-1915 organizada por la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de esa institución madrileña, tan importante en la configuración de una sociabilidad liberal y en la historia política y cultural española contemporánea.

Me refiero por una parte al ciclo de conferencias que tuvo lugar entre enero y mayo de 1915. En él participó un cualificado grupo de científicos que expuso a los ateneístas la situación en la que se encontraban diversas disciplinas científicas que cultivaban -desde la fisiología a la antropología, pasando por las matemáticas y la química- y cuáles eran los problemas metodológicos con los que tenían que enfrentarse en sus investigaciones.

Desfilaron en efecto por la cátedra del Ateneo a lo largo del primer semestre de 1915 los químicos José Rodríguez Carracido (1856-1928), Eugenio Piñerúa y Álvarez (1851-1937), José Rodríguez Mourelo (1857-1932) y Enrique Moles (1883-1953); los astrónomos Antonio Vela y Herranz (1865-1927), y Pedro Carrasco Garrorena (1883-1966); los geólogos Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) y Lucas Fernández Navarro (1869-1930); el físico Blas Cabrera (1878-1945), el matemático Julio Rey Pastor (1888-1962), el fisiólogo José Gómez Ocaña (1860-1919), el ingeniero de montes y biólogo Joaquín María de Castellarnau y Lleopart (1848-1943), el marino y geógrafo José Gutiérrez Sobral (1858-1918) y el antropólogo Luis de Hoyos y Sainz (1868-1951).

También fueron llamados a participar, aunque declinaron la invitación, el ingeniero Esteban Terradas (1883-1950), el botánico Blas Lázaro (1858-1921), el zoólogo Ignacio Bolívar (1850-1944) y el neurólogo y sicólogo Luis Simarro (1851-1921). En esa docena y media de nombres se concentraba una parte relevante de la ciencia de calidad que se hacía en la España de hace un siglo.

La segunda iniciativa de la sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del Ateneo de Madrid en el curso 1914-1915 fue la organización de un ciclo de cursos de especialización que impartieron algunos de los científicos ya mencionados como el matemático Julio Rey Pastor, el astrónomo Pedro Carrasco, el geólogo Lucas Fernández Navarro, el antrópologo Luis de Hoyos y Sainz. A ellos se sumaron el también antropólogo Telesforo de Aranzadi y Unamuno (1860-1945) y el endocrinólogo  Gregorio Marañón (1887-1960), muy joven por aquel entonces.

Podemos acercarnos a ese notable esfuerzo científico colectivo de hace un siglo gracias a una serie de publicaciones en las que conviene reparar nuestra atención.

En efecto casi todos los cursos – impartidos por Gregorio Marañón sobre Las secreciones internas, (accesible aquí); Julio Rey Pastor sobre Introducción a las matemáticas superiores, sobre el que ya llamó la atención su discípulo Ernesto García Camarero en su blog El granero común (ver aquí); Pedro Carrasco Garrorena sobre La teoría de la relatividad en física; Lucas Fernández Navarro sobre Paleogeografía: Historia geológica de la Península Ibérica (ver aquí); y Luis de Hoyos y Sainz  y Telesforo de Aranzadi sobre Etnografía: las bases, los métodos y sus aplicaciones a España- fueron publicados por la biblioteca Corona.

Rey Pastor Biblioteca Corona

Etnografia Aranzadi

Asimismo la mayor parte de las conferencias impartidas en el Ateneo de Madrid entre enero y mayo de 1915 se reunieron en un volumen editado meses después, ya en 1916. Otras conferencias, como la que impartió Lucas Fernández Navarro sobre La geografía física: su estado actual, sus métodos, sus problemas, se presentaron en otras publicaciones como el Boletín de la Real Sociedad Geográfica (ver aquí).

ateneo 1915-2-2Como se aprecia en el siguiente índice en el mencionado volumen se reunieron doce conferencias, dos terceras partes de las que había diseñado su organizador: Luis de Hoyos y Sainz, presidente de una activa sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del Ateneo en aquel curso de 1914-1915. Fueron estas:

I. Evolución de la Matemática en la Edad Contemporánea. Conferencia de la sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del Ateneo de Madrid. Marzo de 1915. por J. Rey Pastor, Catedrático de la Universidad Central, p. 8-40.

II. Problemas y métodos astronómicos. Su estado actual. Conferencias de  25 de marzo y 15 de abril de 1915. Por Don Antonio Vela y Herranz, Astrónomo del Observatorio de Madrid y Catedrático de Astronomía física de la Universidad Central. p. 41-108.

III. Estado actual, métodos y problemas de la Física. Conferencias de 24 y 31 de enero de 1915. Por Blas Cabrera y Felipe, Catedrático de la Universidad Central. De la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. p. 109-144.

IV. Física matemática. Teoría de la relatividad Conferencia de marzo de 1915. Por Pedro Carrasco, Astrónomo del Observatorio de Madrid. p. 145-168.

V. Métodos y problemas actuales de la ciencia química. Conferencias de 8 de abril y 4 de mayo de 1915. Por E. Piñerúa y Álvarez. Catedrático de Química en la Universidad Central. p. 169-206.

VI. Estado actual, métodos y problemas de la síntesis mineral, Conferencia de 22 de abril de 1915. Por José Rodríguez Mourelo. De la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. p. 207-248.

VII, Estado actual de los problemas y métodos de la clínica biológica. Conferencia de 21 enero 1915 por José Rodriguez Carracido. Catedrático de la Universidad Central. De las Reales Academias Española, de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y de Medicina. P. 249-270.

VIII. Geografía social. Conferencia de 21 de marzo de 1915 por Don José Gutiérrez Sobral, p.271-296.

IX. Métodos y problemas de la Geología. Constitución interna de la Tierra. Conferencia de 25 febrero 1915 por Eduardo Hernández Pacheco. p. 297-316.

X.  Botánica: La teoría celular y los problemas biológicos. Conferencias de 11 y 29 de marzo de 1915 por D. Joaquín Mª Castellarnau. p. 317-376.

XI. Fisiología. Los problemas de la nutrición. Conferencia de abril de 1915 por José Gómez Ocaña. P. 378-401.

XII. La Antropología. Métodos y Problemas. Conferencia de Mayo 1915 por Luis de Hoyos Sáinz. Catedrático de Fisiología.- Presidente de la Sección. p. 403-442.

El libro iba precedido de un prólogo firmado por Luis de Hoyos y Sainz en el que se entremezclan consideraciones sobre los déficits de la cultura científica española de hace cien años con una apuesta por el papel educador que podía desempeñar el Ateneo de Madrid; lamentos por las actitudes rutinarias en la enseñanza de las ciencias, dominada por «una erudición arcaica», con una defensa de la dimensión creativa de la ciencia; explicación de su plan de acción para acercar los logros científicos al gran público desde la sección ateneista que presidió en el curso 1914-1915 con los logros obtenidos gracias a su esfuerzo organizativo; lamento por no haber logrado todo lo que se había propuesto alcanzar junto al reconocimiento de la ayuda recibida para hacer llegar este libro a sus lectores.

Vale destacar que en esos reconocimientos aparecen dos figuras históricas del liberalismo progresista español y del republicanismo democrático: Rafael María de Labra (1840-1918) presidente del Ateneo en aquel año de 1915, y Manuel Azaña (1880-1940), su eficaz y entusiasta secretario entre 1913 y 1920.

En ese año de 1915 Luis de Hoyos y Sainz y Manuel Azaña eran militantes del Partido Reformista de Melquíades Alvarez, formado por republicanos dispuestos a colaborar con la monarquía de Alfonso XIII.

De hecho el siguiente texto y las actividades desarrolladas en el Ateneo de Madrid hace un siglo pueden ser contempladas como un esfuerzo de la izquierda liberal por aproximar los problemas científicos al mundo de las clases medias progresistas e ilustradas, vivero de los apoyos políticos del Partido Reformista que no logró vencer al bipartidismo de la Restauración.

Reproduzco a continuación el interesante texto de Luis de Hoyos y Sainz, por aquel entonces también catedrático de Fisiología e Higiene escolar de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio de Madrid.

Al organizar la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales del ATENEO DE MADRID los trabajos del pasado curso, pensó que la mejor labor que podía realizar, era cubrir la necesidad más apremiante y dañosa de nuestra cultura científica, que es, ciertamente, la que atañe al conocimiento de la metodología y problemas actuales de las ciencias en la investigación y exposición de las mismas. El carácter de reflejo y tornavoz de nuestra vida científica débese, sin duda, a este desconocimiento de los métodos y problemas, no ya por el gran público, que debe al menos conocer su existencia, sino por una gran parte del cuerpo docente y escolar, que expone la ciencia como obra muerta y cuadriculada, y que la aprende como conjunto de cosas pasadas o de verdades canónicas, contrariamente a la gran variedad de que la ciencia se crea, pero no está creada.
La metodología concreta y definida de cada ciencia, no la representada, como dice Cajal, por la panacea de una lógica formal para todas las ciencias, es la que transforma el culto estático y contemplativo a una obra concluida, en cooperación dinámica y trabajo que aportar a una labor no terminada ni terminable.
La ignorancia de los métodos de investigación y el desconocimiento de los problemas planteados, es lo que crea esa manifestación común a toda nuestra estructura pedagógica nacional, de erudición arcaica, frente a la previsión original científica que caracteriza al resto del mundo. Expone datos, doctrinas, y a veces ideas, rebuscadas para el caso, unas veces en recientes lecturas, producto natural de la gran cultura y erudición del dicente, en otras; pero libresca siempre, tomada de las hojas del manual o cogidas de las páginas de la revista, exigiendo ambos trabajos esfuerzo superior al de la observación directa y vivida de la naturaleza y la realidad, con las que el libro o el maestro impidieron establecer fecundas relaciones, despreciando las aguas surgidoras del propio manantial para beber en las rodadas del caudal ajeno.
Siente como pocos esta impotencia de creación científica, este pesar de obra muerta o de bagaje cultural que hay que repartir, para quedar aligerado en su masa, el que, conociendo la enseñanza universitaria, viva también la normal o profesional de los verdaderos maestros, los de la enseñanza primaria. En ella, en los dominios de la Pedagogía –por inexplicable antinomia-, exagérase la cuadrícula y acótase el campo hasta hacer relato lo que es hecho, y espejo lo que es luz. La expresión formal de las cosas, sustituye a la acción enérgica, por renovadora, de las mismas, y la Metodología y la Didáctica, que por esencia son creadoras, redúcense a expositoras de un caudal científico muy ordenado y fijo, como museo de arqueología clásica, en el que no se crea porque no se duda.
Ninguna labor, pues, de más honda y extensa utilidad científica podía hacer el Ateneo y para ello pidió la Sección de Ciencias naturales la colaboración de los que son maestros indiscutidos en cada ciencia, por dominar por completo los modos de crearla. Así cumplía el Ateneo la función propia que, como nadie, tiene en la cultura nacional; la de difusión de la alta ciencia para el gran público, la de expansión de la callada y germinal labor de los investigadores, en una tribuna, adecuada entre todas, para llevar a la cultura general superior de España, las orientaciones de los especialistas que deben informarla y dirigirla.
Coetánea y paralelamente a esta obra de exposición de métodos de trabajo, tenía que presentar la Sección la aplicación concreta de los mismos, dando, no sólo la ley general y teoremática, sino la concreción aplicativa, como fruto del dominio de los métodos y el conocimiento de los actuales problemas. A ello respondían los Cursos breves monográficos, que para un público preparado se dieron por los señores Marañón, Rey Pastor, Carrasco, Fernández Navarro, Aranzadi y Hoyos Sáinz, acerca de Las secreciones internas, Introducción a las matemáticas superiores, La teoría de la relatividad en física, Paleogeografía:Historia geográfica (sic por geológica) de la Península ibérica y Etnografía: las bases, los métodos y sus aplicaciones a España.
No refleja este libro todo el plan elaborado por la Sección, ni siquiera todo el trabajo realizado en la misma. Por diversos motivos que lamentarán los lectores, no llegaron a darse las conferencias de Mecánica, pedida al catedrático de Barcelona señor Terradas; de Botánica, por el académico señor Lázaro; de Zoología, por el director del Museo de Ciencias naturales, señor Bolívar y de Psicología, por el doctor Simarro.
No figuran en el presente tomo, aunque fueron dadas en la cátedra del Ateneo, la de Físico-química, del profesor de la Facultad de Farmacia don Enrique Moles, y la de Geografía física, del catedrático de la Facultad de Ciencias don Lucas Fernández Navarro.
Injusticia sería callar que en la preparación del trabajo que originó este tomo, colaboraron el vicepresidente y secretarios de la Sección, señores Serrano Piñana, ingeniero de Caminos, Honorato de Castro, astrónomo del Observatorio de Madrid; García Miranda, auxiliar de la Facultad de Ciencias, y Moret, doctor en la misma; y preciso es decir que su publicación se debe, al valioso apoyo de la Junta directiva del Ateneo, y especialmente a su venerable presidente señor Labra, y a su infatigable secretario, señor Azaña.

Este texto es expresivo de la atmósfera científica de hace un siglo en una coyuntura en la que la elite científica española empezaba a rejuvenecerse gracias a la irrupción en el panorama científico de los integrantes de la generación de 1914 como Julio Rey Pastor, Enrique Moles, Pedro Carrasco Garrorena, Gregorio Marañón, Esteban Terradas, todos ellos nacidos en la década de 1880. Estos jóvenes científicos junto a otros integrantes de su grupo generacional, como José Ortega y Gasset, contribuyeron indudablemente a dinamizar la vida científica en la sociedad española de hace un siglo como he expuesto en otras entradas anteriores de esta bitácora. También estas iniciativas ateneistas muestran que la labor que desplegaba la JAE hace un siglo para hacer más sólido el tejido científico español estaba acompañada por otras iniciativas surgidas de la sociedad civil.

Para saber más:

Carmen Ortiz García, Luis de Hoyos Sainz y la Antropología española, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), 1987.

Francisco Villacorta Baños, El Ateneo de Madrid (1885-1912), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, 1985. Accesible aquí

Sobre la relación de Manuel Azaña con el Ateneo de Madrid se encuentra información en:

Santos Juliá: «La nueva generación: de neutrales a antigermanófilos pasando por aliadófilos», Ayer, 91, 2013 (3): 121-144. Accesible aquí

y en un homenaje del Ateneo en el centenario de su acceso a la secretaría del Ateneo (ver aquí).


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Una aportación a la educación ambiental en las escuelas españolas de hace un siglo

La Escuela Moderna. Revista pedagógica hispano-americana (1891-1934) fue una de las publicaciones pedagógicas más relevantes en el ámbito cultural hispánico en el tránsito del siglo XIX al siglo XX, promotora de una enseñanza científica racional. Uno de sus impulsores, y director de la publicación desde 1907, fue el pedagogo castellano Esteban Bartolomé Mingo, quien desde 1879, y durante más de cuarenta años, dirigió la Escuela Central de Párvulos o Jardín de Infancia de Madrid, punta de lanza de la introducción de los métodos del pedagogo alemán Fröbel (1782-1852) en la sociedad española como se explica en este documental hecho por jóvenes historiadoras de la educación. (ver aquí).

La Escuela Moderna enero 1915

Ojeando el ejemplar de esta singular publicación pedagógica, correspondiente a enero de 1915, me he encontrado con la reseña de la obra de un maestro comprometido con la educación ambiental. Se trata del libro Mi amigo el árbol. Su autor fue Martín Chico Suárez, un maestro de las escuelas nacionales de Madrid, nacido en Cehegín (Murcia) en 1864, y vocal correspondiente del Consejo Superior de Protección a la Infancia. La obra tenía un conjunto de ilustraciones debidas a su hijo Pedro Chico Rello, futuro profesor de Escuelas Normales y metodólogo de la enseñanza de la geografía. Tenía como lema el oximoron «Festina Lente«, es decir Corre despacio o Apresúrate lentamente. Este adagio había sido usado como marca de impresión por el humanista veneciano Aldo Manuzio, editor de textos clásicos griegos, y considerado el inventor del libro de bolsillo.

Como prueba del interés que suscitó entre los lectores de aquella época Mi amigo el árbol cabe añadir que tuvo el primer premio del concurso celebrado en 1913 por la Sociedad de Amigos de la Fiesta del Árbol de Barcelona. La obra fue publicada en Barcelona por el editor J. Ruiz Romero, sucesor de J. Bastinos.

La reseña que se presenta a continuación coincide temporalmente con la medida tomada el 5 de enero de 1915 por el ministro de la Gobernación José Sánchez Guerra (1859-1935) del gabinete conservador presidido por Eduardo Dato para declarar oficial y de carácter obligatorio esa fiesta que se venía celebrando desde tiempo atrás, con una particular intensidad en Cataluña.

A continuación transcribo parte de la reseña de este curioso libro pedagógico, tal y como apareció en las páginas de La Escuela Moderna de enero de 1915, pp. 78-80.

miamigoelarbol-648x1024Realmente hemos sentido un verdadero placer leyendo este libro. No es un libro más de lectura entre los innumerables que forman la literatura escolar. Es una obrita de volumen poco abultado, pero de un contenido muy nutrido abundantísimo de doctrina pedagógica en forma de lecciones sencillas, claras y hasta poéticas y encantadoras en el modo especial de presentarles….

El autor..ha estudiado el árbol en todos sus aspectos, con todas sus complejas relaciones y las múltiples aplicaciones que de él se hacen, ya para la alimentación humana, ya como elemento de vida en lo que afecta a la oxigenación del aire, ya por lo que tiene de utilidad en maderas, belleza, hermosura, vivienda de los pájaros, seguridad en el terreno, modificación del clima, recreo e higiene, en suma, de cuanto puede el hombre sacar partido para la satisfacción de sus necesidades. Dedica diez lecciones a la historia de los árboles, mencionando alguno de los más antiguos y ocupándose del árbol sagrado, el árbol compañero del hombre, el árbol y la vivienda humana, el árbol símbolo de gloria, el árbol como recordatorio de la memoria de los hombres, y el árbol en la ciencia, en el arte y hasta en lo que se relaciona con la independencia de la patria.

Mi amigo el arbol paginaEl desenvolvimiento de las lecciones es ingenioso y muy interesante. En primer término expone, en lenguaje sencillo y correcto, la lección, el tema, la materia de que ha de ocuparse; hace luego un resumen de la misma; acompaña máximas morales que surgen de la lección expuesta; añade ejercicios prácticos que se relacionan con el contenido de la lección, unas veces para despertar en los niños la afición hacia la formación de un museo escolar de aves, insectos, plantas, hojas, flores, maderas de todas clases, y otros para favorecer el estudio de la Geografía y viajes y conocer mediante ellos la región en donde los árboles se crían. Forman parte integrante de la obrita lecciones de cosas que amplían y completan el contenido de las lecciones; recitaciones en verso alusivas a la materia y escritas por nuestros mejores poetas, con el objeto de que el niño se aficione a la lectura, y un léxico riquísimo que explica el significado de cada palabra, con la vista fija siempre en que no se pronuncien jamás los vocablos sin entender su contenido substancial.

Por último, enciérrase el librito en un hermoso marco literario, formado por una atenta dedicatoria a S.A.Serma. la Infanta Isabel de Borbón, generosa donante del premio adjudicado al libro; una sentida carta del malogrado Joaquín Costa, dirigida a los niños de Ricla, recomendándoles el cultivo del árbol; la letra y música de la Fiesta del Árbol, y una larga bibliografía de la que se ha servido el autor…

Merece todo género de aplausos nuestro estimado compañero, porque su obrita revela un …entusiasmo extraordinario hacia el cultivo del árbol, compañero y amigo inseparable del hombre, y objeto por parte de Goethe de grandes meditaciones y estudios, y, sobre todo, exterioriza el Sr. Chico un amor entrañable hacia los niños ofreciéndoles un trabajo laborioso, en el cual se halla reconcentrada en síntesis la vida material y espiritual de tan ilustrado maestro.

De todo corazón recomendamos a nuestros compañeros la adquisición de este libro, cuyo fondo es inagotable e inmenso para la educación de los niños, y cuya elegancia en la forma para su presentación artística, llena de bonitos grabados, se debe a la Casa editorial de J. Ruiz Romero, sucesor que continúa aumentando y perfeccionando la tan acreditada Casa de Bastinos, de Barcelona.

Dos apostillas cabe hacer a esta reseña de Esteban Bartolomé Mingo en un momento en el que la publicación que dirigía se comprometió con el arraigo de la Fiesta del Arbol en el sistema educativo español como constan dos colaboraciones del volumen de 1915. Una de ellas era un artículo dedicado a la celebración de la Fiesta del Arbol en la población de Sotillo de la Adrada en la provincia de Avila (p. 542) y la otra consistió en el texto «Una Fiesta del Arbol» firmado por el pedagogo Casiano Costal (p.682).

Por una parte conviene destacar que Mi amigo el árbol, cuya primera edición data al parecer de 1910, tuvo una amplia circulación. En la década de 1920, probablemente relacionado con el hecho de que la dictadura de Primo de Rivera intentó convertir la Fiesta del Árbol en un elemento de nacionalización según Antonio Alcusón Sarasa (ver aquí), se hicieron varias ediciones de la obra. En 2005, hace una década, la editorial Arba de Madrid, hizo una reimpresión facsímil de la edición barcelonesa de 1925 de J. Ruiz Romero, con el apoyo de la Asociación para la Recuperación del Bosque Autóctono y la Asociación Española de Arboricultura, según se destaca en un post del blog Naturaleza viva (ver aquí).

Por otro lado hay que resaltar que en la campaña destinada a hacer arraigar la Fiesta del Arbol, declarada oficial como se ha indicado el 5 de enero de 1915, se implicaron muchos agentes sociales. Así, casi simultáneamente a la reseña de la que se ha informado en este post, una de las más importantes revistas ilustradas de la España de 1915 – Mundo gráfico– presentó en sus páginas al inspirador, y gran propagandista de la fiesta del árbol, el ingeniero de montes murciano Ricardo Codorniu y Starico (Cartagena 1846-Murcia 1923), con motivo de un homenaje que se le hizo. Se trataba de la concesión de las insignias de la Gran Cruz del Mérito Agrícola costeadas por dos mil suscriptores.

Codorniu 1915

 

Para saber más:

Más información sobre la labor pedagógica de Martín Chico Suárez y Pedro Chico Rello en Juan Mainer Baqué, La forja de un campo profesional: pedagogía y didáctica de las Ciencias Sociales en España (1900-1970), Madrid, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)2009

Más información sobre la Fiesta del Árbol en Santos Casado de Otaola, Naturaleza patria. Ciencia y sentimiento de la Naturaleza en la España del Regeneracionismo, Madrid, Marcial Pons, 2010. (Colección «Ambos Mundos» de Marcial Pons Historia-Fundación Jorge Juan).


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Las publicaciones de la JAE hasta 1915 según un anuncio de la revista España

A finales de 1915 el semanario España, considerado el principal portavoz político de la generación de 1914 como ya se ha señalado en varias entradas de este blog, (ver por ejemplo aquí),  insertaba en sus páginas publicitarias este anuncio.

Libros JAE anuncio España

Se trataba de información publicitaria de la poderosa Sociedad General Española de Librería, Diarios, Revistas y Publicaciones, S.A,, con sedes en Madrid (Ferraz 25), Barcelona (Rambla del Centro 8,10 y 25), Irún (calle del Ferrocarril) y Buenos Aires (Esmeralda 378-384, 574 y 576) . En ella se daba cuenta de las publicaciones efectuadas por la Junta para Ampliación de Estudios, el organismo creado por el Estado español para dinamizar el sistema científico-educativo español y que presidía desde su fundación en 1907 Santiago Ramón y Cajal.

Como se aprecia a continuación se ofrecía un listado detallado, ordenado por secciones, de todas las publicaciones que ese organismo había editado desde su constitución hasta 1915.

Libros JAE anuncio España detalle

En la sección primeraMemorias de pensionados y trabajos varios – se informaba que la JAE ya había publicado 8 tomos de sus Anales. Esta publicación contenía mayoritariamente memorias de los pensionados cuyos estudios en el extranjero había costeado la JAE. Cada tomo costaba 8 pesetas. Indices de esos tomos se pueden consultar aquí.

Indice Anales

La sección segunda estaba destinada a dar cuenta de las publicaciones del Instituto Nacional de Ciencias Físico-Naturales. Eran 26 trabajos generados fundamentalmente en el Museo Nacional de Ciencias Naturales que vivía un momento de gran actividad gracias a la gestión de su director el entomólogo Ignacio Bolívar. Muchos de ellos están accesibles on line hoy en día en el magnífico portal de fondos digitalizados del CSIC Simurg.

El Museo, en efecto, editaba monografías, agrupándolas en tres colecciones: una geológica, una botánica y otra zoológica, la más numerosa. Su precio oscilaba entre las 0,50 ptas y las 15 ptas.

Entre las primeras se encuentran los siguientes trabajos

dos monografías de 1912 de Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) geólogo, paleontólogo y arqueólogo, y en aquel entonces catedrático de geología en la Universidad de Madrid y jefe de la sección de Mineralogía y Geología en el Museo de Ciencias Naturales:  Ensayo de síntesis geológica del Norte de la Península Ibérica  Itinerario geológico de Toledo a Urda

Resumen fisiográfico de la Península Ibérica del catedrático del Instituto de Guadalajara Juan Dantín Cereceda, publicado en 1912.

Geología y Prehistoria de los alrededores de Fuente-Alamo (Albacete), de 1912, del catedrático del instituto de Alicante Daniel Jiménez de Cisneros (1863-1941)

Fuente Alamo en la provincia de Albacete

Fuente Alamo en la provincia de Albacete

Lagos de la región leonesa de Federico Aragón (1873-1928), catedrático de Historia natural del instituto de León, provincia que conocía bien, publicado en 1913.

Los fenómenos de corrimiento en Felanitx (Mallorca) de 1913 y El Triásico de Mallorca de 1914 del geólogo y agrónomo mallorquín Bartolomé Darder Pericás (1894-1944)

Entre las segundas:

la Flora briológica de la Sierra de Guadarrama de 1912, cuyos autores eran Antonio Casares-Gil (1871-1929) – considerado el botánico gallego más relevante (ver aquí) y el valenciano Francisco Beltrán Bigorra (1886-1962) . Los contenidos de esta monografía, digitalizada por el Real Jardín Botánico de Madrid están accesibles aquí.

Noticia de algunos Ustilagináceos y Uredináceos de España de 1913 de Blas Lázaro e Ibiza, catedrático de Botánica descriptiva de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central desde 1892, profesor numerario de la Escuela Superior de Magisterio desde 1909 y jefe de sección del Jardín Botánico de Madrid desde 1910 (1858-1921)

las Excursiones Briológicas de la provincia de Badajoz,  de 1914, de Gonzalo Fructuoso y Tristancho.

tres trabajos de 1914 del médico y micólogo sevillano Romualdo González Fragoso (1862-1928) Contribución a la Flora micológica del Guadarrama. Pireinales, Histeriales,Discales ; Contribución a la Flora micológica del Guadarrama. Deuteromicetos; Contribución a la Flora micológica del Guadarrama. Uredales

Entre las terceras:

– Briozoos de la Estación Biológica Marítima de Santanderpublicación de 1912, de Manuel Jerónimo Barroso

Ernst Haeckel - Kunstformen der Natur (1904), plate 23: Bryozoa

Ernst Haeckel – Kunstformen der Natur (1904), plate 23: Bryozoa

– Los enemigos de los parásitos de las plantas. Los afelininos, de 1912, del entomólogo y militar Ricardo García Mercet (1860-1933)

Anatomía e histología del Ocnerodes Brunnerii Bol. de 1912 de Antonio Martínez y Fernández-Castillo (1870-), catedrático de instituto.

– Contribución al estudio de los hemípteros de Africa. Notas sobre coreidos del Museo de Madrid de Antonio García Varela, profesor de la Universidad de Santiago de Galicia (1875-1942), publicado en 1913.

– Una campaña entomológica en el Sus y Descripción de los coleópteros recogidos en ella por el notable entomólogo donostiarra Manuel Martínez de la Escalera y Pérez de Rozas (1867-1949)  y su hijo Fernando Martínez de la Escalera y Goróstegui (1895-1988)

– dos trabajos del notable dipterólogo, colector y conservador del Museo José Arias Encobet (1885-1921) que luego sería catedrático de Entomología de la Universidad de Barcelona: Dípteros de España. Fam. Nemestrinidae de 1913 (33 págs.) y Dípteros de España. Fam. Mydaidae  , de 1914(173 p.).

– Contribución al estudio de los hemípteros de Africa. Notas sobre coreidos del Museo de Madrid de Antonio García Varela, profesor de la Universidad de Santiago de Galicia (1875-1942), publicado en 1913.

– los Estudios entomológicos de 1914 (del director del Museo Nacional de Ciencias Naturales, el ya mencionado Ignacio Bolívar (1850-1944).

– la monografía Eumastacinos nuevos o poco conocidos. Saltamontes, Ort. Locustidae de  1914 de un jovencísimo Cándido Bolívar y Pieltain (1897-1976), hijo del anterior.

– cuatro contribuciones del relevante zoólogo, el más importante mastozoólogo o especialista en mamíferos de la Península Ibérica de aquella época Angel Cabrera (1879-1960). Se trataba de dos breves monografías que se vendían a 0,50 ptas: El concepto de tipo en Zoología y los tipos de mamíferos del Museo de Ciencias Naturales de 1912 y Dos mamíferos nuevos de la Fauna Neotropical, de 1913, en la que estudiaba ejemplares recolectados por su maestro Marcos Jiménez de la Espada, el más destacado naturalista de la Comisión Científica del Pacífico ; y también su Catálogo metódico de las colecciones de mamíferos del Museo de Ciencias Naturales de Madrid de 1912 que costaba dos pesetas, y su importante libro Fauna ibérica. Mamíferos de 1914 que se vendía a 15 ptas. Este libro le proporcionaría un gran reconocimiento internacional como acaba de destacar en su blog Javier Yanes (ver aquí)

Esponjas del Cantábrico. Parte primera: I. Calcárea. II. Euceratosa, de 1914, de Francisco Ferrer Hernández.

La sección tercera correspondía a la Comisión de Investigaciones Paleontológicas y Prehistóricas y comprendía solo tres publicaciones:

– Las pinturas prehistóricas de Peña Túpor Eduardo Hernández-Pacheco (1872-1965) [Catedrático de Geología en la Universidad de Madrid y Jefe de trabajos de la Comisión] y Juan Cabré (1882-1947) [Comisario de Exposiciones, correspondiente de la Real Academia de la Historia], con la colaboración del conde de la Vega del Sella (Ricardo Duque de Estrada y Martínez de Morentín) , publicada el 15 de enero de 1914, a un precio de 1,50 ptas.

Idolo de Peña Tu en Puertas de Vidiago en el concejo asturiano de Llanes

Avance al estudio de pinturas prehistóricas del extremo Sur de España (Laguna de la Janda) de Juan Cabré y Eduardo Hernández-Pacheco, publicada en abril de 1914 y cuyo coste era de dos pesetas.

Vista actual de la laguna de La Janda al sur de la provincia de Cádiz, entre Vejer y Benalup-Casas Viejas

Vista actual de la laguna de La Janda al sur de la provincia de Cádiz, entre Vejer y Benalup-Casas Viejas

– La cueva del Penicial (Asturias) del conde de la Vega del Sella, publicada el 1º de julio de 1914. Su coste era de 0,50 ptas.

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interior de la cueva del Penicial en Nueva, parroquia del concejo asturiano de Llanes.

 

La sección cuarta -aunque no tenía epígrafe- abarcaba las publicaciones relacionadas en gran medida con el Centro de Estudios Históricos que dirigía Ramón Menéndez Pidal. El anuncio publicitario que estamos comentando daba cuenta de los siguientes trabajos, ordenando a sus autores por orden alfabético de la siguiente manera:

Textos árabes en dialecto vulgar de Larache, (a los que se puede acceder aquí). Publicados con transcripción, traducción y glosario por el arabista y hebraísta Maximiliano Alarcón y Santón (1880-1933), en aquel momento catedrático de árabe de la Escuela de Comercio de Barcelona, y más tarde catedrático de árabe y hebreo de la Universidad de esa ciudad. Se editó en  1913. Costaba 4 ptas.

– Cartulario de Don Felipe III, Rey de Francia, del sacerdote navarro Mariano Arigita y Lasa  (1865-1916), editado en 1913. Se vendía a 8 ptas.

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El original árabe de la “La disputa del asno contra Fr. Anselmo Turmeda»  del sacerdote y catedrático de Lengua Arabe de la Universidad Central Miguel Asín Palacios (1871-1944), publicado en 1914, originariamente en la Revista de Filología Española. Se vendía a 2 ptas.

Cancionero de Romances de Amberes con una introducción de Ramón Menéndez Pidal, publicado en 1914. Se vendía a 40 ptas. .

Los monumentos megalíticos de la provincia de Gerona por el catedrático de Historia natural del Instituto de Gerona Manuel Cazurro (1865-1935) Esta monografía fue editada por el Centro de Estudios Históricos en 1912. Se vendía a 3 ptas.

Materiales de Arqueología Española.  Cuaderno primero: Escultura greco-romana.- Representaciones Religiosas clásicas y orientales.- Iconografia.- por los arqueólogos e historiadores del arte Manuel Gómez-Moreno (1870-1970) y Josep Pijoan (1881-1963), editados en 1912 por el Centro de Estudios Históricos. Se vendía a  8 ptas.

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Materiales de arqueología española editados por Manuel Gómez-Moreno y Josep Pijoan

Zamora en tiempo de la guerra de la Independencia (1808-1814) [a cuyos contenidos se pueden acceder aquí] del catedrático de Geografía e Historia del Instituto de Zamora  Rafael Gras y de Esteva (1870-1920), discípulo de Rafael Altamira.  La monografía editada en 1913 por el Centro de Estudios Históricos se vendía a 3 pesetas.

Zamora Gras

Cartulario de la Abadía de Santillana del Mar por Eduardo Insué. Editado en 1912 se vendía a 6 ptas.

Manuscritos árabes y aljamiados de la Biblioteca de la Junta, por los alumnos de la Sección de Árabe del Centro de Estudios Históricosbajo la dirección de Julián Ribera (1858-1934)y Miguel Asín (1871-1944). Editados en 1912 se vendía la publicación a 10 ptas. En esta publicación se encuentra el origen del importante proyecto de historia digital impulsado recientemente por el CSIC Manuscrpit@

Introducción al Estudio de la Lingüistica Romance del lingüista suizo-alemán Wilhelm Meyer-Lübke (1861-1936), traducido por Américo Castro (1885-1972), que por aquel entonces era profesor auxiliar de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid. Editado en 1914 se vendía a 7 pesetas.

La vida y la obra de Pedro de Mena del historiador del arte Ricardo de Orueta  (1868-1939) Publicado en 1914 se vendía a 15 pesetas.

Archivo general de Simancas. Catálogo IV. Secretaría de Estado. (Capitulación con Francia y negociaciones diplomáticas de los Embajadores de España en aquella Corte, seguido de una serie cronológica de éstos). I. (1265-1714) por el director de ese archivo Julián Paz.  Editado en 1914 se vendía a 16 pesetas.

Guerras civiles de Granada por Ginés Pérez de HitaPublicadas por Paula Blanchard-Demouge.  Publicada la obra en 1913 se vendía a 15 ptas.

Notas inéditas del Archivo de la Catedral de Toledo, redactadas sistemáticamente en el siglo XVIII por el canónigo-obrero Francisco Pérez Sedano. Se trataba del volumen primero de Datos documentales inéditos para la historia del arte español. Editado el libro en 1914 se vendía a 2 ptas.

Revista de Filología española. Cuadernos I, II y III. La suscripción anual costaba 15 pesetas. La publicación fue fundada en 1914 por Ramón Menéndez Pidal (1869-1968).

Partición de herencias entre los musulmanes del rito Malequí. Con transcripción anotada de dos manuscritos aljamiados por el catedrático de Matemáticas del Instituto de Jaén José Augusto Sánchez Pérez (1882-1958). Editado este libro en 1914 se vendía a 8 ptas.

Noticias y documentos históricos del condado de Ribagorza hasta la muerte de Sancho Garcés III (año 1035) por el catedrático de Historia universal Antigua y Media de la Universidad de Zaragoza Manuel Serrano y Sanz (1866-1932). Publicado en 1912 se vendía a 8 ptas.

 Jacomart y el arte hispano-flamenco cuatrocentista por el profesor del Centro de Estudios Históricos y catedrático de Historia del Arte de la Universidad Central de Madrid Elías Tormo y Monzó (1869-1954). Publicado en 1913 se vendía a 5 ptas.

San Jaime y San Gil. Tabla hacia 1450 de Jaume Baço Jacomart

San Jaime y San Gil. Tabla hacia 1450 de Jaume Baço Jacomart.Museo de Bellas Artes de Valencia

Juan de Vallejo. Memorial de la vida de Fray Francisco Jiménez de Cisneros. Publicado con prólogo y notas por el archivero Antonio de la Torre y del Cerro (1878-1966).

La sección quinta estaba dedicada a informar de las publicaciones de la Escuela Española de Arqueología e Historia en Roma, institución fundada por real decreto de 3 de junio de 1910, estrechamente vinculada al Centro de Estudios Históricos, pues compartían el mismo director Ramón Menéndez Pidal, y que se vería afectada severamente por el estallido de la Gran Guerra.

En el mencionado anuncio publicitario de la revista España se informaba de los siguientes trabajos generados en ese centro de estudios hispano-italiano, en cuyo sostenimiento también se implicaron instituciones catalanas gracias a la mediación de ese gran historiador del arte y promotor cultural que fue Josep Pijoan. Así lo expliqué ya en mi texto «La Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas y su proyección europeísta», publicado en la obra colectiva Repensar la Escuela del CSIC en Roma. Cien años de memoria, que en gran medida se puede consultar aquí 

CUADERNOS DE TRABAJOS, I, editados en 1912 (se pueden ver sus contenidos aquí). Su precio era de 5 pesetas.

– Miniaturas españolas en manuscritos de la Biblioteca Vaticana, J. Pijoan

– Frescos descubiertos en la sacristía de la iglesia nacional de España en Roma, Juan M. Perea

– El Cardenal de Aragón Fr, Nicolás Bosell, Ramón de Alós

– Del epistolario de Molinos (para la historia del misticismo español), P.A. Martín Robles.

– Fragmentos inéditos de la «Ordinatio Ecclesiae Valentinae», F. Martorell.

CUADERNOS DE TRABAJOS, II (se pueden ver sus contenidos aquí), editado en 1914. Su precio era de 5 pesetas.

– Miniaturas españolas en manuscritos de la Biblioteca Vaticana, J. Pijoan

– Primeras negociaciones de Carlos V, Rey de España, con la Santa Sede (1516-1518), L. Serrano

– El manuscrito ottoboniano, Lat. 405. Contribución a la bibliografía Juliana, Ramón de Alós.

Y el siguiente estudio del benedictino Luciano Serrano, futuro abad del monasterio de Silos: Correspondencia diplomática entre España y la Santa Sede durante el pontificado de San Pío V. Tomos I y II. A 12 pesetas cada tomo.

La sección sexta, y última, estaba dedicada a publicitar las ediciones impulsadas en la Residencia de Estudiantes por su director Alberto Jiménez Fraud, quien contaría para esa tarea a partir de 1914 con la colaboración de Juan Ramón Jiménez. Se presentaron esas publicaciones en tres series distintas de la siguiente manera:

SERIE I. CUADERNOS DE TRABAJOS.

– Berceo, Gonzalo: El sacrificio de la Misa. Edición de Antonio G. Solalinde, editado en 1913. Su precio era de 1,50 ptas.

SERIE II. ENSAYOS

– Ortega y Gasset, José: Meditaciones del Quijote. Editado en 1914 se vendía a 3 pesetas.

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José Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, Madrid, 1914

SERIE IV. VARIOS.

– Eugenio d’Ors: De la amistad y del diálogo. Lectura dada en la Residencia de Estudiantes la noche del 16 de febrero de 1914. Esta publicación no estaba en venta.

– del musicólogo francés André PirroJean Sébastien Bach, auteur comique. Conférence faite à la Residencia de Estudiantes de Madrid, le 26 avril 1914. Su precio de venta al público era de 1,50 ptas.

– del premio Nobel de Literatura en 1915 Romain RollandVida de Beethoven. Se vendía a 3 ptas.

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Romain Rolland, Vida de Beethoven, traducción de Juan Ramón Jiménez, con unas palabras de Romain Rolland a la Residencia de Estudiantes, Madrid, Publicaciones de la Residencia de Estudiantes, 1915

– Federico de Onís, Disciplina y Rebeldía. Lectura dada en la Residencia de Estudiantes la tarde del 5 de noviembre de 1915 (folleto). Su precio era de 1 peseta. (Se puede acceder a sus contenidos aquí)

– Fiesta de Aranjuez en honor de «Azorín». Se vendía a 1,50 ptas, considerado por la crítica como un documento imprescindible para entender la génesis de la generación de 1914.


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La importancia del mapa para un metodólogo de la enseñanza de la geografía

El objetivo principal que impulsó a Rafael Ballester y Castell a elaborar su Estudio sobre la enseñanza de la geografía en los inicios del siglo XX fue su afán de «reformar en un sentido verdaderamente útil y práctico la enseñanza de la geografía en los Institutos españoles», generando inquietudes que superasen inercias y venciesen rutinas.

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Ese joven profesor parecía verse a si mismo como integrante de un grupo de docentes reformistas, cuyas huellas estamos rastreando en este blog,  que pugnaban con una sociedad tendente a sestear. En su opinión no faltaban en la España de 1901 «sabios profesores que se adelantan en sus obras al atraso general que pesa sobre los organismos del Estado, sobre corporaciones de carácter particular o sobre la masa general de los individuos».

En el afán de introducir reformas en el ámbito docente se propuso una triple estrategia: hacer de portavoz de las mejoras introducidas en la enseñanza de la geografía en el sistema educativo francés, cuyos logros quería trasladar a España; analizar la situación de la enseñanza de la geografía y proponer una serie de medidas conducentes a la renovación de la enseñanza de esa materia educativa en los institutos españoles.

En su texto Ballester convierte al geógrafo, economista e historiador Emile Levasseur en el actor principal de las reformas de la enseñanza de la geografía en el sistema educativo francés.

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Por tal razón examinó sus ideas pedagógicas con detalle. Destacó las siguientes:

  • la geografía fisica, guiada por la geología, era la base del proceso educativo: en ella se encontraban las claves de las demás ramas de la geografía.
  • la geografía agrícola, industrial y comercial debían ocupar un lugar más importante,
  • había que prestar atención a la estadística.
  • había que emplear los mapas bajo todas sus formas, usando siempre el encerado.

Los seguidores de Levasseur, entre los que se encontraba Ballester, eran firmes defensores del lema: «hacer comprender la geografía por los libros, hacerla ver por los mapas».

Ese nuevo método, llamado intuitivo, hacía de la geografía una ciencia viva capaz de demostrar, describir, enseñar, interesar e instruir. Mediante el constante empleo del mapa mural y el trazado del mapa en el encerado se procuraba ejercitar la inteligencia evitando que la lección fuese una nomenclatura seca, una lista de nombres propios, dirigidos solo a ejercitar la memoria.

La geografía debía consistir por tanto en lecciones de cosas en lugar de lecciones de nombres. De ahí que el mapa mural como cuadro sintético de los detalles que configuraban el estudio de un país se convirtiese en un material didáctico estratégico tal y como lo formulara el profesor del liceo de St-Louis y de la Escuela Normal primaria superior de St. Cloud J.B. Paquier:  «Consideramos la carta geográfica como la base misma de la enseñanza. ..El mapa bajo todas las formas, cartas o mapas murales, atlas, croquis en el encerado….Queremos un mapa mural dibujado a grandes rasgos, claro y sorprendente a la vez, sobrio de detalles, escaso de nombres y únicamente con algunos puntos de mira. Debe ser simplemente un resumen, una especie de síntesis hábilmente hecha, que deje impresa en el alma algunas nociones concretas y durables», pues en opinión de ese pedagogo francés las primeras cualidades que había que ejercitar en la infancia eran la imaginación y el sentimiento.

Está formulada así con claridad la propuesta de usar los mapas como instrumentos modeladores de la conciencia nacional, cuestión a la que se ha prestado gran atención en los últimos años. Destacan al respecto los trabajos de teóricos del nacionalismo como Benedict Anderson,  autor de la influyente obra Imagined communities, traducida al castellano con algo de descuido, según el propio Anderson, por Fondo de Cultura Económica; o  historiadores sociales y culturales de la cartografía como John Brian Harley, partidario de interpretar los mapas como una forma de lenguaje y como un instrumento y un símbolo de los poderes establecidos.

Analizando diversos casos en distintos lugares del mundo, desde Tailandia a Europa y las Américas, estos estudiosos han mostrado que los mapas elaborados a lo largo de la época contemporánea, particularmente en el siglo XIX, se convirtieron en un instrumento para cerrar las fronteras elásticas de la nación, o para plasmar aspiraciones políticas de movimientos nacionalistas como ha ocurrido con los mapas escolares generados en diversas comunidades autónomas españolas en las dos últimas décadas del siglo XX, según han analizado Jacobo García Alvarez y Daniel Marías.

Pero los mapas, según sostenían los positivistas, también son una condensación del conocimiento espacial. Tal y como plantea J.H. Andrews, del Trinity College de Dublin, en su introducción a La nueva naturaleza de los mapas de John Brian Harley, la cartografía también aspira a ser exacta y precisa, creencia defendida por Rafael Ballester. De hecho un mapa de carreteras preciso ayuda a un viajero a llegar a su destino.

En cierta medida las dos epistemologías con las que se puede abordar el estudio de los mapas -la positivista, y la constructivista de Harley- son complementarias.

Así pues, siguiendo el hilo del discurso de Rafael Ballester, los planteamientos de Levasseur y sus seguidores contribuyeron al renacimiento de los estudios geográficos y de la enseñanza de la geografía en la Francia de la Tercera República. Hasta entonces la geografía se estudiaba sin método concediéndose gran importancia a la nomenclatura, a la cartografía, a la economía política y muy poca a la geología, a la estructura del suelo, a las relaciones entre la geografía y la historia, según resaltara Ludovic Drapeyron (1839-1901), primer director de la  la Revue de geographie fundada en 1877. A partir de la década de 1870 empezaría a destacarse el papel de la geografía física como fundamento de la enseñanza geográfica, se adoptó un orden metódico en la exposición de las diversas partes de la geografía fuese general, histórica, polítíca o económica, y se expandió el empleo del mapa mural y el trazado del mapa en el encerado en presencia del alumno, convirtiéndose estos procedimientos didácticos en los principales dispositivos de la enseñanza geográfica.

El metodólogo Ballester, amante de una cultura de la precisión que se abría paso en la sociedad española de aquella época derivado de la mentalidad positivista, consideró relevantes estas propuestas e iniciativas docentes pues «se sabe por experiencia que en un estudio cualquiera el análisis debe preceder y preparar la síntesis si se quieren obtener buenos resultados. El análisis permite al espíritu adquirir un conocimiento exacto y completo de las cosas mediante la descomposición razonada de las partes que constituyen el todo.»

Otra  de las cuestiones que a Rafael Ballester, como profesor de geografía e historia, le interesó más de la renovación metodológica impulsada por Levasseur y sus seguidores fue la importancia concedida a la concordancia entre los estudios geográficos y los estudios históricos. Esta fue una de las cuestiones más debatidas en el segundo congreso internacional de geografía celebrado en París en 1875 y de sus conclusiones se derivó el axioma «nada de historia sin geografía», pues la historia de un país se explicaba por su geografía. A partir de entonces en Francia los profesores de geografía e historia estaban separados pero sus enseñanzas convergían en un punto común, situación que en España no se producía dada la completa separación entre la enseñanza de la geografía y la de la historia.

Pero la presentación de las propuestas concretas de Rafael Ballester y Castell sobre la mejora de la enseñanza de la geografía en los institutos españoles de aquella época de principios del siglo XX se hará más adelante. Sí quisiera señalar para finalizar este post que las tempranas preocupaciones de ese joven profesor mallorquín por la importancia del mapa para la enseñanza de la geografía le acompañarían durante toda su labor docente y le impulsarían años adelante, en 1923, a elaborar un atlas de geografía, poco conocido y por tanto no apreciado, del que a lo largo de más de dos décadas se hicieron diversas ediciones, publicadas por la editorial gerundense Dalmau Carles Pla.

Ballester Geografia Atlas Segundo grado

Ballester Geografia Atlas edit Dalmau 1935


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Lecturas de un profesor de geografía en la Mallorca de 1901

Conviene profundizar en los contenidos del libro Estudio sobre la enseñanza de la geografía, de Rafael Ballester, publicado en Mallorca en 1901, presentado al público por el erudito balear Mateo Obrador y Bennassar, como ya expuse en un post anterior.

En esta ocasión me aproximaré al nivel de conocimientos del autor del mencionado folleto, joven profesor que aún no había cumplido 30 años, activo participante del grupo «La Almudaina», dinamizador de la vida cultural mallorquina en el tránsito del siglo XIX al XX, y que tomó su nombre del gran palacio medieval, y edificio real, existente en la ciudad.

palacio Almudaina 1915

Presentaré las lecturas, y las autoridades, sobre las que construyó su discurso y basó sus argumentaciones destinadas a proponer nuevos métodos en la enseñanza de la geografía en las aulas de los institutos españoles de enseñanza secundaria.

La coyuntura para efectuar esa labor era favorable. En aquel momento la geografía había ganado espacio en el sistema educativo. El ministro de Instrucción Pública García Alix acababa de ampliar hasta cuatro cursos el estudio de lo que antes era la asignatura de Geografía astronómica, física y política,  impartida en un solo curso. Con esa reforma, poco duradera, los estudiantes de los institutos aprendían en cursos sucesivos las siguientes materias:

1º Geografía astronómica y física

2º Geografía descriptiva general y especial de Europa

3º Geografía descriptiva particular de España

4º Geografía histórica, comercial y estadística.

Antonio García Alix

El objetivo de Rafael Ballester era mostrar la conveniencia de que en España se imitase la estrategia adoptada en Francia para recuperar el terreno perdido en los estudios y los métodos geográficos. Si el país vecino a lo largo del siglo XIX  había hecho un esfuerzo considerable por transferir los métodos alemanes de enseñanza de la geografía, ahora a principios del siglo XX le correspondía a los integrantes de la sociedad española efectuar una estrategia similar y  adoptar en esta ocasión las propuestas renovadoras existentes en Francia, donde había emergido una potente escuela de geógrafos, cuya genealogía realizara hace años Vincent Berdoulay, prestando particular atención a sus fundamentos epistemológicos.

Ese proceso de restauración de la geografía francesa lo reconstruyó Ballester siguiendo fundamentalmene el opúsculo Etude et enseignement de la Géographie en France, publicado en Paris en 1884, y del que era autor el «sabio profesor del Liceo de Saint-Louis y de la Escuela Normal primaria superior de St. Cloud, J.B. Paquier». Ese trabajo se había publicado previamente en la Revue pedagogique.

lycee St Louis dibujoLycée St Louis Paris

El movimiento de restauración de la geografía en la Francia de la Tercera República partía de bases débiles. Hacia 1871 había 150 profesores de geografía e historia de 2ª enseñanza. De ellos solo siete, según observadores de la época, comprendían la importancia de la geografía, siendo el material escolar «de lo más detestable».

De la producción geográfica francesa decimonónica Ballester destaca, siguiendo fundamentalmente a Paquier, una serie de trabajos que cabe dividir en los siguientes bloques:

Sobre la enseñanza de la geografía

– el trabajo pionero de Vivier de Saint Martin «Del estado de las ciencias geográficas y la enseñanza de la geografía en Francia y en Alemania», publicado en 1863 en L’année géographique.

– el Estudio y enseñanza de la geografía de 1871 del economista y geógrafo Pierre Émile Levasseur, quien «quería hacer de la geografía física y del estudio de las íntimas relaciones que unen al hombre con la Tierra, la base de la enseñanza geográfica» y sobre todo su conferencia L’enseignement de la géographie dans l’école primaire, publicado en Paris en 1879 «trabajo por todos conceptos notabilísimo y que no debemos perder de vista si queremos reformar en un sentido verdaderamente útil y práctico la enseñanza de la geografía en los Institutos españoles».

La enseñanza de la geografía en Francia de Caroline Kleinhanspublicado en 1875.

Caroline Kleinhans

– La Nouvelle méthode d’enseignement géographique, d’aprés les résolutions du Congrès géographique de Paris de Ludovico Drapeyron, también de 1875 y Que la géographie est une science grace à la topographie, où est démontrée la nécesité d’un enseignement géographique et centralisé, Paris, chez Delagrave, 1885, del mismo Drapeyron.

Quelques mots sur l’enseignement de la géographie, del geógrafo especialista en el conocimiento de los Pirineos, e importante dibujante, Franz Schrader, Paris, chez Hachette, 1892.

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Obras generales

– la Géographie Génerale de Louis Dussieux, «obra sabia», cuya «tercera edición que tenemos a la vista no lleva fecha. Menéndez y Pelayo se queja con razón de esta falta, muy frecuente en los libros franceses».

– la Geografía Universal de Theophile Lavallée, publicada en Barcelona por Montaner y Simón en 1878-1879.

Continentes y océanos: introducción al estudio de la Geografía, de George Grove, tomo LXIV de la Bibliotheque utile publicada en Paris por Félix Alcan.

La formación de la unidad territorial en Europa de Louis-Auguste Himly, «obra notabilísima».

La Tierra a vista de pájaro de Onésime Reclus y la Nueva geografía universal de su hermano el geógrafo anarquista Eliseo Reclus que «empezó a publicarse traducida al castellano sin que tan laudable tarea haya sido llevada a feliz término, como siempre, por desgracia, sucede en España con las obras serias, que rara vez alcanzan el favor del público. En especial los dos volúmenes sobre los continentes y los mares merecen hallarse en todas las bibliotecas».

Las monografías

– «La Topographie préface de la géographie», artículo de la Revista de Geografía, de octubre de 1879, de Hennequin.

– La Introducción al Estudio sobre el Jura del profesor en la Facultad de Letras de Lyon, Berlioux, «uno de los más distinguidos promotores de la escuela topográfica».

– El trabajo de Elisée Reclus publicado en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid, tomo XXXVI.

Libros de texto o manuales

– las ediciones de la Geografía general de E. Cortambert, en las que dio lugar preferente a la geografía física y económica,

– los notables libros «por su claridad y por su método» de Pigeonneau y Perigot,

-y la obra completa de Levasseur, conector de campos científicos diversos, que dividió en geografía física, geografía de la Francia, geografía de Europa, y geografía de las cinco partes del mundo.
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– como los de Dussieux, Cortambert, Delamarche, Perigot, y en particular el de Drioux-Leroy, que «realizó visibles progresos. La edición de 1886 que tenemos a la vista trata la geografía física con bastante exactitud y claridad».

Dado que los franceses imitaron a los alemanes Ballester presta atención al desarrollo de la geografía como disciplina científica en los territorios germánicos a partir de mediados del siglo XVIII fijándose en particular en:

– el alcance y valor de la «grandiosa geografía comparada» que Ritter publicó con el título de Conocimiento de la Tierra en sus relaciones con la naturaleza y la historia humana,  si bien reconoció que sus objetores le reprocharon su falta de carácter científico al no apoyarse en la geología, «o sea en el conocimiento preciso de las leyes que presiden, no a la configuración general, sino a la formación de la corteza terrestre».

Carl Ritter

Pero según Ballester cuando Ritter concibió esa gran obra la geología estaba en estado embrionario no habiéndose asentado el famoso principio de Daubrée que este autor expuso en Estudios experimentales para explicar las deformaciones y las roturas sufridas por la corteza terrestre, según el cual «la topografía y la geografía sin la geología son a manera de cartas cerradas o de cuerpos sin alma, silenciosos y muertos, hasta que la inducción del observador los ha reanimado y les ha hecho hablar al arrancarles las páginas precisas de su historia».

– el Cosmos de Humboldt, del que hace largas citas en varias partes de su trabajo, demostrando ser un concienzudo lector de tan importante obra que tuvo una honda repercusión en diversos círculos de la sociedad española como intenté mostrar en un congreso de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas.

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– los atlas de Stieler, Berghaus, Groel, Andreä, Handeke, Issleib, Kosenn, Steinhauser.

Frente al renacimiento producido en Francia la enseñanza de la Geografía en España estaba en situación «estacionaria», a pesar de los esfuerzos realizados por algunos catedráticos de Institutos españoles, entre los que destaca al autor regeneracionista Macías Picavea y su obra Geografía elemental, publicada en Valladolid en 1895.  Se mostró, sin embargo, crítico Ballester con los Elementos de Geografía comparada de Félix Sánchez Casado, por su incomprensión del carácter plurilingüistico del Estado español, a pesar de que en 1896 ya tenía 14 ediciones. De hecho este autor católico fue una máquina de hacer manuales, decenas de los cuales están en venta hoy en dia.

Elogió asimismo el interés que había mostrado el coronel Francisco Coello, -uno de los fundadores, y su segundo presidente, de la Sociedad Geográfica de Madrid allá por 1875-,  en seguir los progresos de la geografía en Francia como lo revelaba su contribución de 1877 al Boletín de la Sociedad de Topografía de Francia.

Francisco Coello

La situación del presente de los estudios geográficos  la comparó con el pasado, y con las «gloriosísimas tradiciones geográficas» hispanas. Entre ellas destacó la labor de la escuela cartográfica de Mallorca y el primer tratado de Náutica de la Edad Media del mallorquín Ramón Llull, sobre el que daba noticias Juan Prutz en «Los Estados de Occidente durante la Edad Media», tomo VI de la edición castellana de la Historia Universal de Guillermo Oncken.

Interesado en usar cualquier recurso para excitar la imaginación geográfica del alumno recomienda vivamente «la lectura del Robinsón o del prodigioso Julio Verne no aparte del resto de los libros».

Asimismo se hizo eco del importante trabajo del «sabio escritor y catedrático D. Miguel de Unamuno, rector hoy de la Universidad de Salamanca» titulado La enseñanza superior de España, folleto impreso en 1900 después de haberse publicado por serie de artículos en La Publicidad de Barcelona, y que Ballester había reseñado en el diario mallorquín La Almudaina en torno al cual se aglutinó el grupo homónimo que revitalizó la vida cultural mallorquina entre 1897 y 1905.

Del talante reformista de ese inquieto profesor, activo en el grupo La Almudaina, y de sus recomendaciones concretas para mejorar la enseñanza de la geografía en las aulas de los institutos españoles nos haremos eco en otras entradas de este blog.


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Desde Valldemosa Mateo Obrador presenta en 1901 a un profesor innovador

El domingo 3 de marzo de 1901 se encontraba en Valldemosa el notable erudito balear Mateo Obrador y Bennassar (Felanitx, Mallorca, 1852-Palma, Mallorca, 1909). Este archivero de la Diputación de Mallorca era un experto en la obra del gran pensador medieval Ramón Llull, y un animador de la vida cultural mallorquina a través de múltiples iniciativas como su activa implicación en la publicación Museo Balear de Historia y Literatura, Ciencias y Artes, También tenía a su cargo la educación de los hijos del mecenas de artistas y científicos el archiduque Luis Salvador de Austria-Toscana, que residía cerca de Valledemosa en el palacio de Miramar, donde siglos antes había vivido Raimundo Lulio. Como poeta romántico fue autor de poemas tan apreciados como «La roqueta».

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En ese paraje de tantas resonancias en el romanticismo europeo, al haber residido en él Chopin y George Sand durante el invierno de 1838-1839, Mateo Obrador firmó el prólogo de un folleto titulado

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Estudio sobre la enseñanza de la geografía,  cuyo autor era el profesor Rafael Ballester y Castell, (1872-1931), de una familia de propietarios de Andratx, y que le permitió probablemente ser elegido, por concurso, profesor auxiliar supernumerario de la sección de Letras del Instituto Baleares de enseñanza secundaria de Palma de Mallorca, función que desempeñaría desde enero de 1901 hasta marzo de 1903.

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En este folleto, según su prologuista, se hacía una «sucinta exposición de los avances que en el último tercio del pasado siglo ha logrado la enseñanza geográfica especialmente en Francia» y daba una idea «de la ventaja que nos lleva en tal materia nuestra más próxima vecina, habiendo también otros países que preceden acaso a la patria de Levasseur, Cortambert y Dussieux en los perfeccionamientos aplicados a la metodología geográfica».

El libro «muy digno de atención y muy recomendable» era considerado como un estudio «preliminar o punto de partida de otros que podrán subseguirle y completarlo». De hecho así ocurrió pues este folleto terminado a finales de 1900 sería el germen de la tesis doctoral «Investigaciones sobre metodología geográfica» que defendió en Madrid Rafael Ballester el 14 de diciembre de 1907 y que se publicaría al año siguiente, considerándose un aporte sustantivo  a la renovación de la enseñanza de la geografía, como han planteado Miquel Company y Florit y Alberto Luis Gómez.

¿Por qué el erudito balear Mateo Obrador, desde 1900 director técnico de la comisión editora luliana, y como tal impulsor de la edición de las obras catalanas de Ramón Llull, comprometió su firma en la presentación de un aparente modesto texto, de 37 páginas que se vendía a 1,50 pesetas, editado en Palma en la tipografía de Felipe Guasp, perteneciente a una familia de importantes impresores mallorquines, a los que Miquela Forteza Oliver ha dedicado una tesis?

Por razones varias: políticas y culturales. Al estar dedicado al conde de Romanones, justo tres días antes de que este dirigente del partido liberal tomase posesión de la cartera de Instrucción Pública y Bellas Artes, parecía hacer un guiño a uno de los políticos más dinámicos de principios del siglo XX. El conde de Romanones sería el sustituto de Antonio García Alix, el primer político que se hizo cargo de esa cartera, creada por real decreto de 18 de abril de 1900. Ambos fueron fundamentales en la puesta en marcha del gran proyecto cultural del Catálogo monumental de España, como he señalado en mi estudio sobre su impulsor: el destacado historiador y político liberal granadino Juan Facundo Riaño.

Pero sobre todo Mateo Obrador quería presentar en sociedad a un profesor joven en el que los elementos reformistas de la sociedad mallorquina tenían al parecer depositadas esperanzas, y destacar un producto que tenía en el ámbito pedagógico méritos diversos, como los siguientes.

Significaba en el terreno de la enseñanza y educación escolares un paso adelante para «elevar el nivel de nuestra deficiente y rezagada cultura nacional» en un momento  en el que «nuestra enseñanza pública en todos sus órdenes -y la privada también, como imagen y reflejo de aquélla- anda necesitada de mejoras».

Era un destello esperanzador en un panorama sombrío en el que el grueso del profesorado oficial se dedicaba a «proseguir y vegetar año tras año, entre curso mermado y prolongada vacación, aceptando pasivamente los efímeros reales decretos, las estériles e inestables reformas, el desdichado y caprichoso tejer y destejer que el movedizo Ministerio y su hijuela sumisa, la Dirección General, inculcan e imponen desde las columnas de la Gaceta».

Expresaba la existencia de un «radical espíritu de renovación y avance», en el profesorado, cuyos integrantes deberían ejercer más como educadores que como instructores, no indiferentes a «la delantera que nos llevan otros países más prósperos y mejor orientados que el nuestro en punto a enseñanza profesional».

Contribuía a incrementar las fuerzas de los elementos reformistas del profesorado, jóvenes en su mayor parte, quienes no estaban interesados tanto en «mostrar su disconformidad con el actual estado de cosas» como en buscar remedios eficaces al estancamiento educativo mediante una doble vía: poniendo en acción «su original y propio criterio innovador» o adoptando «el ejemplo ajeno, aceptando y haciendo suyas las mejoras y tentativas de renovación, ya formuladas y planteadas en los países que nos aventajan en cultura».

Entre esos profesores jóvenes reformistas se encontraba el «distinguido y estudioso colega» del prologuista, Rafael Ballester, definido de esta manera por Mateo Obrador:

«En los albores de su carrera profesional ha dado y sigue dándonos a menudo significativas pruebas de que no intenta formar en las filas de los que aceptan como buenos los cánones y practican dócilmente los planes de la pedagogía oficial; sino que conociendo las deficiencias o el rutinarismo que los informa; tiende la vista más allá, y comparando lo de aquende con lo de allende, aporta por de pronto, como contribución a la obra de cultura nacional, el fruto de sus investigaciones y lecturas».

Por aquel entonces, en efecto, Rafael Ballester ya había publicado, con una traducción suya, prólogo y notas, el libro de Hipólito Taine, Ensayos de crítica y de historia: España en 1679, y tenía en prensa Al día: artículos científicos, pedagógicos, críticos y de polémica, con un prólogo de Leopoldo Pedreira Taibo, catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Cuenca, entre 1899 y 1906.

Mateo Obrador se congratulaba asimismo de que el Estudio sobre la enseñanza de la geografía de Rafael Ballester era una aportación sustantiva a la literatura regeneracionista que se estaba produciendo en el país al girar en torno a la educación científica de los jóvenes:

«Buena obra y altamente patriótica realizan cuantos, como el sr. Ballester, dedican su talento y sus esfuerzos, a mejorar los sistemas de enseñanza, en beneficio y mayor fruto práctico de la generación escolar que sube. Si nuestro añejo atraso, agravado y evidenciado por recientes desastres y desdichas, ha puesto en boca de todos la clamorosa voz de regeneración nacional, no cabe duda de que una parte principalísima de esta anhelada regeneración estriba y gira sobre el eje de la educación científica que nuestras Universidades, Institutos y Escuelas acierten a dar a los jóvenes de hoy, a los hombres de mañana».

Echó  en falta Obrador que la última parte del estudio de Ballester fuese demasiado lacónica pero le reconocía un «templado criterio pedagógico» pues al «señalar por vía de conclusión o corolario lo que cabría hacer e innovar respecto a la materia de que se trata, se atiene y limita a lo que conceptúa posible, habida razón de lo existente, y demarca la línea divisoria, muy difícil de borrar toda de una vez, entre lo que debiera y lo que de momento y gradualmente puede ser la enseñanza de la Geografía en nuestras escuelas e institutos públicos y privados».

Obrador vaticinaba que ese profesor innovador del Instituto de Palma de Mallorca sería un futuro catedrático. No se equivocó en su predicción pero Rafael Ballester no obtendría su cátedra de instituto hasta 1910 tras diversas vicisitudes que abordaremos en otras entradas del este blog. Poco después de obtener su cátedra de instituto lograría allá por septiembre de 1911 una pensión o beca de la JAE para trasladarse nueve meses a Francia y Bélgica con el fin de realizar estudios de geografía e investigaciones histórico-bibliográficas. A su vez su mentor Mateo Obrador y Bennassar obtendría en 1908 una pensión del Institut d’Estudis Catalans para viajar a Munich con el objetivo de transcribir el manuscrito de la novela de Ramón Llull Blanquerna, deteniéndose a su regreso en Milán para trabajar en el manuscrito del Llibre de contemplació.


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Cajal sigue interpelando

Al hojear el periódico esta mañana he encontrado la carta de un lector –Roberto A. Pazo Cid– firmada en Zaragoza,  titulada Cien años de ciencia.
 
Como El País no publica en su versión digital cartas al director, actitud que no deja de sorprender, me permito transcribirla para mostrar cómo, entre los ciudadanos de hoy en día, reflexiones que hiciera Santiago Ramón y Cajal a finales del siglo XIX siguen interpelándonos. 
 
«Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel de Medicina, escribía en 1899, sobre cómo mejorar la situación de la ciencia en España:
 
1. Elevar el nivel intelectual de la masa para formar ambiente moral susceptible de comprender, estimular y galardonar al sabio.
 
2. Proporcionar a las clases sociales más humildes ocasión de recibir en liceos, institutos o centros de enseñanza popular, instrucción general suficiente a fin de que el joven reconozca su vocación y sean aprovechadas, en bien de la nación, todas las elevadas aptitudes intelectuales.
 
3. Transformar la universidad, hasta hoy casi exclusivamente consagrada a la colación de títulos y a la enseñanza profesional, en un centro de impulso intelectual, al modo de Alemania, donde la Universidad representa el órgano principal de la producción filosófica, científica e industrial. 
 
4. En fin, formar y cultivar, mediante el pensionado en el extranjero o por otros métodos de selección y contagio natural, un plantel de profesores eméritos, capacitados para descubrir nuevas verdades y para transmitir a la juventud el gusto y la pasión por la investigación original». 
 
Han transcurrido más de 100 años. Después de todo ese tiempo todavía no hemos logrado estos objetivos. Nuestra sociedad y nuestros políticos deberían reflexionar sobre ello».
 
En el texto seleccionado por Roberto A. Pazo  Cid se aprecia cómo Cajal desde sus primeros éxitos científicos manifestó una intensa preocupación pedagógica. Asi lo demostró en el discurso de ingreso en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales el 5 de diciembre de 1897, cuyo texto se convertiría en 1899, en la primera edición del libro ltitulado Reglas y consejos sobre investigación biológica -más conocido posteriormente cuando ya se convirtió en un best seller como Los tónicos de la voluntad, del que hice una cuidada edición en 2005, en la editorial Gadir. Ahí en el inicio del capítulo X sobre Los deberes del Estado en la relación con la producción científica se encuentran los párrafos que han llamado la atención del lector de El País.
 
Cajal concibió esa obra como un programa regeneracionista destinado a ofrecer una guía para que los jóvenes investigadores ayudasen a solucionar los problemas de la nación. Según sus planteamientos sería el trabajo paciente y tenaz llevado a cabo en los laboratorios, cultivando «una severa disciplina de la atención», el que permitiría a España salir de su atraso científico. La oportunidad para dar un impulso decisivo a este programa destinado a convertir el cultivo de la ciencia experimental en propuesta transformadora de la sociedad española no se presentaría hasta después de la concesión del premio Nobel cuando fue nombrado en enero de 1907 presidente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, considerada por Pablo de Azcárate como «la primera obra seria y constructiva de renovación científica, educativa y pedagógica de carácter oficial, realizada dentro del aparato institucional del Estado en la época moderna». A partir de entonces la JAE se convirtió en un instrumento decisivo de lo que denominé en mi libro Breve historia de la ciencia española  la «cajalización»  de España.
 
Es interesante apreciar cómo las dificultades y carencias que sufre actualmente nuestro sistema de I+D+I no solo preocupan a cualificados investigadores como Angel Duarte, quien reflexionó antes de ayer sobre la complejidad de su gobierno, sino también a ciudadanos como Roberto A. Pazo Cid.