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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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De cuándo 77 científicos e intelectuales se solidarizaron con Azaña en noviembre de 1934

El pasado 3 de noviembre se cumplieron 80 años del fallecimiento de don Manuel Azaña, el último presidente de la República española, y uno de los dos mil pensionados de la JAE, disfrutando de su primera pensión en París durante seis meses en el curso 1911-1912.

Semanas después de ese aniversario se ha inaugurado una exposición que se le ha dedicado en la Biblioteca Nacional de España. Aún no la he visitado. No sé cómo se ha abordado en ella su obra de gobierno durante la Segunda República española y la estrecha relación que tuvo en ese período con científicos e intelectuales, no sólo con los que militaron en los partidos políticos que fundó y dirigió como Acción Republicana e Izquierda Republicana, muchos de ellos también ex pensionados de la JAE, como él mismo.

A la espera de ir a visitar esa exposición me parece oportuno presentar en esta entrada un indicador de los apoyos y simpatías que le mostraron científicos y gentes de la cultura, en un momento particularmente crítico de su trayectoria política como fue el otoño de 1934. Tal es el caso de un documento que Azaña situó en el frontispicio de la edición de su famosa obra Mi rebelión en Barcelona, editada por Espasa-Calpe, a principios de septiembre de 1935.

Puede considerarse ese libro la catapulta que le lanzó a la recuperación del poder en las reñidas elecciones de febrero de 1936.

Buena prueba de la extraordinaria recepción de ese libro nos la ofrece El Sol de 6 de septiembre de 1935 al elegirlo como el autor del día, y al insertar un anuncio publicitario de la obra que acababa de salir al mercado

La expectación que suscitó esa nueva obra de Manuel Azaña fue inmensa. Su primera edición se agotó en 24 horas. En ella Azaña, haciendo gala de sus dotes literarias y de su maestría en el manejo de diversos recursos retóricos, se defendió de la campaña de descrédito y de los ataques políticos que había sufrido en el otoño de 1934, cuando fue acusado de connivencia con la revuelta catalana del 6 de octubre de 1934 en la que la Generalidad proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española y le detuvieron durante varias semanas en diversos barcos, como el buque Ciudad de Cádiz surto en el puerto de Barcelona.

A modo de prólogo de esa obra Azaña insertó un texto, elaborado en noviembre de 1934, por un elenco de representantes significativos de la «intelligentsia» republicana, que la censura había impedido que se publicara en los periódicos de Madrid.

Merece la pena reproducir ese manifiesto (1) y fijarse en sus 77 firmantes porque nos permite entender cómo un grupo relevante de científicos, intelectuales y otros ciudadanos se sintieron próximos a Manuel Azaña, colaborando antes y después de la firma de ese documento con su obra de gobierno, tanto en el primer bienio republicano como en los meses de gobierno del Frente Popular. En ese último período Azaña pasó de la jefatura del Gobierno, el 19 de febrero de 1936, a la Presidencia de la República, a partir del 11 de mayo de 1936 tras una controvertida aplicación de un artículo de la Constitución de 1931 que defenestró a Niceto Alcalá-Zamora.

He aquí el manifiesto, suscrito por 77 relevantes personalidades en noviembre de 1934 pero que salió a la luz pública en septiembre de 1935 (1)

A la opinión pública

Queremos, los firmantes de este escrito, confiar a nuestros compatriotas, de manera respetuosa y cordial, la preocupación y la amargura que nos inspira el caso de don Manuel Azaña. Con él tenemos mayores o menores concomitancias ideológicas, pero no somos sus correligionarios políticos ni estamos ligados a él por intereses de ninguna especie.

Lo que contra el señor Azaña se hace quizá no tenga precedente en nuestra historia, y si lo tiene, de fijo valdrá más no recordarlo. No se ejercita en su contra una oposición, sino una persecución. No se le critica, sino que se le denosta, se le calumnia y se le amenaza. No se aspira a vencerle, sino a aniquilarle. Para vejarle se han agotado todos los dicterios. Se le presenta como un enemigo de su patria, como el causante de todas sus desdichas, como un ser monstruoso e indigno de vivir.

Y todos sabemos – incluso sus más apasionados detractores- que eso no es cierto; que el ideario y la conducta del señor Azaña son absolutamente opuestos a los sucesos luctuosos que recientemente han afligido al país; que ha seguido en el poder y en la oposición una política de publicidad, honestidad y limpieza, y que constituye un valor moral y mental al que cualquiera puede negar la conformidad, pero nadie debe regatear el respeto.

Sus aciertos y sus yerros son cosa aparte y cada cual puede estimarlos como guste. La persecución judicial de que se le quiere hacer objeto, también es problema distinto, pues nadie osará atravesarse ante la justicia, mientras ésta no demuestre que sirve a las pasiones antes que a las leyes. De suerte que no pretendemos recabar un asentimiento que sería imposible y absurdo ni entorpecer una acción depuradora, aunque se ejercite en términos de rigor inusitados y sorprendentes.

Nuestra protesta va encaminada simplemente contra los modos de ataque, llegados a tan ciego encono que no parecen propios para lograr una obra de severidad (incomprensible para nosotros), sino para cohibir la acción serena de los órganos del Estado, para provocar una revuelta obcecada o para armar el brazo de un asesino.

Comprendemos lo mucho que ciega la pasión política, pero también creemos que una gran parte de los que se suman a la campaña lo hacen por inconsciencia, por desconocimiento de la verdad, y por contagio.

Y como en caso de tanta gravedad para la persona atacada y para el decoro político no basta con que unos cuantos salven su responsabilidad personal, guareciéndose en la intimidad de su conciencia, hemos querido difundir este documento en el que, con mesura y ecuanimidad, defendemos, más que al señor Azaña, a la civilidad española.

Entre los firmantes se encontraban:

27 escritores y 3 escritoras.

Entre los primeros firmaban: «Azorín» (Monóvar 1873-Madrid 1967), José Bergamín (Madrid 1895-Fuenterrabía 1983), Carlos Capdevila, Juan de la Encina [seudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal] Bilbao 1883-México 1963], Antonio Espina (Madrid 1891-1972), Enrique Fajardo («Fabián Vidal») (Granada 1883-México 1948), León Felipe (Tábara-Zamora 1884-Ciudad de México 1968) , Federico García Lorca (Fuente Vaqueros-Granada 1898- camino de Viznar a Alfacar, Granada 18 de agosto 1936), José García Mercadal (Zaragoza 1883-Madrid 1975), Pedro Garfias (Salamanca 1901-Monterrey-México 1967), Eusebio Gorbea (Madrid 1881-Buenos Aires 1948), Juan Ramón Jiménez (Moguer 1881-San Juan de Puerto Rico 1958), Ángel Lázaro (Orense 1900-Madrid 1985), Eduardo Marquina (Barcelona 1879-Nueva York 1946), Paulino Masip (Granadella-Lérida 1899-Cholula-México 1963); Antonio de Obregón (Madrid 1909-1985), Miguel Pérez Ferrero (Madrid 1905-1978), Alejandro Plana, buen amigo catalán de Unamuno (ver aquí), Jesús (sic por José) Pous y Pagés (Figueras 1873-, Barcelona 1952), José María de Segarra (Barcelona 1894-1961), Adolfo Salazar (Madrid 1890-Ciudad de México 1958), Diego San José (Madrid 1884-Redondela 1962), Luis de Tapia (Madrid 1871-Cuart de Poblet-Valencia 1937), Ramón del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa 1866-Santiago de Compostela 5 enero 1936), Francisco Vera (Alconchel-Badajoz 1888-Buenos Aires 1967), Antonio Zozaya (Madrid 1859-México 1943), Alejandro Casona (Besullo-Cangas del Narcea-Asturias 1903-Madrid 1965).

Como escritoras suscribían el manifiesto: la viuda de Giner de los Ríos -que no he podido determinar quién es; Matilde Muñoz (Madrid 1895-La Habana 1954) e Isabel de Palencia (Málaga 1878-Ciudad de México 1974),

18 catedráticos de Universidad, mayoritariamente de la Universidad Central, como se denominaba entonces a la de Madrid.

Dos de ellos estaban ya jubilados: el naturalista y destacado entomólogo Ignacio Bolívar (Madrid 1850-Ciudad de México 1944) que seguía dirigiendo el Museo Nacional de Ciencias Naturales y el oceanógrafo y biólogo marino Odón de Buen (Zuera, Zaragoza, 1863-México 1945), director aún del Instituto Español de Oceanografía.

El resto estaba en activo. Tres en la Universidad de Barcelona: el profesor de Química orgánica en esa universidad desde 1918, Antonio García Banús, (Valencia 1888-Caracas 1955), quien hizo una meritoria labor científica en su exilio colombiano (ver aquí); el destacado catedrático de Fisiología de su Facultad de Medicina desde 1916 Augusto Pi Suñer (Barcelona 1879-Ciudad de México 1965), quien obtendría el prestigioso premio Kalinga otorgado por la UNESCO en 1955 por su labor divulgadora, y el filósofo y pedagogo Joaquín Xirau (Figueras-Gerona 1895-México 1946), catedrático de Lógica fundamental en la Facultad de Filosofía y Letras.

Otros trece en la Universidad de Madrid.

Cinco formaban parte del claustro de la Facultad de Ciencias: el antropólogo físico e historiador de la ciencia y catedrático de Antropología, que se cursaba en el doctorado, Francisco de las Barras (Sevilla 1869-1955), el discípulo de Enrique Moles y catedrático de Química teórica Miguel Crespí Jaume (Pontevedra-?), Enrique Moles (Barcelona 1883-Madrid 1953), considerado el «padre de la química moderna española» (ver aquí); el zoólogo y biólogo marino, catedrático desde 1918 de Zoografía de Animales inferiores y Moluscos (invertebrados no artrópodos), José Rioja Martín (Madrid 1866-1945) y el introductor de la genética moderna en España y profesor encargado de prácticas de Biología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales Antonio de Zulueta (Barcelona 1885-Madrid 1971), adscrito a la cátedra de Técnica micrográfica e Histología vegetal y animal, hermano además del pedagogo Luis de Zulueta, estrecho colaborador político de Azaña.

Cuatro pertenecían a la Facultad de Medicina, que tenía un gran prestigio en aquella época. Eran el farmacólogo y catedrático de Terapéutica y Arte de Recetar Teófilo Hernando (Torreadrada-Segovia 1881-Madrid 1975); el relevante endocrinólogo e historiador de la medicina, Gregorio Marañón, (Madrid 1887-1960); el catedrático de Oftalmología, Manuel Márquez (Villaseca de La Sagra-Toledo 1872-Ciudad de México 1962); José (sic por Jorge) Francisco Tello (Alhama de Aragón-Zaragoza 1880-Madrid 1958), discípulo de Cajal y su sucesor a partir de 1926 de la cátedra de Histología, Anatomía Patológica.

Dos a la Facultad de Derecho: Fernando de los Ríos (Ronda-Málaga 1879- Nueva York 1949), catedrático de Derecho Político, Presidente del Ateneo de Madrid, y destacado miembro del PSOE , ex ministro de Justicia e Instrucción Pública y Bellas Artes en gabinetes presididos por Azaña en el primer bienio republicano y Felipe Sánchez-Román (Madrid 1893-Ciudad de México 1956), catedrático de Derecho Civil Español Común y Foral y luego, entre 1933 y 1936, de Estudios Superiores de Derecho privado en el doctorado. En 1934 fundó el Partido Nacional Republicano.

Y otros dos a la Facultad de Filosofía y Letras: el filólogo e historiador de la literatura Américo Castro (Cantagalo-Rio de Janeiro-Brasil 1885-Lloret de Mar 1972) y el helenista, catedrático de Lengua y Literatura Griegas Emeterio Mazorriaga (Castillo de Bayuela-Toledo 1868-1937);

Seis de esos catedráticos eran también académicos. En esa situación se encontraban Enrique Moles, de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1934 (ver aquí) ; Ignacio Bolívar, de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1915 (ver aquí) y de la Academia Española, en el sillón F, desde 1931 (ver aqui); Gregorio Marañón, de la Academia Española, en el sillón K, desde abril de 1934 (ver aquí); y de la Nacional de Medicina eran académicos Manuel Márquez, desde 1916, Teófilo Hernando, desde 1922 y Jorge Francisco Tello desde 1923.

8 periodistas como C. Arnal [José Cabrero Arnal] (Castilsabás (Huesca) 1909-Antibes (Francia) 1982, pionero del cómic en España (ver aquí y aquí); Leopoldo Bejarano (Béjar 1879-Madrid 1964), el gran reportero y subdirector del diario Ahora Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897-Londres 1944), muy apreciado por sus lectores de hoy en día; Juan González Olmedilla (Sevilla 1893-1972 Argentina?); Antonio Hermosilla -que dirigía La Libertad; Francisco Molina; Cástor Patiño; el director del diario El Liberal de Madrid Francisco Villanueva, (San Clemente-Cuenca 1875-México, D.F. 1946).

8 artistas como los escultores Juan Adsuara (Castellón 1891-1973), José Clará (Olot-Gerona 1878-Barcelona 1958), Juan Cristóbal (Ohanes-Almería 1897-Cadalso de los Vidrios-Madrid 1961); los compositores Oscar Esplá (Alicante 1886-Madrid 1976) y Julio Gómez (1886-1973) ; los pintores José M. López Mezquita (Granada 1883-Madrid 1954), Timoteo Pérez Rubio (Oliva de la Frontera-Badajoz 1894- Valença-Brasil 1977) y Miguel Viladrich (Torrelameu-Lérida 1887-Buenos Aires 1956).

7 médicos como los doctores Manuel Bastos (Zaragoza 1887-Barcelona 1973), destacado traumatólogo y director desde 1932 de la Clínica de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Instituto Rubio (ver aquí); Luis Calandre (Cartagena 1890-Madrid 1961), relevante cardiólogo, muy vinculado a la Residencia de Estudiantes de la JAE; el siquiatra Gonzalo R. Lafora (Madrid 1886-1971), discípulo de Nicolás Achúcarro (ver aquí), académico de la de Medicina desde 1933 rechazando el puesto al año siguiente (ver aquí) cuando fue rechazada la candidatura de Pío del Río Hortega, defendida por él, por motivos espúreos; el gastroentorólogo Juan Madinaveitia,(Oñate-Guipuzcoa 1861-Barcelona 1938); Aurelio Romeo, destacado pediatra, presidente de Cruz Roja española durante la guerra civil, exiliado en México, Manuel Tapia Martín, relevante bronconeumólogo y Carlos García Pélaez, vinculado al Hospital Provincial de Madrid.

6 arquitectos como Arturo [Sáenz de la] Calzada (Labraza-Alava 1907- Ciudad de México 2003) que había sido cofundador de la Federación Universitaria Escolar (FUE), actor del grupo teatral de La Barraca de Federico García Lorca. Con su maestro Manuel Sánchez Arcas y otros compañeros ganó en ese año de 1934 un accesit en el Concurso Nacional de Arquitectura por su proyecto para un Museo del Coche y del Arte Popular; Fernando García Mercadal (Zaragoza 1896-Madrid 1985), uno de los principales introductores del racionalismo arquitectónico centroeuropeo en España e impulsor en 1930 del GATEPAC que tan destacado papel cumpliría en la España republicana en la renovación de la arquitectura; Luis Lacasa (Ribadesella-Asturias 1899-Moscú 1966) , urbanista que dejó su huella en instalaciones científicas, pues diseñó con Sánchez Arcas la construcción del edificio Rockefeller, sede del Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado como tal en 1932, y participó en la construcción de edificios de la Ciudad Universitaria de Madrid antes de que se convirtiese en campo de batalla tras el estallido de la guerra civil; Jesús Martí (Castellón de la Plana 1899-Ciudad de México 1975), quien acababa de proyectar la construcción de un edificio escolar en el barrio madrileño de Chamartín de la Rosa donde estaba asentada una influyente colonia de institucionistas y dirigentes de la JAE, como José Castillejo (ver aquí); Carlos Mosquera; Manuel Sánchez Arcas (Madrid 1897-Berlín 1970), quien además de hacer con Luis Lacasa el edificio Rockefeller al lado de la sede de la actual presidencia del CSIC, diseño y construyó desde 1932, junto al ingeniero Eduardo Torroja, el pabellón de Gobierno, la Central Térmica y el Hospital Clínico Universitario de San Carlos de la Ciudad Universitaria de Madrid, donde he estado hospitalizado 23 días en la primavera de este fatídico año 2020.

3 catedráticos : Martín Navarro (Cuevas del Almanzora-Almería 1871-Ciudad de México 1950), de Psicología, Lógica y Etica, en diversos Institutos de Enseñanza Secundaria como el Instituto-Escuela dependiente de la JAE (ver aquí); Manuel Núñez Arenas (Madrid 1866-París 1951), historiador y catedrático de Francés en los institutos de Alicante y Velázquez de Madrid durante la Segunda República tras haber vivido unos años exiliado en Francia durante la dictadura de Primo de Rivera (ver aquí) y Antonio Sacristán Zabala, de la Escuela Superior de Comercio y personalidad destacada del periodismo madrileño.

2 científicos como el meteorólogo Hilario Alonso y el histólogo doctor Pío del Río Hortega (Portillo-Valladolid 1882-Buenos Aires 1945), director del Instituto Nacional del Cáncer desde 1931, candidato al premio Nobel de Medicina en dos ocasiones, en 1929 y en 1937, sobre quien se ha escrito recientemente la biografía Un científico en el armario en la que se ha abordado la influencia de su homosexualidad en su vida científica

2 dibujantes, en la intersección del mundo periodístico y artístico, como los caricaturistas Luis Bagaría (Barcelona 1882-La Habana 1940), renovador del género y que cuando se firmó ese manifiesto había reanudado su colaboración con el diario El Sol de Madrid tras el hundimiento del periódico Luz; Félix Feliu (sic) («Apa») [Feliu Elias Bracons] (Barcelona 1878-1948), quien realizó la viñeta diaria de La Publicitat, uno de los principales periódicos catalanes de los años 1920 y de la Segunda República.

Un industrial como Manuel Busquets, (¿ -Canet de Mar 1957), dueño del periódico Heraldo de Madrid desde 1922.

Una profesora de Escuelas Normales como Gloria Giner de los Ríos (Madrid 1886-1970), destacada pedagoga e hija de Hermenegildo Giner de los Ríos, y esposa del dirigente socialista Fernando de los Ríos.

Una persona sin profesión: Elisa Morales de Giner de los Ríos, esposa desde 1917 del arquitecto y político republicano Bernardo Giner de los Ríos

(1) Está reproducido en Santos Juliá, editor, Manuel Azaña, Obras completas, vol. 5, noviembre 1933-julio 1936, Madrid, Ministerio de la Presidencia, 2007, pp. 197-198.


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Ciencia, educación y cultura en El Sol: del 18 al 24 de febrero de 1918

El domingo 24 de febrero de 1918 se celebraron elecciones al Congreso de los Diputados. Evidentemente la información electoral fue muy amplia en el diario El Sol en los días previos a esas elecciones.Así el lunes 18 de febrero el editorialista se lamentaba de que la vieja política «vuelve a sentirse optimista» porque se detectaba una falta de reacción del electorado a las triquiñuelas de los partidos turnantes. Y presentaba a los 56 diputados que habían sido elegidos sin lucha, acogiéndose al artículo 29 de la Ley electoral. Los intelectuales no cesaban de emitir sus opiniones ante la batalla electoral. Así el jueves 21, el viernes 22 y el sábado 23 de febrero El Sol insertaba en su primera página, mediante tres entregas, el artículo de José Ortega y Gasset, «Hacia una mejor política» en los que abordaba, entre otras cuestiones, la necesidad de reorganizar la institución ministerial.

Simultáneamente la sociedad española seguía con atención y aprensión el desarrollo de la Gran Guerra. Así el jueves el periódico mostraba a sus lectores con esta representación gráfica la situación del frente italo-austriaco tras una ofensiva de las tropas aliadas.

Frente italiano El Sol 21 febrero 1918En el ámbito educativo cabe destacar cómo la colaboradora de El Sol Beatriz Galindo en un artículo del lunes 18 de febrero echaba en falta la existencia de una gran revista femenina en el seno de la sociedad española que fuese modelo de «modernidad y buen gusto» como lo eran The Queen, Fémina, The Lady’s Field, Harper’s Bazaar, The Woman’s, Home Journal y muchas otras, que estaban repletas de información útil y recreativa.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

La sección semanal de Pedagogía e Instrucción Pública, que aparecía en el ejemplar de los lunes, se abría con un extenso artículo del responsable de la sección el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889) titulado «Para las próximas Cortes. La enseñanza técnica general«, que por su interés presento en su totalidad en otra entrada de esta bitácora (ver aquí). Además se denunciaba en otro artículo de esa sección corruptelas que habían ocurrido en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia donde, como se aprecia en el siguiente cuadro, había acudido un tropel de alumnos a inscribirse por la fama que se había extendido de la facilidad de aprobar los exámenes en ella.

Universidad de Murcia Derecho

En efecto si la media de suspensos en todas esas Facultades de Derecho era del 15 % de los alumnos oficiales, y del 48% de los alumnos libres, en el caso de la Facultad murciana esas cifras eran el 9% de los alumnos oficiales, y el 88% de los libres.

En el apartado de Libros y revistas de esa sección se reseñaba ampliamente un artículo sobre la enseñanza agrícola escolar publicado en la revista francesa Manuel général de l’instruction primaire.

El Sol Biologia y Medicina

El martes 19 de febrero la sección Biología y Medicina de El Sol se abría con un amplio artículo «El corazón y el ejercicio» de su colaborador el cardiólogo Luis Calandre (n. 1890), quien muy joven -en 1912- había tenido una pensión de la JAE en Berlín para realizar estudios de Fisiología. En él ilustraba a sus lectores sobre el funcionamiento de ese «perfectísimo aparato hidrodinámico», que por su interés reproduzco en otra entrada de esta bitácora. (ver aquí).

En el apartado de Libros y Revistas de esa sección, a través del cual se pretendía tener informados a los profesionales de la medicina repartidos por el país de todas las novedades en las investigaciones médicas y biológicas, había hasta diez reseñas de otras tantas publicaciones extranjeras firmadas por tres de los principales colaboradores de la sección. Así el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) reseñaba «La psicología de los sueños de los soldados», de Mott, en The Lancet de 2 de febrero de 1918; «Los lápices explosivos empleados por los alemanes» de Le Caducée de 15 noviembre 1917, reproducido por Medical Record; «Un método para combatir el bocio hiperticoideo», de Watson, publicado por Endrocrinology en abril de 1917, y tres artículos de los que informaba la publicación Zentralb. f. shw. Aerzte: «Un nuevo método operatorio descomprensivo suboccipital (drenaje) en los casos de aumento de la presión intracraneal» de Anton y Schmieden; «¿Está justificada la provocación del aborto en los casos de otoesclerosis? de Nelle; «Alteraciones y sensaciones de la lengua, como síntoma prematuro y acompañante de la anemia perniciosa» de Zimmermann. Por su parte Luis Calandre reseñaba el artículo «Ulceras gastroduodenales» de Greggio, publicado en Archives de Médécine Experimentale, de agosto de 1917. Y Juan Negrín, con sus siglas J.N., firmaba las reseñas de estos tres artículos:  «Contribución al estudio del páncreas de los teleosteos. El páncreas de «Tinca vulgaris» en condiciones normales de nutrición, y después de un ayuno prolongado» de Gianelli publicado en el tomo 27 del Monitore Zoologico Italiano; «Sobre el compuesto cristalino yodado, que se manifiesta en el tiroides» de Kendall, que conoció a través de Annal. del Journal de Physiol., y un artículo de Albertoni en los Archives Italiennes de Biologie.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El miércoles 20 de febrero la sección semanal que dedicaba El Sol a las Ciencias Sociales y Económicas se abría con el artículo «La investigación científica de la economía española» del responsable de la sección Luis Olariaga (n. 1885), quien expresaba por primera vez en la prensa su opinión sobre publicaciones españolas que trataban de temas de carácter económico, y que dado su interés reproducimos en otra entrada de esta bitácora. (ver aquí).

Junto a ese artículo el lector de El Sol accedía a tres amplias reseñas. La primera correspondía a un artículo de Charles Trevelyan  sobre la fusión del socialismo y el liberalismo radical que había publicado en The Nation el 2 de febrero de 1918. Y las otras dos a sendos artículos publicados por The Economic Journal en diciembre de 1917 con información de periódicos alemanes sobre la escasez de capital después de la guerra y sobre la próxima guerra comercial.

El Sol Historia y Geografía

El jueves 21 de febrero la sección semanal dedicada por El Sol a la Historia y Geografía se abría con un amplio artículo del responsable de su sección el humanista mexicano Alfonso Reyes (n. 1889) sobre «Los ensayistas» en el periodismo inglés del siglo XVIII que arrancaba de esta manera:

Para esta época, el público de periódico era ya abundante. Al periódico puede atribuir el doctor Johnson el alto nivel de cultura del pueblo inglés. Los coches correos de Palmer salían a horas fijas de Londres para distribuir las hojas volantes, y en ellas se procuraba mezclar lo agradable con lo útil.

Aparte del desarrollo de la simple información, los mayores periodistas de esta época fueron verdaderos literatos, «ensayistas» dedicados a exponer opiniones sobre todas las cosas y, por lo general, humoristas. Como Swift, Addison y Steele, Johnson y Goldsmith. Cierto es que sus ensayos, improvisados sobre el suceso o la discusión del día, se iban alejando del tipo tradicional del ensayo, caracterizado en la obra de Bacon. Ya no eran ensayos sedentes, sino ensayos en marcha: literatura combativa y plenamente «movlizada», a la que conviene menos la erudición con sus abismos de cifras y sus guijarrales de nombres, que el ritmo o el olor de la erudición con sus insinuaciones precisas y suficientes.

Ese artículo de Reyes estaba acompañado de otro -no firmado- titulado «El crítico y el poeta. (Según las «Memorias de un crítico», de Benedetto Croce)» que abordaba las relaciones entre ese filósofo e historiador liberal italiano y el poeta Carducci, que había obtenido el Nobel de Literatura en 1906, el mismo año en el que Cajal junto a Golgi obtuvo el Nobel de Medicina y Fisiología.

En el apartado de Libros y Revistas de esa sección se ofrecían reseñas de dos trabajos: el de Juan B. Ambrosetti (1865-1917), «Fantasmas de la Selva Misionera», publicado en la Revista de Filosofía de Buenos Aires, en el que ese naturalista y etnógrafo argentino daba noticia y analizaba algunas tradiciones populares paraguayas; y el de R. M. sobre «Las fronteras lingüisticas en Europa«, aparecido en La Nature el 19 de enero de 1918, con seis mapas, al que el colaborador habitual de El Sol el catedrático del Instituto de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881) sometía a una interesante crítica. Dantín señalaba que ese artículo se apoyaba, «casi exlusivamente», en un estudio muy completo y documentado de Leon Dominian que habia aparecido en el Bulletin of the American Geographical Society. Pero reconocía que «metodiza la cuestión y da a la repartición de los idiomas que se hablan en la Europa combatiente clara expresión cartográfica». Y añadía: «Aparte de Francia, una siempre, los demás actuales Estados no son más que complejos de nacionalidades; la Historia del Centro y del Oriente de Europa tiene sus raíces en este problema. España misma, pese a quien pese, es otro caso, no tan agudo, ciertamente; pero presta, y en plazo breve, a una diversificación nacionalista».

En ese mismo ejemplar de El Sol su crítico de arte Francisco Alcántara (n. 1854) se hacía eco, elogiosamente, del «importantísimo descubrimiento arqueológico sobre el arco de herradura» que se había hecho en el muro lateral izquierdo de la iglesia toledana de Santa Justa, fundada por el rey visigodo Atanagildo a mediados del siglo VI. La significación  de ese hallazgo, que mostraba un origen visigodo de ese elemento arquitectónico atribuido hasta entonces a la arquitectura traída por los musulmanes, había sido expuesta por su descubridor, el profesor de la Escuela de Artes e Industrias de la ciudad de Toledo Aurelio Cabrera (n. 1870) e integrante de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de esa ciudad castellana, en las páginas de la «simpática revista ilustrada Toledo.

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Detallle del arco de herradura ubicado en lo que constituía la puerta principal de la actual iglesia toledana de Santa Justa y Rufina construida en el siglo VI.

 

El Sol Ingeniería y Arquitectura

El viernes 22 de febrero la sección semanal dedicada por El Sol a Ingeniería y Arquitectura se abría con el artículo firmado por el responsable de la sección, el ingeniero Federico de la Fuente, «La combustión del nitrógeno. Cómo se fabrica un sol«. En él se explicaba el interés del físico, inventor e industrial noruego Kristian Birkeland (1867-1917) y de su socio industrial el ingeniero también noruego Sam Eyde (1866-1940) por desarrollar un horno calentado por arco eléctrico y el proceso industrial que crearon en 1903 para producir fertilizantes artificiales para la agricultura mediante la fijación del nitrógeno del aire. Ese proceso Birkeland-Eyde se revelaría ineficiente en términos de consumo de energía. Pero a Federico de la Fuente le interesó explicar a sus lectores las claves de ese proceso, como la utilización de un arco eléctrico formado entre dos electrodos coaxiales que a través del uso de un campo magnético intenso se extiende al exterior hacia un disco delgado. Para facilitar su explicación se valió del siguiente esquema.

Arco electrico El Sol 22 febrero 1918

El trabajo de Federico de la Fuente estaba acompañado del artículo no firmado «La tasa del hierro«. En él se resumía el informe que había elaborado el comandante de Ingenieros Jaime Coll sobre el precio de coste de los productos siderúrgicos españoles, a petición de los metalúrgicos sevillanos, cuya labor se elogiaba en estos términos: «dicho señor ha evacuado su cometido con un trabajo conciso y preciso, que no dudamos habrá tenido presente la Comisión encargada de la tasa de los materiales de construcción por Real orden del 6 de corriente».

En el apartado Libros y Revistas de esa sección se reseñaban cuatro trabajos de los que destaco dos: el de L.W.W. Morrow, director del departamento de Ingeniería eléctrica de la Universidad de Oklahoma, sobre «Los ingenieros titulares y las necesidades de la industria«, publicado en Engineering News Record, en enero de 1918 y uno sobre «El bicentenario de D’Alembert», publicado en Engineering el 25 de enero de 1918.

Y aparecía un apartado dedicado a la correspondencia con los lectores donde se respondía a cuestiones planteadas por lectore de Puertollano, Barcarrota (Badajoz) y Coruña.

También ese día el ya mencionado crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) hacía un amplio y atinado resumen de la «notabilísima» conferencia que había impartido en el Ateneo de Madrid el día anterior el profesor de Historia del Arte y crítico de ABC Rafael Domenech (n. 1874) sobre «La cultura de un artista», organizada por una activa sección de Artes Plásticas de esa institución cultural madrileña.

Por su parte la colaboradora Beatriz Galindo firmó el artículo «Lo que lee la mujer» donde hacía una valoración de las lecturas preferidas por las mujeres cultas italianas, francesas e inglesas, dejando para un próximo artículo su valoración sobre las lecturas de las mujeres norteamericanas y españolas.

El Sol Derecho y Legislación

La sección semanal que dedicaba El Sol al Derecho y Legislación los sábados se abría el 23 de febrero de 1918 con un amplio artículo del responsable de la sección el catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada Fernando de los Ríos (n. 1879) quien firmaba el artículo «En torno al sufragio. El derecho electoral y la democracia», en vísperas de unas importantes elecciones al Congreso de los Diputados. En él exponía las diferencias entre el escrutinio uninominal y el escrutinio por lista y explicaba cómo la legislación española sobre gastos electorales impedía la igualdad de oportunidades en la lucha electoral mostrando cómo «la lucha del poderoso con la del hombre modesto es en extremo desigual, por el carácter hondamente plutocrático de nuestra ley. Se ha hecho un Senado a base de una condición en sus miembros, que excluye a los no ricos, y se ha dado una ley electoral para diputados que opone serios obstáculos a la incorporación de las clases medias», finalizando su reflexión con esta pregunta retórica: ¿Y es conciliable una legislación de este tipo con las exigencias más elementales de la democracia?».

El apartado Libros y Revistas de esa sección ofrecía la reseña de tres trabajos aparecidos en el volumen de 1917 del Journal du Droit International. Uno era el del profesor de la Universidad de Neuchatel, G. Sauser-Hall, sobre «La nacionalidad y la naturalización en Derecho suizo». Otro era del profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Toulouse A. Merignhac sobre «Los procedimientos diplomáticos de los imperios austroalemanes en el curso de la guerra 1914-1917″. Y el tercero de M. D’Amelio sobre «Signos por los cuales puede reconocerse una Sociedad como nacional en Italia».

En el apartado Jurisprudencia el colaborador de la sección Pablo de Azcárate (n. 1890) resumía varias sentencias de tribunales franceses e italianos.

El Sol Agricultura y Ganaderia

En la sección semanal dedicada a Agricultura y Ganadería El Sol del domingo 24 de febrero publicaba el artículo del responsable de esa sección Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) «Por la España agrícola. Las elecciones y la agricultura» en el que hacía un detallado análisis sobre las razones de la inexistencia de un partido agrarista entre las fuerzas políticas que concurrían a las elecciones que se celebraban ese domingo.

En el apartado «Original ajeno» de esa sección aparecía el nombre del ingeniero agrónomo José María de Soroa firmando un artículo sobre «Los abonos radiactivos«. En él trataba de los fundamentos de la radiactividad agrícola y las reglas de aplicación de sus fertilizadores, cuestión «que nos parece el de más oportunidad e interés para los agricultores, por si alguno los ensaya». Recomendaba a demás a quienes tuviesen interés por conocer la teoría de las emanaciones del radium la obra de Carlos R. Gibrou «La ciencia al día» e informaba de diversas experiencias realizadas por el catedrático de la Universidad Central Muñoz del Castillo, por agricultores mallorquines y en el Instituto de Radiactividad que había conseguido un aumento notable de la producción de diversos productos como maiz y alfalfa, y diversos frutales   empleando fertilizadores radiactivos extranjeros o uno preparado en la localidad mallorquina de Andraitx.

En el apartado «Leyendo revistas» de esa sección había una breve reseña de un artículo sobre «La clorosis de la viña» publicado en Le progrès Agricole et Vinicole de Montpellier, en su número de 2 de diciembre de 1917.

También el ejemplar de El Sol del domingo 24 de febrero publicaba su suplemento cultural «Hoja Literaria». En él el lector tenía acceso a las siguientes colaboraciones: el artículo «Galana y Relucia» de la condesa de Pardo Bazán (n. 1851); el apunte de la semana que en esa ocasión Enrique Díez-Canedo (n. 1879) con el títutlo «El planeta chino» dedicaba a la edición que había hecho Mr. A. D. Waley, de la Escuela de Estudios Orientales de Londres, de poemas chinos de la dinastía T’ang, «la más gloriosa en la literatura del celeste imperio», donde destacó el poeta llamado Po-Chu-I, que vivió entre los años 772 y 846 de nuestra era; el poema «Las palomas del molino» de Pilar de Cavia (n.1860); Sonetos de Ramón de Basterra (n.1888) y el folletón de Ramón Pérez de Ayala (n. 1880), «Lás máscaras», que dedicaba ese día a «La tradición y los gitanos».

 


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Antes que Valentín Fuster ha habido en la sociedad española otros excelentes cardiólogos como Luis Calandre, pensionado de la JAE y colaborador de El Sol

En el diario El País del domingo 25 de febrero de 2018, en su última página, la periodista Luz Sánchez-Mellado, en la sección «Gente con luz», entrevista a Valentín Fuster (Barcelona 1943), director del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares y del Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai, de Nueva York. Algunos llaman a este eminente cardiólogo «El Apóstol del Corazón» por su labor investigadora y divulgadora.

En el marco de esa labor divulgadora llevada a cabo por cardiólogos españoles creo que ocupa un lugar distinguido la colaboración que firmó Luis Calandre Ibáñez (Cartagena 1890-Madrid 1961) en el diario El Sol el 19 de febrero de 1918, en su sección de Biología y Medicina, que dirigía su amigo el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora y de la que era colaborador habitual hace un siglo.

Esa colaboración tenía como título «El corazón y el ejercicio«. Por su interés, y como muestra de la calidad de la labor divulgadora llevada a cabo por los investigadores españoles de hace un siglo, muchos de ellos formados gracias a los apoyos recibidos de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, que presidía Santiago Ramón y Cajal, me permito reproducirlo en esta bitácora.

Este es pues el contenido del mencionado artículo de Luis Calandre, que por aquel entonces era médico de la Residencia de Estudiantes e impartía clases al grupos de niños y niñas que vivían en ese centro educativo de la JAE.

            El corazón puede ser considerado como un perfectísimo aparato hidrodinámico que, con sus alternativos movimientos de contracción y de dilatación, y merced al adecuado funcionamiento de sus válvulas, hace circular sin interrupción por el interior del aparato circulatorio, la sangre, que habrá de llevar a todos los tejidos del organismo las substancias con que se han de nutrir.

            Se llama fuerza del corazón a la energía con que a cada contracción lanza su sangre a las arterias. De ordinario, para los menesteres de la vida corriente no despliega el corazón toda la potencia de que es capaz. Dispone todavía de la llamada fuerza de reserva, que tiene por misión entrar en actividad siempre que un esfuerzo cualquiera, como una marcha rápida, la subida de unas escaleras, el transporte de un objeto pesado, exige del corazón un mayor trabajo.

            Cuando la magnitud del esfuerzo llega a sobrepasar el poder de esta fuerza de reserva, sobreviene la fatiga. En las personas que hacen una vida sedentaria o en las que padecen de alguna lesión en el corazón, el caudal de fuerza de reserva es escaso, y la fatiga aparece prontamente con ocasión de un esfuerzo poco intenso.

            Bien conocidas son las molestias que se experimentan con motivo de una marcha rápida y prolongada o de la ascensión a una montaña. El corazón y el pulso se aceleran, siéntense palpitaciones intensas, la respiración es anhelosa y jadeante, la palabra se hace difícil; sobreviene una constricción penosa en el pecho, una opresión creciente, y más tarde un desfallecimiento general que hace imposible la continuación de todo movimiento. Después que el ejercicio se suspende, estos fenómenos van amortiguándose con más o menos lentitud. En cambio, si a pesar de la fatiga hubiese que prolongar todavía más el esfuerzo, puede sobrevenir un decaimiento brusco de las fuerzas del corazón, acompañado de una dilatación aguda de sus paredes, que en algún caso puede ocasionar una muerte súbita. La historia del soldado de Marathon que llega en veloz carrera a Atenas, da cuenta de la victoria ganada contra los persas y muere súbitamente, es un ejemplo célebre. Düms cita el caso de un soldado que habiendo tenido que dar una carrera precipitada para no faltar a la revista, cayó muerto al llegar al patio del cuartel.

            Entre las personas sanas, no todas sienten aparecer la fatiga con una cantidad de esfuerzo análogo. Unas se sofocan más fácilmente que otras. En ello influye muy esencialmente el grado de su entrenamiento para el ejercicio. Baeltz cita el caso de ciertos corredores japoneses, cuyo pulso retornaba a la frecuencia normal en el mismo instante en que interrumpían la carrera.

            Cuando un corazón es solicitado repetidamente para rendir un trabajo mayor que el ordinario, se hipertrofia; es decir, acrecienta el espesor de sus paredes musculosas y aumenta su potencia, para adaptarse al mayor esfuerzo y para vencerlo. Ocurre con el corazón lo mismo que con los demás músculos, que con el ejercicio se desarrollan.

            Esto se puede comprobar de un modo experimental si se toman dos perros gemelos y desde muy temprano a uno se le hace que permanezca siempre quieto y al otro se le fuerza a moverse mucho. Si se les sacrifica cuando están ya crecidos, se aprecia que el segundo ha llegado a poseer un corazón grande y fuerte, y el primero, en cambio, un corazón pequeño.

         Un experimento análogo nos lo ofrece a menudo la Naturaleza, ya realizado. Se observa que en aquellas especies animales cuyo género de vida exige una gran cantidad de trabajo, el corazón alcanza un desarrollo y un vigor extraordinarios. El corzo, que se caracteriza por la rapidez de su carrera; el murciélago, con el vivo movimiento de sus alas son, entre todos los mamíferos, los que, en relación con el tamaño de su cuerpo, tienen un corazón mayor. Entre las aves tienen el corazón más grande las que vuelan más y las que cantan más alto. Comparando los corazones del conejo de corral, del conejo de campo y de la liebre, es mayor en esta última que en el conejo de monte, y en éste mayor que en el de corral, que es el que hace la vida más sedentaria.

            Los obreros a quienes su profesión obliga a realizar esfuerzos musculares repetidos, suelen ofrecer una hipertrofia cardíaca considerable. Igualmente se desarrolla el corazón por la influencia de los ejercicios deportivos, a condición de que éstos se realicen con un entrenamiento gradual.

            Potain y Vaquez, en Francia, demostraron con sus investigaciones en soldados entrenados en ejercicios gimnásticos, que la hipertrofia del corazón aumenta con el grado del entrenamiento. Henschen, en Suecia, ha llegado a la misma conclusión con sus exámenes en los corredores de “ski”. Los corredores que se dedicaban a este deporte desde hacía muchos años, particularmente los que obtenían los premios, tenían el corazón netamente aumentado de volumen. Igualmente se ha comprobado este hecho por Midleton en los mejores jugadores de “foot-ball” de la Universidad de Wisconsin; por Spier, en ciclistas, y por Young, en jóvenes acostumbrados a remar.

            Nos es posible, pues, vigorizar nuestro corazón con ejercicios físicos, siguiendo un entrenamiento progresivo, y debemos poner nuestro empeño en conseguirlo, si queremos encontrarnos aptos para realizar sin gran fatiga una carrera rápida o prolongada, una ascensión penosa, un esfuerzo corporal violento, una huida necesaria: aptitudes preciosas de nuestro organismo, a las cuales el hombre sano no debe renunciar.

            Pero para que el entrenamiento se desenvuelva bien, es indispensable que el corazón esté sano. Si no lo está, no se puede llevar muy lejos el sobreesfuerzo, y si se persiste en ello, es muy probable que se presenten de un modo más o menos agudo ciertos trastornos, como disnea intensa, dolor fuerte en el pecho, opresión, aceleración persistente del pulso, angina de pecho, etc., indicadores de un brusco desfallecimiento cardíaco.

            En el Ejército se concede una extraordinaria importancia a la determinación de la capacidad de trabajo del corazón para poder excluir por inútiles los que no puedan ser capaces de soportar las fatigas del servicio.

            En la guerra actual, en la que tanta necesidad hay de aprovechar el mayor número de hombres posible, esta determinación se hace, por casi todos los beligerantes, con gran minuciosidad y precisión; se desecha sólo a los totalmente inaptos, y se aprovechan así muchos de los que antes se declaraban inútiles. A éstos, después de una observación atenta mientras se les entrena con los ejercicios de instrucción, se les clasifica y envía al frente o se les destina a servicios auxiliares que no exigen trabajos fuertes.

            En los soldados que han estado en el frente se observa a menudo un cuadro de síntomas que los americanos han denominado “corazón irritable de los soldados”. Se caracteriza por la aparición, al hacer algún esfuerzo, de disnea, palpitaciones, vértigos, pulso frecuente, dolorimiento precordial; y todo esto, sin que se les pueda apreciar lesión alguna en el corazón. Se atribuye esto a una debilidad circulatoria constitucional. Esta debilidad había permanecido larvada hasta que las fatigas y las grandes emociones las ponen de manifiesto.

 

Luis CALANDRE


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El sueño y sus alteraciones por el siquiatra José M. Sacristán y consejos higiénicos de Beatriz Galindo en El Sol de 5 de febrero de 1918

La primera página de El Sol del martes 5 de febrero de 1918 ofrecía noticias variadas relacionadas: con la polémica entre El Sol y ABC sobre el precio de los periódicos; el establecimiento de la tasa del pan en toda España; las medidas adoptadas por el Gobierno ante la posibilidad de que se extendiesen las revueltas sociales; la puesta en libertad del ex-diputado republicano Marcelino Domingo; unas declaraciones hechas en Sevilla por Alejandro Lerroux, líder del partido republicano radical de que las próximas elecciones no se convocarían por complicaciones en la situación internacional derivada del desarrollo de la Gran Guerra.

En el ámbito científico se informaba que los elementos albistas -es decir seguidores del político liberal Santiago Alba- del distrito de Alcira habían decidido apoyar la cadidatura del doctor Pittaluga (n.1876) que se presentaba como candidato a diputado por ese distrito como militante del partido que dirigía Alejandro Lerroux.

El Sol Biologia y Medicina

Y en la sección dedicada a Biología y Medicina aparecía firmado por José M. Sacristán (n.1887), quien llegaría a ser un importante siquiatra, el artículo «El sueño y sus alteraciones» en el que intentaba dar respuesta a cuál era la causa de «una de las funciones fisiológicas capitales, indipensable para el perfecto equilibrio de nuestra economía» y explicar «por qué mecanismo se produce este delicado fenómeno vital, que nos priva de gran parte de la vida activa, y que, sin embargo, nos es tan necesario como la alimentación, según ha dicho María de Menaceine?. En el apartado Libros y Revistas de esa sección colaboraron J.N. (es decir Juan Negrín (n.1892)) quien reseñaba cinco artículos de revistas científicas como «Endocrinology», «Bulletino della Scienze Mediche», «Journal of Pathology and Bacteriology», y dos de «Proceedings of the National Academy of Sciences of the U.S. of A. Y Luis Calandre (n.1890) quien reseñó ampliamente el artículo de Segard «Cómo prescribir el reposo y el ejercicio a los tuberculosos pulmonares», publicado en el Journal de Médécine et de Chirurgie Pratiques, de 10 de enero de 1918.

En el ámbito educativo cabe destacar los consejos higiénicos dados por Beatriz Galindo en su sección Diario de la mujer sobre el cuidado del cutis y la cobertura dada a la iniciativa del director general de Primera enseñanza, Marcelo Rivas Mateos, (n.1875) de crear en Madrid dos grupos escolares, mediante la donación de los solares por el Ayuntamiento y con las cantidades que proporcionasen el Banco de España y las suscripciones que abriesen los periódicos.


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Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la segunda semana de enero de 1918

La opinión pública española siguió con interés a lo largo de la segunda semana del 1918 las novedades procedentes del exterior y las relacionadas con la situación política española.

En la esfera internacional las noticias más destacadas en la prensa de aquel momento estaban relacionadas con las vicisitudes de la Gran Guerra -como la progresiva implicación norteamericana en el conflicto-, las negociaciones que el nuevo poder soviético realizaba con las potencias centrales en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk y las grandes batallas que se estaban librando en el frente italiano. Pero también con los efectos en la república portuguesa del golpe militar de Sidonio Pais el 5 de diciembre de 1917, que provocó el exilio de Bernardino Machado, muy apreciado en los círculos liberales y democráticos españoles.

Evidentemente el hecho más destacado en la esfera internacional de aquella semana fue el importante discurso del presidente Woodrow Wilson en el Congreso norteamericano el 8 de enero de 1918. En él expuso las catorce condiciones que Estados Unidos consideraba imprescindibles para que acabase la guerra y que inspirarían meses después las negociaciones que concluirían con el Tratado de Versalles en 1919.

En cuanto a la política española  lo más significativo fue el decreto de disolución de las Cortes firmado por Alfonso XIII con la consiguiente convocatoria de elecciones y el incremento de la tensión social, sucediéndose revueltas y motines en diversas partes del país, como consecuencia del progresivo incremento de los bienes de mayor consumo como el pan que generaba hambre entre las clases populares. Las dificultades de abastecimiento con motivo de la guerra eran crecientes debido al torpedeo sistematíco de buques mercantes españoles por submarinos alemanes y a vergonzantes maniobras de especuladores.

En el marco de ese horizonte internacional  y nacional las hojas científicas y culturales de El Sol, que ya fueron presentadas en la entrada anterior, proporcionaron información variada a sus lectores, que resumo a continuación.

El Sol Biologia y Medicina

El martes 8 de enero de 1918 la sección de Biología y Medicina dio cabida a un texto del cardiólogo y expensionado de la JAE Luis Calandre (n.1890) que ejercía de médico de la Residencia de Estudiantes. El artículo se titulaba «Baños de sol». Dirigido fundamentalmente a médicos, pero también a maestros y padres, tenía como objetivo dar a conocer una serie de nociones sobre la Helioterapia o tratamiento por los baños de sol para que sus lectores pudieran hacer un uso adecuado de ese recurso terapéutico, administrándolo adecuadamente. Calandre lo consideraba un antídoto eficaz para luchar contra la tuberculosis que entonces diezmba a la población española.

Para hacerse una idea de su tenor reproduzco su primer y último párrafo.

La energía radiante que nos viene del sol, es una fuente de vida y de salud; nosotros, sin embargo, solemos esquivarla. El organismo del hombre está hecho para vivir en la atmósfera, y se encuentra, por tanto, en su verdadero elemento cuando está expuesto a la acción del aire y de la luz. Desearíamos que esto no lo ignorase ningún padre, ningún maestro, ni ningún médico. Dirigiéndonos especialmente a estos últimos, nunca insistiremos bastante en aliviar los beneficios que pueden obtenerse con el empleo de los baños de sol. ¡Cuántos tuberculosos hay por los pueblos –pueblos de hermoso clima y de buen sol- que se van consumiendo en sus alcobas cerradas, sombrías, saturadas del olor de medicinas, y que podrían curarse bien, viviendo a plena luz!

………

En Puericultura, el baño de sol es un factor higiénico de primer orden. ¡Qué bellos resultados se obtendrían si las madres considerasen entre los cuidados diarios que tienen para con sus niños, el tenerles un rato desnudos al sol, bien en su habitación, en una azotea, en el jardín, en el campo o en la playa! Hoy se admite que la infección tuberculosa se hace, por regla general, durante el período de la infancia: los gérmenes se fijan en los ganglios linfáticos, en los cuales pueden permanecer acantonados viviendo una vida latente durante muchos años. Pero si, por un motivo cualquiera, se debilita la resistencia del organismo, pueden entonces los gérmenes salir de los ganglios, repartirse por otros órganos y producir acaso una meningitis, un tumor blanco, una tuberculosis pulmonar, una peritonitis. Tengan bien presente las madres que nada hay que pueda fortalecer tanto a los niños y hacerlos resistentes, como la vida al aire libre y al sol.

También en las colonias escolares debiera hacerse habitual la práctica de los baños de sol, con objeto de intensificar los beneficios que los niños pueden obtener durante esas temporadas de permanencia en el campo o en la playa.

Los consejos de Calandre fueron inmediatamente amplificados al día siguiente en El Sol de 9 de enero de 1918 por Beatriz Galindo que tituló la columna de su Diario de la mujer «El sol y el aire en el hogar» para insistir en las virtudes de los baños de sol, un símbolo de la higienización de la sociedad española en la que estaban involucrados los «iluministas» que hacían El Sol.

Conviene anotar también que el interés de Calandre por la higiene escolar que se deduce de la lectura de este artículo explica que meses después, en 1919, la JAE le designase encargado del Servicio de Inspección y Asistencia Médica Escolar en el Instituto-Escuela creado en mayo de 1918, cuestión que abordaremos cuando lleguemos a ese momento.

En la sección Libros y Revistas que acompañaba al texto de Calandre el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) efectuaba hasta nueve reseñas de otros tantos artículos aparecidos en revistas científicas británicas, alemanas y francesas. De ellos me ha llamado la atención la noticia que ofrece Lafora del texto publicado por el oftalmólogo Nathaniel Bishop Harman en British Medical Journal de 17 febrero 1917 sobre la Acción del cinematógrafo sobre los ojos de los niños. En él se ofrecían una serie de consejos para que ese tipo de espectador disfrutase del nuevo «mass media» que irrumpía con fuerza en el panorama cultural de hace un siglo.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El miércoles 9 enero de 1918 el economista Luis Olariaga (n.1885) , responsable de la sección Ciencias Sociales y Económicas, abordó el problema de la regulación del derecho de huelga en España a propósito de las gestiones que estaba haciendo la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España para readmitir a los centenares de trabajadores que había despedido a propósito de la huelga general que había tenido lugar en agosto de 1917.

El Sol Historia y Geografía

En la sección Historia y Geografía del jueves 10 de enero 1918 aparecían dos amplias colaboraciones. Una del catedrático de Agricultura del Instituto General y Técnico de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881), que ocupa un lugar destacado en el diccionario on line JAEeduca, que estamos elaborando (ver aquí). Su contribución se titulaba «El relieve de España. Estado actual de la carta topográfica de España». En ella este renovador de los estudios geográficos prestó atención al estado en el que se encontraba la elaboración de la carta topográfica de España.

Informó entonces a sus lectores de la labor desempeñada por el Instituto Geográfico y Estadístico que se hallaba en ese momento «en una fase de gran actividad». Destacó al respecto los notables trabajos que estaba realizando el ingeniero José María Torroja Miret (n.1884) quien estaba levantando el relieve de la sierra de Guadarrama y de otras partes del sistema central divisorio -según denominación del propio Dantín- mediante el método fotoestereoscópico, basado en el estereoautógrafo. Este invento hecho en 1912 por el capitán austríaco von Orel permitía el trazado automático de las isohipsas y líneas notables del terreno reproducido en fotografías estereoscópicas. De él había informado el propio José María Torroja en «Notas sobre el método fotográfico estereoscópico», publicadas por Asociación Española para el progreso de las ciencias. Congreso de Madrid (celebrado en 1913), Tomo IX, 1916, y previamente en 1913 en el Institut d’Estudis Catalans. (ver aquí).

También aludió a la labor del servicio geográfico que financiaba la Diputación de Barcelona para levantar, en curvas de nivel, el mapa topográfico de Cataluña, de la que tuvo noticia por el tomo publicado hace muy poco por el Consell de Pedagogia de la Mancomunidad Catalana, «en el que se detallan sus numerosos y ricamente dotados centros de investigación y de cultura». Y al «excelente mapa del Imperio de Marruecos» que había levantado también en curvas de nivel el Estado Mayor del Ejército, estudiado recientemente por Luis Urteaga.

marruecos

Por su parte, el responsable de la sección, el polígrafo mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración «La América de Chateaubriand» a exponer cómo «a partir del descubrimiento la idea americana ha sido para la mentalidad de Europa una positiva idea fuerza», habiendo alimentado una literatura de sueños políticos o utopías, impulsando aventuras como la emprendida por los pasajeros del Mayflower, u obras literarias. Entre ellas ocupaba un lugar destacado la producción de Chateaubriand pues a través de su prisma habían contemplado a América los europeos de la primera mitad del siglo XIX. Alfonso Reyes, inspirándose en la obra Etudes critiques de Bédier de 1903, -accesible aquí- subrayaba cómo el viaje de Chateaubriand por tierras americanas, a partir de su desembarco en 1791, además de ser un viaje sentimental tenía propósitos científicos. Y no me privo de transcribir su argumentación: «Ultimo historiador del llamado ´hombre de la naturaleza´, Chateaubriand observa las hordas americanas al margen de sus lagos, notando sus varias formas de gobierno; arqueólogo, explora las salvajes ruinas del Scioto; filósofo, conversa, bajo los árboles del Erie, con los sofistas de la cabaña; naturalista, recoge para el señor de Malesherbes descripciones de la fauna y la flora del Canada; viajero, aspira al descubrimiento del mundo polar». Pero a renglón seguido Reyes se plantea la cuestión, siguiendo una amplia tradición crítica, de discernir lo que había de cierto y de imaginario en los viajes de Chateaubriand para dar luz «sobre los procedimientos literarios del gran viajero, sobre su psicología de escritor, sobre los problemas de la creación estética». Y entonces realiza una disección sobre las principales obras americanistas de Chateuabriand, particularmente Atalapara concluir que tanto en su viaje como en su obra se inspiró en otros autores y textos a los que refundió como fueron las obras de los jesuitas Lafitau y Charlevoix, quienes a su vez también fueron compiladores de otros viajeros precedentes.

La información de esta sección finalizaba con las noticias ofrecidas en la sección Libros y Revistas. En ella se presentaron, entre otros trabajos: el primer número de la Revista Histórica impulsada por recién creada Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid; la edición realizada por el historiador Galo Sánchez  (n. 1892) en la Revue Hispanique de la autobiografía de Santiago González Mateo, en la que se ofrecía un friso lleno de detalles sobre las postrimerías de la España del Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y el trabajo que dedicase en el Boletin de la Real Academia de la Historia el bilbaíno marqués de Laurencín –Francisco Rafael de Uhagón (n.1858)- a la personalidad de ese singular autor gaditano que fue Mariano Pardo de Figueroa (n.1828), más conocido por su seudónimo de doctor Thebussen.

El Sol Ingeniería y ArquitecturaEl viernes 11 de enero de 1918 el ingeniero Federico de la Fuente, responsable de la sección Ingenieria y Arquitectura, firmaba un largo artículo «La fabricación del gas. Del extractor al gasómetro», continuación del que había publicado la semana anterior en esa misma sección. Los dos estaban relacionados con los problemas que estaba teniendo el funcionamiento de la madrileña fábrica del gas.

En esa ocasión su objetivo era ofrecer detalles del camino que seguía el gas para que, una vez purificado, estuviese en disposición de ser entregado al consumo en el gasómetro. En ese tránsito cumplían una importante función los aparatos denominados extractores y exhaustores.

Consciente de la complejidad de sus explicaciones técnicas sobre la fabricación y labor de esos «ingeniosos artificios automáticos» este ingeniero temió haber abusado un poco de la tolerancia de sus lectores y para exculparse recurrió al aforismo, que le parecía brutal, de «las bromas, pesadas o no darlas» para justificar que «en la técnica, hay que entrar en algunos detalles o dejar la técnica a un lado». Y evocó lo que había escuchado a un sargento instructor quien explicó así su función  a los reclutas que hacían su servicio militar en el arma de Ingeniería: «aquí, en Ingeniería, se explica todo; no es como en Infantería, donde no se explica nada».

El apartado Libros y Revistas de esta sección prestaba atención a 9 artículos publicados en revistas francófonas y anglófonas como: Révue Génerale de l’Electricité, uno sobre las fábricas de electricidad y las Compañías de seguros contra incendios y otro sobre la militarización de los ingenieros electricistas en el Ejército francés;  la Revue Scientifique acerca de los nitratos de Chile; La Nature sobre la organización de los campamentos americanos; The Electrician sobre el desarrollo de la ingeniería en China; Concrets and Constructional Engineering sobre una pocilga de hormigón armado; The Surveyor and municipal and County Engineer sobre el problema de la habitación después de la guerra; y Scientific American sobre los buques de los grandes lagos y la navegación trasatlántica.

El Sol Derecho y Legislación

El sábado 12 de enero de 1918 Fernando de los Ríos (n.1879), responsable de la sección Derecho y Legislación, era el firmante del artículo titulado «Los plenos poderes del Gobierno de Francia durante la guerra», que continuaba la serie de artículos que estaba dedicando a cómo los gobiernos europeos -Italia, Inglaterra y Suiza ya los había abordado- se estaban enfrentado a la contienda bélica.

En este nuevo artículo este catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada explicaba a sus lectores cómo el pueblo francés era el que había mostrado una mayor desconfianza respecto al poder ejecutivo durante la Gran Guerra no habiéndose promulgado una ley de plenos poderes a diferencia de otros países. Consideraba Fernando de los Ríos que ese recelo tenía sus raíces en las experiencias imperiales napoleónicas y en los excesos autoritarios cometidos por los dos Napelones. De ahí que las normas o principios legales en los que se apoyaba la acción de la autoridad en Francia se encontrase contenida en la ley de Orden público de 9 de agosto de 1849.

Y concluía su análisis señalando cómo desde el inicio de la guerra la lucha en Francia por adecuar el régimen de libertad y democracia con el principio de la necesidad había sido un problema vivo y palpitante que se había intentando resolver mediante la búsqueda de «una fórmula empírica y circunstancial que solucione en cada momento la dificultad planteada». Con estas consideraciones finales Fernando de los Ríos mostraba su francofilia: «el equilibrio, la armonía, ha sido siempre una musa querida del alma francesa; el siglo XIX desarrolla ese principio de Montesquieu, y hoy lo renueva genialmente el profesor Hauriou«.

La sección de libros y revistas estuvo a cargo de Pablo de Azcárate (n.1890), estrecho colaborador de Fernando de los Ríos en esa sección.

El lector del número correspondiente al domingo 13 enero 1918 tuvo acceso en la Hoja Literaria a colaboraciones de la condesa de Pardo Bazán (n.1851) «La joya del Museo»; de Miguel de Unamuno (n.1864) «Daoiz y Velarde»; de Ramón Pérez de Ayala (1880), que dedicaba su sección de Las Máscaras a «Teatro en serio y teatro poético» y de Enrique Díez-Canedo (n. 1879) quien dedicó sus Apuntes de la semana a los «Almanaques Literarios», comentando con simpatía el texto -en catalán- del Almanac de La Revista para el año 1918 al considerarlo una «muestra valiosísima del estado de las letras vivas en el antiguo Principado» con abundantes ilustraciones entre las que destacaba las «finísimas viñetas de los meses» de Josep Obiols.

Almanac de La Revista 1918

Y anotaba que mientras las nuevas generaciones catalanas habían hecho revivir la costumbre del almanaque literario en Madrid habían dejado de publicarse preguntándose si era por la idea del tiempo que llevaban consigo «porque el Tiempo engendra el Pasado, ese país, más vasto cada vez, sobre el cual luce, pálido, el sol de la Melancolía».

También el mismo Díez-Canedo reseñaba, con cierta sorna crítica, la edición que acababa de hacer de la segunda parte de las Novelas ejemplares de Cervantes en la colección de Clásicos Castellanos el académico Francisco Rodríguez Marín  (n. 1855), erudito no bien visto por los filólogos del Centro de Estudios Históricos de la JAE en cuya órbita se encontraba el propio Díez-Canedo.

El Sol Agricultura y Ganaderia

También ese lector pudo acceder en ese ejemplar de El Sol en su sección de «Agricultura y Ganadería» a colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n.1868), el responsable de esa hoja semanal, y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades.

Luis de Hoyos dedicó su artículo sobre la España agrícola a «Los trigales de España». Ofreció en él un balance pormenorizado de la producción de trigo, cuantificando los cultivos de las principales provincias trigueras, lideradas por Toledo, Valladolid, Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Badajoz, Sevilla y Zaragoza, todas ellas con extensiones superiores a 150.000 hectáreas, según se podía visualizar en el mapa con el que acompañó su estudio. Además ofreció información sobre los trigales de regadío, que con 256.700 hectáreas no pasaban del 6 por 100 del total del cultivo del «cereal rey».

Luis de Hoyos 13 enero 1918

El artículo se iniciaba con una serie de consideraciones metodológicas que transcribo porque tienen un doble interés: muestran cómo Luis de Hoyos era un firme defensor de considerar a la región natural como un objeto heurístico en investigaciones científicas de diverso tipo y cómo la estadística era una ciencia de moda en la sociedad española de aquel momento, dominada por el poder de los números. Por ejemplo quien visitase el Ayuntamiento de Madrid por aquellos días podía contemplar en el antedespacho del alcalde un gráfico mural elaborado por el jefe del Negociado de Estadística municipal Federico Montes,  y por el Oficial del Ayuntamiento Carlos de Diego en el se exponía la mortalidad y natalidad en la ciudad de Madrid durante el último quinquenio, comparadas mensualmente (El Sol, 12 enero 1918, p. 7).

He aqui las reflexiones de Luis de Hoyos con las que iniciaba el mencionado artículo:

Cuando hay pluralidad o variación en las cosas, sólo existe un método racional y eficaz en la investigación de las causas: y aun en la simple ordenación y conocimiento somero de los fenómenos, el método matemático o estadístico es fecundo siempre, aun no pudiendo llegar a utilizarle como proceso de investigación, y habiendo de limitarse a veces, por desconocer las variables de las funciones, a utlizarle como mero procedimiento de exposición. Por eso en estos bocetos de estudio de las cuestiones de más alto interés en Agricultura, las de producción del trigo la emplearemos para averiguar o para exponer al menos el cómo se manifiestan en el total de la nación o en sus unidades provinciales; si bien respecto a éstas hemos de advertir que ni es homogénea ni comparable entre sí tal división política, y que es preciso llegar, para afinar el análisis y evitar graves errores, a tomar en esto, como en todos los fenómenos naturales y sociales, el partido o distrito judicial, ya que con ellos podrán realizarse agrupaciones más útiles para el verdadero concepto de estos estudios, que es la región natural, base precisa de todas las investigaciones, no sólo en Agricultura, sino en todos los fenómenos físico-naturales y sociales.

Por su parte el ingeniero agrónomo Enrique Cremades en la sección Original ajeno dedicó su colaboración «El cultivo del algodón» a explicar con gran detallismo y con «precisión matemática e incontrovertible» la producción de algodón desde 1914 en la colonia agronómica de San Pedro de Alcántara en el litoral malagueño para mostrar la alta rentabilidad obtenida del cultivo de esa planta tan relevante para la industria textil española.

Finalmente el lector del ejemplar correspondiente al lunes 14 de enero de 1918 se encontraba en una página con el elogio del crítico de arte de El Sol Francisco de Alcántara (n.1854) a la labor llevada a cabo por el Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas que ya tenía veinticinco años de existencia. Además Alcántara ofrecía el sumario del último número del Boletín –el de 1 de septiembre de 1917 (ver aquí el ejemplar)- fijando su atención en la Cartilla excursionista dedicada a Avila que publicaba en él el historiador del arte Elías Tormo (n.1869), vinculado al Centro de Estudios Históricos de la JAE, «a causa de su carácter popular» y por la abundancia de excursionistas madrileños que en todas las estaciones se encaminaban a esa ciudad castellana, especialmente escolares, como los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, los del Centro Escolar de la Residencia de Estudiantes, de algunos centros municipales y de la Universidad.

Avila Elias Tormo

 

Poco después el lector de El Sol recibía información sobre los preparativos  del Primer Congreso Nacional de Medicina que se iba  a celebrar en Madrid en abril de 1918 en el que se pensaba crear la Asociación Médica Española o sobre una serie de proyecciones de películas norteamericanas de gran interés científico, agrícola e industrial que se estaban proyectando en el anexo del Círculo Francés, antiguo teatro de Benavente, instando el gacetillero a que los obreros y los alumnos de la escuela de Ingeniería de Minas asistiesen a tales proyecciones que mostraban los adelantos modernos de la ciencia, relacionada particularmente con la industria del carbón.

También se publicó el amplio artículo enviado desde Cáceres por un tal Alberto Muñoz con el título de «Por la España desolada. La región de las Hurdes. Depauperación española» con información de interés sobre esa deprimida región extremeña, cuyas carencias educativas eran notables, por lo que el autor del artículo solicitaba al Director general de primera enseñanza el farmacéutico y naturalista Marcelo Rivas Mateos (n. 1875),  extremeño, que interviniese para solucionarlas.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Y en la sección Pedagogía e Instrucción Pública tenía acceso a un amplio artículo del responsable de la sección, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889), sobre «Las bibliotecas públicas», o a diversas noticias de cómo afectaba la guerra al sistema universitario en Francia o a iniciativas educativas adoptadas por combatientes canadienses o a prisioneros ingleses en campos de concentración alemanes.

El artículo de  Lorenzo Luzuriaga era expresivo de «los aires de crítica y de reconstrucción que corren por toda la superficie del pueblo español». Construyó su artículo este notable pedagogog al hilo de una decisión tomada en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que presidía el catalán Felipe Rodés (n.1878), por su segundo, el subsecretario José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín (n.1873). En efecto este escritor que también hacía de político en esas fechas rechazó un acuerdo, poco honesto, tomado por la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas, y esa circunstancia la aprovechó Luzuriaga para ejercer una crítica demoledora del funcionamiento de las bibliotecas oficiales, en cuya desorganización constataba la divisoria creciente entre la España oficial y la España vital, «entre la España que  se está cayendo y la que empieza a adquirir consistencia». Su juicio sobre esa desorganización era contundente: «Mientras el público pide cada día más y mejores obras para leer, en tanto que el impulso por el perfeccionamiento de la cultura popular y profesional va constantemente en aumento, las bibliotecas públicas permanecen en las misma situación que las dejó el siglo XVIII, oponiendo a aquel impulso saludable la poderosa resistencia de su completa inmovilidad».

Esa situación se debía a múltiples factores: falta de consigaciones en los Presupuestos para la compra de libros, pero también una errónea distribución de los recursos, pues los gastos en personal eran desproporcionados, como se estaba denunciando en el semanario España cuya información resumía Luzuriaga. De modo que si las diversas secciones de la biblioteca de la Universidad de Madrid le costaban al Estado en personal 157.250  pesetas, en cambio para la compra de libros y material de oficina la cantidad asignada era de 4 mi pesetas; o bien si las partidas de los Presupuestos para material de archivos, bibliotecas  y museos había aumentado desde 1900 en 178.650 pesetas para toda la red estatal, las del personal correspondiente se había incrementado en 615.974 ptas. Y además los gastos en libros se hacían o sin orden y concierto o por motivos espurios como Luzuriaga mostraba atendiendo a los criterios seguidos en las compras realizadas en 1917 con destino a las bibliotecas populares. En su opinión esas compras habían tendido a «recompensar un servicio  o una fiel amistad o parar un posible ataque en la Prensa o en el Parlamento».

Esa sección se cerraba con la reseña o extracto de diversos libros y artículos de revistas entre los que destacaba el que acababa de publicar un omnipresente Miguel de Unamuno «Sobre el clasificacionismo en la enseñanza» en el Boletín Escolar, (accesible aquí),  una publicación que había fundado Lorenzo Luzuriaga en 1917. En él Unamuno, quien fechaba su texto el 1 de enero de 1918, realizaba una acre crítica al Epítome de Gramática Castellana de la Academia Española destinado a la enseñanza primaria, pues en su opinión no sólo estaba lleno de disparates sino que estaba afectado de «clasificacionismo», es decir de la manía de clasificar por clasificar, sin fin ulterior. Y se preguntaba Unamuno: ¿Qué aprende el niño, por ejemplo, con saber que a unos vocablos se les llama substantivos y a otros adjetivos, o que tal otro es «pluscuamperfecto». La respuesta era obvia: fundamentalmente nada; nada más que palabras. E iba explicando los dislates que la aplicación de esa manía producían en la enseñanza de diversas materias escolares como el catecismo, la geografía, la geometría, donde «se insiste en el disparate de que las líneas pueden ser rectas, quebradas o curvas, sin saber sus leyes genéticas», la historia de España y la Historia Natural en la que «el clasificacionismo llega al delirio».

Además Unamuno arremetía contra la pedagogía manjoniana porque al Sr. Manjón (n.1846) se le había ocurrido enseñar esas cosas aplicándolas a los juegos «sin ver que jugando los niños aprenden las mismas vaciedades que aprendían sin jugar». De manera que «no quieren entender los maestros que en pedagogía lo que importa es lo que se ha de enseñar y no cómo se ha de enseñarlo, y que enseñar jugando puede parar en jugar a que se enseña».

También criticaba el llamado ejercicio de análisis gramatical en las oposiciones a escuelas, y pedía al director general de Primera Enseñanza, el ya mencionado Marcelo Rivas Mateos, a quien dedicaba el artículo que lo suprimiese, «pues la ciencia no consiste en catalogar el universo -y además mal- para devolvérselo a Dios en orden, numerado y alfabetizado». La alternativa que proponía Unamuno como ejercicio era que los opositores escribiesen un cuento o una leyenda pues así se podría apreciar si conocían bien su lengua y la empleaban correctamente. Y concluía sentenciosamente: «Hay que acabar con el clasificacionismo: algo de filosofía no vendría mal para ello».