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Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


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Prensa técnica y desarrollo científico en los inicios de la Segunda República: el caso de la Revista de Pedagogía

El diario republicano Luz, en su corta existencia, hizo un seguimiento detenido del movimiento cultural del período enero 1932-septiembre 1934. En el ejemplar de los sábados solía ofrecer en sus inicios un balance de la producción bibliográfica en su página titulada «La Semana de los Libros».

Así en el número correspondiente al 9 de enero de 1932 esa página tenía las siguientes secciones:

– Reseña de libros con la firma de J. Díaz Fernández (Aldea del Obispo 1898-Toulouse 1941)

– Revista de revistas

– Actualidad literaria en el extranjero con la firma de Máximo José Kahn (Francfort del Meno 1898-Buenos Aires 1953)

– Consultas bibliográficas, una de las cuales he desarrollado en mi entrada del blog Jaeinnova titulada «Fisica amable para los niños republicanos«

– Vilanos literarios

Estaban acompañadas de publicidad de la editorial Zeus y de la librería F. Hernando que tenía su sede en la madrileña calle Pi Margall, 18.

Precisamente uno de los dos asuntos que abordó el redactor anónimo que elaboró  la sección Revista de revistas fue un elogio de la Revista de Pedagogía con motivo del décimo aniversario de su fundación. Dado su interés para quienes estamos interesados en el proceso de renovación educativa y científica que tuvo lugar en la sociedad española del primer tercio del siglo XX lo transcribo a continuación:

Revista de Pedagogia I 3

«La Revista de Pedagogía.- En diversas ocasiones nos hemos referido a los progresos que viene realizando la prensa técnica de España, como una consecuencia de nuestro mayor desarrollo científico. Cada día, en efecto, son más y mejores las publicaciones periódicas, que abarcan ya casi todos los aspectos de la vida intelectual. Entre ellas ocupa un lugar muy distinguido la «Revista de Pedagogía», que acaba de cumplir ahora el décimo año de su existencia. Fundada y dirigida por nuestro querido amigo y colaborador Lorenzo Luzuriaga, por ella han desfilado los hombres más representativos de la Pedagogía, la Psicología y la Filosofía contemporáneas. Basta recordar al efecto los nombres de Adler, Claparede, Decroly, Dewey, Jaensch, Kerschensteiner, Lipmann, Messer, Piaget, Spranger, Stern, etc. Por otra parte, entre los colaboradores y redactores españoles se encuentran también personalidades tan significadas en nuestra cultura como Ortega y Gasset, Zulueta, Américo Castro, Morente, Lafora, Xirau, Martí Alpera, Santullano, Dantín Cereceda. etc.

La «Revista de Pedagogía» ha contribuido con esta colaboración tan distinguida a intensificar en España los estudios pedagógicos y a renovar nuestra enseñanza nacional, desarrollando en ella las ideas esenciales de la educación contemporánea: escuela activa, escuela unificada, métodos individualizados, etc. Esta labor innovadora ha sido completada con una serie de publicaciones del mayor interés para los estudiosos de estas cuestiones».

Esta publicación técnica ha merecido diversos estudios en las últimas décadas. Bien por parte de los estudiosos de la trayectoria intelectual del pedagogo de origen castellano manchego Lorenzo Luzuriaga, quien fundó la Revista de Pedagogía tras haber tenido una pensión de la JAE en Alemania en 1913. Bien por quienes, como Eloisa Mérida-Nicolich y sobre todo Antonio Viñao, han estudiado específicamente esa empresa cultural que resultó fundamental en la diseminación de nuevos métodos pedagógicos en el sistema educativo español en la década de 1920 y en los años republicanos.

En ellos se han desarrollado aspectos enunciados en el diario Luz como los siguientes:

– la amplitud de colaboradores de la revista. En los catorce años de su existencia firmaron en sus páginas 349 autores, de los que 39 fueron mujeres. Escribieron 868 artículos y 554 reseñas de libros. Un indice de toda la producción de la revista fue realizado por Eloisa Mérida-Nicolich. Antonio Viñao ha destacado cómo de los 167 pensionados por la JAE en el ámbito de la pedagogía, 66 fueron redactores y colaboradores de la Revista de Pedagogía.

– la contribución de la revista a establecer conexiones de la Pedagogía con la Sicología como han estudiado Ignacio Alfaro y Helio Carpintero y con la Filosofía, según ha apuntado A. Casado Marcos de León.

– el papel desempeñado por la Revista de Pedagogía que en septiembre de 1933 tenía una tirada de cuatro mil ejemplares en la innovación educativa como órgano oficial en España a partir de 1927 de la Liga Internacional de Educación Nueva, de la que Lorenzo Luzuriaga era miembro del comité ejecutivo.

– la importante labor editorial auspiciada por la revista que se tradujo en el lanzamiento de varias colecciones a lo largo de sus catorce años de existencia. El listado completo de publicaciones ha sido reconstruido por Antonio Viñao, remito por tantoa su artículo, mencionado en la nota bibliográfica adjunta,  que está accesible en la red.

Luzuriaga libro La nueva educacion

 

Margarita Comas Como se enseña la arimtetica y la geometria

Del suelto del diario Luz que he reproducido conviene retener cuatro aspectos: tres visibles en el texto, y uno invisible.

El primero se refiere a la larga colaboración que tenía Lorenzo Luzuriaga con las empresas periodísticas de Nicolás de Urgoiti y José Ortega y Gasset. Recuérdese, como hice constar en varias entradas de esta bitácora, (ver aquí), que Luzuriaga se hizo cargo desde los inicios de El Sol allá a finales de 1917, y por varios meses, de la página semanal que dedicaba ese diario a las custiones de Pedagía e Instrucción Pública.

El segundo alude a la conciencia existente en los círculos ilustrados republicanos de estar viviendo en una fase de consolidación de la cultura científica del país una de cuyas manifestaciones fue el incremento de la calidad de su prensa técnica, estudiada solo esporádicamente en casos concretos como el de la Revista de Pedagogía.

El tecero está relacionado con el hecho de que las elites científico-técnicas que protagonizaron esa fase dorada del desarrollo científico español estaban plenamente incorporadas en las redes internacionales del conocimiento científico como lo manifiesta la amplia gama de colaboradores no españoles de la Revista de Pedagogía, entre los que el redactor de Luz enumera a casi una docena de los máximos especialistas en Pedagogía, Filosofía y Sicología del escenario internacional en aquella coyuntura de 1932.

El cuarto aspecto, no destacado en el suelto de Luz, es el decisivo papel en la fundación e impulso de la Revista de Pedagogía de la compañera de Lorenzo Luzuriaga: María Luisa Navarro Margati (Sete [Francia] 1890-Buenos Aires 1947). Ambos se había conocido en las aulas de la Escuela Superior del Magisterio en la que fueron integrantes de la primera promoción -la que estudió entre 1909 y 1912- junto a María de Maeztu. Desde entonces María Luisa fue una estrecha colaboradora de su marido, tanto en el suplemento pedagógico de El Sol, (ver aquí), como en la Revista de Pedagogía, donde era reseñadora habitual de libros, aportando además 98 colaboraciones por 112 de su marido. Participó asimismo en las publicaciones asociadas a la Revista. En 1932 tradujo los textos de un volumen sobre «La escuela laica» o publicó un libro sobre «Rousseau» en la colección -creada en 1930- dedicada a la pedagogía clásica. Asimismo María Luisa compartió con su marido responsabilidades políticas y culturales durante el primer quinquenio republicano. Mientras Lorenzo Luzuriaga ejerció desde mayo de 1931 como secretario de la influyente Junta de Relaciones Culturales dependiente del Ministerio de Estado María Luisa Navarro se adscribió al Patronato de Misiones Pedagógicas, dirigiendo algunas de ellas como la de Navalcán, que estudié en otra entrada de esta bitácora (ver aquí). Posteriormente ambos vivirían juntos las desdichas del exilio, primero en el Reino Unido, luego en Argentina.

Luzuriaga

Lorenzo Luzuriaga

 

Maria Luisa Navarro Margati

María Luisa Navarro Margati

 

 

Para saber más:

Ignacio Alfaro y Helio Carpintero, «La psicología en la educación. Un análisis a través de la «Revista de Pedagogía» (1922-1936)», Revista de Historia de la Psicología, 4-3, 1983, pp. 197-233

Angel Luis Aritmendi Villanueva, «Lorenzo Luzuriaga y la «Revista de Pedagogía» (1922-1936): crónica de un proyecto educativo truncado», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº 73, 2009, pp. 87-102.

Herminio Barreiro Rodríguez, Lorenzo Luzuriaga y la renovación educativa en España (1889-1936), Ediciós do Castro, A Coruña, 1989

A. Casado Marcos de León, «Filosofía y educación en España: Luzuriaga y la Revista de Pedagogía», Bajo Palabra, nº 6, 2011.

Eloísa Mérida-Nicolich, Una alternativa pedagógica: la Revista de Pedagogía (1922-1936), Pamplona, Eunsa, 1983

Eloísa Mérida-Nicolich, Indice de la Revista de Pedagogía (1922-1936). Indice de contenido, Pamplona, Eunsa, 1983.

María Isidora Ollero García y Antonio Rodríguez Martínez, «La filosofía educativa de la Escuela Nueva y la política educativa de la II República a través de la Revista de Pedagogía (1932-1936), en AA.VV. Lorenzo Luzuriaga y la política educativa de su tiempo, Ciudad Real, Diputación. Area de Cultura, 1986, pp. 223-239.

Antonio Viñao, «La modernización pedagógica española a través de la «Revista de Pedagogía» (1922-1936, en Anales de Pedagogía, nº 12-13, 1994-1995, pp. 7-45.

 

 


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Ciencia, educación y cultura en El Sol: del 18 al 24 de febrero de 1918

El domingo 24 de febrero de 1918 se celebraron elecciones al Congreso de los Diputados. Evidentemente la información electoral fue muy amplia en el diario El Sol en los días previos a esas elecciones.Así el lunes 18 de febrero el editorialista se lamentaba de que la vieja política «vuelve a sentirse optimista» porque se detectaba una falta de reacción del electorado a las triquiñuelas de los partidos turnantes. Y presentaba a los 56 diputados que habían sido elegidos sin lucha, acogiéndose al artículo 29 de la Ley electoral. Los intelectuales no cesaban de emitir sus opiniones ante la batalla electoral. Así el jueves 21, el viernes 22 y el sábado 23 de febrero El Sol insertaba en su primera página, mediante tres entregas, el artículo de José Ortega y Gasset, «Hacia una mejor política» en los que abordaba, entre otras cuestiones, la necesidad de reorganizar la institución ministerial.

Simultáneamente la sociedad española seguía con atención y aprensión el desarrollo de la Gran Guerra. Así el jueves el periódico mostraba a sus lectores con esta representación gráfica la situación del frente italo-austriaco tras una ofensiva de las tropas aliadas.

Frente italiano El Sol 21 febrero 1918En el ámbito educativo cabe destacar cómo la colaboradora de El Sol Beatriz Galindo en un artículo del lunes 18 de febrero echaba en falta la existencia de una gran revista femenina en el seno de la sociedad española que fuese modelo de «modernidad y buen gusto» como lo eran The Queen, Fémina, The Lady’s Field, Harper’s Bazaar, The Woman’s, Home Journal y muchas otras, que estaban repletas de información útil y recreativa.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

La sección semanal de Pedagogía e Instrucción Pública, que aparecía en el ejemplar de los lunes, se abría con un extenso artículo del responsable de la sección el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889) titulado «Para las próximas Cortes. La enseñanza técnica general«, que por su interés presento en su totalidad en otra entrada de esta bitácora (ver aquí). Además se denunciaba en otro artículo de esa sección corruptelas que habían ocurrido en la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia donde, como se aprecia en el siguiente cuadro, había acudido un tropel de alumnos a inscribirse por la fama que se había extendido de la facilidad de aprobar los exámenes en ella.

Universidad de Murcia Derecho

En efecto si la media de suspensos en todas esas Facultades de Derecho era del 15 % de los alumnos oficiales, y del 48% de los alumnos libres, en el caso de la Facultad murciana esas cifras eran el 9% de los alumnos oficiales, y el 88% de los libres.

En el apartado de Libros y revistas de esa sección se reseñaba ampliamente un artículo sobre la enseñanza agrícola escolar publicado en la revista francesa Manuel général de l’instruction primaire.

El Sol Biologia y Medicina

El martes 19 de febrero la sección Biología y Medicina de El Sol se abría con un amplio artículo «El corazón y el ejercicio» de su colaborador el cardiólogo Luis Calandre (n. 1890), quien muy joven -en 1912- había tenido una pensión de la JAE en Berlín para realizar estudios de Fisiología. En él ilustraba a sus lectores sobre el funcionamiento de ese «perfectísimo aparato hidrodinámico», que por su interés reproduzco en otra entrada de esta bitácora. (ver aquí).

En el apartado de Libros y Revistas de esa sección, a través del cual se pretendía tener informados a los profesionales de la medicina repartidos por el país de todas las novedades en las investigaciones médicas y biológicas, había hasta diez reseñas de otras tantas publicaciones extranjeras firmadas por tres de los principales colaboradores de la sección. Así el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) reseñaba «La psicología de los sueños de los soldados», de Mott, en The Lancet de 2 de febrero de 1918; «Los lápices explosivos empleados por los alemanes» de Le Caducée de 15 noviembre 1917, reproducido por Medical Record; «Un método para combatir el bocio hiperticoideo», de Watson, publicado por Endrocrinology en abril de 1917, y tres artículos de los que informaba la publicación Zentralb. f. shw. Aerzte: «Un nuevo método operatorio descomprensivo suboccipital (drenaje) en los casos de aumento de la presión intracraneal» de Anton y Schmieden; «¿Está justificada la provocación del aborto en los casos de otoesclerosis? de Nelle; «Alteraciones y sensaciones de la lengua, como síntoma prematuro y acompañante de la anemia perniciosa» de Zimmermann. Por su parte Luis Calandre reseñaba el artículo «Ulceras gastroduodenales» de Greggio, publicado en Archives de Médécine Experimentale, de agosto de 1917. Y Juan Negrín, con sus siglas J.N., firmaba las reseñas de estos tres artículos:  «Contribución al estudio del páncreas de los teleosteos. El páncreas de «Tinca vulgaris» en condiciones normales de nutrición, y después de un ayuno prolongado» de Gianelli publicado en el tomo 27 del Monitore Zoologico Italiano; «Sobre el compuesto cristalino yodado, que se manifiesta en el tiroides» de Kendall, que conoció a través de Annal. del Journal de Physiol., y un artículo de Albertoni en los Archives Italiennes de Biologie.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El miércoles 20 de febrero la sección semanal que dedicaba El Sol a las Ciencias Sociales y Económicas se abría con el artículo «La investigación científica de la economía española» del responsable de la sección Luis Olariaga (n. 1885), quien expresaba por primera vez en la prensa su opinión sobre publicaciones españolas que trataban de temas de carácter económico, y que dado su interés reproducimos en otra entrada de esta bitácora. (ver aquí).

Junto a ese artículo el lector de El Sol accedía a tres amplias reseñas. La primera correspondía a un artículo de Charles Trevelyan  sobre la fusión del socialismo y el liberalismo radical que había publicado en The Nation el 2 de febrero de 1918. Y las otras dos a sendos artículos publicados por The Economic Journal en diciembre de 1917 con información de periódicos alemanes sobre la escasez de capital después de la guerra y sobre la próxima guerra comercial.

El Sol Historia y Geografía

El jueves 21 de febrero la sección semanal dedicada por El Sol a la Historia y Geografía se abría con un amplio artículo del responsable de su sección el humanista mexicano Alfonso Reyes (n. 1889) sobre «Los ensayistas» en el periodismo inglés del siglo XVIII que arrancaba de esta manera:

Para esta época, el público de periódico era ya abundante. Al periódico puede atribuir el doctor Johnson el alto nivel de cultura del pueblo inglés. Los coches correos de Palmer salían a horas fijas de Londres para distribuir las hojas volantes, y en ellas se procuraba mezclar lo agradable con lo útil.

Aparte del desarrollo de la simple información, los mayores periodistas de esta época fueron verdaderos literatos, «ensayistas» dedicados a exponer opiniones sobre todas las cosas y, por lo general, humoristas. Como Swift, Addison y Steele, Johnson y Goldsmith. Cierto es que sus ensayos, improvisados sobre el suceso o la discusión del día, se iban alejando del tipo tradicional del ensayo, caracterizado en la obra de Bacon. Ya no eran ensayos sedentes, sino ensayos en marcha: literatura combativa y plenamente «movlizada», a la que conviene menos la erudición con sus abismos de cifras y sus guijarrales de nombres, que el ritmo o el olor de la erudición con sus insinuaciones precisas y suficientes.

Ese artículo de Reyes estaba acompañado de otro -no firmado- titulado «El crítico y el poeta. (Según las «Memorias de un crítico», de Benedetto Croce)» que abordaba las relaciones entre ese filósofo e historiador liberal italiano y el poeta Carducci, que había obtenido el Nobel de Literatura en 1906, el mismo año en el que Cajal junto a Golgi obtuvo el Nobel de Medicina y Fisiología.

En el apartado de Libros y Revistas de esa sección se ofrecían reseñas de dos trabajos: el de Juan B. Ambrosetti (1865-1917), «Fantasmas de la Selva Misionera», publicado en la Revista de Filosofía de Buenos Aires, en el que ese naturalista y etnógrafo argentino daba noticia y analizaba algunas tradiciones populares paraguayas; y el de R. M. sobre «Las fronteras lingüisticas en Europa«, aparecido en La Nature el 19 de enero de 1918, con seis mapas, al que el colaborador habitual de El Sol el catedrático del Instituto de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881) sometía a una interesante crítica. Dantín señalaba que ese artículo se apoyaba, «casi exlusivamente», en un estudio muy completo y documentado de Leon Dominian que habia aparecido en el Bulletin of the American Geographical Society. Pero reconocía que «metodiza la cuestión y da a la repartición de los idiomas que se hablan en la Europa combatiente clara expresión cartográfica». Y añadía: «Aparte de Francia, una siempre, los demás actuales Estados no son más que complejos de nacionalidades; la Historia del Centro y del Oriente de Europa tiene sus raíces en este problema. España misma, pese a quien pese, es otro caso, no tan agudo, ciertamente; pero presta, y en plazo breve, a una diversificación nacionalista».

En ese mismo ejemplar de El Sol su crítico de arte Francisco Alcántara (n. 1854) se hacía eco, elogiosamente, del «importantísimo descubrimiento arqueológico sobre el arco de herradura» que se había hecho en el muro lateral izquierdo de la iglesia toledana de Santa Justa, fundada por el rey visigodo Atanagildo a mediados del siglo VI. La significación  de ese hallazgo, que mostraba un origen visigodo de ese elemento arquitectónico atribuido hasta entonces a la arquitectura traída por los musulmanes, había sido expuesta por su descubridor, el profesor de la Escuela de Artes e Industrias de la ciudad de Toledo Aurelio Cabrera (n. 1870) e integrante de la Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de esa ciudad castellana, en las páginas de la «simpática revista ilustrada Toledo.

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Detallle del arco de herradura ubicado en lo que constituía la puerta principal de la actual iglesia toledana de Santa Justa y Rufina construida en el siglo VI.

 

El Sol Ingeniería y Arquitectura

El viernes 22 de febrero la sección semanal dedicada por El Sol a Ingeniería y Arquitectura se abría con el artículo firmado por el responsable de la sección, el ingeniero Federico de la Fuente, «La combustión del nitrógeno. Cómo se fabrica un sol«. En él se explicaba el interés del físico, inventor e industrial noruego Kristian Birkeland (1867-1917) y de su socio industrial el ingeniero también noruego Sam Eyde (1866-1940) por desarrollar un horno calentado por arco eléctrico y el proceso industrial que crearon en 1903 para producir fertilizantes artificiales para la agricultura mediante la fijación del nitrógeno del aire. Ese proceso Birkeland-Eyde se revelaría ineficiente en términos de consumo de energía. Pero a Federico de la Fuente le interesó explicar a sus lectores las claves de ese proceso, como la utilización de un arco eléctrico formado entre dos electrodos coaxiales que a través del uso de un campo magnético intenso se extiende al exterior hacia un disco delgado. Para facilitar su explicación se valió del siguiente esquema.

Arco electrico El Sol 22 febrero 1918

El trabajo de Federico de la Fuente estaba acompañado del artículo no firmado «La tasa del hierro«. En él se resumía el informe que había elaborado el comandante de Ingenieros Jaime Coll sobre el precio de coste de los productos siderúrgicos españoles, a petición de los metalúrgicos sevillanos, cuya labor se elogiaba en estos términos: «dicho señor ha evacuado su cometido con un trabajo conciso y preciso, que no dudamos habrá tenido presente la Comisión encargada de la tasa de los materiales de construcción por Real orden del 6 de corriente».

En el apartado Libros y Revistas de esa sección se reseñaban cuatro trabajos de los que destaco dos: el de L.W.W. Morrow, director del departamento de Ingeniería eléctrica de la Universidad de Oklahoma, sobre «Los ingenieros titulares y las necesidades de la industria«, publicado en Engineering News Record, en enero de 1918 y uno sobre «El bicentenario de D’Alembert», publicado en Engineering el 25 de enero de 1918.

Y aparecía un apartado dedicado a la correspondencia con los lectores donde se respondía a cuestiones planteadas por lectore de Puertollano, Barcarrota (Badajoz) y Coruña.

También ese día el ya mencionado crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) hacía un amplio y atinado resumen de la «notabilísima» conferencia que había impartido en el Ateneo de Madrid el día anterior el profesor de Historia del Arte y crítico de ABC Rafael Domenech (n. 1874) sobre «La cultura de un artista», organizada por una activa sección de Artes Plásticas de esa institución cultural madrileña.

Por su parte la colaboradora Beatriz Galindo firmó el artículo «Lo que lee la mujer» donde hacía una valoración de las lecturas preferidas por las mujeres cultas italianas, francesas e inglesas, dejando para un próximo artículo su valoración sobre las lecturas de las mujeres norteamericanas y españolas.

El Sol Derecho y Legislación

La sección semanal que dedicaba El Sol al Derecho y Legislación los sábados se abría el 23 de febrero de 1918 con un amplio artículo del responsable de la sección el catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada Fernando de los Ríos (n. 1879) quien firmaba el artículo «En torno al sufragio. El derecho electoral y la democracia», en vísperas de unas importantes elecciones al Congreso de los Diputados. En él exponía las diferencias entre el escrutinio uninominal y el escrutinio por lista y explicaba cómo la legislación española sobre gastos electorales impedía la igualdad de oportunidades en la lucha electoral mostrando cómo «la lucha del poderoso con la del hombre modesto es en extremo desigual, por el carácter hondamente plutocrático de nuestra ley. Se ha hecho un Senado a base de una condición en sus miembros, que excluye a los no ricos, y se ha dado una ley electoral para diputados que opone serios obstáculos a la incorporación de las clases medias», finalizando su reflexión con esta pregunta retórica: ¿Y es conciliable una legislación de este tipo con las exigencias más elementales de la democracia?».

El apartado Libros y Revistas de esa sección ofrecía la reseña de tres trabajos aparecidos en el volumen de 1917 del Journal du Droit International. Uno era el del profesor de la Universidad de Neuchatel, G. Sauser-Hall, sobre «La nacionalidad y la naturalización en Derecho suizo». Otro era del profesor en la Facultad de Derecho de la Universidad de Toulouse A. Merignhac sobre «Los procedimientos diplomáticos de los imperios austroalemanes en el curso de la guerra 1914-1917″. Y el tercero de M. D’Amelio sobre «Signos por los cuales puede reconocerse una Sociedad como nacional en Italia».

En el apartado Jurisprudencia el colaborador de la sección Pablo de Azcárate (n. 1890) resumía varias sentencias de tribunales franceses e italianos.

El Sol Agricultura y Ganaderia

En la sección semanal dedicada a Agricultura y Ganadería El Sol del domingo 24 de febrero publicaba el artículo del responsable de esa sección Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) «Por la España agrícola. Las elecciones y la agricultura» en el que hacía un detallado análisis sobre las razones de la inexistencia de un partido agrarista entre las fuerzas políticas que concurrían a las elecciones que se celebraban ese domingo.

En el apartado «Original ajeno» de esa sección aparecía el nombre del ingeniero agrónomo José María de Soroa firmando un artículo sobre «Los abonos radiactivos«. En él trataba de los fundamentos de la radiactividad agrícola y las reglas de aplicación de sus fertilizadores, cuestión «que nos parece el de más oportunidad e interés para los agricultores, por si alguno los ensaya». Recomendaba a demás a quienes tuviesen interés por conocer la teoría de las emanaciones del radium la obra de Carlos R. Gibrou «La ciencia al día» e informaba de diversas experiencias realizadas por el catedrático de la Universidad Central Muñoz del Castillo, por agricultores mallorquines y en el Instituto de Radiactividad que había conseguido un aumento notable de la producción de diversos productos como maiz y alfalfa, y diversos frutales   empleando fertilizadores radiactivos extranjeros o uno preparado en la localidad mallorquina de Andraitx.

En el apartado «Leyendo revistas» de esa sección había una breve reseña de un artículo sobre «La clorosis de la viña» publicado en Le progrès Agricole et Vinicole de Montpellier, en su número de 2 de diciembre de 1917.

También el ejemplar de El Sol del domingo 24 de febrero publicaba su suplemento cultural «Hoja Literaria». En él el lector tenía acceso a las siguientes colaboraciones: el artículo «Galana y Relucia» de la condesa de Pardo Bazán (n. 1851); el apunte de la semana que en esa ocasión Enrique Díez-Canedo (n. 1879) con el títutlo «El planeta chino» dedicaba a la edición que había hecho Mr. A. D. Waley, de la Escuela de Estudios Orientales de Londres, de poemas chinos de la dinastía T’ang, «la más gloriosa en la literatura del celeste imperio», donde destacó el poeta llamado Po-Chu-I, que vivió entre los años 772 y 846 de nuestra era; el poema «Las palomas del molino» de Pilar de Cavia (n.1860); Sonetos de Ramón de Basterra (n.1888) y el folletón de Ramón Pérez de Ayala (n. 1880), «Lás máscaras», que dedicaba ese día a «La tradición y los gitanos».

 


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Las deficiencias de la enseñanza técnica general en la España de 1918: un artículo de Lorenzo Luzuriaga

En las primeras semanas de 1918, como estamos comprobando en esta bitácora, Lorenzo Luzuriaga (n. 1889) escribió en la sección de Pedagogía e Instrucción Pública que él dirigía en el diario El Sol una serie de artículos destinados a los futuros diputados que serían elegidos en las elecciones del 24 de febrero de 1918. En ellos pretendía explicar a los representantes de la soberanía nacional cuáles eran los problemas educativos del país, y qué soluciones se podían adoptar para solventarlos.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Su colaboración del lunes 18 de febrero de 1918 titulada «Para las próximas Cortes. La enseñanza técnica general» la dedicó a analizar la deficiente situación de ese tipo de enseñanza y a presentar propuestas para mejorarla.

Me permito, dado su interés, reproducir a continuación ese artículo en su integridad.

            De no menos importancia y gravedad que el problema de la enseñanza primaria, es el de la enseñanza o preparación técnica general. Existen, efectivamente, en España, dos clases de analfabetismo, a cada cual más alarmante: el analfabetismo literario y el analfabetismo técnico o profesional. De aquél se ha hablado infinidad de veces en todos los tonos, mayores y menores; éste, en cambio, ha llamado menos la atención de la gente, pero no por eso es menos trascendental que aquél, y aun, si cabe, es de más aguda gravedad.

            El desconocimiento de los símbolos elementales de la instrucción, que se considera como medida del analfabetismo ordinario, no significa fundamentalmente nada en la vida del hombre. Todos los días estamos viendo en España personas literariamente analfabetas al frente de negocios u ocupaciones, a veces importantes. En cambio, la falta de una preparación profesional –por elemental que ésta sea- es la que establece la mayor diferencia y desigualdad entre los que necesariamente necesitan ganarse su vida con su trabajo. No es tampoco raro encontrar en nuestro país –sobre todo en la clase media- personas con una regular instrucción general e incapaces, sin embargo, de desempeñar los cargos u oficios más sencillos y elementales.

            Reducida, pues, la enseñanza primaria al mero aprendizaje de los símbolos de la instrucción (leer, escribir y contar), se nos aparece, en cuanto medio de preparación para la vida, en un plano de eficacia inferior al de la enseñanza técnica. Claro es que aquella dominante concepción de la enseñanza o educación primaria es incompleta y defectuosa. Otra posición ocupa en el plano de los valores la educación primaria, cuando se la considera como el único medio que existe para formar modos propios de pensar, de sentir y de obrar, cuando se la mira como el instrumento indispensable para la formación total humana, para la plena edificación de la humanidad en el hombre. Entonces ya la educación primaria no aparece subordinada a la preparación técnica, sino más bien ésta a aquélla. Y entonces tampoco se pueden poner ambas como antagónicas o diferentes; pues una buena enseñanza primaria debe colocar a la vez en la conciencia y en la capacidad del hombre los elementos de una buena configuración humana general, con los gérmenes de un satisfactorio adiestramiento profesional.

            Pero dejando aparte la discusión, hoy planteada en todas partes, entre estas dos clases de enseñanza, o mejor dicho, entre estas dos manifestaciones de la educación, es indudable que la enseñanza técnica o profesional merece ocupar la atención del país en general y de los gobernantes en particular, de un modo más agudo de lo que hoy ocurre.

            Veamos, al efecto, la situación en que se halla hoy esta enseñanza entre nosotros; comparémosla después rápidamente con la que ocupa en otros países, y tratemos de exponer, finalmente, los medios que pueden emplearse para darla mayor vitalidad.

            La primera afirmación que debe hacerse en este punto, es la de que no existe a estas fechas en España un sistema organizado de instituciones de enseñanza técnica elemental, no especializada, para los muchachos que acaban sus estudios en las escuelas primarias, al modo de las continuation schools inglesas, las Fortbildungschulen alemanas y las écoles d’apprentissage francesas.

            Las únicas instituciones que existen de este género, o son particulares, o las oficiales no son independientes, sino sólo secciones o agregados de escuelas profesionales especializadas, como las de artes e industrias, comercio, etc.

         Pero aun estas instituciones son en su generalidad deficientes, tanto cuantitativa como cualitativamente. En efecto, según el último Censo publicado, las principales industrias españolas daban ocupación al siguiente número de muchachos comprendidos entre los doce y los diez y nueve años:

 

Profesiones Obreros de 12 a 19 años
Agricultura y minas 756.786
Industria y transportes 143.540
Comercio   32.217
Total 932.543

 

            Es decir, cerca de un millón de muchachos capaces de recibir una preparación profesional. ¿Qué número de ellos recibe esta preparación anualmente? Conforme al último “Anuario estadístico”, unos 26.500, distribuidos en esta forma, y comprendiendo en ellos a los que reciben una educación superior, especializada:

 

Instituciones Alumnos
Escuelas de artes e industrias 22.426
Idem de comercio 2.632
Idem náuticas y de minas   1.499
Total 26.507

 

            O sea menos del 3 por 100 de los muchachos de doce a diez y nueve años colocados en empresas agrícolas, industriales y comerciales. De las enseñanzas dadas en las granjas agrícolas nos faltan datos que, o no se han publicado, o no han llegado a nuestro poder. Sin embargo, el número de muchachos asistentes a esos cursos agrícolas no puede alterar mucho y satisfactoriamente aquel lamentable cuadro.

            Esta es la situación, cuantitativamente considerada, de nuestra enseñanza técnica elemental oficial. Mirada desde el lado interno, pedagógico, su situación no es más floreciente. En general, carece de instalaciones, de instrumental y de material adecuados. Por otra parte –y salvo las naturales excepciones-, la enseñanza dada en nuestras escuelas técnicas elementales, o es de un tipo académico y abstracto, o tiene un carácter mecánicamente rutinario. Una enseñanza práctica inteligente que no se limite a la servil reproducción de modelos muertos o unas clases vivas, en contacto con las necesidades de nuestra vida industrial, no es lo que más frecuentemente se encuentra en estas escuelas. Ni que decir tiene que hablamos en términos generales, y que aquí, como en todo, existen excepciones; pero no más que excepciones.

            No es, pues, muy risueño el cuadro que presenta nuestra enseñanza técnica elemental. Y, sin embargo, la formación profesional debe tener alguna importancia, cuando vemos que en plena guerra países de una gran tradición y preparación técnica, como Inglaterra y Francia, se aprestan, según hemos visto en otros artículos, a reformar radicalmente toda su enseñanza profesional elemental, haciendo ésta obligatoria para todos los muchachos y muchachas comprendidos entre los catorce y los diez y ocho o veinte años, como lo es la primaria para los niños de seis a doce o catorce. Alemania no ha necesitado recurrir a estos extremos, porque prácticamente existía ya en casi todos los Estados del Imperio la obligación de la educación profesional desde los catorce a los diez y seis o diez y siete años, y lo mismo ocurre en la mayoría de los Estados Unidos, en Suiza, Bélgica y Austria.

            ¿Qué camino podemos emprender nosotros, dados nuestros recursos actuales para poner término a esta insuficiencia de nuestra enseñanza técnica elemental? Mejor que un camino, podrían señalarse dos: uno de carácter general, otro de tipo más limitado.

            Cuenta hoy España con clases de adultos en todas las escuelas nacionales desempeñadas por maestros; según el último “Anuario estadístico”, aquellas clases ascendían en 1916 a 12,498, y suponían al Estado un gasto de pesetas 3.200.000, en números redondos. Pues bien, para nadie es un secreto que las clases de adultos no dan el resultado que debieran producir. El mismo “Anuario” da como asistencia media a estas clases la cifra de 252.547 adultos, o sea un promedio por clase de veinte alumnos.

            Pero es de advertir que esta misma exigua asistencia aparece notablemente favorecida en el “Anuario”. En realidad, la asistencia a las clases apenas dura dos o tres meses –los primeros- en el curso. Y aun en esos meses es completamente irregular.

            Las causas de ello son bien conocidas, a saber: primero, las horas intempestivas en que se dan las clases, que son después del trabajo ordinario de los adultos, y segundo, el carácter de la enseñanza, que es puramente literaria, pues las clases son principalmente para analfabetos. Todo ello hace que no tengan interés para la generalidad de los adultos.

            Disponiendo nosotros de este número extraordinario de clases, que no cuentan ni Francia ni Inglaterra, podrían tomarse como base para convertirlas en verdaderas escuelas de perfeccionamiento técnico y profesional, sin descuidar por ello la lucha contra el analfabetismo literario. Hemos visto, en efecto, en otra ocasión cómo las dos grandes reformas sobre educación de los adolescentes en aquellos dos países tomaban como eje para la creación de sus escuelas de perfeccionamiento los maestros primarios, asignándoles horas de trabajo y remuneraciones extraordinarias, y adscribiendo a aquéllas maestros especiales encargados cada uno de enseñar en varias de ellas las materias tecnológicas, agrícolas, etc., que escapaban a la gestión y preparación del maestro primario.

            Pues bien, nosotros contamos actualmente, como hemos dicho, con más medios que esos países, con las doce mil clases de adultos actuales. ¿Sería muy difícil, sobre la base de éstas, preparar poco a poco profesores especiales, al cargo de los cuales corrieran las enseñanzas técnicas agrícolas y comerciales y convertirlas así en verdaderas escuelas de perfeccionamiento? Creemos que no. Las Escuelas de Ingeniería actuales podrían muy bien organizar cursos breves de perfeccionamiento para el personal técnico de esas escuelas elementales. Un profesor o maestro especial de éstos así preparados, podría ejercer su cargo en varias escuelas a la vez, y los maestros primarios se encargarían de las enseñanzas generales. La inspección de las escuelas correría a cargo de los mismos ingenieros del Estado, y así, sin un gasto extraordinario, se iría poco a poco reorganizando en todas las localidades esta enseñaza.

            Téngase presente que en nuestro mismo país se ha tratado de establecer, aunque modestamente, este tipo de escuelas especializadas, con las escuelas de adultas creadas en 1913. En las diez creadas entonces en las capitales de los distritos universitarios, se organizaron sobre la base de las maestras primarias, enseñanzas especiales de francés, mecanografía, taquigrafía, etcétera, a cargo de profesoras especiales. Desgraciadamente, esta organización tan seriamente emprendida ha sido echada a perder después con otras disposiciones oficiales. Unicamente las de Barcelona, gracias a su Ayuntamiento, han sido salvadas de esta desorganización general.

            El otro camino es más lento, pero quizá más eficaz. En algunas regiones de España- en Cataluña y las Vascongadas especialmente- la iniciativa privada de algunos industriales o la acción de algunos Ayuntamientos y Diputaciones han creado bastantes escuelas de perfeccionamiento para sus operarios o administrados. Pues bien, el Estado podría fomentar con subvenciones la creación de este género de escuelas locales, reservándose únicamente cierta inspección sobre ellas. Las Sociedades obreras, los Sindicatos patronales, las Corporaciones locales, serían los organizadores, directores, y aun sostenedores de esas instituciones. Este es el camino que han seguido antes de la guerra algunos países, como Inglaterra. Repetimos que es más lento, pero quizás es más seguro que el de una organización general.

         En realidad, los dos procedimientos no son antagónicos, sino complementarios. Convendría quizá empezar por el esfuerzo y la gestión local, y cuando hubiera ya una experiencia acumulada sobre el funcionamiento de estas escuelas de perfeccionamiento, trasladarla a una organización de carácter general. Así se evitarían los mecanismos y embolismos vacíos a que tan aficionada es nuestra administración pública, y se haría una labor seria.

            De todas suertes, cualquiera que sea el camino que se elija, una solución a este problema de nuestro analfabetismo técnico es absolutamente necesaria y urgente. Las dificultades que en estos tres años de prueba ha sufrido la vida española, por falta de una preparación técnica suficiente, son un indicio de las que experimentará en la lucha económica que sobrevendrá a la terminación de la guerra. Hemos visto cómo países infinitamente mejor preparados que nosotros, como Francia e Inglaterra, se han apresurado, en medio de todas las dificultades presentes, a mejorar su outillage humano. ¿Podemos seguir nosotros en la misma situación inerte o inerme que hemos permanecido hasta ahora?

 

Lorenzo LUZURIAGA


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Castelao, la fotografía aérea, la situación de la instrucción pública en la Argentina y los premios del Instituto San Isidro en El Sol de 11 febrero 1918

El lunes11 de febrero de 1918 se incorporó  al diario El Sol un nuevo colaborador que fue presentado así por el periódico a sus lectores: «Desde hoy colabora en EL SOL el dibujante gallego Alfonso Castelao. Sus caricaturas son una demostración del fino humorismo y la gracia tipica de la región galaica. Castelao es un artista cuyos trabajos satisfarán, sin duda, a nuestros lectores.

Esta era su primera caricatura visible en la primera página junto a una larga afirmación sobre la campaña alemana que según el editorialista de El Sol procuraba desestabilizar la campaña electoral que se estaba desarrollando en el país.

 

Castelao El Sol 11 febrero 1918 bis

Caricatura de Castelao. El Sol 11 febrero 1918

 

Pero además de abundantes noticias políticas como el artículo «Opiniones sobre el nacionalismo vasco» de Angel de Zabala (n. 1866), sucesor de Sabino Arana en la jefatura del Partido Nacionalista Vasco, en el que discrepaba de las posiciones conciliadoras que había expresado dias antes en El Sol Eduardo Landeta,  el diario también ofrecía también informaciones sobre actividades científicas, culturales y educativas tanto en España como en el extranjero.

Así el corresponsal del periódico Ramón de Goyenuri (seudónimo de Ramón Belausteguigoitia Landaluce (n. 1891) en su artículo «La fotografía desde el aeroplano. Cómo obtiene sus mapas militares el ejército inglés» enviado desde el cuartel general inglés explicó que no había secretos para un ejército que tuviese asegurado su dominio aéreo sobre el enemigo tras ver el funcionamiento de un taller destinado a la obtención de mapas construidos con arreglo a las fotografías que tomaban los aviadores en el frente. Y subrayó la importancia de la fotografía aérea para la elaboración del catastro que debía ser obra de aeroplanos argumentándolo así: «El aeroplano, en cambio, viene a revolucionar el procedimiento. Una fotografía de aeroplano abarca una zona de uno o dos kilómetros. Todo está allí señalado. Un ingeniero, un delineante, hacen los cálculos de distancia necesarios y lo transforman bien pronto en un plano. Yo tengo para mí que el aeroplano es no sólo el gran medio de hacer un catastro rápido, sino de evitar las omisiones y los grandes fraudes de la tierra.»

Por su parte el crítico de arte del periódico Francisco Alcántara (n. 1854) dedicaba su columna «La vida artística» a resumir ampliamente el folleto ilustrado con nueve vistas y dos dibujos que acababa de publicar Vicente Lámperez y Romea (n.1861), «benemérito historiador de la arquitectura cristina» sobre el castillo de Belmonte (Cuenca), un «romántico ejemplar de arquitectura de la Edad Media».

 

Castillo

Castillo de Belmonte (Cuenca)

 

 

Y además el diario se hizo eco del acto académico celebrado el día anterior en el Instituto de San Isidro de Madrid en el que se repartieron diplomas a los alumnos premiados en el concurso de 1917 a 1918, al que asistieron cerca de mil escolares, «con notable proporción del elemento femenino, que cada año en mayor número acude a aquellas aulas». El claustro de profesores estaba presidido por el director Manuel Zabala (n. 1852). En la fiesta participó una banda formada por alumnos de la Fundación Caldeiro.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

 

En la sección Pedagogía e Instrucción Pública su responsable Lorenzo Luzuriaga (n.1889) firmaba el artículo «Los sueldos de los maestros», continuación de la serie que estaba dirigiendo a las próximas Cortes. En él enfatizaba la importancia del maestro como pieza fundamental del sistema educativo, como había evidenciado la labor de Tomás Arnold, el «maestro de la Inglaterra contemporánea» como reorganizador de las public schools inglesas. Y argumentaba que «no podremos disponer, en el número que es debido, de eficientes y entusiastas maestros, en tanto que no lo preparemos bien y los paguemos mejor» de tal manera que después de la creación de escuelas «los dos problemas más esenciales de nuestra enseñanza nacional son indudablemente la preparación y el sueldo de los maestros». Su artículo se enriquecía con dos tablas en las que comparaba los sueldos que cobraban los 26.253 maestros que había en España a principios de 1918 con las demandas que solicitaba la Asociación Nacional del Magisterio, de las que se hacía portavoz Luzuriaga:

El Sol 11 febrero 1918 sueldos actuales maestros

 

El Sol 11 febrero 1918 sueldos solicitados

 

También en esa sección se reproducía un trabajo que había aparecido en The Times Educational Supplement, firmado por Percy F. Martin (n.1861), sobre la Instrucción Pública en la República Argentina, primero de una serie de trabajos que esa publicación inglesa pensaba dedicar a la instrucción pública en la «América española», que El Sol tenía interés en darlos a conocer por las siguientes razones:

«La creciente importancia que los pueblos de habla española van adquiriendo en el concierto mundial se ha manifestado últimamente en múltiples formas, y entre ellas ocupa un lugar principal el estudio de su cultura. Este estudio ha empezado, como era natural, por el conocimiento y difusión del castellano, mediante la creación de numerosas cátedras en los principales países civilizados, yendo a la cabeza, en este aspecto, Francia, Estados Unidos e Inglaterra.

Pero no se ha parado aqui el movimiento de aproximación a los países hispanoamericanos: sino que se ha extendido a otras manifestaciones de su cultura, y entre ella a su Instrucción publica.

Un ejemplo de ello lo ofrece el The Times Educational Supplement, que con la firma de Mr. Percy F. Martin ha empezado a publicar una serie de trabajos sobre la Instrucción publica en la América española.

Como nada de lo que se refiere a ésta puede sernos extraño a nosotros, sino que, por el contrario, debe sernos del mayor interés, como ya lo ha demostrado EL SOL en otro lugar, vamos a reproducir- según vayan apareciendo- los trabajos del Times, resumiéndolos o ampliandolos cuando sea necesario.

Finalmente en el apartado Libros y Revistas de esa sección se reseñaban y se daba noticia de los siguientes trabajos: del discurso sobre un sistema de educación nacional de lord Haldane en Glasgow, reproducido por la publicación londinense The Times Educational Supplement de 31 de enero de 1918; del artículo de J. Portier sobre el recargo de los programas en la segunda enseñanza francesa publicado en París por la Revue Universitaire en enero de 1918; el Report del Consell permanent de la Mancomunidad catalana publicado en Barcelona en diciembre de 1917 por Cuaderns d’Estudi; y un trabajo sobre el auxilio de los Estados Unidos a la educación profesional publicado por la revista neoyorquina Educational Review en enero de 1918.

 


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De la Sociedad española de Electrología y Radiología Médicas a una polémica sobre las bibliotecas públicas: El Sol 1 de febrero de 1918

Quien tuviese acceso al ejemplar del diario El Sol del viernes 1 de febrero de 1918 quedaba informado de cuestiones y problemas como los siguientes.

Conocía, por ejemplo, resúmenes de dos conferencias impartidas el día anterior en diversas instituciones madrileñas.

Así se informaba de la disertación hecha en la Academia de Jurisprudencia por el doctor Tomás Maestre (n. 1857), especialista en Medicina Legal, sobre «El delincuente, el delito y la pena». Inició su discurso sosteniendo que en España había nacido el Derecho penal contemporáneo gracias a la obra de los clásicos españoles del siglo XVI como Alfonso de Castro y el padre Mariana. Tras declararse evolucionista abogó por un tratamiento individualizado de las medidas  y de los métodos de curación que había que aplicar al delincuente.

En otro lugar de la ciudad, en el Ateneo de Madrid,  por iniciativa de su sección de Artes Plásticas, impartió otra conferencia el joven Mariano Madrazo sobre el pintor veneciano Tintoreto. El crítico de arte del diario Francisco Alcántara en su columna dedicada a la vida artística la resumió, destacando que el conferenciante era biznieto de José Madrazo, el fundador de una dinastía de artistas que había dejado honda huella en la vida cultural madrileña.

También quedaba enterado de que el jueves 31 de enero se había llevado a cabo la sesión inaugural en la Academia de Medicina del curso académico de la Sociedad Española de Electrología y Radiología Médicas, que se había constituido el 16 de marzo de 1916, habiendo celebrado su centenario pues hace poco.  (ver aquí). Había presidido la sesión el doctor Carlos María Cortezo, acompañado por el presidente de la Sociedad el doctor Celedonio Calatayud, el secretario general doctor López Prieto, y otros médicos como Landete, Torres y Ratera. El secretario de esa sociedad se hizo eco de la consideración del doctor Joaquín Decref consistente en que los accidentes que sufriesen los científicos en el ejercicio de sus actividades fuesen considerados accidentes de trabajo por parte del Estado. También planteó que era urgente la necesidad de crear cátedras e Institutos de Radiología. Por su parte el doctor Torres Carreras leyó un discurso sobre Semeiología y roentgenológica del aparato respiratorio intratorácico, ilustrando su trabajo con proyecciones de los casos analizados. Por su parte el presidente de la Sociedad, el doctor Calatayud, leyó una efusiva carta del radiólogo portugués Machado de carácter hispanófilo.

El lector de El Sol era informado asimismo gracias a una suelto no firmado titulado » Los paraísos artificiales. Madrid se envenena y la autoridad se inhibe» que Madrid estaba afrontando un problema en su salud pública por  el incremento notable en el consumo de morfina por parte de jóvenes de ambos sexos.

El economista y catedrático de la Universidad Central Luis Olariaga, que era también el responsable de la hoja semanal dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas, firmaba el artículo «En defensa de la cultura. Los doctores sin reválida» donde hacía frente a una campaña desencadenada por un grupo de personas que habían adquirido el título de doctor sin efectuar la tesis, acogiéndose a un decreto del ministro Burell por el que se permitía obtener tal título pagando algo más de mil pesetas. En esa campaña protestaban contra la decisión tomada en un claustro extraordinario de la Universidad Central para no incluir en el censo en el censo los doctores sin reválida. Olariaga abogaba por rectificar el error cometido por Burell y que se restableciese la necesidad de presentar una tesis para obtener el título de doctor que «no es sino un certificado de aptitud para la investigación científica,» y esa aptitud solo se podía comprobar con la presentación y discusión de la Memoria doctoral ante un tribunal.

También El Sol de ese día abrió sus páginas al director del Archivo Histórico Nacional, Joaquín González, quien dirigió una carta abierta a Lorenzo Luzuriaga -el responsable de la sección Pedagogía e Instrucción Pública del periódico- para rebatir la crítica que este había hecho el 14 de enero sobre el funcionamiento de las bibliotecas públicas.

También se daba noticia de que al día siguiente, el sábado 2 de febrero, habría una sesión especial de proyecciones cinematográficas en el teatro Benavente, que se encontraba en la plaza de Bilbao, 2 y 3. Estaba destinada a generales, jefes y oficiales del Ejército de la guarnición de Madrid que tendría oportunidad de contemplar dos películas: La batalla del Searpe, protagonizada por los tanques, y El Real Cuerpo de Aviación británico en algunas partes de Francia.

El Sol Ingeniería y Arquitectura

En la sección de Ingeniería y Arquitectura su responsable el ingeniero Federico de la Fuente firmaba el artículo «El gran problema del siglo XX. La fijación del nitrógeno atmosférico», que era la preocupación dominante en la química mineral para favorecer el desarrollo agrícola.

Y un asistente anónimo al congreso de Ferrocarriles criticó, sarcásticamente, la intervención en él del ministro de Fomento Niceto Alcalá-Zamora, que no tenía buena prensa por aquellos días.

El apartado «Libros y Revistas» de esa sección reseñaba tres trabajos: «Algunos secretos de los superzeppelines», publicado en el Scientific american el 24 de noviembre de 1917, y que se había recibido en Madrid el 15 de enero de 1918; el libro del catedrático de la Escueela Industrial de Alcoy doctor Vicente Mir Laporta, Tintorería, estampados, aprestos y química de materias colorantes, que era un manual didáctico con un prólogo del padre Eduardo Vitoria y el artículo «El coste de las cantinas para obreros» publicado en Engineering el 12 de enero de 1918.


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Ciencia, cultura y educación en «El Sol» a lo largo de la última decena de enero de 1918

 

Anuncio ejemplar Mundo Grafico  del miércoles 23 enero 1918

Anuncio del ejemplar del semanario ilustrado Mundo Gráfico correspondiente al 23 de enero de 1918

 

 

El Sol 25 enero 1918 situacion militar

Mapa publicado por El Sol el 25 de enero de 1918

 

En un contexto nacional e internacional definido en parte por las dos ilustraciones anteriores los colaboradores del diario  El Sol seguían tomando el pulso a la vida cultural y a los problemas científicos y educativos de los últimos días de enero de 1918 de la forma que se resume a continuación, jornada a jornada.

 

Martes 22 de enero de 1918

La autora de la columna Diario de la mujer Beatriz Galindo se congratulaba de que gracias a las campañas higienistas lideradas por los médicos el baño diario empezara a generalizarse no solo entre los niños pequeños de la clase media y alta madrileña, sino también entre bastantes de la clase obrera y no dudaba en participar en esa campaña al sostener que «el lavado general y diario contribuye en grado sumo al hermoso desarrollo de la raza y aumenta, al propio tiempo, la frescura del cutis, la elasticidad del cuerpo, la transparencia y suavidad de la piel».

La sección Biología y Medicina fue protagonizada por dos jóvenes investigadores. Uno era  Juan Negrín (n. 1892), a quien la JAE -por gestiones de Cajal- acababa de dotarle de un laboratorio de Fisiología General tras haberse doctorado en Alemania con 20 años, y haber vivido en ese país durante casi una década.  Firmaba un largo artículo sobre «La regulación de la vida vegetativa», que posiblemente sea una de sus primeras apariciones en la esfera pública, a no ser que sus biógrafos como Enrique Moradiellos opinen lo contrario. Explicaba en ese artículo el papel que desempeñaban los agentes químicos, producidos por los órganos endocrinos o de secreción interna, y nerviosos para establecer la unidad funcional del organismo. El interés de Juan Negrín era mostrar las limitaciones del punto de vista del biólogo francés Bichat sobre el dinamismo orgánico y exponer y justificar, basado en una serie de experimentos con animales, su planteamiento de que «los organismos pluricelulares precisan y disponen de agentes de correlación interorgánica, sin los cuales sería imposible una coordinación funcional. Estos agentes son los factores de la organización del individuo, los que intervienen y regulan su dinamismo».

El otro era Miguel Prados Such (.1894), hermano del famoso poeta Emilio Prados (n. 1899) y que llegaría a ser un notable siquiatra por lo que desde su exilio canadiense pudo sostener económicamente a su hermano durante su exilio mexicano. En la sección Revista de revistas ese martes 22 de enero 1918 reseñaba cinco trabajos aparecidos en publicaciones francesas, suizas, y británicas que versaban sobre cuestiones como «El calzado de tacón alto», «Hemorragia cerebral múltiple en un caso de insolación», «Resistencia globular y paludismo», «Metabolismo del calcio y del fósforo en un caso de raquitismo tardío», «La función del tejido muscular en la formación de la urea» y «La reacción de Wassermann en la sífilis terciaria no tratada».

Miércoles 23 enero 1918

Hojeando el ejemplar de El Sol de ese día nos encontramos dos noticias reveladoras.

En una de ellas, bajo el títutlo «Cultura popular. Estadística de lectores» se notificaba que el jefe de la Biblioteca popular del distrito de la Inclusa, situada en la Ronda de Toledo, nº 9, – en el corazón del Madrid popular- había enviado una estadística de los lectores que había tenido esa biblioteca a lo largo de 1917, los cuales habían sido 41.530 desglosados así, por profesiones: 22.981 obreros, 13.485 estudiantes, 3.563 empleados y 1.501 lectores pertenecientes a las profesiones liberales. La Biblioteca estaba abierta los días laborables, de cuatro de la tarde a diez de la noche, y los domingos de diez de la mañana a la una de la tarde.

En la otra se informaba que un claustro extraordinario de la Universidad Central, al que habían acudido pocos catedráticos, había acordado proceder a la rectificación de su censo electoral y no admitir en dicho censo a los doctores que habían obtenido su título sin la previa aprobación de su tesis doctoral, lo que había sido permitido por una disposición ministerial de Julio Burell que había sido severamente criticada en los medios académicos.

En la sección de Ciencias Sociales y Económicas firmaba el catedrático de Economía y Hacienda de la Universidad de Murcia, Ramón Carande (n.1887), otro expensionado de la JAE, un trabajo sobre «Las contribuciones especiales de nuestra Hacienda municipal y aparecía otra colaboración, sin firma, sobre «La administración del ejército francés». En el apartado de Libros y Revistas de esa sección se resumían dos artículos aparecidos en The Economist, de diciembre de 1917, sobre «La supresión de los intermediarios» y «El valor económico de Alsacia y Lorena».

Jueves 24 enero 1918

En su sección Geografía e Historia el responsable de la hoja Alfonso Reyes (n.1889) presentaba un largo texto sobre «Américo Vespucio». En el apartado Libros y Revistas había dos colaboraciones. En una de ellas el catedrático del Instituto de Guadalajara, y también expensionado de la JAE en Francia, Juan Dantín Cereceda (n.1881) reseñaba el Anuario del Observatorio de Madrid para 1918, del que ya se ofreció información en esta bitácora (ver aquí), obra que contradice las afirmaciones que recientemente se hacían en una entrada de la bitácora «Geografía infinita» sobre los masones como primeros meteorológos de España (ver aquí). En otra se hacía un amplio extracto del artículo publicado por Julián Juderías (n. 1877) en la revista La Lectura sobre «España y sus políticos en tiempos de Mendizábal, según lord Clarendon».

Viernes 25 enero 1918

Ese día se ofreció puntual información de una serie  de conferencias que se habían impartido el día anterior en diversos lugares de Madrid.

Por ejemplo en el Ateneo la sección de Artes plásticas dio la palabra al académico de Bellas Artes Narciso Sentenach (n. 1853), quien disertó sobre El Real Sitio de la Granja que acababa de sufrir un pavoroso incendio; en la sección de Ciencias continuó un animado debate sobre una memoria que proponía la modificación de la enseñanza de la Medicina, en el que participaron, entre otros, el doctor Cortezo (n.1850),  y Madinaveitia hijo, en representación de los alumnos que habían elaborado la memoria que se discutía.  Por su parte el catedrático de instituto José Augusto Sánchez Pérez (n.1882) comentó que había presentado una propuesta para modficar la Segunda Enseñanza. Y en otra sala del Ateneo el abogado gallego Francisco Alvarez Pena disertó sobre «El regionalismo gallego».

Simultáneamente en la Sociedad Geográfica de Madrid dio una conferencia Eduardo Moreno García sobre la Unión Postal Universal y el funcionamiento del servicio de correos español.

En la sección Ingeniería y Arquitectura su responsable el ingeniero Federico de la Fuente firmaba el artículo «Gasificación comparada Paris-Madrid» que aparecía junto a otro texto, no firmado, dedicado a la travesía del Atlántico en aeroplano. En él se analizaba la posibilidad de emprender el salto trasatlántico con un aeroplano de 1.500 caballos de potencia como pretendía un aviador italiano, lo que según el autor anónimo de ese texto » no consideraba posible la mayor autoridad española en cuestiones de aviación, el capitán de Ingenieros D. Emilio Herrera (n. 1879), jefe del aeródromo de Cuatro Vientos, sobradamente conocido por sabios y profanos para que no sean precisos ni el elogio, ni la presentación», al que ya se ha dedicado otra entrada en esta bitácora. (ver aquí). En el apartado Libros y Revistas había noticias de siete aportaciones, procedentes de publicaciones españolas y extranjeras. Entre las primeras cabe destacar la información de una polémica que se estaba produciendo en las páginas de la revista Madrid científico sobre la política forestal e hidráulica española entre el ingeniero de Caminos Pedro M. González Quijano (n. 1870) y el ingeniero de Montes Nicolás Ricardo García Cañada y la presentación de la obra del profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid Joaquín Portuondo y Barceló Estudios de economía social y fragmentos, después de que el editor del libro, Antonio Portuondo, también ingeniero de Caminos,le pidiese expresamente ayuda al propietario de El Sol para le ayudase a difundir la obra, como se aprecia en la siguiente carta:

Carta de Portuondo a Urgoiti

 

Sábado 26 enero 1918

Las dificultades de la situación sociopolítica española  iban in crescendo a finales de enero. Se suspendieron las garantías constitucionales en Barcelona y se detuvo al diputado Marcelino Domingo. El editorial de El Sol de ese día se titulaba «Mientras se ataja la anarquía de los de abajo, hay que remediar la anarquía de los de arriba». Madrid seguía a oscuras al persistir los problemas en su alumbrado.

Por otra parte el corresponsal del periódico en Lisboa, Alejo Carrera, presentaba al nuevo hombre fuerte de Portugal -Sidonio Paes- como un hispanófilo.

En la sección Derecho y Legislación su responsable Fernando de los Ríos (n. 1879) firmaba un artículo sobre «El juicio de «amparo» en el Derecho mejicano» y la protección de la justicia al atropellado arbitrariamente. Y Pablo de Azcárate (n.1890) organizó la parte de la sección dedicada a Libros y Revistas, extractando, por ejemplo, tres artículos del Journal du Droit international.

Domingo 27 enero 1918

La primera página del ejemplar de ese día estaba dominada por el agravamiento del problema de los transportes, una de las causas del desabastecimiento de los productos de primera necesidad en las ciudades españolas, y por un nuevo ataque de los submarinos alemanes a la flota mercante hundiendo en esa ocasión al vapor «Giralda» que en su viaje de Huelva a Pasajes había sido hundido en aguas portuguesas frente a Guardia.

La Hoja Literaria de ese día ofrecía  cuatro textos. Uno de José Ortega y Gasset (n.1883), «Estafeta romántica. Un poeta indio» a propósito de la obra de Rabrindanath Tagore que la pareja Zenobia Camprubí-Juan Ramón Jiménez estaba dando a conocer al público hispano. Otro de Enrique Díez-Canedo (n.1879) , quien dedicaba su Apunte semanal a dar a conocer las investigaciones del orientalista doctor Joseph Charles Mardrus sobre «La reina de Saba». El tercero correspondía a una colaboración de Eugenio Noel (n.1885) sobre «Una visita a la Basilica de Atocha», un panteón de hombres ilustres inacabado. Y el último era el folletón semanal de Ramón Pérez de Ayala (n.1880) titulado Las máscaras, que en esa ocasión titulaba «El bien y la virtud», donde proseguía su análisis de la obra teatral Antonio Roca.

En la sección Agricultura y Ganadería el lector de El Sol se encontraba con la habitual colaboración del responsable de esa sección Luis de Hoyos Sainz (n.1868), quien en su recorrido por la España agrícola concentraba su atención ese día en «Las viñas de España en 1917» presentando cuatro aspectos de esa cuestión: la primacía de la agricultura en el producto nacional bruto español; la superficie total del cultivo de la vid y su disminución desde hacía un cuarto de siglo; una presentación de las regiones que habían perdido y ganado vides, y un análisis del mapa de la distribución de los cuatro grupos de provincias peninsulares productoras de vid.

En él distinguía el grupo central-levantino formado por 11 provincias  que poseían más de 50 mil hectáreas de viñedos, entre las que destacaba Ciudad Real con 148.817 hectáreas; el grupo formado por 14 provincias, rayadas verticalmente en el mapa, con una superficie variable de 15 a 50 mil hectáreas; el grupo formado por 13 provincias, fundamentalmente serranas o pastoriles,  marcadas con puntos islotes discontinuos con una superficie que oscilaba entre las 12 mil hectáreas de Teruel y Sevilla a las 5 mil hectáreas de Almería, Huelva y León; y el formado por las 9 provincias, fundamentalmente las cantábricas,  que no tenían condiciones para el cultivo de la vid que aparecíane en el mapa en blanco.

 

Viñedos 27 enero 1918 IMG_6414

La distribución de los viñedos en la España de 1917                         según Luis de Hoyos Sainz

 

 

Y también pudo leer un texto titulado «Contra las plagas de langosta». Se trataba de un amplio extracto de la «notable» conferencia  que había impartido el viernes 25 de enero de 1918 en la Asociación de Agricultores de España sobre las plagas de langosta el ingeniero agrónomo, profesor de la Escuela donde se formaban esos ingenieros, y director de la Estación de Patología vegetal Leandro Navarro (n.1861), quien realizó importantes labores en el pueblo de mi padre Mora de Toledo, donde salvó su riqueza olivarera combatiendo plagas que afectaron a sus olivos allá por 1912 (ver aquí).. En ella se detuvo en explicar los procedimientos artificiales que eran usuales en España para aminorar la intensidad de esas plagas, de cuya relevancia a lo largo de la historia disponemos de una magnífica visión de conjunto gracias al libro de Antonio Buj  Plagas de langosta. De la plaga bíblica a la ciencia de la acridología que se presentó hace unos meses en el Museo Nacional de Ciencias Naturales (ver aquí).

Lunes 28 enero 1918

Ese día el lector de El Sol era informado en una misma página de: un mitin que se había celebrado en la Casa del Pueblo de Madrid para protestar contra los sucesos de Alicante y Málaga donde se habían producido protestas contra el incontenible alza de los precios de los productos básicos en la dieta mediterránea, como el pan, y que habían sido severamente reprimidas; de las inversiones efectuadas por el Ayuntamiento de Madrid para incrementar el número de escuelas que impartían la enseñanza primaria; o del anuncio de la proyección en el cine Odeón de la impresionante superproducción cinemaográfica «La hija de los dioses», en la que habían intervenido 21.218 personajes y que estaba contemplando el todo Madrid, como se deduce de la lectura del diario de Manuel Machado (ver aquí).

También se daba noticia de la sesión inaugural de la Real Academia de Medicina. En ella intervino el doctor Francisco Huertas (n. 1847) con un discurso sobre el artritismo y las enfermedades del corazón donde denunció las carencias alimenticias de la población europea en la que un 75 por ciento comía mal por exceso y un 20 por ciento por defecto.

Por su parte en la sección Pedagogía e Instrucción Pública su responsable Lorenzo Luzuriaga (n. 1889) escribía el segundo de sus artículos dirigidos a las próximas Cortes que se deberían de constituir tras las elecciones que tenían que celebrarse el 24 de febrero. En esa ocasión su colaboración versaba sobre «La creación de escuelas» que en su opinión era la tarea más apremiante que el Parlamento tenía que llevar a cabo para impulsar la reconstrucción pedagógica del país. En su trabajo ofreció información sobre las escuelas que había que construir que estimaba en 26,000, cuyo coste  calculaba en 278 millones de pesetas. Y explicó las medidas que se habían tomado en Francia e Italia en tiempos recientes para superar sus déficits educativos.

Se complementaba ese artículo con otro firmado por M.L.N sobre «Una institución necesaria», iniciales que correspondían a la pedagoga María Luisa Navarro Margati (n. 1890), mujer de Lorenzo Luzuriaga. En él abogaba por sentar las bases en España de una enseñanza preescolar, donde se cuidase tanto a los niños pequeños de las clases obreras como de las clases medias, imitando la tarea ya emprendida en otros países donde existían instituciones modélicas, que podían servir como referentes. Tal era el caso de la institución berlinesa Pestalozzi Froebel-Haus, cuyo funcionamiento y características explicaba detenidamente a los lectores de El Sol.

En la parte de esa sección dedicada a Libros y Revistas se hacía un amplio extracto de un artículo editorial del número de noviembre de 1917 de la publicación norteamericana Journal of Educational Psychology sobre La psicología y la guerra.

Martes 29 enero 1918

El editorial de El Sol de ese día titulado «Los problemas vitales de la nación se han sobrepuesto al Gobierno» analizaba el estado depresivo en el que se encontraba el primer ministro Manuel García Prieto, desbordado por el cúmulo de problemas que se le acumulaban, siendo el último de ellos la posibilidad de que se declarase la huelga general en Barcelona.

En la primera página de ese artículo también había:

  • una curiosa carta dirigida por «Un chico del Instituto» al famoso periodista Mariano de Cavia a propósito de gazapos que se colaban en las página de El Sol;
  • información sobre la actitud del conde de Romanones ante las elecciones que se iban a celebrar en Madrid donde ya estaban haciendo campaña las candidaturas del «acuerdo monárquico», formado por mauristas, ciervistas y albistas, y de la conjunción republicano-socialista, encabezada por Pablo Iglesias y Julián Besteiro, quien se encontraba en la cárcel de Cartagena.
  • y una amplia cobertura sobre la actitud del imperio austro-húngaro sobre el desarrollo de la guerra, donde se habían producido «huelgas de hambrientos» y crecía el deseo de paz.

Por su parte en la sección Biología y Medicina su responsable el siquiatra Gonzalo R. Lafora (n.1886) firmaba el artículo «Perseguidos y litigantes» en el que analizaba la constitución psicológica de los perseguidos o de quienes se creen perseguidos al considerar que son «objeto de las asechanzas y zancadillas preparadas por los que tienen alguna relación directa o indirecta con ellos, y, merced a esto, su actitud es siempre de recelo, de desconfianza hacia todos».

Se complementaba ese artículo con información sobre libros y revistas donde J.N., iniciales de Juan Negrín (n.1892), extractaba el artículo «Las cápsulas suprarrenales y la lactancia» de Verdozzi, publicado en el tomo 66 de Archives italiennes de Biologie y otro del Journal de Physiologie et Pathologie Générale.

Miércoles 30 enero 1918

En una de las páginas interiores del periódico se daba amplia cobertura a la conferencia que había dado el día anterior, martes 29, en la Asociación de Agricultores sobre «El cultivo del algodón en España» el ingeniero agrónomo de la Sociedad General Azucarera Enrique Cremades, colaborador habitual de la hoja de  El Sol dedicada a la Agricultura y Ganadería, que se acompañaba de un cuadro estadístico del consumo en España de esa fibra textil entre 1913 y 1917.

En la sección dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas su responsable el economista y catedrático de la Universidad Central Luis Olariaga (n.1885) firmaba el artículo «Problemas de la guerra. La crisis de los alimentos en los países neutrales y sus remedios». Y en el apartado dedicado a libros y revistas se extractaban tres artículos de The Economist, de 24 noviembre 1917, sobre los efectos de la guerra sobre la población civil de los países beligerantes; de L’Economiste Francçaise de 8 de diciembre de 1917 sobre la liquidación de las deudas creadas por la guerra y un artículo de León Baretti de la Revue d’Economie Politique de julio-agosto 1917 sobre la concentración de los bancos en Inglaterra.

Jueves 31 enero 1918

Ese día El Sol daba cobertura al artículo del político nacionalista vasco Eduardo de Landeta (n.1862)  «La ficción separatista» en el que exponía tesis del partido «bizkaitarra» como la de que «el reconocimiento de esa nacionalidad vasca no significa, ni se pretende que sea, una separación del Estado español. ..Porque con y dentro del Estado español cabe y encaja perfectamente, cumplimentando todos sus deberes, la nación vasca, con todos los derechos y atributos inherentes a la nacionalidad».

También resumía el debate celebrado en el Ateneo el día anterior -miércoles 30 enero- en la tercera sesión dedicaca a debatir las modificaciones que había que introducir en la enseñanza de la Medicina. En ella intervinieron los doctores Pena, que enumeró los defectos de la primera y la segunda enseñanza, Pittaluga (n.1876) quien sostuvo que «a las aulas debe concurrir todo el que lo desee, sea o no alumno» , que «el estudiante debe aprender con quien quiera, sea o no catedrático», que en los tribunales debía haber un profesor agregado «que haya convivivo, por lo menos, un curso con el examinado» y que se conservasen la tesis del doctorado y el examen de Licenciatura.

En la sección Historia y Geografía se publicaron dos artículos.

El primero, titulado «En torno al índice de un libro», lo firmaba Alfonso Reyes (n.1889). En él presentó a los lectores de El Sol los contenidos del volumen XIV de la Historia de la Literatura inglesa, que publicaba la Universidad de Cambridge, ofreciendo un cuadro de materias que le pareció al crítico mexicano de El Sol muy atractivo, siendo las siguientes: «Filósofos. Historiadores. Biógrafos. Oradores políticos. Prosa crítica y miscelánea. El periodismo. Revistas universitarias. La caricatura. La literatura de los deportes. Los viajes. Las ciencias. La educación. La última evolución lingüistica.»

El segundo era el trabajo del historiador vasco Segundo de Ispizúa (n.1869) «Amérigo Vespucci» en el que contradecía los planteamientos que había hecho el jueves anterior Alfonso Reyes en las páginas de El Sol sobre ese navegante florentino al resumir el libro que había publicado recientemente el americanista Henry Vignaud (n.1830) sobre ese marino que daría nombre al continente americano.

En el apartado de libros y revistas de la sección se extractaban cuatro artículos de los que destaco el que había publicado Bonifacio Hompanera en la revista La Ciudad de Dios sobre «El helenismo en España durante el siglo XIX», y la reseña que hacía Juan Dantín Cereceda (n. 1881) del artículo que había publicado L. de Launay sobre las aportaciones a la geología de Albert de Helmstaedt o Alberto de Sajonia, profesor y rector de la Universidad de París a mediados del siglo XIV, en un ejemplar de la revista La Nature de 12 de enero de 1918 .

 

 

 

 

 

 


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Siete días de ciencia, cultura y educación en «El Sol»: la tercera semana de enero de 1918

Entre el martes 15 y el lunes 21 de enero de 1918 el sector democrático de la opinión pública española, representado por el diario El Sol, concentró su atención en el inicio de la campaña electoral que se puso en marcha para renovar el Congreso de los Diputados,  y en constatar el progresivo deterioro de la situación social al proliferar las revueltas por hambre en diversas ciudades del arco mediterráneo, desde Málaga a Barcelona pasando por Alicante, ciudad en la que en una de esas protestas colectivas se produjeron tres muertos y veinticinco heridos según informaba El Sol  el 20 de enero.

En el plano internacional, quienes hacían ese periódico resaltaban los aspectos que manifestaban un debilitamiento de las potencias centrales como la sublevación habida en Kiel donde la marinería había matado a 38 oficiales de la marina imperial alemana. Los intelectuales españoles seguían con gran expectación el desarrollo de los acontecimientos bélicos como revelaba el ciclo de conferencias que inició esa semana Manuel Azaña, en la órbita del Partido Reformista por aquel entonces, sobre la política militar de la República Francesa. En esos conocimientos expuestos por Azaña en el Ateneo se cimentaría su fama de experto en cuestiones de defensa que le llevaría a ser ministro de la Guerra cuando se proclamó la Segunda República el 14 de abril de 1931.

Precisaré ahora el papel de las cuestiones científico-técnicas, culturales y educativas en las páginas de ese diario a lo largo de la tercera semana de 1918.

En la sección de Biología y Medicina del martes 15 de enero lo más relevante fue la contribución de Gonzalo Rodríguez Lafora sobre «La mentira patológica» o mitomanía. En él informaba de las características de lo que desde Antón Delbrueck, quien había descrito por primera vez este cuadro patológico en 1891, se conocía con el nombre de pseudología fantástica, una manifestación patológica de la fantasía y de la crítica, muy común entre los individuos psicopáticos y aun entre los normales.  Consistía ese trastorno de la conducta en exagerar todo, en llenar de detalles fantásticos las narraciones y creer o casi creer el que lo cuenta que estos productos de su alterada fantasía son verdad. Según Lafora este fenómeno autosugestivo era muy común en España, y en su opinión – que avivaba prejuicios antisureños al confundur una parte por el todo- muy característico de los andaluces, argumentándolo de esta manera: «Quién no exagera en esta bella región? La vivacidad imaginativa del andaluz y la rapidez de su charla favorecen grandemente esta falta de inhibición o de autocrítica. Los chistes y cuentos populares que se refieren a este afán de exagerar en los andaluces son numerosos, y en ellos la perspicacia popular ha fijado con precisión el carácter psicológico más saliente del andaluz».

Ese día también El Sol se hacia eco de un artículo aparecido en El Siglo Médico, el decano de la prensa médica, sobre la situación de la salud pública en Madrid.

El miércoles 16 de enero además de informar sobre la conferencia dada por Azaña en el Ateneo, a la que aludí anteriormente, se insertó un artículo de Pedro Mourlane Michelena (n.1888) en el que se hacía eco de la campaña existente en Bilbao para crear una Universidad en esa ciudad vasca.

Y en la hoja dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas el economista Luis Olariaga (n.1885)  dedicaba su colaboración de ese día a continuar un artículo iniciado la semana anterior en el que presentaba a sus lectores las soluciones dadas por los principales países del mundo para abordar el problema de la huelga en los servicios ferroviarios.

El ejemplar del jueves 17 de enero se iniciaba con el editorial «La falta de todo. Con el pan ocurrirá lo mismo» que revelaba la crítica situación de desabastecimiento de productos de primera necesidad que estaba viviendo el país. Pero el lector también era informado de la conferencia impartida en el Ateneo Científico de Valencia por el doctor Gustavo Pittaluga (n. 1876), quien era catedrático de Parasitología y Patología Tropical de la Universidad de Madrid, sobre Alimentación e Higiene, destinada a combatir los estragos causados por el hambre en todo el país. Pittaluga se había afiliado recientemente al Partido Republicano Radical que dirigía Alejandro Lerroux (n. 1864), y su viaje a tierras levantinas estaba relacionado con el hecho de que se presentaba como candidato a las elecciones recién convocadas al Congreso de los Diputados como candidato por el distrito de Alcira.

Por su parte en la hoja dedicada a Geografía e Historia se podía leer un texto de Alfonso Reyes (n. 1889) sobre «Gracián y la guerra» al hilo de una reflexión que había hecho el crítico del Times sobre la literatura generada por la gran guerra y sobre la era de la literatura bélica que según Reyes empezaba con Stendhal. También se publicaba en esa sección una amplia noticia acerca de todas las ediciones realizadas a lo largo del año 1917 sobre  los clásicos castellanos -como Cervantes, fray Luis de León, Lope de Vega, Quevedo, Rojas Zorrilla, entre otros- con abundante información y con una valoración respecto a la aparición de un público lector exigente que «no sólo ha manifestado nueva afición a las lecturas clásicas, sino que, en proporción apreciable, ha acabado por interesarse en los problemas mismos de la edición».  En esa edición de clásicos castellanos realizaban una notable labor los filólogos del Centro de Estudios Históricos de la JAE, y la editorial Calleja, que tenía como director literario a Juan Ramón Jiménez.

Y se tenía acceso a un informe de Juan Dantín Cereceda (n.1881)  sobre el Anuario estadístico de España. Año III, 1916, del que ya se había ofrecido información días antes en El Sol, (y que está accesible aquí) lo que revelaba el interés existente por el notable desenvolvimiento de la ciencia de los números en la sociedad española de los años en torno a la Gran Guerra, como consecuencia probablemente del fortalecimiento del aparato burocrático del Estado liberal. Dantín constataba que «la estadística es algo muda y estática: ni nos habla de las causas que originaron el número, ni nos anticipa las probables consecuencias». Y añadía: «Pero es, con todo, indispensable la recolección y ordenación de estos materiales que, más tarde, el geógrafo, el economista y el sociólogo habrán de interpretar y analizar».  De la lectura de tanta información ofrecida en ese Anuario, sobre todo de los capítulos relacionados con la política y la cultura, obtuvo una impresión deprimente que transmitió así a sus lectores: «muchas de las farsas de nuestro tablado nacional continúan representándose, no sin aplauso de zurupetos, rufianes y papanatas. El 59 por 100 de la población española no sabe leer ni escribir ¡todavía! y hay provincias (Málaga) en que esta proporción alcanza al 79,46«.

El lector del viernes 18 enero quedaba informado de cómo Italia había movilizado hasta entonces al 12 por ciento de su población para afontar su participación en la contienda mundial; podía contemplar una caricatura de Bagaría (n. 1882) denunciando la lacra del caciquismo -que reproduzco a continuación-; tenía noticia de una importante conferencia impartida en el Ateneo de Madrid por el historiador y crítico de arte Aureliano Beruete y Moret (n. 1876) sobre «Goya, grabador» y sabía de una serie de renuncias producidas en el Instituto de Higiene Escolar para denunciar la inoperancia de ese ente administrativo.

Bagaria El cacique y su candidato 18 enero 1918

A su vez en la hoja dedicada a Ingeniería y Arquitectura Federico de la Fuente en su artículo «La compañía madrileña del gas. Una concesión de ciento quince años» analizaba los privilegios y criticaba el deficiente funcionamiento de la empresa responsable de suministrar una fundamental fuente de energía para el alumbrado de la ciudad de Madrid. Por su parte en un artículo no firmado titulado «Las presas de pantalla ondulada» se encomiaba la labor del ingeniero e inventor Juan Manuel de Zafra y Esteban, pionero en su defensa de las construcciones en hormigón armado, quien además «de las numerosas obras de ingeniería que ha proyectado y construido, ha hecho algo que vale más todavía. Ha formado en su cátedra de la Escuela de Caminos una generación de ingenieros, que no miran al hormigón armado como una resultante del empirismo y de la osadía, sino como algo científicamente estudiado y prácticamente conocido, que puede manejarse en la construcción con la misma seguridad y certeza que el acero». Ese elogio se producía porque el autor de ese artículo había repasado la colección de la revista nortemaericana «Engineering» de 1917 y leyó en el número de 31 de agosto la conferencia que había dado ante la Sociedad Americana de Ingenieros Civiles L.R. Jorgensen, acerca de las presas de los lagos californianos Gem y Agnew formados por el río Rush. En ellas se había explicado cómo se habían construido pantallas de hormigón armado en forma ondulada, idea que había sido expuesta seis años antes por Juan Manuel Zafra en el Instituto Español de Ingenieros Civiles.

El ejemplar del sábado 19 enero que se abría con el editorial «Los tiempos nuevos. Necesidad de un gobierno de integración nacional» tenía un considerable sesgo económico. Ante el incremento del malestar social por el problema del desabastecimiento que encarecía todos los productos de primera necesidad la Cámara de Comercio de Barcelona propuso la celebración de una Asamblea de Cámaras de Comercio. Y en otra noticia se hacían previsiones sobre la evolución del mercado bursátil para el año recién iniciado.

Por su parte en la hoja sobre Derecho y Legislación Fernando de los Ríos dedicaba su colaboración semanal a explicar «La teoría de los plenos poderes» aplicada por ciertos países para hacer frente a los desafíos bélicos.

El domingo 20 de enero el diario informaba de una conferencia dada por el joven químico argentino Horacio Damianovich (n. 1883), profesor de Física-Química de la Universidad de Buenos Aires, en el salón de actos de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central. Asistieron a su disertación, entre otros, el rector el químico José Rodríguez Carracido (n. 1856), el decano de la Facultad el matemático Luis Octavio de Toledo (n. 1857) el catedrático Alberto Segovia Corrales (n. 1853), los ingenieros Leonardo Torres Quevedo (n. 1852) y Enrique Hauser (n.1866), y el embajador argentino Marco Avellaneda que representaba a su país en Madrid desde 1916. Se ratificaba así la relativa intensidad en aquel momento de las interrelaciones entre científicos españoles y argentinos como ya se vio en la cobertura dada por El Sol dias atrás al viaje efectuado a Buenos Aires por el matemático Julio Rey Pastor en 1917.

Y el ejemplar de ese día ofrecía a sus lectores una Hoja literaria en la que destacaban las colaboraciones de Miguel de Unamuno sobre «La sombra de Sagasta«, de Enrique Díez-Canedo que dedicaba su apunte semanal en esa hoja a la elección del prestigioso médico Carlos María Cortezo y presidente de la Academia de Medicina para ocupar el sillón h de la Academia de la Lengua, haciendo consideraciones irónicas al respecto, y un interludio cómico firmado por  Ramón Pérez de Ayala.

En la hoja dedicada a Agricultura y Ganadería Luis de Hoyos Sainz (n.1868) dedicaba su sección «Por la España agrícola» a evaluar lo que sería la próxima cosecha de trigo, basándose en el estudio efectuado por el Servicio Agronómico sobre las superficies y estado de los trigales de 1918. Se temía un gran déficit, pero Hoyos Sainz discrepaba de tan pesimistas estimaciones por otras informaciones que había recabado, instando a los agricultores a sembrar trigo para «hacer patria y quitar hambre». Por su parte el ingeniero agrónomo Enrique Cremades continuaba ofreciendo información, como  en colaboraciones anteriores, sobre el cultivo del algodón en España.

Finalmente el lunes 21 enero el lector de El Sol tras leer un editorial en el que se planteaba una antinomia entre «Los viejos gobiernos y la nueva política», o conocer el análisis que efectuaba su colaboradora Beatriz Galindo sobre el protagonismo de las mujeres en las manifestaciones contra el hambre que proliferaban por aquellos días en muchos puntos del país, llegaba a la última página del diario dedicada a la sección de Pedagogía e Instrucción Pública.

En ella tenía acceso a dos interesantes aportaciones.

Una de ellas era un amplio y denso artículo del responsable de la sección, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n. 1889), titulado «Para las próximas Cortes. La reconstrucción de nuestra enseñanza nacional». Luzuriaga advertía en él cómo las próximas Cortes tendrían que resolver una serie de problemas «de una gravedad sin precedentes en la historia parlamentaria de España», entre los que destacaba el de «nuestra educación nacional».

Presentaba luego un diagnóstico de ese problema destacando cómo desde 1898 apenas había mejorado la educación nacional, siendo muy débiles los progresos en la lucha contra el analfabetismo -si en 1900 había en España 11.874.890 analfabetos, en 1911 eran  11.867.455 según el censo oficial- e incrementándose el déficit escolar: si en 1903 había para cada escuela 796 habitantes, en 1917 ascendían a 800.

Y denunciaba, tras comparar el sistema educativo español con el de otros países, la carencia de «un ideal y de un sistema de educación nacional». Y así, desde el punto de vista organizativo «nuestra enseñanza se presenta como una suma o, mejor, como un conglomerado de instituciones aisladas que están entre sí como compartimentos estancos». Ilustraba esta constatación manifestando cómo en la enseñanza primaria no había ninguna referencia a la secundaria y cómo esta tampoco tenía ninguna comunicación real con la universitaria y especial superior. Y al lamentarse de las carencias de las diversas secciones del sistema educativo señalaba que «los institutos son en su mayoría mera yuxtaposición de clases y profesores, sin más unidad o relación que la puramente administrativa o espacial, y lo mismo se puede decir de la enseñanza superior, si bien en los últimos años ha habido un comienzo de vida corporativa en alguna universidad».

Para superar «el atomismo» y «la anarquía pedagógica» de ese sistema de instrucción pública consideraba que la solución idónea consistía en impulsar una política pedagógica, que era una tarea que debía de contar con el apoyo de un esfuerzo sindical, organizado, del personal docente, y con una favorable influencia del ambiente social y político. De esa manera «se evitarán también esas recetas burocráticas, ese tejer y destejer, esos palos de ciego que vienen dándose tan ineficazmente, un año tras otro, desde nuestro Ministerio de Instrucción Pública, que en realidad no tiene de ministerio más que la sombra de su nombre».

Esa contribución de Luzuriaga se complementaba con el artículo sin firma titulado «El dibujo en las escuelas de París». En ese trabajo se ofrecía información, basada en un número extraordinario de la nueva revista Les Arts Françaises, de una exposición que se había celebrado en París en el verano de 1917 titulada «El dibujo en las escuelas de París, durante la guerra». En ella se presentaron trabajos alumnos de todas las escuelas públicas de la capital francesa, no sólo de las vinculadas a la enseñanza primaria, sino también las relacionadas con la enseñanza profesional. Eran dibujos de observación, de memoria, geométricos y de composición decorativa, que se mostraban en los grabados de la mencionada revista, cinco de los cuales podían apreciar los lectores de El Sol y que se reproducen líneas abajo. El comentarista anónimo de este diario, quizás el mismo Luzuriaga o alguien de su entorno, señalaba «el espíritu que anima esta enseñanza es de la vida misma. De aquí surge una gran variedad de modelos, tomados de todos los reinos de la naturaleza y de todas las industrias, y así se introduce también una gran riqueza de aspectos, de formas y de colores».  Además de explicar cómo se efectuaba la enseñanza del dibujo en Francia el articulista valoraba la importancia que tenía su reciente incorporación al sistema escolar en varios países, como España, de esta manera:

El dibujo ha sido una de las últimas materias de enseñanza -acaso la última- que han sido introducidas en los programas escolares de todos los países. Pero al mismo tiempo ha sido también la materia que, dentro de ellos, mas rápidamente se ha elevado al plano de las enseñanzas fundamentales. Considerado, en efecto, hasta hace poco tiempo – y así es aún mirado en España- como una «asignatura de adorno», se le reconoce, generalmente hoy, de una parte, como uno de los más poderosos medios educativos, y de otra, como uno de los instrumentos más importantes para la «expresión» -tanto como la lectura o la escritura- y para la «aplicación» técnica, como puede serlo la aritmética o la física.

Si ha sido grande el cambio que en la consideración pedagógica ha experimentado el dibujo, no lo ha sido menor el que han sufrido sus métodos de enseñanza. Durante bastante tiempo éstos se han limitado a la pasiva e ineficaz reproducción de láminas o de vaciados de obras clásicas, sin desarrollar la iniciativa personal ni cultivar la observación de la naturaleza. Esto ocurre todavía en la mayor parte de nuestros establecimientos de enseñanza, si bien últimamente se ha iniciado -por lo menos en la educación primaria- una radical transformación.

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Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la segunda semana de enero de 1918

La opinión pública española siguió con interés a lo largo de la segunda semana del 1918 las novedades procedentes del exterior y las relacionadas con la situación política española.

En la esfera internacional las noticias más destacadas en la prensa de aquel momento estaban relacionadas con las vicisitudes de la Gran Guerra -como la progresiva implicación norteamericana en el conflicto-, las negociaciones que el nuevo poder soviético realizaba con las potencias centrales en la ciudad bielorrusa de Brest-Litovsk y las grandes batallas que se estaban librando en el frente italiano. Pero también con los efectos en la república portuguesa del golpe militar de Sidonio Pais el 5 de diciembre de 1917, que provocó el exilio de Bernardino Machado, muy apreciado en los círculos liberales y democráticos españoles.

Evidentemente el hecho más destacado en la esfera internacional de aquella semana fue el importante discurso del presidente Woodrow Wilson en el Congreso norteamericano el 8 de enero de 1918. En él expuso las catorce condiciones que Estados Unidos consideraba imprescindibles para que acabase la guerra y que inspirarían meses después las negociaciones que concluirían con el Tratado de Versalles en 1919.

En cuanto a la política española  lo más significativo fue el decreto de disolución de las Cortes firmado por Alfonso XIII con la consiguiente convocatoria de elecciones y el incremento de la tensión social, sucediéndose revueltas y motines en diversas partes del país, como consecuencia del progresivo incremento de los bienes de mayor consumo como el pan que generaba hambre entre las clases populares. Las dificultades de abastecimiento con motivo de la guerra eran crecientes debido al torpedeo sistematíco de buques mercantes españoles por submarinos alemanes y a vergonzantes maniobras de especuladores.

En el marco de ese horizonte internacional  y nacional las hojas científicas y culturales de El Sol, que ya fueron presentadas en la entrada anterior, proporcionaron información variada a sus lectores, que resumo a continuación.

El Sol Biologia y Medicina

El martes 8 de enero de 1918 la sección de Biología y Medicina dio cabida a un texto del cardiólogo y expensionado de la JAE Luis Calandre (n.1890) que ejercía de médico de la Residencia de Estudiantes. El artículo se titulaba «Baños de sol». Dirigido fundamentalmente a médicos, pero también a maestros y padres, tenía como objetivo dar a conocer una serie de nociones sobre la Helioterapia o tratamiento por los baños de sol para que sus lectores pudieran hacer un uso adecuado de ese recurso terapéutico, administrándolo adecuadamente. Calandre lo consideraba un antídoto eficaz para luchar contra la tuberculosis que entonces diezmba a la población española.

Para hacerse una idea de su tenor reproduzco su primer y último párrafo.

La energía radiante que nos viene del sol, es una fuente de vida y de salud; nosotros, sin embargo, solemos esquivarla. El organismo del hombre está hecho para vivir en la atmósfera, y se encuentra, por tanto, en su verdadero elemento cuando está expuesto a la acción del aire y de la luz. Desearíamos que esto no lo ignorase ningún padre, ningún maestro, ni ningún médico. Dirigiéndonos especialmente a estos últimos, nunca insistiremos bastante en aliviar los beneficios que pueden obtenerse con el empleo de los baños de sol. ¡Cuántos tuberculosos hay por los pueblos –pueblos de hermoso clima y de buen sol- que se van consumiendo en sus alcobas cerradas, sombrías, saturadas del olor de medicinas, y que podrían curarse bien, viviendo a plena luz!

………

En Puericultura, el baño de sol es un factor higiénico de primer orden. ¡Qué bellos resultados se obtendrían si las madres considerasen entre los cuidados diarios que tienen para con sus niños, el tenerles un rato desnudos al sol, bien en su habitación, en una azotea, en el jardín, en el campo o en la playa! Hoy se admite que la infección tuberculosa se hace, por regla general, durante el período de la infancia: los gérmenes se fijan en los ganglios linfáticos, en los cuales pueden permanecer acantonados viviendo una vida latente durante muchos años. Pero si, por un motivo cualquiera, se debilita la resistencia del organismo, pueden entonces los gérmenes salir de los ganglios, repartirse por otros órganos y producir acaso una meningitis, un tumor blanco, una tuberculosis pulmonar, una peritonitis. Tengan bien presente las madres que nada hay que pueda fortalecer tanto a los niños y hacerlos resistentes, como la vida al aire libre y al sol.

También en las colonias escolares debiera hacerse habitual la práctica de los baños de sol, con objeto de intensificar los beneficios que los niños pueden obtener durante esas temporadas de permanencia en el campo o en la playa.

Los consejos de Calandre fueron inmediatamente amplificados al día siguiente en El Sol de 9 de enero de 1918 por Beatriz Galindo que tituló la columna de su Diario de la mujer «El sol y el aire en el hogar» para insistir en las virtudes de los baños de sol, un símbolo de la higienización de la sociedad española en la que estaban involucrados los «iluministas» que hacían El Sol.

Conviene anotar también que el interés de Calandre por la higiene escolar que se deduce de la lectura de este artículo explica que meses después, en 1919, la JAE le designase encargado del Servicio de Inspección y Asistencia Médica Escolar en el Instituto-Escuela creado en mayo de 1918, cuestión que abordaremos cuando lleguemos a ese momento.

En la sección Libros y Revistas que acompañaba al texto de Calandre el responsable de la sección el siquiatra Gonzalo Rodríguez Lafora (n. 1886) efectuaba hasta nueve reseñas de otros tantos artículos aparecidos en revistas científicas británicas, alemanas y francesas. De ellos me ha llamado la atención la noticia que ofrece Lafora del texto publicado por el oftalmólogo Nathaniel Bishop Harman en British Medical Journal de 17 febrero 1917 sobre la Acción del cinematógrafo sobre los ojos de los niños. En él se ofrecían una serie de consejos para que ese tipo de espectador disfrutase del nuevo «mass media» que irrumpía con fuerza en el panorama cultural de hace un siglo.

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El miércoles 9 enero de 1918 el economista Luis Olariaga (n.1885) , responsable de la sección Ciencias Sociales y Económicas, abordó el problema de la regulación del derecho de huelga en España a propósito de las gestiones que estaba haciendo la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España para readmitir a los centenares de trabajadores que había despedido a propósito de la huelga general que había tenido lugar en agosto de 1917.

El Sol Historia y Geografía

En la sección Historia y Geografía del jueves 10 de enero 1918 aparecían dos amplias colaboraciones. Una del catedrático de Agricultura del Instituto General y Técnico de Guadalajara Juan Dantín Cereceda (n.1881), que ocupa un lugar destacado en el diccionario on line JAEeduca, que estamos elaborando (ver aquí). Su contribución se titulaba «El relieve de España. Estado actual de la carta topográfica de España». En ella este renovador de los estudios geográficos prestó atención al estado en el que se encontraba la elaboración de la carta topográfica de España.

Informó entonces a sus lectores de la labor desempeñada por el Instituto Geográfico y Estadístico que se hallaba en ese momento «en una fase de gran actividad». Destacó al respecto los notables trabajos que estaba realizando el ingeniero José María Torroja Miret (n.1884) quien estaba levantando el relieve de la sierra de Guadarrama y de otras partes del sistema central divisorio -según denominación del propio Dantín- mediante el método fotoestereoscópico, basado en el estereoautógrafo. Este invento hecho en 1912 por el capitán austríaco von Orel permitía el trazado automático de las isohipsas y líneas notables del terreno reproducido en fotografías estereoscópicas. De él había informado el propio José María Torroja en «Notas sobre el método fotográfico estereoscópico», publicadas por Asociación Española para el progreso de las ciencias. Congreso de Madrid (celebrado en 1913), Tomo IX, 1916, y previamente en 1913 en el Institut d’Estudis Catalans. (ver aquí).

También aludió a la labor del servicio geográfico que financiaba la Diputación de Barcelona para levantar, en curvas de nivel, el mapa topográfico de Cataluña, de la que tuvo noticia por el tomo publicado hace muy poco por el Consell de Pedagogia de la Mancomunidad Catalana, «en el que se detallan sus numerosos y ricamente dotados centros de investigación y de cultura». Y al «excelente mapa del Imperio de Marruecos» que había levantado también en curvas de nivel el Estado Mayor del Ejército, estudiado recientemente por Luis Urteaga.

marruecos

Por su parte, el responsable de la sección, el polígrafo mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración «La América de Chateaubriand» a exponer cómo «a partir del descubrimiento la idea americana ha sido para la mentalidad de Europa una positiva idea fuerza», habiendo alimentado una literatura de sueños políticos o utopías, impulsando aventuras como la emprendida por los pasajeros del Mayflower, u obras literarias. Entre ellas ocupaba un lugar destacado la producción de Chateaubriand pues a través de su prisma habían contemplado a América los europeos de la primera mitad del siglo XIX. Alfonso Reyes, inspirándose en la obra Etudes critiques de Bédier de 1903, -accesible aquí- subrayaba cómo el viaje de Chateaubriand por tierras americanas, a partir de su desembarco en 1791, además de ser un viaje sentimental tenía propósitos científicos. Y no me privo de transcribir su argumentación: «Ultimo historiador del llamado ´hombre de la naturaleza´, Chateaubriand observa las hordas americanas al margen de sus lagos, notando sus varias formas de gobierno; arqueólogo, explora las salvajes ruinas del Scioto; filósofo, conversa, bajo los árboles del Erie, con los sofistas de la cabaña; naturalista, recoge para el señor de Malesherbes descripciones de la fauna y la flora del Canada; viajero, aspira al descubrimiento del mundo polar». Pero a renglón seguido Reyes se plantea la cuestión, siguiendo una amplia tradición crítica, de discernir lo que había de cierto y de imaginario en los viajes de Chateaubriand para dar luz «sobre los procedimientos literarios del gran viajero, sobre su psicología de escritor, sobre los problemas de la creación estética». Y entonces realiza una disección sobre las principales obras americanistas de Chateuabriand, particularmente Atalapara concluir que tanto en su viaje como en su obra se inspiró en otros autores y textos a los que refundió como fueron las obras de los jesuitas Lafitau y Charlevoix, quienes a su vez también fueron compiladores de otros viajeros precedentes.

La información de esta sección finalizaba con las noticias ofrecidas en la sección Libros y Revistas. En ella se presentaron, entre otros trabajos: el primer número de la Revista Histórica impulsada por recién creada Facultad de Historia de la Universidad de Valladolid; la edición realizada por el historiador Galo Sánchez  (n. 1892) en la Revue Hispanique de la autobiografía de Santiago González Mateo, en la que se ofrecía un friso lleno de detalles sobre las postrimerías de la España del Antiguo Régimen a finales del siglo XVIII y el trabajo que dedicase en el Boletin de la Real Academia de la Historia el bilbaíno marqués de Laurencín –Francisco Rafael de Uhagón (n.1858)- a la personalidad de ese singular autor gaditano que fue Mariano Pardo de Figueroa (n.1828), más conocido por su seudónimo de doctor Thebussen.

El Sol Ingeniería y ArquitecturaEl viernes 11 de enero de 1918 el ingeniero Federico de la Fuente, responsable de la sección Ingenieria y Arquitectura, firmaba un largo artículo «La fabricación del gas. Del extractor al gasómetro», continuación del que había publicado la semana anterior en esa misma sección. Los dos estaban relacionados con los problemas que estaba teniendo el funcionamiento de la madrileña fábrica del gas.

En esa ocasión su objetivo era ofrecer detalles del camino que seguía el gas para que, una vez purificado, estuviese en disposición de ser entregado al consumo en el gasómetro. En ese tránsito cumplían una importante función los aparatos denominados extractores y exhaustores.

Consciente de la complejidad de sus explicaciones técnicas sobre la fabricación y labor de esos «ingeniosos artificios automáticos» este ingeniero temió haber abusado un poco de la tolerancia de sus lectores y para exculparse recurrió al aforismo, que le parecía brutal, de «las bromas, pesadas o no darlas» para justificar que «en la técnica, hay que entrar en algunos detalles o dejar la técnica a un lado». Y evocó lo que había escuchado a un sargento instructor quien explicó así su función  a los reclutas que hacían su servicio militar en el arma de Ingeniería: «aquí, en Ingeniería, se explica todo; no es como en Infantería, donde no se explica nada».

El apartado Libros y Revistas de esta sección prestaba atención a 9 artículos publicados en revistas francófonas y anglófonas como: Révue Génerale de l’Electricité, uno sobre las fábricas de electricidad y las Compañías de seguros contra incendios y otro sobre la militarización de los ingenieros electricistas en el Ejército francés;  la Revue Scientifique acerca de los nitratos de Chile; La Nature sobre la organización de los campamentos americanos; The Electrician sobre el desarrollo de la ingeniería en China; Concrets and Constructional Engineering sobre una pocilga de hormigón armado; The Surveyor and municipal and County Engineer sobre el problema de la habitación después de la guerra; y Scientific American sobre los buques de los grandes lagos y la navegación trasatlántica.

El Sol Derecho y Legislación

El sábado 12 de enero de 1918 Fernando de los Ríos (n.1879), responsable de la sección Derecho y Legislación, era el firmante del artículo titulado «Los plenos poderes del Gobierno de Francia durante la guerra», que continuaba la serie de artículos que estaba dedicando a cómo los gobiernos europeos -Italia, Inglaterra y Suiza ya los había abordado- se estaban enfrentado a la contienda bélica.

En este nuevo artículo este catedrático de Derecho Político de la Universidad de Granada explicaba a sus lectores cómo el pueblo francés era el que había mostrado una mayor desconfianza respecto al poder ejecutivo durante la Gran Guerra no habiéndose promulgado una ley de plenos poderes a diferencia de otros países. Consideraba Fernando de los Ríos que ese recelo tenía sus raíces en las experiencias imperiales napoleónicas y en los excesos autoritarios cometidos por los dos Napelones. De ahí que las normas o principios legales en los que se apoyaba la acción de la autoridad en Francia se encontrase contenida en la ley de Orden público de 9 de agosto de 1849.

Y concluía su análisis señalando cómo desde el inicio de la guerra la lucha en Francia por adecuar el régimen de libertad y democracia con el principio de la necesidad había sido un problema vivo y palpitante que se había intentando resolver mediante la búsqueda de «una fórmula empírica y circunstancial que solucione en cada momento la dificultad planteada». Con estas consideraciones finales Fernando de los Ríos mostraba su francofilia: «el equilibrio, la armonía, ha sido siempre una musa querida del alma francesa; el siglo XIX desarrolla ese principio de Montesquieu, y hoy lo renueva genialmente el profesor Hauriou«.

La sección de libros y revistas estuvo a cargo de Pablo de Azcárate (n.1890), estrecho colaborador de Fernando de los Ríos en esa sección.

El lector del número correspondiente al domingo 13 enero 1918 tuvo acceso en la Hoja Literaria a colaboraciones de la condesa de Pardo Bazán (n.1851) «La joya del Museo»; de Miguel de Unamuno (n.1864) «Daoiz y Velarde»; de Ramón Pérez de Ayala (1880), que dedicaba su sección de Las Máscaras a «Teatro en serio y teatro poético» y de Enrique Díez-Canedo (n. 1879) quien dedicó sus Apuntes de la semana a los «Almanaques Literarios», comentando con simpatía el texto -en catalán- del Almanac de La Revista para el año 1918 al considerarlo una «muestra valiosísima del estado de las letras vivas en el antiguo Principado» con abundantes ilustraciones entre las que destacaba las «finísimas viñetas de los meses» de Josep Obiols.

Almanac de La Revista 1918

Y anotaba que mientras las nuevas generaciones catalanas habían hecho revivir la costumbre del almanaque literario en Madrid habían dejado de publicarse preguntándose si era por la idea del tiempo que llevaban consigo «porque el Tiempo engendra el Pasado, ese país, más vasto cada vez, sobre el cual luce, pálido, el sol de la Melancolía».

También el mismo Díez-Canedo reseñaba, con cierta sorna crítica, la edición que acababa de hacer de la segunda parte de las Novelas ejemplares de Cervantes en la colección de Clásicos Castellanos el académico Francisco Rodríguez Marín  (n. 1855), erudito no bien visto por los filólogos del Centro de Estudios Históricos de la JAE en cuya órbita se encontraba el propio Díez-Canedo.

El Sol Agricultura y Ganaderia

También ese lector pudo acceder en ese ejemplar de El Sol en su sección de «Agricultura y Ganadería» a colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n.1868), el responsable de esa hoja semanal, y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades.

Luis de Hoyos dedicó su artículo sobre la España agrícola a «Los trigales de España». Ofreció en él un balance pormenorizado de la producción de trigo, cuantificando los cultivos de las principales provincias trigueras, lideradas por Toledo, Valladolid, Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Badajoz, Sevilla y Zaragoza, todas ellas con extensiones superiores a 150.000 hectáreas, según se podía visualizar en el mapa con el que acompañó su estudio. Además ofreció información sobre los trigales de regadío, que con 256.700 hectáreas no pasaban del 6 por 100 del total del cultivo del «cereal rey».

Luis de Hoyos 13 enero 1918

El artículo se iniciaba con una serie de consideraciones metodológicas que transcribo porque tienen un doble interés: muestran cómo Luis de Hoyos era un firme defensor de considerar a la región natural como un objeto heurístico en investigaciones científicas de diverso tipo y cómo la estadística era una ciencia de moda en la sociedad española de aquel momento, dominada por el poder de los números. Por ejemplo quien visitase el Ayuntamiento de Madrid por aquellos días podía contemplar en el antedespacho del alcalde un gráfico mural elaborado por el jefe del Negociado de Estadística municipal Federico Montes,  y por el Oficial del Ayuntamiento Carlos de Diego en el se exponía la mortalidad y natalidad en la ciudad de Madrid durante el último quinquenio, comparadas mensualmente (El Sol, 12 enero 1918, p. 7).

He aqui las reflexiones de Luis de Hoyos con las que iniciaba el mencionado artículo:

Cuando hay pluralidad o variación en las cosas, sólo existe un método racional y eficaz en la investigación de las causas: y aun en la simple ordenación y conocimiento somero de los fenómenos, el método matemático o estadístico es fecundo siempre, aun no pudiendo llegar a utilizarle como proceso de investigación, y habiendo de limitarse a veces, por desconocer las variables de las funciones, a utlizarle como mero procedimiento de exposición. Por eso en estos bocetos de estudio de las cuestiones de más alto interés en Agricultura, las de producción del trigo la emplearemos para averiguar o para exponer al menos el cómo se manifiestan en el total de la nación o en sus unidades provinciales; si bien respecto a éstas hemos de advertir que ni es homogénea ni comparable entre sí tal división política, y que es preciso llegar, para afinar el análisis y evitar graves errores, a tomar en esto, como en todos los fenómenos naturales y sociales, el partido o distrito judicial, ya que con ellos podrán realizarse agrupaciones más útiles para el verdadero concepto de estos estudios, que es la región natural, base precisa de todas las investigaciones, no sólo en Agricultura, sino en todos los fenómenos físico-naturales y sociales.

Por su parte el ingeniero agrónomo Enrique Cremades en la sección Original ajeno dedicó su colaboración «El cultivo del algodón» a explicar con gran detallismo y con «precisión matemática e incontrovertible» la producción de algodón desde 1914 en la colonia agronómica de San Pedro de Alcántara en el litoral malagueño para mostrar la alta rentabilidad obtenida del cultivo de esa planta tan relevante para la industria textil española.

Finalmente el lector del ejemplar correspondiente al lunes 14 de enero de 1918 se encontraba en una página con el elogio del crítico de arte de El Sol Francisco de Alcántara (n.1854) a la labor llevada a cabo por el Boletín de la Sociedad Española de Excursionistas que ya tenía veinticinco años de existencia. Además Alcántara ofrecía el sumario del último número del Boletín –el de 1 de septiembre de 1917 (ver aquí el ejemplar)- fijando su atención en la Cartilla excursionista dedicada a Avila que publicaba en él el historiador del arte Elías Tormo (n.1869), vinculado al Centro de Estudios Históricos de la JAE, «a causa de su carácter popular» y por la abundancia de excursionistas madrileños que en todas las estaciones se encaminaban a esa ciudad castellana, especialmente escolares, como los alumnos de la Institución Libre de Enseñanza, los del Centro Escolar de la Residencia de Estudiantes, de algunos centros municipales y de la Universidad.

Avila Elias Tormo

 

Poco después el lector de El Sol recibía información sobre los preparativos  del Primer Congreso Nacional de Medicina que se iba  a celebrar en Madrid en abril de 1918 en el que se pensaba crear la Asociación Médica Española o sobre una serie de proyecciones de películas norteamericanas de gran interés científico, agrícola e industrial que se estaban proyectando en el anexo del Círculo Francés, antiguo teatro de Benavente, instando el gacetillero a que los obreros y los alumnos de la escuela de Ingeniería de Minas asistiesen a tales proyecciones que mostraban los adelantos modernos de la ciencia, relacionada particularmente con la industria del carbón.

También se publicó el amplio artículo enviado desde Cáceres por un tal Alberto Muñoz con el título de «Por la España desolada. La región de las Hurdes. Depauperación española» con información de interés sobre esa deprimida región extremeña, cuyas carencias educativas eran notables, por lo que el autor del artículo solicitaba al Director general de primera enseñanza el farmacéutico y naturalista Marcelo Rivas Mateos (n. 1875),  extremeño, que interviniese para solucionarlas.

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Y en la sección Pedagogía e Instrucción Pública tenía acceso a un amplio artículo del responsable de la sección, el pedagogo Lorenzo Luzuriaga (n.1889), sobre «Las bibliotecas públicas», o a diversas noticias de cómo afectaba la guerra al sistema universitario en Francia o a iniciativas educativas adoptadas por combatientes canadienses o a prisioneros ingleses en campos de concentración alemanes.

El artículo de  Lorenzo Luzuriaga era expresivo de «los aires de crítica y de reconstrucción que corren por toda la superficie del pueblo español». Construyó su artículo este notable pedagogog al hilo de una decisión tomada en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, que presidía el catalán Felipe Rodés (n.1878), por su segundo, el subsecretario José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín (n.1873). En efecto este escritor que también hacía de político en esas fechas rechazó un acuerdo, poco honesto, tomado por la Junta Superior de Archivos y Bibliotecas, y esa circunstancia la aprovechó Luzuriaga para ejercer una crítica demoledora del funcionamiento de las bibliotecas oficiales, en cuya desorganización constataba la divisoria creciente entre la España oficial y la España vital, «entre la España que  se está cayendo y la que empieza a adquirir consistencia». Su juicio sobre esa desorganización era contundente: «Mientras el público pide cada día más y mejores obras para leer, en tanto que el impulso por el perfeccionamiento de la cultura popular y profesional va constantemente en aumento, las bibliotecas públicas permanecen en las misma situación que las dejó el siglo XVIII, oponiendo a aquel impulso saludable la poderosa resistencia de su completa inmovilidad».

Esa situación se debía a múltiples factores: falta de consigaciones en los Presupuestos para la compra de libros, pero también una errónea distribución de los recursos, pues los gastos en personal eran desproporcionados, como se estaba denunciando en el semanario España cuya información resumía Luzuriaga. De modo que si las diversas secciones de la biblioteca de la Universidad de Madrid le costaban al Estado en personal 157.250  pesetas, en cambio para la compra de libros y material de oficina la cantidad asignada era de 4 mi pesetas; o bien si las partidas de los Presupuestos para material de archivos, bibliotecas  y museos había aumentado desde 1900 en 178.650 pesetas para toda la red estatal, las del personal correspondiente se había incrementado en 615.974 ptas. Y además los gastos en libros se hacían o sin orden y concierto o por motivos espurios como Luzuriaga mostraba atendiendo a los criterios seguidos en las compras realizadas en 1917 con destino a las bibliotecas populares. En su opinión esas compras habían tendido a «recompensar un servicio  o una fiel amistad o parar un posible ataque en la Prensa o en el Parlamento».

Esa sección se cerraba con la reseña o extracto de diversos libros y artículos de revistas entre los que destacaba el que acababa de publicar un omnipresente Miguel de Unamuno «Sobre el clasificacionismo en la enseñanza» en el Boletín Escolar, (accesible aquí),  una publicación que había fundado Lorenzo Luzuriaga en 1917. En él Unamuno, quien fechaba su texto el 1 de enero de 1918, realizaba una acre crítica al Epítome de Gramática Castellana de la Academia Española destinado a la enseñanza primaria, pues en su opinión no sólo estaba lleno de disparates sino que estaba afectado de «clasificacionismo», es decir de la manía de clasificar por clasificar, sin fin ulterior. Y se preguntaba Unamuno: ¿Qué aprende el niño, por ejemplo, con saber que a unos vocablos se les llama substantivos y a otros adjetivos, o que tal otro es «pluscuamperfecto». La respuesta era obvia: fundamentalmente nada; nada más que palabras. E iba explicando los dislates que la aplicación de esa manía producían en la enseñanza de diversas materias escolares como el catecismo, la geografía, la geometría, donde «se insiste en el disparate de que las líneas pueden ser rectas, quebradas o curvas, sin saber sus leyes genéticas», la historia de España y la Historia Natural en la que «el clasificacionismo llega al delirio».

Además Unamuno arremetía contra la pedagogía manjoniana porque al Sr. Manjón (n.1846) se le había ocurrido enseñar esas cosas aplicándolas a los juegos «sin ver que jugando los niños aprenden las mismas vaciedades que aprendían sin jugar». De manera que «no quieren entender los maestros que en pedagogía lo que importa es lo que se ha de enseñar y no cómo se ha de enseñarlo, y que enseñar jugando puede parar en jugar a que se enseña».

También criticaba el llamado ejercicio de análisis gramatical en las oposiciones a escuelas, y pedía al director general de Primera Enseñanza, el ya mencionado Marcelo Rivas Mateos, a quien dedicaba el artículo que lo suprimiese, «pues la ciencia no consiste en catalogar el universo -y además mal- para devolvérselo a Dios en orden, numerado y alfabetizado». La alternativa que proponía Unamuno como ejercicio era que los opositores escribiesen un cuento o una leyenda pues así se podría apreciar si conocían bien su lengua y la empleaban correctamente. Y concluía sentenciosamente: «Hay que acabar con el clasificacionismo: algo de filosofía no vendría mal para ello».


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Siete días de ciencia y cultura en «El Sol»: la primera semana de enero de 1918

Inicio con esta entrada un experimento comunicativo consistente en ir exponiendo semana a semana, si pudiera ser, lo que me parece más sustantivo de la relación que se estableció entre los científicos, y otros agentes culturales, y sus públicos en la sociedad española de hace un siglo a través de las páginas del diario El Sol, cuyo centenario se celebró recientemente y al que me he aproximado en otras entradas de esta bitácora.(ver aquí).

Tres advertencias previas.

Evidentemente la presencia de la ciencia en la esfera pública de la sociedad española de hace un siglo no estaba conformada sólo por ese joven periódico, recién fundado, y cuya tirada no superaba los ochenta mil ejemplares. Pero su interés por las cuestiones científico-técnicas es un buen observatorio para apreciar el tipo de relación que se estableció entre los científicos y tecnólogos con la ciudadanía de aquella época.

En segundo lugar, dado que el hilo conductor de mi exposición consistirá fundamentalmente en hacer un seguimiento de las hojas dedicadas por el diario El Sol a siete grandes áreas de conocimiento que abordaron sus colaboradores en los diferentes días de la semana serán esas materias científicas las que predominarán en mi presentación del año científico 1918 que intentaré mostrar a través de una serie de cuadros o viñetas, que ojalá pudieran ser 52 para completar todo el año que fue muy intenso en la vida científica y cultural de este país, como intentaré mostrar en los próximos meses.

Finalmente, cuando me sea posible, ampliaré mi periscopio a informar de la presencia de la ciencia y de otros científicos en las páginas de otros periódicos y sobre todo en revistas técnicas, profesionales, culturales -como la Revista General, (de la que ya he informado en esta bitácora)- o gráficas.

Y empiezo mi relato.

En medio de un temporal de nieve que asoló el país, que hizo de Madrid una ciudad alpina, el martes 1 de enero de 1918 publicó El Sol un largo artículo el siquiatra Gonzalo R. Lafora (n.1886) sobre «Los misterios de la sexualidad», abordando un asunto que ya era de «dominio público». Gracias a la labor de científicos como Kraft-Ebbing (n.1840), Forel (n.1848), Freud (n.1856) Hirschfeld (n. 1868), Ellis (n-1859) y otros muchos, las cuestiones sexuales podían ser «tema de vulgarización» y llevarse a cabo una educación sexual en «las escuelas de adolescentes». El texto cubría la totalidad de la sección «Biología y Medicina» que dirigía el propio Gonzalo R. Lafora.

El Sol Biologia y Medicina

El 2 de enero,  miércoles, el crítico de arte de El Sol, Francisco Alcántara (n.1854), informaba a sus lectores de una visita al estudio de Joaquín Sorolla (n.1863) para apreciar un cuadro recién acabado sobre Gumersindo de Azcárate (n.1840), fallecido pocas semanas atrás -el 15 de diciembre de 1917- , intelectual al que estimaba en alto grado por su audacia y «por su persistencia en el estudio, el combate y la virtud». Pero también pudo ver otros treinta cuadros de diferentes personalidades españolas como Santiago Ramón y Cajal, Leonardo Torres Quevedo, José Echegaray, Manuel Bartolomé Cossío o Ramón Menéndez Pidal, encargados al pintor valenciano por el magnate norteamericano Huntington algunos de los cuales se pudieron contemplar en la exposición que tuvo lugar el año pasado en el Museo del Prado sobre los tesoros de la Hispanic Society de Nueva York.

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 Gumersindo de Azcárate visto por Joaquín Sorolla

Y también  ese día el economista Luis Olariaga (n. 1885) en su colaboración «Problemas de la paz. En plena transformación social» de la sección Ciencias Sociales y Económicas se preguntaba por los cambios que sobrevendrían en la estructura social del mundo cuando finalizase la contienda bélica que afectaba a la sociedad española de mil maneras, aunque el país oficialmente fuese neutral en la conflagración mundial. De manera cauta este economista y catedrático de la Facultad de Derecho de la Universidad Central exponía una serie de hechos e ideas -como la estatización de la economía para los fines de guerra y la pujanza del movimiento sindicalista en Inglaterra- para que sus lectores pudiesen apreciar «las tendencias que actualmente se observan en los núcleos más vitales e inquietos de la sociedad europea».

El Sol Ciencias Sociales y Económicas

El jueves 3 de enero Madrid se encontraba paralizada por la nieve y el tránsito era imposible por la ciudad. Además los madrileños sufrían severos problemas de abastecimiento de productos tan importantes en la dieta de muchos de ellos como la carne y la leche. Para colmo de sinsabores horas antes el palacio real de la Granja había sufrido un severo incendio que destrozó una parte importante de su patrimonio. De todas maneras lectores de El Sol mostrarían interés por la sección de Geografía e Historia que aparecia los jueves.

El Sol Historia y Geografía

El director de esa sección el mexicano Alfonso Reyes (n.1889) dedicaba su colaboración trazar en una segunda entrega la historia de Serbia, apoyándose en el libro homónimo de miss L. F. Waring, accesible on line en la actualidad (aquí), en el marco de la preocupación existente por tener más elementos de información sobre el problema balcánico que había desestabilizado Europa.

También se ofrecía una necrológica anónima del arabista aragonés Francisco Codera y Zaidín (23 junio 1836-6 noviembre 1917) del que se destacaba su labor de creador de una escuela, en la que se ubicaban sus discípulos Julián Ribera y Miguel Asín, pero también sus dotes de inventor y obrero manual, capaz de contruirse una prensa especial para editar en España sus libros en lengua árabe y de hacer una reconstrucción cuidadosa de desvencijados códices de El Escorial salvados de un incendio para lo que «ordenó las hojas por tamaños, contó el número de líneas de cada plana, midió la longitud y latitud de lo escrito, y con estos datos, formó una tabla metódica, con ayuda de la cual pudo atribuir a muchos códices las hojas que les correspondían».

En la parte dedicada a reseñar libros y revistas de esa sección se hacía un comentario extenso a un artículo publicado en la Revista de Filosofía de Buenos Aires por el médico, filósofo y ensayista argentino José Ingenieros sobre la «Influencia de Lamennais durante la emigración argentina».

Además aquel día El Sol incrementó su paginación en cuatro páginas para dar cabida a un amplio artículo  del general de división Miguel Primo de Rivera, muy influyente en aquella coyuntura, sobre «El problema militar de España al finalizar el año 1917» abordando aspectos diversos como su organización, su presupuesto, el sistema de ascensos, la política de recompensas, y los asuntos concernientes a la disciplina en el seno de las fuerzas armadas.

El viernes 4 de enero El Sol dio cabida en su primera página a una carta que dirigiera al director del diario  -Félix Lorenzo (n.1879)- uno de sus cualificados lectores como era Ramón Menéndez Pidal (n. 1869). En ella el director del Centro de Estudios Históricos de la JAE cuestionaba la elección por parte del nuevo periódico del término América latina para designar al subcontinente americano de habla española en la sección dedicada a hacer un seguimiento de su vida política.

Y ofreció a sus lectores otras informaciones de interés. Una de ellas era la crónica de su corresponsal en Cataluña Joaquín Montaner (n. 1892) quien ubicaba en 1833 los orígenes del catalanismo político a propósito de una polémica entre el diario barcelonés El Vapor y los periódicos madrileños El Boletín de Comercio y la Revista Española. Otra consistía en las recomendaciones higiénicas que hacía la colaboradora que usaba el seudónimo Beatriz Galindo, abanderada de la mujer moderna en las páginas de ese diario, para que sus lectoras practicasen los paseos al aire libro como el sistema más apropiado para cuidar su cutis.

El Sol Ingeniería y Arquitectura

Pero indudablemente la información científico-técnica de más enjundia la proporcionó el ingeniero y profesor de la Escuela Industrial de Madrid Federico de la Fuente, responsable de la sección que dedicaba el diario todos los viernes a asuntos relacionados con la ingeniería y arquitectura. En su colaboración de ese día dedicó un amplio artículo a explicar los mejores procedimientos existentes para destilar las hullas productoras de gas. Esa cuestión estaba de actualidad en Madrid porque las retortas de la Fábrica de Gas que alimentaba la iluminación de la ciudad se habían estropeado como consecuencia de la mala calidad del carbón procesado en ellas. Como consecuencia de esa grave avería al no funcionar su alumbrado la ciudad permanecía prácticamente a oscuras en las largas tardes y noches invernales. E informó entonces del funcionamiento del horno inventado por Coze, que estaba considerada como la mejor retorta, o vaso cerrado, donde se calentaba la hulla productora del gas, mostrando un corte longitudinal y otro tranversal de ese tipo de horno.

Horno de gas de Coze corte longitudinal

 

Horno de gas de Coze corte transversal

Prestó también atención a la labor eliminadora y oclusora que desempeñaba el barrilete que se introducía en las retortas. Por una parte filtraba las impurezas que acompañaban al gas procedente de la destilación realizada en cada retorta. Por otro lado actuaba como una válvula de retención regulando la salida del gas procedente de la retorta.

Barrilete

Y destacó la importancia de los condensadores para hacer bajar la temperatura del gas con vistas a controlar otras sustancias que le acompañaban como vapores de naftalina.

Condensador

En la sección de Libros y Revistas de esa interesante sección se ofrecían además noticias de las Lecciones de Electrotecnia, publicadas por el profesor de la Escuela Industrial de Tarrasa Ricardo Caro y Anchía y la memoria titulada Enseñanza técnica moderna de Vicente Machimbarrena (n.1865) y José Cebada Ruiz -institucionista, hijo político del líder republicano Nicolás Salmerón y que sería responsable de la reorganización de las enseñanzas técnicas en el primer bienio republicano (ver aquí) , resultado de las observaciones efectuadas en la célebre Escuela Politécnica de Zurich por esos profesores de la Escuela de Ingenieros de Caminos. Canales y Puertos de Madrid cuando la visitaron en 1916. La memoria, de 200 páginas, estaba ampliamente documentada con cifras, 9 planos y 13 láminas.

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Enseñanza técnica moderna y su Organización especial en la Escuela Politécnica de Zurich memoria / Vicente Machimbarrena y Gogorza

El sábado 5 de enero de 1918  apareció el artículo «Los grandes progresos de la telegrafía sin hilos. Descubrimiento maravilloso. El audión» de  Vicente Vera y López (n. 1855), uno de los más activos divulgadores científicos en la sociedad española de principios del siglo XX. En él, uno de los fundadores de la Agrupación Socialista madrileña en 1879 (ver aquí),  explicó en detalle las características y el funcionamiento de un invento norteamericano, «de uso libre para todo el mundo» que se había aplicado para instalar en las islas Hawai una estación radio-telegráfica, cuyas señales se habían registrado desde el primer día de su funcionamiento a distancias de diez mil kilómetros. Este hecho significaba que «todos los continentes del globo quedan relacionados unos con otros por medio de la telegrafía sin hilos», constatando que los avances técnicos impulsaban la configuración de una sociedad global en el planeta, de lo que era otra prueba la transformación de la Gran Guerra en la Primera Guerra Mundial.

El Sol Derecho y Legislación

Asimismo aparecía ese día en la hoja de Derecho y Legislación un artículo titulado «Los plenos poderes del gobierno en Suiza durante la guerra», cuya autoría correspondía a Fernando de los Ríos (n.1879) responsable de esa sección, catedrático de la Universidad de Granada, futuro dirigente socialista y buen ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes durante el primer bienio republicano, a cuya labor dedicamos meses atrás varias entradas en esta bitácora.

El domingo 6 de enero, tras un rotundo pronunciamiento de los responsables del periódico en la primera página a toda portada pidiendo la disolución de las Cortes porque el Parlamento no podía resolver «los graves conflictos nacionales», sus lectores podían fijar su atención en la Hoja literaria, que daba empaque a la edición dominical de El Sol, o/y atender a las reflexivas informaciones contenidas en la Hoja semanal dedicada a Agricultura y Ganadería, que dirigía el catedrático de Instituto, comisionado en la Escuela Superior de Magisterio, Luis de Hoyos y Sainz.

Así en la Hoja literaria se superponían colaboraciones de Miguel de Unamuno (n.1864) «Paisajes del alma»; Enrique Díez-Canedo (n.1879), «Apuntes de la semana. Los Reyes Magos»; del mexicano Francisco A. de Icaza (n.1863) «El feminismo de los clásicos. Quevedo y las mujeres»; José Moreno Villa (n.1887) «La marcha» y Ramón Pérez de Ayala (n. 1880) «Las máscaras. Teatro de justicias y ladrones». Por cierto Díez-Canedo y Moreno Villa coincidirían también a lo largo de 1918 en las páginas de la efímera pero muy interesante Revista General, financiada por la editorial Calleja, de la que di noticias no hace mucho en esta bitácora, como ya he comentado (ver aquí).

El Sol Agricultura y Ganaderia

Por su parte en la sección de Agricultura y Ganadería el lector podía/puede leer las colaboraciones de Luis de Hoyos Sainz (n. 1868) «Por la España agrícola. La adquisición de trigos» y del ingeniero agrónomo Enrique Cremades «Original ajeno. El cultivo del algodón en España». En su artículo Hoyos Sainz reconocía la servidumbre de su hoja periódica respecto a la actualidad por lo que se veía obligado a abordar un problema acuciante como era el de la producción triguera en España basándose en los datos proporcionados por la «recientísima Estadística de la producción de cereales y leguminosas». Su afán era favorecer la adopción de medidas previsoras, y basadas en el «objetivismo» para no dejarse arrastrar ni por «el optimismo de los que niegan el déficit del trigo nacional» ni por «el pesimismo de los que le estiman crónico y perdurable».

Y para acabar este apunte semanal trasladémonos al lunes 7 de enero de 1918. Ese día los lectores de El Sol eran informados a través de un suelto de cómo el Anuario Estadístico de España correspondiente a 1916, editado por la Dirección General del Instituto Geográfico y Estadístico,  era una «publicación utilísima», en la que todos los españoles -agricultores y ganaderos, comerciantes e industriales, capitalistas y obreros, navegantes, economistas, los que se ocupan en cuestiones demográficas y sanitarias, productores y consumidores, funcionarios públicos, estadistas y publicistas- «hallarán material de estudio, elementos de juicio, bases para sus cálculos, guía para sus determinaciones».  Esta accesible aquí. 

El Sol Pedagogía e Instrucción Pública

Pero también tenían acceso en la muy interesante hoja semanal dedicada a Pedagogía e Instrucción Pública que dirigía ese gran pedagogo que fue  Lorenzo Luzuriaga (n. 1889)  a las siguienes informaciones.

Por una parte el propio Luzuriaga firmaba el artículo de fondo «La educación en los Estados Unidos» donde elogiaba el sistema educativo del país de las «posibilidades ilimitadas» por dos razones fundamentalmente. Por el esfuerzo efectuado para escolarizar su población entre 1870 y 1917, de manera que en el curso 1916-1917 recibían educación 24 millones de personas, lo que significaba el 24 por 100 de sus habitantes, guarismo que contrastaba con el 17 por 100 en Francia, el 19 por 100 en Inglaterra y el 20 por 100 en Alemania. Y porque en su opinión «la educación americana es la más general y liberal de las existentes: ninguna división de clase, de riqueza, de confesión religiosa y de sexo es reconocida en ella. Y es hoy una de las más eficientes».

Por otro lado en un suelto titulado «Las ideas de los niños sobre la guerra» se informaba de un experimento realizado en Londres con niños de algunas escuelas públicas y que había presentado C.W. Kimmis en el Journal of Experimental Pedagogy.  El experimento, consistente en una encuesta por escrito realizada a 1.340 niños y niñas de unos once años, pertenecientes a escuelas mixtas, había tenido como objetivo averiguar qué ideas tenía la población encuestada sobre el auxilio que podrían prestar en caso de guerra.

Finalmente en la sección Libros  y Revistas se resumían diversos artículos entre los que destaco dos: la necrológica efectuada por Lucien Poincaré del rector de la Universidad de París, Louis Liard, que había fallecido el 21 de septiembre de 1917, publicada en la Revue international de l’enseignement y el informe aparecido en la revista Ideas de Buenos Aires acerca de las conferencias impartidas por Julio Rey Pastor (n. 1888) en septiembre de 1917 en tierras argentinas invitado por la Institución Cultural Española. Esa primera visita de Rey Pastor a Argentina tendría hondas consecuencias en el futuro de las relaciones científicas hispano-argentinas, y en la carrera del matemático español más importante de aquella época que desarrollaría sus actividades durante unos años a caballo entre Madrid y Buenos Aires.

 

 

 


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Una crítica de Enrique Moles a la enseñanza de la química en la España de 1918

Próximamente, el miércoles 15 de noviembre de 2017, se inaugurará la exposición “Enrique Moles, químico complutense” en la Biblioteca de la Facultad de Ciencias Químicas de la Universidad Complutense de Madrid. Permanecerá abierta hasta el 25 de enero de 2018, como se puede apreciar en la información adjunta.

Disponemos así una oportunidad para acercarnos a la trayectoria científica del químico más relevante de la “generación de 1914”, cuyos hitos biográficos se pueden seguir en este cronograma elaborado por los comisarios de la exposición, entre los que se encuentra mi colega de la Sociedad Española de Historia de las Ciencias y de las Técnicas Francisco A. González Redondo.

Como elemento adicional para profundizar en la personalidad de este relevante científico reproduzco a continuación una colaboración periodística suya en las páginas del diario El Sol el lunes 13 de mayo de 1918, titulada Problemas actuales. La enseñanza de la química.

El artículo, publicado en la sección semanal de ese diario dedicada a la Pedagogía e Instrucción Pública que dirigía de manera eficaz el pedagogo Lorenzo Luzuriaga, es expresivo de los afanes reformistas de los científicos de la “generación de 1914”, beneficiarios de la apertura internacional de la ciencia española que favoreció la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. De hecho la clave del artículo radica en la comparación que establece Moles entre el tipo de enseñanza quimica que se efectuaba en las universidades europeas donde él había estudiado durante varios períodos entre 1909 y 1017, como la alemana de Leipzig y la suiza de Ginebra, y las españolas. En aquellas la enseñanza era mucho más práctica y más barata. La denuncia de Moles iba encaminada a tomar medidas para resolver unas deficiencias que lastraban el desenvolvimiento de la ciencia de la química, que se había revelado fundamental en el desarrollo de la Gran Guerra que asolaba al continente europeo, y cuyas carencias afectaban a la dependencia económica del país en sectores estratégicos.

Para entender el contexto de este artículo hay que tener en cuenta además que en 1918, sobre todo durante los meses en los que fue ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes el político liberal Santiago Alba, los científicos de la órbita de la JAE confiaron en que el gobierno de concentración nacional existente entonces, dirigido por el conservador Antonio Maura, diera un impulso al sistema científico y educativo español.

Si un pero hay que objetar a esta colaboración periodística de Moles es su desconsideración hacia una tradición química en España, cuestión que él reconsideraría durante la Segunda República, pues sabemos que los químicos fueron importantes en la revolución industrial de  Cataluña en las primeras décadas del siglo XIX , y también relevantes  en otras partes del Estado español del siglo XIX como en Cuba. En esta isla destacó en su industria azucarera la labor del químico salmantino José Luis Casaseca Silván.

He aquí el texto de ese sobresaliente químico catalán que fue Enrique Moles, otro de los científicos represaliados por el franquismo posteriormente, donde abordó con abundantes datos y sólida argumentación las deficiencias de la enseñanza de la química en la sociedad española de hace un siglo.

Nos rige un Gobierno excepcional, del que puede esperarse algo. ¿Tendremos la suerte de que la renovación le llegue a la química?. En España no se hace ni se hizo química; carecemos de tradición química.

 El imperio de esta ciencia en el momento actual es bien patente; en el gigantesco conflicto que trastorna al mundo desde hace cuatro años, las mayores sorpresas, los medios más poderosos de ofender y de defenderse, se deben a los químicos. En todos los países donde más avanzada se halla la química, se crearon durante la guerra nuevos organismos, sociedades poderosas y centros de enseñanza nuevos con la misión única de favorecer el desarrollo científico de aquélla, que es la base de su desenvolvimiento industrial.

En la esfera química, triste es tener que confesarlo, nada se ha hecho en nuestro país, y, así este año como los anteriores, España tendrá que mendigar a Inglaterra unos miles de tonelada de sulfato de cobre para las vides, sulfato de cobre fabricado con cobre de Riotinto y con ácido sulfúrico obtenido con piritas españolas. Seguirán perdiéndose centenares de miles de caballos de fuerza hidráulica que podrían suministrar a buen precio miles de toneladas de nitratos y de cianamida, y mientras tanto, nuestros agricultores esperan angustiadamente la llegada problemática de nitro de Chile. Seguirán sin explotar los yacimientos potásicos; la industria metalúrgica, que podría ser poderosa, dada la abundancia de mineral, se desarrolla tardíamente, y seguirán escaseando benzoles, superfosfatos, sulfato amónico, etcétera. Y así en cien cosas más.

En diferentes ocasiones la voz autorizada de alguno de nuestros profesores bien orientados, se hizo oír en el Parlamento, en Academias y Congresos, exponiendo el estado lamentable de la enseñanza química en nuestro país. Poco o ningún eco hallaron sus palabras en las esferas directoras. Con todo, la insistencia de las predicaciones despertó entre la gente joven deseos de saber, y algo se ha conseguido, aunque los entusiastas sean pocos. No hemos de insistir en los argumentos, tendiendo a demostrar que lo que nos hace falta es tener grandes laboratorios espléndidamente dotados, profesores pagados principescamente y alumnos dispuestos a pagar bien los estudios.

Los enterados, los que han podido vivir algún tiempo en ambiente químico europeo, abrigarán, como nosotros abrigábamos, la creencia de que los estudios de química son costosísimos fuera de España, y que en ellos estriba la diferencia esencial con respecto a nosotros. El estudio comparativo de los datos correspondientes conduce, sin embargo, a resultados inesperados y paradójicos.

Tomando como tipo dos Universidades que conocemos, por haber estudiado en ellas: la de Leipzig (tipo alemán) y la de Ginebra (tipo suizo), vamos a comparar las materias de estudio y los gastos que supone el grado de Chemiker Dr. Phil., o de Dr ès Sciences Phisiques, con las de un grado análogo en España, el de doctor en ciencias químicas o doctor en farmacia. En todos los datos tomamos términos medios lo más exactos posible, suponiendo normalidad en los estudios. De existir alguna exageración en los datos, ésta es en sentido favorable siempre para España.

Un alumno regular conseguirá su grado en la Universidad alemana o suiza en ocho o nueve semestres de trabajo (equivalentes a cuatro o cinco años universitarios de nueve meses útiles); en España el doctorado le exigirá cinco o seis cursos (de seis meses útiles). Durante este tiempo cursará: (1)

En la universidad alemana de Leipzig semanalmente de 4 a 6 horas de clases orales y 40 horas de clases prácticas;  en el año universitario 180 horas de clases orales y 1.510 horas de clases prácticas y durante toda la carrera 720 horas de clases orales y 5.760 horas de clases prácticas.

En la universidad suiza de Ginebra semanalmente de 4 a 7 horas de clases orales y 35 horas de clases prácticas; en el año universitario 200 horas de clases orales y 1.260 horas de clases prácticas y durante toda la carrera 800 horas de clases orales y 5.040 horas de clases prácticas.

En la universidad española semanalmente de 12 a 15 horas de clases orales y de 12 a 15 horas de clases prácticas; en el año universitario 350 horas de clases orales y 297 horas de clases prácticas y durante toda la carrera 1660 horas de clases orales y 1.485 horas de clases prácticas.

Advertiremos, además, que para el estudiante en Alemania o Suiza hay casi 60 por 100 de clases orales, y casi todas las clases prácticas son de química. En España el alumno cursa unas ochocientas-novecientas horas de clase oral y unas setecientas horas de clases prácticas de química. En Alemania o Suiza los exámenes quedan reducidos a dos o tres; en España padecemos como mínimum 17 a 19 exámenes.

Partiendo de los anteriores datos, el coste de toda la carrera, agrupado por conceptos, es: (2)

En Alemania

por las clases orales se pagan 80 pesetas, por las clases prácticas 1.800; por los títulos 350; por los libros, etc. 270. Total: 2.500

En Suiza

por las clases orales se pagan 150 ptas,    por las clases prácticas 1.840;   por los títulos 250; por los libros,etc. 250. Total: 2.450

En España

por las clases orales se pagan 540 ptas., por las clases prácticas 170;       por los títulos 1.647; por los libros, etc.,200. Total: 2,557

Estas cifras podrían pasarse sin comentarios. En ellas aparece claramente que, contra lo esperado, los estudios son más costosos en España que en el extranjero, y, lo que es peor aún, la distribución de los gastos en una carrera esencialmente práctica como la de químico, hace ver que en el extranjero se pagan, como es lógico, las enseñanzas prácticas en primer lugar, ingresando directamente en la Universidad la totalidad del importe, mientras que en España se pagan en primer término los títulos, luego las clases orales, quedando una clase irrisoria para los Laboratorios, siendo el Estado el que percibe el importe casi total.

Es más, un alumno no oficial (categoría desconocida fuera de España), siendo aplicado, podrá avanzar cursos y aprobar en poco tiempo los estudios de química (mejor, de metafísica química) sin haber pisado un solo laboratorio. De este modo el Estado español ejerce a sabiendas un comercio inmoral, vendiendo títulos que no pueden acreditar conocimientos que no pueden adquirirse bien.

Quedan en pie el problema de los locales, la retribución de los profesores, las dotaciones. Tampoco en estos casos las cifras podrán darnos la razón de nuestro atraso. La Universidad de Leipzig tiene tres profesores ordinarios de Química; la de Ginebra, también tres; en la de Madrid, existen ocho. Resulta natural que los menos puedan estar mejor pagados que los más. En cambio, en Alemania y Suiza los numerosos profesores extraordinarios, Chef de travaux, Oberassistenten y Assistenten cobran lo mismo o menos que nuestros auxiliares universitarios. Por lo que respecta a locales, se da en España, por ejemplo, el absurdo de que cada profesor de Química pretenda tener una cátedra especial que utiliza, a lo sumo, una hora al día. Con menos cátedras, menos decanatos, salones de grados, etc., habría de resultar local suficiente. Y para aclarar lo que a dotaciones se refiere, citaré el Laboratorio de Química Física de Ginebra, conocido en todo el mundo, y que viene disfrutando por parte del Estado de una dotación de 1.000 francos anuales…

Un comentario final, que define mejor que otro cualquiera el ambiente científico de nuestro país. En un Anuario que tira centenares de miles de ejemplares, se lee lo siguiente:

Química. Internacional Institución Química. Enseñanza por correspondencia (!!!)

Nos parece el colmo de la desaprensión el anunciar la enseñanza de la Química por correspondencia, sólo explicable por el estado mísero de aquélla en España.

Y volvemos ahora a pregunta: ¿tendremos la suerte de que algo de la renovación le llegue a la Química? El problema, más que económico, es de organización, pero de organización despiadada, renunciando el Estado al negocio de los títulos, prescindiendo de derechos adquiridos y demás trabas sagradas. ¿Habrá en el ministerio de Instrucción pública y en las Cámaras interés y brío suficientes?

No puede esperarse una química industrial floreciente sin tener antes una química científica sólida. Tememos, sin embargo, que todo ha de reducirse al nombramiento de una Comisión, que estudiará el asunto, redactando luego un luminoso y documentado informe que, para mayor claridad, irá dividido en varias partes….

E. MOLES

(1) (2) En su artículo Enrique Moles insertó dos tablas. Por problemas de edición mi labor ha sido interpretarlas.

 

 

 


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El primer Consejo de Instrucción Pública republicano

El 5 de mayo de 1931 diversos diarios – El Heraldo de Madrid, La Libertad, El Siglo Futuro, La Opinión– informaron de que el Consejo de Ministros celebrado el día anterior había aprobado importantes medidas. Entre ellas cabe destacar  los decretos por los que se reorganizaba la Junta de la Ciudad Universitaria y se reformaba el Consejo de Instrucción Pública que llegaría a presidir Miguel de Unamuno.

Unamuno presidente Consejo Instrucción Pública

Este importante órgano consultivo quedó constituido de la siguiente forma, integrándose en él un cualificado grupo de profesores y pedagogos reformistas:

– Sección de Primera enseñanza: Pedro Blanco Suárez, autor de Historia de la educación y la pedagogía que había publicado en 1923; Luis Bello Trompeta (1872-1935); María Dolores Cebrián y Fernández de Villegas (1881-1973); Sidonio Pintado Arroyo (1886-1939); Fernando Sáinz Ruiz (1891-1959); Manuel Ainaud Sánchez (1885-1932)

– Sección de Segunda enseñanza (escuelas de Comercio y otras especiales): el catedrático de Filosofía del instituto de Valencia Joaquín Alvarez Pastor; Rubén Landa Vaz (1890-1978) ; Leonardo Martín Echevarría (1894-1958); Martín Navarro Flores (1871-1950);  Enrique Rioja Lo bianco (1895-1963).

– Sección de Bellas Artes y Escuelas de Artes y Oficios:  Aurelio Arteta y Errasti (1879-1940); Anselmo Miguel Nieto (1881-1964) ; Andrés Ovejero Bustamante (1871-1954); Amadeo Vives Roig (1876-1932).

– Sección de Universidades y Escuelas de Veterinaria: Cándido Bolívar Pieltain (1897-1976), Leopoldo García Alas y García Argüelles (1883-1937), Luis Jiménez de Asúa (1889-1970) , Santiago Pí y Suñer (1893-1981), Claudio Sánchez Albornoz (1893-1984),  José Xirau y Palau (1893-1982).

Estos 21 profesores desempeñarían un papel clave en las reformas impulsadas por la Segunda República para elevar el nivel de la instrucción pública. Varios de ellos han dejado una huella importante en la historia española del siglo XX. Otros han caído en el olvido como los dirigentes de Izquierda Republicana y estimables docentes Joaquín Alvarez Pastor y Leonardo Martín Echeverría. Unos sufrieron con la pérdida de su vida su compromiso republicano como le sucedió al maestro Sidonio Pintado y al rector de la Universidad de Oviedo Leopoldo García Alas, hijo de «Clarín»; otros tuvieron que emprender el camino del exilio. Así sucedió con los cinco catedráticos de instituto que formaron parte de la sección de segunda enseñanza: todos ellos fallecieron en México.  Muy pocos de los restantes pudieron continuar con sus actividades docentes en la España franquista.

Niña en la ventana. Cuadro de Aurelio Arteta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao

Niña en la ventana. Cuadro de Aurelio Arteta en el Museo de Bellas Artes de Bilbao

 

Addenda escrita el 26 de octubre de 2015: Más noticias sobre la labor de este Consejo de Instrucción Pública republicano se encuentran en el libro de Antonio Molero Pintado, La reforma educativa de la Segunda República, pp. 74-76.

En una nota a pie de página este autor señala que con fecha de 8 de mayo de 1931 una Orden nombró vicepresidente del Consejo al médico y político catala´n Santiago Pi Suñer, quien desde 1923 era catedrático de la Universidad de Zaragoza. Semanas después, por decreto de 25 de julio, se aceptó la dimisión de Luis Bello y Pedro Blanco, siendo sustituidos en la sección primera por los pedagogos socialistas Dionisio Correas (1885- ),  y Lorenzo Luzuriaga (1889-1959). El primero se habia hecho cargo de la sección La escuela y la vida de El Socialista entre 1921 y 1930 y dirigió el Orfanato Nacional de El Pardo entre noviembre de 1931 y noviembre de 1933. El segundo, inspector de primera enseñanza, había fundado en 1922 la importante Revista de Pedagogía,  plataforma desde la que difundió las ideas del movimiento de la Escuela Nueva.

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