jaeinnova

Cuaderno de investigación de Leoncio López-Ocón sobre las reformas educativas y científicas de la era de Cajal. ISSN: 2531-1263


Deja un comentario

A propósito de un sello sobre la escuela de Cajal: son los que están pero no están todos los que son

El 20 de diciembre de 2023 se ha presentado en el Colegio Oficial de Médicos de Madrid un sello homenaje a la Escuela Neurohistológica Española y a Santiago Ramón y Cajal (Petilla de Aragón-Navarra 1 mayo 1952-Madrid 17 octubre 1934), cuyos integrantes pertenecieron a tres grupos generacionales.

En el sello aparecen al lado de quien fuera premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1906 cinco discípulos directos: su hermano Pedro Ramón y Cajal, (Larrés [Huesca]- 1854-Zaragoza 1951), quien fue su más antiguo discípulo además de notable esperantista; el naturalista salmantino Domingo Sánchez Sánchez (Fuenteaguinaldo [Salamanca] 1860-Madrid 1947) quien fue su más importante colaborador en el terreno de la indagación de la textura del sistema nervioso de los invertebrados; el más destacado de sus discípulos directos Jorge Francisco Tello (Alhama de Aragón [Zaragoza] 1880- Madrid 1958), profesor auxiliar de su cátedra de histología y anatomía patológica desde 1905 y su sucesor en ella desde 1926, director del Instituto Nacional de Higiene entre 1920 y 1934, y director también del Instituto Cajal entre 1934 y 1939 cuando fue destituido de ese cargo por los vencedores de la guerra civil; Fernando de Castro Rodríguez (Madrid 1896-Madrid 1967), quien ganó la cátedra de histología y anatomía patológica de la Universidad de Sevilla en 1933, si bien fue agregado al Instituto Cajal dos años después, convirtiéndose en una de las máximas autoridades mundiales sobre la génesis y la textura de los ganglios del simpático periférico; el aragonés Rafael Lorente de Nó (Zaragoza 1902-Tucson, Arizona 1990), quien en 1931 aceptó el ofrecimiento de trabajar como neurohistólogo en el Central Institute for the Deaf, de St. Louis en Missouri, trasladándose cinco años más tarde -en 1936- al Instituto Rockefeller, de Nueva York, donde se convirtió en un relevante neurofisiólogo, sobre todo en el campo de las sinopsis neuronales.

También le acompañan en el sello tres grandes especialistas en la investigación neurohistológica, en cuyas obras Cajal influyó decisivamente. Uno de ellos fue Nicolás Achúcarro (Bilbao 1880-Neguri/Guecho [Vizcaya] 1918), a quien Cajal dedicó una emotiva necrológica en el seno de la Sociedad española de Biología, reproducida por la revista España, cuando la dirigía José Ortega y Gasset, y que he insertado en mi edición crítica de Los tónicos de la voluntad de Cajal en la editorial Gadir, cuya quinta edición acaba de aparecer [pp. 363-370]. En ella Cajal resaltó que Achúcarro «reunía a la honrada laboriosidad del vascongado, la disciplina metódica del alemán y la fina y comprensiva crítica del inglés». Otro fue el castellano Pío del Río Hortega (Portillo [Valladolid] 1882-Buenos Aires 1945), quien tras la muerte de su maestro Achúcarro pasó a colaborar con Cajal, con quien mantuvo unas relaciones tormentosas como expone en su texto autobiográfico El maestro y yo al que he prestado atención recientemente en diversas páginas de mi libro El cénit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936) cuando analicé el momento en el que la JAE le nombró heredero científico de Cajal, allá por octubre de 1935. Completa el panel de los representados en el sello «Homenaje a la Escuela Neurohistológica Española» el neurólogo y psiquiatra madrileño Gonzalo Rodríguez Lafora (Madrid 1886-Madrid 1971), quien organizó una importante exposición de arte psicopatológico expuesta en Madrid en el otoño de 1935 y en Barcelona en la primavera de 1936 como ha analizado recientemente Pedro José Trujillo en las páginas de la revista Asclepio y de las que me hice eco también en las páginas de El cenit de la ciencia republicana.

Estos tres últimos investigadores formaron en cierta medida un grupo diferenciado del tronco principal de los colaboradores directos de Cajal. Este lo reconoció en cierta medida en su necrológica de Achúcarro cuando afirmó: «Persuadido yo, sin embargo, de sus envidiables dotes docentes, logré, no sin vencer grandes resistencias, obligarle a regentar una plaza de auxiliar numerario en la Facultad de Medicina, en espera de la cátedra de Neuropatología, en la cual sus grandes talentos hubieran hallado empleo adecuado y florecimiento espléndido. En este empeño de asociarle a la noble misión del magisterio, me secundó, sin reservas, la Junta de Ampliación de Estudios, que puso bajo la dirección de Achúcarro, excelente Laboratorio destinado a orientar a los candidatos a pensión y a retener y adiestrar a su regreso a los pensionados más sobresalientes. De que nuestros vaticinios se cumplieron, da elocuente testimonio la brillante escuela fundada en muy pocos años por el joven maestro; de ella son honra y prez: Rodríguez Lafora, del Río Hortega, Sacristán, Calandre, Gayarre, Fortún y otros varios todavía en fase de formación«. 

Fue el temprano fallecimiento de Achúcarro en 1918 el que produjo que varios de sus discípulos se integrasen en la escuela de Cajal. Por tal razón este cuando la Academia de Ciencias le otorgó la medalla Echegaray en 1922 enumeró hasta a 22 integrantes de su escuela, según nos ha recordado recientemente Cristina Calandre (ver aquí). En ese listado se encuentran dos investigadoras: la doctora australiana Laura Forster (1858-1917) y Manuela Sierra (1900-1988), cuyas aportaciones han sido destacadas recientemente junto a las de otras mujeres que colaboraron con Cajal y su escuela.

Con el paso de los años alguno de los presentes en esa lista, como fue el caso de Pío del Río Hortega, se emanciparon de la tutela del maestro y formaron a su vez su propia escuela como vamos a exponer en sucesivas entradas de esta bitácora, y como ya destacara Isaac Costero en el obituario que le dedicó en las páginas de la revista Ciencia (ver aquí).


Deja un comentario

El Instituto Nacional del Cáncer en los inicios de 1930

Al comenzar el año de 1930 diversos diarios informaron de tres cursos organizados por el Instituto Nacional del Cáncer o Instituto Nacional de Oncología -también denominado en aquella época Instituto Príncipe de Asturias para el estudio y el tratamiento del cáncer- que dirigía desde 1922 el cirujano José Goyanes Capdevila. (1876-1964).

Tales cursos se llevarían a cabo en el denominado Pabellón de Experimentación de la Liga Española contra el Cáncer que funcionaba desde 1924. Esta asociación está siendo estudiada actualmente por Berta Echániz Martínez y Eduardo Bueno Vergara, quienes recientemente han presentado en el simposio internacional «El problema social del cáncer: institucionalización, estrategias y narrativas contemporáneas«, celebrado el 23 y 24 de noviembre de 2023 en la Universidad Miguel Hernández de Elche, la comunicación titulada «La Liga Española contra el Cáncer: oligarquías, medicina y sociedad»

Se organizaron de la siguiente manera

Un curso de diagnóstico histopatológico de los tumores estaría a cargo del doctor Luis Rodríguez Illera (1883-1948) quien dispondría de la colaboración de los doctores Manuel Pérez-Lista (1901-1988) y Rafael Ibáñez González (1902-1971), quienes -como ya se comentó en una entrada anterior- obtuvieron en la primavera de 1933, junto a Isaac Costero, plazas de ayudante en esa institución científica.

La matrícula del curso que se celebraría entre el 20 de enero y el 12 de abril de 1930 estaba limitada a las 16 primeras inscripciones, y se desarrollaría por las mañanas, entre las 11 y las 14 horas. Los inscritos habían de pagar 250 pesetas, una cantidad apreciable de dinero.

Un curso práctico de análisis bioquímicos de sangre , orina y productos patológicos y serología del cáncer, a cargo del doctor Francisco Martinez Nevot (1), -quien meses después durante el primer bienio republicano llegaría a ser secretario de la Comisión Permanente de Investigaciones Sanitarias impulsada por Marcelino Pascua (2)- con la colaboración de los doctores Carrero, San Román y Robles. Tendría la misma duración que el anterior, entre el 20 de enero y el 12 de abril. También se desarrollaría entre las las 11 y 14 horas de todos los días laborables. El número máximo de alumnos, quienes harían por sí mismos las técnicas propuestas, serían diez, quienes tenían que abonar también como derechos de inscripción 250 pesetas.

Y un curso de investigación cancerológica, a cargo del doctor Pío del Río-Hortega (1882-1945), quien se encontraba en un momento de intensa productividad. Para ese curso ese relevante neurocientífico tenía previsto contar con el apoyo de sus colaboradores como el profesor Abelardo Gallego Canel, -que tenia por entonces cincuenta años, y que fallecería el 3 de febrero de 1930 pocos días después del anuncio de ese curso- (3) y los doctores Juan Manuel Ortiz Picón (1903-1995) e Isaac Costero, (1903-1979), estrecho colaborador suyo durante catorce años como se comentó en otra entrada anterior de esta bitácora.

Los asistentes a ese curso efectuarían estudios monográficos sobre citología tectónica de los tumores e interpretación patogénica y cáncer experimental, así como sobre tumores de diversos órganos y aparatos en relación con las especialidades.

Las matrículas estaban limitadas a 10 alumnos. A diferencia de los cursos anteriores los participantes en él trabajarían todos los días laborables cuatro horas -en lugar de tres- por las mañanas, de 10 a 14 horas.

Sus derechos de inscripción eran de 25 Pts mensuales para gastos de material y pequeños animales de experimentación.

Para solicitar las inscripciones en estos cursos era preciso ser médico, veterinario o farmacéutico o estudiar los últimos cursos de esas carreras.Las solicitudes para optar a ellos tenían que dirigirse al director del Instituto Nacional de Oncología (Pabellón de Experimentación), ubicado en la Moncloa madrileña, hasta el día 18 de enero de 1930.

(1). En 1926 el editor Javier Morata, en su serie médica, le había publicado Métodos microquímicas de investigación de la sangre y humores, con prólogo de José Goyanes, obra de 136 páginas que sistematizaba los contenidos del curso práctico de análisis microquímica de la sangre y humores que impartía en el Instituto Príncipe de Asturias para el estudio y tratamiento del cáncer.

(2) Hizo un balance de esa labor en «La Comisión Permanente de Investigaciones Sanitarias». Revista de Sanidad e Higiene Pública, 1933; 8/6, pp. 645-652.  

(3) Le dedicaron sendas necrológicas Pío del Río Hortega, «Muerte de un sabio. Don Abelardo Gallego», El Sol,4 de febrero de 1930 e Isaac Costero, «El profesor Abelardo Gallego», en Archivos Españoles de Oncología 5, cuaderno 2, (1930), pp. 195-199. 


2 comentarios

La admiración de Isaac Costero por Pío del Río Hortega

Durante el año 2023, que se va, me he encontrado con Isaac Costero (Burgos 1903-Ciudad de México 1980) en varias ocasiones a lo largo de las investigaciones que he efectuado sobre Germán Somolinos (Madrid 1911-Ciudad de México 1973), cuyos papeles conservados por su familia he tenido la oportunidad de investigar en estos meses pasados, como expuse en el homenaje que le brindamos en el Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC el pasado 18 de octubre de 2023 cuando presentamos el sitio web Germán Somolinos d’Ardois: memoria de un médico exiliado.

Esos dos médicos republicanos, nacidos en momentos diferentes, compartieron en su exilio mexicano trabajos y afanes, y forjaron en tierras americanas una sólida amistad como se deduce de las necrológicas que dedicara Costero a Somolinos, publicada una de ellas en el volumen 43 de los Archivos del Instituto Nacional de Cardiología de México accesible aquí.

Pero casi tres décadas antes -en 1945- en sus primeros años de exiliado ya Isaac Costero, quien dio numerosas pruebas de tener una ágil memoria como se constata en su excelente autobiografía Crónica de una vocación científica que publicara en México en 1977, tuvo que hacer otra despedida. En ese caso a quien había sido su maestro durante catorce años consecutivos en el Laboratorio de Histopatología de la JAE dirigido por Pío del Río Hortega, -como resalta en el texto que se presenta a continuación- y también su jefe por unos meses -antes de acceder a su cátedra de Histología y Anatomía Patológica de la Universidad de Valladolid en 1934- en el Instituto Nacional del Cáncer, donde Costero obtuvo una plaza de ayudante en la primavera de 1933 junto a Manuel Pérez Lista y Rafael Ibáñez González. Esa institución sería dirigida por Pío del Río Hortega durante la mayor parte del período republicano.

Como en los próximos meses voy a sumergirme, junto a Alba Calzado, quien está gozando una beca JAE intro de introducción a la investigación en el Instituto de Historia del CSIC, bajo mi tutoría, en el estudio del Congreso Internacional de Lucha científica y social contra el cáncer celebrado en Madrid a finales de octubre de 1933, la labor de Pío del Río Hortega en esa lucha y las conexiones con sus colaboradores me resultan de especial interés.

Por ello me ha parecido relevante la necrológica que dedicara Isaac Costero a su maestro y jefe en las páginas de la revista Ciencia, el portavoz de la diáspora científica republicana –como ya he explicado en otros lugares– en julio de 1945, pocos días después de la muerte en tierras argentinas de ese gran histopatólogo que fue Pío del Río-Hortega, candidato al premio Nobel varias veces, como explicaré en otras entradas de esta bitácora, y al que he dedicado gran atención en diversas partes de mi reciente libro El cénit de la ciencia republicana. Los científicos en el espacio público (curso 1935-1936).

A continuación se ofrece el mencionado texto de Isaac Costero sobre su admirado Pío del Río-Hortega.

Pío del Río-Hortega en 1933.
(Archivo digital Pío del Río-Hortega)

In Memoriam. El Dr. Pío del Río-Hortega por Isaac Costero

            El día 1º de junio último falleció en Buenos Aires el Dr. Pío del Río-Hortega. Tenía allí a su cargo, desde que la guerra le desplazó de Europa, un laboratorio de Histopatología patrocinado por la Institución Cultural Española, en el que recibía sus inagotables enseñanzas y realizaba importantes trabajos de investigación un selecto grupo de médicos argentinos.

             Pocos investigadores contemporáneos han alcanzado el justo prestigio de solidez y originalidad científicas como lo logró Río-Hortega desde su juventud. Inició los trabajos histológicos al lado de un entusiasta discípulo de Ranvier, el venerable Dr. Leopoldo López García, profesor de muchas generaciones en la Facultad de Medicina de Valladolid. Después de un breve intento de ejercicio profesional a la sombra de su pintoresco castillo familiar, el Dr. Río- Hortega fue a Madrid a trabajar en el laboratorio que entonces dirigía Don Santiago Ramón y Cajal en el Museo de Velasco y del que irradiaban al mundo los trabajos más importantes de la época sobre arquitectura del sistema nervioso.

            Al lado de Achúcarro, el malogrado investigador en el campo de la Neurología, Río-Hortega comenzó a desarrollar ampliamente sus maravillosas dotes de técnico (“Varias modificaciones al método de Achúcarro”, Bol. Soc. esp. Biol., 1916). Incontables días de apasionantes tanteos dieron como primer resultado importante el hallazgo de una sustancia, simple en su obtención, pero misteriosa en su constitución química y en sus propiedades como detectora de estructuras histológicas (“Un nuevo método de investigación histológica e histopatológica”. Bol. Soc. españ. Hist. Nat., 1918).  Esta sustancia -el carbonato de plata amoniacal-, representa el genio de un incomparable investigador, condensado en forma de dócil reactivo.  En manos de cualquier otro histopatólogo, es un líquido incoloro que se reduce sobre los tejidos manchándolos con burdos precipitados y que deja fácilmente huellas coloreadas en los dedos y en las ropas de quienes inesperadamente lo manejan. Como Río-Hortega, su creador, el carbonato de plata amoniacal solo es amigo de quien le quiere comprender. No se amolda a la rutina de los ayudantes técnicos, en quienes descansa habitualmente todo el trabajo manual en los laboratorios de Histopatología; necesita de dedos ágiles manejados por un cerebro perspicaz y acucioso, dedos que hayan visto la suave precisión de los de Río-Hortega, cerebro que haya captado las estimulantes ideas del sabio histólogo español.

            Entonces el carbonato de plata amoniacal demuestra con las más bellas imágenes lo que el deseo del investigador solicita de él. Es suficiente variar el tiempo de la fijación formólica de los tejidos, el tratamiento previo de los cortes con algún mordiente, la duración en la permanencia o la temperatura del reactivo, la concentración o el grado de agitación del reductor, para poner de manifiesto ora las más delicadas apariencias del armazón cromático, ora los protoplasmas más refractarios a la coloración con anilinas, ora las neurofibrillas, las células neuróglicas, la microglía, la oligodendroglia, las epiteliofibrillas normales o patológicas, los centrosomas, las bandas de cierre, los pigmentos lipoideos, las melaninas y sus sustancias predecesoras, etc. (“Coloración rápida de tejidos normales y patológicos con carbonato de planta amoniacal”, Bol. Soc. esp. Biol. 1919; “Una sencilla técnica para teñir rápidamente neurofibrillas y fibras nerviosas”. Bol. Soc. españ. Hist. Nat., 1921 [pp. 364-371] “Varias técnicas selectivas para la tinción del tejido conectivo reticular”. Ídem, 1925 [pp. 204-201]; “Manera sencilla de teñir epiteliofibrillas y ciertos retículos protoplásmicos de difícil demostración”.  Idem 1926 [pp.107-113]; “Fundamentos y reglas de una técnica de impregnación férrica, aplicable especialmente al sistema retículo endotelial”, Ídem, 1927 [pp. 372-383]; “ Innovaciones útiles en la técnica de coloración de la microglía y otros elementos del sistema macrofágico”. [pp.199-210] Idem., 1927; y otros muchos datos aparecidos en la mayor parte de sus restantes monografías).

            Tan grande era la ductilidad del carbonato de plata en manos de Río- Hortega que ni él mismo consideraba suficientemente seguro que alguna vez se agotaran sus posibilidades. Por eso retrasó siempre lo que le era tan solicitado: escribir un trabajo donde se encontrasen reunidas las múltiples variantes que le habían servido para realizar sus más conocidos descubrimientos. Sólo cuando sintió llegar la enfermedad que ha paralizado su fecundo cerebro, se decidió a escribir concretamente sobre sus técnicas, labor que ha terminado mientras luchaba con el dolor y la consunción en el voluntario y hermético aislamiento en el que quiso pasar los últimos meses de su vida. (“El método del carbonato argéntico. Revisión general de sus técnicas y aplicaciones en Histología normal y patológica”. Arch. Histol. normal y patológica, 1943-1944).

            Docenas de investigadores de todo el mundo acudieron al modesto laboratorio de la Residencia de Estudiantes de Madrid con el ánimo de desentrañar los misterios de técnica tan genial y fecunda. Y pronto descubrieron todos ellos que el reactivo y su autor eran igualmente sencillos; hasta confundirse en una misma cosa, y partían hablando ya para siempre de “el carbonato” y de “don Pío”, frases ambas envueltas en un halo de afectuosa cordialidad. Ninguno pudo dominar la técnica sin alcanzar al mismo tiempo la amistad del maestro, ni nadie logró hasta ahora mejorar aún en el detalle los resultados técnicos del reactivo ni las ideas que ellos despertaron en la mente del creador.

            Río-Hortega tenía una destacada personalidad de artista. Su arte se manifestó de manera excepcional y en medio poco común, pero sus incontables horas de trabajo lo fueron de la actividad artística más pura. Artistas fueron sus mejores amigos; todas las obras de arte merecían su decidida admiración; decantado arte se desprende de sus maravillosos dibujos, realizados a veces en cortos minutos, el pincel saltando con inquietud de inspiración verdadera del guache al papel; admiración de artista le permitía contemplar sin descanso sus preparaciones e interpretarlas con tan asombrosa precisión; amor de artista tenía por su obra y la indignación, a veces graciosa por lo infantil, que le producían sus plagiarios y contradictores, sólo se encuentra semejante en almas de artistas verdaderos. Su extensa capacidad de observación, su afinidad hacia el detalle que a todos escapa, la finura de su crítica, el afecto que sentía por los objetos e instrumentos de trabajo, son otras tantas manifestaciones de su temperamento hipersensible, que se manifestó en forma de un paternal cariño hacia quienes tuvimos la fortuna de ser sus discípulos.

            No es éste el momento oportuno para detallar sus descubrimientos. Río- Hortega miraba todo con ojos propios; unos ojos que parecían distintos a los demás y que veían mucho más y diferentes cosas en las mismas estructuras que habían sido ya objeto de minuciosas requisiciones por expertos investigadores. Esta genialidad en la apreciación de las imágenes morfológicas, sumada a la habilidad técnica, dio resultados asombrosos. En 14 años consecutivos que trabajé a su lado, cada día ví al menos una cosa nueva, aprendí un artificio técnico y escuché de sus labios un concepto original. De contados maestros podrá decirse algo parecido. Lo publicado por Río- Hortega, aun siendo mucho, no es sino lo fundamental de sus descubrimientos, aquello que su rigurosa autocrítica y su tradicional pereza para escribir le permitían confiar a la a pluma.

            La originalidad de las ideas de Río-Hortega se manifestaba en todos los momentos y, entre otras cosas no menos extraordinarias, en ésta: nunca le vi consultar un libro o una monografía antes de emprender un trabajo; al contrario que casi todos los investigadores, buscaba la información necesaria a la publicación de sus descubrimientos cuando ya su criterio referente al problema estaba firmemente establecido sobre la base de sus observaciones personales. La inspiración brotaba del mismo, nunca de opiniones expresadas por otros; aún más, la lectura de las opiniones ajenas le solía exasperar porque a menudo les encontraba el defecto, realmente fundamental en un investigador, de repetir lo ya dicho otras veces por quienes observaron los hechos con más material y en primer lugar, únicos en quienes disculpaba errores de interpretación. He aquí el motivo, para muchos ignorado, de que Río-Hortega no haya escrito nunca un libro de texto o un tratado general. Esta clase de obras, cuya necesidad y mérito él no discutió jamás, quedaban fuera de su temperamento; todo su trabajo es original y jamás se avino a escribir lo que, como él mismo decía, ya estaba escrito.

             Pero, si no toda su obra, sí debemos citar aquí, al menos brevemente, los trabajos que le han dado más fama referentes a la microglía, a la neuroglia, a la epífisis y a los tumores cerebrales.

            La microglía, el llamado tercer elemento de los centros nerviosos, era totalmente desconocida en su real naturaleza antes de los trabajos de Río- Hortega, y a él debemos todo lo que hoy se sabe acerca de su morfología, origen y función. Como ya es del dominio de los especialistas, la microglía está formada por pequeñas células dotadas de prolongaciones arborescentes delicadas y muy espinosas, que se reparten en todos los territorios del sistema nervioso central; proceden del mesodermo, tienen movimientos amiboideos muy activos e intensa capacidad fagocitaria, durante la cual tienden a perder sus prolongaciones originando las llamadas células en bastoncito y cuerpos granuloadiposos. Estas actividades se manifiestan con especial intensidad en los procesos patológicos del encéfalo y singularmente en los de naturaleza inflamatoria.

            El descubrimiento de la microglía data de 1919 y las monografías originales correspondientes pueden encontrarse en el tomo IX del Boletín de la Sociedad española de Biología (“El tercer elemento de los centros nerviosos: I. La microglía en estado normal. II. Intervención de la microglía en los procesos patológicos. III Naturaleza probable de la microglía. IV, Poder fagocitario y movilidad de la microglía”). Todavía hay otros tres trabajos fundamentales sobre el tema: “La microglía y su transformación en células en bastoncito y cuerpos gránuloadiposos”. (Trab. Lab. Invest. Biol. Univ. Madrid, 1920; “El tercer elemento de los centros nerviosos; histogénesis y evolución normal, éxodo y distribución regional de la microglía” (Mem. Soc. españ. Hist. Nat., [tomo XI] 1921 [pp. 213-268 y 16 láminas), y “Lo que debe entenderse por tercer elemento de los centros nerviosos” (Bol. Soc. Españ. Biol., 1924).  El hallazgo de la microglía surgió de las variantes a las técnicas del carbonato de plata con las que es posible teñir los protoplasmas y se basan en la fijación breve de los tejidos, en la impregnación rápida en soluciones concentradas de plata y en la reducción en agitación continua. La microglía se tiñe en condiciones similares a como lo hacen los macrófagos fijos y libres de los demás tejidos y, en realidad, representa el sistema macrofágico de los centros nerviosos.

            La neuroglia genuina fue objeto de largos y fecundos análisis por parte de Río-Hortega. Su descubrimiento más importante en este campo es, sin duda, el de la neuroglia interfascicular, con escasas prolongaciones aferradas a las vainas meduladas de las fibras nerviosas, a la que llamó oligodendroglia. Esta variedad de neuroglia fue primero entrevista con técnicas similares a las que pusieron de manifiesto a la microglía. Más tarde, encontró Río-Hortega una modificación al método de Golgi del cromato de plata. por la que pudo determinar exactamente la morfología y la distribución de la oligodendroglia; nuevas variantes al método del carbonato pusieron recientemente en evidencia la oligodendroglia de los ganglios sensitivos y simpáticos. La información bibliográfica original sobre este tema se extiende desde 1921 a 1943 (“Estudios sobre la neuroglia; la glía de escasas radiaciones (oligodendroglia), Bol. Soc. españ. Hist. Nat., [pp.63-92], 1921: ¿Son homologables la glía de escasas radiaciones y las células de Schwann?”, Bol. Soc. españ. Biol., 1922; “Tercera aportación al conocimiento morfológico e interpretación funcional de la oligodendroglia”, Mem. Soc. españ. Hist. Nat., [tomo XIV, pp. 5-122], 1928; “Investigaciones sobre la neuroglia de los ganglios sensitivos y simpáticos” en colaboración con Prado y Polak, Arch.Hist. normal y patol, 1943). Además se ocupó de “La verdadera significación de las células neuróglicas llamadas amiboides”. (Bol. Soc. españ. Biol., 1918), de “Algunas observaciones sobre la neuroglia perivascular” (Bol. Soc. españ. Hist. Nat., [pp. 184-204]1925), del “Condrioma y granulaciones específicas de las células neuróglicas” (Idem, [pp. 34-55] 1925) y de “La neuroglia normal: conceptos de neurogliona y de angiogliona” (Arch. Histol. normal y patol. 1943).

            Sobre la glándula pineal los trabajos de Río-Hortega deciden claramente la morfología de las células parenquimatosas (“Constitución histológica de la glándula pineal”. Libro en honor de don Santiago Ramón y Cajal, 1922), establecen el contenido del parénquima epifisario en elementos neuróglicos genuinos (“Substratum neuróglico”, Arch. Neurobiol., 1929) y descubren en las células parenquimatosas verdaderos granos de secreción (“Actividad secretora de las células parenquimatosas y neuróglicas”, Arch Neurobiol., 1929).

            A la estructura de los tumores cerebrales ha dedicado dos gruesas monografías fundamentales (“Para el mejor conocimiento histológico de los meningoexoteliomas”, Arch. españ. Oncol., 1930, y “Anatomía microscópica de los tumores del sistema nervioso central y periférico”, Ponencia al Congreso Internacional del Cáncer, 1933) y otras menores en extensión, pero de conocimiento básico para los especialistas en la materia, tales como “Nueroblastomas” (Bol. Acad. Med., Buenos Aires, 1940), “Estudio citológico de los neurobifromas de Recklinghausen” (Arch. Histol. normal y patol, 1943), “Sincitio y diferenciaciones citoplásmicas de los meningoexoteliomas” (en colaboración con Prado y Polak, Idem, 1943) y “Contribución al conocimiento citológico de los oligodendrogliomas” (Idem, 1944). Según estos trabajos, los neurospongiomas no existen tal como fueron concebidos en los últimos años y los meduloblastomas no son tumores de naturaleza indefinida por demasiado embrionaria, sino neuroblastomas genuinos. La forma de las células en los tumores del sistema nervioso central, de conocimiento indispensable para establecer un diagnóstico exacto, sólo se pueden poner de manifiesto en la actualidad con el carbonato de plata amoniacal. La diferenciación entre los glioblastos y los neuroblastos tampoco puede establecerse sin el conocimiento de las técnicas y de las ideas de Río-Hortega.

            Libros y monografías escritas en todos los idiomas contienen, repetido en muchas páginas, el nombre del original investigador español junto a sus descubrimientos y expresivas ilustraciones. El nombre de Río-Hortega ha quedado vinculado para siempre al de algunas publicaciones científicas de relieve singular punto. Los Boletines de las Sociedades españolas de Biología y de Historia Natural, en los que vertió lo más selecto de sus trabajos, así como los Archivos españoles de Oncología, de Madrid, y los Archivos de Histología normal y patológica, publicados en Buenos Aires, de los que fuera fundador. Ninguna de estas dos últimas publicaciones ha contado larga existencia; la primera resultó interrumpida por la guerra, pero la última no debe quedar abandonada por la muerte del maestro. Todos los que fuimos sus discípulos estamos obligados a mantener en ella el nombre de Río-Hortega y es de esperar el apoyo más eficaz para ello, tanto del grupo de colaboradores argentinos como de la Institución Cultural Española; aquellos y ésta han dado buenas pruebas de su amor al trabajo científico, a la ciencia de habla española y al Dr. Pío del Río-Hortega, y mantendrán, sin duda, con la constante contribución de quienes estamos repartidos ahora por todo el mundo, los archivos en los que tanto amor y trabajo puso nuestro maestro.

             Río-Hortega quiso a su Patria con amor desinteresado de niño, con entrega incondicional de amante. Varón con espíritu de una pureza que, a fuer de singular, resultó incomprendida para algunos; hombre para quien las palabras amistad y patriotismo tenían su más elevado sentido, se entregó de lleno a su trabajo y a su país. Allí dirigió durante muchos años el Laboratorio de Histología Normal y Patológica que la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas le confió en la Residencia de Estudiantes, al mismo tiempo que se ocupaba de la dirección del Instituto Nacional de Oncología. Por sus discípulos y por su Patria recorrió las más famosas universidades del mundo y París, Berlín, Praga, Leyden, Bruselas, México, Montevideo, Santiago de Chile y Buenos Aires escucharon sus conferencias y cursos técnicos en diversas ocasiones. Por su país solicitó entrar en el acribillado Instituto de Oncología, entre el tupido fuego de las armas germanas, a rescatar el radio y los instrumentos transportables en tan duras condiciones, que depositó en el Banco de España. Por su desgraciada Patria renunció a puestos brillantes y bien remunerados que le ofrecieron cuando salió de ella y de la que nunca quiso apartarse.

            Nada en el mundo podía ser comparado en la castiza imaginación del sabio, a su terruño natal. Ese terruño de arcilla rojiza de la que con tanto trabajo obtiene el campesino castellano su miserable sustento y cuya lejanía en la hora de la muerte ha debido ser para tan gran patriota el más duro de sus muchos sufrimientos. Ese terruño barrido por todos los vientos y azotado por todos los climas, que algún día no lejano habrá de acoger definitivamente sus restos como, sin duda, acogió ya sus últimos y más amados pensamientos

Isaac COSTERO

Ciencia, vol. VI, nº 5-6, 1945, 10 de julio de 1945, pp. 193-197


Deja un comentario

El homenaje de José Puche Álvarez a Germán Somolinos hace medio siglo

Dos relevantes médicos españoles republicanos – José Puche Álvarez (Lorca, 31 de agosto de 1895-México, 3 de noviembre de 1979) y Germán Somolinos d’Ardois (Madrid 24 de febrero de 1911- México, 23 de junio 1973)- compartieron exilio en tierras mexicanas. Puche, ex rector de la Universidad de Valencia durante la guerra civil, sobrevivió a Somolinos, a pesar de que le llevaba más de quince años.

Gracias a casualidades de la vida, que explicaré más en detalle en un acto que se celebrará el próximo 18 de octubre en la sede del Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS) del CSIC, me he sumergido en los últimos meses en la vida y la obra de uno de los grandes historiadores de la medicina del tercer cuarto del siglo XX como se comprobará en un sitio web que se presentará ese día que he construido con un equipo formado por Irati Herrera Ros y Teresa López y con la ayuda técnica de Sonia Jiménez.

En ese acto los herederos de Germán Somolinos, particularmente mis colegas del CCHS Helena Rodríguez Somolinos y Juan Rodríguez Somolinos, sobrinos de su tío Germán, donarán generosamente una serie de papeles que su familia ha conservado amorosamente durante décadas sobre la vida y la obra de ese relevante médico que llegó a México exiliado antes de cumplir los treinta años. Luego en su nueva patria de adopción rehizo su vida, se nacionalizó mexicano, y dedicó sus energías, tras consolidarse profesionalmente como médico, a su pasión por la investigación histórico-médica. En sus estudios como historiador de la medicina dedicó el grueso de sus energías a estudiar la vida y la obra del médico renacentista Francisco Hernández, enviado por Felipe II en la década de 1570 a estudiar las plantas medicinales mexicanas.

Germán Somolinos falleció cuando acababa de cumplir 62 años, encontrándose en plena actividad intelectual. Su temprana desaparición no sólo conmocionó a sus familiares -estaba casado con Marisa Palencia Oyárzabal, hija del artista, crítico de arte y diplomático republicano Ceferino Palencia, y de Isabel de Oyárzabal, la primera mujer embajadora de España, y destacada feminista republicana- sino también a sus numerosos amigos mexicanos y españoles exiliados. Uno de ellos fue José Puche, quien publicó hace cincuenta años -el 30 de septiembre de 1973- una sentida necrológica en las páginas de la revista Ciencia, el principal portavoz de la diáspora científica republicana.

He aquí sus contenidos.

Germán Somolinos d’Ardois

         Este amigo verdadero, bueno y leal, terminó su jornada entre nosotros. La contemplación de su existencia conforta por su ejemplaridad. Germán llenó su vida con deberes cumplidos, cultivando fervorosamente los valores eternos, abnegado en el trato con sus deudos y amigos y practicando, sin afectación, las virtudes humanas.

         El valor de la existencia no puede ser medido utilizando un parámetro aislado. Vivir muchos años puede significar muy poco, además, los achaques de la senectud suelen ser desoladores. No tiene calificación estimable la fortaleza, en su aspecto elemental, ni la ostentación del esfuerzo. Poco vale el envanecimiento de las competencias. La simulación, el engaño, ¿a dónde conducen? Tampoco parece prenda segura el poder, aunque sea mucho y adquirido en buena lid, situación inusitada, ya que, a la hora de administrarle, no faltan cerca del poderoso aduladores o consejeros ruines que, con su servilismo, lo desvirtúan. Llegando a sortear este peligro, todavía el poder, exento de virtudes, puede malograrse, infligiendo deformaciones imprevisibles sobre el espíritu mejor templado.

          Una valoración inteligible de la persona debe realizarse necesariamente a través de varios parámetros cualitativos. Acumulan valor el trabajo inteligente, los propósitos honestos y la disposición de compartir con los demás los bienes que circunstancias afortunadas nos hubieran deparado.

          Estas reflexiones afloran ante el recuerdo de las excelencias del amigo que acaba de dejarnos.

         En la plenitud de su brío, Somolinos pronunció un discurso memorable ante la Academia Nacional de Medicina, glosando la importancia del trabajo de los médicos españoles que el exilio republicano trajo a México. Aquella disertación conmovió a nuestros coterráneos y también a nuestros colegas y amigos mexicanos punto el acto tuvo tal relevancia que fue preciso difundir su contenido para darlo a conocer a los españoles republicanos. El Ateneo Español de México tomó la iniciativa de publicar el discurso con los comentarios de los doctores Ignacio Chávez, Salazar Mallén y Fernández del Castillo. Hubo que agregar una presentación, tarea que asumí, con especial agrado, por la admiración y el afecto que unió a Germán Somolinos y que comparto con los tres colegas mexicanos que le acompañaron en aquella sesión de buen recuerdo.

         Dije entonces: “nuestro amigo pertenece a ese limpio linaje de españoles prestos a defender las causas justas, los valores humanos, los ideales nobles…”  En efecto, el linaje a que deseaba referirme era el simbolizado por Cervantes al crear la figura del maltratado caballero.

          La dignidad, el esfuerzo desinteresado, el valor, la bondad, formaban el paradigma quijotesco. Precisamente, por eso, fuera cruelmente escarnecido y objeto de mofa para los “patanes” y “logreros”. El caballero apaleado, siempre en trance tragicómico, sigue confiando en los que se burlan de él, hasta la muerte, porque sueña como debiera ser y no como suele ser la gran mayoría: gentes mezquinas, aligeradas de todo impedimento, que buscan en la vida únicamente su provecho o satisfacciones instintivas.

          En su actitud ante la vida, la conducta de Somolinos armonizaba con la del hidalgo que sigue impertérrito ante los descalabros y las calamidades. Ejerció su profesión con singular competencia y decoro. Pero su campo de aventura, sus actividades preferidas, fueron las vinculadas a la historia de la Medicina.

          Sus trabajos historiográficos se caracterizan por la información rigurosa, el comentario inteligente y la amenidad de su prosa, impregnada de buen gusto y de profunda erudición.

          Se aprecia también en la manera de tratar los temas elegidos el perfil del investigador, técnica de trabajo que debió aprender junto al forjador más destacado de la ciencia española, D. Santiago Ramón y Cajal.

          El estudio de Somolinos que precede a la edición de las obras completas de Francisco Hernández, editadas por la Universidad Nacional Autónoma de México, constituye una de las más brillantes realizaciones historiográficas que se hayan publicado en lengua española. La edición de la Universidad es sencillamente insuperable y el estudio preliminar que escribió José Miranda sobre Las Españas de Felipe II da a la vida y la obra de Francisco Hernández un valor que, siendo merecido, coma nunca antes pudo alcanzar.

          Sus aportaciones y esclarecimientos acerca de la Medicina Mexicana prehispánica reúnen, con la autenticidad histórica de los relatos, la calidad estética del arte de los antiguos pobladores. Sus hallazgos en las tradiciones y códices autóctonos van acompañados de acendrado entusiasmo y enamoramiento por ellos.

          El compendio de Historia de la Medicina que compuso Somolinos señala sabiamente los momentos más decisivos del progreso de la Medicina Universal.

          Refiriéndose a las vicisitudes de la historia de nuestro país de origen, Somolinos, recordando a Miguel Servet, en la revista Las Españas dice así: “España, desde tiempos muy remotos, se desprende periódicamente de lo más florido y avanzado de su intelectualidad, enviándola a rodar, desvalida y desconectada, por países extraños e inconexos.

          Pocos de estos españoles vuelven a su patria y, sin embargo, ¡he aquí lo maravilloso del español!, estos expulsados o huidos son los que más han laborado y con mayor eficacia por el conocimiento universal de España y a quienes se deben la mayoría de los hechos universales de la historia española”.

         Este dolorido comentario no cuenta para los miles de españoles que tuvimos la fortuna de llegar a México, pues aquí la inmensa mayoría de los expatriados españoles encontraron una Patria donde rehacer sus vidas, como lo supo hacer tan acendrada y gloriosamente Germán Somolinos. – J. PUCHE.

Ciencia, XXVIII, 3, 30 septiembre 1973, pp. 127-128.


Deja un comentario

Leonardo Martín Echeverría, profesor aspirante del Instituto-Escuela de la JAE

El próximo viernes 28 de abril impartiré una conferencia en la Real Academia de Historia y Arte de San Quirce de Segovia en el marco del interesante ciclo coordinado por José Luis Mora García acerca de la labor desempeñada por personalidades segovianas o vinculadas con Segovia en el exilio. Debido a mis investigaciones sobre Leonardo Martín Echeverría que he dado a conocer fundamentalmente en tres trabajos, dos de ellos dedicados a la editorial Atlante en la que Martín Echeverría publicó su principal obra España: el país y los habitantes poco después de llegar a México como exiliado político, y otro a su estancia en Segovia como catedrático de su instituto, durante la década de 1920.

Ahora lo que quiero subrayar es que su larga experiencia como enseñante de las materias de Geografía e Historia las inició en ese extraordinario centro educativo que fue el Instituto-Escuela, impulsado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) , cuyo decreto fundacional publicado el 11 de mayo de 1918, lo redactó José Castillejo como mostré en otro trabajo, publicado en Ciencia e innovación en las aulas. Centenario del Instituto-Escuela (1918-1939), accesible aquí

Él fue -cuando tenía 24 años pues había nacido en Salamanca en 1894- uno de los primeros profesores seleccionados para formarse como docente del Magisterio Secundario, pues el Instituto-Escuela se concibió como un instrumento de formación de un plantel de docentes que renovasen los métodos y contenidos de una anquilosada enseñanza secundaria.

En efecto, en las memorias de la JAE correspondientes al curso 1918-1919 se señala que para cumplir con el artículo 45 del Reglamento del Instituto-Escuela la JAE abrió durante ese curso cuatro secciones de las nueves previstas para formar a los aspirantes al denominado Magisterio Secundario.

Esas secciones fueron:

la Primera o Preparatoria, de estudios elementales, dirigida por la profesora normal María de Maeztu Whitney

la Segunda, de Lengua y Literatura castellanas y Lengua y Literatura modernas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Ramón Menéndez Pidal

la Quinta, de Matemáticas, dirigida por el catedrático de la Universidad Central Julio Rey Pastor

y la Séptima que agrupaba a las Ciencias naturales, Fisiología, Higiene y Agricultura, dirigida por el también catedrático de la Universidad Central Ignacio Bolívar.

Como esa innovadora experiencia educativa estaba dando sus primeros pasos se decidió limitar el número de aspirantes admitidos. Entre los elegidos se encontraba Leonardo Martín Echeverría, cuyo nombre aparece en un listado de personas que desempeñarían en el futuro notables servicios en la docencia y en la investigación. He aquí quienes conformaron la primera promoción de profesores aspirantes al Magisterio secundario del Instituto-Escuela, indicándose entre paréntesis las fechas de su nombramiento. Fueron 11 varones y 5 mujeres

Juana Moreno Sosa (12 noviembre 1918)

María Sánchez Arbós (12 noviembre 1918)

Samuel Gili Gaya (12 noviembre 1918)

Agustín Millares (12 noviembre 1918)

María Luisa G. Dorado (12 noviembre 1918)

Leonardo Martín Echeverría (12 noviembre 1918)

José Mª Ramos Loscertales (12 noviembre 1918)

Ruperto Fontanilla (12 noviembre 1918)

Rosa Herrera Montenegro (12 noviembre 1918)

Gonzalo Pérez Casanova (12 noviembre 1918)

Leoncio Gómez Vinuesa (12 noviembre 1918)

Antonio Graner Molero (12 noviembre 1918)

María de las Nieves González Barrio (12 noviembre 1918)

Juan Cuesta Urcelay (12 noviembre 1918)

José Vallejo (14 enero 1919)

Antonio Marín (8 abril 1919)

Sus funciones, bosquejadas en el Real decreto y Reglamento del Instituto y en las Instrucciones aprobadas por la Junta, fueron objeto de ensayos y tentativas, que se consolidaron unas veces y otras se rectificaron. También la Memoria de la JAE apuntó que tales profesores aspirantes se encargaron de cursos completos y continuos, bajo la dirección y el consejo y guía de los catedráticos respectivos, «de tal modo que el aspirante adquiere el sentido de responsabilidad de su trabajo, sin más limitación que la de estar obligado a pedir y recibir consejos».

Además se alentó a esos profesores a que frecuentasen los laboratorios y centros de estudio dependientes de la JAE para «ampliar y elevar su cultura» y se les expuso la conveniencia de asistir a las clases de Pedagogía que se impartían en la Universidad y en la Escuela Superior del Magisterio y al breve ciclo de conferencias sobre Pedagogía que impartió en el Instituto-Escuela María de Maeztu.

Según la escueta información que aparece en su hoja de servicios, existente en el Archivo General de la Administración, -que curiosamente está certificada en algún momento de 1919 por el secretario interino de la JAE y del Instituto-Escuela de Segunda Enseñanza Gonzalo Jiménez de la Espada – Leonardo Martín Echeverría en ese curso 1918-1919 se hizo cargo de las clases de Geografía, donde posiblemente estuvo tutorizado por el catedrático Juan Dantín Cereceda, y se vinculó al Centro de Estudios Históricos de la JAE, donde no sabemos qué labores desempeñó.

Toda esa experiencia acumulada en esos meses le sería de suma utilidad para encarar las duras pruebas -el cuestionario se componía de 223 temas- de las oposiciones a la cátedra de Geografía e Historia de los Institutos de Segovia y Las Palmas que se celebraron durante el primer cuatrimestre de 1920. Tras superarlas con éxito, recién cumplidos 26 años, se inició una nueva etapa en la vida de Leonardo Martín Echeverría.

Para saber más sobre Leonardo Martín Echeverría ver mis trabajos

«Antonio Jaén Morente y Leonardo Martín Echeverría: dos catedráticos innovadores en el Instituto de Segovia”. En Educación, cultura y sociedad. Génesis y desarrollo de un proyecto reformista (Coords. José Luis Mora y Miriam Sonlleva). Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas.Tomo IV de La Universidad Popular Segoviana. Antecedentes, historia y protagonistas, Segovia, Real Academia de Historia y Arte de San Quirce, 2020, pp. 347-372

“Atlante en el exilio: actores y etapas de una editorial republicana hispano-americana” en El exilio español del 39 en México. Mediaciones entre mundos, disciplinas y saberes, editores Antolín Sánchez Cuervo y Guillermo Zermeño, México, DF, El Colegio de México, 2014, pp. 63-100. Accesible aquí

«La editorial Atlante: claves de una iniciativa cultural de los republicanos españoles exiliados” en Laberintos. Revista de estudios sobre los exilios culturales españoles, vol. 15, 2013, pp. 129-155. Accesible aquí


Deja un comentario

La fundación de la Universidad internacional de verano de Santander. Cuarto y último cuadro

El martes 16 de agosto de 1932 se celebró el primer consejo de ministros tras haber sofocado el gobierno de coalición republicano-socialista el golpe militar conocido la sanjurjada. En él, según informaron diarios vespertinos de aquel día como Luz y La Voz se estudiaron aspectos de la reforma agraria, se procedió al nombramiento de una serie de gobernadores civiles, y a propuesta del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes se aprobó el proyecto de decreto por el que se constituía la Universidad Internacional de Verano que se instalaría en el palacio de la Magdalena en Santander.

Algunos medios de comunicación informaron de algunos de los contenidos de ese proyecto de decreto

El decreto, sin embargo, no apareció publicado en la Gaceta de Madrid hasta el miércoles 24 de agosto de 1932. Había sido firmado el día anterior, el 23 de agosto, por el presidente de la República tras el viaje que efectuara a Santander y su provincia durante los días anteriores. En él visitó también las instalaciones de la futura Universidad internacional de verano.

En la tarde de ese martes 23 de agosto de 1932, en el que un hiperactivo Fernando de los Ríos llevó al Consejo de Ministros toda una serie de iniciativas relacionadas con la dinamización del sistema educativo y científico, también convocó a los periodistas para explicar los contenidos del decreto de constitución de la Universidad internacional de verano de Santander.

La responsabilidad de la puesta en marcha de esa singular y original experiencia educativa y científica recayó en un patronato y secretariado que fue designado a través de otro decreto aparecido en la Gaceta de Madrid de 25 de agosto de 1932.

Ese patronato que se renovaría cada dos años en una mitad estaba compuesto inicialmente por:

Ramón Menéndez Pidal, como presidente

Y como vocales por:

Miguel de Unamuno, presidente del Consejo de Instrucción Pública

Claudio Sánchez Albornoz y José Ortega y Gasset, catedráticos en la Universidad de Madrid.

Santiago Pi y Suñer y Pedro Castro Barea, catedráticos de las Universidades de Zaragoza y Sevilla, respectivamente.

Pedro González Quijano, profesor de la Escuela de Ingenieros de Caminos

Enrique Rioja LoBianco, director del Instituto de San Isidro

Pablo Cortés Faura, director de la Escuela Normal de San Sebastián

Américo Castro Quesada, profesor del Centro de Estudios Históricos

Enrique Moles, profesor del Instituto Nacional de Física y Química

Eduardo Hernández Pacheco, del Museo Nacional de Ciencias Naturales

Miguel Artigas, miembro de la Sociedad Menéndez Pelayo

Juan Díaz Caneja, director de la Casa de Salud Valdecilla de Santander

Más dos personas elegidas por el Ayuntamiento y la Diputación como representantes de la ciudad o de las corporaciones públicas de la misma.

Para llevar a cabo el secretariado fueron elegidos los catedráticos Pedro Salinas y José Gaos, cuya meritoria labor fue decisiva en el prestigio nacional e internacional que llegó a adquirir el proyecto educativo visionario de Fernando de los Ríos, como también se ha apuntado en este artículo de The Conversation.


1 comentario

La fundación de la Universidad Internacional de Verano de Santander en el verano de 1932 hace 90 años. Tercer cuadro

A mediados de julio de 1932 el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos anunció a los lectores de El Sol que el gobierno republicano proyectaba transformar el antiguo palacio real de la Magdalena, en Santander, en una institución cultural de nuevo cuño, de carácter innovador, como ya se expuso en una entrada anterior. (ver aquí). Estaba tomando cuerpo la que sería conocida como Universidad Internacional de Verano, surgida, según expusiera Pedro Salinas, en una conversación habida en una excursión campestre a la sierra de Guadarrama. Una vez que Fernando de los Ríos junto a un grupo de colaboradores, como el poeta Pedro Salinas, pergeñó el proyecto, se encaminó a finales de ese mes de julio a Santander a conocer in situ las instalaciones del futuro centro educativo y a presentar el proyecto a la ciudadanía de esa ciudad, que le recibió con los brazos abiertos, como expliqué en el segundo cuadro (ver aquí) de este friso en el que estoy mostrando la génesis de ese gran proyecto cultural republicano, que tras muchas vueltas y revueltas, pervive.

En esta nueva entrada, a modo de tercer cuadro, se hará un seguimiento de la visita que hizo Fernando de los Ríos el domingo 31 de julio y el 1 de agosto a la ciudad de Santander pues en ella inició las negociaciones con sus autoridades locales para poner en marcha ese nuevo proyecto universitario y presentó el diseño de la nueva universidad en el salón de actos del Instituto Nacional de Enseñanza Secundaria, en una interesante conferencia, que se resume más adelante.

De esa visita se hicieron eco algunos diarios madrileños vespertinos que salieron a la calle el lunes 1 de agosto, como La Voz y Heraldo de Madrid, ubicando el viaje de Fernando de los Ríos en una intensa campaña de actos políticos protagonizados por los diversos ministros de la coalición republicana-socialista en el gobierno.

Por ellos sabemos que la jornada del ministro Fernando de los Ríos durante el domingo 31 de julio de 1932 en la ciudad de Santander fue bastante ajetreada. Dedicó la mañana a visitar detenidamente la antigua posesión real del Palacio de la Magdalena, entrevistándose con los encargados de la custodia y conservación de la propiedad que con el nuevo régimen formaba parte del patrimonio de la República. Visitó detenidamente todas las instalaciones. Se convenció entonces de que el edificio reunía las condiciones apropiadas para ser la sede de la nueva universidad y «quedó maravillado de su situación y de las condiciones internas, que le hacen apto para el fin a que se destina», según apuntó el colaborador de la agencia Febus que cubrió la noticia. Luego se dirigió a las colonias escolares del Hipódromo donde le plantearon el proyecto del Ayuntamiento santanderino de acoger en ellas a escolares de distintas poblaciones castellanas. A continuación se encaminó a las dependencias del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza donde, ante una nutrida concurrencia expuso cuáles eran los objetivos del gobierno al crear la nueva universidad.

La intensa jornada continuó con una visita por la tarde a la Casa del Pueblo donde los asistentes pidieron al ministro que les hablase de distintos problemas políticos y sociales como los objetivos de la nueva universidad internacional, el paro forzoso, el control obrero y la participación de los socialistas en el gobierno. Luego estuvo en el sanatorio de Pedrosa y en Santoña. Al día siguiente, lunes 1 de agosto, se dirigiría a la Casa de Salud de Valdecilla y a la residencia para maestros establecida en la población asturiana de Celorio, a la que se aludió en la entrada anterior.

Fernando de los Ríos tenía fama de ser un buen orador. De modo que algunos periódicos dieron cobertura a las dos conferencias que impartió aquel último domingo de julio de 1932 en la ciudad de Santander. Así el diario vespertino madrileño Heraldo de Madrid, afín a la izquierda republicana, ofreció un amplio resumen de la que impartió en la Casa del Pueblo de Santander.

Pero evidentemente fue la prensa local la que realizó un seguimiento más detallado de la visita del ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes a la capital cántabra. Y así El Cantábrico– en su edición de ese martes 2 de agosto de 1935- no solo resumió esa conferencia sino que dedicó su primera página a reproducir en su integridad el discurso que impartió el ministro en la sede del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza, acompañado de tres fotos que registran diversos momentos de esa estancia santanderina de Fernando de los Ríos.

Aunque Benito Madariaga y Celia Valbuena transcribieron en su monografía La Universidad de Verano de Santander, publicada hace años, hacia 1980 (pp. 272-276) parte de esa información periodística, conviene incidir en ella pues es reveladora de cuáles eran los planes de Fernando de los Ríos respecto a la nueva Universidad Internacional de Verano, y de cómo el ministro trazó una estrategia para captar el apoyo de las autoridades y de la ciudadanía santanderina a su iniciativa cultural y académica.

Al hilo pues de esa conferencia se destacan a continuación algunos aspectos de la estrategia retórica del ministro y de los contenidos de su discurso en el abarrotado salón de actos del Instituto Nacional de Segunda Enseñanza.

Cabe señalar que en el arranque de su conferencia para congraciarse con su público el ministro jugó, en cierta medida, su memoria. Adujo que cuando estuvo dando en 1928 unas conferencias en la Universidad de México llegó a aquella ciudad la embajadora soviética Alexandra Kollontai. Ciertamente quien es considerada la primera mujer embajadora del mundo representó a la URSS en la república mexicana solo entre 1926 y 1927 (ver aquí). Pero una anécdota que le sucedió a esa destacada bolchevique y feminista marxista en su escala en Santander cuando se trasladaba en barco desde Rusia a México le permitió a Fernando de los Ríos ensalzar las virtudes de la población santanderina que aunaba características de los pueblos marítimos como la «sensibilidad y la comprensión» con rasgos positivos castellanos como «la seriedad, la caballerosidad y la ecuanimidad». Más adelante para justificar los merecimientos culturales de esa ciudad cántabra para acoger a la nueva universidad internacional trajo a su memoria «los nombres de quienes para mí figuran en la constelación de los dioses mayores de la inteligencia». Hizo entonces un ejercicio de equilibrio ideológico ante su heterogéneo auditorio resaltando los méritos de dos grandes figuras santanderinas, «dos hombres aparentemente discordes en el pensamiento, aparentemente antagónicos en sus ideas», a los que conoció personalmente, ofreciendo un valioso testimonio de su trato directo con ellos:

El primero es don Augusto González de Linares. Para él tengo la devoción más profunda, más íntima, el amor más acendrado.

Era el hombre más genial que ha producido España para las ciencias naturales. Tan genial era, que parecía un hombre del Renacimiento.

Yo he visto a Linares, al gran naturalista, teniendo delante de sí, cuando dormía, un libro abierto, que era la Metafísica de Aristóteles, en el cual leía y en cuya lectura meditaba.

Era Linares hombre que tuvo ideas verdaderamente geniales, la visión ideal de la concepción orgánica de los astros, tan profunda, que puede llamarse concepción sideral de los estudios morfológicos.

 El otro hombre, que aparentemente vivió en el otro extremo polar del pensamiento, otro hombre que abarcó las cumbres de los problemas de la cultura, es don Marcelino Menéndez y Pelayo.

Teniendo yo dieciocho años [Fernando de los Ríos nació el 8 de diciembre de 1879] acudí a los famosos cursos de Menéndez y Pelayo, en el Ateneo de Madrid, sobre los grandes polígrafos españoles [los impartió a lo largo de 1897]; a esos cursos, a los cuales desde doña Emilia Pardo Bazán hasta los mozalbetes de la Universidad, todos cuantos se interesaban por la cultura, acudían a tomar notas.

Era grande siempre don Marcelino en aquellas sus inolvidables lecciones; pero cuando se enfebrecía en su discurso, cuando se olvidaba de su auditorio, era un prodigio.         

Por eso era muy doloroso para mí escuchar de sus labios palabras injustas al juzgar a otros hombres insignes. Pero tengo para mí que don Marcelino sintió, en los últimos años de su vida, el dolor de haber proferido frases que pudieran ser mortificantes para gentes que luego estimó de un modo excepcional, y así, cuando don Manuel Cossío publicó su libro sobre El Greco, como si saldara una deuda, don Marcelino hizo de él un gran elogio, y al ofrendarle a la más genuina representación de la Institución Libre de Enseñanza, de que mi tío don Francisco Giner de los Ríos era el alma, sabía que se le ofrecía a lo que a aquél le pudiera ser más agradable.

Esa exhibición de sus dotes diplomáticas aunando en la tradición cultural santanderina a esas dos figuras representativas del ámbito ideológico laico institucionista como Augusto González de Linares, fundador y primer director de la Estación de Biología Marina de Santander desde 1886, y del mundo católico, como era Marcelino Menéndez Pelayo, iba encaminada a un doble objetivo. Solicitar el apoyo del Ayuntamiento y de la Diputación Provincial al sostenimiento del edificio que iba a albergar la Universidad ya que de su funcionamiento ordinario se iba a hacer cargo el Estado. Y recabar la colaboración tanto de «las corporaciones» como del «pueblo» a una nueva institución que pretendía ser «un órgano universitario en que se cultive la unidad orgánica del saber» y «un símbolo de la nueva España».

Explicó entonces el ministro a su auditorio sus características. Según Fernando de los Ríos esa nueva universidad pretendía efectuar una síntesis entre los dos modelos de universidades internacionales existentes en el mundo. En el ideado por Suiza se daba prioridad al intercambio de ideas entre las figuras preeminentes de Europa, mientras que en el dominante en Francia e Inglaterra y sobre todo en los Estados Unidos se optaba por dar prioridad a la divulgación cultural. Usando una metáfora geométrica señaló que un modelo enfatizaba el «punto de vista de planos horizontales, que sólo coge a las cumbres», mientras que el otro se concentraba en las bases. Desde su punto de vista convenía que la universidad de Santander buscase la convergencia de los dos planos.

Para atender al plano de las cumbres tenían que coincidir en ella las grandes mentalidades de España y del mundo «para que las figuras predominantes de la cultura moderna convivan y dialoguen con nuestros profesores españoles» a través de una serie de reuniones organizadas en torno a los temas objeto de discusión.

Respecto al plano de las bases se atendería organizando diversas actividades como cursos para especialidades, cursos generales y cursos impartidos por profesores franceses, ingleses y alemanes.

Los cursos especiales, de estudios intensivos, estarían destinados a «profesores de Normales, de Institutos y de Universidades, y el personal de selección en el Magisterio de Primera Enseñanza» que sintiesen «el acuciamiento del ansia de saber sin encontrar ocasión de satisfacerlo».

El curso general se destinaría a «todos los curiosos de la cultura que no han logrado satisfacer su curiosidad».

Los cursos impartidos por profesores extranjeros versarían sobre cuestiones de sus propios países y tendrían como objetivo seguir «el proceso de la civilización en cada uno de esos pueblos». Argumentó Fernando de los Ríos la importancia de esa dimensión internacional de la nueva universidad en estos términos:

La lengua es el espíritu de la cultura de un pueblo, es un sentido y una actitud ante los problemas del Universo, que tiene su especial manera de ser expresado; es la vestidura coma la modalidad y el matiz del pensamiento.

 Decía Pascal que hay dos lógicas: la lógica del corazón y la lógica del pensamiento. Estas dos lógicas se entrecruzan en cada pueblo de un modo distinto.

Hay un proverbio alemán que dice: “Tantas lenguas conoces, tantas vidas has vivido”, y es así, porque cuando nos sumergimos en otro idioma, cuando profundizamos en él hasta conocer sus secretos, parece que tenemos una nueva visión de la vida.

Señaló luego Fernando de los Ríos que además de nutrirse la Universidad Internacional de Santander de profesores españoles y extranjeros sus estudiantes serían seleccionados por todos los centros superiores de enseñanza y por las Universidades, atendiendo a sus méritos académicos y «no por razón de posibilidades económicas». El objetivo que se proponía su ministerio era reclutar en esos centros educativos «a los muchachos más inteligentes y más aptos, para atraerlos a esta Universidad Internacional», que en su opinión iba «a representar una flor en la vida cultural del país».

Para asegurarse el apoyo local recordó el conferenciante que Santander disponía de una serie de organismos o infraestructuras que acreditaban su «largo proceso de sensibilidad cultural». Aludió entonces a la institución de la que los santanderinos podían sentirse orgullosos como era la Casa de Salud Valdecilla, «motivo de honor y de satisfacción», no solo para la sociedad española, sino también para su ciencia. Y anunció que el Estado estaba dispuesto a doblar la subvención que le otorgaba. También encomió la importancia que tenía para la vida cultural de Santander la Biblioteca Menéndez y Pelayo, -cuyo fondo originario eran los 41.000 volúmenes que ese gran historiador había donado a su ciudad natal-, con la que la nueva Universidad estaría en estrecho contacto.

Al parecer los planteamientos del ministro encontraron apoyo en su auditorio, pues una vez puesta en marcha la Universidad internacional de verano al año siguiente -en julio de 1933- esa nueva institución cultural se convertiría en un símbolo de la Santander republicana. Además se convirtió en un acicate para que la Junta Central de Acción Católica, en la que era muy influyente el director del diario El Debate Angel Herrera Oria, organizase un Colegio Cántabro que intentó transformarlo en el bienio radical cedista en una Universidad Católica, como respuesta a la iniciativa cultural promovida por Fernando de los Ríos.

Conviene añadir que en el salón de actos de aquel instituto, antecesor del actual Instituto de Enseñanza Secundaria «Santa Clara», se encontraban en la mañana del domingo 31 de julio de 1932 representantes de todos los centros docentes de la ciudad entre los que se encontraban los directores del mencionado Instituto, las Escuelas de Artes e Industrias, Comercio y Náutica, y la Normal de Maestros. También una nutrida representación de la Casa de Salud Valdecilla, formada por su director, la mayoría de los jefes de servicios y bastantes postgraduados que ampliaban sus estudios en ella. Asimismo los presidentes y varios directivos de los Ateneos de Santander y Popular y una numerosa representación de la Casa del Pueblo, en la que el ministro dio otra conferencia la tarde de aquel día, como ya se señaló. Compartieron espacio con ellos estudiantes extranjeros que seguían los cursos de español que desde 1925 se impartían en la biblioteca Menéndez Pelayo puestos en marcha por el bibliotecario Miguel Artigas. Y estuvieron presentes entre los oyentes del ministro quienes le acompañaron a su llegada y le cumplimentaron como el alcalde, el gobernador civil, el presidente de la Diputación, los diputados Ramón Ruiz Rebollo, -catedrático de la Escuela Superior del Trabajo de Santander, -, y Eduardo Pérez Iglesias, -contable-, quienes habían transitado a principios de ese año del republicanismo federal a la órbita de Acción Republicana de Manuel Azaña , Gregorio Villarías López (Santoña 1883-Acapulco 1946) fabricante de conservas, del Partido Republicano Radical Socialista y el dirigente del PSOE Julián Zugazagoitia (1899-fusilado en Madrid en 1940) que dirigía desde marzo de 1932 el periódico El Socialista, el director de la Biblioteca Nacional Miguel Artigas, (1887-1947) y los de la Biblioteca de Menéndez y Pelayo, Museo Provincial y Estación de Biología Marítima, y algunos profesores y el vicerrector de la Universidad de Valladolid y catedrático de la Facultad de Medicina, el pediatra Gregorio Vidal Jordana. (1894-1980)

Días después del éxito de su misión en Santander Fernando de los Ríos estamparía su firma en el decreto que estableció la Universidad Internacional de Verano de Santander. Pero entre tanto el gobierno del que formaba parte tuvo que abortar el 10 de agosto de 1932 el golpe de estado fallido liderado desde Sevilla por el general Sanjurjo, conocido como «la sanjurjada», considerado por la historiografía como el antecedente del golpe militar del 18 de julio de 1936 que conduciría a la guerra civil.

En diversas ciudades españolas se realizaron acciones de protesta contra ese intento de golpe de estado encabezado por el general Sanjurjo con el apoyo de diversas fuerzas monárquicas y grupos autodenominados «nacionalistas». Una de ellas fue Santander donde se produjeron serios disturbios que no pudo contener a pesar de sus acciones conciliadoras el gobernador civil Francisco A. Rubio Callejón, de Acción Republicana, quien sería fusilado cuatro años después por los golpistas en el aciago verano de 1936, como señalé en el cuadro anterior. Aquel luctuoso 10 de agosto de 1932 grupos de manifestantes quemaron el Club Marítimo y el mobiliario del Círculo de Recreo, del Círculo Tradicionalista y del semanario «La Lucha» y falleció una persona por disparos de las fuerzas de seguridad.


1 comentario

La fundación de la Universidad Internacional de Verano de Santander en el verano de 1932, hace 90 años. Segundo cuadro

En una entrada anterior se informó acerca de en qué momento el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Fernando de los Ríos ofreció en El Sol la primicia del diseño de un proyecto cultural que impulsó en el verano de 1932, en el que puso mucho empeño. Se trataba de la puesta en marcha de la Universidad Internacional de Verano, a instalar en el antiguo palacio real de La Magdalena, en Santander. Y se ofrecieron detalles de cómo esa medida se inscribía en una serie de iniciativas que ese hiperactivo ministro estaba promoviendo para renovar la cultura española durante el primer bienio republicano.

En esta nueva entrada, a modo de segundo cuadro sobre la génesis de esa universidad, se presta atención a la recepción que se prestó a Fernando de los Ríos a su llegada a Santander al finalizar julio de 1932, siguiendo testimonios aparecidos en la prensa de esa ciudad, en la que destacaban dos periódicos matutinos: La Voz de Cantabria y El Cantábrico.

Este último diario, considerado más afín a las izquierdas cántabras durante el período republicano, insertaba en la primera plana de su número del domingo 31 de julio de 1932, el anuncio de la llegada del ministro Fernando de los Ríos a la ciudad de Santander la noche anterior, insertando su retrato en un lugar destacado. En su información exponía cuál iba a ser el programa de trabajo del ministro en esa jornada dominical; se evocaban las declaraciones que había efectuado días antes al corresponsal del diario en Madrid sobre los objetivos de su viaje; se daba cuenta de la visita que le había hecho el oceanógrafo Odón de Buen para informarle de la llegada a Santander aquel domingo del embajador francés Jean Herbette para imponer una condecoración al catedrático de la Escuela de Comercio Feliciano Aldázabal y se indicaba quiénes habían acompañado al ministro en la cena que había tenido en su lugar de alojamiento al llegar a la ciudad: el hotel Royalty. Allí compartieron mesa y mantel el ministro y su esposa -la pedagoga Gloria Giner de los Ríos (1886-1970)- con el gobernador civil Francisco Antonio Rubio Callejón -que sería fusilado por los golpistas en tierras de Granada cuando era gobernador civil de Jaén en el trágico verano de 1936 junto al joven jurista de Izquierda Republicana Joaquín García Labella y al cuñado de García Lorca el alcalde de Granada el médico y político socialista Manuel Fernández Montesinos (ver aquí)- y su esposa, los diputados Bruno Alonso, (1887-México 1977) del PSOE, y Gregorio Villarías López, (1883-Acapulco 1946), adscrito a Acción Republicana tras haber sido elegido como republicano federal en las elecciones a Cortes constituyentes de junio de 1931, y de otras personas.

Por su parte, el ejemplar del domingo 31 de julio de 1932 de La Voz de Cantabria, insertaba en su última página -la octava- una entrevista que uno de los reporteros le hizo al ministro en su alojamiento en el hotel Royalty. Benito Madariaga y Celia Valbuena la reprodujeron en uno de sus anexos documentales del libro que editaron hacia 1980 sobre La Universidad de Verano de Santander.

Gran Hotel Royalty en el que se alojó Fernando de los Ríos en su visita a Santander
al finalizar julio de 1932

La entrevista giró en torno a dos cuestiones: el periodista quería disponer de información del proyecto cultural que había llevado a Santander al ministro y conocer su opinión acerca del debate existente en el seno del PSOE sobre su permanencia en el gobierno de coalición con los republicanos.

La Voz de Cantabria domingo 31 de julio 1932 p.8

Respecto a la primera cuestión Fernando de los Ríos señaló que el motivo de su visita era conocer el emplazamiento y distribución interior del Palacio de la Magdalena con vistas a formular de manera atinada el proyecto creador de la Universidad Internacional que tenía que presentar a sus compañeros de Gobierno. Desde que había sido nombrado administrador de los bienes de la República se había planteado como prioridad dar una finalidad práctica «a la maravillosa posesión de la Magdalena». También ofreció algunos detalles de las características de la nueva institución educativa. Funcionaría los veranos, acogiendo a destacados profesores europeos y americanos que intercambiarían conocimientos con relevantes profesores españoles. Unos y otros impartirían cursos a alumnos de los últimos cursos de estudios universitarios, de Escuelas Especiales y Normales, que concursarían a ellos. Y planteó la conveniencia de que se crease un Patronato local para asegurar el éxito de la Universidad, que tenía que apoyarse en la labor cultural de diversas entidades «montañesas», como la Biblioteca de Menéndez Pelayo, que organizaba unos atractivos cursos de español para extranjeros en coordinación con universidades inglesas, y «la admirable fundación del marqués de Valdecilla», es decir el hospital homónimo.

Pero ese diario matutino también publicó en su primera página un artículo de su asiduo colaborador, y director en alguna fase del periódico, José del Río Sainz (1884-1964) que firmaba su sección «Aire de la calle» con el seudónimo de Pick. En él se revelaban los vínculos que unían a Fernando de los Ríos con Santander, se sugerían posibles influencias pedagógicas en el diseño de la nueva universidad internacional y se ofrecía una visión amable de la ciudad de Santander. Dado su interés considero conveniente transcribirlo en su integridad en esta bitácora. El título del artículo de Pick- que tenía resonancias del publicado por Miguel Artigas en febrero de 1930 en la Revista de Santander denominando «peregrinos» a Pedro Salinas y Fernando de los Ríos como usuarios frecuentes de la biblioteca Menéndez Pelayo- era precisamente «Fernando de los Ríos o el peregrino ilusionado»

Y decía asÍ:

Don Fernando conoce bien esta vereda que, desde el centro, conduce a las riberas españolas del mar del Norte. Don Fernando la anduvo muchas veces cuando no era ministro ni soñaba serlo. Cuando era solamente un catedrático de Universidad y un trabajador infatigable en la obra de la reconstrucción literaria de España, en la que coincidían, por un fenómeno de desinterés ejemplar, los alumnos de don Marcelino y los de don Francisco Giner de los Ríos, Menéndez Pidal, Bonilla San Martín, Américo Castro y el propio don Fernando. La biblioteca marceliniana de la calle del Rubio era el hogar común que acogía por igual a todos los infatigables investigadores que tenían como denominador coincidente la probidad histórica y el respeto al método, aunque salidos de tan diferentes campos.

Don Fernando de los Ríos venía entonces muy frecuentemente a la santa sede marceliniana. Llegaba envuelto en su modestia, y apenas si alguno de los periódicos locales citaba su nombre en unas líneas de parvo elogio. El catedrático de Granada paseaba su barba mora por nuestras calles, de las que gustaba el aire provinciano, sin otra compañía que la de Artigas; estudiaba durante una o dos semanas en la Biblioteca el texto que le interesaba, y un buen día tomaba el tren tranquilamente, y al despedirse desde la ventanilla de Artigas, que era el único que había bajado a acompañarle le daba con el adión la última recomendación:

¡Mándeme la copia de ese capítulo, porque con él va a empezar el libro!…

A los cinco o seis meses, el libro estaba ya en los catálogos de las grandes editoriales. Era el fruto de aquella residencia entre nosotros, durante una o dos semanas de vacaciones. El libro era siempre una cosa fundamental en la obra lenta de nuestro renacimiento literario. ¡Cosa notable! Los temas que con más ardor ha tratado don Fernando en sus libros han sido los del misticismo español. La preocupación religiosa la ha sentido lo mismo que Giner, que Unamuno, que Azcárate y que todos los más caracterizados heterodoxos de los tiempos presentes. A esta preocupación no ha podido sustraerse en ningún momento el antiguo catedrático de Granada, y hace todavía muy pocos días, al oir calificar de irreligiosos a Azcárate y a Giner, se levantó para desmentirlo en una réplica enternecida. En realidad, era su punto de vista el que fijaba coincidente con el de sus mayores en ideología.

Don Fernando era en aquellos años el peregrino ilusionado de un ideal de cultura española, y, aunque ya afiliado al socialismo y a la Unión General de Trabajadores, sus mayores actividades se desarrollaban en el plano literario y científico.

Tres años más tarde, y cuando nada hacia presagiar un inmediato cambio de régimen, don Fernando hizo un viaje a los Estados Unidos, invitado por aquellas Universidades [se refiere al viaje que inició a mediados de junio de 1929 en compañía de García Lorca]. El peregrino ilusionado de la Biblioteca marceliniana de Santander, el huésped silencioso y austero de Artigas durante los veranos, tomaba esta vez las rutas del Atlántico y cambiaba el polvo de nuestros caminos por el polvo líquido de las olas. Coincidió en la gran Babel estadounidense con Concha Espina y con el poeta García Lorca. A Concha Espina debemos referencias curiosas del paso del erasmista bético por allí. En su libro Singladuras nos habla de una cena íntima en Nueva York, en casa del catedrático Federico de Onís, en que el futuro ministro de la República española, con un fervor casi religioso, entonó las canciones tristes y fatalistas de su tierra.

«Y el canto popular de España-dice nuestra ilustre paisana-, con sus matices y variantes fabulosos, resonó potente en el saloncillo americano de Onís, abierto a la Claramont Avenue, aquella noche de plenilunio y de belleza….»

«Don Fernando de los Ríos, el insigne profesor, sabe y dice con fuerte personalidad los temas espléndidos y numerosos de Andalucía, especialmente los de Granada.

¡Noche rara y azul, aquella de Nueva York, toda pungida por el enorme cantar de España desde un grupo azaroso de emigrantes!»

****

Y ahora, aquel peregrino ilusionado, viene de nuevo a Santander, pero ya no como el profesor y el erudito, sino como el ministro de Instrucción pública, a estudiar sobre el terreno el establecimiento de una Universidad internacional de estudios superiores en el Palacio y en la península de la Magdalena.

Sin duda, conserva fresco en su retina el cuadro de aquellas Universidades que vió en el condado estadounidense de Vermont, y cuyo retrato nos hace Concha Espina magistralmente en su prosa poética.

«Allí Middelsbury College -nos dice-, Fundación espaciada entre espléndidos edificios, con escuelas Inglesa, Francesa y Española, que se constituyen en tres grandes palacios y diversas construcciones para muchos cientos de huéspedes y para bibliotecas, museos, laboratorios, clases y estudios, teatro, juego y otras diversiones…»

Ese mismo pueblo de Burlington, con su Universidad de ciento setenta profesores, espaciada en enormes edificios a través de un parque centenario, nos recuerda a un señor muy devoto de aldeas y de montes que nos dijo una vez: ¡Para vivir con higiene y amplitud, lo mejor sería levantar las ciudades en el campo!»

¿Es esta idea luminosa la que el ilustre profesor, hoy ministro de Instrucción pública, quiere plasmar en la Magdalena? Aquí tiene también, como en el condado de Vermont, una ciudad tranquila y laboriosa, emplazada en el campo, y, por lo tanto, amplia e higiénica. Ciudad, además, con una larga tradición de comercio y de convivencia con el extranjero. Y con unas formidables herramientas de trabajo y cultura, la institución Valdecilla y la Biblioteca de Menéndez y Pelayo, que él tan bien conoce. Añádase a esto la situación magnífica del Palacio y su esplendidez de residencia de magnates. De ser ese bello proyecto realizable, ningún lugar en España como la Magdalena para su realización. Así lo verá por sus ojos el peregrino ilusionado de hace unos años, que hoy, ministro de la República, conserva acrecida su curiosidad andariega y su ilusión romántica de lograr el bien por la instrucción.

La Voz de Cantabria, domingo 31 julio 1932 p. 1

En esa misma página el cántabro Ciriaco Pérez Bustamante (1896-1975) que por entonces era catedrático de Historia General de España y decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Santiago, tras exponer los logros alcanzados por el Seminario de Estudios Gallegos, planteó que la futura Universidad internacional podría contribuir a potenciar en Cantabria o La Montaña, como se la denominaba entonces, un Centro de Estudios Regionales que tuviese como modelo la mencionada institución gallega. Y a consolidar las perspectivas de crecimiento cultural de Santander que ya contaba con «admirables medios de trabajo», que él enumeró así: «la Biblioteca de Menéndez y Pelayo, la interesante del Municipio, la Casa de Salud Valdecilla, modelo de instituciones sanitarias; la riqueza prehistórica de la provincia, su envidiable situación topográfica y su agradable temperatura estival; el prestigio de los cursos para extranjeros que inició Miguel Artigas..»

Ese historiador desempeñaría un papel importante en el nuevo sesgo que adoptó esa institución cultural republicana tras la guerra civil al ocupar su rectorado, desde 1946 -cuando con nuevos criterios se reanudó su actividad- hasta 1968.


1 comentario

La fundación de la Universidad Internacional de Verano de Santander en el verano de 1932, hace 90 años. Primer cuadro.

Un decreto firmado en Madrid el 23 de agosto de 1932 por el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, y el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, el dirigente socialista Fernando de los Ríos, sentó las bases de la fundación de la Universidad Internacional de Verano, que se decidió crear en la ciudad de Santander, en las dependencias del antiguo palacio real de la Magdalena.

Como es sabido, ese centro docente fue una de las más importantes realizaciones culturales republicanas.

Al celebrarse en estos días el 90 aniversario de su creación he decidido aproximarme a su momento fundacional a través de varios cuadros, evocadores de su contexto.

Así en un primer cuadro, objeto de esta entrada, se mostrará cómo el ministro Fernando de los Ríos tenía ya tomada la decisión de impulsar esa iniciativa cultural en el mes de julio de ese año de 1932. Así se deduce de varias declaraciones periodísticas que efectuó a lo largo de la segunda quincena de ese mes.

Fernando de los Ríos rodeado de escolares en su visita a los Viveros de la Villa el jueves 14 de julio de 1932.
Foto Marina. Ahora 15 julio 1932, p. 13

Pocos días después de visitar las obras del grupo escolar que se estaba construyendo en Madrid, que llevaría el nombre de Giner de los Ríos, en homenaje al fundador de la Institución Libre de Enseñanza que como es sabido era su tío, y los viveros de la ciudad donde numerosos escolares disfrutaban del aire libre haciendo ejercicios prácticos de educación, Fernando de los Ríos hizo unas amplias declaraciones al diario El Sol, que las reprodujo en su primera página en su edición del martes 19 de julio de 1932.

Portada de El Sol martes 19 julio 1932

Esas declaraciones formaban parte de la campaña de apoyo que estaba recibiendo la labor ministerial de Fernando de los Ríos por determinados periodistas, como ya hubo ocasión de comprobar cuando se informó de la cobertura que dio Corpus Barga en el periódico Luz a la visita que hizo Fernando de los Ríos al pueblo toledano de Navalcán a principios de ese año de 1932 cuando intervino en él una de las misiones pedagógicas organizadas en el primer bienio republicano. Ver aquí.

Medio año después la redacción de El Sol al recoger sus declaraciones subrayó los aciertos de su gestión en estos términos:

Hay que destacar la obra cultural de don Fernando de los Ríos en el ministerio de Instrucción pública. Fuera de la pugna partidista que en estos días ha alcanzado un punto de culminación, el ministro va ensanchando con plausible tenacidad los horizontes de la escuela y de la Universidad: nuevos edificios, centros de investigación, difusión del teatro artístico, intercambios escolares.

El ministro centró sus declaraciones en destacar la intensificación de las relaciones de cooperación educativa y científica con la República francesa, de lo que ofreció numerosas pruebas:

– el director general de Primera Enseñanza, Rodolfo Llopis, destacado dirigente socialista, había sido invitado a participar en Burdeos en la celebración del Congreso Nacional de Maestros de Francia. Aprovechó esa ocasión para detallar la labor educativa de la República, utilizando «la pantalla» para dar a conocer la experiencia de las misiones pedagógicas, añadiendo el ministro: «La película que explica y divulga esta obra de las misiones causó verdadera impresión a las autoridades académicas que la presenciaron y a los maestros franceses allí congregados». Evidentemente sería un acontecimiento la recuperación de ese documento fílmico que no sabemos si pervive en algún lugar.

– la llegada a finales de agosto de 1932 a España de más de dos centenares de maestros, maestras y normalistas franceses organizados en cinco expediciones, una de ellas procedente de Angulema.

-el acuerdo adoptado por el ayuntamiento de Burdeos de dedicar una de las principales calles de esa ciudad atlántica al pedagogo español Francisco Giner

– la concesión del doctorado «honoris causa» de la Universidad de París a Gregorio Marañón

– el uso de la nueva Residencia de Estudiantes de París, que estaba financiando el gobierno español en la Ciudad Universitaria de París, «adonde nos proponemos enviar profesores de Instituto, de las Normales y maestros de Primera Enseñanza» para facilitar esos intercambios educativos y científicos con Francia «que representa la cima de la divulgación del saber en el mundo entero».

Y tras comentar que el domingo anterior -es decir el 17 de julio- había hablado con el presidente del gobierno Manuel Azaña sobre esa labor de cooperación educativa y científica con Francia, hizo el anuncio de una iniciativa, que se revelaría relevante en la acción cultural de la Segunda República. A la pregunta del periodista sí tenía otros planes inmediatos comentó lo siguiente:

Tenemos un plan perfectamente trazado, y en el que yo cifro las mayores ilusiones pedagógicas. Consiste en la creación de una Universidad Internacional veraniega, para cuya instalación se utilizará el Palacio de la Magdalena, de Santander. A los cursos de verano que se darán en esta Universidad serán invitados profesores eminentes de las Universidades extranjeras y también profesores españoles. Convivirán allí durante una temporada y realizarán un intercambio cuya eficacia es innecesario subrayar. La vida científica tomará con ello nuevos rumbos del más alto interés. Es nuestro propósito que desfilen por aquellas cátedras los más relevantes catedráticos del mundo. Así, quienes quieran ampliar sus estudios con las explicaciones de las autoridades más capacitadas de España y fuera de España, tendrán una ocasión magnífica de hacerlo. Hombres de ciencia, filósofos, historiadores, maestros del Derecho, pasarán por las aulas santanderinas en una cruzada intelectual del más alto valor, y de la cual corresponderá a España toda la gloria. La organización y el mantenimiento serán nuestros exclusivamente.

Santander ofrece para esta obra una situación excepcional, ya que se cuenta con la biblioteca Menéndez Pelayo, la Fundación Valdecilla, la estación de Biología marina y, sobre todo, la situación excepcional de la ciudad, tan atractiva geográficamente. Las posibilidades que ofrece el clima, el sitio y aquellos elementos complementarios de que le hablo, así como la proximidad del emplazamiento del Museo prehistórico que se ha de hacer en Santillana del Mar, son una base inapreciable para el desarrollo eficiente de esta iniciativa.

Tras ofrecer esa primicia e insistir que para ponerla en marcha también contaba con el apoyo del gobierno francés, anunciando un próximo viaje a París, habló de otros logros culturales que estaba impulsando su ministerio. Al respecto explicó que gracias a su patrocinio se estaba constituyendo el Fichero Artístico Nacional, «de cuya ejecución puede enorgullecerse el Centro de Estudios Históricos» . Gracias a su labor acababa de aparecer el primer tomo del libro «Monumentos españoles«, confeccionado por los integrantes de la sección de Arte y Arqueología de esa institución dependiente de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. La obra tendría tres tomos y «serán el verdadero inventario artístico de España». Y añadió el ministro: «Se enviará a todas las escuelas para que el maestro remoce y enriquezca las lecciones de Geografía, dando a los escolares una visión más fecunda y compleja de lo que es España y de lo que significa la labor realizada. El segundo volumen ya está terminado, y se está imprimiendo en estos momentos».

El entrevistador recibió como regalo el primer volumen de esa edición que estaba en la mesa del ministro. Su valoración fue esta: «La obra es magnífica. Comprende desde Alava hasta Jaén. Todos los monumentos artísticos, históricos y arquitectónicos de España pasan por la vista del lector en una reseña abreviada y clara, concisa y documental. Casi todos ellos llevan su correspondiente fotografía. Inicia las páginas de este tomo una Advertencia a manera de prólogo, que firma el Sr. Sánchez Cantón, y en la que se recuerda el fracaso de todos los intentos realizados hasta ahora para inventariar y resumir en un libro la riqueza artística nacional. Ya se ha logrado. Este libro, primorosamente editado, que el ministro ha tenido la gentileza de poner en nuestras manos, es el primer paso.»

También el ministro le habló al redactor de El Sol de la residencia para maestros que se había inaugurado en la población asturiana de Celorio, ocupando una antigua residencia de jesuitas -que ahora vuelve a estar en poder de esa orden religiosa (ver aquí), tras haber sido durante la guerra como depósito de soldados de reemplazo por las fuerzas republicanas y luego campo de concentración de prisioneros cuando las tropas nacionalistas ocuparon totalmente Asturias en octubre de 1937. (ver aquí)

Finalmente el periodista se interesó por uno de los proyectos en los que el ministro tenía la mayor ilusión, como era la puesta en marcha de «la Barraca estudiantil». Fernando de los Ríos aludió a su reciente viaje a Almazán donde la Barraca, que dirigía Federico García Lorca, había actuado con un gran éxito -aunque se habían producido algunos incidentes durante la representación – y que en los días siguientes esa agrupación artística estudiantil haría su presentación oficial en La Granja ante el jefe del Estado. Y añadió que cara al futuro el ministro tenía sobre su mesa el impulso a los centros de estudios arábigos, que se iban a inaugurar en octubre de 1932, la intensificación de grupos escolares, las misiones pedagógicas, y planes sobre el Teatro artístico.

De tales iniciativas informó días después de manera extensa en unas largas declaraciones que hizo en ese mismo diario a un reportero que firmó con las siglas A.C. y Z. el domingo 24 de julio de 1932, recogidas en su página 12 y última. En ella se explayó sobre la labor renovadora de la cultura española que estaba llevando a cabo su ministerio en ámbitos como las escuelas primarias, las Escuelas Normales, las Misiones pedagógicas, la enseñanza secundaria, las Escuelas de Trabajo, la obra universitaria, la Escuela de Estudios Árabes de Granada y su proyección en el mundo islámico, los Museos, los Archivos, la acción artística mediante la creación del Teatro Lírico Nacional por parte de la Junta Nacional de Música.

Ultima página de El Sol del domingo 24 de julio 1932

En medio de esa intensa actividad parlamentaria, gubernativa y publicística Fernando de los Ríos decidió viajar el último fin de semana de julio de 1932 a Santander. De las intenciones que albergaba en ese viaje el ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes dio cuenta el diario vespertino republicano Luz, nacido a principios de ese año, impulsado por el empresario Nicolás María de Urgoiti, cuando este perdió el control del accionariado de El Sol, poco antes del advenimiento de la República.

Portada del diario vespertino Luz sábado 30 julio 1932

El suelto, publicado en su primera página de la edición del sábado 30 de julio, titulado «Un proyecto. El Palacio de la Magdalena, Universidad Internacional de verano», decía asi:

Don Fernando de los Ríos tiene el propósito de aprovechar el descanso parlamentario de esta semana con objeto de trasladarse a Santander y estudiar sobre el terreno un proyecto muy interesante.

Se trata de transformar el Palacio de la Magdalena en Universidad Internacional, cosa que ya tiene decidida el Gobierno.

Abriga el ministro de Instrucción Pública el proyecto de buscar un sitio que sirva para que los hombres de ciencia de todo el mundo puedan trabajar allí, gozando al propio tiempo de la bondad del clima y la belleza del lugar. A los profesores, tanto nacionales como extranjeros, así como a sus familias, que asistan a los cursos de verano, se les dará vivienda en el mismo Palacio de la Magdalena, buscando la convivencia que estreche con lazos de amistad la relación entre unos y otros profesores.

Se harán varias reformas, entre ellas la de ampliar la biblioteca, con las de Menéndez Pelayo y la de Valdecilla.

El ministro de Instrucción, a propuesta de algunos periodistas, y si éstos colectivamente lo solicitasen, está dispuesto a establecer unos cursillos de divulgación científica, dedicados a los periodistas de toda España.


Deja un comentario

Isabel Torán Carré y otros alumnos de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos en el curso 1935-1936

No sabemos mucho de la primera mujer que obtuvo el título de ingeniera agrónoma. Se trata de Isabel Torán Carré, quien logró su graduación nada más acabar la guerra civil en 1939. Hija del ingeniero de caminos Dámaso Torán Garzarán nació en Madrid el 4 de enero de 1914 y falleció en 2007. Su carrera profesional a día de hoy es un enigma como reconoce el autor de la entrada «Las primeras ingenieras agrónomas«, redactada el pasado 29 de enero de 2021, del interesante blog ingenieroarrue.wordpress.com, elaborado por los nietos de Angel Arrúe Astiazarán.

Previamente al inicio de la guerra civil parecía ser una alumna aplicada y entusiasta de la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos, como se deduce de los siguientes hechos.

Por una parte, junto a otros 21 colegas de esa Escuela, se inscribió como participante del II Congreso Internacional de Ingeniería rural que se celebró en la capital de la República española a finales de septiembre de 1935, sobre cuyo desarrollo estoy realizando una breve investigación.

Los otros alumnos que pagaron su cuota de congresistas en ese evento que reunió a un amplio contingente de representantes de la Commission Internationale du Génie rural fueron: Francisco Altimiras Durán, Angel Anós y Díaz de Arcaya (Zaragoza 1914-Madrid 2006), que llegaría a ser catedrático de la Escuela años después, José Aragón Austre, César Benavente Alonso, Fernando Borrego González, Arturo Camilleri Lapeire (1916-2012), considerado uno de los impulsores de la moderna economía agraria en la España de la segunda mitad del siglo XX, tras forjar sus conocimientos en los servicios de Estadística del Ministerio de Agricultura [1], Modesto Domínguez Hernando, Joaquín Dorronsoro Cruz, Florencio Durán García-Pelayo, José Félix Escoriaza y Boix, Ramón Esteruelas Rolando (1907-1994) [2] , José García Benito, Ricardo Grande Covián, quien en la posguerra se especializó en el estudio del saneamiento de terrenos salinos y marismas y sobre su aprovechamiento agrícola, haciéndose cargo entre 1952 y 1972 de la dirección del Instituto Nacional de Colonización en Sevilla [3]; Alfonso Lozano y García Suelto; Manuel Marco Zaldúa; Eduardo Martínez Silva, quien tras estar movilizado durante la guerra en el estado mayor de las fuerzas aéreas republicanas, y recluido en campos de concentración franceses hasta 1942, logró regresar a España el 3 de abril de 1943 [4]; Gregorio Menéndez Martínez; Gabriel Montes Buitrago; Juan Manuel Pazos; José Romero García de Quevedo; Salvador Ruiz Berdejo Solóniz, quien llegaría a ser director del instituto nacional de denominaciones de origen entre 1971 y 1979.

Por otro lado, la voz de Isabel Torán, aunque de manera tenue, apareció en un singular reportaje del científico periodista José S. Gallego-Díaz en el diario El Sol a finales de marzo de 1936 sobre la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos, en el que además de exponer el plan de estudios que se impartía en ese centro docente- del que dí cuenta en la entrada anterior de ese blog (ver aquí)- y ofrecer otro tipo de informaciones se animó a recoger las opiniones de tres alumnos. José S. Gallego-Díaz hizo esa escueta encuesta porque le parecía «interesante saber lo que los mismos alumnos opinan de su profesión, de los métodos de enseñanza que se siguen en la Escuela, de los propósitos que enarbolan para el ejercicio de sus actividades en el futuro». Estas fueron sus respuestas.

         Angel Anós y Díaz de Arcaya – que años después llegaría a ser catedrático de la Escuela- es estudiante de cuarto curso. Nos habla con entusiasmo, y a través de sus palabras se advierte un espíritu juvenilmente rebelde, dotado de una inteligente capacidad crítica.

         – ¿Qué opina usted de los métodos de enseñanza seguidos en la Escuela?

         – Lo que más me agrada de la enseñanza en nuestra Escuela es la confianza existente entre profesores y alumnos. A este régimen, en el cual, aun dentro de la mayor disciplina, el profesor es un amigo, creo que se debe el desconocerse entre nosotros los desagradables incidentes tan frecuentes, por desgracia, en otros centros docentes. En cuanto a sistema de enseñanza, creo que la gran cantidad de conocimientos que se han de abarcar en nuestra profesión aconseja su radical modificación. Soy partidario de que se establezcan dos ciclos en nuestros estudios. El primero sería de carácter general y comprendería cuatro cursos, de los que el último habría de realizarse forzosamente en una granja escuela, con el fin de establecer un ancho contacto con los problemas reales de nuestra agricultura. A continuación vendrían dos cursos de especialización en alguna disciplina, de amplitud bastante considerable, de las que como ejemplo cito Economía, Ingeniería rural, Ciencia del suelo, Industrias agrícolas, Zootecnia, Patología vegetal, Fitotecnia, etc. De esta forma se evitaría la excesiva acumulación de asignaturas que actualmente invade los cursos y que impide profundizar debidamente en ellas.

         Y finalmente –nos dice –, no quiero desaprovechar la ocasión para expresar mi repulsa por el método de aprobación de las asignaturas, corriente no sólo entre nosotros, sino en toda la enseñanza española: el examen. Se suele tomar por vicio de mal estudiante el quejarse de ellos; no me tengo por tal, y creo que no sirve en absoluto para juzgar el grado de conocimiento de los alumnos, sino en su facultad de “embotellar” en la noche anterior al examen lo que han de olvidar al día siguiente

         -¿ Qué horizontes ve usted para el ejercicio de la profesión?

         – La labor del ingeniero agrónomo es inmensa. Baste decir que es el técnico superior del aprovechamiento de nuestro suelo por los cultivos y la ganadería. Señalo lo de la ganadería porque es ella un procedimiento de aprovechamiento del suelo, como lo es el de sembrarlo de trigo, sin que pueda separarse jamás de la explotación por medio de las plantas, mal que les pese a los veterinarios, cuyo oficio es solamente curar a los animales cuando están enfermos, pero no explotarlos cuando están sanos. En un país de economía fundamentalmente agrícola como el nuestro, esto quiere decir que el ingeniero agrónomo debe ser el verdadero rector de la economía nacional. El ha de ser quien imponga la profunda modificación que en muchos aspectos requiere nuestro agro, pues es quien tiene más elementos de juicio para conocerlo. Así, por ejemplo, es a nuestro Cuerpo a quien corresponde la dirección de entidades que como las Confederaciones, transforman de modo tan radical la economía rural, y así se evitarían fracasos como el de muchas obras de riego que admirablemente proyectadas desde el punto de vista del ingeniero de Caminos, no tienen más que un defecto, su inutilidad, por llevar el agua a terrenos que no sirven para el riego o en los que resulta antieconómica la implantación del regadío. Es, pues, el ingeniero agrónomo el que ha de ser el verdadero espíritu vivificador que anime a un grandioso plan económico que sin duda, en fecha próxima, acompañará al movimiento de nuestra resurrección ante el mundo, como nación, después de cuatro siglos de marasmo. 

         – ¿Cómo entiende usted que han de resolverse las cuestiones socialagrarias?

         – El problema socialagrario no existe en singular en España. Quiero decir que son muchos problemas distintos los que se plantean, sin tener parecido los de unas regiones con los de otras. Desde el extremo del latifundio andaluz o extremeño hasta el del minifundio gallego, asturiano o vasco, la gama es extensísima. No cabe, pues, que en breves palabras, y por persona desprovista de toda autoridad, se intente concretar soluciones. Si he de hacer constar mi creencia de que es necesaria una más justa distribución de la propiedad, que sólo un concepto cristiano de la misma es capaz de realizar, apartándose igualmente del capitalismo injusto y del comunismo, que destruye la injusticia, pero destruyendo al que la sufre. Creo en el derecho de propiedad, del que se deriva toda iniciativa, y por tanto, todo progreso; pero creo que como todo derecho es condicionado, también él debe serlo a la justicia y a la prosperidad nacional, y que a quien lo goza no con uso, sino con abuso, se le debe privar de él, del mismo modo que se priva al criminal del arma, con que cometió el delito. 

         Terminamos de hablar con este muchacho y sentimos que el entusiasmo de este alumno, el ansia y el afán por crear una España mejor, no cundan, por desgracia, entre nuestra población estudiantil.

         A Félix Moreno de la Cova , activo presidente de la Asociación Profesional de Alumnos de la Escuela de Ingenieros Agrónomos, – y que sería alcalde de Sevilla en la década de 1960 tras haber sido oficial del ejército rebelde durante la guerra civil- le sorprendemos en un grupo en donde se discute de graves problemas políticos. La voz del presidente, ecuánime y meditada, apaga las estridencias con la juridicidad de sus razonamientos. No contesta a nuestras preguntas, no sin antes aludir a sus urgentes quehaceres.

         Coincide con el Sr. Anós en lo que se refiere a la modificación del actual sistema de exámenes. 

         –Las prácticas- nos dice-, si bien se efectúan con abundancia, no son, a mi juicio, suficientes; no bastan ellas para la completa formación agronómica de los alumnos; hace falta una visión más completa. Los alumnos, al salir de la Escuela, conocen cómo deben hacerse las cosas, saben montar perfectamente una explotación agropecuaria modelo o proyectar una obra cualquiera de ingeniería general; pero desconocen la situación real de la agricultura española, y precisamente de esta situación, buena o mal, hemos de partir para modificarla. Conviene que el ingeniero, al salir, sepa que el dinero en el campo es caro y que no se puede pensar en gastar sumas muy grandes en los secanos españoles, porque se está expuesto al fracaso, que si bien la tendencia natural es convertir los cultivos extensivos en intensivos, no se debe ir tan de prisa que se tropiece; no dejarse subyugar excesivamente por la motorización, que si es un gran adelanto, tiene muchos inconvenientes…En fin, no despreciar por sistema los métodos de explotación tradicionales de cada región, que tienen, sí, algo de rutinería, pero también un mucho de experiencia. Al encargarse de una explotación es preferible mejorar, modificando lo que existe, que alterar totalmente el sistema. Precisamente en todos los órdenes de la vida humana el hombre constructor se distingue del destructor en que el primero, partiendo de lo que existe, lo mejora y perfecciona, y en cambio, el segundo empieza deshaciendo todo y en eso se queda, aunque tenga la idea de construir después.

         Señala asimismo la conveniencia de que la Escuela explotara directamente una gran finca, en la cual los alumnos pudieran estar internos para profundizar en las raíces de la economía agrícola

         Preguntamos:

         – ¿Cómo valora usted el movimiento socialagrario?

         Y el Sr. Moreno de la Cova nos contesta:

         – Partamos de la base de que en los países secos es siempre preferible, desde un punto de vista técnico, la gran explotación a la pequeña, y ésta sólo es factible con éxito en los países húmedos y en los regadíos. Podría aducir, para probar este aserto, multitud de razones y datos experimentales. Por ello, la genuina reforma agraria española debiera orientarse ante todo, y casi exclusivamente, hacia el colocar familias campesinas en los regadíos, donde por la variedad de productos y la seguridad de las cosechas se vive a cubierto de muchos de los riesgos del campo. Hay que tender a crear muchos propietarios y darles independencia económica. El Instituto de Reforma Agraria debiera ser un organismo fundamentalmente técnico, con autonomía completa, economía robusta y absoluta libertad de movimientos; es decir, una poderosa institución de colonización agraria que pudiera comprar, parcelar, dar fincas a los Sindicatos para su explotación colectiva, etcétera. Hacer en cada caso lo que aconsejara el conocimiento técnico y el buen sentido social, independizándose de las situaciones políticas; precisamente lo contrario de lo que hoy ocurre.

         Nos despedimos de D. Félix Moreno de la Cova, andaluz y ganadero, a cuya gestión admirable se debe el cursillo organizado por la Asociación sobre las distintas funciones del ingeniero agrónomo, y cuya iniciativa y actividad fomenta las numerosas e instructivas excursiones de los alumnos, las ediciones de libros y revistas y en general cuanto tienda a completar o extender la cultura de los futuros ingenieros.

         En un laboratorio de Química saludamos a Isabel Torán Carré, primera mujer que en España va a lograr el título de ingeniero agrónomo. A nuestras preguntas contesta así:

         – Creo que el papel de la mujer en la cultura moderna no es imitar las actividades del hombre, sino crear otras nuevas, específicamente femeninas. En nuestra carrera tiene la mujer grandes horizontes, principalmente en la experimentación, que yo creo es lo más apropiado a sus aptitudes.

Isabel Torán en una fotografía de 1940, poco después de graduarse como la primera ingeniera agrónoma española. En aquel momento era vicetesorera de la ANIA o Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos.
La fotografía procede del fondo fotográfico del Archivo de la ANIA y es comentada en la p. 307 del libro de Juan Pan-Montojo, Apostolado, profesión y tecnología. Una historia de los ingenieros agrónomos en España

         Al terminar su reportaje José S. Gallego-Díaz anunció a sus lectores su intención de continuarlo con otras Escuelas Especiales. Que sepamos no pudo cumplir tal pretensión pues semanas después se produjo el golpe de Estado que cortocircuitó el despegue científico-técnico que se estaba produciendo en la España republicana.


[1] José María Sumpsi, catedrático de la Universidad Politécnica de Madrid efectúa una necrología, reproducida en http://www.joaquinolona.com

[2] Su papel en el impulso y desarrollo de obras hidráulicas y de regadíos en Aragón, sus trabajos en el CSIC donde llevó a cabo proyectos y publicaciones sobre genética vegetal y mejora de plantas, y su labor en organismos internacionales como la OCDE son evocadas por Vicente Martínez Tejero, “Esteruelas Rolando, Ramón”. Biota (Zaragoza) 1907-Zaragoza 1994, en DBE. Y por el académico numerario de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Zaragoza Juan A. Marín Velázquez en www.raczar.es

[3] Carlos Barciela López, “Grande Covián, Ricardo”. Colunga (Asturias) 1910-Sevilla 2001. En Diccionario Biográfico de la Academia de la Historia.

[4] Las peripecias de ese joven ingeniero agrónomo, nacido en Aracena en 1910 y fallecido en Huelva en 1985, durante su experiencia en los campos de concentración del sur de Francia son expuestas en el sitio web todoslosnombres.org. por Jesús Ramírez Copeiro del Villar. 


1 comentario

La formación de los ingenieros en la España republicana: el caso de los agrónomos

Una cuestión poco abordada por la historiografía aún es el del papel de los ingenieros durante la Segunda República española.

Defensores de proyectos tecnocráticos para solucionar los problemas que tenía que afrontar la sociedad española suscitaron la desconfianza de los representantes políticos de las fuerzas conectadas con el movimiento obrero. Pero por otro lado los gobernantes necesitaban de su concurso para abordar los heterogéneos problemas que tenía que afrontar el régimen republicano, desde la nueva ordenación del territorio mediante una eficaz política de obras públicas a la resolución de la adecuada gestión de los recursos naturales.

Fuese cual fuese la opinión que se tuviese sobre las orientaciones políticas de las poderosas corporaciones profesionales en las que se agrupaban los ingenieros sí había un acuerdo general acerca de sus capacidades técnicas y su alta cualificación intelectual. Así en una de sus habituales colaboraciones en el diario El Sol José Castillejo llegaría a afirmar en su primera página el domingo 17 de mayo de 1936, refiriéndose a los ingenieros, «que ocupan la más alta jerarquía en la vida intelectual de España; porque van a la ingeniería los jóvenes de mayor talento y hace selección rigurosa».

Esa rigurosa selección se hacía en la Escuela Superior de Ingenieros Agrónomos, ubicada en terrenos de La Moncloa en Madrid, donde se estaba construyendo la Ciudad Universitaria en los años republicanos, de la siguiente manera:

Para ingresar en ella con carácter de alumno oficial era necesario poseer el título de bachiller y aprobar, mediante un examen ante Tribunales formados con profesores de la Escuela, los siguientes grupos de asignaturas:

         Cultura general.- Los ejercicios versaban sobre Gramática, composición de temas, Geografía, Historia de España y de la civilización mundial y Lógica.

         Tras superar esa prueba el alumno tenía que examinarse de estas otras asignaturas:

         Biología general.- Constaba de diversos ejercicios, teóricos y prácticos, escritos y orales, siendo también indispensable la aprobación de ese grupo para poder pasar a presentarse a examen de los de Matemáticas.

         Primer grupo de Matemáticas formada por ejercicios de Aritmética, Geometría, Algebra y Trigonometría rectilínea.

         Segundo grupo de Matemáticas con ejercicios de  Geometría analítica, Cálculo diferencial, Trigonometría esférica y Algebra superior.

         Idiomas. Francés e inglés.

         Dibujo. Lineal acotado y de aplicación a las ciencias naturales. 

Superados esos ejercicios, que requerían una ardua preparación, se ingresaba en la Escuela donde había que aprobar seis cursos, con la siguiente distribución de asignaturas:

         Primer curso.- Física general, Técnica micrográfica, Química general, Mineralogía y Geología agrícolas, Zoología general, Botánica general y agrícola, Geometría descriptiva y sus aplicaciones, Cálculo integral y sus aplicaciones al cálculo de probabilidades y estadístico.

         Segundo curso.- Cosmografía, Climatología y Edafología, Topografía, Fotogrametría y Geodesia, Mecánica racional aplicada a máquinas y construcciones, Química orgánica, Economía política y social, Botánica descriptiva, Idioma alemán (primer curso).

         Tercer curso.- Química analítica, Fisiología vegetal y animal, Genética, Bioquímica, Microbiología, Termodinámica, Motores y máquinas agrícolas, Construcción general y agrícola, Electrotecnia general y agrícola, Idioma alemán (segundo curso).

         Cuarto curso.- Herbicultura, Praticultura y Horticultura, Hidráulica general y agrícola, Química agrícola y Análisis agrícola, Aroboricultura, Viticultura y Selvicultura, Zootecnia general, Entomología agrícola.

         Quinto curso. Patología vegetal y su terapéutica, Enología e industrias similares y derivadas, Elayotecnia, azucarería, industrias de la leche y de primera transformación de los productos agrícolas y del ganado, Economía, Valoración y contabilidad agrícola, Derecho administrativo, Estadística y catastro agrícola, Legislación, Zootecnia especial y Patología animal, Ingeniería sanitaria, Proyectos.

         Sexto curso Agricultura comparada, Parques y jardines, Cultivo de plantas tropicales y medicinales, Vías y transportes agrícolas, Proyectos generales y especiales de ingeniería agronómica.

         Finalizada la carrera, los alumnos debían presentar un proyecto general de explotación o de ingeniería agronómica en el que se abarcaban diferentes sectores de los estudios cursados como Fitotecnia, Hidráulica, Construcción, Ganadería, Electrotecnia, etcétera.

         Tal proyecto constituía el último ejercicio, a modo de reválida de la carrera.  Además de los estudios mencionados, la Escuela que en el curso 1935-1936 estaba dirigida por el catalán Carmelo Benaiges, organizaba a menudo cursos de ampliación en los cuales, además de alguna cuestión fundamental de ciencia pura, se estudiaban determinados aspectos relacionados con asuntos económicos, impartidos por catedráticos, ingenieros especializados y expertos de los estudios agrícolas.

Carmelo Benaiges de Aris
Clase de máquinas hidráulicas, dirigida por el profesor Carmelo Benaiges en 1929

Para saber más:

Juan Pan-Montojo, Apostolado, profesión y tecnología. Una historia de los ingenieros agrónomos en España, Madrid, B & H Editores-Asociación Nacional de Ingenieros Agrónomos, 2005.

Alberto Losada Villasante, Leonor Rodríguez Sinobas, Raúl Sánchez Calvo, Luis Juana Sirgado, «Una pequeña historia alrededor del espacio de hidráulica y riegos en la Escuela de Ingenieros Agrónomos de Madrid», en Biblio 3W. Revista bibliográfica de Geografía y Ciencias Sociales (Serie documental de Geo Crítica), Universidad de Barcelona, ISSN: 1138-9796. vol. XI, nº 678, 30 de septiembre de 2006.

Jara Muñoz Hernández, «La Escuela de Ingenieros Agrónomos en La Florida-Moncloa: los orígenes de la Ciudad Universitaria de Madrid». Tesis doctoral. ETS Arquitectura. Universidad Politécnica de Madrid. 2020. https://doi.org/10.20868/UPM.thesis.65305

Jara Muñoz Hernández, «De la Fábrica de Porcelana a la Escuela de Agrónomos de Madrid», en Revista de Humanidades, nº 41, 2020, pp. 61-87. Ver aquí

Y el interesante blog sobre el ingeniero agrónomo Angel Arrúe construido por sus nietos en https://ingenieroarrue.wordpress.com/indice/


Deja un comentario

Los maestros y maestras, vectores de la admiración hacia Cajal de la infancia durante la Segunda República

Como expuse en la entrada anterior de esta bitácora Cajal era muy apreciado entre el alumnado de las escuelas nacionales existentes en el Madrid republicano del curso 1933-1934. Según una encuesta que se efectuó por aquel entonces a más de dos mil escolares madrileños Cajal ocupaba la novena posición en el ranking de una especie de panteón cívico construido en los centros de enseñanza primaria de la capital de la República. Era el primer personaje vivo estimado por quienes respondieron a la encuesta. Estaba precedido por Cervantes, Colón, Goya, la figura del maestro, Velázquez, Murillo, Agustina de Aragón y Gutenberg en las preferencias de la población encuestada. Pocos meses después de efectuada esa encuesta fallecería, el 17 de octubre de 1934

¿Por qué un personaje dedicado fundamental a explorar la estructura del sistema nervioso de los seres vivos y los secretos del cerebro exponiendo y defendiendo su teoría neuronal ejerció tal fascinación en los escolares republicanos? Mi hipótesis es que a lo largo del primer tercio del siglo XX se produjo una singular interacción entre la indudable voluntad pedagógica de Cajal, que ya analicé en otros lugares (ver aquí), y los maestros que se sintieron atraídos por las preocupaciones educativas del científico español más influyente en los tiempos contemporáneos. Esa interacción explica dos fenómenos. Por una parte, las preocupaciones mostradas por Cajal hacia las demandas que le llegaban de docentes de todo tipo, particularmente de modestos maestros y maestras de España, pero también de Estados Unidos o de países latinoamericanos, como Argentina. Por otro lado, la labor de diseminación en el ámbito editorial de los pensamientos educativos y de la trayectoria biográfica de Cajal, llevada a cabo por maestros y pedagogos, interesados en acercar la vida y la obra del premio Nobel de Fisiología y Medicina de 1906 no sólo a los futuros maestros, sino también a la población infantil y juvenil.

Respecto a la primera cuestión son elocuentes algunas de las cartas que reprodujo Juan Antonio Fernández Santarén al editar una antología del epistolario de Cajal, en la que se deslizó alguna que otra errata. Dos de ellas corresponden al mencionado curso 1933-1934.

En una, fechada en el pueblo toledano de Velada el 28 de enero de 1933 el maestro Mariano Gamboay (sic) solicitaba a Cajal el envío de un retrato para colocarlo en su aula y se dirigía a él en estos términos:

Sr. don Santiago Ramón y Cajal

Nuestro respetado y bondadoso señor:

Unos niños, niños que viven en apartado rincón toledano, pero, que saben y conocen cuanto hace a favor de España el sabio Médico, se atreven a molestarle con un ruego; ruego que por ser de nosotros, pobres niños, nos disculpará.

En nuestra Escuela, al lado de la biografía, tenemos el retrato del culto y recto español don Santiago Ramón y Cajal, pero malo, es tomado de un periódico; siendo esta la causa de molestarle, rogándole se digne concedernos, caso de que sea posible, un retrato suyo, el que será el mayor honor que habrá para nosotros, para estos niños olvidados; retrato que será colocado, entre los pliegues de nuestra bandera, formando el «Grupo de grandes españoles».

Mucho es pedirle con atrevernos a solicitar su retrato, pero si unos niños que le aman y quieren vieran en su retrato un pensamiento del gran sabio español, sería un doble honor.

Sabemos que si todos los niños hicieran igual, no podría complacernos, pero en todas las Escuelas no se les admira y quiere igual y todos los niños no son tan necesitados de la visita de los sabios españoles.

Le rogamos nos perdone esta libertad, y con gracias anticipadas, se ofrecen a su disposición estos pobres escolares.

Firmaban a continuación 16 alumnos que podrían haber sido muchos más según Mariano Gamboay quien unía su firma «con todo respeto y admiración» al «sabio incomparable».

En esa carta existe una anotación manuscrita de la secretaria de Cajal que dice «Enviado retrato en 28-VI-33».

El otro documento epistolar en el que fijo la atención es una petición, firmada en Gerona/Girona en mayo de 1934. En ella el inspector de primera enseñaza José María Villegas (sic por Villergas) pidió permiso a Cajal para reproducir el pasaje titulado «Mirad al italiano» que aparece en el libro de La infancia de Cajal contada por el mismo en una pequeña obra de lectura para niños que estaba preparando. Cajal, en una carta fechada en Madrid el 17 de junio de 1934, cuatro meses antes de fallecer, le concedió tal autorización con estas palabras: «Con mucho gusto le doy permiso para que reproduzca el pasaje de mi librito «Mirad al italiano» y le agradezco infinatemente la atención que ha tenido conmigo al acordarse de esta modesta obrita para amenizar la lectura de los pequeños con la obra que quiere Vds. componer».

Estos intercambios epistolares merecen algunas apostillas.

Primera, la petición del maestro de Velada se inscribe en una tendencia existente en centros educativos y en otros lugares, como laboratorios científicos o despachos de profesionales, de tener un retrato visible de Cajal en un lugar preeminente. En unas ocasiones fue el retrato oficial que se hizo cuando se jubiló el 1º de mayo de 1922 -como se aprecia en el documental ¿Qué es España», elaborado por Luis Araquistáin, -según he explicado en otro lugar (ver aquí)- y que Cajal acompañó de la siguiente reflexión, expresiva de sus preocupaciones pedagógicas: «Se ha dicho hartas veces que el problema de España es un problema de cultura. Urge, en efecto, si queremos incorporarnos a los pueblos civilizados, cultivar intensamente los yerros de nuestra tierra y de nuestro cerebro, salvando para la prosperidad y enaltecimiento patrios todos los ríos que se pierden en el mar y todos los talentos que se pierden en la ignorancia».

Otras veces se trataba de un retrato que reprodujo la revista ilustrada La Esfera, allá por 1915, que es el que utilizó el profesor de la Escuela Normal de Guadalajara Modesto Bargalló para que presidiese el aula-laboratorio donde enseñaba a enseñar las ciencias físico-químicas y naturales a futuros maestros. Así lo ha recordado en las redes sociales mi colega Luis Moreno Martínez, el biógrafo de ese gran didacta e historiador de las ciencias que fue Modesto Bargalló como consta en el magnífico sitio web que le ha dedicado (ver aquí), al comentar mi anterior entrada a esta en la bitácora Jaeinnova, cuestión que también desarrollaré en la conferencia que impartiré el martes 16 de febrero de 2021 a los alumnos del Master en Historia y Memoria de la educación organizado por la Universidad de Alcalá y la UNED, titulada «La ‘cajalización’ de España y el fomento de la educación científica en las aulas republicanas».

Segunda, el intento del inspector de enseñanza primaria de Gerona/Girona José María Villegas o Villergas para usar un texto de Cajal que ilustrase libros de lecturas infantiles se remontaba a muchos años atrás. Según mis noticias el primero que usó tal procedimiento fue el maestro Félix Martí Alpera, bien estudiado por Pedro Luis Moreno. Ese profesor que desarrolló la mayor parte de su labor docente en Cartagena publicó en 1907 su libro Joyas literarias para niños. Allí insertó el capítulo «La indagación científica» de Cajal. Procedía ese texto de extractos del epígrafe “Perserverancia en el estudio” del capítulo tercero “Cualidades de orden moral que debe poseer el investigador” de la edición, probablemente, de 1899 de las Reglas y consejos sobre la investigación biológica. Ese libro, a partir de su edición de 1916 lo denominó Cajal «Los tónicos de la voluntad», obra de la que hice una edición crítica en la editorial Gadir, que ya va por la cuarta edición.

Tercera, la obra mencionada en la correspondencia aludida del inspector de primera enseñanza de la provincia de Gerona/Girona José María Villegas o Villergas era el resultado de un singular esfuerzo del pedagogo Luis de Zulueta. Antes de ocupar altas responsabilidades políticas durante el primer quinquenio republicano el catedrático de Historia de la Pedagogía de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio logró convencer a principios de la década de 1920 a los responsables de la editorial Reus para lanzar la colección «Cuando yo era niño». El primer volumen, editado en 1921, fue La infancia de Ramón y Cajal contada por él mismo, una adaptación hecha por Luis de Zulueta de la primera parte de la autobiografía de Cajal, la titulada «Mi infancia y juventud», cuya primera edición se había publicado en 1901, y la segunda en 1917. En el capítulo XIII, en el epígrafe dedicado por Cajal a exponer «las graves consecuencias de llevar gabán largo» narró el acoso que sufrió en las aulas del Instituto de Huesca por parte de «los gallitos de los últimos cursos», quienes se burlaban insistentemente de él y le asediaban por usar un abrigo hecho por su hacendosa madre que le quedaba demasiado largo de manera que «mi facha recordaba bastante a la de esos errabundos saboyanos que, por aquellos tiempos, recorrían la Península tañendo el arpa o haciendo bailar al son del tambor osos y monas». Es ese episodio el que Zulueta en su adaptación de la autobiografía de Cajal destinada al público infantil y juvenil tituló ¡Mirad al italiano!, como se observa en el índice de su obra, digitalizada afortunadamente por la Biblioteca Nacional de España (ver aquí). Es ese capítulo el que interesó inspector de primera enseñanza de Gerona, mencionado líneas atrás, para el libro de lecturas infantiles que quería componer.

Estas y otras observaciones las recogí, ampliando algunas de ellas, en la conferencia que impartí el pasado 16 de febrero cuando fui invitado a dar la conferencia inaugural de una nueva edición del Master en Historia y Memoria de la Educación que organizan colegas de la UNED, vinculados al centro de investigación MANES, y de la Universidad de Alcalá. Está accesible aquí. Inicié esta entrada antes de dar la conferencia y la concluí días después de impartirla.


1 comentario

Cajal entre los personajes admirados por el alumnado de escuelas madrileñas durante la Segunda república

Preparando la conferencia «La cajalización de España y el fomento de la cultura científica en las aulas republicanas» que daré el próximo día 16 de febrero, como conferencia inaugural del master de Historia y Memoria de la Educación que organizan la UNED y la Universidad de Alcalá, me he encontrado con una singular experiencia educativa desarrollada en escuelas madrileñas durante el curso 1933-1934.

Se trata de una encuesta efectuada por un equipo de once alumnos (1) del tercer curso del plan profesional de Magisterio a 2.708 niños y niñas de distintos, y «opuestos», barrios de la capital de la España republicana. Su objetivo era averiguar las preferencias del alumnado por los grandes personajes de la Historia que hubieran destacado o destacasen en aquel momento «en cualquier orden de humana actividad». Para evitar errores y copias la encuesta se hizo por escrito y simultáneamente en cada escuela o grado.

El interrogatorio se hizo sujetándose a la siguente ficha, que se aclaraba con breves palabras explicativas:

Nombre y apellidos.- Edad.- Escuela.- Grado.- Maestro.

Y se plantearon las siguientes dos preguntas:

  1. Indicar, por orden de preferencia, los nombres de los tres hombres o mujeres ilustres que más admiras
  2. Indicar por qué causa admiras a cada una de estas personas.

Lamentablemente los resultados obtenidos que nos ofrece la fuente que consultamos son escuetos y no nos aclaran las razones solicitadas en la segunda pregunta. Por ello, con la información disponible, solo podemos entrever a través de los nombres elegidos el tipo de enseñanza que se daba en las escuelas pero resulta imposible determinar las preferencias de los niños y niñas sobre los grandes hombres y mujeres atendiendo a su edad, sexo, temperamento, aficiones, lecturas, influjo del ambiente y del maestro, y otras variables.

Quien ofreció los primeros resultados de esa encuesta, el director en aquel momento de la Revista de Esuelas Normales Pedro Cortés (2), anunció que más adelante se ofrecería un análisis de esa indole, que al parecer no llegó a publicarse.

No obstante, el siguiente listado de los personajes ilustres preferidos por los escolares entrevistados, según el orden de votos que obtuvieron hasta el puesto 48 inclusive [42 hombres -pues en el puesto 26 del ranking estaban Daoiz y Velarde- y 7 mujeres], es ilustrativo del tipo de conocimientos y valores cívicos transmitidos por maestros y maestras y por las familias del alumnado en el ecuador del primer lustro republicano.

Como se aprecia a continuación ocupaban un lugar preferente en esa admiración escritores, en primer lugar muy destacado Miguel de Cervantes, y artistas.

Fueron elegidos en efecto 15 escritores, casi un tercio de los personajes mencionados, lo que mostraba la huella dejada por las lecturas escolares en la mentalidad del alumnado.

Además de Cervantes se mencionaron otros dos novelistas como Vicente Blasco Ibáñez, en décima posición, quien había fallecido en 1928 y era muy popular en los círculos republicanos no sólo del País Valenciano; y Benito Pérez Galdós, en una de las posiciones bajas de la tabla -la 37. El grupo de poetas y dramaturgos era amplio y mostraba la familiaridad de ciertos niños y niñas con poetas y poetisas de la edad de oro de las letras castellanas, y de las épocas romántica y realista del siglo XIX. Se encontraban mayoritariamente en la parte intermedia y baja del ranking: José Zorrilla, en el puesto 14, Gabriel y Galán- que también había ejercido de maestro- y santa Teresa de Jesús en los puestos 18 y 20; Campoamor en el 25; Lope de Vega y Quevedo, en el 27 y en el 30; Concepción Arenal -sobre la que hay una actualmente una relevante exposición en la Biblioteca Nacional– y Rosalía de Castro en los puestos 34 y 36, aunque empatadas con 24 votos, y Federico García Lorca, el único poeta vivo, representando a la generación de 1927, en la posición 45. Otros dramaturgos escogidos por los encuestados y encuestadas fueron: Jacinto Benavente, otro de los escritores vivos presentes en los resultados de la encuesta (fallecería en Madrid en 1954), y Calderón de la Barca, en los puestos 21 y 22.

En cuanto a los artistas fueron elegidos cinco de ellos. En posiciones destacadas un trío de pintores de fama mundial como eran Goya, Velázquez y Murillo, ubicados en tercera, quinta y sexta posición del ranking. A distancia de ellos se encontraba Joaquín Sorolla en el puesto 33. Esos pintores estaban acompañados del pianista, que había sido un niño prodigio, Pepito Arriola, en el puesto 41 al haber obtenido 20 votos.

Junto a escritores y artistas aparecieron en las preferencias de esos escolares científicos, técnicos y exploradores que formaron un contingente de nueve personajes, tanto españoles como extranjeros, pertenecientes a diversas épocas históricas. En ese grupo cabe ubicar al navegante y explorador Cristóbal Colón, símbolo de la expansión atlántica que marcó la historia hispana, cuyos 792 votos le permitió ocupar el segundo puesto del ranking; al alemán Gutenberg, inventor de la imprenta, -artilugio técnico considerado clave en la propagación de los conocimientos, muy apreciado por corrientes pedagógicas como la impulsada por el maestro francés Celestin Freinet- quien ocupó la octava posición del ranking, seguido en el noveno puesto por el científico Santiago Ramón y Cajal, admirado entre muchos maestros españoles, quienes participaron activamente en la construcción de su aureola de héroe civil tras haber obtenido el premio Nobel de Medicina y Fisología en 1906; en las posiciones 23 y 32 se situaron dos ingenieros inventores, Edison, que había fallecido en 1931, y Marconi -premio Nobel de Física en 1909 – que viviría hasta 1937. Sus conocimientos fueron decisivos en la configuraciones de dispositivos técnicos como el fonógrafo, la cámara de cine, la bombilla incandescente y la radio que transformaron de manera paulatina, primero, y luego aceleredamente la vida cotidiana de la población mundial en el primer tercio del siglo XX. Junto a ellos también se situaron, en los puestos 29 y 31 otros dos tecnólogos españoles: el ingeniero y aviador Juan de la Cierva, inventor del autogiro, aparato precursor del actual helicóptero, quien fallecería el 9 de diciembre de 1936 y el marino Isaac Peral, el cual no había logrado encontrar los respaldos necesarios entre sus superiores jerárquicos y en las esferas gubernamentales para impulsar la construcción en serie del submarino que logró botar con éxito en 1888. Fueron elegidos además el físico y matemático griego Arquímedes, considerado uno de los científicos más importantes de la Antigüedad, en el puesto 28 con 44 votos, y el científico aragonés Miguel Servet, quien antes de ser condenado a morir en la hoguera en la Ginebra dominada por Juan Calvino en 1553 explicó cómo era la circulación pulmonar de la sangre en su famoso texto «Christianismi Restitutio».

Junto a creadores culturales, científicos e inventores los escolares encuestados mostraron su admiración hacia un haz heterogéneo de ocho responsables políticos : seis relacionados con la historia española, dos con la historia universal. Entre los primeros la más votada fue la reina Isabel la Católica, en el puesto 12, con 87 votos. La acompañaban diversos representantes de las tradiciones políticas entroncadas con el liberalismo y con el socialismo. En el puesto 13, Emilio Castelar, uno de los cuatro presidentes de la Primera República española; el fundador del Partido Socialista Obrero Español, Pablo Iglesias Posse, en el puesto 16 con 68 votos; el primer presidente de la Segunda República española Niceto Alcalá Zamora, en el puesto 19 con 66 votos; el dirigente socialista y concejal del Ayuntamiento de Madrid Andrés Saborit, quien desde sus responsabilidades políticas impulsó las construcciones escolares en Madrid en el puesto 40 con 21 votos y en el puesto 43 con 17 votos el general catalán Juan Prim, presidente del Consejo de Ministros y líder del liberalismo progresista durante el Sexenio democrático. Junto a esa media docena de políticos españoles la población encuestada votó también por otros dos dirigentes políticos extranjeros de fama universal: Napoleón, que ocupó el puesto 42 con 18 votos, y Lenin, en el puesto 48 y último de la lista, con 13 votos.

También mostraron su admiración por un haz de siete militares. Unos estaban relacionados con la guerra de la Independencia como fueron el caso de Agustina de Aragón, heroina de la defensa de Zaragoza, – sus 129 votos la situaron en un destacado séptimo puesto del ranking-, o la pareja formada por los capitanes Daoiz y Velarde, que se sumaron al levantamiento del 2 de mayo de la población madrileña contra las tropas francesas, en el puesto 26 con 25 votos. En posiciones inferiores se encontraban dos militares a los que se consideró héroes republicanos, tras encabezar una fallida sublevación de la guarnición de Jaca, y ser fusilados, en diciembre de 1930, poco antes del advenimiento de la Segunda República: mientras que el capitán Fermín Galán recibió 22 votos su compañero Angel García Hernández obtuvo 17 votos, situándose en los puestos 39 y 44 del ranking, respectivamente. A esos personajes se unieron El Cid, el guerrero medieval protagonista del poema épico más importante de la literatura castellana, quien recibió 68 votos, lo que le permitió situarse en el puesto 15 de las preferencias de los encuestados y encuestadas y un soldado de la guerra de Cuba, Eloy Gonzalo, -el cual obtuvo 23 votos, ubicándose en el puesto 39-, quien es más conocido por su sobrenombre de Cascorro debido a una valerosa acción militar que llevó a cabo en esa población cubana en 1896.

Eligieron también a dos iconos de las nuevas formas de entretenimiento y diversión que se extendieron en la cultura de masas de la sociedad española de los años republicanos como fueron el fútbol y el cine. Así el que era por aquel entonces afamado portero del Real Madrid y de la selección española Ricardo Zamora obtuvo 35 votos, situándose en el puesto 35 de los elegidos. Por su parte los 13 votos obtenidos por la actriz de teatro y de cine Catalina Bárcena la ubicaron en el penúltimo lugar de la lista, la posición 47.

Finalmente aparecen entre las preferencias de la población escolar encuestada cuatro personajes muy próximos a ellos en su vida cotidiana, a los no quisieron olvidar en sus respuestas. Así la figura del maestro, que aparece masculinizado cuando el número de maestras era muy numeroso, obtuvo 371 votos, lo que le permitió encaramarse a la cuarta posición de la lista; la figura de la madre ocupó el puesto 11 con 88 votos y la figura del padre el puesto 17 con 67 votos. A esas figuras carnales hay que añadir uno de los símbolos del imaginario español como es el personaje de Don Quijote que obtuvo 53 votos, situándose en el puesto 24, en la mitad de la lista que se está mostrando.

A continuación ofrezco los resultados de la mencionada encuesta a través de una galería de imágenes. Su lectura permite interpretaciones y observaciones diversas que cada lector es libre de hacer. Quizás en otra entrada ofrezca mi particular análisis, de manera pormenorizada.

Ahora me limito a constatar la valoración que hizo quien presentó esta encuesta en las páginas de la Revista de Escuelas Normales, el mencionado Pedro Cortés. Según él «la escuela de hoy – es decir la escuela republicana- ha evolucionado en un sentido altamente favorable hacia la enseñanza de los grandes valores de la civilización, abandonando el exclusivo estudio de los héroes político-guerreros.«

(1) Sus nombres eran: José Alvarez, Vicente Antón, Baldomero Gallego, Eligio Alvarez, Juan Manuel Rodríguez, Manuel Barraca, Ricardo Sevilla, Rafael Hernández, José Montagud, Calixto Martín y Mario G. Etcheverry.

(2) Pablo Cortés, «La Normal en acción. Encuesta histórica», Revista de Escuelas Normales. Organo de la Asociación Nacional del Profesorado Numerario, Año XIII, Madrid, enero 1935, nº 108, pp. 10-11.


5 comentarios

De cuándo 77 científicos e intelectuales se solidarizaron con Azaña en noviembre de 1934

El pasado 3 de noviembre se cumplieron 80 años del fallecimiento de don Manuel Azaña, el último presidente de la República española, y uno de los dos mil pensionados de la JAE, disfrutando de su primera pensión en París durante seis meses en el curso 1911-1912.

Semanas después de ese aniversario se ha inaugurado una exposición que se le ha dedicado en la Biblioteca Nacional de España. Aún no la he visitado. No sé cómo se ha abordado en ella su obra de gobierno durante la Segunda República española y la estrecha relación que tuvo en ese período con científicos e intelectuales, no sólo con los que militaron en los partidos políticos que fundó y dirigió como Acción Republicana e Izquierda Republicana, muchos de ellos también ex pensionados de la JAE, como él mismo.

A la espera de ir a visitar esa exposición me parece oportuno presentar en esta entrada un indicador de los apoyos y simpatías que le mostraron científicos y gentes de la cultura, en un momento particularmente crítico de su trayectoria política como fue el otoño de 1934. Tal es el caso de un documento que Azaña situó en el frontispicio de la edición de su famosa obra Mi rebelión en Barcelona, editada por Espasa-Calpe, a principios de septiembre de 1935.

Puede considerarse ese libro la catapulta que le lanzó a la recuperación del poder en las reñidas elecciones de febrero de 1936.

Buena prueba de la extraordinaria recepción de ese libro nos la ofrece El Sol de 6 de septiembre de 1935 al elegirlo como el autor del día, y al insertar un anuncio publicitario de la obra que acababa de salir al mercado

La expectación que suscitó esa nueva obra de Manuel Azaña fue inmensa. Su primera edición se agotó en 24 horas. En ella Azaña, haciendo gala de sus dotes literarias y de su maestría en el manejo de diversos recursos retóricos, se defendió de la campaña de descrédito y de los ataques políticos que había sufrido en el otoño de 1934, cuando fue acusado de connivencia con la revuelta catalana del 6 de octubre de 1934 en la que la Generalidad proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española y le detuvieron durante varias semanas en diversos barcos, como el buque Ciudad de Cádiz surto en el puerto de Barcelona.

A modo de prólogo de esa obra Azaña insertó un texto, elaborado en noviembre de 1934, por un elenco de representantes significativos de la «intelligentsia» republicana, que la censura había impedido que se publicara en los periódicos de Madrid.

Merece la pena reproducir ese manifiesto (1) y fijarse en sus 77 firmantes porque nos permite entender cómo un grupo relevante de científicos, intelectuales y otros ciudadanos se sintieron próximos a Manuel Azaña, colaborando antes y después de la firma de ese documento con su obra de gobierno, tanto en el primer bienio republicano como en los meses de gobierno del Frente Popular. En ese último período Azaña pasó de la jefatura del Gobierno, el 19 de febrero de 1936, a la Presidencia de la República, a partir del 11 de mayo de 1936 tras una controvertida aplicación de un artículo de la Constitución de 1931 que defenestró a Niceto Alcalá-Zamora.

He aquí el manifiesto, suscrito por 77 relevantes personalidades en noviembre de 1934 pero que salió a la luz pública en septiembre de 1935 (1)

A la opinión pública

Queremos, los firmantes de este escrito, confiar a nuestros compatriotas, de manera respetuosa y cordial, la preocupación y la amargura que nos inspira el caso de don Manuel Azaña. Con él tenemos mayores o menores concomitancias ideológicas, pero no somos sus correligionarios políticos ni estamos ligados a él por intereses de ninguna especie.

Lo que contra el señor Azaña se hace quizá no tenga precedente en nuestra historia, y si lo tiene, de fijo valdrá más no recordarlo. No se ejercita en su contra una oposición, sino una persecución. No se le critica, sino que se le denosta, se le calumnia y se le amenaza. No se aspira a vencerle, sino a aniquilarle. Para vejarle se han agotado todos los dicterios. Se le presenta como un enemigo de su patria, como el causante de todas sus desdichas, como un ser monstruoso e indigno de vivir.

Y todos sabemos – incluso sus más apasionados detractores- que eso no es cierto; que el ideario y la conducta del señor Azaña son absolutamente opuestos a los sucesos luctuosos que recientemente han afligido al país; que ha seguido en el poder y en la oposición una política de publicidad, honestidad y limpieza, y que constituye un valor moral y mental al que cualquiera puede negar la conformidad, pero nadie debe regatear el respeto.

Sus aciertos y sus yerros son cosa aparte y cada cual puede estimarlos como guste. La persecución judicial de que se le quiere hacer objeto, también es problema distinto, pues nadie osará atravesarse ante la justicia, mientras ésta no demuestre que sirve a las pasiones antes que a las leyes. De suerte que no pretendemos recabar un asentimiento que sería imposible y absurdo ni entorpecer una acción depuradora, aunque se ejercite en términos de rigor inusitados y sorprendentes.

Nuestra protesta va encaminada simplemente contra los modos de ataque, llegados a tan ciego encono que no parecen propios para lograr una obra de severidad (incomprensible para nosotros), sino para cohibir la acción serena de los órganos del Estado, para provocar una revuelta obcecada o para armar el brazo de un asesino.

Comprendemos lo mucho que ciega la pasión política, pero también creemos que una gran parte de los que se suman a la campaña lo hacen por inconsciencia, por desconocimiento de la verdad, y por contagio.

Y como en caso de tanta gravedad para la persona atacada y para el decoro político no basta con que unos cuantos salven su responsabilidad personal, guareciéndose en la intimidad de su conciencia, hemos querido difundir este documento en el que, con mesura y ecuanimidad, defendemos, más que al señor Azaña, a la civilidad española.

Entre los firmantes se encontraban:

27 escritores y 3 escritoras.

Entre los primeros firmaban: «Azorín» (Monóvar 1873-Madrid 1967), José Bergamín (Madrid 1895-Fuenterrabía 1983), Carlos Capdevila, Juan de la Encina [seudónimo de Ricardo Gutiérrez Abascal] Bilbao 1883-México 1963], Antonio Espina (Madrid 1891-1972), Enrique Fajardo («Fabián Vidal») (Granada 1883-México 1948), León Felipe (Tábara-Zamora 1884-Ciudad de México 1968) , Federico García Lorca (Fuente Vaqueros-Granada 1898- camino de Viznar a Alfacar, Granada 18 de agosto 1936), José García Mercadal (Zaragoza 1883-Madrid 1975), Pedro Garfias (Salamanca 1901-Monterrey-México 1967), Eusebio Gorbea (Madrid 1881-Buenos Aires 1948), Juan Ramón Jiménez (Moguer 1881-San Juan de Puerto Rico 1958), Ángel Lázaro (Orense 1900-Madrid 1985), Eduardo Marquina (Barcelona 1879-Nueva York 1946), Paulino Masip (Granadella-Lérida 1899-Cholula-México 1963); Antonio de Obregón (Madrid 1909-1985), Miguel Pérez Ferrero (Madrid 1905-1978), Alejandro Plana, buen amigo catalán de Unamuno (ver aquí), Jesús (sic por José) Pous y Pagés (Figueras 1873-, Barcelona 1952), José María de Segarra (Barcelona 1894-1961), Adolfo Salazar (Madrid 1890-Ciudad de México 1958), Diego San José (Madrid 1884-Redondela 1962), Luis de Tapia (Madrid 1871-Cuart de Poblet-Valencia 1937), Ramón del Valle-Inclán (Villanueva de Arosa 1866-Santiago de Compostela 5 enero 1936), Francisco Vera (Alconchel-Badajoz 1888-Buenos Aires 1967), Antonio Zozaya (Madrid 1859-México 1943), Alejandro Casona (Besullo-Cangas del Narcea-Asturias 1903-Madrid 1965).

Como escritoras suscribían el manifiesto: la viuda de Giner de los Ríos -que no he podido determinar quién es; Matilde Muñoz (Madrid 1895-La Habana 1954) e Isabel de Palencia (Málaga 1878-Ciudad de México 1974),

18 catedráticos de Universidad, mayoritariamente de la Universidad Central, como se denominaba entonces a la de Madrid.

Dos de ellos estaban ya jubilados: el naturalista y destacado entomólogo Ignacio Bolívar (Madrid 1850-Ciudad de México 1944) que seguía dirigiendo el Museo Nacional de Ciencias Naturales y el oceanógrafo y biólogo marino Odón de Buen (Zuera, Zaragoza, 1863-México 1945), director aún del Instituto Español de Oceanografía.

El resto estaba en activo. Tres en la Universidad de Barcelona: el profesor de Química orgánica en esa universidad desde 1918, Antonio García Banús, (Valencia 1888-Caracas 1955), quien hizo una meritoria labor científica en su exilio colombiano (ver aquí); el destacado catedrático de Fisiología de su Facultad de Medicina desde 1916 Augusto Pi Suñer (Barcelona 1879-Ciudad de México 1965), quien obtendría el prestigioso premio Kalinga otorgado por la UNESCO en 1955 por su labor divulgadora, y el filósofo y pedagogo Joaquín Xirau (Figueras-Gerona 1895-México 1946), catedrático de Lógica fundamental en la Facultad de Filosofía y Letras.

Otros trece en la Universidad de Madrid.

Cinco formaban parte del claustro de la Facultad de Ciencias: el antropólogo físico e historiador de la ciencia y catedrático de Antropología, que se cursaba en el doctorado, Francisco de las Barras (Sevilla 1869-1955), el discípulo de Enrique Moles y catedrático de Química teórica Miguel Crespí Jaume (Pontevedra-?), Enrique Moles (Barcelona 1883-Madrid 1953), considerado el «padre de la química moderna española» (ver aquí); el zoólogo y biólogo marino, catedrático desde 1918 de Zoografía de Animales inferiores y Moluscos (invertebrados no artrópodos), José Rioja Martín (Madrid 1866-1945) y el introductor de la genética moderna en España y profesor encargado de prácticas de Biología en el Museo Nacional de Ciencias Naturales Antonio de Zulueta (Barcelona 1885-Madrid 1971), adscrito a la cátedra de Técnica micrográfica e Histología vegetal y animal, hermano además del pedagogo Luis de Zulueta, estrecho colaborador político de Azaña.

Cuatro pertenecían a la Facultad de Medicina, que tenía un gran prestigio en aquella época. Eran el farmacólogo y catedrático de Terapéutica y Arte de Recetar Teófilo Hernando (Torreadrada-Segovia 1881-Madrid 1975); el relevante endocrinólogo e historiador de la medicina, Gregorio Marañón, (Madrid 1887-1960); el catedrático de Oftalmología, Manuel Márquez (Villaseca de La Sagra-Toledo 1872-Ciudad de México 1962); José (sic por Jorge) Francisco Tello (Alhama de Aragón-Zaragoza 1880-Madrid 1958), discípulo de Cajal y su sucesor a partir de 1926 de la cátedra de Histología, Anatomía Patológica.

Dos a la Facultad de Derecho: Fernando de los Ríos (Ronda-Málaga 1879- Nueva York 1949), catedrático de Derecho Político, Presidente del Ateneo de Madrid, y destacado miembro del PSOE , ex ministro de Justicia e Instrucción Pública y Bellas Artes en gabinetes presididos por Azaña en el primer bienio republicano y Felipe Sánchez-Román (Madrid 1893-Ciudad de México 1956), catedrático de Derecho Civil Español Común y Foral y luego, entre 1933 y 1936, de Estudios Superiores de Derecho privado en el doctorado. En 1934 fundó el Partido Nacional Republicano.

Y otros dos a la Facultad de Filosofía y Letras: el filólogo e historiador de la literatura Américo Castro (Cantagalo-Rio de Janeiro-Brasil 1885-Lloret de Mar 1972) y el helenista, catedrático de Lengua y Literatura Griegas Emeterio Mazorriaga (Castillo de Bayuela-Toledo 1868-1937);

Seis de esos catedráticos eran también académicos. En esa situación se encontraban Enrique Moles, de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1934 (ver aquí) ; Ignacio Bolívar, de la de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales desde 1915 (ver aquí) y de la Academia Española, en el sillón F, desde 1931 (ver aqui); Gregorio Marañón, de la Academia Española, en el sillón K, desde abril de 1934 (ver aquí); y de la Nacional de Medicina eran académicos Manuel Márquez, desde 1916, Teófilo Hernando, desde 1922 y Jorge Francisco Tello desde 1923.

8 periodistas como C. Arnal [José Cabrero Arnal] (Castilsabás (Huesca) 1909-Antibes (Francia) 1982, pionero del cómic en España (ver aquí y aquí); Leopoldo Bejarano (Béjar 1879-Madrid 1964), el gran reportero y subdirector del diario Ahora Manuel Chaves Nogales (Sevilla 1897-Londres 1944), muy apreciado por sus lectores de hoy en día; Juan González Olmedilla (Sevilla 1893-1972 Argentina?); Antonio Hermosilla -que dirigía La Libertad; Francisco Molina; Cástor Patiño; el director del diario El Liberal de Madrid Francisco Villanueva, (San Clemente-Cuenca 1875-México, D.F. 1946).

8 artistas como los escultores Juan Adsuara (Castellón 1891-1973), José Clará (Olot-Gerona 1878-Barcelona 1958), Juan Cristóbal (Ohanes-Almería 1897-Cadalso de los Vidrios-Madrid 1961); los compositores Oscar Esplá (Alicante 1886-Madrid 1976) y Julio Gómez (1886-1973) ; los pintores José M. López Mezquita (Granada 1883-Madrid 1954), Timoteo Pérez Rubio (Oliva de la Frontera-Badajoz 1894- Valença-Brasil 1977) y Miguel Viladrich (Torrelameu-Lérida 1887-Buenos Aires 1956).

7 médicos como los doctores Manuel Bastos (Zaragoza 1887-Barcelona 1973), destacado traumatólogo y director desde 1932 de la Clínica de Cirugía Ortopédica y Traumatología del Instituto Rubio (ver aquí); Luis Calandre (Cartagena 1890-Madrid 1961), relevante cardiólogo, muy vinculado a la Residencia de Estudiantes de la JAE; el siquiatra Gonzalo R. Lafora (Madrid 1886-1971), discípulo de Nicolás Achúcarro (ver aquí), académico de la de Medicina desde 1933 rechazando el puesto al año siguiente (ver aquí) cuando fue rechazada la candidatura de Pío del Río Hortega, defendida por él, por motivos espúreos; el gastroentorólogo Juan Madinaveitia,(Oñate-Guipuzcoa 1861-Barcelona 1938); Aurelio Romeo, destacado pediatra, presidente de Cruz Roja española durante la guerra civil, exiliado en México, Manuel Tapia Martín, relevante bronconeumólogo y Carlos García Pélaez, vinculado al Hospital Provincial de Madrid.

6 arquitectos como Arturo [Sáenz de la] Calzada (Labraza-Alava 1907- Ciudad de México 2003) que había sido cofundador de la Federación Universitaria Escolar (FUE), actor del grupo teatral de La Barraca de Federico García Lorca. Con su maestro Manuel Sánchez Arcas y otros compañeros ganó en ese año de 1934 un accesit en el Concurso Nacional de Arquitectura por su proyecto para un Museo del Coche y del Arte Popular; Fernando García Mercadal (Zaragoza 1896-Madrid 1985), uno de los principales introductores del racionalismo arquitectónico centroeuropeo en España e impulsor en 1930 del GATEPAC que tan destacado papel cumpliría en la España republicana en la renovación de la arquitectura; Luis Lacasa (Ribadesella-Asturias 1899-Moscú 1966) , urbanista que dejó su huella en instalaciones científicas, pues diseñó con Sánchez Arcas la construcción del edificio Rockefeller, sede del Instituto Nacional de Física y Química, inaugurado como tal en 1932, y participó en la construcción de edificios de la Ciudad Universitaria de Madrid antes de que se convirtiese en campo de batalla tras el estallido de la guerra civil; Jesús Martí (Castellón de la Plana 1899-Ciudad de México 1975), quien acababa de proyectar la construcción de un edificio escolar en el barrio madrileño de Chamartín de la Rosa donde estaba asentada una influyente colonia de institucionistas y dirigentes de la JAE, como José Castillejo (ver aquí); Carlos Mosquera; Manuel Sánchez Arcas (Madrid 1897-Berlín 1970), quien además de hacer con Luis Lacasa el edificio Rockefeller al lado de la sede de la actual presidencia del CSIC, diseño y construyó desde 1932, junto al ingeniero Eduardo Torroja, el pabellón de Gobierno, la Central Térmica y el Hospital Clínico Universitario de San Carlos de la Ciudad Universitaria de Madrid, donde he estado hospitalizado 23 días en la primavera de este fatídico año 2020.

3 catedráticos : Martín Navarro (Cuevas del Almanzora-Almería 1871-Ciudad de México 1950), de Psicología, Lógica y Etica, en diversos Institutos de Enseñanza Secundaria como el Instituto-Escuela dependiente de la JAE (ver aquí); Manuel Núñez Arenas (Madrid 1866-París 1951), historiador y catedrático de Francés en los institutos de Alicante y Velázquez de Madrid durante la Segunda República tras haber vivido unos años exiliado en Francia durante la dictadura de Primo de Rivera (ver aquí) y Antonio Sacristán Zabala, de la Escuela Superior de Comercio y personalidad destacada del periodismo madrileño.

2 científicos como el meteorólogo Hilario Alonso y el histólogo doctor Pío del Río Hortega (Portillo-Valladolid 1882-Buenos Aires 1945), director del Instituto Nacional del Cáncer desde 1931, candidato al premio Nobel de Medicina en dos ocasiones, en 1929 y en 1937, sobre quien se ha escrito recientemente la biografía Un científico en el armario en la que se ha abordado la influencia de su homosexualidad en su vida científica

2 dibujantes, en la intersección del mundo periodístico y artístico, como los caricaturistas Luis Bagaría (Barcelona 1882-La Habana 1940), renovador del género y que cuando se firmó ese manifiesto había reanudado su colaboración con el diario El Sol de Madrid tras el hundimiento del periódico Luz; Félix Feliu (sic) («Apa») [Feliu Elias Bracons] (Barcelona 1878-1948), quien realizó la viñeta diaria de La Publicitat, uno de los principales periódicos catalanes de los años 1920 y de la Segunda República.

Un industrial como Manuel Busquets, (¿ -Canet de Mar 1957), dueño del periódico Heraldo de Madrid desde 1922.

Una profesora de Escuelas Normales como Gloria Giner de los Ríos (Madrid 1886-1970), destacada pedagoga e hija de Hermenegildo Giner de los Ríos, y esposa del dirigente socialista Fernando de los Ríos.

Una persona sin profesión: Elisa Morales de Giner de los Ríos, esposa desde 1917 del arquitecto y político republicano Bernardo Giner de los Ríos

(1) Está reproducido en Santos Juliá, editor, Manuel Azaña, Obras completas, vol. 5, noviembre 1933-julio 1936, Madrid, Ministerio de la Presidencia, 2007, pp. 197-198.


Deja un comentario

Un encuentro en Londres en febrero de 1936 entre el pensionado de la JAE José María Muguruza y el diplomático republicano Vicente Alvarez-Buylla

Mientras Miguel de Unamuno se encontraba en tierras inglesas para ser investido doctor honoris causa por la Universidad de Oxford, allá por la segunda quincena de febrero de 1936, un grupo de pensionados españoles en el Reino Unido se reunió en un restaurante londinense para homenajear al abogado del Estado y cónsul general de España en Londres: Vicente Alvarez-Buylla Lozana (1890-1969), perteneciente a una saga asturiana de estirpe liberal y republicana y miembro del cuerpo diplomático desde 1920.

Vicente Alvarez-Buylla

Vicente Alvarez-Buylla hacia 1933

Sabemos de ese acto social por una breve mención que hizo Luis Calvo, el corresponsal que tenía el diario El Sol en Londres. En efecto, en el ejemplar de ese periódico del domingo 1 de marzo de 1936, tras comentar ese periodista que a Unamuno no le había agradado mucho Londres porque «tiene un sol lunático», escribió lo siguiente en la última página:

«Un grupo numeroso de pensionados españoles en Londres, estudiantes de Arquitectura, Medicina, Derecho internacional y Economía, ha dado en un restaurante español un banquete al cónsul general, D. Vicente Alvarez Buylla, como testimonio de gratitud por las atenciones que éste continuamente les dispensa. El Sr. Muguruza, haciéndose portavoz de todos los estudiantes, pensionados o no, expresó al Sr. Alvarez Buylla el agradecimiento de todos. Fue un acto sencillo, simpático y juvenil».

No conocemos qué tipo de atenciones había concedido Vicente Alvarez-Buylla a esos pensionados, pues no llevaba mucho tiempo en su destino londinense. Quizás ese acto social tuviese mucho más que ver con un acto de reafirmación republicana. Hay que tener en cuenta que uno de los hermanos de ese cónsul general, Plácido Alvarez-Buylla Lozana (1885-1938), acababa de ser nombrado ministro de Industria y Comercio en el gabinete que días atrás había conformado Manuel Azaña tras haber ganado las candidaturas del Frente Popular las elecciones del 16 de febrero de 1936 y haberse constituido un gabinete integrado por militantes de Izquierda Republicana y Unión Republicana. Ese flamante ministro, -como otros compañeros de gabinete había tenido relaciones con la JAE (1)-. En su caso tuvo la consideración de pensionado mientras realizó estudios de economía en Alemania, en Munich, en el curso 1913-1914. Luego Plácido Alvarez-Buylla ingresó, como su hermano Vicente, en el cuerpo diplomático realizando funciones importantes en diversos consulados y ejerciendo, en el gabinete que presidió Diego Martinez Barrio en octubre de 1933, el cargo de Director General de Marruecos y Colonias.  Por su parte Vicente Alvarez-Buylla, desde su la dirección administrativa del Ministerio de Estado, ayudó en ese año de 1933 a «republicanizar» la diplomacia española como sostuvo el periodista Fernado de la Villa en las páginas de la revista ilustrada Nuevo Mundo y en el diario vespertino Heraldo de Madrid. (2)

Ahora conviene fijar la atención en otro de los protagonistas de la velada londinense que estoy evocando aquí. Me refiero al tal Muguruza que se erigió en portavoz de sus compañeros en ese homenaje a Vicente Alvarez-Buylla de los pensionados españoles en Inglaterra. Se trataba del arquitecto José María Muguruza y Otaño (Murcia, 1899-Madrid 1984).  Probablemente era el más veterano de los estudiantes presentes en ese homenaje pues residía en Londres desde mediados de 1934. Tenía tras de sí una acreditada trayectoria profesional, aunque no tan importante como la de su hermano mayor Pedro Muguruza (1893-1952) que acababa de finalizar la rehabilitación de la casa de Lope de Vega antes de que la Academia de la Lengua la abriese como museo a finales de 1935 en la madrileña calle de Cervantes.

En los inicios de la Segunda República José María Muguruza había trabajado como arquitecto jefe de la Oficina técnica aneja a la Junta para la sustitución de la segunda enseñanza y arquitecto jefe de la sección de Arquitectura de la Junta técnica de Inspección general de segunda enseñanza en el Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes. Ocupando esas responsabilidades se interesó por las construcciones escolares en el Reino Unido. Para estudiarlas solicitó un pensión a la JAE que empezó a disfrutar a partir del 15 de junio de 1934.

En un principio de su estancia inglesa se interesó por el estudio las construcciones e instalaciones de Nursey Schools y Nursey Classes, como consta en su expediente de la JAE, y como ha subrayado Teresa Marín (3).

Luego, tras prorrogar su pensión, orientó su atención en el estudio de los edificios ingleses destinados a escuelas secundarias. Justificó la ampliación de sus intereses ante los responsable de la JAE en que era necesario dar respuesta a los problemas que suscitaba la puesta en marcha de la ley de sustitución de segunda enseñanza, que implicó la  creación de más de cien nuevos centros y la ampliación en su capacidad de los ya existentes.  El incremento del control de la segunda enseñanza por parte del Estado que quitó prerrogativas que tenían las órdenes religiosas en ese nivel educativo exigía en opinión de José María Muguruza «estudiar de manera minuciosa y pausada unas líneas generales técnicas para poder marcar un criterio oficial de acoplamiento de necesidades y servicios en el desarrollo de nuevas construcciones». Los evaluadores de la JAE, como Leopoldo Torres Balbás, apoyaron su petición y en junio de 1935 se le prorrogó la pensión hasta finales de ese año.

Ahora bien, próxima la conclusión de esa prórroga, presentó otra razonada solicitud para que la JAE apoyase su afán de proseguir sus estudios entre enero y julio de 1936 en una nueva institución docente creada en Londres, la School of Planning and Research for National Development, – parte de cuyos archivos entre 1946 y 1957 están accesibles aquí– Esa flamante institución académica iniciaba su trayectoria dirigida por un consejo directivo formado por economistas,  industriales, expertos en ferrocarriles y arquitectos. A su frente se encontraban precisamente dos prestigiosos arquitectos: sir Raymond Unwin (1863-1940) y el doctor Thomas Adams (1871-1940), expertos en planificación urbanística. El primero había publicado en 1909 Town Planning in Practice: An Introduction of the Art of Designing Cities and Suburbs en la que desarrolló su propuesta de hacer «ciudades jardines». El segundo fue un notable diseñador de desarrollos residenciales de baja densidad.

Explicó José María Muguruza, tay como consta en su expediente de pensionado de la JAE (4), que en esa nueva institución londinense en la que quería matricularse se pretendía estudiar los problemas teóricos de urbanización, considerándolos como la consecuencia final de toda una serie de influencias políticas, sociales o económicas «que determinan el movimiento y desarrollo de grandes y pequeñas o nuevas agrupaciones de habitantes». En ella se estudiarían asuntos como los sistemas de transportes en las ciudades, el tráfico interurbano por tierra, mar y airte, la financiación de los planes de urbanización, la preparación de «planning surveys», el desarrollo de las zonas rurales, el impacto en la ciudades de la agricultura y las industrias del hierro y el acero.

Todos esos problemas se iban a abordar de manera práctica, -explicaba a los responsables de la JAE en su intento de conseguir su apoyo-, «sobre casos o problemas determinados y vitales, no con el fin de aplicar o ensayar teorías establecidas, sino más bien con el criterio de recoger otras enseñanzas».  Y a propósito de la forma de trabajo de esa nueva escuela de planificación urbanística señalaba que contaba con la cooperación de las diversas autoridades gubernamentales que facilitarían no sólo el acceso a los lugares en los que el problema estaba planteado, sino también la información precisa que fuese menester. Y añadía que el trabajo llevado a cabo en esa escuela se efectuaba colaborativamente entre los técnicos encargados de encauzarlos, los economistas e industriales que actuaban como conferenciantes, y los estudiantes. Todos ellos realizaban conjuntamente la labor investigadora. Ese cúmulo de cicunstancias -sostenía en su escrito- incrementaba el interés de la labor que iba a llevar a cabo esa escuela, cuyo curso se inauguraría el 7 de enero de 1936 y terminaría a finales de julio de ese año.

José María Muguruza fue persuasivo y consiguió fondos para seguir ese curso, según se deduce de una carta que escribió desde Londres el 22 de junio de 1936 al laborioso funcionario de la JAE Gonzalo Jiménez de la Espada.

Como ya he señalado los Alvarez-Buylla formaron una relevante saga republicana. Varios de sus integrantes se exiliaron. Así le sucedió a Vicente Alvarez-Buylla que en en Londres mantuvo su fidelidad y colaboración con el gobierno de la República en el exilio, como consta en la documentación de José Giral depositada en el Archivo Histórico Nacional (ver aquí).  Otros fueron asesinados tras el inicio de la guerra «incivil» como le sucedió a Arturo Alvarez-Buylla Godino (1895-1937), secretario general del Alto Comisario de Marruecos, fusilado en Ceuta. A finales de 2013 tuve la oportunidad de conocer en tierras mexicanas, en Colima, a quien llegaría a ser yerna suya, Elena Roces, viuda en aquel entonces de Ramón Alvarez-Buylla y Aldana (1919-1999), quien tras formarse como fisiólogo en la URSS, pudo desplazarse a México en 1947 donde desarrolló una notable labor investigadora. Esa pareja, a su vez, tuvo como descendientes a otros dos notables científícos: el neurobiólogo Arturo Alvarez-Buylla Roces (1958-), premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 2011 y la bióloga María Elena Alvarez-Buylla (1959-), actual directora general del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología de la República mexicana.

En cambio José María Muguruza, tras defender el patrimonio artístico de Aragón y Cataluña durante la guerra civil, continuaría su labor profesional durante el franquismo (ver aquí), a cuyo régimen prestó notables servicios su hermano mayor, el afamado arquitecto Pedro Muguruza (1893-1952) en la última etapa de su vida, en la década de 1940.

(1) Ese gabinete presidido por Manuel Azaña y constituido tras la victoria electoral del 16 de febrero de 1936 estuvo en funcionamiento entre el 19 de febrero y el 7 de abril de 1936. Estuvo consituido por los siguientes ministros, cuya relación con la JAE es la que expongo a continuación:

Presidente del Consejo de Ministros: Manuel Azaña Díaz. (pensionado de la JAE en Francia 1911-1912. Expediente JAE/13-264)

Ministro de Estado: Augusto Barcia Trelles (pensionado de la JAE en Alemania 1911-1912. Expediente JAE/15-89)

Ministro de Justicia: Antonio Lara Zárate

Ministro de Trabajo, Sanidad y Previsión Social: Enrique Ramos y Ramos

Ministro de la Guerra: Carlos Masquelet Lacaci y José Miaja Menant

Ministro de Marina: José Giral Pereira (solicitante de pensión de la JAE en 1908. Expediente JAE/68-540)

Ministro de Hacienda: Gabriel Franco López (pensionado de la JAE en Alemania en 1920-1921. Durante un año entre 1919 y 1920 tuvo la consideración de pensionado también en Alemania y por otros seis meses en 1924 en Alemania y Bélgica. Expediente JAE/57-380)

Ministro de Gobernación: Amós Salvador Carreras. (Solicitante de pensión de la JAE en 1919. El 11 de diciembre de 1922 la JAE le nombró miembro del comité director de la Residencia de Estudiantes. Expediente JAE/131-102)

Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes: Marcelino Domingo Sanjuán. (Solicitante de pensión de la JAE en 1913. Expediente JAE/44.161)

Ministro de Obras Públicas: Santiago Casares Quiroga

Ministro de Industria y Comercio: Plácido Alvarez-Buylla y Lozana. (Tuvo la consideración de pensionado de la JAE mientras estudió en Alemania en 1913. Expediente JAE/25-573)

Ministro de Agricultura: Mariano Ruiz-Funes García

Ministro de Comunicaciones y Marina Mercante: Manuel Blasco Garzón

(2) «Hoy que las Embajadas ya no son pequeñas cortes..La República ha modificado radicalmente el régimen de ingreso en la carrera diplomática. Una charla de Fernando de la Milla con el director de Administración del Ministerio de Estado», Nuevo Mundo, 18 agosto 1933, p. 33;  Fernando de la Milla,  «Una obra y un hombre. Don Vicente Alvarez Buylla, director de Administración del Ministerio de Estado, explica por qué y cómo se ha operado tan profunda reorganización en los servicios de la diplomacia española», Heraldo de Madrid 18 julio 1933 p. 16

(3) Teresa Marín, Innovadores de la educación en España: becarios de la Junta para Ampliación de Estudios, Universidad de Castilla-La Mancha, 1991, pp. 242-243.

(4) Archivo de la JAE. Residencia de Estudiantes. Expediente JAE/104-849.


Deja un comentario

Prensa técnica y desarrollo científico en los inicios de la Segunda República: el caso de la Revista de Pedagogía

El diario republicano Luz, en su corta existencia, hizo un seguimiento detenido del movimiento cultural del período enero 1932-septiembre 1934. En el ejemplar de los sábados solía ofrecer en sus inicios un balance de la producción bibliográfica en su página titulada «La Semana de los Libros».

Así en el número correspondiente al 9 de enero de 1932 esa página tenía las siguientes secciones:

– Reseña de libros con la firma de J. Díaz Fernández (Aldea del Obispo 1898-Toulouse 1941)

– Revista de revistas

– Actualidad literaria en el extranjero con la firma de Máximo José Kahn (Francfort del Meno 1898-Buenos Aires 1953)

– Consultas bibliográficas, una de las cuales he desarrollado en mi entrada del blog Jaeinnova titulada «Fisica amable para los niños republicanos«

– Vilanos literarios

Estaban acompañadas de publicidad de la editorial Zeus y de la librería F. Hernando que tenía su sede en la madrileña calle Pi Margall, 18.

Precisamente uno de los dos asuntos que abordó el redactor anónimo que elaboró  la sección Revista de revistas fue un elogio de la Revista de Pedagogía con motivo del décimo aniversario de su fundación. Dado su interés para quienes estamos interesados en el proceso de renovación educativa y científica que tuvo lugar en la sociedad española del primer tercio del siglo XX lo transcribo a continuación:

Revista de Pedagogia I 3

«La Revista de Pedagogía.- En diversas ocasiones nos hemos referido a los progresos que viene realizando la prensa técnica de España, como una consecuencia de nuestro mayor desarrollo científico. Cada día, en efecto, son más y mejores las publicaciones periódicas, que abarcan ya casi todos los aspectos de la vida intelectual. Entre ellas ocupa un lugar muy distinguido la «Revista de Pedagogía», que acaba de cumplir ahora el décimo año de su existencia. Fundada y dirigida por nuestro querido amigo y colaborador Lorenzo Luzuriaga, por ella han desfilado los hombres más representativos de la Pedagogía, la Psicología y la Filosofía contemporáneas. Basta recordar al efecto los nombres de Adler, Claparede, Decroly, Dewey, Jaensch, Kerschensteiner, Lipmann, Messer, Piaget, Spranger, Stern, etc. Por otra parte, entre los colaboradores y redactores españoles se encuentran también personalidades tan significadas en nuestra cultura como Ortega y Gasset, Zulueta, Américo Castro, Morente, Lafora, Xirau, Martí Alpera, Santullano, Dantín Cereceda. etc.

La «Revista de Pedagogía» ha contribuido con esta colaboración tan distinguida a intensificar en España los estudios pedagógicos y a renovar nuestra enseñanza nacional, desarrollando en ella las ideas esenciales de la educación contemporánea: escuela activa, escuela unificada, métodos individualizados, etc. Esta labor innovadora ha sido completada con una serie de publicaciones del mayor interés para los estudiosos de estas cuestiones».

Esta publicación técnica ha merecido diversos estudios en las últimas décadas. Bien por parte de los estudiosos de la trayectoria intelectual del pedagogo de origen castellano manchego Lorenzo Luzuriaga, quien fundó la Revista de Pedagogía tras haber tenido una pensión de la JAE en Alemania en 1913. Bien por quienes, como Eloisa Mérida-Nicolich y sobre todo Antonio Viñao, han estudiado específicamente esa empresa cultural que resultó fundamental en la diseminación de nuevos métodos pedagógicos en el sistema educativo español en la década de 1920 y en los años republicanos.

En ellos se han desarrollado aspectos enunciados en el diario Luz como los siguientes:

– la amplitud de colaboradores de la revista. En los catorce años de su existencia firmaron en sus páginas 349 autores, de los que 39 fueron mujeres. Escribieron 868 artículos y 554 reseñas de libros. Un indice de toda la producción de la revista fue realizado por Eloisa Mérida-Nicolich. Antonio Viñao ha destacado cómo de los 167 pensionados por la JAE en el ámbito de la pedagogía, 66 fueron redactores y colaboradores de la Revista de Pedagogía.

– la contribución de la revista a establecer conexiones de la Pedagogía con la Sicología como han estudiado Ignacio Alfaro y Helio Carpintero y con la Filosofía, según ha apuntado A. Casado Marcos de León.

– el papel desempeñado por la Revista de Pedagogía que en septiembre de 1933 tenía una tirada de cuatro mil ejemplares en la innovación educativa como órgano oficial en España a partir de 1927 de la Liga Internacional de Educación Nueva, de la que Lorenzo Luzuriaga era miembro del comité ejecutivo.

– la importante labor editorial auspiciada por la revista que se tradujo en el lanzamiento de varias colecciones a lo largo de sus catorce años de existencia. El listado completo de publicaciones ha sido reconstruido por Antonio Viñao, remito por tantoa su artículo, mencionado en la nota bibliográfica adjunta,  que está accesible en la red.

Luzuriaga libro La nueva educacion

 

Margarita Comas Como se enseña la arimtetica y la geometria

Del suelto del diario Luz que he reproducido conviene retener cuatro aspectos: tres visibles en el texto, y uno invisible.

El primero se refiere a la larga colaboración que tenía Lorenzo Luzuriaga con las empresas periodísticas de Nicolás de Urgoiti y José Ortega y Gasset. Recuérdese, como hice constar en varias entradas de esta bitácora, (ver aquí), que Luzuriaga se hizo cargo desde los inicios de El Sol allá a finales de 1917, y por varios meses, de la página semanal que dedicaba ese diario a las custiones de Pedagía e Instrucción Pública.

El segundo alude a la conciencia existente en los círculos ilustrados republicanos de estar viviendo en una fase de consolidación de la cultura científica del país una de cuyas manifestaciones fue el incremento de la calidad de su prensa técnica, estudiada solo esporádicamente en casos concretos como el de la Revista de Pedagogía.

El tecero está relacionado con el hecho de que las elites científico-técnicas que protagonizaron esa fase dorada del desarrollo científico español estaban plenamente incorporadas en las redes internacionales del conocimiento científico como lo manifiesta la amplia gama de colaboradores no españoles de la Revista de Pedagogía, entre los que el redactor de Luz enumera a casi una docena de los máximos especialistas en Pedagogía, Filosofía y Sicología del escenario internacional en aquella coyuntura de 1932.

El cuarto aspecto, no destacado en el suelto de Luz, es el decisivo papel en la fundación e impulso de la Revista de Pedagogía de la compañera de Lorenzo Luzuriaga: María Luisa Navarro Margati (Sete [Francia] 1890-Buenos Aires 1947). Ambos se había conocido en las aulas de la Escuela Superior del Magisterio en la que fueron integrantes de la primera promoción -la que estudió entre 1909 y 1912- junto a María de Maeztu. Desde entonces María Luisa fue una estrecha colaboradora de su marido, tanto en el suplemento pedagógico de El Sol, (ver aquí), como en la Revista de Pedagogía, donde era reseñadora habitual de libros, aportando además 98 colaboraciones por 112 de su marido. Participó asimismo en las publicaciones asociadas a la Revista. En 1932 tradujo los textos de un volumen sobre «La escuela laica» o publicó un libro sobre «Rousseau» en la colección -creada en 1930- dedicada a la pedagogía clásica. Asimismo María Luisa compartió con su marido responsabilidades políticas y culturales durante el primer quinquenio republicano. Mientras Lorenzo Luzuriaga ejerció desde mayo de 1931 como secretario de la influyente Junta de Relaciones Culturales dependiente del Ministerio de Estado María Luisa Navarro se adscribió al Patronato de Misiones Pedagógicas, dirigiendo algunas de ellas como la de Navalcán, que estudié en otra entrada de esta bitácora (ver aquí). Posteriormente ambos vivirían juntos las desdichas del exilio, primero en el Reino Unido, luego en Argentina.

Luzuriaga

Lorenzo Luzuriaga

 

Maria Luisa Navarro Margati

María Luisa Navarro Margati

 

 

Para saber más:

Ignacio Alfaro y Helio Carpintero, «La psicología en la educación. Un análisis a través de la «Revista de Pedagogía» (1922-1936)», Revista de Historia de la Psicología, 4-3, 1983, pp. 197-233

Angel Luis Aritmendi Villanueva, «Lorenzo Luzuriaga y la «Revista de Pedagogía» (1922-1936): crónica de un proyecto educativo truncado», Boletín de la Institución Libre de Enseñanza, nº 73, 2009, pp. 87-102.

Herminio Barreiro Rodríguez, Lorenzo Luzuriaga y la renovación educativa en España (1889-1936), Ediciós do Castro, A Coruña, 1989

A. Casado Marcos de León, «Filosofía y educación en España: Luzuriaga y la Revista de Pedagogía», Bajo Palabra, nº 6, 2011.

Eloísa Mérida-Nicolich, Una alternativa pedagógica: la Revista de Pedagogía (1922-1936), Pamplona, Eunsa, 1983

Eloísa Mérida-Nicolich, Indice de la Revista de Pedagogía (1922-1936). Indice de contenido, Pamplona, Eunsa, 1983.

María Isidora Ollero García y Antonio Rodríguez Martínez, «La filosofía educativa de la Escuela Nueva y la política educativa de la II República a través de la Revista de Pedagogía (1932-1936), en AA.VV. Lorenzo Luzuriaga y la política educativa de su tiempo, Ciudad Real, Diputación. Area de Cultura, 1986, pp. 223-239.

Antonio Viñao, «La modernización pedagógica española a través de la «Revista de Pedagogía» (1922-1936, en Anales de Pedagogía, nº 12-13, 1994-1995, pp. 7-45.

 

 


Deja un comentario

Física amable para los niños republicanos

En tiempos republicanos, durante el lustro transcurrido entre 1931 y 1936, los lectores interactuaban con los redactores de periódicos y revistas intentando saciar su curiosidad intelectual o pidiendo información sobre diversas cuestiones culturales. En diversos medios de comunicación se disponía de una sección para que los lectores efectuasen preguntas de carácter científico-técnico.

En esta ocasión doy cuenta de una pregunta fomulada por un lector del diario Luz, en su ejemplar de 9 de enero de 1932, en la que mostraba interés por saber si había en español algún libro que explicase «los experimentos de Física en forma amena y aplicable para niños».

La respuesta del redactor de Luz fue la siguiente:

«Hay varios. El último que conocemos es «Ciencia recreativa«, por el doctor José Estalella, segunda edición, Barcelona, Gustavo Gili, 16 pesetas. Está dividido en varias secciones (cuestiones de Aritmética, de Geometría, etc.), una de ellas Física. Vea también «Tratado popular de Física», por Kleiber y Karsten, traducido por Estalella, 10 pesetas, y «Recreaciones científicas», de Tissandier, 12 pesetas».

ciencia-recreativa-por-el-dr-jose-estalella

Estalella traductor

Tissandier cubierta

Tissander portada
Era una escueta contestación la de ese redactor pero nos ofrece pistas sobre diversas cuestiones.

En primer lugar sobre la preeminencia que tuvo el catedrático de instituto, de origen catalán, Josep Estalella, en hacer accesibles los conocimientos físicos a los estudiantes españoles del primer tercio del siglo XX mediante el impulso de la ciencia recreativa y el manualismo. Así lo apuntó Leonor González de la Lastra en la nota biográfica que le dedicó en el diccionario on line jaeeduca (ver aquí), reproducida también el el libro Aulas abiertas. Profesores viajeros y renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936) y como ha desarrollado Victor Guijarro en varias partes de su librosArtefactos y acción educativa. La cultura del objeto científico en la enseñanza secundaria en España (1845-1930). En él enumera por ejemplo en la p. 175 nota 33 cómo plasmó su visión específica sobre la instrumentación científica y didáctica en una serie de artículos que publicó entre 1924 y 1926 en publicaciones como los Anales de la Sociedad Española de Física y Química y la Revista de Segunda Eseñanza y cómo sus plantemientos didácticos fueron muy influyentes en la práctica pedagógica de los dos principales catedráticos de Física y Química del Instituto-Escuela de la JAE Miguel Catalán y Andrés León Maroto.

En segundo lugar acerca de la larga pervivencia en el mercado editorial de uno de los clásicos de la popularización científica al uso del siglo XIX, edad de oro de los divulgadores científicos franceses entre los que ocupó un lugar destacado Gaston Tissandier, fundador de la revista La Nature en 1873. La primera edición en francés del libro recomendado por el redactor de Luz Les Récréations scientifiques, ou l’Enseignement par les jeux, la physique sans appareils, la chimie sans laboratoire, la maison d’un amateur de science databa de 1881, siendo traducido al castellano inmediatamente en 1882 (ver aquí).

En tercer lugar sobre la relevante labor llevada a cabo por la editorial barcelonesa Gustavo Gili por dar a conocer materiales relevantes sobre la enseñanza de las ciencias, como he dado a conocer recientemente en una entrada de mi otra bitácora (ver aquí). Tal función mediadora entre la cultura científica europea y española, en la que desempeñó un notable papel ante de la guerra civil el ingeniero comunista balear Estanislao Ruiz Ponseti, la seguiría desarrollando esa editorial en la era franquista.  Así lo ha mostrado Fernando García Naharro en su libro Editando ciencia y técnica durante el franquismo. Una historia cultural de la editorial Gustavo Gili (1939-1966).

En cuarto lugar acerca de la importancia adquirida en la renovación de la enseñanza no sólo de la física y la química, sino también de otras disciplinas los profesores de instituto que tuvieron una pensión de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas. Ese fue el hilo conductor del libro colectivo que coedité en 2018  Aulas abiertas. Profesores viajeros y renovación de la enseñanza secundaria en los países ibéricos (1900-1936), accesible aquí. En su cuarta parte ofrecimos las biografías de 55 de esos profesores. Entre ellos se encuentran los mencionados Josep Estalella, Miguel Catalán y Andrés León Maroto, biografiados por Leonor González de la Lastra, en las pp.  395-402, 411-414.


Deja un comentario

Economistas, matemáticos y juristas de la mano en noviembre de 1935.

Durante su gestión al frente del Ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes, entre el 16 de diciembre de 1931 y el 12 de junio de 1933, el socialista Fernando de los Ríos puso particular empeño en fomentar los estudios e investigaciones relacionados con las ciencias sociales planteando que las facultades de Derecho se abriesen a nuevas disciplinas científicas como la economía y la sociología.

Como una derivación de esas preocupaciones cabe considerar la organización por parte de la Facultad de Derecho de la Universidad Central de unos cursos especiales de Estudios Económicos, Políticos y Administrativos. Su primera edición tuvo lugar en noviembre de 1932 como destacara José María Puyol Montero en su libro Enseñar derecho en la república. La facultad de Madrid (1931-1939).

Ahora fijaré la atención en el último de esos cursos, el que tuvo lugar a lo largo de noviembre de 1935, inaugurado por el efímero ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes Luis Bardají (1880-1942), del partido republicano radical, al que acompañaba el decano de la Facultad Adolfo G. Posada. Por esa época Fernando de los Ríos, como presidente del Ateneo, estaba concentrado en la organización de una serie de actos académicos para conmemorar el centenario de esa institución tan importante en la historia de la democracia española. Y Madrid era un hervidero científico y cultural no obstante el dificil contexto político derivado de la persistencia de las secuelas de la revolución de octubre de 1934 protagonizada por una fracción del PSOE e independentistas catalanes.

Expongo a continuación  el programa de esos cursos, tanto en lo concerniente a los estudios económicos como a las correspondientes a los estudios políticos y administrativos.  Un repaso a los profesores que los impartieron permite constatar el peso relevante adquirido en el sistema académico republicano por antiguos y recientes pensionados de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas.

Así los cursos de Estudios Económicos, previstos inicialmente -pues algunos de ellos al decir de José María Puyol no llegaron a celebrarse, fueron los siguientes:

Luis Olariaga Pujana

Luis Olariaga Pujana

«Política monetaria» por Luis Olariaga (1885-1976), a impartir el viernes 8 de noviembre de 4 a 5. Olariaga, tras haber sido pensionado por la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) para hacer estudios de Economía Política en Berlín, obtuvo en 1917 la cátedra de Política Social y Legislación Comparada del Trabajo. Cuando a finales de ese año se fundó El Sol se hizo cargo de la Hoja semanal dedicada a las Ciencias Sociales y Económicas que publicaba ese diario todos los miércoles, como ya apunté en otra entrada de esta bitácora que publiqué el 28 de febrero de 2018 (ver aquí). Durante la dictadura de Primo de Rivera colaboró con ese régimen. Poco tiempo después de impartir el curso que estoy presentando y  tras iniciarse la guerra civil Olariaga huyó del Madrid republicano y pasó a la zona rebelde donde ejerció de director del Comité Central de la Banca Española. Tiempo después fue designado catedrático de Economía Política de la Facultad de Derecho.

Enrique Rodriguez Mata

Enrique Rodríguez Mata

«Dinero y Bancos» por Enrique Rodríguez Mata  (1890-1975), el viernes 8 de noviembre de 5 a 6. Rodríguez Mata también había sido pensionado por la JAE para formarse en Alemania entre 1912 y 1914. Catedrático de Economía Política y Hacienda Pública en la Universidad de Salamanca en 1923 pasó en 1930 a la de Zaragoza por permuta de la cátedra con Gabriel Franco, del que sería subsecretario cuando este ocupó el ministerio de Hacienda entre febrero y mayo de 1936. Militante de Acción Republicana e Izquierda Republicana, los partidos liderados por Manuel Azaña,  Rodríguez Mata previamente a su participación en ese curso del otoño de 1935 fue gobernador del Banco de Crédito Local de España en mayo de 1932. Posteriormente sería consejero de Campsa, de marzo a junio de 1936, y del Banco de España en junio de 1936. Exiliado en Francia durante un tiempo regresaría a España reincorporándose a su cátedra en 1960 tras ser depurado.

Jose Castañeda Chornet

Jose Castañeda Chornet

«Economía de la empresa privada» por sr. Castañeda, el sábado 9 de noviembre de 4 a 5. Este sr. Castañeda era José Castañeda Chornet (1900-1987) quien tras haber finalizado sus estudios de ingeniería industrial en 1925 fue pensionado para estudiar en Francia la aplicación del factor humano en la industria. A su regreso ingresó en el Cuerpo de Ingenieros Industriales al servicio de Hacienda siendo trasladado en 1931 al Tribunal Económico-Administrativo Central. Cuando participó en el ciclo que estoy evocando cursaba sus estudios de doctorado en Derecho que finalizó en 1936 y era profesor ayudante de Economía Política en la cátedra de Antonio Flores de Lemus y de Economía de la Empresa, asignatura que en ese curso de 1935-1936 se impartía por primera vez en la Universidad española. Depurao tras la  guerrra civil al haber sido comandante del ejército republicano fue posteriormente rehabilitado obteniendo en 1945 la cátedra de Teoría Económica de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas. Durante la era de Franco llevaría a cabo una importante labor docente hasta su jubilación en 1970 considerándose que en las décadas de 1950 y 1960 fue el principal introductor y difusor en España del análisis microeconómico moderno. En 1950 se doctoró en Ciencias Económicas y en 1960 en Ingeniería Industrial. Según consta en el archivo de la JAE el 5 de febrero de 1935 solicitó una pensión a la JAE para completar su formación como economista en la Universidad de Viena durante un año, donde pensaba asistir a los cursos, entre otros, de Ludwig von Mises.

«Haciendas locales» por Manuel Díaz Pedregal, el sábado 9 de noviembre de 7 a 8. Este conferenciante probablemente era hijo de José Manuel Díaz Pedregal Sánchez-Calvo y nieto de Manuel Díaz Pedregal Cañedo, muy vinculados a la Institución Libre de Enseñanza.

«Política ferroviaria» por Federico Reparaz, el lunes 11  de 6 a 7. Federico Reparaz Linazasoro (1899-1979), hijo del periodista y dramaturgo Federico Reparaz Chamorro, era un ingeniero de caminos, catedrático de Economía Política y Derecho administrativo en la Escuela de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos y vinculado a la poderosa compañía ferroviaria del Norte,de la que era al iniciarse la guerra civil secretario del Consejo de Administración.  Durante los años republicanos fue autor de una decena de artículos sobre obras públicas y transportes terrestres en la Revista de Obras Públicas. En 1942 fundaría la empresa SEMAT

«Matemáticas aplicadas a la economía» por José Barinaga, el martes 12 de 4 a 5. Como ya apunté en una entrada anterior el catedrático de la Facultad de Ciencias José Barinaga (1890-1965) fue uno de los matemáticos más activos en el Madrid republicano. Remito pues  a la información ofrecida en ella. Ver aqui.

«Política comercial» por Jesús Prados Arrarte (1909-1983), el martes 12 de 5 a 6. Este joven economista tuvo una carrera académica meteórica en los años republicanos. Si el 2 de octubre de 1931 fue nombrado Ayudante de clases prácticas de Economía política el 4 de abril de 1936 una orden le nombró, tras haber ganado la correspondiente oposición, catedrático numerario de Economía política y Hacienda pública de la Facultad de Derecho de la Universidad de Santiago de Compostela. Entre 1932 y 1934 vivió durante largos meses en Alemania y en Inglaterra, pensionado por la Universidad Central y por la JAE. En Berlín siguió cursos, entre otros, con Sombart, y en Londres estudió en la prestigiosa The London School of Economics and Political Science, según consta en su amplio expediente que se conserva en el archivo de la JAE. En él hay una amplia correspondencia con Gonzalo Jiménez de la Espada, el funcionario de la secretaría de esa institución que hizo el seguimiento de su beca. Iniciada la guerra civil se incorporó al ejército republicano. En 1937 formaba parte del Estado mayor de la 45 división. Su dominio de diversas lenguas le permitió después ganarse la vida en diversos momentos de los quince años de su exilio latinoamericano, transcurrido en Argentina y Chile donde fue funcionario de la CEPAL, organismo de Naciones Unidas, tal y como evocara en una entrevista que le hiciera la periodista Rosa María Pereda en el diario El País el 28 de noviembre de 1981 (ver aquí). Esa conversación se llevó a cabo días después  de haber sido nombrado académico de la Lengua. A mediados de la década de 1950 se acogió a una amnistía del régimen franquista y regresó a España donde se reincorporó a su sistema académico pero volvió a exiliarse durante dos años al haber participado en la reunión que la oposición antifranquista organizó en Munich en 1962.

Gabriel Franco y Lopez

Gabriel Franco y López

«Política económica, agraria e industrial» por Gabriel Franco (1897-1972), el martes 12 de 6 a 7. Este conferenciante había mantenido una relación con la JAE entre 1919 y 1924. A finales de 1919 obtuvo la consideración de pensionado para ampliar durante un año estudios de Economía Política y Hacienda en Alemania. Luego, del 11 de noviembre de 1920 al 10 de agosto de 1921 disfrutó de una pensión de la JAE para continuar los mencionados estudios, presentando a su regreso a Madrid una memoria sobre «Ciencia y política económica». En 1924 la JAE le volvió a otorgar la consideración de pensionado para estudiar durante seis meses en Alemania y Bélgica asuntos relacionados con la reforma agraria. A partir de septiembre de 1928 fue catedrático de Economía Política y Elementos de Hacienda Pública, primero de la Facultad de Derecho de la Universidad de Zaragoza y desde febrero de 1930 de la de Salamanca. Entre 1931 y 1933 fue diputado de Acción Republicana, el partido liderado por Manuel Azaña, por la circunscripción de León. En ese bienio también fue gobernador del Banco Exterior de España, consejero del Estado en el Consejo del Banco de España, delegado de España en la Conferencia del Desarme, celebrada en Ginebra el 2 de febrero de 1932, miembro de la delegación española que participó en la Conferencia Económica de Londres celebrada en 1933. Posteriormente, en las elecciones de febrero de 1936, volvería al Congreso de Diputados, también representando a León, dentro de las filas de Izquierda Republicana. Días después fue nombrado ministro de Hacienda por Manuel Azaña, ocupando ese cargo entre el 19 de febrero y el 13 de mayo de 1936. Su exilio lo vivió entre Francia, México  y Puerto Rico. Regresó a España en 1967 sin conseguir ser repuesto en el cuerpo de catedráticos de universidad.

«Conceptos fundamentales de la economía» por Julio Tejero (1908-1992), el miércoles 13 de 5 a 6. Este conferenciante era desde febrero de 1930 profesor ayudante de la Facultad de Derecho de la Universidad Central. Meses despues de la conferencia que impartió el 13 de noviembre de 1935 obtuvo la cátedra de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Murcia, de la que tomó posesión el 12 de mayo de 1936, permutándola semanas despues, tras un acuerdo con Gabriel Franco, por la de Salamanca, de la que tomó posesión el 1 de julio de 1936. En su proceso de depuración tuvo dificultades pero conservó su cátedra salmantina hasta 1954 en que pidió la excedencia voluntaria. Fue uno de los cinco catedráticos que no firmó en un claustro, compuesto por 36 integrantes, celebrado el 9 de junio de 1948 la concesión del doctorado honoris causa a Francisco Franco. (ver aquí)jefe de estudios de bancos. A partir de 1954 se vinculó primero al Banco Urquijo y luego al Banco Hispano-Americano  de los que fue responsable de sus secciones de investigación económica. Su vinculación con la JAE se limitó a que en el año de 1931 fue becado para asistir al curso de verano de la Escuela de Estudios Internacionales de Ginebra.

Ramon Carande

«Historia económica» por Ramón Carande (1887-1986) el jueves 14 de 4 a 5. Este economista e historiador tenía una larga relación con la JAE. Entre 1911 y 1912, poco después de haber finalizado su licenciatura de Derecho, estuvo un año en Alemania con una pensión de la JAE, asistiendo a cursos de Economía y Filosofía en las universidades de Munich y Berlín. Años después, en 1922, y ya siendo catedrático de Economía Política y Hacienda Pública de la Universidad de Sevilla decidió pasar una nueva temporada en Alemania, con la consideración de pensionado de la JAE pagándose él los gastos de ese desplazamiento y estancia que duró un año. Se dedicó entonces a formarse como historiador siguiendo los cursos que daban en Friburgo Von Below y Finke. A su regreso fue uno de los impulsores del Anuario de Historia del Derecho Español, la revista del Centro de Estudios Históricos que fundó en 1924 Claudio Sánchez Albornoz. En ella publicó en ese año de 1925 su influyente artículo «Sevilla, fortaleza y mercado». Al año siguiente la JAE le abonaría 882 pesetas por la traducción de las 294 páginas del segundo volumen de la obra Historia de las instituciones sociales y políticas de España y Portugal durante los siglos V al XIV de Ernesto Mayer, publicada por el Centro de Estudios Históricos.

Valentin Andres Alvarez

Valentin Andres Alvarez

«Economía matemática y estadística» por Valentín Andrés Alvarez (1891-1982), el viernes 15 de 6 a 7. Considerado el «genio polifacético y oculto de la generación de 1927» (ver aquí) este singular personaje obtuvo en 1912 una doble licenciatura en Farmacia y Ciencias físico-matemáticas. En el diccionario biográfico de la Academia de la Historia se dice que en 1919 fue pensionado de la JAE en Francia, pero en el archivo de esa institución no se conserva su expediente. Al regreso de París donde hizo estudios de Astronomía decidió convertirse en economista para lo que tuvo que obtener su tercera licenciatura en Derecho. Tras publicar diversas obras literarias como las novelas Sentimental Dancing (1924) y Telarañas en el cielo (1925) con contenidos autobiográficos inició en 1927 su carrera docente de economista como ayudante de Flores de Lemus en la Universidad Central. Políticamente estuvo cerca del liberalismo democrático de Melquíades Alvarez. Tras doctorarse en 1941 con su tesis Valoraciones del comercio exterior de España obtuvo al año siguiente la cátedra de Economía Política de la Universidad de Oviedo y en 1945 la cátedra de Teoría Económica de la Facultad de Ciencias Políticas y Económicas de la Universidad de Madrid.

«Conceptos fundamentales de la economía», señor Bloch, sábado 23 de 5 a 6. No he podido averiguar quién fue este conferenciate.


Deja un comentario

Actividades del matemático José Barinaga en el otoño de 1935

El pasado 18 de marzo estaba prevista la intervención de Luis Español en el seminario mensual que tiene establecido el departamento de historia de la ciencia del Instituto de Historia del CSIC como se aprecia en el siguiente cartel anuncio de ese evento.

CARTEL_Seminario_HC_mar_2020

Lamentablemente debido a la declaración de estado de alarma el pasado sábado 14 de marzo para afrontar la situación de emergencia sanitaria provocada por el coronavirus COVID-19 en España hubo de suspenderse la intervención de Luis Español en el mencionado seminario.

Probablemente este historiador de las matemáticas, gran conocedor de la obra de Julio Rey Pastor, presente en esta bitácora en varias ocasiones, en su intervención hablaría también de otro notable matemático, muy activo en los años republicanos. Me refiero a José Barinaga (1890-1965), cuya vida y obra fue presentada en líneas generales por Elena Ausejo en 2007 en la Gaceta de la Real Sociedad Matemática (ver aquí).

Barinaga no fue pensionado de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE) pero estuvo vinculado a esa institución pues en la sesión de 8 de mayo de 1934 su comisión ejecutiva acordó que asumiese la dirección del Laboratorio Matemático dada la ausencia de Madrid de Julio Rey Pastor. Antes y después de ejercer la responsabilidad de dirigir uno de los centros de investigación del conglomerado de laboratorios que sostenía la JAE Barinaga desplegó una notable actividad científica en el Madrid republicano, donde se instaló después de ganar en 1931 la cátedra de Análisis Matemático 1º de la Universidad Central que estaba vacante por la jubilación de Luis Octavio de Toledo.

A continuación, y con vistas a ofrecer información para completar su biografía ofrezco cuatro datos de la incesante actividad de Barinaga entre 1931 y 1936, ciñéndome a un momento determinado del período republicano como fue el otoño de 1935, situándome más en concreto en noviembre de ese año al que estoy intentando aproximarme desde una perspectiva microhistórica. Para ello estoy elaborando una crónica científica del día a día del curso 1935-1936 como muestro en otra bitácora  (ver aquí).

La primera información concierne a su participación en las sesiones mensuales que tenía la Sociedad Matemática Española. Sobre la celebrada en el mes de noviembre el diario El Sol, en su número de 5 de noviembre informó a sus lectores en estos términos

«Ayer celebró su acostumbrada sesión científica mensual la Sociedad Matemática Española

El catedrático de la Universidad Central doctor Barinaga, después de hacer una breve exposición histórica de los resultados clásicos obtenidos en la teoría de los números trascendentes, dio cuenta de las recientísimas investigaciones debidas a los matemáticos rusos Kuzmin y Galfond (sic) [Gelfond], que resuelven por completo el famoso problema enunciado por Hilbrat (sic) Hilbert a principios de siglo.

El sr. [Antonio] Flores de Lemus [y Giménez]expuso una aplicación de su original método del “autoenlace” al demostrar rigurosamente el lema de Dehn que estaba sin probar desde que hace años Kneserdescubrió la invalidez de la demostración dada por el mismo Dehn. Este método le permite generalizar el lema respecto de la dimensión de la esfera y del espacio que la contiene.

El joven profesor de la Universidad de Salamanca doctor [Ricardo] San Juan comunicó las ideas directrices para resolver un problema de funciones cuasi analíticas que Carleman había planteado en 1926, como cuestión fundamental. La profundidad de los recursos utilizados en esta solución está de acuerdo con la dificultad del problema.»

Como ya expuse en otra entrada de esta bitácora (ver aquí) estos matemáticos españoles compartirían mesa y mantel el sábado 7 de marzo de 1936 cuando un conjunto representativo de los matemáticos españoles se reunieron para homenajear precisamente a Ricardo San Juan Llosá (1908-1969) con motivo de haber obtenido la cátedra de Análisis matemático que se impartía en el segundo curso de la Facultad de Ciencias de la Universidad Central.

La segunda información concierne a la noticia proporcionada por el mismo diario mencionado líneas arriba y en la misma jornada concerniente al sumario del número 7 del tomo VI de la revista Matemática elemental. Ese número, correspondiente  a septiembre de 1935, fue presentado de la siguiente manera:

«Matemática elemental.- Tomo VI, número 7. Septiembre 1935. Madrid-Buenos Aires, 1935.

De la popular revista de matemáticas editada por los Círculos Matemáticos de Estudiantes, y publicada bajo los auspicios de la Sociedad Matemática Argentina y de la Sociedad Matemática Española, se ha puesto a la venta el número 7, correspondiente a septiembre, que contiene interesantes artículos: de J. Barinaga, sobre “Notas breves y comentarios”, de A. Moessner, sobre “Algunas identidades numéricas”. Asimismo ejercicios resueltos y propuestas varias entre sus interesantes secciones.»

Se manifestaba así la excelente cooperación científica existente en aquel momento entre matemáticos españoles y argentinos, dado el doble magisterio en Madrid y Buenos Aires de Julio Rey Pastor.

matematica elemental

La tercera noticia se refiere a cómo José Barinaga fue uno de los participantes de los cursos especiales de Estudios económicos, políticos y administrativos -sobre los que volveré en otra entrada de este blog- organizados por la Facultad de Derecho de la Universidad Central e inaugurados el jueves 7 de noviembre en el pabellón Valdecilla de la ciudad de Madrid. En efecto el protagonista de esta entrada dio en el marco de esos cursos una conferencia el martes 12 de ese mes de 1935 sobre Matemáticas aplicadas a la Economía, de cuatro a cinco.

La cuarta y última referencia corresponde a que este matemático fue uno de los participantes en el ciclo de conferencias organizado por el Ateneo de Madrid, que dirigía Fernando de los Ríos, para conmemorar su centenario entre el 23 de noviembre y el 5 de diciembre de 1935. Barinaga optó por hacer una disertación sobre Alberto Lista como matemático, trabajo que publicaría poco después, ya entrado el año 1936, en el volumen quinto de los Anales de la Universidad de Madrid.

Esa implicación de Barinaga en la labor científica y académica promovida por la República española se prolongaría durante la guerra civil editando en 1937 la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas su Miscelánea matemática.

Miscelanea matematica 1937

Ese compromiso republicano de Barinaga supondría que tras la guerra civil fuese depurado y separado de su cátedra hasta que fue rehabilitado en 1946.

Addenda:

Quien desee acercarse más en profundidad a la obra de José Barinaga puede encontrar obras y documentos suyos en la Red de Biblotecas del CSIC, en esta URL

https://csic-primo.hosted.exlibrisgroup.com/primo-explore/search?query=creator,exact,%20Barinaga%20Mata,%20Jos%C3%A9,AND&tab=default_tab&search_scope=default_scope&vid=34CSIC_VU1&lang=es_ES&mode=advanced&offset=0

Debo esta información a la vicedirectora de la Biblioteca Tomás Navarro Tomás del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del CSIC Carmen Mª Pérez-Montes, a quien agradezco sus noticias.

Asimismo con motivo del día internacional de los Archivos, celebrado el 9 de junio de 2020 Ricardo Martínez de Madariaga ha elaborado un interesante video sobre José Barinaga, accesible en


Deja un comentario

«Hoy que la Segunda Enseñanza está más abierta que nunca a los jóvenes de España»: una circular de Antonio Jaén Morente

Hace unos días en mi reciente viaje a Quito, durante la mañana del viernes 16 de agosto, tuve la oportunidad de conversar, largo y tendido,  a pesar de su delicado estado de salud, con D. Manuel García-Jaén, quien conserva amorosamente recuerdos de su abuelo, D. Antonio Jaén Morente, catedrático de instituto, diputado republicano y representante de la Segunda República española en el Perú en el bienio azañista, y en Filipinas durante la guerra civil, y al que ya se dedicó una entrada en esta bitácora. (ver aquí)

 

En homenaje a este nieto del exilio presento en esta nueva entrada una circular que firmó su abuelo el 29 de agosto de 1935, cuando era director rector del Instituto y Colegio de la Asunción de Córdoba, en un período en el que estaba volcado en sus tareas docentes, antes de volver al Congreso de los Diputados en las elecciones de febrero de 1936 como diputado del Frente Popular. Elaboró esa circular en unos días de intensa actividad científico-educativa y cultural en la sociedad española de aquel entonces como se puede comprobar en la crónica científica que estoy presentando en otro sitio web sobre el día a día del curso 1935-1936 (ver aquí).

La circular aludida es un documento que publicaron dos periódicos republicanos – Heraldo de Madrid de 6 de septiembre de 1935 y El Liberal del domingo 8 de septiembre- al considerarla interesante por su significación pedagógica al defenderse en ella el modelo de «escuela única», según el cual era conveniente intensificar la colaboración de las escuelas de enseñanza primaria y de los institutos de enseñanza secundaria y entre los maestros y catedráticos de instituto. Al respecto Antonio Jaén pedía en ese documento a los maestros que elaborasen una ficha pedagógica que permitiese asegurar la continuidad entre esos dos grados del sistema educativo que querían fortalecer los pedagogos republicanos.

De Antonio Jaén Morente hablaré el próximo miércoles 11 de septiembre en el marco del congreso internacional Educación, Cultura y Sociedad, – cuyo programa está accesible aquí- organizado por diversas entidades para conmemorar el centenario de la creación de la Universidad Popular de Segovia, de cuyo instituto fue catedrático de Geografía e Historia entre 1912 y 1919, aproximadamente.

Ahora transcribo el contenido de la circular que el mencionado catedrático elaboró cuando ya tenía una larga experiencia docente, investigadora y política.

“No con carácter obligatorio, hoy no lo es, lo será, sino como orientación básica que facilite al profesorado un camino cierto para elegir y educar mejor al alumno de Segunda enseñanza, esta dirección rectorado dice a los familiares y maestros de sus futuros alumnos:

Que sería conveniente y muy necesario que todos los alumnos que vayan a iniciar sus estudios presenten antes del examen de ingreso de septiembre, y antes de comenzar el curso los ya examinados en junio, una ficha pedagógica suscrita por su profesor de Primera enseñanza y por él avalada.

Esta ficha tiene por finalidad afirmar un postulado “que en las pruebas de admisión debe tenderse fundamentalmente a evaluar la aptitud tanto como la comprobación de conocimientos”.

Hoy que la Segunda enseñanza, por sugestión de las ideas pedagógicas y por el impulso de la Constitución, está más abierta que nunca a los jóvenes de España; hoy que por el número de matrículas gratuitas, becas, auxilios para estudios, etc., se ofrece con relativa facilidad a los niños capaces de aprovecharlas, está más obligado que antes el profesorado a una mayor cuidado en la selección.

No basta la escasez ni aun la pobreza para ser estudiante: una inteligencia, una aptitud y una voluntad de trabajo son sus condiciones primarias.

Queremos conocer bien a nuestros escolares. Que estudie la Segunda enseñanza con todo auxilio por nosotros y por el Estado el niño capacitado. Que no se pierdan más las energías vitales del pueblo, sin posible acceso a la enseñanza, para que desaparezca la eterna historia del “diamante bruto” y el lamento tan repetido de “si yo hubiera estudiado…”

Pero el auxilio del Estado y de las Corporaciones debe estar cuidadosamente organizado.

Niño no dotado por la naturaleza, incapaz por su voluntad o por insuficiente dote intelectiva, que actúa no de “estudiante”, sino de “alumno”, es un niño que engaña y a quien se engaña, y no es para él el espíritu de nuestra Constitución y de las complementarias  disposiciones ni las que vendrán en este camino justo, que cada vez han de ser más amplias y acogedoras.

Los que hemos estudiado en tiempos de dureza social, sin el menor auxilio del Estado ni una mano amiga, ni un aliento fervoroso de los organismos provinciales ni municipales; antes al contrario, mirados como seres un poco extraños que perturbaban por su escasez pecuniaria y aun su pobre indumento, sabemos y alabamos el gran paso dado por el estudiante pobre y nos enorgullece el haber votado y laborado en los artículos de la Constitución, aunque todavía nos parezcan insuficientes, para el pobre inteligente y de voluntad con capacidad de ser y querer todo.

Para los otros sin estas condiciones, lo noble y lo justo y hasta lo humano es orientarlo por otro camino.

Para el estudiante acomodado, pero sin condiciones que le negó la Naturaleza, sin voluntad, debe también cerrarse el camino de los estudios.

La ficha pedagógicaque se quiere implantar, pidiéndola a la Primera enseñanza, es para continuarla nosotros en nuestro grado propio. Para corregirla, completarla o afirmarla; para que sea cierto el lazo de continuidad entre la escuela y el Instituto.

Todos los grados de enseñanza son eso, grados; pero dentro de una armonía y fuerte unidad.

La “escuela única”, en el sentido de continuidad que comprenda desde la escuela a la Universidad, se impone. Ningún grado es superior a otro. Cuando el maestro sabe verlo vale tanto como el mejor universitario.

En la escuela y en la vida, al régimen absoluto ha sucedido un régimen que podíamos llamar constitucional. Nadie es más que nadie.

Por sentirlo así, y por no laborar solos, se pide esta auténtica colaboración a los maestros de Primera enseñanza.

Córdoba, 29 de agosto de 1935.- El director rector del Instituto y Colegio de la Asunción, Antonio Jaén.

– – – – –

La ficha pedagógica deberá contener, aparte de otras indicaciones que el maestro considere útil, lo siguiente:

Primero. Nombre

Segundo. Fecha y lugar del nacimiento

Tercero. Parentesco. Medio familiar del alumno (dónde ha residido, ambiente, etc.)

Cuarto. Historia médica. Tan completa que indique el valor del elemento humano (desarrollo, talla, fuerza, etc.)

Quinto. Aplicación de los “textos” de inteligencia

Sexto. Características individuales. (Hábitos, carácter, etc.)

Séptimo. Conocimientos y medios de expresión. (Cómo lee, redacta, etc.)

Octavo. Sentido artístico

Noveno. Habilidad y trabajo manual

Décimo. Observaciones.

Córdoba, 29 de agosto de 1935.